Azotea

Tema en 'Cuarta planta' iniciado por Yugen, 9 Abril 2020.

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    Zireael

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    Las cosas como eran, había pasado una noche de mierda con dolor en las articulaciones y en los músculos desde que llegué a casa hasta casi las cuatro de la mañana. No tenía fuerzas ni ganas para responderle a Shimizu su pregunta de cuándo tenía un receso libre, así que de plano no lo hice ni siquiera cuando el dolor comenzó a mermar y pude permitirme unas horas de sueño (o inconsciencia).

    Mi padre se había quedado vigilándome todo el rato, por sí tenían que sacarme para llevarme a emergencias o lo que fuese, pero no hizo falta así que acabó dormitando en una silla junto a mi cama. A eso de las diez de la mañana me levanté, débil todavía, desperté a papá para decirle que intentaría llegar a la escuela en la tarde y luego de una suerte de discusión aceptó dejarme ir, pero solo si me llevaba él.

    Luego del mensaje que le envié a Tora tardé un poco menos de lo que había anticipado en llegar, mi padre me dejó en la entrada y entré a la academia. Tuve intenciones de encerrarme en la sala de arte, pero en su lugar subí en el ascensor para dejar mis cosas en el salón y me dio pereza bajar, así que luego de un mapeó mental decidí subir a la azotea.

    Una idea de mierda, honestamente, porque casi me dejo los pulmones subiendo.

    No contaba con que al salir la imagen que me recibiría sería tan... particular. Reconocí los mechones rubios del cabello de Tora, el sonido de su pendiente y el tono grave, amenazante y hastiado de su voz; tenía sujeta a una de nuestras compañeras de clase. Joder, lo dejaba solo unas horas y el hijo de puta ya armaba una bronca.

    El intercambio del par de imbéciles era una estupidez, escuché a uno decir que no le tenía miedo al otro, que no sé qué mierdas, pero el punto era que el cuerpo de Sakai estaba cargado de electricidad, sabía que solo hacía falta un empujón para que cagara a palos a la mocosa si lo consideraba necesario. Era como una banda elástica, se había estirado y estirado, de forma que estaba pronta a reventar y por eso alcé la voz para interrumpir, además de que cerré la salida a la azotea de un portazo.

    Fue mi manera de decir dos cosas, la primera que estaba anunciando mi presencia y la segunda que nadie se iba de aquí hasta que no me dijeran qué coño estaba pasando. Estaba agotado, claro, pero habían cosas que atender y no me quedó más que tomar aire mientras los tortolos de la desgracia decidían sus movimientos. Tora la soltó de mala gana, la otra recibió una llamada y yo tomé varios sorbos del suero que había abierto antes, esperando.

    Cuando cortó miró a Sakai, el otro bufó como un toro cabreado, pero la chica al final puso su atención en mí, frunció el ceño y me miró de arriba abajo. Vale, ¿me conocía de algo más que de la clase? Tenía pinta, pero a mí me faltaba información así que nada que hacerle. Preguntó quién era, su tono fue frío que dio gusto pero no le di importancia, me limité a tapar la botella e hice una reverencia algo más pronunciada, fue una presentación y una disculpa.

    —Ikari Rowan, me transfirieron el mismo día que a Tora —respondí al enderezar la espalda y seguí acercándome, esta vez lo suficiente para quedar de espaldas al chico, de manera que pude estirar la mano libre para alcanzar su hombro y presionar con algo de fuerza—. Sabrás disculpar a mi amigo. Es un poco... intenso.

    Una bonita palabra para decir que era un jodido problemático.

    El susodicho se tensó bajo mi tacto, molesto, y yo le encajé los dedos apenas unos centímetros sobre la clavícula, a pesar de mi agotamiento el gesto tuvo la fuerza suficiente para enviarle una punzada de dolor al muchacho que lo obligó a aflojar los músculos agarrotados de fastidio. No dijo nada, tampoco pretendía que se disculpara si era sincero, pero sí que ajustara sus sistemas de nuevo.

    No creía poder frenarlo si se resistía a hacerme caso.

    así estamos bien JAJAJ ya te dije por el MP igual
     
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    En si la llamada de mi padre no había logrado tranquilizarme completamente, a decir verdad era inteligente si, arrancarle los ojos a este tipo no serbia de nada y mas si pertenecía a una pandilla o que tal vez a la misma mafia desde arriba. Ladee la cabeza cuando escuche su bufido como un toro enojado pero pensándolo bien ahora no me sentía con humor de burlarme en su cara.

    Espere hasta que el otro se presentara y en si se me hacia conocido por lo que Eda me conversaba de las reuniones sobre lo que habían hablado y también de la mafias y mas de la japonesa y sus pandillas, cuando el chico se presento solo mire fijo ¿por miedo? para nada. Simplemente estaba algo anonadada de ver a al líder de una pandilla estudiar en una academia, y por lo que podía imaginar Tora era su mano derecha o algo por el estilo ¿no?.

    Aunque pensándolo bien conmigo no era muy diferente después de todo yo era hija del mano derecha del don de la mafia alemana.

    —Jean Bernard —me presente después de que el digiera que lo transfirieron el mismo día que Tora, eso significa que estaba rodeada ¿de que? ni yo misma lo sabia, cuando se acerco y se posiciono detrás de el chico me aparte por puro instinto. Arquee una ceja cuando dijo que el tipo era un poco intenso.

    Si el era un poco intenso.

    ¿Entonces que yo era?.

    Era calculadora y analizaba mi territorio antes de atacar, como la pantera, exacto como la pantera, pero no lo había hecho de eso estaba segura. Supongo que me deje llevar por como me había respondido a una pregunta tan simple que le había hecho, ¿tan simple? ni yo misma me lo creía. Me aleje de los dos y al mismo tiempo mire sus expresiones mientras respiraba hondo, me incline hacia mis rodillas, cerré los ojos estaba tratando de tranquilizarme por completo.

