Azotea

Oreki tojo

Era lo que el rubio suspuso, una misión para averiguar sobre un mal latente, esto le ponia en parte nervioso pero mas que nada aun tenia fe en sus habilidades.

—Entendido jefa...—Dijo Oreki con un saludo militar, podrian pensar que se lo tome a broma, pero hasta un niñato tan facil de impresionar como el podia tener cautela.

El chico solo miro a sus espalda y con su sonrisa afable de siempre se dirigio a su grupo.

—Intuyo que sera mejor ir cada uno por su lado pero...si alguien quiere acompañarme para un duo es bienvenido....la mision puede ser ¡pan comido!

Y culmino asi su invitación con su adagio favorito, esperaba por lo menos una respuesta pero sino, mejor ya que el preferia conocerlos en un paseo divertido y relajante.

A falta de respuesta el chico salio de la azotea despidiéndose de todos.

 

Hiroki Usui

Hiroki escuchó el discurso de Alice sin escuchar realmente. ¿Investigar? ¿Eran detectives ahora acaso? ¿Un mal que se avecinaba?

Resopló con hartazgo.

Qué fastidio.

Bueno ¿qué perdía realmente por intentarlo? Y además irían solos o en grupos pequeños lo que no sonaba tan mal. Podía aprovechar para pasear por el pueblo en solitario. Era un lugar completamente distinto de Tokio. Más calmado y menos problemático. Y aunque no le hacía mucha ilusión tener que socializar con la gente e indagar sobre nada, podía tomarlo a su ritmo.

En el momento en que pretendió girarse y marcharse por la puerta de la azotea sus pasos se detuvieron. Su ceño fruncido y arrugado por la misión próxima pareció destensarse ligeramente y su expresión, aunque siguió siendo tensa, se suavizó. Allí estaban Watanabe y Korosawa también. ¿Ah? ¿Cuando...? ¿Debería acercarse? Dentro de aquel grupo de desconocidos—e idiotas como Sanji—, ellas eran las únicas que no le resultaban tan indiferentes. No podía decir que fuera a volverse súper abierto y llamarlas por los pasillos para abrazarlas, pero saludarlas no estaría mal. Por algo se empezaba.

Se pasó una mano por el cabello cenizo, tenso. Incómodo. Esa manía que salía a flote cada vez que pretendía hacer algo que lo sacaba de su zona de confort.

—Kurosawa—la llamó con su voz rasposa. Bajó la mirada para ver a Nagi—. Watanabe. Esto es una mierda, pero...

Gruñó con pesadez y apartó la mirada. Joder, ¿y ahora no encontraba las palabras? ¿Por qué le costaba tanto tratar amablemente a la gente?

Ah, sí. Todo lo que había vivido desde su niñez era un abismo insalvable de violencia.

>>Agh... ¿qué carajo?—se reprochó a sí mismo cerrando los ojos y mostrando los dientes en una mueca irritada. Frustrado consigo mismo por su inseguridad y carácter asocial—. ¿Puedo ir con vosotras? Ike puede venir también.

Sus ojos ámbar se encontraron con los ojos naranjas de la muchacha del mechón azul. Esa chica rara. Sus palabras del día anterior hicieron eco en su cerebro. Quería ver a su perro. Y por tanto, quería verlo a él.

Quería verlo a él.

Eso fue todo lo que necesitó para dar el paso.

>>Querías volver a verlo, ¿no Kurosawa?

 

Yule Shirai

Mierda, mierda, mierda. Revisó una vez más la hora del mensaje de texto, echando a correr a toda prisa, saltando los escalones de dos en dos. Su agilidad era buena, pero parecía tener dos pies izquierdos, y en más de una ocasión casi se fue de bruces contra el suelo. Había sido el encargado de su clase para limpiar el pizarrón en el día de hoy y tarde se percató de la cita en la azotea.

De hecho ahora que lo pensaba, ¿había siquiera guardado la llave del aula? Se revolvió el cabello, exasperado. Hoy no era su día.

Yule entró algo agitado a la azotea. Restos de tiza manchaban su rostro y su uniforme, pero todo mereció la pena al ver que los chicos seguían allí. O al menos, algunos de ellos. Buscó con la mirada a la persona que les había convocado, y su rostro palideció al ver que no había ni rastro de ella. ¿Se había perdido la reunión?

Fue entonces cuando notó a Diane entre la multitud. El resto parecía tener una idea clara de a dónde ir, y ya comenzaban a dispersarse. Las palabras de la chica el día anterior resonaron en su cabeza, y decidió acercarse sin dudarlo más. Ella se había animado a acercarse, ¿no es cierto? Ahora era su momento de devolverselo.

—Yamaguchi-san —le tocó el hombro cuando llegó a su lado, y señaló con la mirada al resto de chicos, con cierto desconcierto en la mirada—. ¿Me he perdido de mucho? Vi el mensaje de texto tarde y bueno... —acarició su nuca, desviando la mirada en el proceso.

Por suerte, la joven fue tan amable de explicarle acerca de su primera misión. Tenían que investigar acerca de lo que estaba sucediendo en el pueblo, y pronto ambos chicos llegaron a la conclusión de que el mejor lugar para empezar podría ser la biblioteca del instituto. Con ánimos renovados, ambos se encaminaron hacia el lugar.

Contenido oculto

Me llevo a Luquitas con su permiso owo7

 

Nagi Watanabe.

Entonces... Alice, Igor y... El otro tipo de quien no recordaba su nombre ¿No eran malos? Bueno, les habían dado poderes, aunque supuestamente siempre estuvieron con ellos, por lo que más bien se podría decir que los ayudaron a conectarse con ellos, básicamente, de la manera más tétrica posible.

