Azotea

Tema en 'Cuarta planta' iniciado por Yugen, 9 Abril 2020.

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    Amane

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    Si Arata se había esperado mi movida o no era algo que no podía saber con seguridad, aunque la risa floja que soltó parecía indiciar cierta preferencia por el no. Aun así, eso no le impidió subirse al carro en cuestión de segundos y enganchar el brazo en mi cintura para pegarme más a su cuerpo si es que acaso eso era posible. Venga, que si me removía un poco para colocarme mejor como lo estaba haciendo en ese momento, seguramente chocaría con su entre... ups, efectivamente~

    Me encogí de hombros, sin darle mayor importancia al asunto del proyecto. Seguro que se las apañaban bastante bien sin mí, aunque había planeado buscarles en el receso para hacer mi parte y quitármelo de encima cuando antes. No quería deberle nada a nadie, ni siquiera algo tan tonto como parte de un proyecto escolar. Y de todas formas, ¿de qué se quejaba si luego iba a aceptar hacerme compañía?

    Notar su mano en el mentón me tomó un poco desprevenida, pero tan pronto como capté sus intenciones suavicé por completo las facciones y me sonreí antes de abrir los labios para poder recibir el humo que me estaba pasando. Eché la cabeza hacia atrás cuando terminó, aprovechando que había vuelto a sujetarme la cintura y me estaba proporcionando algo de sujeción, todo para soltar el humo restante hacia el cielo.

    Solté una risilla cuando me incorporé, pasé las manos por su cuello y ladeé la cabeza mientras lo repasaba con la mirada, en un gesto vago. Alcancé sus mejillas con los dedos e inmediatamente después me impulsé hacia delante para buscar su boca, con los labios ya entreabiertos para permitirme colar la lengua apenas un segundo después de empezar a besarlo. No sabía si era por el cansancio, la molestia, que llevaba rondándolo más de una semana o que la hierba me estaba empezando a hacer efecto, pero lo besé con unas ganas estúpidas.

    Quizás fuese un poco de todo, vete tú a saber.

    La cuestión es que lo besé con tantas ganas que cuando me digné a separarme, tenía hasta la respiración entrecortada y todo. Aun así, me hice de nuevo con el porro y le di una nueva calada, soltando el humo entre nosotros aun cuando lo estuve mirando todo el rato con una intensidad estúpida.

    —Qué considerado, Shimi-kun, gracias~ —murmuré, acariciando su mejilla con el pulgar de la mano que se había quedado ahí apoyada—. Y dime, ¿has pensado ya tu recompensa~?
     
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    A ver, nadie le iba a quitar a la barbie punk el hecho de que se clavaba unas estupideces dignas del libro de récords mundiales. Si es que la tonta parecía hasta querer superarse cada día, como si fuese su reto personal, así que allí estábamos y la jodida me había alcanzado la entrepierna al acomodarse mejor, intencional o no el punto fue que lo hizo y la estupidez solo me activó un par de interruptores para variar.

    El resto del espectáculo me lo monté porque sabía que no iba a negarse a recibirme el humo y evidentemente así fue, hasta sonrió antes de abrir la boca para recibirlo. No, si es que no estaríamos los dos en nuestra puta salsa haciendo el tonto todo el rato, como si viviéramos solo de movernos en el caos incluso cuando no habíamos culminado una mierda.

    Además, no era mentira que la cría esta me caía bien, quién sabe, quizás pudiésemos ser muy buenos amigos~

    Seguí sus movimientos cuando echó la cabeza hacia atrás para soltar el humo un poco porque me dio la gana, repasé los contornos de su cuello, del rostro, luego volví a bajar solo para adivinar las curvas del resto de su cuerpo con la vista. ¿Qué si me la había comido con la mirada? Pues sí, lo mismo que hacía casi todo el punto mundo, porque no le hacía ascos a muchas cosas en la vida.

    Al volver a la posición anterior me echó las manos al cuello, me repasó con la vista y casi juré que se nos fusionó la puta neurona o algo, porque me le fui encima medio segundo después de que ella se impulsara para hundirse en mi boca sin escalas de ninguna clase. Aumenté un poco la fuerza en el agarre en torno a su cintura, ladeé la cabeza y me empujé dentro de su boca con las mismas ganas ridículas que ella lo había hecho, hasta dónde me dio la puta gana y como quise.

    La dejé separarse cuando así lo quiso y me hizo ver que la respiración le había quedado un poco en la mierda. Me relamí los labios por pura manía con la vista puesta en ella, incluso cuando soltó el humo entre medio de los dos y solté la risa al escuchar su pregunta.

    —Yo creí que ya la estaba cobrando~ —Alcancé a quitarle el porro de nuevo y darle una nueva calada—. La ventaja es que como voy a quedarme contigo en vez de ir a clase, tenemos tiempo de sobra.

    Exhalé el humo hacia un costado, dejé el porro a un lado y ahora con la mano libre la posé en su mejilla hasta deslizarla a su cuello, finalmente a su nuca, de forma que la empujé de regreso a mi boca. Con la mano que había mantenido en su cintura me las arreglé para levantar el blazer, luego la camisa para poder afianzar el agarre sobre su piel, casi enterrándole los dedos en la espalda baja.

    Bueno, a ver, esas eran las cosas que pasaban cuando hacía el imbécil tantos días.
     
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    Amane

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    adjunto temazo también bc why not, i love it

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    Una cosa estaba quedando bastante clara con todo el rollo que nos estábamos montando, y eso era que ambos pecábamos de ser el mismo tipo de estúpidos. Había notado como se había lanzado a besarme casi al mismo segundo en el que yo decidí hacerlo, y un poquito de gracia sí me hizo que se nos conectase la neurona justo para eso, aunque tampoco hice mucho más al respecto y simplemente le dejé hacer como le viniese en gana.

    Asentí con la cabeza de manera algo distraída, más bien concentrada en repasar las facciones de su rostro que en escucharlo realmente, y solamente me distraje de aquella tarea cuando lo vi dejar el porro a un lado después de darle otra calada. ¿Eh~? Qué lindo, Shimi-kun, queriendo prestarme toda la atención a mí~

    Casi pude notar el ronroneo que me vibró en el pecho cuando sentí su mano en mi mejilla, haciéndome inclinar un poco la cabeza para ahondar el roce, y luego se deslizó hasta hacerme recibir sus labios de nueva cuenta. Y nuevamente me dejé hacer sin más, presionándome en su interior con insistencia, hasta que noté sus dedos enterrándose en mi piel y me separé apenas para soltar un suspiro pesado contra sus labios.

