Azotea

Tema en 'Cuarta planta' iniciado por Yugen, 9 Abril 2020.

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    Gigi Blanche

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    La primera reacción de Ikari fue de incredulidad, y bastó para traer a Arata de regreso a la conversación. Alterné la mirada entre ambos conforme hablaban e hice un pequeño mohín sin darme cuenta. Suponía que razón no le faltaba. Desde la perspectiva de Arata me le había insinuado al loco de los cuchillos en una fiesta, le mostré las fotos de lo que había pillado, lo convencí de vender mercancía robada, me metí a trabajar en un club hecho de pura peste y lo arrastré a un negocio de falsificación. Era... un historial.

    Ah, bonding to my expense, I see —bromeé, impostando un sonoro suspiro—. Bueno, si sirve para que se lleven mejor podré soportarlo.

    Al final dijo que era mucho circo pero que podía servir. Go big or go home, ¿cierto? De por sí la pretensión de que tres adolescentes llevaran adelante esta empresa era casi hilarante, pero confiaba en la combinación de nuestras capacidades. Las manos de Rowan, los contactos de Arata y mi propio sigilo. Decidí seguir bromeando y me incliné hacia Ikari, con una sonrisa ligera en los labios.

    You sure like complaining, Rowie —murmuré, tocándole la punta de la nariz al decir su nombre, y en lo que regresaba a mi espacio solté una risa fresca—. Me recuerdas a alguien que conozco. Van a llevarse bien, sí.

    La cuestión del quinto integrante... No era sólo que fuera discreto, también existía el riesgo de poner tu nombre en un club fraudulento. Nosotros tres caíamos por obviedad y suponía que a Sakai lo arrastraría la lealtad, la indiferencia o los ojos de cachorrito de Rowan. No me gustaba la idea de arrastrar a un pobre diablo a este pozo, no si las cosas se ponían feas o cometíamos un error grave. Pero lo necesitábamos, vaya. Lo pensé un rato y miré a Arata.

    —¿Cayden, quizá? —sopesé en voz baja.

    Me sentía algo contrariada al respecto pero... no se me ocurría nadie más. Cayden era el único que conocía, que me parecía confiable y que ya estaba metido en este tipo de mierdas.
     
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    En sí no dudaba que pudiese llevarme bien con el rubio, hablaba hasta por las orejas y se metía en todo sitio, era lo mismo que yo pero versión agresiva. Ahora que había vuelto a relajarse se comportaba como el mismo idiota que había conocido metido en el bar, no había nada en él que fuese un problema en tanto supiera quedarse quieto cuando lo ameritaba.

    Por otro lado, viendo que esta chica nos tenía aquí por un negocio de falsificación no iba a dudar de las palabras del otro al decir que sí, que era usual que saliera con esa clase de ideas. Ni idea de dónde surgía el impulso, eso sí, porque si quitábamos todos el contexto parecía una muchacha bastante normal, ¿o no? Era posible que fuese una buena estudiante, buena hija y todo lo que se le emparentara.

    —Sabrás disculparme, pero de algo tenemos que hablar y qué mejor manera de conocernos que saber que tienes ideas locas cada media hora. —Me defendí junto a una risa.

    —En eso lleva razón —concedió Shimizu luego de beber algo del jugo.

    Por otro lado, mira a quién venía yo a decirle que algo era demasiado teatro, si estaban aquí estos dos con sus aires de inversionistas por unas joyas. Ya veríamos cómo procedíamos con la cuestión, por ahora estaba bien que siguiéramos tonteando y ya, las buenas relaciones surgían de conversaciones sin importancia que luego adquirían solidez.

    Sasha volvió a inclinarse en mi dirección, lo que dijo hizo que tanto Shimizu como yo soltáramos una risa casi al mismo tiempo y cerré los ojos cuando me tocó la punta de la nariz. El otro tardó un poco en reaccionar, pero de repente alzó la voz.

    —¡Que no me quite el título de quejumbroso profesional!

    I would never.

    Cuando volvimos al tema del quinto integrante aproveché para darle un sorbo a mi propio jugo, Arata arrugó los gestos cuando un nombre salió de la boca de la chica y suspiró con cierta pesadez. En su cuerpo se apiló una tensión diferente a la que le había notado antes, fue nerviosa, casi ansiosa y se quedó dándole vueltas a la cuestión.

    Cayden... No podía ser otro, ¿cierto?

    —Lo había pensado —murmuró golpeteando su muslo con los dedos—. No abrirá la boca ni aunque lo apunten con un arma y es bueno con las manos en general, por si Ikari necesitara un relevo en cuestiones simples por lo de su salud y tal.

    —¿Dices el hijo del viejo? —pregunté un poco contrariado—. ¿Y confían en él?

    En mi defensa, no había recabado información de otros y la mariposa no tendía a entrar en Bunkyo. Ahora mismo no tenía demasiados datos para sopesar la opción.

    —El mismo, sí. La lealtad de Cayden es de la misma naturaleza que la de Sakai, así que no hay mucho que pensar —admitió a pesar de la tensión que se le notaba en el cuerpo—. La cosa es que la cagué con el mocoso, Sasha lo sabe, no sé qué tanto ruido pueda meter eso a la hora de arrastrarlo.
     
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    El resto de la conversación entre los chicos se desenvolvió con liviandad y yo solté una risa genuina cuando Arata, de repente, pidió que no le arrebataran el título. En cierta forma mi propio gesto cargó ternura y me estiré en su dirección para picarle la mejilla. El asunto murió ahí.

    Me había regresado el almuerzo, de modo que empecé a comer sin prisa luego de haber soltado la opción más obvia para rellenar el empty slot del club. Sabía que era delicado y que a Arata le generaría más de una contradicción, de por sí me pesaba la idea de arrastrar a cualquiera. En lo que a mis círculos concernía era él, Maze o... ¿Suiren? El segundo estaba absolutamente descartado y el tercero, aunque en cierta forma creía que podía funcionar, no tenía nada que ver con la peste. No le veía sentido a incluirlo.

    —No —murmuré un poco de repente en cuanto Arata dijo que Cayden podría reemplazar a Rowan, no fue tajante pero sí bastante firme, y lo miré—. No quiero implicarlo más de lo estrictamente necesario, tampoco deberíamos ni nos corresponde. —Suspiré, el gesto fue algo denso y giré el rostro a Rowan—. De todas formas, la otra ventaja de abrir el club es que podría verte trabajar. Planeaba aprender lo básico por si acaso. No sé cómo te va siendo sensei, pero soy buena estudiante.