    1,
    2, 3, 4

    —Pues deberías de decirle que la gente intensa —no podía decirle que simplemente no sobrevivía a la mafia, no podía darme a conocer ahora y mucho mas si al decirle mi nombre me reconoció de algo pues que se enteraran por si solos quien era—. No le va bien en este mundo, puede encontrarse con gente que no va a soportar su "intensidad o le va responde de la misma forma o peor.

    Oh ya han pasado casi dos días perdón por la demora uwu
     
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    En la mirada de la chica, que poco después se presentó como Bernard, no había miedo ni nada más en general y con eso me bastó para darme cuenta que Tora se había metido en problemas porque había chocado de lleno con pared. La niña esta que hablaba tanta mierda era igual a él, al menos en ciertas partes fundamentales, y por cliché que sonara los polos idénticos habían nacido para repelerse entre sí. No me interesaba quién había empezado, pero ninguno estaba cediendo y cada uno estaba girando sobre sí mismo, como un cocodrilo en pleno giro de la muerte, pero lo hacían en la dirección contraria anulando la fuerza destructiva del otro.

    Estaban atascados como dos imbéciles.

    Ah, qué problema.

    Ni siquiera tenía idea que la otra ya había pescado mi nombre para asignarlo a la información que poseía, aunque igual era un poco indiferente. Bunkyō era un barrio sin capacidad ofensiva en todas las de la ley, mi hermano los había forjado como un domo aislado del resto del mundo y yo, cuando heredé el trono, mantuve esa filosofía. Solo quería un sitio seguro para nosotros y ya.

    Cuando me acerqué para posicionarme detrás de Tora ella retrocedió, pareció una respuesta instintiva y lo dejé estar. Me faltaban pedazos de información vitales, pero me pareció que ambos comenzaron a ser un poco más conscientes de su error de forma gradual por los motivos que fuesen y yo mantuve mi posición, relajado. Me había costado lo suyo, pero ya había conseguido regular mi respiración y el resto de mi cuerpo agotado.

    La chiquilla, por su parte, se alejó más para pretender calmarse y tuve que tragarme la risa. No era muy propio de mí juzgarla tanto ni divertirme a su costa, pero no era nada mío y en lo que a mí me concernía, sus emociones eran su problema y de nadie más.

    Pues deberías de decirle que a la gente intensa no le va bien en este mundo.

    Sus palabras hicieron que estirara los labios para permitirme una sonrisa, tuvo un tinte comprensivo, calmo e inalterable. El cuerpo de Sakai reseteó su tensión, los músculos bajo mi mano se contrajeron de forma apenas perceptible y deslicé la mano por su hombro hacia la clavícula hasta alcanzar el cuello de la camisa. Pretendí ajustarle la prenda en un gesto de apariencia fraternal, pero al hacerlo dejé mucho más a la vista el tatuaje en el costado de su cuello: el tigre.

    —Y por eso estaban a punto de matarse, ¿no? —pregunté sin alterarme y mi sonrisa se ensanchó un poco más—. No puedo culparlo por reaccionar a consejos que no pidió, qué lástima. A mí también me molestaría aunque reaccionaría de forma distinta.

    Me tomé una pausa porque sentí una onda de dolor navegarme el cuerpo, tuve que forzarme para no flaquear y cuando sentí que mermó retomé mi tarea, aunque no acababa de entender cuál era. Mis dedos se afirmaron entre el doblez de la camisa de Sakai y la tinta de su piel, manteniendo al muchacho en su lugar, como un felino enjaulado.

    —Las personalidades de cada uno son útiles en diferentes contextos, Bernard —añadí con el tono tranquilo que había mantenido hasta entonces y balanceé la botella de suero que sujetaba en la otra mano—. ¿Voy a sancionarlo por tener fuerza de carácter? No. ¿Por la manera en que usó esa fuerza? Quizás. Limitarlo significaría ahogarlo y lo necesito respirando, es mi amigo después de todo.

    Mi rey de las bestias.

    —Es una maldita insufrible, te lo juro por mis muertos —siseó Tora, lo hizo tan bajo que dudé que ella lo escuchara, pero volví a afirmar el agarre y el pinchazo de dolor lo hizo cerrar la boca.

    —El dilema es, ¿no debería castigar tanto a Intenso número Uno, como a Intenso número Dos? —pregunté como si no me estuviese refiriendo a ella y negué suavemente con la cabeza, sin dejar espacio de respuesta para ninguno—. Se dieron mordiscos mutuamente, ambos chocaron con alguien de su misma calaña pero solo uno está pidiendo que se repartan advertencias.

    ¿Sabía yo de quién era hija esta chica? No e incluso de saberlo me importaba tres mierdas. Además, no estaba agrediendo a nadie, estaba dialogando, una cosa era condenar a Tora por ponerle las manos encima y otra condenarme a mí por, bueno, solo existir.


    no pasa nada uwu
     
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    A decir verdad no me intereso ver las reacciones de ninguno de los dos, después de todo estaba tratando de bajarle a mi mal humor algunas rayas aunque no se si iba a servir mucho, como tal necesitaba hacerlo por que primeramente no quería llamar la atención de nadie, y segundo por que no necesitaba en mi móvil ninguna llamada de el don.

    A demás el mismo se había encargado de entrenarme aparte de convertirme en una persona que pudiera sobrevivir al mundo que había matado a mi madre, ni siquiera me había puesto a pensar en nada solo había saltado en su espacio personal como si nada, no me consideraba una persona que hacia las cosas por impulso pero suponía que había encontrado a alguien que simplemente chocaba con mi carácter.

    Eda era mucho mas pacifica que yo para ser hija de un don.

    Enzo tenia el doble de mi carácter aunque lo supiera ocultar muy bien.

    ¿Y Anastasia? Simplemente era ella.

