Azotea

Debía reconocer que esos días me había divertido con particular empeño gracias al pequeño secreto que guardaba. Compartir aula con Ikari y su amigo mientras ellos no tenían idea del hecho me había permitido disfrutar la tontería y, más importante, observarlos. No era yo una genio ni nadie con una pizca de sentido común la liaría gorda en su primera semana escolar, así que la información que pude sacar era... plana, bastante simplona, y me bastaba. No diría que parecían decentes o adolescentes ordinarios, al menos no el moreno; en cierta forma se movían diferente, o quizá fuera mi exceso de data condicionándome. En cualquier caso, lo importante era el pelirrojo y ese sí cumplía el perfil.

Le había escrito a Arata en la mañana. Cuando sonó la campana del receso, recogí mis cosas con calma: la bolsa del almuerzo, móvil, billetera. Salí al pasillo detrás del dúo dinámico y me sonreí ligeramente cuando los vi virar hacia la azotea; yo seguí derecho, en dirección a las escaleras, y bajé hasta planta baja. Seleccioné cuatro bebidas, las dejé caer en la bolsa y, al regresar, noté la presencia de Sakai a medio camino de la pequeña escalera que conducía a la azotea. Le sonreí, subiendo, y al detenerme junto a él hice un puchero ligero con los labios.

—No puede ser, ¿te dejaron fuera? So meanie. —Saqué una botella de limonada y se la ofrecí junto a una sonrisa despreocupada, esperando que la tomara—. Para ti.

Reanudé la marcha entonces, me colé en la azotea y cerré la puerta tras mi espalda con calma. En cierta forma sentía que esto era a big reveal or something, e incluso si sólo yo lo veía así... pues me divertía y ya. Me acerqué a Ikari y le ofrecí un cartón de jugo de manzana, con la misma sonrisa que le había concedido a su amigo.

—Perdón la tardanza, chicos —solté un poco al aire, desviándome a Arata para acabar el tour de las bebidas con su zumo de naranja—. No esperaron mucho, ¿o sí?

Aquello lo dije mirando al rubio, a quien le guiñé un ojo y entonces retrocedí, más o menos trazando un triángulo entre los tres. La bolsa rebotó contra el costado de mi pierna y volví a sonreírle a Ikari, esta vez con cierta diversión.

—Me presento oficialmente: Sasha Pierce. Un placer conocerte, Ikari-san. —Le eché un vistazo breve al cielo, arrugando la expresión—. ¿Está bien aquí? ¿Prefieres que vayamos adentro?

Había notado su ausencia del lunes y el estado algo maltrecho en el que apareció después, suponiendo que se había enfermado.

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*vibeando la rolita* BUSINESS TIME

 

Quizás estuviese asumiendo muchas cosas, pero conociendo a Sasha debía estar pasándolo bomba compartiendo salón con el par de estúpidos sin que supieran una mierda. Quería decir, también imaginé que Ikari debía haber hecho un proceso de descarte mental para por lo menos asumir que la tercera parte del negocio, su fundadora en realidad, podía ser su compañera de clase. Rowan parecía un desinteresado, pero no un estúpido y eso es lo iba a reconocer, la prueba absoluta era el hecho de que Sakai fuese su sombra.

Ya lo había dicho, ¿no? Que era una extensión de su cuerpo.

El resto de la espera la hicimos en silencio, a mí me picó la lengua por seguir hablando como loro pero me forcé a callarme y eso me permitió escuchar la llegada de Sasha. No entendí qué dijo, tampoco tenía oídos biónicos, pero hubiese sido gracioso ver la inexpresividad del tigrito al recibir lo que le había dado la chica ya que no podía sorprenderse, pues yo le había dicho quién era para evitar errores de alguna clase.

Cuando la puerta se abrió por fin observé a Ikari, al pobre imbécil algo de sorpresa le recorrió el semblante pero acabó colocándose una sonrisa de lo más inofensiva en la cara, aceptó el jugo de manzana agradeciéndole con la tranquilidad que parecía caracterizarlo y siguió los movimientos de su hermana perdida hasta que me entregó un jugo de naranja.

—Qué va. ¿Cómo iba esto de que la reina nunca llega tarde? —respondí de inmediato y antes de que me acordara del resto, Ikari habló.

—Los demás simplemente llegan demasiado temprano.

Había pasado de la sorpresa a la calma y de la calma a algo parecido a la satisfacción, ni idea de por qué. Este era el mismo imbécil que había hablado de que limitar el poder de las mujeres en la pirámide no había sido más que un error de los viejos oyabun, ¿cierto? No sabía discernir si lo pensaba en realidad o solo estaba preparando el terreno para lamerle la suela a quienes hiciera falta, pero hice bien en recordarlo.

En lo que yo abría el jugo Rowan hizo una reverencia, fue japonesa a cagar y al erguirse volvió a sonreírle a Sasha con la misma despreocupación que ella lo había hecho al llegar. Mira, no era yo ningún voyeur ni nada, pero me estaba haciendo toda la gracia verlo con semejantes formalidades.

—Es una lástima no haberme presentado antes, viendo que tuve la oportunidad. Rowan Ikari —dijo al conectar su mirada con la de Sasha, ahora que los veía juntos los idiotas sí que se parecían. No supe si reírme o asustarme, así que me callé y seguí observando—. Debo decir que el placer es mío, señorita Pierce.

—Eh, Rojo, ¿y sí estás bien aquí?

—No hace falta que se preocupen por mí, gracias. Ya me siento mejor, algo de sol no va a matarme.

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BUSINESS TIME MA'AM

No lo podía rolear desde la perspectiva de ninguno de los dos, pero Tora le agradeció a Sasha la limonada y le dijo que Rowan quería un guardaespaldas (?

 

La tontería de la reina me arrancó una risa nasal bastante ligera y, luego, incurrimos en las presentaciones de turno. El nivel de formalidad que nos montamos indicaba, al menos, que era un chico con modales; que sabía tenerlos, más bien.

—Dime Sasha —ofrecí, ligeramente jocosa, tras oírlo diciéndome "señorita Pierce"—. Well, shall we?

Extendí el brazo y señalé la porción de suelo junto a la reja a mis espaldas, como si los estuviera invitando a tomar asiento en un restaurante pijo o algo. Me acomodé con las piernas cruzadas, noté que Ikari tenía su propio almuerzo y me incliné hacia Arata, husmeándolo por encima. Al confirmar que no tenía comida (aunque ya lo había advertido, sólo me estaba montando el teatro), busqué sus ojos y meneé la cabeza apenas, dejando mi bento entre ambos. Otra vez, iba en coña. Había armado la caja con más comida de la usual adrede, imaginando que, incluso si llegaba a tener el almuerzo, sería un pan o alguna mierda así.