    Aquello último lo dije a broma, en un intento por alivianar un poco la densidad de la conversación. Arata la había cagado con Cayden, eso era cierto, pero... no creía que dicha falta fuera a perjudicar esta idea. O, al menos, no creía que la tornara insalvable.

    —Puedo pedirle yo el favor. Es mi idea, después de todo. —Tomé aire, lo solté con cierta indiferencia, y miré a Arata—. Tampoco quiero cargarte a ti con el peso de una decisión que no tomaste, de por sí ya tienen un historial.

    No era una indiferencia que sintiera realmente, pero sí creía necesario demostrarla. Venía en el paquete de las responsabilidades que estaba asumiendo y apilando dentro de la mochila.
     
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    Que estuviese aquí haciendo negocios que un par de salidos no significaba que fuese de piedra y comenzar a notar los tintes de su dinámica me estaba provocando algo parecido a la ternura. Shimizu iba por la vida con cara de haberse comido medio kilo de limones al despertar, pero cuando ella le picó la sonrisa no se quejó y lo dejó estar.

    La tensión que le había corrido por la piel con la mención de Dunn era de resaltar, porque parecía venir un lío emocional bastante específico. Apenas un cacho más de la memoria del Triángulo habría respondido la duda por mí, ajustando la mirilla del telescopio en el hecho de que eran amigos y Honeyguide, para sorpresa de nadie, la había cagado. Igual de momento mi círculo para el quinto integrante era bien cerrado, pensé en Katherin y en Katrina, pero nada más. No eran opciones sólidas, para nada, así que si me decían que buscara yo a la víctima tendría que hacer un pequeño trabajito de socialización intensiva.

    Que mencionaran al cachorro del viejo redujo las opciones, así que mejor por mí en tanto ellos confiaran en el niño, con la comparación que había hecho el rubio con Tora debía bastar. Por otro lado, la negativa de la chica fue bastante firme y él pareció reajustar sus esquemas en consecuencia, como si la sola sugerencia hubiese sido un momento de estupidez que no logró filtrar a tiempo. Asintió con la cabeza, suspiró y dejó ir algo del peso del cuerpo en el hombro de ella.

    —Los maestros de arte en general me parecen complejos como personas, esperaría no entrar en la misma categoría. Si de algo sirve, soy paciente —resolví con tranquilidad, pasando un poco de la densidad que percibí en el ambiente—. We can make it work, I'm sure.

    Después Sasha se ofreció a hablar con el otro, lo dijo con algo de indiferencia que creí venía en el paquete de "Soy responsable por X" y Shimizu pareció contrariado. No que yo supiera nada, pero el otro estaba dándole vueltas a lo que ya había hablado con ella, que la naturaleza del otro como una suerte de bomba y no sé qué más.

    —Es posible que nos ahorremos una cuota de arrogancia de su parte si se lo pides tú —resolvió unos segundos más tarde, relajando los gestos a la fuerza, y suspiró—. Yo hablaré con él cuando acepte subir al bote, para arreglar mi mierda.

    —¿Y no te haría quedar eso como un interesado que solo se disculpa porque te hizo un favor aunque lo haya pedido Sasha? —interrumpí con cierta preocupación.

    —Ya sé qué título se lleva este, el de aguafiestas profesional. —Se quejó a viva voz y relajó algo más de peso en la muchacha, lo demás lo soltó con intención de que fuese una broma—. Tengo mis métodos, Rojo, ¿acaso ninguno de los presentes confía en mi criterio?
     
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    Sentí el peso del cuerpo de Arata contra mi hombro. Aunque ligero, me dio una idea de cómo debía estarse sintiendo. El asunto de Cayden era delicado para él, lo era más de lo que se empeñaba en demostrar y yo lo sabía. Quizá fueran ideas mías, pero pensé que aquella búsqueda de contacto podía nacer precisamente del lío que se le había arremolinado en la cabeza y alcé el brazo de su lado, flexionado, para acariciarle el cabello. Era mi forma de decirle que estaba ahí y que no iba a pasar nada, que podía relajarse.

    No pretendía apuntar los reflectores del almuerzo sobre Arata, así que giré el rostro y seguí la conversación con Rowan como si nada, pero sin detener las caricias.

    —Y lo dices con conocimiento de causa, that's something —acordé junto a una risa breve—. Hablando de eso, ¿tu mamá es extranjera? Lo digo por tu inglés.

    Para cuando propuse encargarme de reclutar a Dunn, ya había retirado la mano de su cabello con la intención de seguir comiendo. Arata aceptó, dijo que luego hablaría con él también y asentí, sonriendo ligeramente. No era sorpresa para nadie que medio me había echado al hombro la causa de que esos dos estúpidos dejaran de gruñirse, así que si había prospecto de salvación me ponía genuinamente contenta.

    —Más te vale, o si no mi poderosísimo delivery de brownies habrá sido para nada y me enfadaré mucho —murmuré con suavidad, en un tono bajo, casi maternal, y estiré el cuello para dejarle un beso liviano en el cabello—. Estará todo bien, cielo.

    Aquello último fue un mero susurro que pretendió ser únicamente para él, aprovechando la cercanía y la dirección de la brisa. El reclamo de Rowan sonó más bien preocupado y su tono me hizo pensar que la elección de palabras, aunque algo polémica, no reflejaba realmente sus intenciones. Arata se quejó al aire, que nadie confiaba en su criterio, y solté una risa relajada.

    —Confío que Cayden conoce al tonto de su amigo y verá el valor que tiene el simple hecho de que se haya acercado para querer resolver las cosas. No offense, love. —Miré a Rowan, entonces, y repetí sus palabras con confianza agregada—. We can make it work.

    Fue una suerte de promesa o incluso de mantra, para autoconvencernos de que nada de lo que podía salir mal ocurriría. Servía para espantar fantasmas innecesarios, también, y dejarle espacio a lo realmente importante.

    Alright, ahora que estás pseudo contratado quiero saber más de ti. —Lo señalé con los palillos, montándome un poco el teatro para distender el ambiente—. ¿Qué haces en Bunkyō, exactamente? Digo, si tuviste la desgracia de topar con nosotros es por algo. Y a todo esto, ya estamos charlando de la vida y los pajaritos, ¿seguro prefieres mantener a tu amigo en la escalera?
     