    Ellos me habían enseñando muy bien muchas cosas de la mafia, y todo lo que tenia que ver con manejar caracteres y muchos mas si era el mío propio, había aprendido a como tranquilizarme sin ayuda de nadie aunque al principio si necesite mucho de Eda. Como fuese el chico volvió hablar y yo ni me mosque por verle el rostro o algo. Escuche todo lo que dijo, pero cuando llego al tema de personalidades alce el rostro para verlo en el proceso alce una ceja.

    ¿Me estaba diciendo que no podía tener a su amigo e limitado? ósea prácticamente me estaba diciendo que como el era el tigre no podía simplemente mantenerlo encerrado.

    Por que así lo había llamado antes ¿no?.

    Byakko.

    Y si el era el tigre yo era una jodida pantera.

    ¿Sabia el la grandes diferencias que tenían esos dos animales?, simplemente podías decírselas ahora pero no estaba de humor. Lo que dijo después cuando note el murmuro de Sakai solo entrecerré los ojos pero lo hice mas hacia este ultimo.

    ¿Qué había dicho? ni me intereso saber.

    Cuando murmuro lo Intenso número Uno, e Intenso número Dos me fuera sacado una risa si no estuviera con humor de perros, mi expresiones estaban frías y neutras mientras los miraba y suponía que el intenso dos era yo ¿no?, negué levemente con la cabeza mientras me erguía.

    —Y supongo que la que esta pidiendo a gritos que se repartan advertencias —lo mire—. Soy yo ¿no? o ¿me equivoco?.

    Como si estuviera de humor para pedir algo ahora.
     
    Última edición: 1 Agosto 2023
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    Los mellizos del mal carácter estaban tratando de calmarse a su propia manera, era demasiado evidente, pero no reaccioné a ninguno de los dos de forma notoria más que darle toques calculados a Tora. Era como ponerle un collar de ahorque aunque acababa de decir que no limitaba la fuerza de su carácter y todo el rollo, pero me la pasaba direccionando su energía como un eterno pararrayos.

    Había moldeado a este chico para que pudiese sobrevivir en el mundo de luz y él, a su extraña manera, me ayudaba a sobrevivir en el de sombras.

    La pobre desgraciada aquí presente, mientras tanto, estaba por completo en modo "Cuenta hasta diez para calmarte" y bueno, genuinamente me preocupaba que fuese tan reactiva. Quería decir, era normal que estuviese hasta el coño de Tora la hubiese tocado con aquel aire de matón promedio, pero me olía que eso venía desde antes.

    Además, ¿le estaba diciendo que no me molestaba en controlar a Tora? Pues sí, en síntesis.

    Por otro lado, así como debía haber pensado Sakai, este rollo no era una puñetera competencia ni de desgracias ni de mal genio. De hecho si me seguían tocando las pelotas iba a tener que cambiar de aproximación a una menos diplomática, porque tampoco tenía energía para desperdiciar y por muy tranquilo que pareciera quizás en el fondo no fuese tan distinto de este par.

    Como fuese, la niña tenía humor del culo ya y mis intervenciones tenían poco efecto, pero ese era su problema. Su pregunta me mantuvo la sonrisa en el rostro, sabía que la respuesta solo serviría para que me metiera otro reclamo en forma de sugerencia o la mierda que fuese, así que me encogí de hombros y aflojé el agarre sobre el hombro de Tora, solo para zarandearlo ligeramente.

    —Como se te antoje pensar, la verdad —dije con un tono que hizo que cualquier cuota de burla o desinterés quedara descartada—. Siendo sincero no estoy viviendo mi momento más brillante, así que mis labores de árbitro terminan allí. Estoy cansado, les agradecería si me evitan el resto del espectáculo y nos comportamos todos por el resto del receso.

    Tora me miró con el rabillo del ojo, suspiró con pesadez y terminó de desperezarse de mi agarre sin fuerza real. Retrocedió un paso para quedar paralelo a mí y su mano encontró mi espalda, me dio un golpe sin fuerza y luego me dedicó un remedo de caricia. No me daba aires de grandeza ni nada, pero sabía que este mocoso se preocupaba por mí de alguna forma, aunque no lo tuviese muy claro él mismo, así que mi petición fue la bandera blanca final. Renunció a su enfado con la chica y se enfocó en mí.

    —Haz lo que te salga del coño, Bernie —dijo ahora sí en voz alta, pero el tono brusco desapareció por completo—. No pienso molestar a Ro por deporte.
     
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    Respire profundamente después de todo estaba tratando de tranquilizarme, ni yo misma sabia que sentía ahora ¿Estaba enojada? puede ¿Furiosa? No para nada, me conocía muy bien cuando lo estaba. Mire a Rowan todo en el tiempo desde que había empezado hablar sobre las personalidad y lo de intenso uno y dos y para ser sincera hasta ahora notaba que el chico no se sentía bien, baje mi vista de el ala mano que tenia agarrada el dobladillo de la camisa de Tora hasta la mano donde tenia la botella.

    ¿Qué tomaba? Ni idea.


    En si sentí que mi rostro empezaba relajarse, aunque sabia que mis ojos seguían inexpresivos esos si nunca cambiaban, ni con mi pa, ni con el don y peor con alguien que me callera de lo peor.

    Con Eda, Anastasia y Enzo era todo diferente los miraba como mis hermanos después de todo.

    Suspire antes de agarrarme el pelo en una coleta, creo y suponía que hora estaba mas tranquila así que los mire intercalando una mirada entre los dos, y solo alce una ceja cuando Tora hablo así que solo lo mire fijo.

    —Podría hacer lo se me salga del coño como dices pero no se me da bien joderle la existencia a alguien que este mal físicamente —por el mero hecho que me hacia recordar a mi madre después de todo tenia algo de corazón ¿no?.

    Mi vista no se había apartado de el.

