Azotea

Al final todo había ido bastante bien, exceptuando el pequeño detalle de que entre tanta tontería acabé distrayéndome más de la cuenta y ayer se nos vino encima el fin del receso. Di un respingo digno de cualquier scare jump y arrastré a Arata de regreso a la escuela lo más rápido que pude. No me gustaba llegar tarde a clases, no, pero tampoco iba a negar que toda la situación me arrancó un par de risas.

El buen humor se me mantuvo el resto del día, cosa que, de por sí, no era extraña en mí, y agradecí que hoy el sol no pretendiera volver a incinerarnos. Estaba muy lindo, de hecho, y se me antojó tomar un poco de aire mientras almorzaba. Con la campana me incorporé de mi asiento, fui hasta una de las ventanas de la 3-1 y prácticamente saqué medio cuerpo afuera. Soplaba una brisa muy agradable que me plantó una sonrisa en la cara.

—A ver, Pierce, un centímetro más y te caes.

La voz provenía de adentro, por supuesto, retrocedí y encontré a Shinomiya aún en su pupitre, viéndome desde abajo. No diría que se lo notaba precisamente divertido, pero el hecho de que me hablara por voluntad propia fue suficiente para sorprenderme lo suyo. Una risa vibró en mi pecho.

—Tranquilo, no pretendo traumatizar a ningún inocente hoy.

—Eso es bueno.

Había apenas compartido la gracia, sus labios dibujaron una sonrisa liviana que bien podía calificar de cortesía, bien lo sabía yo. No le otorgué mayor importancia, él regresó a su móvil y yo lo observé un segundo extra antes de regresar a mi asiento. La manga de su camisa retrocedió brevemente al estirar los brazos sobre la mesa y volví a detectarlo de soslayo, aquel destello plateado.

Pedazo de reloj, ¿eh, cabrón?

Me hice con mi almuerzo y la botella de agua que había traído de casa, podría haberme comprado algo fresco pero me daba muchísima pereza bajar. Salí al pasillo, pues, eché un vistazo por deporte y subí a la azotea. No había nadie, así que me acomodé contra una de las paredes y estiré las piernas en el suelo, apoyando mi bento encima. Sip, definitivamente hacía buen clima.

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dado-sama dijo que sa-chan era the chosen one y quién soy yo para contradecirlo, huh

ahí queda la niña al servicio de la comunidad, pos uwu/

 

El festival había acabado en una muy buena nota, con el abrazo tan cálido por parte de Jack y los fuegos artificiales reflejándose de aquella manera tan bonita en todas partes. Realmente me dio pena tener que despedirnos cuando lo hicimos, pero desgraciadamente todos los buenos momentos tenían su final, y al menos podría quedarme con los buenos recuerdos de aquella noche tan especial.

Después de las vacaciones y el festival, los días recuperaron su cotidianidad con tanta rapidez que aquella sensación de descanso se quedó bien atrás en el tiempo. A mí no me molestaba demasiado, aunque a Riri pareció costarle mucho más recuperar el ritmo... si es que alguna vez había tenido alguna clase de ritmo de estudio. Tampoco ayudaba que estuviese prácticamente todas las noches fuera de su casa, pero en realidad aquel no era un asunto que me concerniese y no planeaba meterme en su vida a aquellas alturas.

Aquella mañana había llegado igual de cansada que cualquier otro día, por mucho que intentó disimularlo con sus típicos ataques de energía, así que decidí dejarle el receso para que pudiese descansar si así lo deseaba. A decir verdad, realmente esperaba que aprovechase aquellas horas para echarse una siesta o algo, porque me preocupaba un poco aquel nuevo horario que se había hecho, a pesar de todo.

Sea como fuere, por mi parte pensé que no mucha gente querría subir a la azotea a pesar de que la temperatura había bajado considerablemente, así que decidí que aquel sería mi destino para aquel almuerzo. Podía parecer solitario a ojos de los demás, pero en realidad disfrutaba mucho de la tranquilidad que daba estar comiendo sola en un sitio en el que daba la suficiente cantidad de sol.

Me sorprendió un poco, pues, ver que alguien más parecía haber tenido una idea parecida a la mía. Sabía que la azotea era un punto común, así que no podía hacer nada al respecto, pero tampoco mentiría al decir que no había trastocado mis planes. Aun así, era solo una chica lo que había ahí y, al fijarme mejor, me di cuenta de que en realidad la reconocía por ser una compañera de clase.

Sonreí, sin poder evitar que se me colase algo de alivio en el gesto, y me acerqué a ella con paso tranquilo.