    Colé las manos entre nosotros y busqué meterlas dentro de su camiseta, para poder rozarle la piel con la yema de los dedos. Me incliné de nuevo con claras intenciones de seguir el beso que yo misma había cortado, pero paré en seco a apenas un milímetro de alcanzar el objetivo.

    —¿Sabes qué? —murmuré, rozando apenas sus labios al hablar—. Tienes razón~

    Me erguí entonces casi como un resorte, y me liberé de su agarre para poder bajarme de su regazo y todo, sonriéndole después con una alegría casi infantil que nada tenía que ver con el humor que de verdad llevaba encima.

    >>Tenemos tiempo de sobra, ¿por qué las prisas~?

    Me terminé de quitar entonces el blazer y lo tiré al suelo, dejándome caer sobre el mismo instantes después y así acabar sentada con la espalda apoyada en la verja. Eché también la cabeza hacia atrás, chocando con la misma, y le eché un vistazo de soslayo al chico mientras me desabrochaba un par de botones de la camisa.

    >>Hace calor hoy, ¿no crees?

    De dónde me salen tantas zorras, de verdad me lo pregunto
     
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    Zireael

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    No, si es que cuando tenía suerte daba con cada imbécil que parecía haber salido del mismo hueco que yo al menos con lo de hacer puras idioteces, de verdad. Ya no sabía si era la búsqueda de no tomarse una mierda en serio, solo el hecho de que era más impulsivo que pagado a hacer o que era bastante desastroso para las cosas que no eran importantes que, bueno, eso englobaba un noventa y cinco por ciento de lo que me rodeaba. Igual y eran todas juntas, qué sé yo.

    El caso es que lo dijese o no, estaba también bastante hasta los cojones del fin de semana que había acabado por tener por cortesía de la gracia de Sugino de haber dejado al otro estúpido como carne molida. Me comí el domingo y el lunes durmiendo como tres horas solo por vigilar al idiota, porque ya me había dado cuenta que todo el dolor que no reflejaba parecía notársele cuando se dormía y además, conociéndolo, lo cierto es que temí que se levantara y se fuera a mitad de la noche.

    Todo para que el pedazo de cabrón se apareciera por la tarde, ignorando como un campeón ya no solo lo que yo le dije sino directamente las indicaciones de Yuzu y mira que desobedecerle a big sis no era lo que se dice una buena idea. Así que allí estaba y aunque había podido dormir bien por fin, lo cierto era que me seguía sintiendo cansado y de mala hostia.

    Pero de todas maneras en la calle todos vivíamos de mal humor, la diferencia era cómo lidiábamos con él suponía.

    La jodida se dejaba hacer, nada que sorprendiera demasiado, aunque claro cuando me echó aquel suspiro encima sí me fui un poco a la mierda y la sonrisa de mierda me subió a los labios, que solo terminó por acentuarse cuando coló las manos en la ropa. Claro que la señorita aquí, que parecía querer la atención de todo Dios casi más que otro que me conocía, no iba a quedarse quieta todo el rato y no reinició el beso, sino que habló prácticamente encima de mí.

    Se incorporó como si tuviese un resorte en el culo, a lo que solo me limité a encogerme de hombros, estirar la mano para tomar el porro y regresármelo al bolsillo. De paso saqué otra vez los dulces que me había dado y me llevé otro par a la boca en lo que ella hacía sus cosas; cuando la vi sentarse sobre el blazer solo seguí pensando estupideces y para variar, no las pensaba mucho antes de hacerlas.

    Despegué la espalda de la reja, giré el cuerpo y básicamente porque me dio la gana me recosté apoyando la cabeza en su regazo. Me pasé la lengua por los dientes, deshaciendo el dulce que me había quedado y busqué sus ojos, la había visto desabrocharse la camisa pero lo dejé correr, total ya estaba visto que a veces dejaba correr las cosas porque sí.

    —Un poco —contesté sin más a lo del calor—. ¿O no será solo cosa tuya, Ri-chan~?

    Solté una risa baja y entrecerré los ojos porque el sol sí que fastidiaba un poco la vista.


    algunas dudas no encuentran respuesta gabi
     
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    Amane

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    Eso... eso definitivamente no me lo había esperado en absoluto.

    Seguí su movimiento con la mirada porque no me quedó de otra, siendo que había centrado mi atención por completo en él, y me quedé completamente bloqueada cuando sentí el peso de su cabeza en mi regazo. Pestañeé un par de veces, sin dejar de mirarlo, y al final una sonrisa de lo más estúpida se me plasmó en los labios cuando recibí su mirada desde ahí abajo.

    No era exactamente la clase de reacción que había esperado después de haberle cortado todo el asunto, sobre todo con las ganas con las que nos habíamos comido las bocas, y sin embargo ahí estaba, aflojándome todo el mal humor con un gesto de lo más simple. Sin querer, seguramente, pero al final lo había conseguido.

    Qué tonto.

    —¿Qué insinúas? ¿Que estoy caliente, acaso~?

    Le respondí a la broma un poco porque sí, porque era lo que pegaba, pero había suavizado tanto la voz que lo cierto era que había perdido todo el efecto de pudiese haber tenido en otro momento. No me importó mucho en ese momento, así cómo tampoco me importó llevar una mano hacia su rostro para proporcionarle caricias vagas aquí y allá. Había entrecerrado los ojos por culpa del sol y lo insté a cerrarlos por completo en medio de las caricias.

    De nuevo, no lo pensé mucho. Yo misma cerré los ojos aun con la cabeza apoyada sobre la verja y comencé a tararear el ritmo de una canción lenta, con los labios cerrados pero la voz suave repercutiendo desde mi garganta. Era la nana que me solía cantar, irónicamente, Nana cuando era más pequeña y la ausencia constante de mis padres me afectaba mucho más que ahora. Siempre había logrado calmarme, incluso cuando pensaba que no había manera de bajarme los nervios, y no dudé ni un segundo en compartirla con el chico en un intento de conseguir el mismo efecto.