    >> Hagamos algo ¿entendido? —mi voz estaba algo tranquila, mientras me ponía frente de el sin invadir nada de su espacio personal—. Yo olvido que te atreviste a tocarme sin mi jodido permiso —ladee la cabeza—. Y tu pues que prácticamente estaba viendo el mundo arder provocándote.

    ¿Estaba aceptando mi error? obviamente pero pedirle disculpas eso si nunca, ni con el ni con nadie y mas si la persona no se lo merecía.

    —Así no vamos a intentar matarnos cada vez que nos veamos ¿estamos? —había estirado mi mano en son de paz eso había pedido Rowan ¿no? que nos comportáramos.

    Pero si de algo estaba segura, no me convertiría en amiga de este chico.
     
    Última edición: 2 Agosto 2023
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    La aparición de Rowan podía verse como una señal divina o una cagada, dependía de a quién le preguntaras, el cabrón había llegado de la puta nada y con su calma, que era bastante resistente de por sí, se metió entre dos felinos buscando que el otro cometiera un error para pescar la yugular del otro. Fue el equivalente de que colara todo el cuerpo y me diera un empujón, obligándome a mí y a ella a retroceder quisiéramos o no.

    Se veía que Bernard y yo éramos igual de hijos de puta, pero apenas Rowan me recordó (y le hizo saber a ella) que se sentía para el culo me obligué de forma consciente a tranquilizarme. Fue una tarea de bajar interruptores a la fuerza y resetear el sistema, pero lo logré y enfoqué la atención en él; apenas mi mano encontró su espalda sentí que aflojaba músculos que ni imaginé que tenía tensos por nuestro numerito. Lo teníamos arrinconado, pero él se había negado a cedernos terreno aunque le estuviese agarrotando el cuerpo.

    Bernard contestó a lo que le dije, solté el aire por la nariz con algo de fuerza y mantuve la mano en la espalda de Rowan, que se quedó observando el intercambio. Ella se acercó sin invadir mi espacio, estableció un acuerdo que era una estupidez absoluta y yo observé su mano extendida, luego volví a subir a sus ojos. El verde vacío reflejó el amarillo arenoso de mis propios ojos, indiferentes también.

    Ro no dijo nada, miró a la chica, después me miró a mí y aprovechó la pausa para darle otro trago a la botella de suero. No lo diría frente a nosotros, no a sabiendas de que podría cagarlo todo de nuevo, pero supuse que estaría satisfecho por haber logrado detener el caos.

    —Sí, como sea —respondí al tiempo que estrechaba su mano con firmeza y la dejé ir unos segundos después.

    No seríamos amigos, ambos lo sabíamos, pero al menos la suerte de trato le ahorraría el espectáculo a cualquier otro desgraciado y a Rowan le ahorraría las labores de árbitro. Hablando de Ro, apenas vio que tomé la mano de la chica se permitió una sonrisa y suspiró con alivio.

    —Y bien... ¿Se van a quedar aquí con este sol? Es un crimen. —Se quejó él en voz alta alzando la vista al cielo un momento y entrecerrando los ojos—. Estoy a cinco minutos más de una insolación, I swear to God.
     
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    Ahora que estaba tranquila podía ver de cerca sin problema alguno a Tora aunque yo sabia muy bien que eso no me interesaba, después de todo estaba tratando de estar en paz por mi bien y el de Rowan no necesitaba que el siguiera hablando, no quería saber que estaba poniendo la vida de alguien que estaba mal físicamente como si no sirviera mi madre me enseño modales, aunque en algún momento el apellido Bernard se me salió por los poros.

    Como fuese después de haber establecido el acuerdo, que aun seguía pensado si servía de algo pero suponía que si lo hacia había notado la mirada Rowan en nosotros cosa que no hice nada mas que mirarlo por segundos para después volver mi vista en Tora me había encontrado con sus ojos inexpresivos iguales que los míos pero no le tome importancia.

    Aparte mi mano segundo después de que el la soltase, lo tenia bien entendido no seria amiga de el así que me imaginaba que el tampoco me iba a ver como una clase de amiga, podríamos vernos y hasta podríamos ignóranos si la situación requería ¿no?, no murmure nada no hasta que mire a Rowan fijo lo miraba algo ¿contento? ni idea.

    Pero mire el cielo cuando el lo hizo, y hasta hora me ponía a pensar de algo en el sol.

    —No lo creo —inquirí con voz neutra apartándome—. ¿A donde quieren ir? —lo había dicho intercalando miradas entre los dos y si era fuera de este sol mejor para todos ¿no?.
     
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    Bromas y problemas a parte, era cierto que este imbécil se nos podía insolar en diez minutos si seguíamos obligándolo a estar aquí de pie más tiempo. Su cuerpo se sentía caliente, más de lo que debería, y me pregunté si solo se estaría muriendo de calor o tendría fiebre directamente. Para empezar, ¿qué hacía en la escuela? Tenía que haberse quedado en casa descansando, si de por sí la semana apenas estaba empezando.

    Cuando la chica respondió Rowan lo pensó unos segundos, se apartó de mi tacto y caminó hasta la puerta de la azotea para esquivar el sol con la sombra que proyectaba el techillo de la entrada. Desde allí volvió a mirarnos a ambos, tranquilo, y respiró con pesadez un rato antes de contestarle algo a ella.

    —¿La cafetería y comemos algo? —argumentó entonces aunque relajó los hombros después y soltó una risa entre avergonzada y culpable—. Aunque no tengo apetito. Puedo acompañarlos en cualquier caso.

    —No necesitamos niñera, Rorin.

    —La experiencia me dice todo lo contrario, de hecho. Además no es que quiera cuidarlos, tampoco te des tantos aires, me sirve de excusa para conocer mejor a una compañera de clase. Al final del día seguimos siendo los nuevos en este charco, ¿no?

