Azotea

La muchacha aceptó la galleta sin problemas, así que yo cerré la bolsa y me guardé las que quedaban en el bolsillo de la falda apenas un instante antes de que empezara la susodicha clase de cuchillos voladores. ¿Cómo terminaba yo metida en estas cosas? Solo Dios sabía ya, pero dejé de darle vueltas para poder funcionar con normalidad y le puse atención. ¿Qué no era tan difícil si me gustaba las matemáticas? Más bien la física, pero suponía que valía.

Vi la postura que tomaba, seguí sus movimientos y aflojé el cuerpo cuando percibí su intención de hacer que tirara junto a ella. Repliqué su posición, mantuve el brazo sin tensión. El filo acabó junto al otro que ella había arrojado, por supuesto, y yo observé la diana aunque la escuchaba hablar.

—Podría intentarlo, supongo —respondí aceptando el objeto y lo observé algunos segundos, bajo la luz del sol. En sí la curiosidad nunca me había llamado a las armas, quizás por los chorrocientos discursos de mi padre.

Tomé aire, volví a la posición que ella había usado y aunque siguiera sintiéndose como algo ajeno a mí, arrojé el objeto cuando creí calcular que, al menos, alcanzaría la diana. No alcanzó los otros dos, obviamente, pero alcanzó a quedarse en un punto muerto entre el borde y el centro, bastante decente si me lo preguntaban.

—Supondré que aprendiste para aliviar tensiones —dije medio al aire, todavía con los ojos puestos en la diana—. Viendo que fue uno de los argumentos que dijiste antes.

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Como me parecía muy exagerado que Ilana acertara de inmediato, pero también me parecía raro solo ponerla a fallar, opté por dejárselo al azar. Lancé un dado de 6 caras en mi post anterior, cada cara corresponde a dónde dio el cuchillo. Salió tres, así que dio pues donde está ese número en la diana (?

 

Por el bien de lo que me quedaba de, no sé, calma y capacidad de fingir demencia nunca se me ocurrió que esto de arrojar cuchillos fuese a hacerse en objetivos en movimiento, vivos y mucho menos en personas. Igual me faltaba mucha información, demasiada, y habían tantos vacíos a mi alrededor que cuando comenzaran a llenarse iba a ser digno de una película.

Dudaba mucho que a papá le gustara la idea de que estuviera haciendo migas con la segunda generación del crimen organizado extranjero de Japón por dos vertientes distintas. Era posible que de saberlo, de haberse molestando en preocuparse por cosas como esas, jamás hubiese accedido a transferirme a esta escuela para empezar.

Estaba apestada, por decir poco.

Recibí el último cuchillo de la chica, escuché su respuesta y eso de que lo practicaba desde que tenía memoria levantó la primer alerta, como el pedido de silencio de Dunn. Lo ignoré, al menos pretendí hacerlo, y antes de atender a su pregunta arrojé el arma. Acabó por clavarse más cerca del centro que el anterior y relajé los brazos al costado del cuerpo, mirando la diana.

—No soy muy diestra con los deportes. Me gusta aprender —contesté luego de recordar la conversación con Paimon, puede que estudiar no contara como un pasatiempo, pero no se trataba de eso. Era el aprendizaje de cosas nuevas, a veces innecesarias, lo que sí era más un hobby—. Siempre hay cosas interesantes que descubrir después de todo.

Al decir eso regresé la atención a ella y le dediqué una sonrisa.

—Puede que por esa lógica haya aceptado la lección de cuchillos arrojadizos.

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Dado en el post anterior, salió 4 owo

 

Quise atribuir el segundo tiro al azar, la verdad, no tenía motivos de peso para acertar más allá de eso pero supuse que esa suerte, al menos, me servía para determinar cómo había arrojado el objeto para replicar el movimiento, la fuerza y demás que usé para lanzarlo. De la manera que fuese, observé a Anastasia ir a la diana para recuperar los objetos y su comentario me aflojó una risa.

—Supongo que lo es.

Me preguntó si quería seguir tirando, lo pensé unos segundos y al final opté por no seguir. Todavía me parecía extraño todo este asunto, así que por ahora prefería cortar la sensación, aunque eso solo me dejaba con otras cosas con las que lidiar.

—Si quieres ir a otra parte te acompaño —respondí y volví a donde había dejado mi almuerzo—, pero también podemos solo quedarnos aquí. Podemos hacer como prefieras, no me molesta ni una cosa ni la otra.

 

No era que me estuviese molestando demasiado en fingir que no estaba convencida respecto a esta... actividad, en lo más mínimo, ni siquiera cuando me había permitido ignorar el otro embrollo en el que me habría quedado atascada. Había en la acción, a pesar de que logré darle a la diana, una sensación de extrañeza que reconocía en otros espacios de mi vida. Me sabía fuera de lugar, desconocida.

