Azotea

Tema en 'Cuarta planta' iniciado por Yugen, 9 Abril 2020.

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    Insane

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    Pasé la vista por su almuerzo al ofrecerme la posibilidad de tomar algo. Con el tenedor estiré la izquierda, pescando un trozo de carne de cerdo que había traído, y ya luego la llevé a mis labios. Estaba bien el sabor. Regresé a mi ensalada luego, continuando con mi almuerzo.

    —Parece que ambas tienen un don con la cocina —agregué luego de pasar la comida, relajando las facciones.

    Solía meterme también en eso, a la final en ocasiones me turnaba para hacer la cena, o el desayuno, aunque no era de mi especial fascinación, pero se debía ser un humano funcional en esta vida. Fue cuando comencé a seguir sus movimientos de reojo, sintiendo la tela sobre nuestras cabezas a lo que parpadeé con cierta pesadez. Pierce se tomó la atribución de apartar los lentes y protegerme de la luz del sol a la vez. La miré entonces, fijo en el metal derretido de sus pupilas. Sus palabras amables me regresaron a lo que le atribuí tardes atrás en la enfermería, recordándome lo de los colores en el proceso, podría decirse que no buscaba regresarme a esa conversación, por lo queencione:

    —Me sentí como Drácula por unos instantes —murmuré al regresarme los lentes y desprender la tela, sonriendo en lo que bebía los últimos sorbos de la botella de agua,

    Escuché luego su respuesta. No la miré ni nada, suponía que habían cosas que no apatecía compartir, y era comprensible. Por mi parte asentí, recordando los flash, el líder dirigiendo las posiciones cerca a la marca y la cantidad de vestuario que entregaban en ocasiones.

    —Algunos días de la semana. Me contrataron para publicitar algunas marcas, entonces hago de modelo cada cierto tiempo.

    Era curioso el hecho de que ese trabajo, lo conseguí en una cafetería mientras pedía una bebida fría. Se me acercó de la nada una mujer, me pidió verme sin los lentes y al otro día ya debía presentarme en algo similar a un casting. Lo más gracioso, era que no me gustaba mi trabajo, pero el dinero como todos, lo necesitaba. Ya luego tapé el bento al finalizar la ensalada, dejandolo a mi lado. Si otra pregunta, quizá algo apresurada hizo denotar que lo mejor era pasar rápidamente sobre lo laboral, y estaba de acuerdo en ello.

    —Supongo. Aún no sé muy bien que estudiar pero es muy probable que con un préstamo ingresé a la universidad —giré el rostro hacia ella—. ¿Y tú? ¿Alguna carrera profesional que te llame la atención?

    Tapé la botella, y ya luego pregunté para salir de la duda.

    —¿Y estás saliendo con alguien, Sash?
     
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    Gigi Blanche

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    Aceptó mi oferta de comer algo y seguí sus movimientos vagamente, hasta que mencionó lo del don en la cocina y giré el rostro para sonreír a modo de agradecimiento. Me alegraba que le hubiera gustado. Entonces usé el blazer de carpa o lo que fuera y el comentario que soltó al respecto me ensanchó la sonrisa, sin llegar a hacerme reír. Y seguíamos con los vampiros, ¿eh?

    —Quizá sólo quería morderte y usé todo de excusa —bromeé, por seguir el chiste.

    Tal y como había supuesto, Suiren avanzó sin problema de mi negativa y su propia respuesta respecto al tema laboral consiguió distraerme lo suficiente. Lo miré con una sonrisilla divertida y lo codeé suavemente, ladeando la cabeza.

    —Eh~ ¿Estoy almorzando con un modelo? ¿Debería pedirte un autógrafo y esperar a venderlo en miles de dólares?

    Era pura tontería, si lo pensaba con detenimiento en verdad le quedaba. Era alto, impasible y tenía una belleza incluso exótica. Quizás en Rusia no destacara demasiado pero no dudaba que aquí se le hubiesen acercado como moscas a la miel.

    —Y... de momento no. He estado demasiado ocupada trabajando y preocupándome por todo como para pensar en mi futuro, la verdad —reconocí, en tono bastante neutro—. No se me dan mal los estudios pero tampoco es algo que disfrute de hacer, realmente. Me gustaría estudiar algo, quizá, pero dudo hacerlo el año entrante.

    Un poco triste, suponía, pero era lo que había. Con mi trabajo actual y las dificultades económicas en casa no me sentía cómoda invirtiendo una fortuna en educación terciaria. Probablemente papá no estuviera de acuerdo, ¿pero cuánto llevaba ya sin pedirle permiso al hacer las cosas? Me quedé sonriendo ligeramente mientras pescaba algo de arroz cuando su nueva pregunta me alcanzó. Como tal no me sorprendió, aunque sí contuve una risa y me limité a mirarlo. ¿No era obvio? Al menos a mí me lo parecía.

    —No —murmuré sin contratiempos, y aguardé apenas un segundo—, ¿tú?

    Ya que estábamos en tema, agregué:

    —¿Has estado en pareja?
     
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    Insane

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    Me sonríe apenas con lo de modelo, podría cobrarle una cuota moderada de dólares por dicha conversación que estábamos llevando, solo por seguirle el chiste, aún así relajé los hombros pese a la complicidad en mi rostro. Ya luego me comentó el tema del poco tiempo pensando en ella, y bueno, era inevitable, cada quien estaba apretado a su manera.

    —Una beca, quizá —dejé la idea en el aire, solo por si en algún momento se le presentaba alguna oportunidad como esa esperaba pudiese tenerla en cuenta.

    Digamos que dentro de mi proyecto de vida los estudios eran algo que tenían una cuota de importancia bastante alta, por lo que sabía que en unos cuantos meses estaría aplicando a las universidades que consideraba más ajustable en cuanto a financiación y crédito, aunque aún tenía en el tintero la carrera por la cual decidirme pero ya pensaría por cual rama inclinarme.

    Luego de eso, sus ojos me buscaron por mi pregunta, y no creía que fuese algo del otro mundo lo que había dicho, es más, si fuese sincero para mí no era obvio el que estuviese sola. Me regresó el cuestionamiento sin espera, al igual que mi respuesta.