    Al decir eso abrió la puerta, esa que antes había cerrado con fuerza, y nos invitó a dejar la azotea en vete a saber qué dirección. Tenía su gracia que Rowan, con su apariencia amigable y cálida anduviese por ahí con dos idiotas que no parecían tener nada en los ojos, pero bueno, ese era su problema.

    —También podemos hacer el tonto por ahí, supongo. Quedarnos en un pasillo, husmear la sala de arte, ir al invernadero... No sé a qué otros sitios.


    si gustas te los vas arrastrando owo
     
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    Era bastante difícil perturbar mis ánimos de forma puntual o distraerme de las clases, así que la mañana transcurrió lenta y sin altercados. Al sonar la campana, apoyé el bolígrafo en mi mesa y me desperecé a todo lo largo. Eché un vistazo a la ventana, apoyando el rostro en mi mano y rascándome la nuca en un gesto distraído. Estaba... bastante bien afuera, ¿no? No hacía ni mucho calor ni mucho frío, y el sol no andaba tan asesino. En los días lindos solía darme mucha pena quedarme encerrada, así que recogí mis cosas y, mientras lo hacía, me decanté mentalmente por la azotea.

    Había andado bastante rápido, así que era la primera allí. Cerré la puerta tras mi espalda, me senté en el suelo con las piernas estiradas, contra la reja, y deposité la bolsa a mi lado. Me puse los auriculares, también, y estaba iniciando la primera canción cuando el cielo se despejó momentáneamente. La luz del sol me bañó el cuerpo con calidez y cerré los ojos, relajando mi peso en la reja. Exhalé con pesadez, aflojando hasta el último músculo del cuerpo, y crucé los tobillos entre sí. Podía empezar a comer cuando volviera a nublarse, ¿cierto? Por ahora prefería disfrutar este mini momento.


    Insane wenas wenas
     
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    Insane

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    Cuando dejamos a Verónica en su clase continuamos hasta la nuestra. Le mostré en dónde solía sentarme, que era cerca a la ventana, y ya luego le señalé uno de los pupitres vacíos, siendo uno de adelante. Éste suspiró por la nariz con desgano mencionando que sería el nerd aburrido de clase y yo alcé los hombros como si fuese algo inevitable. Paimon se dió vuelta y en cuanto ocupo su asiento los tacones repiquetearon en el aula, a lo que me senté con la calma de siempre, denotando la forma en que salida y ya luego el apelativo hacia lo que venía siendo un chico nuevo.

    Reposé el mentón en el dorso de mi muñeca con la libreta de notas ya sobre la tabla del escritorio.

    Ya estaría sacando sus propias concluisiones, que para ser sincero, era la única docente de tercero a la que no lograba encasillar. La clase pasó con el ritmo usual, y ya cuando sonó el timbre Orn se giró a mirarme desde su posición.

    —¿Y de aquí en adelante estaré a mi suerte?

    —Bueno, a la suerte de tu guía podría decirse.

    —Que forma de abandonar a tu amigo, Craig.

    Relajé los hombros en lo que éste echaba la cabeza hacia atrás en el pupitre, ya dándome la espalda, me levanté luego de sacar el bento que me había mandado mi madre y pasé por su asiento.

    —Luego de que termines subes a la azotea —bostecé—, creo que pasaré la tarde almorzando allá.

    Suponía que el lugar estaría solo, y podría relajarme escuchando música en lo que almorzaba. Abrí la puerta denotando como la capa blancuzca que había apreciado desde el salón de clase comenzaba a desvanecerse conforme los rayos del sol iban atravesando, en lo que me molestó ligeramente la vista, viendo por unos instantes borroso; denotando una mancha roja que comenzó a tomar forma cuando los ojos se comenzaron a acostumbrar. Pestañeé con liviandad sacando los lentes de sol de mi bolsillo. No estaba en realidad lejos de su posición, y la ausencia del ruido al no haber nadie más, ayudó para que no tuviese que alzar la voz o hacer alguna ceña con la mano.

    —¿Interrumpo, Pierce? —pregunté al notar que traía los audífonos puestos.

    Parecía que sus planes no eran muy distintos a los míos.
     
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    En un pequeño instante que entreabrí los ojos noté a alguien parado bajo el umbral de la puerta. Cubrí el sol con una mano y sonreí automáticamente al reconocer que se trataba de Suiren. Me quité un audífono con la intención de saludarlo, aunque él habló primero.

    —Pregunta incorrecta. Técnicamente estás interrumpiendo.

    Lo había dicho con tono ligero, denotando que se trataba de una broma. Al acostumbrar un poco mejor la vista noté la bolsa de almuerzo que llevaba en la mano y la sonrisa, amplia, me descubrió la dentadura.

    —Ven aquí, cielo. —Palmeé el suelo a mi lado con suavidad—. Hazle compañía a esta pobre anciana.
     
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    Pierce había contestado con lógica, a lo apenas sonreí, siguiendo su invitación para sentarme a su lado luego de colocarme las gafas de sol, de lo contrario me fastidiaría la vista. Cuando llegué hasta ella me senté a su lado, dejando el bento en el suelo. Saqué entonces el móvil del bolsillo, desbloquedándolo con la huella.

    —¿Qué tal tu mañana? —pregunté por poner algo de conversación, en lo que ingresaba al chat de mi madre al tener un mensaje.

    No era nada en particular, más que una receta que compartió usándome como block de notas, algo común en ella. Recosté la cabeza contra la reja, pensando entonces.

    —¿Qué canción te interrumpí, Sash?

    No estaba en contra de compartir buena música, mucho menos en hora de almuerzo. Además, hace ya un buen rato que no hablábamos más que por saludo de pasillo, como el de la mañana.
     
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    Suiren se acomodó a mi lado y yo regresé mi peso a la reja, siguiendo sus movimientos de soslayo. Su pregunta me alcanzó al tiempo que revisaba su celular y desvié la vista al paisaje, con la intención de no husmear.