—¿Te ha tratado bien el Sakura? —le pregunté a Ikari, volcando mi atención en él—. Bueno, a ti y a Sakai. Transferirse con un amigo aliviana la experiencia, al menos.

 

No sabía discernir si a Shimizu le daba risa la situación general o se la traía floja, dudaba que se echara la vida fingiendo mierdas de forma consciente como Tora, pero sin dudas su personalidad me dificultaba la lectura mucho más de lo que me hubiese gustado. Seguía pareciéndome inofensivo de todas formas, quería decir, tan inofensivo como podía ser un ex-capitán y un actual carroñero, y que Pierce apareciera de todas las opciones posibles solo le daba puntos en la escala de "No va a matarme mientras duermo", aunque quizás pecara de ingenuo.

En cualquier caso, asentí cuando la muchacha me dijo que la llamara Sasha y observé el suelo cuando lo señaló como si fuésemos a tomar asiento en, qué sé yo, el restaurante más pijo de Ginza. En cierta medida me recordó a su propio cómplice por motivos polarizados, la verdad, y aunque estaba saltando a conclusiones demasiado rápido supuse que funcionaban en una sintonía bastante similar y eso me bastaba.

—Rowan —añadí para que no se echara la vida llamándome por mi apellido y me senté con movimientos lentos.

Mientras lo hacía noté el vistazo que le echó al otro, la forma en que meneó la cabeza y como el muy descarado la miró sin una pizca de vergüenza para soltarle un "¿Qué?" bien bajito, como si no supiera a qué venía la mirada de su... ¿Amiga? ¿Secuaz? ¿Amiga-secuaz? Whatever. Siguió bebiéndose el jugo, esperando que termináramos con la conversación en el momento que nos diera la gana y estiró la mano libre para husmear el bento de la chica.

—Diría yo que sí. Ethans fue muy amable al darnos el tour y ayer almorzamos con una chica del otro salón, incluso quedamos para vernos fuera de la escuela —respondí en lo que abría el cartón de jugo que Sasha me había traído y le di un sorbo antes de seguir hablando—. ¿Tú has estado siempre en esta academia? Como no llamamos la atención siento que nos adaptamos, pero también me da la sensación de que...

—¿De qué hay un puto lore que se te escapa todo el rato? —dijo Honeyguide de repente y yo aflojé una risa en consecuencia que sirvió como afirmación—. Acostúmbrate, te lo recomiendo.

 

A ciencia cierta, no era tan pesimista ni tan conocedora como para identificar la naturaleza de su relación con Sakai, la jerarquía dentro de ella. A mis ojos eran amigos y ya, y quizás en esa afirmación hubiera verdad también, pero de cualquier forma... Con o sin la idea consciente, sí me había llamado la atención que lo dejara apostado en la escalera. El otro había dicho que necesitaba un guardaespaldas, sí, ¿de quién? ¿Del resto de la escuela? Lo pensé al sentarnos y advertir, incluso dentro de aquella aparente naturalidad, que éramos básicamente dos contra uno.

¿Debía interpretarlo como un voto de confianza? ¿O de subestimación?

Supuse que el muchacho me permitiría llamarlo por su nombre también, aunque no preferí gozar del derecho hasta que él mismo me lo confiriera. Asentí ligeramente, Arata fingió demencia respecto a la ausencia de su almuerzo y lo dejé correr. No tenía remedio y me hacía algo de gracia. Rowan entonces me contó brevemente respecto a sus días en la escuela y pensé que parecía simpático. O sea, que sabía mantener una conversación de forma decente. Fuera o no para el teatro, en definitiva servía.

—Veo que no pierdes el tiempo —bromeé en voz baja.

Asentí a su duda, pero el hilo de la conversación viró y Arata intervino antes de que pudiera responder. Suponía que en esta Academia era fácil pasar desapercibido si jugabas bien y te mantenías callado, con tanto extranjero y niño pijo colado. La duda palpitaba, de todos modos. No creía que su aparición mágica en el Sakura estuviera relacionada con nuestro pequeño negocio en absoluto, de por sí los tiempos no cuadraban. ¿Qué hacían aquí, entonces? ¿Mera casualidad?

Miré a Arata cuando habló de repente y regresé a Rowan al oír su risa. Me faltaban piezas y aún así, lentamente, empezaba a verlo. Estaban este chico y su amigo, Cayden en la clase de al lado, y más allá, Shimizu y Yaboku. Había un esquema extraño y de frágil compostura que latía por debajo de la aparente normalidad, y mi duda respecto al ingreso de Ikari y Sakai radicaba precisamente allí.

—Es una escuela interesante, sí —concedí, relajando la espalda en la reja y, en el mismo movimiento, estirando las piernas. Crucé un tobillo encima del otro—. ¿Cómo llegaron aquí, de todos modos? Y a mitad de semestre, encima.

Mi sonrisa se mantuvo serena y, casi como si me divirtiera disfrazar la pregunta, agregué:

—Tiene que ser una ladilla para ponerse al corriente, ¿no?

Estábamos jugando a ser buenos niños, de todas formas.

 

Mi tren de pensamiento al dejar a Tora afuera era y no era parecido al que seguía esta chica, así yo no lo supiera. Si debía ser honesto dudaba mucho que, no sé, a Shimizu lo poseyera el diablo y quisiera hacerme algo en mitad de una escuela de niños pijos a la que, dicho fuese de paso, según su perfil no debería poder asistir, no tenía dinero ni era un buen estudiante. Estaba jugando con puros prejuicios, pero si ponía en la balanza la forma en que había hablado de los metiches y cómo me hablaba a mí no creía poder hacer nada que lo molestara lo suficiente. En tanto no pretendiera mandarlo a la fuerza suponía que debíamos estar bien.

Luego estaba la muchacha, ahí puede que me la hubiese jugado demasiado al no saber quién era todavía, pero prefería evitar visitantes inesperados que estar aquí con Tora pegado a la nuca cuando el contacto y la solicitud había sido únicamente a mi persona. Eso sin mencionar que en general le hubiese añadido más tensión a la mezcla, una que no necesitábamos. Siempre podía pegar el grito al cielo si algo pasaba, pero lo ponía en duda.