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    No creía que Cayden fuese realmente capaz de negarse a aceptar un favor que viniera de ciertas personas, no respondía a su naturaleza, pero sí que se me ocurrió que la conversación podía ser mucho más agresiva si la iniciaba yo. No tenía pinta de nada, pero el mocoso a veces rozaba mucho la personalidad del más irreverente de los adolescentes; respondía, contradecía y se burlaba. Haría todo eso por dos horas si era necesario, todo para ceder al final, pero intuía que no haría eso si era Sasha la que se acercaba. Su molestia no tenía nada que ver con ella, algo que separaba mejor que algunos de nosotros que solo nos llevábamos en banda a cualquiera.

    Por otro lado, cederle a ella la batuta me empujó a decir que entonces resolvería la mierda que llevaba postergando ya un buen rato, fue una suerte de promesa. Cayden no debería siquiera compartir espacio con nosotros si no quería, pero sabía que detonar la mina antes de que alguien la pisara sin querer iba a facilitar cualquier cosa que hubiese que pedirle, así fuese que mantuviera la boca cerrada bajo combinación.

    Igual la idea me tensó, traté de modularlo y al buscar el cuerpo de Sasha sin pensarlo digamos que encontré mi parrayos. La caricia en el cabello me hizo parpadear con cierta pesadez, aflojé los músculos a conciencia y noté que Rowan se comía el numerito sin decir nada. Llevaba todo el rato observando de por sí, acumulando información.

    Sasha me soltó lo del delivery de brownies, que no podía dejar que fuese para nada y a mí se me escapó una risa floja, también recibí el beso entre el cabello. No olvidaba su esfuerzo por hacer que dejáramos de ser unos estúpidos, para nada, solo estaba haciendo las cosas bastante lento esperando no detonar al otro en el momento incorrecto.

    —No hace falta que te enfades, lo arreglaré —contesté en el mismo tono y me desinflé los pulmones—. Gracias, amor.

    El otro no nos llevó el apunte o pretendió no hacerlo. Todo lo que hizo fue responder a la pregunta que se le formuló, algo muy sabio de su parte si me lo preguntaban.

    —¿Mamá? Ah, sí. Irlandesa —respondió con sencillez, terminándose el jugo—. Vino a estudiar y al final terminó haciendo la vida aquí.

    El comentario de Sasha le vino en gracia, el idiota soltó una risa bastante relajada y se encogió de hombros, como diciendo que no pretendía refutar sus argumentos. Me pareció que entendía que era cierto, solo la mariposa y yo podíamos saber la naturaleza del acercamiento y los posibles resultados. Igual su pregunta había sido previsora, eso no iba a negarlo.

    We can make it work —repitió Ikari y casi sonó a mantra, algo a lo que había comenzado a acostumbrarme.

    Cuando Sasha volvió a girar la conversación para relajar el ambiente Rowan se permitió otra risa, me miró un segundo en plan "¿No le diste suficiente información?" y luego siguió a lo suyo. No contestó de inmediato, que ella volviera a mencionar a Sakai hizo que sacara el teléfono y mandara un par de mensajes antes que nada.

    —Supongo que ya puede subir —concluyó respecto a eso y giró hacia la primera pregunta—. Let's say I own the place. El control de Bunkyō quedó en mis manos hace un tiempo, luego de que mi hermano retrocediera cuando todavía estaba en sus opciones. Si estás con Honeyguide debes poseer cierta información, la que sea no importa, la fuerza de nuestro barrio nunca alcanzó el nivel del centro del Triángulo, perdimos la oportunidad. Se mueve droga, algo de información y las personas bajo que se mantienen bajo mi sombra sobreviven gracias a un bar underground que también fue herencia de mi hermano.

    Estaba con su monólogo cuando la puerta de la azotea volvió a abrirse, Sakai apareció cargando el bento que el otro le había dado, también una botella de limonada que estaba ya por la mitad y recorrió el espacio para sentarse a su lado. Al pasar frente a mí no cambio de expresión, pero al reparar en Sasha le dedicó una sonrisa que sirvió de saludo aunque la había visto al dejarla pasar, por demás no pretendió interrumpir al que era su superior y su amigo.

    >>No hago más que asegurarme que nadie se interese más de la cuenta en nosotros y trato de que todos tengan algo que hacer, algo que les permita vivir —dijo entonces completando la idea—. A partir de ahora sabes que también puedes pasar a vernos. Las puertas de Bunkyō estarán siempre abiertas para ti, love.

    —Pareces amable —soltó Sakai de repente, sonó hasta inconexo, pero continuó sin preocuparse por eso—, como Ro. Eres bienvenida, Pierce.
     
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    Rowan dijo que su mamá era irlandesa y asentí, indicando que lo había supuesto. Mientras me contaba respecto a su vida en el barrio del que provenía me acabé el almuerzo. En sí no hubo información demasiado novedosa o que desencajara del esquema que había armado en mi mente. Mencionó el bar underground y volví a asentir, considerándolo el dato más concreto que me había dado.

    En algún punto del relato, Sakai apareció por la puerta y navegó el espacio hasta sentarse junto a su amigo. Noté que a Arata prácticamente lo ignoraba pero a mí me sonrió, gesto que reflejé en piloto automático. El detalle se solapó con la invitación abierta de Rowan y descendí la vista al pelirrojo. Se podía considerar una muestra de buena fe, ¿no? Al menos me alegraba que hubiéramos alcanzado cierto punto de estabilidad y buenas vibras tras habernos ladrado un poco.

    Mi sonrisa reflejó agradecimiento en sí mismo, aunque la acotación de Sakai fue lo que realmente me sorprendió. A ciencia cierta no lo demostré, si acaso mis cejas se alzaron un segundo. Reparé en sus ojos y de un momento al otro sentí que el muchacho estaba hablando con la honestidad e inocencia de un niño pequeño, por mucho que desentonara de su aspecto general.

    —Gracias, cariño —murmuré, soné genuinamente conmovida y volví a asentir—. Quizás algún día me pegue una vuelta, cuando pueda descansar un poco del trabajo o me dejen la noche libre, lo cual suena a un milagro en sí mismo, by the way.
     