—Buenas tardes~ ¿Pierce-san, verdad? Vamos a la misma clase —aclaré, en caso de que ella no me hubiese prestado tanta atención como para recordarme—. Ya que parece que somos las únicas que se han atrevido a subir aquí, ¿te importaría si me siento a tu lado y almorzamos juntas?

Por lo que había podido captar de verla aquí y allá en el aula, se veía como una chica realmente fácil de tratar, y eso me valía como razón suficiente para intentar seguir con mis planes iniciales. Quizás no sería un almuerzo completamente silencioso y solitario, pero tampoco era una renegada social que pretendiese rechazar una buena compañía de vez en cuando.

>>Soy Ethans Alethea, por cierto.

 

La verdad, aquí arriba se estaba aún mejor de lo que había predicho. Probablemente sin la brisa sería insoportable, así que mis respetos a los dioses del viento. No tenía idea cuánto rato había pasado ya, estaba con la cabeza apoyada en la pared y los ojos cerrados, de cara al sol, sumamente relajada. Tal así, que me sobresalté bastante al escuchar la puerta abrirse; dudaba ser capaz de quedarme dormida en esa posición, pero lejos no había andado. La tontería me disparó los latidos del corazón y solté el aire de golpe, parpadeando al tener, encima, la vista empañada por el sol. Tuve que reconocerlo, al menos para mis adentros.

Llevaba un buen tiempo sin dormir bien, ¿eh?

Volví el rostro en dirección a la puerta y alcé la vista hasta alcanzar el rostro de la recién llegada. Antes que eso reconocí el tono de su cabello, ciertamente, era bastante curioso y siempre había pensado que le lucía muy bonito. Ella reparó en mí, me sonrió y reflejé su gesto al instante. Asentí, confirmándole que le había atinado a mi nombre, y le dejé hacer las aclaraciones que quisiera pese a que no hacían falta; por supuesto la recordaba, llevaba tres años ya en la escuela. Las caras nuevas destacaban con ganas, y en especial con esos colores.

Su idea me amplió la sonrisa, volví a asentir y le palmeé el piso a mi lado. Habiendo bajado la vista pude relajar el semblante, allí el sol brillaba con bastante fuerza.

—Sí, lo sé —murmuré en tono liviano, sin dejar de sonreírle, en cuanto se presentó—. Tu nombre es bastante curioso, casi como si ¿combinara? consigo mismo, así que lo memoricé rápido. Yo soy Sasha, aunque estimo que ya lo sabías.

Aguardé a que se acomodara a mi lado para echarle otro vistazo y soltar una risa breve, tranquila.

—Bueno, me alegra no haber sido la única loca que subió a la azotea casi en verano, porque te diré un secreto: se está mucho mejor aquí de lo que parece. —Alcé las cejas, divertida, y me incliné apenas en su dirección—. Aunque mejor si queda aquí, es información altamente clasificada~

Qué va, era evidente que, a pesar de saber lidiar con la soledad, eso no significaba que la prefiriera.

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ohmy, hola chipe-chan uwuwu

 

Si noté o no el respingo que dio cuando salí a la azotea, lo cierto es que no era relevante, porque no iba a decir nada al respecto en ninguno de los casos. Así lo hice, de hecho, y que me hubiese correspondido a la sonrisa sin mayor problema solo sirvió para que me preocupase aun menos por ello. Lo que sí me podía llegar a preocupar un poco era que rechazase mi propuesta, pues acabaría dejándonos en una situación un poco incómoda, pero afortunadamente no fue el caso y podíamos ahorrarnos ese posible mal momento.

Me senté a su lado, ahí donde me indicó que lo hiciese con unas palmadas, y amplié un poco más la sonrisa al escuchar que sí me conocía, contenta y un poco divertida también, especialmente por la explicación que me dio del motivo por el que se acordaba de mi nombre con facilidad.

—Gracias~ Supongo que mis padres son un poco poéticos, cuando quieren —comenté, con una risilla liviana, y asentí después con la cabeza en cuanto me dijo su nombre—. Sí, Sasha. Me parece un nombre muy bonito. Suena... exótico, o algo así.

Me acomodé mejor en el sitio, hasta encontrar la postura más cómoda que me fuese posible, y coloqué el bento sobre mis regazo justo antes de que la muchacha volviese a hablar, haciendo que mi atención se centrase de nuevo en ella. Primero alcé las cejas, con algo de curiosidad, y la misma se intensificó al notar cómo a mitad de su discurso se inclinaba para hablarme más cerca, provocando que la imitase por inercia. Al final, sin embargo, dejé salir una risilla divertida renovada y me erguí de vuelta, negando una par de veces con la cabeza.

>>Supongo que la academia no está tan llena de genios como creía —contesté, con un tono de decepción impostado, y recuperé la suavidad inmediatamente después—. Pero supongo que mejor para nosotras~

Tras toda la tontería, me digné a finalmente abrir mi bento, y miré lo que me habían preparado con un vistazo rápido antes sacar los palillos y comenzar a mezclar el arroz con los demás complementos.