    —No —agregó la duda de la relación y levanté las cejas ligeramente, una cosa llevaba a la otra, pero no creía que fuese en esta sesión de preguntas con Pierce casi iniciando semana. Solté el aire por la nariz en una especie de risa incrédula —. Sí, fue algo de seis meses aproximadamente —pestañeé con lentitud, era algo que había dejado desde que llegué acá, pero por otro lado, suponía de entrada que ella no habría tenido alguna relación sentimental por falta de tiempo, con lo que mencionaba sus responsabilidades suponía que no le daría prioridad a una relación, pero aún así regresé la pregunta—. ¿Y tú Sash?

    Aguardé a su respuesta para luego agregar:

    —¿Te sientes atraída por alguien?
     
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    Gigi Blanche

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    No agregué más nada respecto a mis posibilidades académicas, en parte porque era innecesario y en parte porque hablar del futuro no terminaba de gustarme. Se suponía que estuviera pensando en becas, métodos de financiación y la carrera que cursaría, como hacía Suiren; no en el peligro que conllevaba volver a casa a las tres de la madrugada, el miedo latente de que aquella foto se filtrara y la putísima reunión de negocios con otros dos críos para falsificar y vender joyas.

    Daba igual, era lo que había elegido.

    Respondió a mis preguntas sin demora, aunque una risa vaga se le coló en medio y me pregunté a qué se debería. Una relación de seis meses, decía. Nunca había hecho números pero debía andar por ahí. Me regresó la cuestión, como ya era habitual, y cerré mi bento. Le había quedado algo de comida pero ya me sentía llena.

    —Algo así, también —murmuré, dejando el almuerzo sobre la bolsa y liberándome por fin el regazo. Relajé la espalda contra la reja y deslicé los pies en mi dirección un par de centímetros, flexionando apenas las piernas—. En sí nunca le pusimos un título ni nada, pero viéndolo en retrospectiva, al menos para mí, sí fue una relación.

    Me encogí ligeramente de hombros, soltando el aire por la nariz, y la nueva pregunta de Suiren me arrancó una risa nasal. No tenía forma de divisar sus ojos, pero aún así me incliné y lo miré desde abajo.

    Interested, baby? —bromeé en voz baja, regresando a mi posición. Suspiré y cerré los ojos, sintiendo la brisa correr—. Pues sí, supongo que sí. La carne es débil, ni modo, y hay mucha gente guapa en esta Academia, ¿no crees?

    Prefería responder de aquella forma tan ambigua a indagar más a fondo; ahora que lo pensaba... el asunto me daba un poco de vergüenza.

    —No te voy a regresar la pregunta, por cierto —agregué y me sonreí, mirándolo de soslayo—. Creo que ya sé la respuesta. Así que... ¿Qué tal fue tu primer beso?
     
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    Era curioso, el hecho de que imaginaba que estuviese ella saliendo con alguien que buscara acortejarla pero no el que hubiese tenido algo como una relación, probablemente se debía a que la veía como una chica muy libre, algo ambiguo como tal. Ya luego me miró desde abajo, y lo siguiente me hizo sonreír, de nuevo.

    —Supongo —comenté en lo que decía que no me regresaría la pregunta, y si fuese sincero no sabría leerla en este momento, imaginaba que se quedaría con la suposición que mejor le pareciese y no cambiaría eso—. No fue un beso memorable en mi caso —comenté al recordar que Katrina había preguntado algo similar el domingo—, pero dando más detalle, fue un beso que me robaron, o más bien un pico, así que no tenía mucha ciencia.

    Entre tanto la canción cambió, y me quedé en silencio unos segundos para escucharla, parecía conocida pero no lograba asociarla aún por lo que me limité a continuar la actividad que había salido de la nada.

    —¿Tienes alguna mascota en casa, Sash?
     
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    Así que le habían robado un pico, how cute. No vi por dónde indagar y él tampoco regresó la pregunta. La música llenó el espacio durante un rato, serena, hasta que quiso saber si teníamos mascotas en casa. Me había relajado bastante, inhalé hondo y recogí mi móvil, que había quedado entre ambos, para abrir la galería de fotos.

    —Sí, una kelpie australiana. Se llama Betty.

    Era ya una perra adulta, tenía cinco años. Me incliné hacia él y le mostré un par de fotos que había sacado el otro día, en el patio de casa. En la mayoría salía Danny acariciándola o jugando con ella; el cabello castaño del niño, lacio, brillaba bajo la luz del sol. Las últimas las había disparado bastante al hilo y llegaba a verse cómo Fanny entraba en escena, correteando, con su tamaño de avecilla y el pelo oscuro, color chocolate, ondulando.

    —Está todo el tiempo con Danny, pero igual a veces me toca sacarla a pasear o comprarle el alimento —completé, tranquila, y regresé el móvil a su lugar—. ¿Tú tienes mascotas, cielo?


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    Presté atención en lo que me acercó el móvil, enseñándome algunas fotos. Aparecían algunas personas y en lo que ella empezó a mencionar nombres se los fui otorgando. La canina era bastante bonita, y parecía de un tamaño mediano, por lo que suponía que sacarla y eso en definitiva era una responsabilidad que me ahorraba con el gato.

    —¿La adoptaron?

    Pregunté en lo que desbloqueaba el móvil con respecto a su pregunta, me dirigí a la galería y bajé un poco, para luego alcanzarle el celular.

    —Sí, tenemos uno en casa —en lo que le dejaba móvil en sus manos acomodé las mías atrás de la nuca, echando la vista al cielo atrás de los lentes—. Se llama copito, lleva algún tiempo con nosotros, y como podrás notar le gustan las fotos.

    Dejé a libertad si seguía pasando las imágenes, moviendo el pie con ligereza, recordando el gato al traerlo a la conversación. En definitiva, en casa le teníamos mucho cariño, podría considerarse un hijo más bajo ese techo.

