Phineas y Ferb Awkward! 30 días de Doof y Perry

Tema en 'Fanfics sobre TV, Cine y Comics' iniciado por Plushy, 19 Diciembre 2014.

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  1. Threadmarks: Esto no es lo que parece
     
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    Awkward! 30 días de Doof y Perry
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    Esto no es lo que parece



    —P-Perry… Esto… ¡Esto no es lo que parece!

    El pobre ornitorrinco estaba atónito, no creía lo que veían sus ojos: el lugar devastado por lo que deducía una exhaustiva lucha; su enemigo en el piso, sucio, agotado y encima suyo… un panda.

    Un maldito panda con sombrero.

    Lo que parecía era que su némesis lo estaba engañando… con otro agente secreto.

    ¡¿Cómo rayos había sucedido?! Si tan sólo diez minutos antes Monograma lo había mandado a realizar su labor. ¿Acaso se trataba de una nueva asignación? O peor aún, ¿una destitución? No, esas no podían ser las causas; no era él el problema, era el panda. Sí, eso. Según el reglamento de la O.S.B.A. regla no. 426 cláusula XXV: "Ningún agente secreto puede luchar contra algún malhechor si este ya posee a un agente asignado."

    Un agente quebrando la ley… ¿era acaso eso lo que le desconcertaba?

    No, se trataba de algo más profundo y egoísta. No iba a permitir que NADIE se metiera con SU enemigo.

    —Mira Perry, yo sé que esto puede parecer confuso. —¡¿Confuso?! ¡Aquello era el caos total!—. Peter no es mi enemigo, sólo somos… malos amigos. —Con que el panda tenía un nombre, bien—. Nos conocimos en Seattle durante una reunión de M.E.R.M.E.L.A.D.A. y… tú sabes, él intentó frustrar mis planes y… —¡Momento! ¡¿En qué momento Heinz había ido a Seattle?! Juraría que lo tenía bien vigilado y, de todos modos, él siempre terminaba por contar a dónde viajaría. Acaso… ¿Ya se había hartado de ser su némesis?—. Perry por favor, no me pongas esa cara, haces esto más difícil —Perry alzó la mirada y notó que en una de sus mejillas había una huella del panda, ahora sí estaba deshecho—. ¡Ah! Peter, ¿podrías ir a la cocina por un poco de agua? Por favor. Perry, tal vez lo que necesitamos es darnos un poco de tiempo; ya sabes, conocer y pelear contra otras personas… Gracias, Peter, ¿gustas un trago? ¿No? Bien… sabes… esto realmente es incómodo, si gustas te acompaño a la entrada, si requieres algo sabes dónde vivo… tocas primero.

    Y así, literalmente Doofenshmirtz lo había sacado de su departamento y de su vida, ya que el estruendo de la lucha no tardó mucho en hacerse oír. Algo había muerto dentro de él al tiempo que algo nuevo nacía...

    Algo oscuro.

    Apretó los puños y bajó su fedora. Lentamente bajó por las escaleras y posteriormente su llanto fue ocultado por el inmenso aguacero que caía sobre la ciudad. Sólo los cielos podían saber el dolor que el monotrema llevaba dentro. O eso creía él.

    Doofenshmirtz cayó muerto sobre su sillón, no porque los golpes del panda hubiesen sido más certeros. Resentía más el ardor del pecho que el del resto de su cuerpo.

    —¿Estás seguro que esto era lo mejor?

    El panda asintió y le dio un pequeño tirón a su pantalón ya que la estatura le impedía darle una palmadita en la espalda.

    —Lo sé, regresará. Debo confesar que tu plan fue de lo más malvado, Peter.

    Por unos instantes su rostro cambió y mostró una pequeña mueca burlona.

    —Ahora que lo pienso, lo que mayormente me dio impresión era que Perry estaba muerto de celos.
     
    Última edición: 29 Septiembre 2018
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  2. Threadmarks: Durmiendo con el enemigo
     
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    Durmiendo con el enemigo



    Traer el bien a la ciudad era su misión; la seguridad a su hogar, su prioridad. ¿No debía eso hacerle feliz? Si aquello se conseguía venciendo al mal ¿no debería sentirse completamente afortunado? Normalmente así era.

    Pero no ese día.

    Pocas veces lo había visto así, lo notó desde el momento en que llegó, en su voz apagada, en su mirada perdida. Mucho antes de comenzar la batalla él ya estaba derrotado.