    No hacía falta que lo dijese ni que lo demostrase, a todos nos pesaba algo en el corazón en casi todo momento.

    Lmao, yo así de: van a echarse un polvazo y se va a animar por el orgasmo no sé qué
    y arata like: que te softee a la niña dices
     
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    Zireael

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    Era una estupidez que había hecho porque me salió del culo y ya, tan simple como eso, pero fue evidente que no era la reacción que ella esperaba en lo más mínimo. De hecho pareció que el cerebro le tiró pantallazo azul por unos sólidos segundos, parpadeó y se quedó bloqueada mirándome hasta que al final se le aflojó una sonrisa completamente diferente. Fue una sonrisa de tonta, para qué mentirnos, y fue solo en ese momento en que me di cuenta que le había sacudido algo de encima, ni idea del qué, pero lo había hecho.

    Repasé sus gestos con la vista vete a saber por qué, sólo no recordaba haber visto a Riamu sonreír de esa manera y quizás, sólo quizás, pensé que valía la pena recordarlo. Seguramente le sacaba un año entero esta chica, como era de suponer, pero más que eso era que sabía que yo simplemente no pertenecía a esa sección del mundo.

    Había nacido en un barrio rojo y moriría en él, me iban a rajar con una navaja algún día o las sirenas de la policía acabarían por alcanzarme, lo que pasara primero. Estaba en esa escuela de niños pijos por la movida rara que había hecho el padre de Altan y poco más. Había perdido la cara de crío antes de siquiera cumplir los doce, vivía de mala hostia desde que tenía uso de razón y había saltado a la calle para librar a mis hermanos de lo mismo. Me había convertido en un delincuente juvenil en todas las de la ley para proteger, de hecho, sonrisas parecidas a las que esta idiota me acaba de echar encima.

    Se lo había dicho a Sonnen. En el infierno respetábamos la felicidad de los otros hasta dónde podíamos, esa era al menos la ley de Yako y lo que el loco decía, se hacía.

    Incluso estando muerto.

    —¿Yo? ¿Me crees capaz de semejante insinuación? —respondí tragándome la risa.

    Le respondí porque sí, pero noté que a la idiota hasta el tono de voz se le había suavizado y me pregunté si debajo de todo su caos, de aquella necesidad estúpida de tener la atención, corría algo mucho más básico que solo querer, no sé, resaltar. Algo remotamente parecido al afecto parecía bastarle de repente y eso era en realidad bastante deprimente, porque mira que ir a suavizarte así porque un pandillero de mierda se te echara en el regazo era casi preocupante.

    No conté con que fuese a comenzar a acariciarme, pero tampoco le iba a hacer el feo y me permití cerrar los ojos cuando me instó a hacerlo. No me detenía a este tipo de mierdas casi nunca, de hecho no recordaba la última vez que alguien solo me había acariciado y ya, incluso sin ser arisco. Solo era... brusco y ya, así que no había muestras de afecto ni nada en mi versión del mundo, ni siquiera dentro de mi propia familia.

    Había contenido un poco el peso de mi cabeza, no sé, solo para no aflojarle todo encima de gratis pero fue escucharla comenzar a tararear y aflojé los músculos sin siquiera ser consciente de ello. No me di cuenta tampoco que incluso suavicé las facciones, cosa que no me permitía casi nunca porque o tenía la burla constante o solo cara de mala leche.

    Lo siguiente que se me ocurrió sí lo reflexioné un poco más, me cruzó por la cabeza y se quedó rebotando unos segundos, hasta que me decidí por solo hacerlo y ya. No era que importara de por sí.

    Busqué la mano con que me había estado acariciando el rostro, la tomé y alcancé a dejarle un beso en el dorso. Me distraje después repasando el contorno de la palma, de sus dedos y tal, porque bueno ya estaba visto que mi atención fluctuaba a la mínima cosa.

    Había abierto los ojos para seguir mis propios movimientos y en cierto punto me hizo gracia ver el contraste de mi mano tatuada contra la suya. La cabeza del indicador en el dorso, con el resto del cuerpo discurriendo al antebrazo para mezclarse con el resto de dibujos. No me detenía a pensar en ello con frecuencia, no sabiendo que en Japón los tatuajes eran mal vistos, pero en ese momento quizás me di cuenta por qué.

    Trazaban la línea entre ellos y nosotros de forma literal.

    What the hell just happened
     
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    Amane

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    Era plenamente consciente de que solo me estaba exponiendo en ese momento, que mis reacciones tan genuinas me estaban dejando como un libro abierto delante de Arata. La cuestión de si me importaba mucho o no era un tema aparte.

    No tenía realmente ningún motivo para confiar en Arata, si tan solo habíamos estado tonteando como estúpidos desde que me tocó hacerle el recorrido por la academia, pero ahí estábamos y tampoco se sentía del todo incorrecto. No era ninguna estúpida orgullosa que se colocaba máscaras por esconder lo que sentía o por cualquiera de esos motivos turbios; fingía para adaptarme a los demás y asegurarme de que quisiesen estar conmigo pero no me causaba ningún dilema dejar eso de lado y ser genuina de vez en cuando.

    Era, de hecho, mucho más satisfactorio cuando me aceptan por ser cómo era.

    Noté cómo destensaba todos los músculos nada más empezar a tararear y entreabrí los ojos para comprobarlo, acentuando un poco más la sonrisa al ver que también había suavizado las facciones con toda la tontería. Joder, que me lo había arrastrado para echarle un polvo y ahora estaba cantándole como si fuese un niño cuando era técnicamente mayor que yo, si es que la vida daba demasiadas vueltas en apenas unos minutos.

    Sentí entonces cómo se hacía con mi mano para depositar un beso sobre el dorso y paré de cantar en ese preciso instante, abriendo un poco más los ojos para poder seguir sus movimientos. No opuse ninguna resistencia y lo dejé hacer sin más, aunque después de un rato levanté la mano que tenía libre y comencé a delinear los tatuajes de sus brazos con la yema de los dedos.

    Nunca me habían molestado, me parecían de lo más bonitos cuando se hacían bien, y yo tenía algunos pequeños que me había hecho mayoritariamente en arranques de molestia o porque me aburría demasiado. Me preguntaba si los suyos tenían alguna historia detrás, si... Arata tenía una historia detrás, una compleja que le hubiese hecho ser cómo era.