Tendía a confiar más de la cuenta en mis conclusiones, pero ya luego le pasaría el muerto a Sakai. Él se encargaría de ver los vacíos que yo no hubiese analizado lo suficiente.

Como fuese, seguimos la conversación como si para nada estuviésemos aquí porque cierta señorita había tenido una idea de moralidad cuestionable. Bastaba esta interacción para saber quiénes estábamos más habituados al público, para llamarlo de cierta manera. A Shimizu ni la cara ni los modales le ayudaban y partiendo de que nos conocía a ambos se desentendió de la charla y comenzó a picotear el bento aquí y allá.

El comentario de que no perdía el tiempo me hizo sonreír, pero no añadí nada en particular y seguí con lo demás. Acotó que era una escuela interesante, el rubio se permitió una risa que hizo las veces de apoyo a ese argumento y yo imité a Sasha relajando la espalda en la malla. Ya de por sí la presencia de Shimizu era extraña, luego teníamos al hijo del viejo Dunn y ahora a las niñas de la mafia, sin mencionar todo lo que había en medio, eso que desconocía. En semejante entorno, más temprano que tarde a las paredes comenzarían a crecerles oídos.

—Quería transferirme a inicios del ciclo lectivo en realidad —respondí a su pregunta unos segundos después, aunque asumí que quería llenar ciertos vacíos de información, algo que me parecía justo de por sí—. Pero tengo una salud de papel, acabó retrasando mis planes y mis padres empezaron la burocracia hace unas semanas, después de que les insistiera en que estar enfermo allá era lo mismo que estarlo aquí. A Tora lo mandaron porque temían que sacarle su único amigo lo desestabilizara, pero no le vayas a decir que yo te lo conté así.

—Suena a algo que solo pueden permitirse los ricachones —apañó Shimizu con la boca llena y a mí me dio risa, pero ni siquiera me ofendió porque llevaba razón.

—Pues bueno, esa es la historia. —Me encogí de hombros y miré a la pelirroja, con la sonrisa en el rostro todavía—. Seguramente el guion deja bastante que desear, ¿no? Lamento si esperabas algo más interesante, Sasha.

 

Seguí sus movimientos con calma al apoyarse en la reja, atendiendo a la respuesta que me confirió. Fue honesta, sencilla y cargó su breve cuota de humor. Había juntado levemente las cejas al oír de su salud de papel, como tal no demostraba preocupación pero sí algo de empatía. Debía ser una ladilla si incluso le había retrasado el ingreso a la escuela; además, de por sí había estado enfermo estos días, ¿no? Lo de Sakai sonaba a broma, aunque no creía que lo fuera. "Desestabilizarse" por poner distancia con un amigo era decir algo, that for sure. Decidí almacenar la información y me reí con liviandad, como si nada.

—¿Interesante? Estamos hablando literalmente de tu salud, cielo —remarqué, con honestidad, y le sonreí—. E incluso por fuera de eso, que suena a cagada, en la vida real muchas veces las historias aburridas son las mejores, ¿no? —Me encogí ligeramente de hombros—. Si no nos morimos todos a los treinta.

Me desvié a Arata un momento para robarle el bento y comer un poco de ensalada con carne. Le pregunté en voz baja si estaba rico y se lo devolví con una sonrisa bastante cálida. En sí, la razón que nos había congregado ahí no tenía por qué alejarnos del mero hecho de ser estudiantes de preparatoria, conversando y almorzando. Al menos así lo veía yo.

—Me da algo de pena Sakai —confesé, mirando a Rowan—. ¿Tiene algo para comer, siquiera? Porque no es que pueda descuidar su puesto, ¿o sí?

 

No estaba participando en la conversación como tal pero eso no significaba que no les estuviese prestando atención, por eso podía intervenir de vez en cuándo. Sasha era su compañera, debió notar su ausencia y después yo le dije en el mensaje que el tipo se sentía mal, así que por todo lado saltaba a la luz que el pobre desgraciado tenía diecinueve años pero salud de señor en sus sesenta o algo.

Lo de Sakai no me parecía disparatado, no creía que el chico fuese incapaz de sobrevivir sin su adorado Rorin, no era eso, si no que le hacía de ancla para poder manejarse de forma más aceptable. Ikari parecía bastante centrado en lo que a mí me concernía, si quitaba algunas cuestiones específicas del plato, así que tenía sentido. Como fuese, cuando Sasha le resaltó que estaban hablando de su salud el idiota se permitió una sonrisa algo culpable. Debía estar tan habituado al tema que le quitaba el peso que poseía.

También debía estar cansado de que sus únicas historias se basaran en "Me enfermé, perdón".

—Supongo que tienes razón —concedió con tranquilidad.

En un intermedio Sasha tomó el bento, se lo cedí sin más y cuando me lo regresó, preguntando si estaba rico, asentí con la cabeza y le regresé la sonrisa. Sentí los ojos de Rowan encima, fue un instante, y me pareció que su sonrisa se ensanchó de forma apenas perceptible. Si fue el caso dio lo mismo, porque la pregunta de ella sobre la comida de Sakai lo hizo dar un respingo en su lugar y se levantó tan rápido como se lo permitió el cuerpo, arrastrando su propio bento consigo.

Abrió la puerta, le silbó al tigrito y al desenvolver sacó una caja de bento, solo entonces vi que el cabrón cargaba dos. El cuidado con el que hizo todo eso cargó cierto... ¿Era cariño? No supe definirlo, pero la manera en que desenvolvió las cajas, revisó la que era de Sakai y se la alcanzó cargaba un mensaje completamente distinto al que parecía dar al dejarlo como vigilante.

—Son bastante raros —le dije a Sasha en voz baja—. El otro no confía en mí, supongo que lo habrá dejado fuera por eso.

—En la tontería se me olvidó —dijo Rowan hacia nadie en particular al volver a cerrar la puerta y volvió a ocupar el lugar en el que estaba sentado antes, dándole un sorbo al jugo de manzana y destapó el otro bento—. No hace falta preocuparse por Tora, siempre cargo más comida de la cuenta o almuerzo doble. Además, no creo que le importe comer ahí, prefiere no tener que hacer tanta vida social de no ser que sea necesario.

—Me haré el sorprendido.

—No eres de aquí, ¿verdad? Digo, no solo por el nombre, no tiene pinta de que te hayas criado aquí como tal —preguntó hacia Sasha pasando de mi comentario y yo seguí comiendo, pues porque era comida casera y ya me tenía mal acostumbrado.