>>¿Qué tal todo, entonces? ¿Has tenido una buena semana?

 

La chica se acomodó a mi lado sin problema, su respuesta mantuvo mi sonrisa en su lugar y analicé un par de segundos lo que quería preguntarle antes de soltarlo, por si llegaba a dar con alguna idea más concreta. No tenía idea, si debía arriesgar podría decir que Alethea me sonaba... ¿griego?

—¿Eres de aquí? Japonesa, I mean. —Alcé las cejas apenas noté que había hablado en inglés y me apresuré por agregar—: Ah, disculpa, muchas veces se me cruzan los cables porque en casa hablamos en inglés. ¡Y muchas gracias! —Mi alegría por el elogio de mi nombre fue genuina, incluso solté una risilla—. Supongo que sí es exótico, al menos aquí, aunque oye, de eso sabemos un poco, ¿no?

Volví a reírme, pillando algo de mi cabello para dejarlo caer y señalando el suyo de igual manera. La conversación, sin embargo, hizo que cierta información perdida entre mis archivos rebotara suavemente. Casi un latido inadvertido, recordándome los significados de mi nombre. Ese que mamá había elegido. Sasha.

Defender.

Helper of mankind.​

Ya luego se acopló a mi tontería, lo cual me mantuvo por el mismo carril, y solté un suspiro teatral muy parecido a la decepción que ella se había echado encima. Hasta sacudí la cabeza, encogiéndome de hombros.

—Ya ves. Mucho gimnasio, salón de actos, invernadero, dojo, sala multimedia, ¡y podría seguir! Pero aquí estamos, las más inteligentes.

En cuanto sacó su bento le eché un vistazo de pura inercia, no que pretendiera husmear ni nada, aunque los hábitos era difícil matarlos y de una forma extraña acabé ¿aliviándome? de ver que llevaba ahí dentro comida bastante balanceada. A ver, sí, tenía alma de anciana y no me avergonzaba, y si la niña no hubiera contado con verduras seguro le pasaba algunas. Era más fuerte que yo.

—Sí, todo va bien~ —murmuré, justo antes de llevarme carne con arroz a la boca.

En líneas generales era totalmente cierto y llevaba un tiempo de muy buen humor, así que valía. Empezar a tratarme con más personas dentro de la Academia me había ayudado a darle una lavada de cara a mis días; entre las tareas y el trabajo se habían tornado mortalmente rutinarios casi sin notarlo, pero me había estado divirtiendo bastante, ¿verdad? Más o menos desde que había conocido a Maze. Desvié la mirada a mi pulsera un instante y sonreí, regresando mi atención a Alethea.

—¿Ya te acostumbraste a retomar las clases luego de las vacaciones? A mí la primera mañana que sonó la alarma me dio una pereza terrible, estuve quejándome hasta que pillé el tren. ¡Encima se me cayó la tostada con la jalea debajo! Y el mantel estaba recién lavado. Una tragedia.

 

No podría decir que me esperé la pregunta que me hizo, pero al mismo tiempo no negaría que estaba un poco acostumbrada a que en algún momento de cualquier conversación saliese, así que mucho no me sorprendí tras procesar el haberla recibido. Era eso o si el color de mi pelo era natural, y solía caer más a menudo la segunda, si tenía que ser sincera. No me molestaba ninguna de las dos, de cualquier manera, así que simplemente le sonreí con suavidad antes de asentir con la cabeza.

—Sí, soy japonesa —confirmé, antes de hacer un gesto con la mano para indicarle que no se preocupase por haber hablado en inglés—. A mi madre le gusta mucho la mitología griega, por eso el nombre, y el apellido... bueno, esa es una muy larga historia~

Algo así le había dicho también a Jack, ¿verdad? Bueno, mentira no era, al fin y al cabo, y tampoco era yo el tipo de persona de poner a contarle a alguien que acababa de conocer la historia de mi vida. Suponía que ella tampoco lo esperaba, a decir verdad, y en tanto hubiese respondido a su pregunta inicial... no tendría que haber ningún problema.

Seguí sus movimientos cuando se cogió algo de pelo entre los dedos y solté el aire en una risa nasal, asintiendo ligeramente con la cabeza. No tenía mucho que añadir al respecto, y es que ya lo había pensado: las preguntas o comentarios sobre mi color de cabello nunca faltaban y suponía que no quedaba más que acostumbrarse a llamar la atención por algo que para nosotras era tan sumamente natural.