    ¿No estaba el Sakura, al final del día, lleno de puros desgraciados con historias complejas a sus espaldas?

    —¿Sabes, Ara-kun? Así de tranquilito no parece que seas un viejo de 19 años~

    Así y todo, no quería ponerme tremendamente profunda a las ocho de la mañana.

    we i was crying istg
     
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    La chiquilla más o menos estaba poniéndose como un libro, podía imaginarme el por qué de ciertas cosas y tal, de hecho de haber sido siquiera un poco más hijo de puta hubiese dicho algo más al respecto, pero lo poco de algo remotamente parecido a la decencia que me quedaba me hizo callarme y dejarla estar. Decencia decía, era solo mi puta cabeza aferrada a la idea de algo que había dicho un puto salido que ya la había palmado, revuelto con mi propia experiencia.

    Podía picar, picar y picar, pero veía un solo atisbo de algo genuino y paraba el carro en seco. Que yo no supiera qué cojones hacer con las emociones reales no implicaba que fuese a joder a nadie por mostrarlas, es más, de alguna forma era una suerte de consuelo que quedaran idiotas capaces de hacerlos. Desde Yumemi hasta Hiradaira, pasando incluso por algunos de los diablos que uno creía incapaces de ello.

    Tampoco había nadie que pudiese juzgarla por andar por la vida adaptándose con tal de que la gente quisiera estar con ella, era hasta normal, en el fondo nadie quería ser rechazado o al menos eso imaginaba, así que tarde o temprano todos hacíamos lo mismo que ella. A algunos se les volaba la pinza, claro, llegaban a los extremos de la escala para ganarse esa simpatía y actuaban como lobos hambrientos apenas alguien les ofrecía un atisbo de lo que deseaban. Abrían las fauces, encajaban los dientes y se empapaban de sangre ajena, revolcándose en algo que les pateaba el cerebro peor que cualquier droga sintética.

    La estupidez del beso en la mano la hizo dejar de tararear y ahí sí tuve que contener la risa, porque parecía que la idiota iba a seguir tirando pantallazo azul con esas cosas, incluso si era plenamente consciente de que las hacía solo porque sí. Cuando alzó la mano para delinear los tatuajes la dejé estar, eso no era raro, de hecho hasta el estúpido de Sonnen lo había hecho y me daba igual.

    Seguí el movimiento de sus dedos, cada línea que siguió, y no me di cuenta de que la respiración se me había relentizado bastante. Era un estupidez pero fue como si hubiese sido capaz de detenerme un segundo solo estar allí, no tenía otras cosas pasándome por la cabeza. Ni lo que debía hacer al llegar a Shinjuku, ni cómo le habría ido al corderito con Sugino o qué cojones hacía un lobo metido tan pancho en esa academia y qué mierda le habría hecho a Kohaku. Nada, simplemente arrojé todo por la borda unos minutos.

    —¿Me estás diciendo que tengo cara de viejo, Ri-chan? —pregunté casi en voz baja, aunque aún así se notó que iba de coña como siempre—. Deberías respetar a tus mayores, ¿sabes? Hasta deberías decirme senpai~ pero ya ni modo, te dejaré llamarme como quieras porque llevas haciéndolo muchos días de por sí.


    permiso wa seguir llorando en una esquina
     
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    Nunca había pretendido ser el espacio seguro de nadie, si acaso era yo la que en realidad estaba en una búsqueda constante de la persona adecuada a la que acudir en cualquier momento para sentirte seguro, protegido. No estaba diciendo que fuese algo así para Arata, ni mucho menos, pero tampoco era ciega; tampoco pretendía negar el hecho de que verlo tan repentinamente tranquilo en mi presencia no me llenaba de una calidez extraña.

    Solté una risilla ligera cuando lo escuché y separé la mano de su brazo para llevarla de nuevo a su rostro, repasando la zona de su frente con la yema de los dedos.

    —No soy yo, cielo, es que hasta arrugas tienes, mira —solté, señalando zonas al azar como si de verdad estuviese encontrando alguna especie de marca de vejez—. Y, ¿oh? Creo que estoy viendo una cana~ —canturreé, casi sin poder aguantarme la risa, mientras deslizaba la mano hasta alcanzar su pelo.

    Negué ligeramente con la cabeza y separé los dedos de su rostro para llevármelos a la nariz, rascando la zona que estaba empezando a picarme por las ganas de estornudar que me estaban entrando. Eh~ ¿Me estarían echando mucho de menos mis compañeros de proyecto o qué pasaba ahí?

    >>Está bien, iba a seguir llamándote como me diese la gana porque soy una rebelde, ya ves~ Además, ¿no gano el derecho a quitar el senpai después de habernos comido las bocas? ¿O hace falta algo más para tener ese honor~?

    Ahí iba a de nuevo con la tontería, sí, pero lo cierto era que a pesar de estar tirándole la caña de nuevo de manera tan descarada, tampoco había soltado la mano que me había dado en todo este rato. Era un poco como tener cosas de ambos mundos, y ya se había visto que era lo suficientemente caprichosa como para querer quedarme con ambas cosas al alcance de la mano.
     
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    Quizás lo que nos uniese a todos con un hilo finísimo era esa incapacidad de parar quietos un segundo, en silencio o no el caso es que todos estábamos subidos en un coche hasta el culo de gasolina y le metíamos gas apenas iniciar el día, a veces hasta pisábamos el pedal con algo más de mala leche de lo normal, con la idea de llevarnos a un poco de gente por delante sin ningún tipo de pesar. Era un mundo en el que no había muchas medias tintas realmente, incluso los que no estaban cagados desde el núcleo terminaban dicotomizando todo de esa manera, había gente que interesaba y gente que podíamos arrollar con un camión de seis ejes y todavía dormir plácidamente por la noche.

    Más importante que eso, solo éramos capaces de pausarnos cuando alguna cuestión externa nos forzaba a ello. Fuese de un golpe, por enfermedad o con algo mucho más simple todavía, que era básicamente lo que había hecho Riamu así sin más.