 

Mi pregunta activó al chico como si le hubiera dado una patada de electricidad encima. Seguí sus movimientos hasta la puerta y lo consecuente, en sí porque tampoco había otra cosa que hacer; además, me daba curiosidad. Si nos poníamos meticulosos esto bien podía calificar de entrevista laboral y sólo era natural querer conocer a las personas involucradas, ¿no? Comenzaba a pensar que Sakai venía en el paquete un poco de rebote.

Arata me habló en voz baja y murmuré un sonido vago para darle a entender que lo había oído, incluso si no lo había mirado. No me sorprendía que Sakai no confiara en él, podía imaginar un abanico amplio de razones incluso si éstas se me escapaban de forma concreta. Si equiparaba ambos dúos, suponía que cumplían un rol similar y, por ende, el recelo era comprensible.

Recibí a Ikari de regreso con una sonrisa y no aporté ni reaccioné de forma sustancial hasta que me preguntó directamente si era de afuera. Había hundido la mano en la bolsa para sacar lo que había comprado para mí, la botella de agua, y le di un trago antes de responder. Usualmente me traía de casa para abaratar costos, pero siempre perdía el frío y más allá de que lo hubiera aceptado como un mal necesario, la situación lentamente empezaba a cambiar. Si algo debía concederle a Teruaki era que no había mentido cuando endulzó el asunto de la paga.

La gente pudiente adoraba derrochar cuando los dejabas contentos.

—Soy de Australia, me mudé aquí con... ¿catorce? Sí, catorce años.

Como tal no vi necesario regresarle la pregunta, descarté que tanto él como su amigo eran japoneses y ya. Cambié el aire de mis pulmones, lo hice con calma y le lancé un vistazo a Arata antes de regresar a Rowan; casi como si estuviera diciéndole que iba a despejar el telón por fin.

—Bueno, suficiente small talk, ¿no? —murmuré, abarcando a ambos, y me enfoqué luego en el pelirrojo—. Me dijo Arata que sabes trabajar metales, me mostró algunas fotos incluso. Haces cosas muy bonitas. —Le sonreí, honesta, y ladeé apenas la cabeza—. ¿Hace cuánto estás metido en eso, Rowan?

La pregunta era, en sí, una invitación para que me contara respecto a su... trayectoria como artista, digamos.

 

Tora me había mirado con una inexpresividad digna de campeonato, pero recibió el almuerzo y regresó a su posición con calma, casi como si sintiera aliviado de no tener que montarse el numerito. Eso y que era bien consciente de que meterlo a la mezcla con Honeyguide era, por demás, una estupidez. Llevaría algunos días que se acostumbraran el uno al otro o que él se acostumbrara más bien, pero tampoco me desvelaba el asunto porque volvía al punto de que este par me había convocado a mí, no a él.

Me pareció escuchar a Shimizu cuchicheando algo, pero tuvo la cautela de bajar la suficiente la voz para que no le entendiera así que lo dejé estar. Al volver junto a ellos me senté, el cuerpo me lanzó una queja de dolor bastante sorda y la disimulé, distrayéndome en la respuesta de la muchacha. Era australiana, se había mudado siendo casi una niña y pensé en que la mierda no debía haber sido agradable.

El compromiso se me daba como el culo, sí, pero si a alguien se le ocurría sacarme del espacio en el que había crecido o del sitio que había sostenido para mantenerme seguro, ese era otro cantar. No pensaba meterme a bucear en un tema tan espeso, sería grosero a secas, pero dejé el dato allí amontonado justo como ella debía estar haciendo con la información que recibía de mí.

—Oh, aussie then! —solté con ánimo y tomé un bocado de arroz de mi almuerzo—. Ya decía yo.

El vistazo que le lanzó al rubio me bastó para saber que la charla light se había terminado, pero cuando lo anunció hizo que soltara una risa apenas más oscura que las demás. Cambié el aire de los pulmones, la escuché mientras masticaba otro bocado modesto de comida como si no hubiera percibido el cambio en el aire ni nada.

—Empecé con cosas simples como con trece años o así, aprovechando que tenía artistas cerca por decirlo de alguna manera. —Mi respuesta no fue para nada compleja—. En el... área de trabajo que parecen mostrar interés Honeyguide y tú, llevo trabajando desde los quince más o menos, bajo la tutela de una maestra. Para hacer el cuento corto, desde hace tiempo trabajo como pupilo de alguien, para ponerlo en palabras simples.

 

Oírlo hablar en inglés me sorprendió y solté una risa fresca ante su ¿entusiasmo? por mi nacionalidad. Se lo oía más fluido que el japonés promedio, eso seguro, y supuse que, siendo el caso, podría relajar la lengua y mezclar los idiomas como solía hacerlo. Luego respondió mi pregunta respecto a su experiencia artística y yo asentí un par de veces, demostrando que lo oía. Llevaba varios años metido en el negocio.

—Asumo que Arata te ilustró apropiadamente respecto a la... propuesta laboral. —Me sonreí por la mera broma interna de llamarle así y seguí hablando como si nada—. Lo que te concierne a ti es muy simple, la verdad. Sólo recibes el modelo y los insumos, y manos a la obra.

Había sacado el móvil mientras hablaba, abrí la galería y le extendí el aparato a Rowan con una foto puntual abierta.

—Ahí tienes varios ejemplos de potenciales falsificaciones, entre las primeras tres puedes elegir la joya que te apetezca si quieres elaborar un prototipo y yo te la facilito para el viernes.

Ya había analizado el escenario y había estado utilizando determinados accesorios con particular énfasis, alegando que me gustaban mucho. De esa forma podría llevármelos y devolverlos a la semana entrante, y si cualquier duda surgía, lo pasaría como un simple descuido. Entendía el riesgo de asociarme directamente con una joya ausente, pero también prefería evitar el riesgo de que alguien lo notara y el culpable quedara suspendido en el aire, imposible de rastrear. Eso levantaría más sospechas que sonreír y hacerme la tonta.

—You interested? —cerré, bajando la voz ligeramente.

 

No sabía si era codicioso, estúpido o suicida de mi parte haberme quedado en el lugar que había ocupado mi hermano, pero lo había hecho y no había nada más. Tenía un grupo de idiotas bajo mi sombra, por más disimulados que pasaran, y puede que de allí saliera parte del impulso que me había hecho llevarle el apunte al negocio que me propuso el pajarito. Un flujo de dinero, más allá que el proveniente del bar, podría darnos algo más de estabilidad porque sabía que mi posición económica y la de Tora eran privilegiadas, el resto no corría necesariamente la misma suerte.