    Bueno, si Sasha decide solo ver la primeras fotos: https://pin.it/64Ss3Xn
    https://pin.it/3yOmGyQ
    https://pin.it/2BYDg0n

    Si Sasha sigue pasando las fotos: (?

    https://pin.it/2LDnqew
    https://pin.it/3g4GQke
     
    Última edición: 16 Agosto 2023
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    Me limité a asentir con la cabeza en cuanto preguntó si la habíamos adoptado. Fue una decisión que básicamente tomó Eloise cuando los signos de autismo en Danny habían comenzado a intensificarse, en un intento por brindarle al niño una suerte de ancla, algo que lo tranquilizara y le diera seguridad. Pensándolo en retrospectiva, seguramente había sido duro para ella asumir que, como madre, había tanto que no era capaz de hacer. En definitiva había tenido razón, y la incorporación de Betty a la familia fue un alivio inmenso para todos. Jamás se lo había dicho, la verdad. Que todo lo que podía hacer por Danny ya lo estaba haciendo.

    Pero vaya, era una historia demasiado profunda para un receso escolar.

    Acepté el móvil de Suiren en cuanto me lo extendió y sonreí automáticamente al ver la foto, incluso se me escapó una risa suave. Copito, se llamaba. Estaba panza arriba, se veía increíblemente mullido y...

    What's with the glasses? —murmuré, divertida, siendo más un pensamiento en voz alta que otra cosa.

    Era un pequeñín de lo más fotogénico, tenía razón. Deslicé el dedo sin pensarlo demasiado y apareció otra foto suya, esta vez junto a Suiren. Sus anteojos iban a juego y encima ambos eran albinos, jamás había visto comprobarse con tanta veracidad la teoría de que las mascotas se parecen a sus dueños. Tenía otra prácticamente derretido adentro de una caja y estaba demasiado entretenida con las fotos del minino hasta que apareció una que ya no correspondía a Copito. Eran Suiren y un muchacho moreno. Tomé la interrupción como mi momento de no seguir husmeando y le regresé el aparato.

    He's such a cutie —concedí, enternecida, y me reí en voz baja—. Aunque más gracia me hizo verte sacando la lengua para una foto, no te creía capaz. ¿Segura no es tu gemelo malvado? Ya sabes, extrovertido, encantador, casanova.

    Lo molesté pues porque sí, y poco después agregué, tapeando la pantalla del móvil con la punta de la uña:

    —¿Es un amigo tuyo de Rusia?
     
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    Cerré los ojos por unos instantes en lo que preguntaba por las gafas, acentuándose una sonrisa liviana en los labios. Copito a diferencia de otros mininos solía ser bastante sociable con otros gatos por lo que en ocasiones lo llevaba cuando debía hacer algo cerca de casa, y en una de esas pasamos por la veterinaria para comprar su alimento en lo que la muchacha de la recepción comentó que le habían llegado unos accesorios para gato, estaba bastante entusiasmada diciendo que saldría con nuestro estilo por lo que aguardamos a qué trajese lo que nos quería mostrar.

    Copito esperó sobre la repisa de ventas limpiándose las patas en lo que ella llegó con unos pequeños lentes similares a los míos, y de ahí para allá todo fue historia.

    —Le gustan los accesorios —murmuré jocoso sin contar la anécdota pues porque ya en otro momento podríamos hablar de eso.

    Pierce parecía que había continuado con las fotos, no recordaba cuántas tenía pero sabía que eran varias; era gracioso el hecho de que no me gustaba mi empleo pero por fuera de eso sí disfrutaba el guardar algunos recuerdos, suponía que tenía relación a la delimitación de lo que consideraba vida personal.

    En otro momento denoté por el rabillo del ojo que me estaba regresando el movil por lo que lo recibí sin prisa, escuchando la adulación hacia Copito y ya luego una risa, suponía que era por la foto donde estaba todo derretido dentro de la caja, pero terminó siendo por la fotografía siguiente.

    —Sash —le llamé apropósito—, ¿acaso dices que soy introvertido, poco encantador, y poco seductor~? —bajé el tono de voz ladeando la cabeza hacia ella, siguiéndole el hilo y dándole espacio a respuesta.

    Ya luego bajé la vista a lo que su uña tocaba la pantalla táctil, regresando el brillo del aparato y denotando la foto a la que hacia referencia. Era una fotografía que nos había tomado mi madre en la noche del domingo, dónde habíamos decidido acompañar a Paimon al supermercado para que se quedará en mi casa hasta el lunes, al haber traído una mochila bastante pobre como le dije en su momento.

    —Es mi mejor amigo, y sí, desde Rusia —relajé la mirada tras los lentes—, llegó hace poco a Japón. Está mañana estaba junto a mi en los casilleros, cuando me saludaste.

    Suponía que estaba lo suficientemente entretenida como para notar rostros diferentes a los conocidos, pero aún así lo mencioné.

    —Ya que estamos Pierce, ¿tienes algún mejor amigo o mejor amiga?
     
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    Creí que dejaría pasar mi pequeña broma y se limitaría a sonreír, en todo caso, pero al oírlo llamándome me vi venir que había sido más efectiva de lo que esperaba. Lo miré, prácticamente fingiendo inocencia, y su suerte de reclamo me ensanchó la sonrisa. Detallé vagamente el movimiento de su cabello al ladear la cabeza, digamos que con las gafas entre medio no había algo específico a lo que mirar.

    I don't know, baby —murmuré, y suavicé el tono adrede al agregar—: ¿Acaso me seduciste alguna vez?

    Era difícil saberlo sin experiencia, ¿verdad?

    Conque su mejor amigo histórico. Asumí que se trataba de una foto relativamente vieja, por lo que mi sorpresa fue palpable al saber que se encontraba en Japón. Luego me remarcó que era el mismo de los casilleros y solté una risa ligera, avergonzada. Claro, el moreno. No le había visto la cara hoy en la mañana.

    —Perdona, no le presto mucha atención al entorno —confesé, con el torso girado hacia él, y ladeé la cabeza para verlo más de frente; sonreí y mi tono se volvió cálido, casi maternal—. Pero me alegro mucho, cielo. Debes estar muy contento, ¿no?

    Además, si estaba estudiando aquí claramente no era un mero viaje social de unas pocas semanas.

    Suiren me preguntó entonces si tenía algún mejor amigo, golpeándome justo en mi escaso y cuestionable círculo social. Dejé caer mi cabeza y me cubrí el rostro con las manos, avergonzada.