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    Era cierto que tampoco le había dado demasiada información a Sasha, en realidad ni siquiera tenía muy nítido el qué le había dicho o no respecto a Ikari, más allá de que lo había conocido por pasar a tomarme una cerveza así que el monólogo del otro venía bien para que ella se hiciera una idea más clara de la naturaleza del empleado. Era un poco vago, porque aunque las cabezas de cada barrio podían pecar de lo mismo en otras cosas eran abismalmente diferentes, pero por lo menos servía como un dato de que sabía comprometerse con aquello a lo que accedía, sin importar los motivos que hubiese detrás o no.

    Lo escuché aunque ya tuviese la información, seguí recostado en Sasha porque me daba igual todo y cuando Sakai entró, luego de que Rowan enviara los mensajes, no me sorprendió en absoluto que pasara de mi existencia pero la saludara a ella. En lo que me concernía el tipo se sabía las convenciones sociales, las aplicaba cuando debía y cuando quería, dependiendo del caso.

    La invitación de Ikari, traslapada con el comentario inconexo de Sakai, fueron el puente que ambos lanzaron hacia ella, supe que el segundo lo hizo solo porque Sasha tenía la aprobación del primero. La manera en que le agradeció al tigre, el tono de su voz, me dejó claro que el gesto había bastado para conmoverla a pesar de que venía de otro tío con cara de criminal.

    Oh Lord —murmuró Rowan y chasqueó la lengua suavemente—. Trabajo es trabajo, por desgracia. Igual la oferta está siempre en pie, no importa el día, la hora, si nieva o llovizna...

    —Creo que ya entendió —dijo Sakai por lo bajo, casi sonó avergonzado de su amigo—. La vas a agobiar.

    —Perdón —apañó el otro que ni se dio cuenta de que podía haber sonado muy insistente y miró a Sasha—. Me gusta hacer amigos, eso es todo. Supongo que podemos serlo, ¿no?

    Fue la cosa más genuina que le escuché en todo el rato, acababa de estar aquí rascándole un veinte por ciento a una chica con la que recién intercambiaba palabra, pero cuando le preguntó eso directamente me recordó a un niño. El idiota tenía carisma, era parlanchín y buena gente, pero incluso así debía haberse tirado días de su vida solo en su habitación y aunque era un niño rico, la verdad fue que incluso así me dio algo de pena. El sentimiento no me hizo mucha gracia, pero era lo que era.

    —Eh, ¿no le estarás tirando los tejos? —advertí y se le escapó una risa por la nariz en consecuencia, pero no contestó.
     
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    Honestamente no se me había ocurrido que la invitación podría tornarse agobiante puesta de ese modo, quizá por haber asumido que, de plano, Ikari era de los verborrágicos, lo cual significaba que la mitad de lo que decía no tenía mucho peso ni intenciones profundas. Caso similar al de Arata. La advertencia de su amigo me hizo gracia, sentí que era un comentario producto de la experiencia e incluso si de por sí había asumido que se conocían bien, verlo frente a mis ojos era diferente.

    —Eh, pero ¿y qué pasa si está nublado? —repliqué en broma, dando a entender que el asunto no me había molestado.

    Aún así se disculpó, gesto que acepté con una sonrisa suave. El resto de lo que dijo genuinamente lo convirtió en un niño y me tuve que contener de, no sé, írmele encima y estrujarle las mejillas. A ciencia cierta no creía poder asegurarle tan pancha que iríamos a ser amigos, acabábamos de conocernos y en medio de circunstancias bastante atípicas. Eso planteaba mi cabeza, claro, pero no me daba el corazón para decírselo.

    We can make it work —repetí, valiéndome del mantra de antes, y seguí hablando con algo de energía agregada—. Plus, look at us! Two reddies hanging out, it's like we're already family. We should fire these two and raise our own Reddy Empire.

    Había empezado en inglés sin un motivo particular y al final me quedé ahí para tirarle beef a los otros dos pobres diablos. No sabía si Sakai también tenía algún pariente extranjero pero bueno, pronto lo averiguaría. De todos modos, la ¿advertencia? de Arata se casi solapó con mis palabras y solté una risa nasal al mismo tiempo que Rowan.

    He's not —resolví sin contratiempos, y giré el rostro para mirar a Ikari con una sonrisilla—. Rowie puede hacerlo mejor que eso, ¿verdad?
     
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    Quedarme afuera de la reunión del trío del desastre me importaba bien poco en realidad, Rowan sabía cuidarse solo, mi desconfianza hacia Shimizu no venía de la posibilidad de que lo cagara a palos, qué va, pero las personas que manejaban información eran inestables en general. En la versión del mundo actual no tenía espacio para esa clase de aperturas, era demasiado el margen de error, pero Ro siempre había pecado de idealista en cierta medida.

    El caso fue que me quedé en el descanso de las escaleras, así me evité las cortesías ensayadas de los otros días y cuando el imbécil de turno apareció lo puse a caminar, se resistió menos de lo esperado. Para cuando recibí el mensaje pude haberme negado, pero la verdad era que el otro no tomaba muy bien las negativas cuando venían de mí. Subí para ahorrarme el discursito en la vuelta a casa y ya.

    Desde la botella de limonada pensé que la chica era, bueno, ¿un humano decente? Algo así y me pareció reconocer algo del molde de Ro en ella, algo de amabilidad genuina quería decir y por eso secundé lo de que era bienvenida a entrar en nuestro domo. Luego el otro imbécil siguió montado en la estupidez y hablé porque podía agobiar a la gente sin enterarse, a veces había que pararle el carro o se venía encima. Igual importó bien poco, ella lo dejó claro siguiéndole el juego y yo suspiré, pues porque Dios los creaba y el diablo los juntaba.

    —Si está nublado, si hace sol, si hay una tormenta, si se acaba el mundo también. Así tipo película del apocalipsis —enlistó mientras llevaba la cuenta con los dedos de la mano.

    A ver, sabía que él no esperaba que la otra le dijera "Sí, ahora somos los mejores amigos" porque no era tan estúpido como su verborrea lo hacía parecer, pero conociéndolo que no lo rechazara debía haberle hecho cosquillitas en el pecho. De hecho se permitió una sonrisa bastante amplia, le entrecerró los ojos y Shimizu y yo intercambiamos miradas un segundo. Ella se puso a parlotear en inglés, pesqué algunas cosas porque este era el mismo imbécil que me había ayudado con el inglés por años, pero me negué a seguir usando neuronas y me pareció que Shimizu le pasaba algo parecido.