Asentí ligeramente con la cabeza cuando contestó a mi pregunta, con una ligera sonrisa cordial, y procedí a llevarme un bocado de comida a los labios al ver que ella también empezaba a comer. No tenía mucho misterio, me alegraba saber que la gente estaba bien y no había problemas, por el simple hecho de que eso indicaba un buen ambiente en cuanto tratase con ellos. Escuché después su pequeño relato con curiosidad, llevándome alguna que otra porción de comida a la boca, y acabé por sonreír ligeramente divertida cuando acabó.

>>Dicen que todo lo malo se junta, así que quizás era inevitable que el primer día de clase saliese todo mal —comenté, sin perder el tono divertido, y luego simplemente asentí con la cabeza una vez más—. Sí, lo cierto es que no me resultó muy difícil. Disfruté las vacaciones, pero me gusta tener una rutina que cumplir y lo cotidiano, así que supongo que he tenido suerte. Tengo una amiga que aun lo está pasando bastante mal... aunque diría que lo pasa mal desde el inicio del curso —añadí, con una ligera risa—. A ella también le resultaría curioso tu color de cabello, por cierto.

 

La curiosidad seguro se me notó en toda la cara cuando me dejó semejante suspenso sobre la larga historia de su apellido, pero apenas la conocía y no iba a ponerme de pesada insistiendo. Una ligera, ligerísima decepción, sin embargo, sí acabó empañando mi semblante por apenas un momento. No se me ocurría qué clase de complejidad podía acarrear algo como un apellido, y de ahí que genuinamente me hubiera picado la duda. Pero bueno, ni modo. ¡Eso sí! Me almacenaría la pregunta en algún lugar de mi cerebro para hacérsela en otro momento.

Puede que irónicamente, ya de paso, en ningún momento se me ocurrió debatirme si su cabello sería natural o no.

Asentí un par de veces ante sus palabras, mostrando claramente que estaba de acuerdo. Descansar era bueno, pero en definitiva seguía siendo una jodida workaholic que usualmente empezaba a sentirme mal a las pocas horas de no estar haciendo nada. No sabía si era propio de mí o si lo había forzado al cabo de los años y las necesidades, pero en definitiva aquí estábamos. La imagen de su amiga me arrancó una risa sin malicia, porque aún sin rostro ni nada digamos que pude verla quejándose constantemente de las clases. Algo así como Fanny, ¿no? Sólo que con nuestra edad.

—Bueno, puede que entre los adolescentes lo más normal sea lo de tu amiga, así que se le perdona —respondí con liviandad, me llevé algo de comida a la boca y alcé las cejas cuando destacó lo de mi cabello—. ¿Sí? O sea, entiendo que los pelirrojos no sean extremadamente comunes y mucho menos en Japón, pero ¿has notado que aquí hay... bastantes? Casi como una anomalía estadística. No sé, es raro.

Volví a reírme, porque sabía que una hipótesis del estilo no tenía fundamento científico alguno, y desvié la vista a mi almuerzo.

—¿Tu amiga también viene al Sakura? —indagué, por hacer conversación más que otra cosa.

 

Quizás era un poco cruel darle tanto bombo y platillos al asunto de mi apellido cuando ni siquiera yo consideraba que era para tanto, pero no podía negar que me divertía más de lo que debería ponerle aquel suspense al asunto. Solo Riri me había insistido lo suficiente como para contarle de qué iba el asunto... aunque si tenía que ser completamente sincera y especificar un poco más, en realidad diría que había sido su culpa que acabase descubriendo más de lo que quizás debería.

Sea como fuere, la pelirroja no insistió demasiado en nada, cosa que era de esperar y que no me molestaba para nada, y seguimos el hilo de la conversación sin más. Solté una risilla ligera cuando comentó que la reacción de Ri a la vuelta de clases era lo más normal y me encogí de hombros, sin dejar de comer en ningún momento. Suponía que sí, que era lo esperable para cualquier estudiante, y por eso no le recriminé nada a la chica... aunque, honestamente, no lo hubiese hecho ni aun si hubiese sido algo fuera de lo común.

—¿Sí? —respondí en un inicio, con un ligero tono de sorpresa, y me quedé un par de segundos en silencio sopesando la idea—. La verdad es que no me he dado cuenta. No me suelo fijar mucho en los demás... —aquello último lo añadí con un ligero tono de arrepentimiento—. ¡Pero te creeré! ¿Quién sabe? Quizás lo de la escuela es solo una tapadera y en realidad el Sakura es un especie de experimento social o algo por el estilo~

Volví a sonreír con la chispa divertida de antes y acabé por ladear ligeramente la cabeza al escuchar su nueva pregunta, notando como mis facciones se suavizaban mientras decidía centrarme en mi almuerzo también.