    —Otro momento gallina —murmuré contra mi piel, refiriéndome a la tontería del animal de antes, y un par de segundos después volví a erguirme. Mi cabello se había derramado por los costados y lo arrastré hacia atrás con ambas manos, lanzándolo a mi espalda con un suspiro—. La verdad que no. No conservé una sola de mis amistades de Australia y aquí... no he hecho muchos amigos.

    Era terrible conservando relaciones, lo sabía. No había contactado ni una sola vez a Saki o a Sengoku desde que me fui del café, mis juntas de Sydney las consideraba superficiales y las había descartado el minuto que pisamos Japón. En los últimos meses había conocido algunas personas, Suiren entre ellas, pero ¿mejor amigo? ¿Tener alguien incondicional que supiera todo de mí? Sonaba casi hilarante.

    Well, that's sad —agregué, cambiando el aire de mis pulmones, y renové parte de mi entusiasmo—. Mejor obviemos esa pregunta y cuéntame cómo se conocieron tú y... ¿cómo se llama tu amigo?
     
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    Tras lo negro de los lentes el pestañeo se hizo tenue al ella preguntar si la había seducido en algún momento, le sonreí entonces, con un tinte distinto que no me dedicaría a atribuirle algún peso, y lo dejé hasta ahí, regresando sobre mi espalda con la reja, atrayendo la pierna derecha para apoyar el brazo en la misma.

    Ya con lo de Paimon fue notable la sorpresa, aunque no inesperada. Seguí el movimiento de su cuerpo con el volumen de su cabello. El tono de su voz cambió, se suavizó con una inclinación de ternura por lo que respondí:

    —Sí, supongo que lo extrañaba bastante —le confesé al ya conocerlo por varios años.

    Y era notable el que acá no me había rodeado de gente, no como en Alaska que tenía un grupo de amigos, con los cuales almorzaba, salía y demás. En Japón me había centrado en mi hermana, y lo máximo que tenía como amistad era... ¿A ella?

    Ya luego con mi pregunta se dejó ir hacia atrás, y bueno, me causó gracia que se asociará de nuevo con aquel animal madrugador que cuidaba sus polluelos a toda costa. Ya luego que hizo a un lado las ondas del rojizo cabello dijo lo mismo que yo había hecho. Irse, no seguir en contacto con tus amigos anteriores y tampoco hacer grandes amistades en esta escuela.

    —Orn Paimon, y bueno, el cómo nos conocimos fue algo gracioso, creo que no le agradaba mucho —comencé con la anécdota recordando que de pequeños le gustaba a su hermana—, estábamos aún más adolescentes, la cuestión fue que no nos hablábamos hasta que su hermana fue la que me robó mi primer beso —algo de resignación se me coló en la voz—, y ahí fue la primera vez que me habló, buscando conflicto al creer que había sucedido al contrario. Ya luego fuimos hablando más, y lo comencé a apreciar como mi mejor amigo —resolví saltando la cantidad de historias antes de fortalecer la relación, suponía que por ahora eso era suficiente.

    Ya luego volví a desprender la espalda de la reja, retomando el tema sin afán de quedarnos en eso, solo era un ofrecimiento:

    —Podría proponerme —murmuré quitándome los lentes y sintiendo la luz en mis retinas por unos instantes, cuando sentí avostumbrarme, giré apenas el torso lo suficiente para ponerle mis lentes sobre su cabeza, y luego repasar el metal líquido de sus pupilas con los orbes desnudos—. A ser tu mejor amigo, a menos que no quieras estar en esa zona, Sash~
     
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    Su reacción se limitó a una sonrisa, guardándose el resto de la cuestión para sí mismo, y seguí sus movimientos de soslayo en lo que regresaba a la reja y flexionaba una pierna. No le di demasiada cabeza al asunto, de por sí habría sido difícil interpretarlo y, por egocéntrico que sonara, en verdad no creía estar tan errada. Luego hablamos de su amigo y conservé la sonrisa cálida al oírlo decir que lo había extrañado bastante. Me alegraba mucho por él, era un sentimiento genuino.

    Atendí a su pequeña historia, reaccionando con alguna risa breve o con ligera sorpresa al conectar la anécdota de su primer beso con la hermana de su mejor amigo.

    —Un enemies to lovers de manual —bromeé, en voz baja—. O, bueno, más bien enemies to friends.

    Lo siguiente que dijo no conectó con nada anterior y por ello captó mi atención. ¿Proponerse? Se quitó las gafas y por un segundo tuve el impulso de detenerlo, o preguntarle que qué estaba haciendo, o sugerirle que fuéramos adentro, pero asumí que tenía algo en mente y preferí darle el espacio a desarrollarlo. Se acercó para descansar los lentes sobre mi cabeza y bajé la vista a sus ojos, algo confundida. Chispeaban con la luz natural como si estuvieran hechos de esquirlas de diamante y lo que dijo por fin, lo que me propuso, fue lo que un niño de cinco años diría. Parpadeé y solté una risilla alegre, desviando la mirada un instante. ¿Mi mejor amigo? Me daba algo de vergüenza que una tontería semejante me hubiera hecho tanta ilusión.

    How silly.

    That's unfair, yo no podría ser tu mejor amiga —me quejé con un suspiro, refiriéndome al lugar que ya el moreno ocupaba, y recuperé la compostura, volviendo a verlo—. Puede ser, pero... tú eres el experto aquí, ¿no? Yo no tengo mucha experiencia. Y me gusta ser precavida.

    Recogí las piernas ligeramente para sentarme de costado y, así, girar el torso en su dirección. Apoyé una mano en el suelo entre nosotros y lo miré un par de segundos antes de agregar, divertida:

    —¿Qué viene en el contrato de mejores amigos?
     
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    Ha decir verdad en algún momento había molestado a Paimon con todo el asunto, el enredo del beso y eso, que ahora sí lo veíamos en perspectiva no era más que una tontería, aunque yo bromeé en su momento con el destino y demás. A la final, él terminó riendo también y bueno, terminamos juntándonos en los almuerzos, haciendo la tarea y grupos de estudio. En eso había notado que le gustaba la literatura, y él por su parte había descubierto que me gustaba el parkour, aunque sentía que últimamente le había perdido la práctica. Lo curioso era que desde que viajé apenas habíamos intercambiados unos pocos mensajes, y aún así nuestra relación no se fracturó en lo más mínimo.