    We should, we should —respondió Rowan en la módica cantidad de cero segundos—. "Only redheads allowed!", like a secret club or somethin'. With a password? Initiation ritual? Whatever you want.

    —Oh. —La exclamación vino de Honeyguide cuando ella dijo que Ro podía hacerlo mejor y se despegó de la chica para asomar la cara—. A mí eso me sonó a reto. Me lo tomaría personal.

    —Pues obviamente puedo hacerlo mejor —apañó Ikari sin realmente atender a la provocación del rubito al inicio y lo que dijo después me hizo arrugar la cara, entre decepcionado y disgustado—. Si estuviera haciendo semejante cosa igual se enamoran todos ustedes de mí, panda de idiotas. Por eso no me gusta el público, para nada.
     
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    Rowan me siguió el rollo, obvio, y continuó con la lista de escenarios posibles donde la invitación definitivamente seguiría en pie. Era bastante admirable que la intención no flaqueara incluso ante un apocalíptico fin del mundo, y fue bajo esa premisa que lo pensé un poco en busca del bug.

    —¡Ah! —exclamé, habiéndome iluminado, y lo miré con el ceño fruncido de preocupación, como si la única forma de que la oferta se cancelara fuera que...—. ¿Y si el bar está cerrado?

    Luego vino la sección "seamos amigos" desarrollada pura y exclusivamente en idioma inglés. La conversación sostenida me permitió dar cuenta de su acento y notar las diferencias con el mío, y al final solté una risilla que cubrí parcialmente con el dorso de mi mano. A veces me daba por ser una dama.

    I say password for us and initiation ritual for any outsider. But a real initiation ritual! With blindfolds, sticky shits, lighted torches, nasty food, heavy music and a PTSD, if possible.

    Cuando Arata se despegó de mí lo miré prácticamente al instante, la tontería que soltó me ensanchó la sonrisa, divertida, y luego Ikari se montó en el poni más grande que había en exhibición. Me lo quedé mirando, intentando definir si hablaba en serio o no, y luego desvié la atención a Sakai.

    —Mi más sentido pésame, cariño —bromeé, aunque soné muy compungida y me llevé una mano al corazón y todo.
     
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    Rowan2.png

    Podía haber contabilizado otra cantidad de escenarios posibles relacionados a los desastres naturaleza, pero justamente por eso englobé todo en el escenario del fin del mundo y me sirvió para dejar claro el alcance de la invitación. Escuché el suspiro de Tora, pero lo ignoré y cuando Sasha encontró el bug en mi lista solté una risa.

    —¡Pues lo abrimos! —atajé casi de inmediato—. ¿Quién me lo va a impedir? ¿Tora?

    —Si lo quieres abrir a las siete de la mañana a mí me da lo mismo —dijo el otro para desentenderse de esa responsabilidad.

    Después seguimos subidos en el tren del Imperio Pelirrojo, el club secreto y no sé qué mierdas, todo en inglés. Tora debía haberte tenido que batallar un poco para entender, algo que no hacía por deporte, así que asumí que se había rendido a medio camino y Shimizu ni idea. Si era amigo de esta chica tenía que tener algunas nociones bastante sólidas, pero pues yo qué sabía.

    Robes and all to cover up our faces! Just a dash of red peeking thru while we guide them. —Seguí hablando a velocidad—. Only the bravest shall pass these doors!

    ¿Cuáles puertas? Ni yo sabía, pero insinué la silueta de una puerta con los brazos y la estupidez logró hacerme reír con más ganas. Me había tranquilizado cuando el resto de la conversación sucedió, el comentario del rubio consiguió sacarle una sonrisa divertida y yo me subí al escenario porque sí, porque me dio la gana. Total que ella miró a Tora con un dramatismo digno del teatro y el imbécil se desinfló los pulmones con pesadez, fingiendo un gran pesar y yo crucé los brazos frente al pecho.

    —Sakai está pagando los pecados de su vida pasada —añadió Shimizu al regresar al hombro de la chica—. Y pronto parece que los estaré pagando yo también.

    —¿Ahora ves con lo que tengo que lidiar todos los días? —Se quejó abiertamente Tora y negó con la cabeza, hablándole la Sasha—. Peor todavía, ¿ves en lo que te estás metiendo? Todavía puedes huir, no es muy tarde.

    Woah, that's rude as hell.
     
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    Gigi Blanche

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    Sasha 6.png

    —Ah, qué problema sería que cierta dama madrugadora quiera conocer el bar a las siete de la mañana, ¿cierto? —aporté, con un cierto aire dramático, a la broma que ya habíamos estirado bastante.

    Luego me seguí riendo cuando Rowan declaró, tan airoso, que nadie pasaría nuestras magníficas y ultrapoderosas puertas de... pelirrojos, suponía. El gesto fue exagerado, teatral, y solté una carcajada antes de calmarme. En el proceso de desinflarme el cuerpo acabé buscando la silueta de Arata para apoyarme en ella, lo hice sin pensarlo.

    El hilo que había lanzado hacia Torahiko para molestar al pobre de Ikari tuvo más repercusión de la estimada; al carro se subió también Arata y me reí. Rowan se había cruzado de brazos y se quejó, gesto que me recordó vagamente, otra vez, al de un niño pequeño. Tenía el cuerpo ya bastante flojo y de por sí solía pecar de confianzuda, al menos en ciertos contextos o frente a ciertas situaciones. Solté un "ow" en voz baja y me despegué de Arata para estirarme hacia el pelirrojo, alcanzando sus hombros y atrayéndolo suavemente en mi dirección. Lo abracé como quien abraza a una criatura que se raspó las rodillas y está llorando, le hice un mimo en el cabello y se me aflojó una risilla, aún divertida.

    There, there —murmuré, conciliadora, y lo demás lo dije explícitamente en japonés para que los otros dos pudieran seguir siendo parte de la broma—. No te preocupes, cariño. Estoy segura que caeríamos todos rendidos ante tus encantos si los usaras, ¿cierto, chicos?

    Al final lo solté antes de que llegara a lanzarme un codazo o algo y, pasado el período de bromas, saqué mi móvil.