    La idiota siguió subida en el tren, me dejó el brazo y llevó la mano a mi frente para repasarla con los dedos. Nada era en serio, obviamente, pero tampoco iba a negar que un poco de razón llevaba, es decir, cara de crío no tenía desde hace más tiempo del que uno quisiera admitir y mira, casi me podía creer que de verdad tuviese una cana de puro estrés. Algo así como cuando el cabello de mi madre me pareció hecho de paja mientras lloraba como cría porque el dinero no le alcanzaba.

    —Pero tampoco me expongas así, mira que hasta se disimulan entre el resto del pelo —respondí junto a una risa baja, la vi llevarse los dedos al rostro para rascarse la nariz y juré que me iba a dejar ir el estornudo encima—. ¿Qué pasa con eso? ¿Compañeritos de proyecto que no dejan de hablar de tu ausencia~?

    La siguiente risa que se me escapó llevó un poco más de ganas y me encogí de hombros desde mi lugar.

    —Qué sé yo, hay apariencias que mantener~ —Aflojé el agarre en su mano, la dejé sobre mi pecho y reinicié las caricias en el dorso con aire distraído—., aunque no seré yo el que se queje si terminamos lo que comenzamos.
     
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    Levanté la mano para enseñarle la palma, como pidiéndole perdón por haber hecho algo tan terrible cómo exponerlo, y al final tuve que revolverle un poco el pelo en un gesto hasta cariñoso, recuperando la diversión en mi rostro. Claramente me estaba quedando con él, pero si llegase a tener alguna cana lo cierto era que sí se le disimularía muy fácil con el pelo rubio que tenía.

    —¿Uhm? Supongo~ O alguno de mis amantes que se ha despertado pensando en mí, ¿quién sabe? Estoy siempre muy solicitada~

    Aunque definitivamente tenían que ser mis queridos compañeros, que se habrían despertado ahora con que teníamos un proyecto y claro, entre solo tres no podían hacer un trabajo taaaaan laaaargo. Pft, tendría que ir a salvarles el culo durante el receso y era ciertamente divertido porque, vamos, solo estudiaba para pasar las clases y por pura obligación, pero qué remedio.

    >>Bueno, te llamaré senpai si tanta ilusión te hace, cariño~

    Luego soltó mi mano para dejarla sobre su pecho y, no dije nada al respecto, pero podía notar los latidos de su corazón desde ahí, aunque de forma bastante leve, y se sentía estúpidamente tranquilizador. De todas formas, siguió con las caricias de manera distraída y todo el ambiente me echó encima una somnolencia imposible de disimular, por lo que acabé bostezando y apoyando de nuevo la cabeza sobre la reja con los ojos cerrados.

    >>Venga, luego me enseñas que tan senpai eres de verdad~ —murmuré, bajando el tono de voz de manera inconsciente y prácticamente con un pie ya en el mundo de los sueños.

    Al final, lo único que había querido de verdad era poder descansar un poco más.
     
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    Gigi Blanche

    Gigi Blanche Equipo administrativo Game Master

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    Me había enfocado tanto en los postres, el regalo y todo lo demás que no me di cuenta de prestarle la debida atención a Jez. Apenas lo hice cuando le lancé encima la pregunta, si ella había hecho la bufanda, y distinguí el sonrojo que tiñó sus mejillas. No necesitaba ser una luminaria para darme cuenta que esa chica era un amor de persona, ¿verdad? Quizá demasiado para su propio bien, pero apenas me conocía y allí estaba, llenándome de regalos y atenciones. Como si fuese alguien importante o especial para ella, cuando el caso era que... bueno, me daba un poco de miedo la idea. Que me partiera un rayo, pero tampoco me gustaba la idea de lastimar a alguien así.

    No estaba bien, se viera por donde se viera.

    Me había dicho que la paciencia era una virtud y eso no lo dudaba, lástima que la paciencia, así como otras muchas virtudes, no existiera en mi almacén. Se tomó un momento para repasar el clima afuera ante mi propuesta y entonces, de la puta nada, se acercó y me plantó un beso en la mejilla. Otra vez, me quedé fuera de base unos pocos segundos hasta que reinicié el sistema. Total que siguió a lo suyo, recogiendo los postres y tal, y obedecí a lo de las sodas medio en piloto automático. Recién entonces espabilé un poco, arrancándome la culpa del pecho de un manotazo, y probablemente fuera egoísta, probablemente me fuera al infierno o algo, pero me incliné y yo también presioné los labios en su mejilla.

    —Gracias, Jez —murmuré muy cerca, sonriéndole, y me erguí para empezar a caminar.

    Unos cuantos pasos después me fijé y aminoré la marcha para que me alcanzara, así íbamos a la par. En el pasillo me di cuenta de la puta nada que hacía tiempo no sabía nada de Sonnen, cosa extraña. ¿Andaría metido en otras cosas? Bueno, por mí mejor, suponía. Podría tener talento para tocar cojones pero tampoco me hacía gracia tener al perro encima mío vigilando hasta el último de mis movimientos. Sentía que la hostia podía caerme en cualquier momento y mira, no.

    Me llevé ambas sodas a una mano para abrir la puerta de la azotea con la libre. La brisa me pegó en el rostro de repente y entrecerré los ojos hasta acostumbrarme a la luz. Caminé un par de metros antes de girarme hacia Jez y sonreírle.

    —Bueno, señorita, tenemos multitud de opciones para elegir —comencé, con un tono impostado de lo más señorial—. Está la mesa de aquí al centro, con excelente luz y circulación de aire. También tenemos unas cuantas mesas dispuestas en los laterales, con la inclusión exclusiva de un increíble y muy moderno espaldar. Y el sitio más premium de todos...

    Si alguien me hubiera dicho que compartía neurona con la enana de Hiradaira probablemente me habría reído. Me acerqué al techo de la azotea y extendí un brazo, bien erguido y risueño.

    —La planta alta, con las mejores vistas de Nishitama que podrá encontrar. —Relajé la postura y también la voz, acudiendo a su lado para hablarle con mayor suavidad tras soltar una risilla divertida—. ¿Dónde nos sentamos, Bellabel?
     
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    Zireael

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    ¿Qué si me importaba realmente el tipo de persona que ya comenzaba a tener claro que era Joey, incluso con esa máscara de livianidad? En ese momento la verdad era que no podía darme más igual. Yo hacía esas cosas porque sí, porque quería, porque era eso lo que me llenaba y era que en el fondo realmente estaba malditamente vacía. Tenía el cuerpo hueco, era frío y espantoso, por eso trataba de llenarlo con tanta insistencia haciendo cosas por otros, dándoles el amor que pensaba que todo mundo merecía con tal de sentir que hacía algo útil.