>>Síp, se llama Riamu. Va a la 3-3, pero algunos recesos viene a recogerme para almorzar juntas, quizás la hayas visto... Tiene el pelo rosa con mechas azules, la verdad es que no tiene mucha pérdida.

 

Observé el cigarro un par de segundos antes de relajar el brazo, soltando el humo sin concederle segundos pensamientos. Eran movimientos mecánicos, aquellos surgidos del puro vicio, la necesidad, o ambos. Casi siempre eran ambos. Personalmente no estaba seguro dónde encasillarme, me creía mejor que los imbéciles que frecuentaban el casino, aquellos dispuestos a ofrecer un brazo de su propio cuerpo con tal de silenciar los demonios, pero al mismo tiempo ¿qué hacía echándome ese veneno en los pulmones? Podíamos diferenciar los fines, no los métodos. Ellos se desmembraban para conseguir un gramo de paz mental.

Yo me había vendido para observarlos desde un estrato superior.

¿Había diferencia?

Daba igual.​

La famosa espera acabó luego de... siete minutos, me atrevía a decir. Si andaba osado, siete minutos con veinticinco segundos. La puerta se abrió y deslicé la mirada hacia ella, sin despegar la espalda de la reja. Shinomiya dio aún más rápido conmigo y la cerró con movimientos suaves, acercándose a mi posición.

—Llegas tarde —murmuré, en tono plano. A decir verdad, su sonrisa me irritaba un poco.

Difícilmente lo veía sin ella desde que había ascendido a su puto trono.

—Lo siento, había tráfico. —La liviandad de su voz bastaba para indicarme que le importaba una mierda y me limité a ignorarlo—. ¿Te hice esperar mucho?

—Para empezar, ni siquiera deberíamos hacer esto aquí, así que da igual. —Lo señalé con la barbilla y me llevé el cigarro a los labios. Fumé antes de hablar—. Ya dámelo.

Ni siquiera sabía qué era la famosa "prueba de fe" que debía entregar, así como no me interesaba indagar respecto a la gran mayoría de mierdas que pasaban por mis manos. Tenía mi pequeña porción de infierno pero también seguía siendo el chico de los recados, eso lo tenía bien presente; Frank se encargaba de recordármelo bastante seguido, de todas formas, y últimamente ya rozaba lo molesto. Se notaba a kilómetros de distancia que tenía algo gordo entre manos, algo conectado a los lobos de Shibuya.

De ahí en más, como dije: no me interesaba.

—Va, va. —Una chispa burlona danzó en la sonrisa de Shinomiya, aunque se tragó los comentarios al respecto y llevó una mano a su bolsillo—. Debo decir, sigue haciéndome bastante gracia haber coincidido aquí con la cría del buitre. Dicen que las coincidencias no existen, pero esta es la excepción que confirma la regla, ¿cierto? Y una muy desafortunada, me atrevo a decir.

Mira nada más, lo parlanchín que estaba el cabrón. Estiró el puño cerrado hacia mí, atajé lo que fuera que hubiera dejado caer en mi palma y lo hundí en mi propio bolsillo sin siquiera echarle un vistazo. Su sonrisa se estiró apenas. Qué va, tenía los pensamientos escritos en la puta cara.

"Qué cachorro tan bien entrenado."

—No es como si a alguno de ustedes le importara, ¿cierto? —repliqué, dándole otra calada al cigarro, y me detuve en sus ojos miel—. Así que sí, terriblemente desafortunada.

Mi comentario le arrancó una risa floja.

—Lo siento, Yaboku. Negocios son negocios.

Usualmente podía jactarme de ser... un jodido témpano, vamos, y le arrancaría la yugular con los dientes a cualquiera que pretendiera negarlo. Era mi orgullo, quizás algo extraño, otro tanto insustancial, pero mi orgullo en fin. Había llegado a Tokyo con las manos vacías y ahora estaba aquí, y el resto me importaba una mierda. Había establecido mis reglas y me resguardaba dentro de ellas. Eran mi armadura.

Y Shinomiya estaba violando una por el puro placer de hacerlo.

—Serás cabrón —mascullé, bufando, y me llevé el cigarro a los labios.

El imbécil soltó una risa suave, extremadamente suave, y meneó la cabeza. Lo sabía, por supuesto. Sabía que me interesaba resguardar mi identidad aquí, y que una pieza fundamental de ese plan era no usar mi jodido apodo. Lo sabía, lo sabía el francesito, y todos en grupo decidían cagarse activamente en mis preferencias. ¿Por qué? Porque les daba igual, claro.

Vete a saber si yo en sus lugares no haría lo mismo.