    Relajé las facciones en lo que decía que no era justo, suponía que se refería el hecho de que ya tenía uno, pero no una mejor amiga por lo cual de igual forma no tuve intenciones de retractarme, sino más bien, esperar a que ella organizara su idea. Ya después vino con una pregunta en lo que se acomodaba y por mi parte, repasé su cabello en lo que pensaba.

    —En mi poca experiencia, podría decirse que se tendría en cuenta lo básico —pestañeé con parsimonia, repasando sus facciones—. No sé juzga, se apoya, como norma —indiqué con la obviedad colada en la voz.

    Sasha era madura, quizá demasiado para su edad, y un poco pensaba el que éramos parecidos en ello, con la conversación en la enfermería. Aún así, sobraba lo que estaba diciendo, pero igual nada se perdía en ello. Ya después, estiré la mano hasta los lentes que había dejado sobre su cabeza para bajarlos con liviandad hasta sus ojos, colocándoselos en lo que murmuraba:

    —Y lo de ser autosuficiente y resguardarse en uno solo, ya no es tan necesario si tienes un mejor amigo a tu lado —visualicé mi reflejo en lo negro de los lentes, y un poco dije lo siguiente para ambos—. En realidad, es cargar la mochila en compañía Sash —relajé el tono de voz.

    Deslicé entonces los orbes hasta el frente de nosotros, a la puerta de la azotea como tal, ya que ella podría tomarselo como una broma, y tampoco había problema en ello.

    Porque podríamos seguir siendo conocidos con charlas casuales.
     
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    Pese a la obviedad de su respuesta, lo cierto era que me parecía de esas cosas que uno tendía a olvidar y a quitarles la importancia que se merecían. Quizás había pasado demasiados años empeñada en ser la trágica niña frustrada por el cariño que no recibió de quien deseaba recibirlo; tanto, que había perdido de vista todo lo bonito que la vida me estaba ofreciendo. Las amistades superficiales, la falta de honestidad y el rechazo al compromiso. Era complejo y delicado, ahora aún más que antes, pero ¿era correcto? ¿Las decisiones que estaba tomando me justificaban lo suficiente? El único con el que había sido sincera el último tiempo había sido Arata, y sólo porque, francamente, tampoco había otras opciones.

    ¿Era lo correcto? ¿Estaba bien con eso?

    ¿Quería otra cosa?
    Su mano alcanzó los lentes y los dejó caer sobre el puente de mi nariz. Parpadeé, la azotea, el paisaje se oscurecieron muchísimo y sentí algo muy parecido a la tristeza, muy cerca del corazón. Era... ¿Así veía el mundo Suiren? ¿Así tenía que verlo? Nunca le había pedido detalles médicos ni él me los había dado, sólo sabía que se había mudado a Japón una vez su hermana perdió por completo la visión. ¿Él iba camino a eso? ¿Tenía cura, siquiera?

    En realidad, es cargar la mochila en compañía.
    Mantuve mi vista sobre él, en su perfil, cuando giró el rostro y desvió su atención a la puerta. Sabía que lo del "mejor amigo" era sólo una tontería enganchada a la pregunta de antes, lo que Suiren realmente me estaba ofreciendo era... compañía. Lo sentí extraño viniendo de él, no porque lo creyera incapaz, sino porque no esperaba que fuera a interesarle. Solía vivir la vida bajo el estandarte de que mi existencia no repercutía en nadie y sabía que era fundamentalmente incorrecto, incluso egoísta, pero también era útil. Ser amiga de Suiren implicaba... honestidad. Una honestidad que no sabía si sería capaz de sostener.

    Pero que una parte de mí anhelaba.

    Regresé las gafas a mi cabeza y, en paralelo, me incliné en su dirección. Aproveché su rostro de perfil para dejarle un beso en la mejilla y me alejé unos pocos centímetros, a la espera de sus ojos.

    That's very sweet of you, baby —murmuré, junto a una sonrisa, y agaché la mirada al regresar lentamente a mi posición—. ¿Alguna vez... hiciste algo malo? Algo que sepas que está mal, lo veas por donde lo veas. ¿Alguna vez tomaste decisiones que sentiste que no podrías decirle nunca a nadie? Porque, si lo hacías, la imagen que tienen de ti las personas que te quieren cambiaría radicalmente. Y la simple posibilidad es aterradora.

    Mi sonrisa se había curvado con un dejo de tristeza, resignación quizá, y volví a mirarlo. ¿Era... una prueba de fe?

    —¿Podrías contarme esas cosas, cielo?

    Hazlo, en ese caso.
     
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    Insane

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    Si me hubiesen dicho que el día de hoy tendría el tipo de conversación que estaba llevando a cabo en este momento me hubiese mostrado con cierta incredulidad, o quizá no hubiese demostrado nada, lo curioso era que este tipo de conversaciones eran lo que realmente me interesaba de las interacciones humanas; no sentía de utilidad la superficial, pese que me adaptaba o al menos lograba hacer sentir al resto que así era, con la liviandad de costumbre, la simpleza o cortesía que ocultaba mi desinterés; esa cualidad inconsciente de re-significar las situaciones, las personas, o la relación humana.

    Y en realidad, podría decirse que el único que sabía de ello era Paimon, con el que podía tener una plática desde el por qué el padre de la bomba atómica dio paso a la guerra fría, hasta el que había soñado anoche, de resto con mi familia pasaba desapercibido, con mi ex-novia, siendo ella un año mayor sosteníamos algunas charlas con respecto a su carrera universitaria, me resultaba interesante en más de un sentido; y con el resto de gente que tan solo se fijaba en algo tan burdo como lo superficial, no había necesidad de otra cosa más que el sonreír con amabilidad. Fue entonces que con la vista en la puerta perdí de vista los ojos de Sasha tras el cristal oscuro de los lentes.