    Era egoísta hasta decir basta cuando lo pensaba a profundidad y solo por eso decidí lanzar el pensamiento por la cañería, porque no era día de estar pensando en nada de eso. El caso fue que bastaron esos segundos de divagación para que no esperara pero ni de chiste que se inclinara para besarme la mejilla también, en realidad no me lo hubiese esperado hasta sin estar distraída y era un tontería, pero el gesto había acentuado la calidez que ya sentía.

    Estiré la mano para alcanzar su mejilla y lo pellizqué como si fuese un chiquillo, solo porque quise, regresándole la sonrisa.

    —No tienes que agradecerme nada —respondí casi en voz baja.

    Lo seguí a mi ritmo, total que no tardó en acompasarse a mis pasos y así caminamos juntos hacia la azotea. Él abrió la puerta, ya no hacía el vendaval del otro día, pero ahí arriba casi siempre hacía algo de brisa así que sentí el flequillo rebelde hacerme cosquillas en el rostro, me lo aparté con la mano de un movimiento y entonces recibí la mirada de Joey y su sonrisa. Se puso un acento señorial más fingido que pagado a hacer, me aflojó una risa y le presté toda mi atención casi como si me estuviese diciendo secretos del gobierno.

    Cuando regresó a mi lado para preguntarme dónde nos sentábamos ni idea de por qué me monté al tren de la estupidez en segundos, pero el caso es que lo hice y empecé a recorrer el espacio como si estuviese sopesando las opciones. La supuesta mesa al centro, luego las laterales y giré sobre mi eje un par de veces, despacio. Las tablas de la falda siguieron el movimiento de mi cuerpo, lo mismo con la cascada de nieve y me permití otra risa aquí y allá.

    —Ah, no se vale, qué decisión tan difícil —dije con cierto tono de queja en la voz, aunque era claro que me estaba divirtiendo con toda la tontería.

    Regresé sobre mis pasos solo para acercarme a él otra vez, incliné un poco el cuerpo hacia adelante, invadiendo un poquito su espacio, y otra vez la sonrisa amplia me decoró el rostro antes de que le respondiera.

    —Tendré que tomar el espacio premium porque esta es una ocasión especial~ —Volví a mi espacio entonces, todavía sosteniendo el postre como si fuese cristalería fina—, pero lamento informarle, señor, que tendrá que ayudarme a subir.


    no puedo explicar la manera en que esta cheerful jez me hace bien al alma
     
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    Gigi Blanche

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    Cuando me pellizcó la mejilla arrugué el gesto como un chiquillo, no cargó ni un atisbo de molestia o fastidio, sin embargo, la sonrisa permaneció a todo momento. Luego de presentarle las opciones de la azotea y regresar a su lado, me tomé un instante para detallar el color de sus ojos y luego avanzó, no dejándome más opción que seguirla con la mirada. Parecía estar sopesando la información como si realmente nos encontráramos en un restaurante de lujo y pensé que era agradable verla así, contenta y relajada. No sabía nada de la vida de Jez, no era de los que se entrometían y, de hecho, lo que conocía de las personas acababa siendo por accidente o por el flujo de la vida misma. Sólo esperaba que lo que sea estuviera permitiéndole comportarse así, bueno, se mantuviera en su lugar.

    No le quité la vista de encima en ningún momento, hasta que se acercó, se inclinó hacia mí y reflejé una porción de su sonrisa. Un poquito me había imaginado que iba a tomar la opción más rara de todas y confirmarlo me arrojó otro chispazo de emoción infantil al cuerpo. Me esforcé por suprimir la diversión en mi rostro, todo con tal de mantener el teatro, y asentí con la firmeza de un militar antes de acercarme a la pared. Mi idea había sido ayudarla desde abajo, pero me di cuenta de este pequeño detalle que, mira, no era digno de ningún caballero. Tuve que quedarme pensando un par de segundos hasta que alcé las cejas, golpeando el puño sobre mi otra mano.

    —Ah, ya sé, ya sé, ya sé —murmuré a tropel, indicándole a Jez que viniera junto a mí mientras me quitaba la corbata—. Ven, ven, necesito que me vendes los ojos.

    Porque ¡mira si acababa viendo sus panties o algo! ¡Eso sería una aberración!
     
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    Zireael

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    Podía calificar de idiotez, pero la alegría que tenía encima venía directamente de poder haberle preparado algo por su cumpleaños, todo era así de simple. Casi siempre me comportaba así cuando organizaba alguna cosa para alguien, por pequeño que fuese, era como si cualquier atisbo de timidez desapareciera y me permitiera ser mucho más suelta. Nada que hacerle, al menos Joey no parecía incómodo con ello y me quedaba tranquila.

    Asintió con firmeza y no sé, toda la estupidez seguía haciéndome demasiada gracia. Lo vi acercarse a la pared, pero de repente pareció conectar neuronas o lo que fuese, el caso es que cayó en cuenta de algo un poco de la nada, me quedé en mi lugar, parpadeando un par de veces y solo reaccioné cuando me indicó que me acercara a su lado. Intercambié la mirada entre él y la corbata que acababa de quitarse, no sé cómo no me le reí en la cara, porque la cuestión era para mearse, pero seguí subida en el tren.

    Navegué el espacio con la vista, solo para dejar las cosas que traía en algún lugar que no pareciera estar demasiado sucio ni nada y una vez hecho eso tomé la corbata.

    —Pero a ver, agáchate un poco que si no te has dado cuenta vengo en tamaño de bolsillo —dije con cierto tono de reclamo impostado, total digamos que sabía que me haría caso.

    Me las arreglé para vendarle los ojos, lo hice con un cuidado estúpido y me distraje con su cabello unos segundos, hundiendo los dedos suavemente para dedicarle una caricia liviana. Ni idea qué tenía este chico, pero el caso era que desde lo del club hacía un poco lo que me daba la gana a su alrededor, así que cuando la tontería me pasó por la cabeza pues solo la dejé fluir.

    Apoyé las manos en sus hombros y alcancé a dejarle un beso en los labios, estuvo a nada de ser un roce, y retrocedí como si nada.