    —Absolutamente normal —respondí de primera mano, esforzándome por encontrar cualquier pequeña anécdota. Historia, química, física...—. Lo más interesante que hice fue salir a buscar más tizas en el tercer período, había tenido las piernas en una posición medio rara y fue como pisar clavos durante toda la escalera. —Una risa floja brotó apenas de mis labios al imaginarme en aquel cuadro y miré su perfil—. ¿La tuya? Si tus extremidades no se convirtieron en fideos por cinco minutos ya me ganaste.

    Preguntó por mi música, entonces. Un auricular me había quedado puesto y la canción había seguido corriendo en voz baja. Sonreí, recogiendo el auricular libre, al tiempo que desbloqueaba mi móvil y volvía a poner la canción desde el principio. Me incliné y coloqué el audífono en su oreja con movimientos tan cuidadosos que eran un pedido de permiso en sí mismo.

    La melodía era suave y sumamente nostálgica. Relajé la cabeza contra la reja y cerré los ojos, disfrutando un rato de la canción. La presencia de Suiren era algo que nunca me había incomodado. La letra hablaba de añoranza y recuerdos dulces, dibujaba escenas familiares cálidas en mi mente. Era algo que extrañaba, pero que también había sido (y era) lo suficientemente afortunada de poseer.

    Night on the avenue, on the wrong side of town —canté en voz muy baja, y abrí los ojos—. Es curioso, ¿no? Uno diría que es fácil atorarse en recuerdos desagradables, quizá lo sea, pero... escapar de recuerdos felices puede que sea aún más difícil.

    Fue una reflexión que murmuré al aire, sin brindarle demasiada importancia. Giré la cabeza para ver a Suiren y le sonreí.

    —¿Se encuentran bien en tu casa? —Mi gesto se ensanchó apenas al pensar que quizás eso había sonado extraño—. Digo, cuando nos encontramos en la enfermería andaba un virus dando vueltas. Tu mamá se había contagiado, ¿no?
     
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    En lo que enviaba un sticker de copito a mi madre me alcanzó la respuesta de Sash, sobre una anécdota que me provocó una sonrisa liviana. La imaginaba perfectamente haciendo lo que me estaba contando como un hecho relevante. La miré por el rabillo del ojo en lo que pensaba algo que estuviese a la altura de lo recién dicho, pero por ahora no me llegaba nada.

    —¿Lo más interesante de mi mañana? Diría que cuando sonó el despertador y no quería levantarme —confesé, recordando que siquiera, el gato me ando por encima antes de que dicho ruido terminará de disipar el mundo de los sueños.

    Luego de que pregunté sobre la canción Pierce tomó el audífono libre, colocandomelo con un cuidado extra que tan solo me hizo relajarme. No era sorpresa el que nunca había escuchado dicha canción, suponía que no salía mucho de las bandas de siempre, con un género definido y un poco cuadriculado si se quisiese. Lo curioso fue, que me hizo pensar en casa.

    —¿Eso piensas? —murmuré con la vista a la puerta cerrada por la que había entrado—. Lo considero al contrario, Sash —agregué como reflexión individual siguiendo la canción con la yema de los dedos sobre mi rodilla, al tener recogida la pierna izquierda y estirada la derecha.

    Sentí el hierro de sus orbes y una sonrisa tenue, mirándola también, y alzando apenas, en algún momento las cejas por su pregunta, relajando las facciones en lo que me recordaba lo de aquella vez.

    —Sí, no duró mucho el resfrío en casa —pasé del hecho de que lo inicial de la pregunta traía muchas más respuestas, pero no era algo que le concernía, y que tampoco estaba dispuesto a hablar—, ¿y tú? Es decir, tu familia, ¿todos están sanos?

    Me quedé con el auricular aunque la canción concluyó, por si le apetecía continuar con su play list, y compartirla en el almuerzo.
     
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    —¿Suele costarte amanecer temprano? —pregunté, junto a una risa breve. Puede que Suiren diera siempre una imagen tan compuesta que, en cierta forma, me resultaba adorable imaginarlo todo somnoliento—. Digo, ¿eres más búho o... gallina?

    Y volví a reírme en voz baja. El primer animal no me había costado nada, pero de repente me encontré a mí misma siendo incapaz de definir al animal diurno más... diurno que hubiera, quizá. Las gallinas cumplían, en todo caso, y amanecían bien temprano.

    Con la canción y la reflexión que solté al aire, Suiren dijo que para él era lo opuesto. No pretendía ahondar demasiado ni buscarle un significado intrínseco a sus palabras, pero se me ocurrió pensar que nuestras posturas disímiles se basaban precisamente en las experiencias que habíamos vivido. Lo miré de reojo, sus gafas oscuras más bien, y pensé en su hermana. Pero no me correspondía meterme, vaya, ni creía que a él le hiciera gracia.

    Asentí con calma cuando me regresó la pregunta de si en casa andábamos bien. Mi abuela estaba estable y la última en enfermarse, de hecho, había sido yo. Los pequeños parecían hechos de acero.

    —Por suerte, sí, no somos de enfermarnos mucho en casa —respondí, siendo consciente de la gran ironía del asunto, pero al mismo tiempo estaba diciendo la verdad.

    En los auriculares empezó a sonar otra canción y miré a Suiren, por si se quitaba el suyo o me decía algo, pero no ocurrió nada y asumí que estaba bien con la música. La dejé, pues, y saqué el bento de la bolsa para apoyarlo en mi regazo.

    —Hoy podemos hacer competencia de almuerzos —bromeé, mientras destapaba el mío y buscaba los palillos.

    Había carne de cerdo con arroz y arvejas. Empecé a comer con calma, tarareando o siguiendo el ritmo de la música con alguna parte del cuerpo, cuando hablé un poco de repente.

    —¿Te gusta vivir aquí? ¿O preferirías regresar adonde vivías antes?