Estuvo a punto de abrir la boca para despedirse, probablemente, cuando ambos oímos la puerta abriéndose una segunda vez. Él sólo se volteó, sereno, pero a mí se me bañó el cuerpo entero de una tensión bastante cagada. Fue un impulso, un shock eléctrico, duró pocos segundos y corrió, pero me cagué en los muertos de todo el mundo a una velocidad impresionante. Al menos, el corazón me regresó al pecho cuando noté que sólo era una chica. Suspiré, fumando, y reparó en nosotros. Le había notado la cara de mala hostia pero, vaya, no podía darme más igual.

Shinomiya, sin embargo, la saludó. Fue un movimiento veloz de cabeza, uno que la tía le correspondió forzando una sonrisa que quizá pasaba la media, pero yo no me la tragaba ni de coña. No pretendí prestarle demasiada atención, la escuché rebasándonos para acomodarse contra otro tramo de la reja y me alcanzó un chasquido bien conocido. Me pregunté si los directivos estarían al tanto de la cantidad de imbéciles rompiendo las reglas a diario en esta institución.

Seguro hacían la vista gorda, ¿verdad?

—En fin. Cuídate, Sugawara —se despidió Shinomiya, palmeándome el hombro, y lo dejé estar.

Seguí su silueta un par de segundos mientras el chasquido molesto aún persistía a mi derecha. Pretendí ignorarlo, pero sabía que el simple hecho de estar fumando me delataba y, cuando la repetición vino acompañada de un bufido, sentí que tenía que ser... un ser humano decente o algo así. La observé de soslayo, reticente, y me tragué las ganas de suspirar al acercarme.

Recién entonces me permití verla mejor. Alta, pelirroja, claramente extranjera. De la 3-1, deducía. Sus ojos, al chocar con los míos, mostraron un destello bastante rígido; me recordó al acero.

—Ten —solté a duras penas, extendiéndole mi encendedor.

No se lo pensó mucho, la verdad. Regresó el suyo al bolsillo de su falda y usó el mío para poder regresármelo rápidamente. No sabía si había notado mis pocas ganas de interactuar o era que las suyas, quizá, fuesen aún más escasas, pero el resultado era el mismo. El breve incendio prendió una chispa sobre el acero y saqué una idea bien en claro.

Estaba enfadada.

Lo disimulaba bien, pero estaba jodidamente enfadada.

Alta, pelirroja, claramente extranjera.​

—Gracias, cariño.

Su sonrisa fue similar a la que le dedicó a Shinomiya y no me esforcé por replicarla, simplemente tomé mi encendedor y lo hundí en el otro bolsillo, el que no contenía la jodida mierda del lobo. Llegué a leer una cantidad de información estúpida, a decir verdad, información que no me interesaba y que, por ende, descarté de inmediato. Regresé a mi porción de reja para acabarme el cigarrillo en paz.

Shinomiya había dicho que las coincidencias no existían, pero ¿de qué se suponía que calificara a esto?

Bueno, más adelante tendría que preocuparme por definirlo.

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dont mind me, this is only belu desarrollando sus tramas a largo plazo

 

El intento de Kurosawa por aproximarse había sido mi gatillo, exactamente igual cuando Volkóv se había colado en mi campo de visión cuando vi al lobo en los casilleros, en el mismo espacio físico. Todo esfuerzo, apenas un paso en mi dirección cuando las conexiones hacían sobrecarga, colapsaba las paredes de mi cueva con suficiente fuerza para arrancarme del mundo al toque de un botón.

La voz de Shiori, que se amalgamó con la figura de su hermano, fue la señal para que las paredes de fuego se alzaran, resguardándome de ella y quizás de mí mismo. Me dieron el tiempo suficiente para poner distancia y salir pitando para zambullirme en los primeros baños con los que topé, me encerré en un cubículo, me dejé caer sobre el sanitario y solté un montón de aire de golpe por la nariz. No supe cómo logré poner mi desastre en orden para dignarme a llegar a la clase.

Era jodidamente volátil, lo sabía, y había bastado leer un nombre para que los hilos negros me aplastaran el cuerpo y trajeran consigo un montón de sentimientos con los que no se me apatecía lidiar. Además, no era tan estúpido por mucho que pudiese parecerlo, sabía que no implicaría nada, que en plena escuela no corría peligro real y era algo de lo que podía desentenderme rápidamente.

Pasaba que era yo.

Era yo, mis bandos y mi fuego.​

Porque nunca había tenido que ver con mi riesgo.

No me creía capaz de poder enfriar mis emociones lo suficiente para poder trabajar como una persona decente, en ese momento ni siquiera sabía si podía intentarlo sin tener que ponerme cuarenta cadenas alrededor del cuerpo que podían no servir de nada. Me di cuenta en ese instante, apenas un segundo antes de que sonara la campana, de que lo que me estaba aplastando era el jodido resentimiento de siempre.