Así que revisar e investigar el pueblo, bueno, no debería ser muy difícil ¿No?... El puerto, Nagi deseaba ir lo más cercano a la costa, algún lugar donde vendieran pescados. Se le hizo agua la boca.

—Watanabe. Esto es una mierda, pero... — Nagi le miró con sus ojos grandes y asustadizos, nuevamente echándose detrás de Kurosawa.

Pero, espera ¿El chico lobo quería acompañarlas? ¿No era un asocial? Miró al chico lobo, que estaba mirando a Kurosawa, así que miró a Kurosawa después.

—Querías volver a verlo, ¿no Kurosawa? — ¿Hablaban de Ike? Claro que hablaban de Ike, vaya, tuvo la decencia de recordar aquella petición... ¿Se le acababa de hacer tierno un tipo tan intimidante? Pasó saliva, obviamente eso era algo que de lo que él nunca debería enterarse... Y a pesar de que el chico aún ponía demasiado nerviosa a Nagi, con Kurosawa se sentía segura, lo suficiente para hablar.

—¡Yo-yo no tengo problema! —dijo con sus grititos que parecían dichos en un tono normal. —E-es más, si-si-si llegara a pasar algo... — Watanabe estaba dudando seriamente en decirlo. — Peligroso... — Ahora era casi inaudible. —Se-serías de ayuda ¿N-no? —murmulló, mirando el piso, tronándose los dedos. Diablos, no lo tuvo que haber dicho. —¡Lo que quiero decir, es que necesito una pescaderia! —gritó muy nerviosa, en un intento que el mayor olvidara lo anterior dicho. — Do-donde conseguir peces... y demás... me encanta. —sentenció, desviando la mirada.

 

Sanji Allende

Abrí la puerta de la azotea, cuidadoso, con precaución, y mirando alrededor. Cada tanto, volvía a tener espasmos. La sensación fría del bisturí sobre mi cuello todavía podía sentirse, y seguía con las piernas débiles. Inhalé para calmarme, y luego solté el aire. Vamos, estaba en la azotea solo con una muchacha que nos veía con poco menos de dignidad que a unas hormigas, no en el consultorio de una enfermera que era seguramente una asesina encubierta. Ni siquiera había empezado el año escolar y ya quería vacaciones.

— Hola, ¿Alice? Tengo algo que te puede interesar. Y si no te interesa por Dios que al menos finge, casi muero por esta mierda.

 

—¿Hm?

Sanji encontró a Alice nuevamente sentada sobre la parte superior del edificio, mirando su teléfono celular. Parecía... algo asombrada con el aparato. Rápidamente lo guardó y dirigió su mirada al joven... quien procedió a contarle acerca del encuentro con Tanaka-sensei.

—Vaya, parece que no son tan inútiles después de todo —respondió Alice, sonriendo de lado—. Así que la enfermera se trae sus secretitos, ¿eh? Comenzamos a tener algunas piezas... quizás pueda armar todo el rompecabezas con un poco más de información...

>> Tal vez el hospital tenga más respuestas... ahí están los casos, ¿no? Ah, pero conociendo como se manejan los humanos... probablemente necesitéis una especie de tarjeta de acceso para ver a los pacientes, ¿no? Deberías tratar de conseguir eso.

 

Sanji Allende

Por un segundo creí estar soñando. En su rostro, Alice tenía...¿curiosidad? ¿Acaso esa muchacha podía flexionar los músculos de su cara de otra manera que no fuera un ceño fruncido y una mirada de asco? Increíble. Cada día, el mundo me sorprendía más y más. Sin embargo, su expresión normal volvió en cuanto se dio cuenta de mi presencia. Procedí a contarle lo que había averiguado, y OH POR DIOS. SONRIÓ. Era una sonrisa de costado, media sonrisa, a decir verdad. PERO IGUAL. SONRIÓ. ERA CAPAZ DE SONREÍR.

— Wow, puedes sonreír. El mundo es un lugar maravilloso.— dije, con las manos en los bolsillos. Cuando escuché el resto de lo que tenía para decirme, mi sonrisa se borró.— ¡JA! Ni en sueños. Casi me rebanan el cuello con un maldito bisturí. Un jodido bisturí. ¿Qué hacía una enfermera escolar con un bisturí, carajo? No pienso acercarme a ninguna instalación hospitalaria en los próximos, no sé, treinta o cuarenta años. Así que nos estamos viendo Alice, fue un gusto darte esa información, pero yo estoy out.

Había levantado los brazos mientras hablaba, dejando bien en claro que no quería tener que ver absolutamente más con esto. Ya había tenido mi cuota de amenazas letales, gracias. Sin embargo, en cuanto toqué el pomo de la puerta, sentí como si me hubieran partido el cerebro en dos. Solté un quejido de dolor bastante alto, mientras agarraba la cabeza y me encorvaba.

— ¡¿Enserio?! ¿Ahora vos? Ni un puto segundo de descanso. Ni uno solo. Creo que lo mejor será volver con la enfermera para que termine el trabajo, la verdad.— sentí otro chispazo, que era similar a los cachetazos suaves para acentuar una oración. Me di vuelta hacia Alice de vuelta.— ¿Y cómo planeas que obtenga una tarjeta de acceso, eh? A menos que internemos a uno de nuestros compañeros, dudo que pueda ingresar así como así.

Dios. Alice, Huitaca, Tanaka. Las mujeres iban a ser lo que acabara con mi vida, ¿no? O al menos, con mi salud mental.