    Me fastidiaba la luz del sol, no ardía, pero si era tenuemente molesta, sin embargo pocas veces me daba el placer de ver los colores como vendrían siendo. La sombra que reflejaba el muro en el suelo, el par de aves volando entre los árboles con el plumaje claro, los rayos del sol pasando entre las escasas nubes blancas similares al algodón, fue cuando parpadeé con pesadez que sentí la suavidad de los labios de Pierce en mi mejilla, y vete a saber, pero la sonrisa ligera se me plasmó en automático en lo que me giraba a verla. Era interesante, el hecho de que con ella sentía que podía hablar de cualquier cosa, como este tipo de cosas. Seguí su movimiento en lo que ella regresaba a su posición y escuché su pregunta. No me tensé ni nada, tan solo repasé sus ojos como si tuviese al frente a una niña resguardando sus secretos en una caja de cartón, secretos que solo ella sabría la magnitud de los mismos.

    Pensé entonces en las situaciones que había atravesado, sin embargo mi vida había girado entorno a lo desconocido, a lo improbable y poco certero, entre ello estaba mi padre, al que no solía mencionar, pero era lógico si se asociaba la diferencia del apellido entre mi hermana y el mío.

    —¿Cuenta el abandonar un padre alcohólico? —murmuré—. Mi madre le fue infiel a mi padre durante el matrimonio, podría decirse que crecí entre lo que es una enfermedad huérfana y un núcleo disfuncional con la llegada de mi hermana —dejé salir el aire que sentí y comencé a acumular en mis pulmones en algún momento, ya luego relajé las facciones y con ello los hombros—. Mi madre se marchó con su nueva pareja luego de sostener el romance por un tiempo prolongado, y se llevó a mi hermana con ella, gran parte de los controles médicos los tomé solo en Rusia, con mi padre sumergido en el alcohol me hice cargo de mí, irónicamente.

    Repasé luego con la mirada la azotea, para luego concluir:

    —Odié a mi madre por años, Sash.

    No era una acción, sino más bien un pensamiento que podría designarse como malo e impropio, a la final había hecho lo mismo con mi progenitor, dejándolo abandonado a su suerte. Era un hombre adulto, sí, pero desempleado, con un duelo no resuelto y su único hijo lejos.
     
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    Gigi Blanche

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    Suiren decidió responderme, asomarse por el borde de la cornisa y saltar primero luego de haberme invitado al techo. Y lo vi caer, palabra a palabra, con una honestidad que, por algún motivo, no me sorprendió. Me habló de sus padres, de infidelidad, de una enfermedad y de cómo sacudieron los cimientos la llegada de su hermana. Lo hizo en un tono de voz sereno, el que siempre usaba y lo caracterizaba, y mantuve mis ojos reposados sobre él cada segundo. Era una locura, la forma en que su pequeña historia había alcanzado a resonar con la mía. Era una locura y me había comprimido el corazón.

    Una infidelidad.

    Una enfermedad.

    Y una nueva familia.

    No creía que hubiera abandonado a su padre, pero entendía que así se sintiera y no había nada que yo pudiera hacer al respecto. Entendía demasiado, a decir verdad. El salto de fe lo llevó hasta el suelo, donde cayó con gracia, y desde allí abajo me miró. Tomé aire por la nariz y apoyé la mano en su hombro con suavidad, donde le concedí caricias vagas. Puede que fueran un agradecimiento de mi parte y un consuelo para ambos. Una pequeña búsqueda de equilibrio, también. Era... mi turno, ¿verdad?

    —Creo que tenemos derecho a sentir ese tipo de cosas, incluso si se trata de nuestros padres. —Rompí el contacto lentamente y regresé la mano a mi regazo, donde se reunió junto a la otra—. Mamá... nunca fue mi madre, realmente. Ella y papá me tuvieron de muy jóvenes, no estuvo planeado y supongo que no se sentía lista para la maternidad. Que, a fin de cuentas, se dio cuenta que no la quería. Tenía... ¿seis, siete años? y logré convencerla de hacer galletas juntas. Ahora soy consciente de la cantidad de veces que primero me dijo que no. Estaba jodidamente contenta, porque mis compañeras de la escuela siempre me hablaban de las cosas que hacían con sus mamás y por fin había logrado algo similar. —Bajé la vista a mis manos, esbozando una pequeña sonrisa resignada—. Esa noche... se suponía que durmiera y los oí hablando en la sala. Mamá sonaba bastante agobiada. I try, she said. I try, but I don't get her at all.

    Me mantuve en silencio un par de segundos, jugueteando entre mis dedos. Era la primera vez que le contaba esto a alguien y... no se sentía tan terrible ni apocalíptico como siempre había creído. Era un poco pesado y amargo, sí, pero... estaba bien.

    —Al poco tiempo, mamá descubrió que papá le estaba siendo infiel. —Lo miré brevemente, siendo consciente de que allí aparecía la primera similitud—. No hubo gritos ni peleas, no hubo intensidad de ningún tipo. Mamá se convirtió en una bestia fría y orgullosa, probablemente resentida, y apenas reaccionó. Ella era la víctima allí, ¿no? Papá la había cagado, se suponía que me pusiera del lado de mamá, pero papá siempre había sido tan, tan dulce y amoroso conmigo. Al final lo elegí a él, supongo que ella sintió que la traicionamos. Y se fue. Volvió a Francia y... y ya. Eso fue todo.

    Le concedí una breve sonrisa.

    —No sé si la palabra es exactamente odio, pero yo también resentí durante muchísimos años a mi madre. Probablemente lo sigo haciendo, cuando me veo en el espejo, veo su cabello rojo, y la veo a ella. Cuando las cosas me duelen, me lastiman o me entristecen, y en vez de reaccionar, sólo me encierro. Cuando soy tan orgullosa como ella. —Tomé bastante aire y lo solté de golpe—. Es... complejo, ¿no? Una parte de mí no puede perdonarla, y la otra no puede perdonarme a mí. Ella decía que no lograba entenderme, ¿y si yo tampoco la entendí nunca? ¿Y si sólo era solitaria y deshonesta, y no la mujer soberbia, independiente y hermosa que siempre vi ante mí?

    Para la gracia, ya no importaba demasiado. Llevaba años y años sin hablar con ella, y al menos de momento no poseía intenciones de cambiar eso. Lo pensé algunos segundos, al final decidí pausar mi historia allí y comprendí que también me había lanzado al suelo; y la caída no me había matado. Miré a Suiren y volví a sonreírle, suavizando el tono al preguntar:

    —Esa enfermedad que mencionaste, ¿es la misma que tiene tu hermana?
     