    —Déjame tu número —le indiqué a Rowan, ya acomodando mis cosas—. Y dime qué joya quieres. El viernes la consigo y el sábado coordinamos para entregártela, puedo llevártela si estás ocupado. El resto de las cuestiones las puedes definir con Arata o escribirme, llegado el caso.


    weno, por acá voy cerrando con Sasha

    lo que ella dijo, puedes asumir que se encontraron el sábado o el domingo donde tú veas conveniente y que le entregó ya la joya. Esa también elígela tú, a mí me da iwal
     
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    Arata 4.png

    Rowan se había subido a la tarima más alta del sitio, algo que no terminó de sorprenderme porque en cierto sentido todos los pseudo-artistas que conocía eran así. Además, ambos pelirrojos se habían venido encima con el asunto del, ¿club secreto? ¿Culto? ¿Imperio? Los fragmentos que podía entender de la conversación hacían que sonara como si pudiese ser cualquiera de esas tres cosas, de verdad.

    No me importó lo suficiente, Sasha se estaba carcajeando y todo, algo que me alegraba genuinamente. Entre el trabajo de mierda que había tenido que aceptar, las otras chorrocientas responsabilidades de hermana mayor y el hecho de que casi se infarta el otro día por haber escuchado mi apellido en el agujero donde la tenían metida escucharla reír casi me alivió. Recibí el peso de su cuerpo, se me escapó una risa por la nariz y seguí observando el tremendo circo que se tenían.

    Al final todos nos lanzamos de cabeza a la misión llamada "Fastidiar al Rojo" y el pobre imbécil se enfurruñó como si tuviese seis años; Sasha volvió a reír, se despegó de mí y se arrastró a Rowan en su dirección, pude jurar que el idiota tuvo que tragarse la risa, porque se dejó hacer pero se quedó montado en su berrinche. La otra parecía que estaba consolando al mocoso que se aventó de un tobogán y terminó besando el suelo, así que la estampa al final me aflojó la risa y hasta a Sakai se le contagió.

    —¡Pero si Sakai ya es su marido! —anuncié yo entre risas—. ¡Fue la primera conquista!

    El susodicho siguió descojonándose, Ikari acabó suspirando y la sonrisa le alcanzó el rostro cuando Sasha se apartó. A mí y al tigre nos tomó un poco más de rato calmarnos, pero lo conseguimos y ya entonces Rowan estaba agendando su número en el teléfono ajeno; no reaccionó a la mención de la joya en las narices del tigre y siguió como si nada.

    —Estamos en contacto. No te preocupes, me movilizo a dónde haga falta para evitarte más molestias.

    Con eso le regresó el móvil, le dijo la joya que le había llamado la atención y dio el asunto por concluido hasta que tuvieran que ponerse de acuerdo. Había que darle tiempo, pero me daba la sensación de que las cosas estaban bien encaminadas.


    post pa cerrar también ofcourse

    por lo demás, recibido y copiado
     
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    Gigi Blanche

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    Anna 9.png

    Me cargué los pulmones de aire apenas cerré la puerta detrás de mí. Daba igual cuántas veces respirara, iba a seguir lista para lo que se me viniera encima. Respuesta de lucha o huida, a mi psicóloga le encantaba ese concepto. Lo había repetido hasta el cansancio durante las pocas sesiones que tuvimos y cada vez que el estómago se me atenazó, cada vez que quise arrancarme la carne a mordiscos o bailar sobre las cenizas, lo recordé. Era una idea acertada. Luchar o huir, en eso se basaba mi vida más tiempo del que quería, más veces de las que habría deseado. Mamá, Kakeru, Altan, Kou, Tomoya, Usui, Kurosawa, Konoe. Incluso Emily y Kohaku, hasta Jez.

    Contra todos, en algún momento, había luchado. O había huido.

    Recorrí el espacio lentamente, la brisa deslizó la tela de la falda contra mis piernas. Busqué la cajita de mentas que tenía en el bolsillo, choqué con la frialdad metálica del anillo y la abrí, extrayendo el porro liado y el encendedor. Pellizqué el cigarro entre mis labios, el chispazo, la llamarada, y contuve el humo en mis pulmones. Lo liberé lentamente, lo observé traspasando la reja y evaporándose en el aire. Sobre las montañas. Mi mente estaba vacía, empeñada en aquellas dos simples palabras.

    Lucha o huida.

    El móvil me había vibrado en los casilleros, mientras me cambiaba los zapatos. No sabía si habría deseado leerlos antes o después, pero en definitiva me quitó el impulso de dejarle el condenado anillo en su taquilla. Quedó en mi bolsillo, pesó y regresé el aparato adonde estaba, sin responderle nada. ¿Por qué? Qué sé yo. Lo había esperado dos semanas, quizá sólo fuera una cría inmadura queriendo devolverle una porción del golpe. O quizá, muy en el fondo, estuviera terriblemente enfadada.

    Más de lo que creía.

    Mi mente regresó al asunto una y otra vez durante la mañana, hasta que me rendí y ya no pretendí atender a las clases. Estaba atorada en un espacio intermedio entre la sedación y la complacencia, pero mi talón rebotaba incesante contra el piso y ya me había destrozado las uñas. En verdad lo sabía, sólo no quería admitirlo. Era la misma historia agotadora de siempre.

    Escupía el veneno o me derretía las entrañas, sin escalas.

    Giré el cuerpo y relajé el peso contra la reja, suspirando. Había querido postergar este asunto para después de la presentación de mañana, pero no podía recuperar mi propia cabeza ni sabía cómo lidiaría con esto durante el fin de semana. La simple idea me aterraba.

    Estoy en la azotea
    Ven


    Escribí con movimientos mecánicos, sin titubear ni preocuparme en exceso por la elección de palabras. Me quedé mirando la pantalla algunos segundos, los mensajes anteriores de Altan, y la nube de humo blanca los difuminó. Regresé el móvil a mi bolsillo, el porro a mi boca, y pensé en lo increíblemente azul que se veía el cielo.

    Y en lo cansada que estaba de todo.