¿Me las daba de Robin Hood o algo? No necesariamente.

—Ah, claro. Tienes un agente de Recursos Humanos bastante persuasivo —dije a lo de la propuesta laboral y noté el movimiento del rubio, había flexionado las rodillas para apoyar el brazo allí, descansando el rostro. La diversión se le notaba desde la otra cuadra—. Habla un poco en código, eso sí, pero aduló bastante tus habilidades según creo recordar.

Al agente en cuestión se le aflojó una risa de lo más socarrona, no dijo nada pero mantuvo los ojos pegados en mí y se me ocurrió que su figura en general parecía bastante oscura en comparación a la de Sasha, por obvio que pareciera, pero lo que quería decir era que lucía como una maldita sombra. Estaba allí apostado, mirándome como si esperara no solo que aceptara la oferta si no que supiera mi lugar en la jerarquía invisible, al menos de momento.

Acepté el teléfono de la muchacha, observé la foto le hice zoom y toda la mierda, terriblemente concentrado de repente. La estaba escuchando al mismo tiempo que observaba la curiosa selección, solo para terminar de entender por qué Shimizu se había referido a ella como un cuco. No me importaba en dónde estaba metida, ese era un asunto muy personal, pero debía reconocer que tenía acceso a material de calidad.

—Las que puedan segmentarse son buenas candidatas para prototipos —comencé a decir sin despegar los ojos del teléfono—. No planeo romper nada, para que ninguno se muera infartado. Lo que digo es que puedo aislar un segmento, pretender emularlo con materiales reducidos en vez de tratar de sacar toda la joya de una y con esa fracción del producto puedo hacer una suerte de encuesta para ver si alcanza los estándares. Las uniones y los acabados tienen que ser precisos, algunos voy a tener que pretender alcanzarlos con herramientas diferentes, pero todo es posible a punta de prueba y error. Ningún arte funciona de otra manera.

—Ahora en cristiano, campeón —exigió el indicador sin cambiar su posición.

—Que tengo que asegurarme de poder copiar las mierdas antes de desperdiciar material, pero estoy interesado —resumí para la neurona del pobre imbécil y le regresé el móvil a la chica con movimientos tranquilos—. Van a desaparecer los originales, ¿es así? Las copias van a quedar como reemplazo.

—Correcto, Rojo.

La afirmación me hizo reír de nuevo, me salió directo del pecho en una mezcla de suficiencia y burla que no me permitía con frecuencia. Los miré a ambos, primero a ella que claramente era la líder intelectual de la movida y luego a él que no era más que el puente, el maldito portal. El río de información del imbécil debía asegurarles un sitio dónde vender el metal que extraían del misterioso nido, uno donde no hicieran preguntas y solo les dieran la pasta en efectivo. Si no habían facturas no podían acusarlos de nada.

—Le dije al Capitán la otra noche que estaba abierto a negociar con ustedes en tanto me significara un beneficio —acoté con firmeza pero sin abandonar la calma que había mantenido hasta entonces—. Me parece que ambos son capaces de entender que el trabajo Ad Honorem no es demasiado interesante.

 

La breve review de Arata me dibujó una pequeña sonrisa satisfecha en los labios y desvié la mirada al rubio un par de segundos, si acaso para ver su expresión en lo que Rowan hablaba. La parte de adulador no se la imaginaba mucho, pero luego podría preguntarle al respecto, ¿cierto? Y, digamos, recompensarlo apropiadamente si consideraba que su trabajo lo ameritaba.

Con mi móvil en su posesión, Ikari se abocó a la foto de la joya y fui asintiendo conforme explicaba, comprendiendo el punto. Oírlo hablar así, como mínimo, me brindaba la seguridad de no haber topado con un completo amateur. La mención del dinero, o más bien, de los beneficios que él percibiría, me hizo alzar las cejas sin perder la sonrisa. ¿Tan pronto quería llegar ahí?

—Oh, dear —murmuré, y en cierta forma fui más consciente del entorno—, ¿tengo cara de pedir caridad?

De la presencia de Arata a mi lado, de la existencia de su amigo al otro lado de la puerta. Me reí en voz baja, compartí un breve vistazo con Shimizu y volví a Rowan.

—Percibirás un porcentaje de los ingresos que generen las ventas de las joyas originales —expliqué con un tono de voz suave, inmutable y firme—. De esa misma ganancia desprenderemos un monto base destinado a cubrir los gastos en insumos, los cuales Arata se encargará de proveerte.

Era consciente de que aquella decisión no se la había informado al chico de antemano, pero tampoco veía que hubiera algún problema al respecto. El motivo se desprendía directamente de la lógica falta de confianza que aún había entre Rowan y nosotros. No pretendía tratarlo de timador, en cualquier caso, sólo prefería ser precavida y cuidarnos la espalda. Si la sociedad progresaba y todo marchaba bien podría ganar sus merecidos privilegios.

—Para iniciar la... empresa necesitamos un pozo inicial. El porcentaje que te corresponde a ti de ese presupuesto será el mismo que cobres después, así que no tienes de qué preocuparte.

Era un niño privilegiado, después de todo, ¿no?

—Say... —Lo miré, sin perder pista de su rostro—. Un diez por ciento.

 

Contenido oculto: al pedo, pero es qué tremendo temazo

my boy is now made out of chase atlantic and chase atlantic only

Puede que fuese una simple noción, la idea de que compartía espacio con varias personas de características parecidas aunque no iguales, pero comenzaba a darme la sensación de que este tipo analizaba las cosas mucho más de lo que parecía y decía. Podía faltarle malicia y sobrarle confianza en sus habilidades, quién sabe, pero tampoco era un estúpido en todas las de la ley. Ya de por sí dudaba que Sakai pusiera su lealtad en alguien que no tuviese un mínimo de cerebro.

Sasha me miró cuando el otro dijo la estupidez del agente de Recursos Humanos, al recibir sus ojos sonreí con la energía que ya tenía pegada al cuerpo y fue cuando percibí los ojos de Rowan encima otra vez aunque ni siquiera me molesté en confirmarlo. No le duró demasiado de todas maneras, pronto se volcó sobre la foto con la concentración de un ingeniero loco o quién sabe qué.