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    Insane

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    Las caricias vagas de Sasha me hicieron sentir como si buscase un ancla para sentir algo de seguridad en ella, podría ser debido a que de mi parte no conectaba con el tacto que me estaba brindando en ese momento, al menos hasta que comenzó a compartir un fragmento de su vida; era irónica la probabilidad de infidelidades en relaciones de pareja, y entre ellas estuvimos ambos en medio, lo que me hizo pensar fue la forma en que ambos lo abordamos; ella trató con sus nulas herramientas por su corta edad de tener algún espacio de integridad con su madre, la que se supondría y debía nacerle ese tipo de interacción.

    Al igual que la reacción de su madre, y el lugar que ella prefirió ocupar, el cual era comprensible por el trato recibido por su progenitor. En ninguno de los dos casos había derecho a réplica, ni el que yo hubiese en su momento, alejado a mi madre al enterarme de que había otro hombre en su vida además de papá, una hermana que mi padre no aceptó en ningún momento y el haber decidido quedarme con mi padre de pequeño luego de que me diagnosticaran con lo desconocido, el que ella aún así decidiera marcharse dejándome atrás.

    Habían padres que no sabían ser padres, y sus nulas herramientas los hacía actuar como habían actuado los padres de Sasha, y los míos. La escuché con atención y paciencia, cuidando de no interrumpirla hasta que finalizó.

    Alcohol, evitación, escape, orgullo.

    —Eras una niña Sash —agregué en lo terminaba de preguntarse si quizá fue ella la que nunca comprendió nada—. Y ahora, haces lo que puedes con los recursos que tienes —murmuré referente a que una parte de ella no lograba perdonarse a sí misma.

    Era, quizá, algo que me repetí a mí mismo por años, y me placía compartirlo.

    Recibí su sonrisa y ya luego vino la pregunta que en algún momento esperaba, lo particular era que quizá por las pocas relaciones dentro de la escuela nadie me había hecho hasta el momento, al igual que tampoco había brindado la confianza para ello, a excepción de Pierce.

    —No lo saben —la miré de regreso—; en realidad, sigo siendo ratón de laboratorio para los especialistas, no han logrado determinar porqué la falla genética la dejó con ceguera, ni el por qué mis pupilas parecen adoptar un color similar al zafiro —sujeté entonces el bento que había traído ya vacío—. Es probable que quede ciego con el tiempo, como es probable que no.

    Le sonreí con liviandad, casi diciéndole que estaba preparado para cualquiera de las dos situaciones, y no me quedaba más que aceptar lo que sea que fuese a pasar conmigo.
     
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    Gigi Blanche

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    Asentí ligeramente, con la vista gacha. Sabía que Suiren tenía razón y que, a veces, podía llegar a ser algo dura conmigo misma; un sesgo bastante común, diría yo. Sus palabras buscaban consolar y lo miré, soltando el aire por la nariz. Aplicaba para ambos, ¿cierto? Por la forma en que había hablado de abandonar a su padre estaba claro que le pesaba.

    —Aún lo somos —murmuré—. Aún somos niños.

    Por increíble que sonara, lo éramos.

    No sabía lo que tenía, ni él ni los médicos. Que era una rata de laboratorio, decía. El olor antiséptico de los hospitales, ese que odiaba, se me pegó a la nariz y su sonrisa, incluso si era irónico, fue lo que más me entristeció del asunto. Se asemejó a la sonrisa de Eloise frente al lago, cuando decidió contarme lo que ocurría. No sabría definir si lo que veía en Suiren era aceptación o resignación, aunque ni siquiera estaba segura de dónde yacía la diferencia entre ambos.

    Sashie, cariño, ¿recuerdas ese dolor en el costado por el cual fui al médico hace un par de semanas?

    Era injusto.

    Siempre era injusto.

    Agaché la mirada un par de segundos y me quité sus gafas de la cabeza con movimientos lentos. Plegué las patillas y extendí la mano en su dirección para regresárselas, en silencio, con la vista fija en ellas. Sus ojos eran preciosos y también eran, justamente, aquello que lo condenaba. Vaya gracia.

    —¿Recuerdas la otra vez que hablamos, que me preguntaste qué veía en tus ojos? —murmuré, alzando a verlo lentamente—. Te dije que no tenía idea. Back then... Bueno, digamos que no me pillaste en mi momento más brillante. Lo que viste ese día es precisamente a lo que me refería recién, cuando me encierro y... daño a los demás, incluso sin querer hacerlo.

    ¿Tan indescifrable soy ante tus ojos, Sash? Su expresión en ese instante aún resonaba en mi mente.

    But I was wrong. —Sonreí ligeramente—. He prestado más atención desde entonces y quiero responder a tu pregunta otra vez, si me lo permites.

    Había desastres que seguían espiralando, pero lo hacían a un ritmo más constante, más equilibrado, y había sido capaz de regresar a mi centro. Tomé aire y lo solté sin prisa, sin correrme de sus ojos. ¿Qué veía en ellos?

    —Fortaleza, serenidad, respeto. —Mi sonrisa se ensanchó con un tinte brevemente jocoso—. Nobleza, también, si me dejas robarte la palabra. Eres un buen chico, cielo, y me siento muy cómoda contigo. Siento que... no juzgas a la ligera, y que tienes los pies bien puestos en la tierra.

    Había cosas que aún no le había dicho, pero al menos conservaba la pequeña esperanza de que estaría bien. Podría hacerlo y nada malo pasaría.

    —Así que... —agregué, recuperando la liviandad de mi tono—, yo creo que estamos en condiciones de cerrar el contrato, ¿no?
     