    —¡No vayas a dejarme caer por la tontería de vendarte los ojos! —exclamé porque caí de repente que no sanaba particularmente prudente y aún así era casi una broma, porque veía la posibilidad realmente de que eso pasara.
     
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    Gigi Blanche

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    No dudé que fuera a aceptar, la verdad, tampoco veía razones para ello. Un poco de gratis y sin venir a cuento habíamos establecido un tiempo libre para lo que era el resto del mundo, si se quiere, para ponerle un freno a los problemas y decir y hacer estupideces pues porque sí, porque éramos adolescentes y en la hora del receso no teníamos más responsabilidades que la de pasarla bien. O no deberíamos, al menos.

    Solté una risilla cuando me pidió que me agachara y obedecí, estampando las palmas sobre los muslos como soporte. Aguardé quieto a que atara la corbata y se sintió extraño no ver nada, cosa lógica y que ya sabía ocurriría, pero no dejaba de sorprenderme. Vendarse los ojos me obligaba a imaginar el mundo de aquella manera, de forma permanente, y pensar en lo estúpidamente triste que me resultaba. La fotografía, por ejemplo, perdería todo el sentido que poseía. No podría guiarme por siluetas, sombras ni luces, no podría buscar el ángulo perfecto ni quedarme prendado de un atardecer como un maldito estúpido. Todo aquello donde encontraba refugio desaparecería de mi alcance, y ya no era la posibilidad mínima de quedarse ciego sino la consciencia de que la poca estabilidad que poseía pendía literalmente de un único hilo.

    Y era aterrador.

    Sonreí apenas al adivinar que estaría aprovechando para tocarme el cabello. No sabía yo qué tenían las chicas con mi cabello pero bueno, no sería quien se queje. Las caricias allí siempre me habían gustado, las creía capaces de calmar hasta a un toro cabreado, ni idea. No pensé nada extraño cuando sentí la presión en los hombros, aunque de por sí no me quedó mucho margen para analizarlo. Apenas un segundo después me besó y yo me limité a sonreír. El gesto me había resultado de lo más dulce.

    Me reí tras escucharla, lo cierto era que no estaba muy seguro del éxito del plan pero eso nunca me había detenido. Me acomodé junto a la pared, flexionando las piernas y colocando una mano encima de la otra frente a mí, para que ella hiciera pie y así elevarla hasta que alcanzara el borde del techo.

    —Venga, Bellabel, ¡puede no parecerlo pero estoy cien por ciento listo!
     
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    Zireael

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    Dicho y hecho, entre que yo le hacía caso y él me lo hacía a mí la verdad es que éramos dos imbéciles dándonos cuerda todo el rato. De cierta forma me resultaba refrescante y no sé por qué de la nada pensé que eran pocos los espacios donde me permitía eso, ser solo una adolescente en vez de la madre de todo el mundo incluso cuando era densa hasta decir basta. Invertía todas mis energías en cuidar de los otros, de mis primos, de Al, de las pocas amistades que tenía, que a veces me olvidaba de que yo también existía en el mundo y de repente allí, vendándole los ojos, sentí que estaba haciendo un intercambio algo más recíproco.

    No porque creyera que la gente no se interesaba por mí, eso ni de chiste, pero aunque pareciera que no, era consciente de cómo me dejaba de lado por el resto sin pensarlo y sin arrepentirme. Quería ser el faro en la oscuridad, el hogar, donde todos a los que quería mucho o poco pudieran volver cuando el mundo les cayera encima, aunque yo no supiera a dónde volvería en caso de que la cosa fuese al revés.

    No importaba.

    No había importado nunca.


    Que sonriera después de que lo besara casi me provocó ternura, ni idea, no pude contener el sentimiento o no me interesó y una parte de mí agradeció que no pudiera verme la sonrisa de idiota en la cara mientras lo veía acomodarse cerca de la pared y tal.

    En realidad no creía que fuese a dejarme caer, era una idiotez como una casa porque el tonto tenía los ojos vendados y en ese momento particular tampoco parecía el más listo de la camada, si trastabillaba él o yo erraba el cálculo mínimo le daba un buen beso a la pared. La cosa era que confiaba en Joey para que eso no pasara, con los ojos cubiertos o no, y no tenía motivos de peso para hacerlo, solo lo hacía y ya. No me interesaba pensarlo mucho tampoco, todas mis relaciones se basaban en esa confianza estúpida que había brindado desde el inicio y era posible que ni llevándome el fiasco de mi vida fuese a cambiar eso.

    Así de estúpida era.

    —Bien, bien —murmuré para mí, casi dándome ánimos—. ¡Si tú estás listo, entonces yo también!

    ¿A que le pateaba la cara? Dios mío, pobre niño.

    Me acerqué, tomé impulso y usé sus manos de pie para alcanzar el borde del techo con tal de poder subir. Por un segundo creí que la fuerza de los brazos no iba a darme, pero me las arreglé para lograrlo y ya arriba solté el aire de golpe, asomando la cabeza para buscar a Joey con la mirada. El cabello se me arremolinó alrededor unos segundos.

    —Ya está. Cariño, pásame las cosas, ¿quieres? ¡Y no se te ocurra intentar subir con los ojos vendados por la gracia, que te me matas o algo!
     
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    Gigi Blanche

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    Sólo me quedaba guiarme por los sonidos, la proximidad de sus pasos y lo que me dijera. Más o menos adiviné la cercanía y cuando sentí su pie encima de las manos, las tensé lo suficiente para impulsarla hacia arriba. Aguardé quieto, hasta que su peso me abandonó y recibí su voz indicándome que todo había salido bien. Me removí la corbata de un manotazo, alborotándome un poco el pelo, y entrecerré los ojos al alzar la cabeza. El cabello de nieve de Jez se derramaba en torno a su rostro y el sol le arrancaba destellos luminosos, casi que demasiado. Alcé los brazos, sonriendo animado, la corbata anudada agitándose de acá para allá.

    We nailed it! —festejé, calmándome luego para guardar la corbata en mi bolsillo hecha un bollo y empezar a recoger las cosas—. No te preocupes, Bellabel, estoy tonto pero no tanto.