Al final la opción fue quedarnos aquí, más por una cuestión de tiempo que por nada más, y cuando Anastasia me dijo que podía seguir comiendo me di cuenta de que el apetito había desaparecido. No creía poder bajarme todo el almuerzo, ni en sueños.

Me senté de todas formas y vi que ella sacaba una bolsita de frituras junto a un jugo de naranja. Se me ocurrió ofrecerle mi almuerzo, pero era demasiado confianzudo incluso para mí, así que todo lo que hice fue sacar la bolsa que de galletas que había zambullido en el bolsillo de la falda y le di un par de mordidas diminutas a una, distraída.

—Este año serían tres. Hice primero de instituto en Japón —contesté con sencillez—. ¿Tú? ¿Naciste aquí o te mudaste?

 

No tenía muchas ganas de dar explicaciones, así que agradecí que la chica no husmeara en por qué de repente había optado por no seguir comiendo mi almuerzo aunque el tiempo me alcanzaba para hacerlo, incluso si era poco. Supuse que todos teníamos paredes, solo que las de algunos eran más gruesas o resistentes que las de otros, no estaba segura.

—¿Y cómo sentiste el cambio? —pregunté aunque quizás no me incumbía—. De Rusia a aquí, no suena a poca cosa.

Me había señalado que el fin del receso estaba cerca, así que saqué mi teléfono para ver la hora y confirmarlo. La verdad era que no tenía mucho sentido quedarnos aquí hasta el final, así que guardé el móvil y alcé la vista al cielo unos segundos, con al última galleta comida hasta la mitad entre los dedos.

—Podemos ir bajando —le dije antes de terminarme la galleta, recoger mi almuerzo y levantarme despacio de donde estaba sentada.

Seguía sin tener información para entender mi situación, el hecho de que estaba aquí sentada con la princesa de la mafia rusa, y como tal el único que podía preocuparse por algo como eso en este momento era el mismo que iba pidiendo votos de silencio. No tenía manera de saberlo, pero a Cayden no le haría especial gracia verme con Anastasia, cuando él no era demasiado diferente a ella, pero tampoco es que fuese a llegar a clase lo bastante antes como para darse cuenta de cómo había resultado el receso en el otro lado del cuadrante que había desatendido.

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no pasa nada uwu te puedes ir arrastrando a Ilana cuando gustes, aunque igual es probable que solo me de tiempo de postear un par de veces más antes del cierre de día

Feliz año, quemcita <3

 

El día anterior había acabado siendo mucho más entretenido de lo que había estimado y eso, señores y señoras, era toda una victoria para mí. Las clases de la tarde siguieron siendo un coñazo, eso por supuesto, pero al menos se hicieron un poquitito más soportables que cualquier otro día. Además, esta semana estaba teniendo planes con granny todos los días después de clase, para aprovechar el tiempo que pudiese estar conmigo antes de tener que irse de nuevo, y no había nada ni nadie que pudiese estropear mi buen humor por ello.

A la mañana siguiente, sin embargo, no tuve muchas ganas de caerle a nadie y, sinceramente, tampoco me moría por ver a qué desgraciados les había tocado tener que lidiar conmigo durante el proyecto, así que pasé bastante de largo de todo eso para subir a clase. Odiaba madrugar con todas mis fuerzas, en serio, y ya había que pillarme de muy buen humor por la mañanas para que no acabase gruñendo más que hablar.

En el receso me fui a la azotea. ¿Por qué? Porque me dio la gana, básicamente. Todavía no le había contado a Joey lo... curiosa que había sido mi conversación con Morgan, porque la verdad era que ni siquiera sabía muy bien qué decirle de la misma. Sabía que la situación era un poco dramática, pero bueno, no me había dado la sensación de que la muchacha tuviese demasiada prisa por usar la foto, así que estaba procurando no estresarme demasiado al respecto (además, el estrés provoca granos, arrugas, canas and whatnot, todo cosas con las que no quería lidiar en mi vida).