    :shani:
     
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    Zireael

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    Altan5.png

    Había terminado fumando tres cigarros de tirón a las ocho de la mañana con tal de regular la activación excesiva, la sensación de ansiedad, y sopesé la posibilidad de meterme de nuevo en el armario de enseres para evitarme la penuria de las clases pero me llegó a la cabeza la idea de que era, otra vez, una manera de anulación. Retroceso, cancelación, era el equivalente de ponerle un tachón inmenso a un error que ameritaba arrancar la página y me pareció que si quería dejar de cometer el mismo error de manera constante, como un imbécil que se tropieza con la misma piedra todas las veces, más me valía aplicarlo en todo sitio.

    Subí al salón a la fuerza, pero lo hice aunque eso no significó que le pusiera una pizca de atención a las clases. Logré contener el impulso de revisar el teléfono cada diez minutos, también la sensación fantasma de su vibración en el bolsillo, y repiqueteé la pierna por ratos sí y por ratos no. Me detenía cuando notaba la mirada de alguien encima, como si pusiera a todos nerviosos con mi propia inquietud, pero al cabo de un rato el movimiento inconsciente regresaba.

    Cuando sonó la campana me quedé pegado a la silla, el cuerpo no me reaccionó para levantarme y pensé que me quedaría allí por la remota posibilidad de que Anna apareciera por la puerta, incluso si llegaba hecha una furia. Solo entonces pensé que habría querido verla llegar en otras condiciones y que ella, por rebote, habría esperado lo mismo de mí. La idea me anudó el estómago y me cerró la garganta.

    En algún punto el móvil me vibró en el bolsillo, lo hizo de verdad, y el cuerpo se me congeló unos sólidos segundos. Juraba por Dios que si era un mensaje de, no sé, Shimizu iba a cagarlo a palos solo por la dosis extra de estrés. Me costó, cuando saqué el aparato sentí las articulaciones oxidadas y lo escueto de los mensajes, algo que entendía, me permitió leerlos en la prevista pero desbloqueé el móvil para responderle.

    Voy

    Al levantarme noté los ojos de Dunn encima, el mocoso se había quedado en su asiento en la fila de al lado, así que al pasar junto a él estampé la palma de la mano en su escritorio. El golpe fue contundente, una especie de anuncio para decirle que dejara de tenerme los ojos pegados en la nuca si no quería comerse la segunda hostia de su vida, el crío suspiró de forma audible y noté que salió de la clase después de mí en vete a saber qué dirección.

    Enderecé los pasos hacia la azotea sin ningún plan como tal, todo lo que sabía era que quería hacerme responsable de mi mierda porque Anna no merecía esto, porque quería hacer las cosas bien aunque me costara. Si para eso debía recibir el estallido del incendio, uno bien merecido, iba a hacerlo y punto, iba a hacerlo aunque el miedo incesante de que me mandara por la cañería siguiera mordiéndome la nuca.

    Ya iba siendo hora de aceptar que me la vivía cagado hasta las patas.

    Que dejara de correr sin saberlo.

    Una porción del cuerpo pretendió resistirse cuando estiré la mano para abrir la puerta de la azotea, pero no le di tiempo a la reacción para alcanzarme el cerebro y la claridad del exterior, del cielo azul que a mí me parecía casi blanco, me hizo comprimir las facciones. Alcanzó para encandilarme unos segundos, de hecho maldije por lo bajo en inglés, y solo cuando la vista se me adaptó a la iluminación otra vez pude enfocar la silueta de Anna, apoyada en la reja.

    Pasé saliva para bajarme la disculpa que me hubiese salido de los labios porque me pareció una manera bastante estúpida de comenzar, fue lo primero que pude hacer, lo siguiente fue tomar un montón de aire y pensé ahora sí cuál era mi idea. No traía el speech preparado, en lo absoluto, no sabía si era una muestra de cobardía o de madurez y opté por no pensarlo más para tener alguna clase de sosiego, tan siquiera para no seguir girando como un torbellino sobre la misma sensación. No supe si hubiese sido mejor la disculpa o lo que dije después, pero por más furiosa que estuviera el caso era que estaba allí.

    —Gracias por ver mis mensajes —solté sin poder definir la emoción que me permeó la voz, en general plana—. Y por subir.

    Si detonaba la mina, la verdad era que también era necesario.


    insisto: im absolutely not ready
     
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    Gigi Blanche

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    No pasó mucho hasta que la puerta se abrió y pude comprobar, por el rabillo del ojo, que se trataba de Altan. No moví un músculo, a decir verdad siquiera me tensé, y no supe exactamente la causa. Había un par de razones hipotéticas flotando en mi mente pero no me costó nada empujarlas lejos y dejar de darles importancia. Fumé un poco más, habiendo regresado la vista al frente, y seguí a mi rollo hasta que habló. Me agradeció por haber atendido a sus mensajes.

    No había una pizca de caridad en mis razones, pero tampoco le repliqué nada.

    Golpeteé apenas el cigarro liado, quitándole las cenizas adheridas en la punta, y me repasé el interior de la boca con la lengua. Pasaron algunos segundos hasta que volví a mirarlo, aún de soslayo, con el semblante bastante monótono.

    —¿Dirás algo más? —indagué, y regresé los ojos al paisaje. Una muy ligera sonrisa permeó mis palabras de un tinte ácido—. Te lo recomiendo por experiencia, es mejor para ambos a que yo abra la boca.
     
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    Los motivos por los que no había pasado de mi puta cara daban igual, quería decir, daban igual porque significaba estaba allí sin importar si era para regresarme el golpe de una patada en los huevos o para escupirme el veneno encima. Si le había dicho que habláramos lo había hecho a pesar de que era consciente de todo eso, había sido el equivalente de darle la escopeta y decirle que me pusiera el cañón en la boca.

    No venía aquí a apelar a la lástima, para nada.

    Seguí sus movimientos con atención, fue involuntario, la vi golpetear el porro, pasar la lengua por la boca y solo después mirarme de soslayo. Lo monótono de sus facciones no era un signo de paz en lo más mínimo, eso lo sabía y terminó de confirmarse cuando habló por fin, la acidez en sus palabras provino de la sonrisa que le bailó por el semblante.

    —No traigo el discurso preparado —solté con cierta velocidad, estuve a nada de tropezarme con la última palabra y volví a inhalar un montón de aire—. Y si te pedí que habláramos no era para venir a soltarte una verborrea y que tú te quedaras callada. Te está llevando el diablo y me lo tienes que decir.