    Podía parecer salida de la nada, pero lo cierto era que me había quedado rumeando en torno a cuestiones anteriores. La disyuntiva entre los recuerdos tristes y alegres me había forzado a pensar en varias cosas, desde Sydney hasta aquí.


    estoy usando el aleatorio de spotify para decidir las canciones y nomás for the record, la rolita que salió es esta
     
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    Respondí con un ligero sí. Ciertamente prefería trasnocharte realizando cualquier actividad a madrugar para realizarla, podía ser en parte porque aún no me acostumbraba en totalidad al cambio horario, o porque en Rusia, al ser mayor parte del tiempo invierno, la luz del sol era menos constante.

    —Búho, ¿y tú?

    Si me lo preguntara, podría decir que Pierce se veía más de madrugar con las pilas puestas. Aguardé su respuesta en lo que bloqueaba el móvil y lo dejaba al lado de mi almuerzo. Me comentó que en su casa todos estaban bien y me sonreí, me alegraba por ella. La otra canción empezó a sonar en lo que me decís la competencia de almuerzos, acomodándose su bento sobre sus piernas y la imité en ello.

    —Me parece bien, porque justo hoy mi madre lo empacó —le seguí el hilo en tono jocoso, y por mi parte utilicé un tenedor.

    Eran pelmeni, bolitas de masa rellenas de carne, además de una ensalada de tomate con cebolla y algo de pimienta como acompañante. Llevé un trozo a mi boca, masticando en lo que la escuchaba tararear. Llevé otro trozo y me habló de repente, en definitiva, con Sasha siempre había conversación, y eso era agradable. Me tomé unos minutos en la respuesta. En Rusia estaba mi padre de sangre, un hombre ausente en todos los sentidos, acá estaba mi madre y mi hermana, pero aún así, no conseguía hallarme.

    —Ni de dónde vengo, ni acá, pero si debo elegir entre esas dos opciones, supongo que Rusia por el clima —respondí con plena sinceridad—. ¿Y tú?

    Me dispuse a destapar la botella del agua, en lo que murmuraba, como ella, una pregunta salida de la nada:

    —¿Por qué terminaste en Japón?
     
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    —Gallina —reconocí tras algunos segundos de lucha conmigo misma, dejando caer mi cabeza un poco en señal de derrota—. Jamás creí que diría que soy una gallina, suena tan triste.

    Pero era la verdad, para bien o para mal. Con lo mucho que me gustaba el verano y las actividades fuera de casa, no había otra opción posible; incluso lo que más me rayaba de mi trabajo actual probablemente fueran los horarios que me obligaba a tener en fin de semana, y no el hecho de estar metida en un agujero de corruptos y gente rara. Tras acomodar mi bento y disponerme a comer, vi que Suiren hacía lo mismo y me incliné ligeramente en su dirección para husmear el contenido del suyo. A la larga me había habituado mucho a la comida japonesa, de modo que el suyo lucía bastante atípico.

    —Se parecen a las gyoza —anoté, señalando las bolitas de masa con los palillos—. ¿Qué son?

    Su respuesta a mi pregunta repentina fue concisa, pero en definitiva valoraba que siempre parecía contestarme con honestidad, fuera cual fuera el tema de conversación. No sonaba muy a gusto con ninguna de las opciones pero, en definitiva, preferiría regresar a Rusia por el clima. Suponía que lo suyo iba más allá de un simple desagrado por el calor o la luz solar en general, así que tenía sentido.

    —La verdad... no lo sé —murmuré, revolviendo ligeramente la comida, y esbocé una sonrisa algo nostálgica—. Hay varias cosas que extraño de Sydney. Surfear, patinar, mi antigua habitación, la vista del mar desde las colinas en las que vivíamos. El jardín de mi abuela, el piano de mi abuelo. Pero aquí horneo galletas con los niños, nos dormimos todos enredados viendo una película, les leo cuentos. Aquí... nos íbamos de pícnic y perseguíamos luciérnagas de noche. —Hice una breve pausa—. Supongo que mi ideal sería agarrar a todos y volver a Sydney, pero ¿sería lo mismo? No tengo idea. Los niños crecieron aquí, después de todo, ¿arrastrándolos a Australia no les estaría haciendo lo mismo que me hicieron a mí?

    No me lo había planteado con demasiada profundidad nunca antes, pero ahora que lo había dicho podía verlo con claridad; y así como los esperaría siempre que necesitaran irse, jamás los arrancaría de su lugar seguro por una motivación egoísta.

    Había hablado mucho, así que apenas acabé me llevé algo de comida a la boca. La estaba masticando con calma cuando la nueva pregunta de Suiren me alcanzó. Esa era sencilla.

    —La esposa de papá —murmuré luego de tragar, volteando a verlo—. Consiguió un trabajo muy bueno aquí en Japón, era algo con lo que había soñado desde hacía tiempo, así que nos mudamos. Realmente... creo que papá la habría seguido hasta México si era necesario. —Solté una risa floja y en lo que juntaba comida para llevármela a la boca agregué—: Trabajaba aquí, en el Sakura, de hecho. Gracias a ella pude ingresar.

    Y tras pasar aquel bocado le pinché ligeramente el hombro para no ir a perder su atención.

    —Tienes que responder la misma pregunta, obvio. Son las reglas del juego.

    ¿Y cuál juego era ese, exactamente?
     
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    Ante su derrota sobre el animal que se había atribuido como madrugadora no puede evitar soltar una ligera risa, fue cosa de nada, pero hace ya un tiempo que no me hacía tanta gracia algo. Se acercó entonces, aún sentada por lo que su hombro dió ligeramente con el mío, y un poco moví el bento hacia ella para que pudiese apreciarlo sin necesidad de esforzarse de más. La asociación fue acertada, porl que asentí.

    —¿Quieres probar? —esperé a qué decidiera en lo que le explicaba—. Es algo típico que solemos almorzar en mi país, aunque allá lo llamamos pelmeni, son rellenas de carne.