¿Había sido siempre así? ¿Así de rencoroso?

Tal vez, pero recién ahora lo podía reconocer.​

Pasé un montón de saliva porque sentía la boca seca, me levanté y salí de la clase sin saber muy bien dónde meterme a silenciar el mundo, a callar la cabeza que me estaba funcionando a tal velocidad que era casi doloroso. Me libré de Tolvaj y Sonnen de milagro, seguramente, el primero porque parecía no saber qué hacer con su propio receso y la segunda porque no estaba.

El caso es que me detuve en el pasillo algunos segundos, antes de desviar los pasos directo a la azotea sin siquiera repasar el espacio ni nada más. Abrí la puerta, salí y la dejé cerrarse tras de mí mientras me acercaba a la reja. Me senté de un movimiento bastante rígido, doblé las rodillas y apoyé en ellas los brazos para poder acomodar la cabeza en medio. Solo cosa de un minuto después escarbé en el bolsillo por los auriculares, los conecté y me los coloqué antes de regresar a la misma posición.

Suponía que podía hablar con los profesores, ¿pero qué coño iba a decirles? ¿Qué no quería trabajar justamente con el príncipe por qué, una bronca de pandillas? Ni que fuese puto imbécil para cantarme más de lo que me cantaba el apellido ya de por sí. Era innecesario, era extremista también, así que solo necesitaba un rato para lograr anularme a mí mismo, arrancarme del conflicto.

La ignorancia en algunas ocasiones era una bendición y en este caso no sabía si hubiese preferido no saber nada en absoluto en lugar de todas las cosas que daba por asumidas en mi cerebro paranoide. De lo único que tenía certeza real era, de hecho, de la manera en que el fuego me estaba consumiendo el cuerpo en ese momento. Debía ser hasta risible, pero eso era lo que menos me interesaba.

Había personas con las que uno no debía respirar el mismo aire, así de simple.

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rellenos locos me dicen, ahí queda como siempre *c va rodando*

 

Tonta yo cuando creí o pensé que con Joey ya tenía suficiente, o cuando consideré remotamente la posibilidad de que estuviera exagerando y nada fuera más grande de lo que aparentaba, que a Wickham sólo le apetecía hacer el trabajo por algún designio divino y nada tenía que ver conmigo. O quizá fuera así de verdad, pero ya no había forma terrenal de convencerme de ello.

No cuando Alisha apareció en el club.

Primero fue el sonido de la puerta, y algo en ello me dijo que no era Lyon, que nada iba a ser tan sencillo al fin y al cabo. Alcé la vista lentamente, inclinada como estaba sobre la mesa, y el cuerpo se me volvió a tensar. Incluso sin tocarme, con todo ese espacio entremedio, la presencia de ambos bastaba para viciar el aire y oprimirlo contra mis huesos.

That's it.

La imbécil se desapareció en el cuarto oscuro y yo ya me había erguido, deslizando los dedos por la mesa hasta que se separaron de ella. Me forcé a dibujar una sonrisa casual en mis labios y asentir a la idea que Kenneth había propuesto un segundo antes de la intromisión de Alisha, aunque no la hubiera reflexionado en absoluto. Fue una respuesta automática.

Y aún así, dudé. Dudé en irme y mandarlos a la mierda porque, aún así, guardé la esperanza de que nada de esto fuera premeditado. Aguardé a que Welsh saliera del cuarto oscuro y se retirara, pero en su lugar se acercó a nosotros y Dios sabe cómo contuve el bufido.

No planeaba soportarlos ni un segundo más de lo necesario.

—Hey, ya vuelvo —avisé prácticamente encima de la voz de Alisha, dirigiendo mi mirada a Kenneth más que otra cosa—. Gotta go to the bathroom.

Por un instante me pregunté si hacía bien dejándolo con ellos, y al siguiente mandé todas las preocupaciones a la mierda. Joey lo trataba bien, me daba a mí que lo trataba bien de veras, y no dudaba que Alisha fuera a hacer lo mismo; sea por simpatía o para meterse en sus pantalones. Al fin y al cabo, daba la casualidad que yo era la única que no cuajaba ahí. La que se sentía incómoda y fuera de lugar. Ya en el pasillo suspiré, exasperada, y ni siquiera volteé a mirar el baño. Subí directo a la azotea.

La brisa me recibió con gentileza, me permití cerrar la puerta con algo de fuerza extra y el descargo de energía fue lisa y llanamente satisfactorio. Abrió una suerte de brecha, también, una fisura pequeña que sólo me susurraba que ansiaba expandirse, romperse y derramar. Podría haber seguido pateando la puta puerta hasta que me quemaran los pulmones.