Cuando ella soltó lo de la caridad a Ikari se le aflojó una risa por la nariz y supe que lo que iba a ofrecerle Sasha no bastaría, que no se iría sin regatear. Tuve la certeza suficiente para permitirme un suspiro pesado cuando la chica compartió otro vistazo conmigo y le señalé al pelirrojo con un movimiento sutil de la cabeza.

¿Además de qué iba eso de que yo iba a conseguir los insumos? ¿Tenía cara de saber dónde conseguir eso? Dios, lo que hacía yo por esta mujer.

—El dinero de insumos debe cobrarse después en la venta de los originales, es posible si regatean lo suficiente. Las primeras imitaciones son más inversiones que otra cosa —resolvió con una sencillez que resultó casi ridícula. Ni siquiera se molestó en debatir que debíamos confiar en él o algo—. Materiales, mano de obra... La naturaleza del negocio parece no permitir cobrar eso, pero todo es relativo.

—Estás pisando terreno quebradizo, Rojo, ¿no crees? —advertí entonces, serio, y lo recorrí con la vista—. La parte más pesada del negocio es sacar el metal y regresarlo. Eso solo puede hacerlo ella, yo tengo que conseguirte las mierdas y buscar un agujero donde regatear.

—Y yo me pasaré horas de mi vida construyendo, a mano, piezas de joyería que deben ser lo bastante buenas para engañar el ojo de un tasador del bajo mundo. Horas que corresponden a mis estudios, mis responsabilidades en Bunkyo o a mi tiempo libre a secas —apañó Ikari sin inmutarse, no alteró su temple ni una pizca—. El peso del trabajo no es necesariamente un indicador de algo, creo que te refieres más al riesgo y en eso, sin duda, llevas razón. Sasha es la que se juega todo, ¿pero tú y yo? Trabajo especializado, sí, pero nada más.

Shimizu tomó aire con pesadez, lo soltó de la misma manera y después silbó como diciendo "Mira los huevos de este hijo de puta". No añadió nada más, dejó el escenario libre para que dijera lo que tenía que decir y así lo hice, fijando los ojos en la muchacha.

—Veinte por ciento.

 

Rowan completó la idea que había puesto sobre la mesa, agregando la importancia del regateo. Planeaba que Arata se encargara de esa parte; digamos que, a riesgo de estigmatizarlo, tenía cara de que sabía conseguirle buen precio a las cosas cuando había un mostrador entre medio del vendedor y el cliente. Yo podía rascar beneficios en otros ámbitos que aquí no concernían particularmente, al menos de momento.

Todo dependía de la creatividad, de forma literal y figurada.

La intervención de Arata me hizo mirarlo sin ninguna expresión particular y luego regresar a Rowan. Presencié su intercambio en silencio, tranquila. Era un trozo de conversación que había previsto que ocurriría y sentí una satisfacción ridícula cuando la palabrita mágica apareció: riesgo. Me alegró que los tres nos encontráramos en la misma página, diferencias menores aparte. Cuando recibí los ojos de Ikari y su contraoferta, repasé brevemente el hierro en su mirada y sonreí.

Veinte por ciento. Había creído que apuntaría a veinticinco pero vaya, mejor para nosotros.

—Tienes una tutora, dijiste, eso significa que eres su discípulo. Los discípulos consumen tiempo aprendiendo, ¿no? No conozco a la mujer, vaya, pero creería que un buen sensei no pondría demasiadas pegas si un día su querido pupilo se despierta con ganas de trabajar en joyas. Esta mierda te consumirá tiempo, sí, pero no veo cómo debería despegarse demasiado de tu cronograma habitual. —Me tomé un segundo para acentuar la sonrisa—. En todo caso, eso es responsabilidad de cada quien, ¿verdad? Reacomodar la grilla y fabricar el tiempo.

Arata y yo llevamos haciéndolo media vida, cariño.

—Ya quisiera yo trabajar de lo que me gusta hacer, vaya —agregué, con un leve dejo de ironía, y miré a Shimizu para compartir la gracia—. ¿Te imaginas, cielo?

Creía que el mensaje se entendía. Me valían las sugerencias y las opiniones alternativas relacionadas al negocio, todo lo demás quedaba en casa. Regresé los ojos a Rowan.

—En algo tienes razón, sin embargo. Probablemente tú estés tres horas engarzando una pulsera y yo las intercambie en la módica suma de diez segundos, pero en este tipo de negocio la ganancia se rige por otros parámetros. The higher the risk, the better the benefit. —Suspendí unos breves segundos antes de agregar—: Trece.

 

Aunque había sacado a Tora de la ecuación para evitar problemas mayores, porque ahora sabía que abría saltado al oír los porcentajes con los que según yo iba a trabajar, la oscuridad que había seguido cargando el cuerpo de Shimizu detrás de su líder intelectual estaba comenzando a incomodarme. No había señales de tensión visibles en él, no había más que una diversión extraña, pero tenía esta sensación repentina de que si daba un paso en falso me iba a rajar la yugular solo por haberme atrevido a, ¿a qué precisamente? ¿Negarme a aceptar mi lugar? ¿No aceptar la oferta inicial de Sasha? Hombre, ni siquiera estaba seguro.

El punto igual había que reconocerlo: él y yo estábamos haciendo la parte más liviana, en cuanto al riesgo, del trabajo que estaban proponiendo. Que yo fuese un niño pijo de cojones no significaba que no entendiera el peligro que significaba para estar chica ponerse a hacer estas mierdas en el famoso nido, pero tampoco pensaba poner a Honeyguide a su nivel. Se daba demasiados aires de rey de la colina, eso también me lo había contado mi hermano pero no hacía falta decírselo en la cara a nadie.

Para bien o para mal el escenario general seguía haciéndome cierta gracia, Shimizu ya sabía quién era mi maestra y de dónde podía venir parte de mi resistencia, pero que ella soltara lo de que todo buen sensei se alegraría porque mostrara interés por fabricar joyas logró sacarme otra risa. Fue casi resignada, desganada y miré al rubio esperando que eso no fuese el trigger que estaba buscando, pero permaneció quieto y yo pude volver la atención a Sasha.

—Tendré que hacer maromas para no despertar sospechas. Soy pupilo de mi propia madre —añadí todavía bastante sereno.

La chica aquí presente optó por echarme en cara mi privilegio, algo que ya había hecho el cómplice con aquello de que el cambio de escuela con Sakai incluido sonaba algo que solo un ricachón podía permitirse. No perdí el balance, no cambié de expresión, ni siquiera cuando el otro se subió al vagón y su risa vibró en el aire, densa, casi pesada.