    Ya luego, en lo que respondía la pregunta dió un poco de vueltas, siendo inevitable el notar su expresión facial. Pierce solía ser bastante expresiva, a diferencia de mí. Su respuesta llegó luego de la descripción de una cantidad de situaciones y espacios externos que añoraba con evidencia, pero por lo mismo, su núcleo era lo más importante, y en este caso su familia, así que era del tipo de personas que mientras estuviese rodeado de sus familiares y viéndolos felices, ella misma lo sería.

    —Ya veo —bajé el tono de voz en lo que la brisa calurosa pasaba entre nosotros—. No eres nada egoísta, Sash.

    Ya luego, me habló sobre su padre y su pareja. Suponía que muchos de los que estábamos aquí no era exactamente porque pudiéramos costearlo, a la final habían becas, o ayudas internas para poder entrar, aunque en mi caso fue por los ahorros de mi madre. Me picó el brazo, y aunque no la miré me pensé la respuesta, pestañeando con parsimonia al recostar la cabeza contra la reja .

    —A ver, por dónde empiezo... —dejé el tenedor dentro del recipiente en lo que recordaba; tenía a mi novia en Rusia, los controles médicos seguían su ritmo, mi padre pese a no estar y estar me sentía normal en casa, lo sobrellevaba a mi manera, y terminar aquí en dónde estudié el idioma un mes antes para no venir en blanco, dónde la comida no me agrada a del todo y el verano era abrazador—. Mi hermana —deduje con simpleza —; solía visitarla en navidad, por lo que ya conocía lo básico de Japón, pero en cuanto perdió por completo la vista simplemente sentí necesidad de estar con ella, por lo que le pedí a mi madre los ahorros que tenía para mí universidad y terminé aquí.

    Lo había resumido mil trazos si tuviese que ser franco, porque al igual que ella, extrañaba muchas cosas, pero priorizaba a Violet y a mi madre sobre todo lo demás. Algo en lo que éramos similar.

    —¿Y estás trabajando Sash?
     
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    Me resultó imposible disimular la sorpresa que sentí al oírlo riéndose, por breve y escueto que fuera el sonido. Lo miré con las cejas alzadas y mi sonrisa, incipiente, se ensanchó hasta descubrirme la dentadura. No dije nada, pero toda mi cara gritó el orgullo que sentía por mi pequeña hazaña. Era, en general, una persona que valoraba mucho saberse capaz de... entretener a los demás, quizá, o relajarlos al menos, y con Suiren el efecto era doble. ¡Iba a ponerlo en mi currículum!

    Cuando me ofreció de su almuerzo, lo miré ilusionada y le regresé parte de su espacio.

    Can I? —murmuré, y aún con lentitud seleccioné un pelmeni con mis palillos—. Gracias, cielo. ¿Tú quieres algo del mío? Puedes agarrar lo que quieras.

    Lo probé, entonces, y recordé que había mencionado a su mamá. La otra vez había sido comida de su hermana, ¿cierto? Que le di la nota y todo. El pelmeni estaba muy rico y me tapé la boca con el dorso de la mano al soltar una risa breve, ya que aún no había tragado del todo.

    —Tienes mujeres que te cocinan, y lo hacen muy rico. What a lucky man —bromeé, aunque el halago a la comida era cierto.

    Una vez guardé silencio tras mi respuesta extensa, la brisa sopló con cierta pesadez y yo inhalé, sintiendo mi cabello mecerse suavemente. Lo oí decir que no era nada egoísta y suponía que tenía razón, al menos en lo que a mi familia concernía. Sobre el resto... no estaba muy segura. Asenté sus palabras y lo miré, dedicándole una sonrisa silenciosa de agradecimiento. Él entonces recostó la cabeza en la reja y, mientras ordenaba sus pensamientos, regresé a mi almuerzo. Su hermana, ¿eh? Había utilizado sus ahorros universitarios para mudarse a Japón y permanecer junto a Violet una vez ésta perdió la vista. Era un sacrificio inmenso, y siquiera tuve que preguntarle para saber que él no lo vería así; yo, después de todo, tampoco lo haría.

    Giré parte del torso para verlo y regresé, otra vez, a la conversación de la enfermería. Nobleza, había dicho. Las gafas seguían en medio y usualmente no me molestaban, pero... El sol aparecía de tanto en tanto, tampoco podía quitárselas. Mis opciones inmediatas eran reducidas y decidí tomar una, por peculiar que fuera. Estiré el brazo y pillé el blazer que me había quedado al otro lado. La sonrisa delató parte de mis intenciones, así fuera de forma ambigua, y ondeé la prenda sobre nuestras cabezas tras acercarme a él. La tela descendió con cierto peso y nos protegió momentáneamente de la luz ambiente. Sólo entonces colé las manos entre nosotros y le bajé las gafas con cuidado. También le sonreí.

    —Eso es increíblemente noble y dulce, Suiren —respondí por fin, con plena honestidad.

    Quería poder verlo a los ojos al decírselo, nada más.

    No pretendía tenerlo allí inmóvil más tiempo del necesario, de modo que le regresé las gafas a su lugar y quité el blazer, doblándolo un poco antes de devolverlo al suelo. ¿Que si trabajaba? Vaya, esa pregunta de nuevo. Mi sonrisa se ladeó ligeramente. Con Gaspar había sido divertido soltarle que si se lo decía debería matarlo, además no lo conocía ni le debía nada. Mentirle a Suiren... me pesaba bastante más.

    —Sí, pero... lo siento, esa pregunta prefiero pasarla —admití, confiando que el chico no buscaría indagar—. ¿Tú estás trabajando de algo? O, bueno, puedes no contestar. Son las reglas.

    Con la intención de desviar aún más los tiros, o quizá de olvidar mi evidente rechazo a una pregunta tan simple, le lancé una nueva.

    —¿Tienes planes para luego de la graduación?
     
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