Me encendí un cigarro nada más puse un pie en el exterior, echando el humo hacia arriba tras haberlo mantenido dentro un buen rato. ¿Cómo? ¿Que el tabaco también era malo para mi salud y me podía causar todas esas cosas malas que había mencionado? Hombre, eso ya lo sabía yo, pero fumar me daba aspecto de bad bitch that's way too hot to be approached y eso valía más que cualquier otra cosa~

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si alguien quiere usar la azotea que venga sin problema, que yo saco a la niña, do not worry; incluso podéis asumir que se fue sin más, if you wanna

 

Que Fiorella me encasquetara el darle los apuntes a Adara solo dificultaba algo que ya de por sí pintaba igual de mal que el silencio de Altan, pero así eran las cosas y quizás debía comenzar a acostumbrarme. Tal vez el orden de los acontecimientos dejaba mucho que desear, eso sí, porque eran personas borrándome de la existencia por dos frente y estaba, ¿qué sentía en realidad? No sabía si estaba molesta, dolida, resignada o todas las anteriores. Daba un poco igual, lo que era una certeza era que tenía tiempo para pensar en ello.

Al final Altan no apareció en clase, como había prometido su padre, y saber que estaba descansando aunque fuese a la fuerza me alivió un poco. Algo de la tensión que me respiraba en la nuca disminuyó, me concentré en las clases y tomé apuntes lo mejor que pude, a sabiendas de que debería pasárselos a Adara en algún momento. Para cuando sonó la campana recogí mis cosas, tomé el almuerzo, la botella de agua y me encaminé a la salida.

Antes de dejar el salón me detuve junto al pupitre de Cayden, ya que el chico se había quedado sentado traqueteando la pierna y mirando el móvil, y le di las gracias por la información que me había dado ayer. Algo de confusión le pasó por el rostro hasta que unió puntos y se giró para mirar el asiento vacío de Altan, comprimiendo los gestos un segundo.

—Supongo que fue lo mejor —murmuró más para sí que para nadie más—. De nada, Vólkov.

—Jez —corregí con suavidad.

—Jez —repitió y miró por la ventana, hacia el cielo gris—. Tenemos lo del proyecto, por cierto.

—Prefieres que sea otro día —adiviné porque vi que seguía tamborileando la pierna—. No pasa nada, cielo. Tú di cuándo, tenemos mucho tiempo.

Me despedí, lo dejé, aunque me di cuenta que sonrió hacia la puerta y al seguir su mirada di con Vero. No tardó en llamar a Kakeru, yo ya le había robado el almuerzo de ayer, así que me acerqué a la puerta para salir, la saludé y me excusé para retirarme. La verdad no tenía planes de ninguna clase y arriba debía hacer bastante viento, pero me importó más bien poco.

Al salir me di cuenta que el viento soplaba de a intervalos un poco irregulares, caprichosos tal vez, pero estaba entre lo tolerable todavía. Recorrí el espacio, caminé y en algún punto solo me senté dándole la espalda a la reja.

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super relleno porque puedo *sips tecito*

ahí queda la niña, al servicio de la comunidad (? igual si alguien quería usar la azotea pues me la llevo, no problem

 

Después de sentarme contra la reja me había dedicado a desenvolver el almuerzo, lo destapé y comencé a comer. Cuando una correntada de viento arremetía lo medio cubría y seguía comiendo cuando pasaba, me di cuenta un poco tarde de que había estado comiendo más rápido de lo que acostumbraba, en un repentino ataque de hambre o de ansiedad, así que en poco tiempo tenía casi la mitad de la comida solamente.

Al caer en ello me detuve, cerré el bento y lo dejé a un lado, llena solo con la idea de haber comido a esa velocidad. Abrí la botella de agua para darle un par de tragos, la volví a cerrar y la dejé también junto al bento. Apoyé la cabeza en la reja, observé el cielo gris y parpadeé con cierta pesadez, concentrándome en el sonido del viento, el rumor lejano de las hojas de los árboles y poco más.

Había asumido que en cualquier momento podía aparecer alguien, de los que salían a fumar y tal, pero supuse que podía quedarme o irme dependiendo de lo que pareciera querer la persona que llegara. No había pensado eso hace mucho cuando noté que la puerta de la azotea se abría y la que apareció fue una de las chicas que estaba hablando con Cayden por la mañana, con Anastasia. Era de los otros salones.

—Para nada, pasa —respondí dedicándole una sonrisa.

Seguí sus movimientos entonces, traía un pliego de papel o algo parecido y una cámara al cuello, analógica. La alzó al cielo, capturó la imagen y me pregunté qué podría tener este cielo tan gris como para querer fotografiarlo, pero pues no era yo la que lo estaba haciendo. Por demás no pensé otra cosa, seguía ajena a las cosas que sucedían en esta escuela, a la naturaleza de las personas con quienes hablaba todos los días o con las que compartía salón de clase.

—Eres la amiga de Anastasia, la que estaba hablando con Cay por la mañana, ¿no? —dije cuando me pareció que no interrumpía sus actividades, por llamarlo de alguna manera—. ¿Cómo te llamas?