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    Insane

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    Aún éramos niños. Irónico y certero, el como a la final situaciones provocadas por terceros obligaban a qué dejáramos de vernos como lo que en este caso seguíamos siendo, un par de adolescentes. Ya luego Pierce mencionó dicha tarde en la enfermería, recordando que aquella vez la seguí luego de andar pasando por el pasillo y escuchar algo que no me correspondía:

    <<Al menos yo les intereso por algo. Tú ni siquiera follándotelos consigues que se queden
    contigo, ¿verdad?>>

    No estaba enterado del contexto, ni de nada en realidad, además de que ya habían pasado semanas de aquello tampoco tenía intenciones de preguntar, ni antes ni en la actualidad, suponía que me era suficiente el haberme cerciorado que esa tarde se encontraba bien, o que mi compañía sirvió de algo. Seguí su movimiento en lo que se quitaba los lentes y los recibí de regreso, acomodándolos en el bolsillo de la camisa escolar en lo que asentía, regresando mi mirada a ella. Buscó la mía y mantuve mi atención en sus palabras. Ella por su parte, se había quedado pensando en la pregunta que no logró contestar en su momento, concedí su discurso al relajar las facciones. En cuanto me atribuyó las cualidades entorné ligeramente los ojos, denotando su sonrisa y ya luego hice espejo de ella.

    Fortaleza, serenidad, respeto.

    No me dió una, sino varias...

    —Te permitiré robarla, solo está vez —murmuré y ya luego solté al aire por la nariz, echando la vista hacia el horizonte—. Es agradable Sash, el que retomaras la pregunta de ese entonces.

    Me sonreí con algo de satisfacción, levantándome del suelo para luego extender la mano y ayudarla a ella a ponerse de pie.

    —Contrato con pocos términos y condiciones —murmuré—, así que desde ahora tienes mejor amigo, Pierce.

    Miré la hora en el móvil; faltaba poco para finalizar el receso por lo que regresé mi atención a ella.

    >>Te acompaño a tu salón de clase, si te parece bien.

    por acá voy cerrando con Sui <33
     
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  20.  
    Zireael

    Zireael Equipo administrativo Comentarista empedernido seventeen k. gakkouer

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    En lo que a mí me concernía el único motivo por el que debía tener cuidado ahora era por sentido común, nadie tenía por qué enterarse de nada de lo que yo hacía ni por qué, más allá de lo que era normal en un crío de instituto. A eso se le sumaba la presencia de las ramitas de la mafia extranjera, la relación que tuvieran entre sí y todo el rollo. Desconocía que la cautela del rubio provenía de otro incidente y en su defecto tampoco me correspondía averiguarlo, la privacidad era algo sagrado después de todo.

    El punto era que Shimizu me había enviado un mensaje, decía azotea a secas y yo no tecleé nada en respuesta. Para cuando sonó la campana tomé el almuerzo, la botella de agua y le di un toque a Tora en el hombro para que nada luciera fuera de lo normal. Sakai me siguió, cuando doblamos en dirección a la azotea se extrañó pero lo dejó estar y le echó un vistazo general al pasillo, como si buscara algo fuera de lo normal.

    Al llegar arriba cerré la puerta un momento, apoyé la espalda en ella y miré al chico con seriedad. No quería visitas imprevistas y asumí que nuestros pajaritos no querrían un cuarto individuo en la mesa de negocios, así que había normas que establecer. Tora me miró, no dijo nada y esperó órdenes, como un genuino soldado.

    —No entra nadie que no sea Honeyguide y su amiga, ¿entendido? —dije con firmeza e intercambié el peso de un pie al otro—. Que te diga en la puerta quién es. Quédate en el descanso y como me entere que husmeaste vamos a tener problemas, tú y yo hablaremos cuándo me parezca necesario. Te aconsejo relajar el culo alrededor del Capitán, si quisiera ver luchas iría a las clandestinas.

    —Ajá, ¿y si alguien quiere subir? —No sonaba contento, pero ese era su problema.

    —Te doy libertad creativa. Finge un desmayo, cágalos a palos, orquesta un colapso psiquiátrico, yo qué sé —añadí junto a una risa floja antes de hacerle una seña, espantándolo como si fuese un perro—. Now get the fuck out of my face. Do your job.

    Tora se desinfló los pulmones con cierto hartazgo, pero en los intermedios escarbé en el bolsillo, saqué un paquete de goma de mascar y se lo arrojé antes de apartarme de la salida para dejarlo irse. El chico desenvolvió un chicle mientras bajaba las escaleras, se apostó a medio camino y yo volví a cerrar la puerta para navegar el espacio con calma.

    Pasados algunos minutos Shimizu entró, el imbécil se estaba riendo y cerró la salida apenas pisó el planché de la azotea. Se tuvo que tragar la risa para poder sacar un puro, colocárselo entre los labios y dar una calada profunda. El humo le abandonó los pulmones unos segundos más tarde y me miró con la gracia impresa en los gestos.

    —Por lo general el guardaespaldas soy yo, es divertido tener uno para variar. Además, se agradece, en esta escuela de mierda muchos meten la nariz donde nadie los llamó.

    Podían llamarme loco, en los pocos días que tenía de conocerlo había asumido que la burla y la ira eran parte de este chico por defecto, pero cuando soltó eso de los metiches sonó incluso más fastidiado. El enojo que le tiñó la voz fue más crudo, violento, y me pregunté qué tanto se podía husmear para enfurecer a Shimizu más de lo usual.

    Era como firmar para que te pusieran la eutanasia.

    —¿Le dijiste a Tora a quién debe dejar pasar?

    —Pues claro, lo molesté un poco en el proceso pero qué más da —contestó mientras se acercaba a mí y me ofrecía el puro—. Lo tienes bien domado, ¿no? Ni un perro se porta tan bien.

    Me encogí de hombros, acepté el puro para darle una pitada y dejé mi almuerzo junto a la botella de agua cerca de la malla metálica. Con eso terminado le regresé la hierba a Shimizu, que le dio una segunda calada antes de apagarla.

    —Le enseñé a sobrevivir, sabe que si rompe personaje muere. Me debe la vida y yo le debo la mía, es una extensión de mi cuerpo.

    —Suena entre siniestro que te cagas y romántico al punto de la homosexualidad, no sé qué decirte. ¿Me invitas a la boda?

    —El compromiso se me da como el culo, Honeyguide —admití tragándome la gracia.

    —Pues bienvenido al club, Rojo. —Al hablar echó la espalda contra la malla y lanzó la vista a la puerta de la azotea—. Pronto llega.


    Gigi Blanche whoooosh
     
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