—Con lo bonito que sería no tener que servirle tragos a un montón de viejos aburridos —añadió con un tono de queja bastante impostado y se inclinó apenas hacia la pelirroja para decirle algo más, aunque obviamente quería que yo lo escuchara a pesar de eso—. Pero los niños de papá y mamá siempre se creen en el derecho de exigirle más a un mundo que les ha dado todo.

The higher the risk, the better the benefit.

Trece.​

—It was bad at first, now it sounds like a joke —respondí sin dar el brazo a torcer y me desinflé los pulmones con algo de decepción—. ¿Tendré que pasar por la pena de bajar a diecinueve punto nueve, nueve, nueve, nueve, nueve...?

—No me toques las pelotas, Ikari.

—Agradecería que entonces no me las toquen a mí. Me parecen socios bastantes valiosos y sensatos, después de todo, como tales entenderán que lo que les estoy pidiendo no es descabellado ni les está quitando la batuta en el negocio que ustedes mismos iniciaron.

 

Su risa respecto a la situación con su maestra sonó resignada y comprendí el motivo: la señora era su madre. ¿Podía sacar algo de la asociación? Como mínimo, que el muchacho andaba manejando trapos sucios a espaldas de ella. Sonaba evidente pero igual los habría manipulando y deshaciendo bajo el abrigo, el aval y la seguridad de sus padres. Que Ikari no fuera parte de ese grupo era, simplemente, un dato extra para el fichero.

Era impropio de mí refregarle algo en la cara a una persona que ni siquiera conocía, lo sabía. Permanecí atenta a sus reacciones incluso habiéndole hablado a Arata. Me incliné para mantener el teatro, para recibir la nueva provocación dirigida a Rowan, y posé mi vista en el pelirrojo. La tontería que soltó Arata me ensanchó ligeramente la sonrisa. ¿El otro? Sereno como una noche de verano.

Good.

Su reacción al recibir mi nueva oferta, sin embargo, logró sorprenderme. Había creído que la negociación derivaría en un punto intermedio, pero el muchacho se mantuvo firme en su contraoferta inicial. No reaccioné de forma visible, incluso con cada "nueve" que apiló sobre el anterior, hasta que a Arata se le saltó un poco la térmica y Rowan le contestó. Mi idea había sido dejarlo acumular nueves hasta que se cansara de gastar saliva, pero eso agilizaba las cosas. ¿Era descabellado que pidiera el veinte? No, no realmente.

—The boy knows his worth —murmuré en voz muy baja, mirando a Ikari. Sonaba casi encantada y ni siquiera me interesó modularlo—. Eso está bien, Arata y yo también conocemos nuestro valor, pero ¿el tuyo? Aún tienes que demostrarlo, corazón.

A ver, a ver, había esperado que cediera al menos un poco. En vista de la situación...

—Quince, y es mi oferta final... por ahora. —Le sonreí, no fue un gesto que cargara burla ni soberbia, en verdad fue una sonrisa como cualquier otra. Apoyé una mano cerca de su espacio y me incliné hacia él con movimientos lentos, sin correrme de sus ojos ni un centímetro—. Encuentra un riesgo que nos beneficie o tráeme un prototipo tan jodidamente bueno que me haga no querer dejarte ir. Hazlo, y tendrás tus veinte.

No era descabellado lo que pedía, pero yo tampoco veía razones para concedérselo en bandeja. Me prendé de sus ojos una buena cantidad de segundos, midiendo sus reacciones para no incomodarlo, hasta que finalmente agregué:

—Do we have a deal, Rowie?

 

Si algo había aprendido desde muy pequeño era la estupidez de que el que se enojaba perdía, era verdad en un ochenta por ciento de los cosas cuando la otra parte de la ecuación incluía a un Shimizu genérico. No hacía falta escarbar en su historial en el Triángulo, preguntarle a mi hermano o decirle a Tora que consiguiera un sabueso que lo siguiera día y noche: saltaba a la vista que era un puto bully. ¿Me importaba? No lo suficiente, como tampoco parecía importarle a Sasha.

Como las provocaciones no alcanzaban a conectar con su objetivo el insurgente volvía al lugar que le pertenecía: el del bufón.

La estupidez del pajarito alcanzó a ensancharle la sonrisa a la chica, algo esperable, pero no reaccionó de manera notoria al hecho de que no bajara mi oferta ni la legión de nueves que le ofrecí. El que sí saltó fue Honeyguide, puede que una pizca de electricidad le corriera por el cuerpo incluso, y fue cuando me soltó lo de que no le tocara los huevos. En mi defensa, no estaba tocándole los cojones por deporte, lo hacía porque sabía lo que valía mi trabajo e incluso con eso en cuenta, era consciente de que no valía veinte por ciento nada más, pero eso sería un problema del futuro.

Ella sonó prácticamente encantada, pero el discursito de que tenía que demostrar mi valor y no sé qué mierdas estuvo por arrancarme un suspiro de puro aburrimiento, pero no se me apetecía ofender la susceptibilidad de Bonnie y Clyde, qué va. Por mi propio bien permanecí calmado, soltó por fin que quince era la oferta final y sonrió con normalidad, algo que su cómplice parecía incapaz de hacer.

Lo único que sabía con toda seguridad era que los había juntado el diablo, nadie más.

Sasha apoyó una mano cerca de mi espacio, lo percibí por el rabillo del ojo, y cuando se inclinó atendí a la lentitud de sus movimientos sin huir de su mirada ni nada parecido. El plateado de sus ojos me recordó al propio, mientras que lo del riesgo y el prototipo me reiniciaron la sonrisa. Ella se prendó a mis ojos, supuse que esperando una señal de incomodidad para retroceder o cualquier otra cosa, yo qué sabía; el punto fue que dicha señal nunca llegó.

—You'll see, love —atajé en un murmuro todavía sosteniendo su mirada y la sonrisa se me estiró—, how good I am.

Para reemplazarme tendrían que acudir a un metalúrgico puro o a un artista titulado, uno que no podían permitirse ni en el mejor de los sueños de fiebre. Estaban aquí porque no tenían más opciones, eso era claro, y en este momento era donde comenzaría un trabajo de paciencia de mi parte, aliarme con este par podía ser decisivo en el largo plazo, pero eso solo el tiempo lo diría. Nada era una certeza ahora mismo.