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buenas, buenas uwu

 

Seguí observándola sin ninguna intención particular, solo porque me parecía educado mirar a las personas cuando hablaba con ellas, y escuché que se presentaba como Eda Diekmann. Su apellido sonaba alemán o algo emparentado, como el de Altan o el de tío Vic, pero no me significó nada en particular más que eso, algo similar.

—¿De Cay? No diría que somos amigos, hablamos poco en sí y casi siempre para cosas de la escuela —aclaré aunque no hacía falta y al presentarme sonreí—. Soy Jezebel Vólkov, pero puedes decirme Jez. El gusto es mío.

Cuando buscó saber si podía preguntarme algo ladeé la cabeza un poco, curiosa, y asentí aunque ella ya había comenzando a formular la pregunta en cuestión. No anticipé que fuese justamente eso y algo de vergüenza me cayó encima, haciendo que me ruborizara.

—¿Estás segura? —le pregunté algo cohibida—. Nunca he hecho algo parecido.

 

Al ver a la chica reparé en el tono oscuro de su cabello castaño, en sus ojos celestes y otra vez en las cosas que traía consigo. Daba pintas de artista, un poco como Katrina, y por un instante me pregunté si sería igual de brusca que ella, pero acabé por llegar a la conclusión de que, al menos ahora, no lo era y lo dejé estar. Aunque la forma en que me miró con la ceja alzada cuando le dije que podía llamarme Jez me recordó que estaba cayendo o pidiendo excesos de confianza, como siempre; igual era asunto suyo si tomaba mi oferta o no.

La vergüenza que me cayó con el tema de ser su modelo era inevitable, no podía esperarse otra cosa de mí, e incluso hice una pregunta tan obvia como si estaba segura. Se suponía que uno preguntaba las cosas porque estaba seguro de que era apropiado preguntarlas y porque quería hacerlas con ese permiso explícito, pero en fin, tampoco se me podía pedir tanto.

Me dijo que no me preocupara, que había una primera vez para todo y que no tardaría mucho, que solo me acomodara como me pareciera bien ya que lo demás dependía de ella. Lo pensé un rato, le di varias vueltas y al final no encontré nada que me impidiera hacerlo en realidad, así que tomé aire y asentí con la cabeza.

Lo siguiente que tuve que pensar fue qué hacer con mi cuerpo, pero al cabo de unos segundos recordé que todavía llevaba las trenzas que me había hecho Vero así que giré de forma que quedé de perfil aunque antes había estado de espaldas a la reja; así se podía ver el nacimiento del peinado, prácticamente desde adelante de la cabeza, y la caída de la trenza de ese lado. Después recogí las piernas, abrazando mis rodillas, la posición en general me evitaba algo de contacto visual que quizás me iba a cohibir, era un dos por uno.

—Listo —dije cuando creí que ya estaba—. ¿Hace mucho dibujas?

 

Seguía sin sentirme cómoda al cien por cierto, pero sabía que no era culpa de Eda, se trataba de una falta de costumbre con este asunto en general, así que supuse que solo se me pasaría al cabo de un rato. De vez en cuando me distraía el sonido del viento, algún otro ruido lejano o cualquier cosa, pero me esforzaba por no moverme demasiado, pues asumía que entonces le cambiaría la vista que tenía.

No tardó en contestarme, me dijo que dibujaba desde que estaba pequeña aunque supuse que lo que diferenciaba a los artistas de los niños cualquiera era que una vez que comenzaban no dejaban de hacerlo nunca. El tiempo, las lecciones y la perseverancia los llevaban a mejorar, como ella bien señaló. No dije nada de inmediato, solo me quedé escuchando lo que creí que era el rumor distante de sus trazos, así que eso le dio el tiempo de regresarme la pregunta.

—No, no practico ningún arte. En general las artes plásticas se me dan un poco mal —respondí sin dificultad pues era la verdad—. En la otra clase, en la 3-3, hay una chica que pinta y dibuja. La última vez que uno de sus dibujos me pareció maravilloso.

Me refería a Katrina y aunque había dicho la última vez, lo cierto era que solo había visto uno de sus trabajos. Se le había resbalado un día saliendo de la escuela, el año pasado, era un retrato de una mujer rubia y ojos dispares igual que los suyos, gris y azul. Estaba hecho en lo que me pareció una mezcla de tizas pastel y lápices de color, por la intensidad de algunas zonas de color. La mujer se parecía a ella, pero la dulzura que me pareció encontrar en sus gestos, trazados por las manos de Akaisa, habló no solo de quién era esa persona, sino de quién era para ella.

—¿Tú haces algún otro tipo de arte? Ya sabes, escultura o cosas así.

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no pasa nada uwu