    No era una orden, si acaso era una solicitud, en realidad ni sabía lo que era y seguí hablando. Seguí hablando sin saber si estaba pidiéndole que presionara el gatillo del arma de una vez, porque había que despedazar todo para volverlo a montar. Seguí hablando sin saber si la estaba empujando incluso más a hartarse de mí y que pusiera un alto.

    —Llevo cagándola como un estúpido por semanas y de poco sirve que venga a disculparme solo porque sí, porque tampoco lo vas a aceptar así nada más y es lo lógico.
     
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    El apremio que percibí en sus palabras me instó a mantener la mirada sobre él, asumiendo que agregaría algo más. Mantenía aún la distancia, de hecho le tomaría menos tiempo alcanzar la puerta que alcanzarme a mí, y me parecía una decisión prudente de su parte. Había personas que se vanagloriaban en la sensación de amenaza que emanaban, lo había visto hasta el cansancio en la calle, en la absurda cantidad de imbéciles que se fundían la piel en hierro. Lo entendía, acarreaba los suficientes beneficios para volverse rentable, ¿pero yo? Ahora mismo no había una gota de orgullo.

    Sentirme una amenaza era denso y amargo.

    Estuve a punto de replicarle, de pisar sus palabras, pero siguió hablando y mantuvo el impulso contenido. De cualquier forma, mi mente quedó fijada ahí y aguardé al silencio para retomar la mierda.

    —¿Te lo tengo que decir? —repliqué, la contención y la espera me habían permitido conservar el tono de voz estable, y desvié la mirada—. Según recuerdo, cada vez que me llevó el diablo y lo dije no saqué nada bueno de ahí. He escupido, empujado y golpeado gente, he hecho cosas aún peores, ¿y alguna vez conseguí algo? ¿Algo bueno?

    Descargar mi ira sobre Usui no sirvió de nada, la bofetada a Kou desencadenó su pelea con Kakeru. Empujé a Kakeru, una y otra vez, lo arrinconé contra la verja de su propia casa y le eché la culpa de absolutamente todo. Era el equivalente a haberlo mordido, a haberle rajado la piel con las uñas y despedazarle el cuerpo. Quedó inútil. Casi murió. Deslicé la mirada de regreso a Altan lentamente. La estatura, el cabello negro, la piel pálida, los ojos tristes. ¿Podía cuidar a alguno de ellos? ¿Había podido cuidar a Kakeru? ¿Alejar la cuchilla que sostenía en silencio? No.

    Sólo la había afianzado entre sus manos.

    —Verás, estoy intentando mejorar y esas cosas, discúlpame si prefiero mantener mi mierda conmigo. Estoy cansada de arruinar todo. Estoy cansada y punto. —Suspiré, bajé la vista al cigarro y, desde allí, hablé—. ¿Hay alguna excusa, entonces? ¿Alguna enfermedad, algún familiar internado? ¿Algún examen de ingreso?
     
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    Zireael

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    Altan5.png

    Si retrocedía, si me miraba a mí mismo en otros espacios, si revisaba mi historial y me detenía a hacer notas, lo cierto era que había usado el miedo de los otros como arma por demasiado tiempo. Todavía lo usaba, no iba a negarlo, pero el día que me forzara sobre Anna tendrían que matarme porque me parecía inimaginable de por sí. Quizás la distancia que mantuve fue exagerada, pero respondía a esa idea y no pretendía romperla hasta que esto avanzara hacia algún lado. El tema era que podía no avanzar hacia ninguna y esa idea me estaba arrancando la calma a mordiscos.

    Cuando por fin cerré la boca ella me contestó, supuse que esa espera le había permitido mantener el tono regular, y la escuché. La escuché como lo hacía siempre, pero contuve el impulso de preguntarle si entonces las veces que se había quedado callada habían servido para algo bueno entonces pero me pareció demasiado retador de mi parte. Al menos el orden de las palabras como lo pensé sonaba a estupidez.

    Sentía el frío del metal, pero en el momento que dijo que estaba cansada de arruinarlo todo le quité el arma que le había dado de las manos y presioné el gatillo yo mismo. La detonación ilusoria, la noción de que había presionado algo para sacar otra cosa tuvo la fuerza suficiente para destrabarme poco a poco las articulaciones y me llevé ambas manos al rostro, enjuagándome los ojos con cierta fuerza.

    —Ninguna que valga la pena —contesté cuando volví a bajar las manos, solté una bocanada de aire y no me quedó más que soltar la verborrea que había mencionado—. ¿Qué no volví a buscarte al campamento porque te vi con más personas y no quise interrumpir? ¿Qué antes de eso dije cosas que tampoco hice porque... ni siquiera sé bien por qué? ¿Qué fui un imbécil y pensé que todavía estaba relativamente normal sin procesar que fueron dos semanas en total haciendo el vacío? La palabra ya la dijiste: son excusas.

    Giré el cuerpo, di algunos pasos y regresé sobre ellos después, trazando una suerte de camino circular en un espacio reducido. Fue la única manera de controlar la inquietud que sentía en el cuerpo para poder seguir sobre el tren de ideas tan siquiera.

    —Son excusas porque nadie se murió en casa y la única enfermedad de la que puedo alegar es estupidez en estado terminal, ¿y para qué? —Decirlo así me sacó una risa bastante amarga, sin gracia, y seguí girando en el espacio—. Lo que hice está hecho y lo que diga aquí no va a anularlo, a resetearlo y mucho menos a darte motivos para que vuelvas a confiar en nada que yo te diga y eso es lo más triste, ¿sabes? Que haya minado eso solo porque estoy asustado como cualquiera, porque ni siquiera sé bien cómo se hace esto, pero entonces debí preguntártelo. No sé cómo se está en pareja de la forma correcta, pero también me cansé de joderlo todo y acepto esa responsabilidad.

    Dios mío, sentía que solo lo estaba cagando todo aún más, pero en caso contrario no iba a suceder nada diferente. Si dejaba de escucharme en algún momento tampoco la podía culpar, le estaba vomitando todo encima.

    —Quiero hacer las mierdas bien, quiero dejar de tener miedo por estupideces que ni siquiera tienen sentido y saber que voy a estar como la persona que mereces, no como un fantasma. —Solo en ese momento detuve mi marcha, volví a quedarme en el lugar inicial y lancé la vista al suelo—. Y eso solo puedo hacerlo si me dejas, para dejar de parlotear y demostrarlo.
     
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