Pero, por supuesto, no lo hice.

Me limité a encender un cigarro y echarle mi peso a la reja, la vista pegada al cielo. Me aliviaba haber salido de esa jodida habitación, pero eso sólo era el efecto instantáneo. Mi cuerpo no tardó en volver a repiquetear con energía contenida y los dedos me temblaron apenas al retirar el cigarrillo de mi boca, liberando el humo en un suspiro pesado que lo empujó y disipó hacia adelante.

No cuajaba.

No tenía un lugar allí.

As fucking usual.​

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ups it happened again

 

Joey me correspondió al beso que le tiré por la puta cara, algo que de todas formas esperé que sucediese en casi cualquier escenario, y supe con total certeza que no era la única que deseaba agotar toda aquella energía acumulado con algo bastante más que un simple beso. También supe que en ese mismo instante no teníamos más opción que centrarnos, por lo que intenté ponerme en orden las neuronas después de separarnos, a pesar del cosquilleo que sentí por sus brazos rodeándome la cintura o las ganas de más que me dejó con el nuevo beso que me plantó.

Asentí con la cabeza ante su respuesta, algo distraída, y me dejé llevar hacia el exterior de la sala con la misma facilidad que había permitido apenas unos minutos antes. También repasé el pasillo con la mirada, reparando en la parejita acaramelada de allá y también en el hecho de que ya no había ni rastro de Maze, y resoplé ligeramente antes de volver la vista hacia el frente mientras avanzábamos hacia la azotea.

—¿Mhm? —acabé por murmurar, alzando un poco la cabeza para mirar a Joey en cuanto habló, e inmediatamente después solté una risa nasal, negando un par de veces con la cabeza con el mismo aire incrédulo que él—. We are, aren't we? Casi parece de mentira.

Abrí la puerta que daba a la azotea, pasando hacia el exterior por delante de Joey, y cogí una buena cantidad de aire fresco por la nariz antes de dejarlo salir en un suspiro pausado. Todo lo del cuarto oscuro había pasado, por mucho que casi pareciese un delirio de fiebre ahora que sentía un par de gotas salpicándome la piel, y si bien era aún un poco difícil de asimilar... no creía ser capaz de encontrar una pizca de arrepentimiento en mi interior.

Saqué la cajetilla de cigarros de mi falda, aunque de su interior escogí un porro que estaba sin empezar, y le di una calada profunda nada más encenderlo entre mis labios. Se lo extendí a Joey con una mirada cómplice, dejando salir la cortina de humo entre nosotros muy lentamente.

Más bien era como si el pedazo de infierno lo creásemos nosotros allá donde estuviésemos, sin importar la hora ni el lugar.

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perDÓN no me pude controlar ajsa pero ya, ya cierro *c desvanece*

 

La mañana se sintió jodidamente pesada, como si algo o alguien me hubiera amarrado un bloque de concreto en la espalda. No me gustaba, era una sensación de mierda y no estaba seguro cómo quitármela. ¿Si lo ignoraba simplemente desaparecería? No era muy bueno quedándome sentado y esperando que los milagros ocurrieran. ¿Intentar desanudarlo, entonces? ¿Cortar las sogas?

¿O debía romperlo?

La campana del receso me sobresaltó ligeramente y solté el aire en un suspiro pesado. Ordené mis cosas, lo hice sin prisa y las dejé en mi silla luego de haberme incorporado. No busqué mirar a Alisha ni hablarle, no me dio la puta gana y ni siquiera esperé a alcanzar la azotea para dejar un cigarrillo en mis labios. Lo moví de acá para allá sin concederle mayor pensamiento, subí el tramo de escaleras y entrecerré apenas los ojos; no había sol realmente, pero que todo allí fuera blanco igual cumplía. Eché un vistazo alrededor, saqué el mechero y me llené los pulmones de humo.

Well, this is it.

¿Qué hacía ahí? Ni siquiera yo lo sabía muy bien. Le había dado vueltas y más vueltas durante la mañana, reproduciendo en todos los órdenes diferentes la mierda que se había acumulado desde ayer. Al final, sólo conseguí una respuesta decente: me apetecía y ya. Los peores escenarios no me asustaban lo suficiente para evitarlo, y no me daba la puta gana quedarme de brazos cruzados. No sabía si era por Alisha, si era por mí, o el cabrón de Shimizu. Ni siquiera sabía si ya a esta altura tenía algo que ver con Sasha. Sólo me detuve al fondo de la azotea, de cara al paisaje, y solté el humo lentamente.

Tampoco sabía qué quería Shimizu, la verdad, pero pronto iba a descubrirlo, ¿cierto?

Lucky me.

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pa no perder la maravillosa costumbre de etiquetarte en lugares (?? Yáahl