    Le fui pasando las cosas, y cuando llegué a la caja de la bufanda me la quedé viendo un par de segundos hasta que la saqué, echándomela alrededor del cuello. Ni idea por qué, sólo me apeteció. De cierta forma olía a Jez y pensé que así debía ser también el aroma de su casa.

    Dulce y cálido.

    —Esto es lo último —le avisé, estirándome para darle la caja.

    Luego tomé carrera y escalé al techo con relativa facilidad, sólo un poquito agitado. Me sacudí las palmas, allí de pie, y le sonreí antes de sentarme con las piernas colgando.

    —¡Bueno! Todo listo. Ah, qué lindo es el paisaje desde aquí. —Busqué los postres con la vista como un crío ansioso y luego miré a Jez, intentando tragarme las ganas de ya ponernos a comer—. ¿Y bien? ¿Qué tal has estado estos días?


    hes such a child sometimes JSJAJSA
     
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    Zireael

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    De verdad, si no pareceríamos de repente un par de críos allí haciendo el tonto. Cuando asomé la cabeza lo que me recibió fue su cabello alborotado por haberse sacado la corbata, luego su festejó y se me escapó una risa que estuvo a nada de transformarse en una carcajada que contuve en lo que me alcanzaba todo, los postres, las sodas y luego la caja de su regalo, aunque decidió a medio camino enrollarse la bufanda en el cuello y me regresó la sonrisa estúpida a la cara.

    Ni siquiera me había parado a pensar que la lana que había usado debía tener impregnado el olor de mi casa, de mis cosas, ese que me arrullaba cada noche y que me recordaba siempre que tenía una familia que amaba profundamente. Ese que me había consolado más de una vez al abrazar a mis primos, a Nani o a tío Vic. Quizás me parecía tan natural que había llegado a pasarlo por alto, considerarlo parte del paisaje o quién sabe qué.

    Me aparté del borde una vez todo estuvo arriba, para darle espacio y que pudiese subir también. Ya cuando se sentó lo vi buscar el poster con cierta ansiedad infantil, como un chiquillo al que le dicen que se espere, que todavía no puede comer pastel y tuve que contener la risa mientras me ponía a buscar las velas que había zambullido en el fondo del maletín. Me detuve un segundo nada más para ver el paisaje, recorriéndolo con la vista y volví a enfocarme en mis cosas son una sonrisa tranquila en el rostro.

    —Algo atareada pero todo en orden. Mi primo menor se enfermó ayer, así que tuve que irme temprano para llevármelo a casa porque mis tíos no podían pasar por él —comenté con voz suave mientras acomodaba las velas sobre el pastel, frente al cartelito de Happy Birthday. Agradecía que fueran de unas que traían como un piquito para insertarlas, o seguro me habría cargado la capa de encima del tompouce—. Ya para la noche se sentía un poco mejor al menos.

    Señalé una de las porciones que parecía un poco maltrecha, como que le faltaba algo de crema para haber quedado bien rellena.

    —Esa seguro fue de la parte que rellenó Isaac, así que sabrás perdonar al niño de cuatro queriendo ayudar con tu postre de cumpleaños y a nuestros corazones débiles que no quisimos corregir lo que hizo. —Escarbé otra vez en el maletín para sacar un mechero que me había traído de casa, me acomodé para tapar con mi cuerpo la brisa y poder encender las velas—. ¡Ahí tienes tus famosas velas, Wickham! Espero que pidas el mejor deseo de la historia o por lo menos te diviertas.

    Busqué sus ojos para sonreírle.

    —Y ya, luego de esto podemos comer, que te estás muriendo de ganas y me di cuenta.


    can i eat him? im gonna eat him *chilla*
     
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  20.  
    Gigi Blanche

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    Puede que no me hubiera detenido a pensarlo de forma consciente, pero de una forma u otra siempre había asumido que el hogar de Jez debía ser estúpidamente cálido. Faltaban piezas, claro, eran de hecho fragmentos que ningún niño de diecisiete años debería echar en falta, pero la vida a veces era una perra y yo podía dar testimonio de ello. El caso era que, mal que mal, se las había arreglado para encontrar o construirse un lugar donde descansar, ¿verdad?

    Yo seguía dando tumbos, entre tanto.

    Su relato no me forzó a conectar los cables que habría debido, porque ¿quién en su sano juicio asumía de buenas a primeras que la persona frente a sí no tenía padres? No me di cuenta que vivía con sus tíos, si acaso asumí que habría llevado a su primito a su casa hasta que sus ellos pudieran recogerlo. Para colmo había sacado las dichosas velitas del maletín y, como el crío que estaba hecho, toda la atención se me fue ahí. Seguí los movimientos de sus manos en lo que las preparaba y solté una risa suave al detallar la parte maltrecha del postre, esa que su primito había hecho. Ni idea cómo lucía físicamente, pero la simple idea de imaginar a Jez con un niño haciendo ese postre me arrojó encima una calidez inmensa y el aroma de la bufanda, de un momento al otro, volvió a mi nariz.

    —¿Isaac es quien estaba enfermo? —cuestioné casi en un susurro, observando cómo encendía las velas.

    ¡Hasta mechero había traído, esa chica estaba en todo! Venga, con eso sí podría haberla ayudado. No me enorgullecía, eh, pero de utilidad era. Volví a reírme cuando soltó lo del deseo y reajusté la posición para acomodarme frente a ella. Dejé una pierna doblada sobre el suelo y la otra la flexioné, recargando el codo sobre mi rodilla. Me fijé en sus ojos, pensando el dichoso deseo, y me di cuenta que más que deseos en realidad lo que tenía atorado eran agradecimientos. Arrepentimientos también, pero en ese momento no me apetecía nada más de lo que ya tenía.

    Y lo que realmente quería igual era imposible.

    Me incliné y me llené la boca de aire, soplando las velitas como un crío. Se apagaron al mismo tiempo y pestañeé, el aroma del humo me cosquilleó en la nariz. Me erguí, entonces, y le dediqué a Jez una sonrisa orgullosa, amplia y a ojos cerrados, como si tuviera que felicitarme o algo ¿por haber apagado las velitas? Por favor.

    —¡Listo! —exclamé, contento, y me removí ansioso en mi lugar—. ¿Ya podemos comer?

    ¿En cuanto al deseo? Bueno...

    Que mamá esté contenta por mí en alguna parte.

    Nada que pudiera decir en voz alta.
     
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