Shimizu se desentendió entonces, fue como si presionar un botón que le sacó el estado de ataque de funcionamiento y regresó la espalda a la reja sin decir una palabra, centrándose en el almuerzo. No sabría discernir si era imbécil en todas las de la ley o solo era estúpido en ciertas cosas, suponía que quizás era la segunda, porque no tenía pinta de que Sasha hiciera alianzas con idiotas just for the sake of it.

—Tenemos un trato temporal —concluí por fin, por si hacía falta la frase directa.

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el zukulemtho fue porque me poseyó la gayness por sasha, dont mind me

 

Rowan pareció ni incomodarse ni tensarse con mi acercamiento, cosa que en cierto punto agradecí. Era una confianzuda de manual e incluso si no tenía problema tratando con gente huraña, la verdad era que me dificultaban exponencialmente la cuestión de construir puentes. Y si íbamos a trabajar juntos, establecer conexiones era una de mis prioridades. Al fondo de mi mente permanecía, latente, el asunto concerniente a su amigo, pero eso sería el problema de otro día. Por la misma razón que Ikari lo había dejado en la escalera era que aún no importaba demasiado.

Mi sugerencia pretendía obrar de incentivo, por supuesto. De por sí creía que el chico trabajaba bien, ya había visto las fotos, pero un pequeño boost de motivación nunca venía mal, ¿verdad? Lo que no parecía necesitar eran self-confidence boosts, por otro lado. Volvió a hablar en inglés, se lanzó los laureles encima y la tontería me descubrió la dentadura en una sonrisa amplia. Empezaba a gustarme este muchachito.

—Noted.

Acabó por cerrar el negocio, fuera o no de forma temporal, y le concedí una sonrisa satisfecha, asintiendo ligeramente con la cabeza. Sentí como si me quitaran un enorme peso de encima, cosa que no demostré, y regresé a mi propio espacio con la misma lentitud de antes. Arata seguía aniquilando mi almuerzo y cambié el aire en mis pulmones. Con eso resuelto podía empezar a preocuparme de otros detalles.

—No quieres que tu mamá te descubra —retomé, pensativa, mientras hilvanaba ideas a velocidad—. We can work with that. Si esta escuela tiene una ventaja es que parece dedicarse a malcriar a sus alumnos. Está el club de arte de por sí, pero ya tiene sus miembros y sus actividades. No veo apropiado mezclar la mierda ahí. Say... —Alcé la vista al cielo, se me ocurrió una idea y solté una risilla divertida, alternando la mirada entre ambos muchachos—. Club de artesanías, ¿cómo lo ven? Nosotros tres, agregamos el nombre de tu amigo y sólo necesitaríamos un desgraciado más para que puedas trabajar a tus anchas.

Aquello último lo dije mirando a Rowan, claro. La idea cuadraba en mi mente y me dejó suficientemente satisfecha.

—Puedo encargarme de hacer que pase —agregué, si se quiere, con un tono de voz más cálido. Prácticamente le estaba diciendo que me interesaba protegerlo de la forma que él viera necesaria—. Qué va, me aparezco en tu casa, pongo sonrisa de niña buena y tus viejos se convencen de mi propia boca que esas joyas son idea mía. Que tenemos un pequeño club en la escuela y un emprendimiento en Instagram. Sounds lovely, isn't it?

 

Sabía la importancia que tenían los puentes con las personas, según recordaba me había encargado de formarlos antes que de destruirlos incluso antes de poder registrarlo en la memoria como una acción intencional, directa y consciente. Si estaba aceptando trabajar con ellos lo menos que deseaba era joder algo antes de tiempo, era poco estratégico de mi parte. Puede que lo hubiese aprendido de mi propia madre, pero entendía que a veces el valor de ciertos contactos era más importante que sus orígenes.

Igual quizás me estaba anticipando, pero la sonrisa que le descubrió mi comentario de mierda de turno bastó para decirme que estaba avanzando por buen camino. Si seguía por aquí todo debía llegar a buen puerto, ¿no? Un elemento se relacionaba con el otro y, en lo que la memoria de las sombras guardaba, Shimizu se había caracterizado por priorizar la lealtad a los beneficios jerárquicos o monetarios. Esperaba un perfil similar de esta muchacha, más o menos.

Regresó a su espacio, yo entonces puse la atención en mi propio almuerzo y asentí cuando mencionó lo de mi madre. Atendí al resto de cosas que dijo, pero cuando soltó lo del club de artesanías solté una risa por la nariz, cargó más incredulidad que cualquier otra cosa. Había pasado de no querer darme mi mísero veinte por ciento a estarse ofreciendo a ir a mi casa para meterse a mis padres al bolsillo.

—¿Siempre se te ocurren esas cosas de la nada? —Fue lo primero que solté.

—De hecho sí —atajó Shimizu regresando a la conversación—. La dejas sola media hora y se le voló la cabeza. Es bastante divertido en el largo plazo, no tienes tiempo para aburrirte.

Le di vueltas al asunto en general, tampoco me parecía bien arrastrar al club de arte en el caos, mucho menos porque debía ser el espacio seguro de Kat y violentarlo me significaría varias cosas, todas negativas. El supuesto club de artesanías lo conformaríamos nosotros tres, Tora colado porque yo se lo pedía y uno más, uno que incluso yo en un par de días más de interacciones poco significativas podía conseguir.

En mis divagaciones noté el movimiento de Honeyguide, dejó de comer y buscó las manos de Sasha para dejarle el bento. Cualquiera diría que se había atiborrado más de la mitad de la comida, pero cuando se lo dejó me di cuenta que no había sido el caso; eso y que en sí el gesto fue casi igual de polarizado que mi orden a Tora y el fact de que le traía almuerzo como si fuese un niño. Había cosas fluyendo en el espacio que escapaban la naturaleza superficial que aparentaban, pero eso era tema de cada uno, como siempre.

—Puede que tanto circo no sea necesario, pero sería una buena medida de seguridad —resolví unos segundos más tarde, después de haber comido un par de verduras—. Al menos lo haría más creíble. En casa saben que siempre termino metido en clubes y mierdas extracurriculares.

—El integrante faltante para poner el club en papel...

—Estoy seguro de que podría conseguirlo cualquier de los tres, eso es indiferente. Depende de si queremos sumarlo bajo engaño o coacción —dije casi encima de las palabras del rubio, miré a Sasha primero y a él después—. Con que sea alguien que no haga preguntas debería bastar.