    Su recompensa tras casa misión era la de poder regresar a casa con su familia, esperar un plato lleno, un abrazo cariñoso y un "buenas noches, Perry" antes de ir a dormir. Pero al perdedor le aguardaba limpiar el desastre, ver otro sueño destruido y la amargura de que el mañana sería igual que el día anterior. Verlo desde esa perspectiva lo hacía sentir un poco culpable, pero vamos ¿se iba a dejar derrotar por mero sentimentalismo? ¡¿Por lástima?! Claro que no, hasta era tonto considerarlo, sencillamente no podía permitir poner en riesgo la seguridad de una ciudad entera por…

    ¿Qué era exactamente?

    Un rayo de luz de luna se filtraba por la ventana e iluminaba el rostro de Phineas; seguro soñaba con el invento más grande y fabuloso que pudiese existir. Tanto en sueños como en la vigilia, a su dueño le esperaba un gran porvenir, siempre un blanco amanecer.

    Para Heinz, pesadillas provocadas por los fantasmas del pasado y los demonios del presente.

    ¿Por qué no puede dejar de pensar en él?

    Tal vez una pequeña visita… ¿En qué estaba pensando? No sabía ni qué hora era pero no era necesario pues la idea era completamente descabellada; además, si ellos se despertaban y no lo encontraban se preocuparían mucho, ya bastante era tener que desgraciar una vida como para echar más al saco.

    ¿Era él la razón de su infinita desgracia?

    Estiró el brazo lo más que pudo para tomar una almohada y como un rayo realizó el intercambio, ahora el joven inventor se encontraba abrazando un trozo de tela con relleno pensando que era su adorada mascota. Avanzó unos cuantos pasos cuando sintió una mirada de reojo, volteó y nada, pero no estaba seguro ya que creyó ver por una fracción de segundo a Ferb con un ojo abierto.

    Perry llego a la sala y usó una de sus salidas secretas para aterrizar en su guarida. Tomó el turbojet y sin perder tiempo se dirigió hasta el D.E.I.



    A tu alrededor no hay nada, el pasto se ha marchitado y el frío viento ha erosionado todo a su paso, es el soplo de la muerte, nada crecerá ahí. Nada. Ya no habrá más ilusiones, ya no habrá más palabras de aliento. Estás solo.

    Déjate caer, si el acantilado está tan cerca…

    … Tan cerca…

    Déjate caer…

    ¡Cae!
    Si tan solo tú…
    Sostuvieses mi mano.


    Despierta...



    —¿Pe… Perry el ornitorrinco?

    Primero se talló los ojos, lentamente acercó una mano hacia él; quería estar seguro que no se ha terminado de volver loco. Por esa noche tiene suerte, la visión es real.

    —¡Perry el ornitorrinco! Yo… tuve un mal sueño, es todo.

    "¿Es todo?" Mejores mentiras se ha inventado con anterioridad.

    Perry se encontraba sentado a la orilla de su cama, lo suficientemente cerca como para percatarse de que hace no mucho estuvo llorando.

    —Está bien, al fin tú nunca te has creído mis mentiras. Es que…

    Comenzaba a temer que la historia que le iba a contar pudiera ser mucho hasta para sus nervios de acero, por eso con algo de temor puso su pequeña palma sobre su mano. Pero en una sorpresiva maniobra, él la retiró, cómo si la mano del ornitorrinco fuese de fuego.

    —Tú… ¡Tú me odias!... ¿Verdad?

    Perry estaba sorprendido. ¿A qué venía esa pregunta? ¿Era por ser enemigos?

    Se acercó más, pocas veces habían estado tan próximos obviando los combates, sus miradas se cruzaron formando una sola línea recta. En ese corto espacio tan íntimo... Perry le soltó una bofetada.

    Doof no reaccionó de forma violenta ni precipitada como de costumbre, sólo bajó la mirada aceptando la derrota de su pesimismo.

    —Ayer por la mañana discutí con Vanessa, ella insistía en estudiar la universidad en otro país, yo me negué porque no quería que se fuera, ya de por sí es doloroso limitarme a verla un par de fines de semana, no iba a poder aguantar la idea de que esas semanas se volviesen meses. Ella insistía en que era una adulta y que no estaba ahí para pedirme permiso sino para avisarme. No sé cómo terminé gritándole que se lo prohibía y ella…

    Perry tomó suavemente su mentón y para verse a sí mismo en el reflejo de sus lágrimas.

    —…¡Ella dijo que me odiaba, que haría lo que ella quisiera aunque eso significara no verme nunca más!

    El ornitorrinco no necesitaba ser ni padre ni humano para saber lo duro que podía ser un golpe de ese tipo y, considerando el historial de Doof, tenía la seguridad de que aquello lo fulminó por completo.

    —Cuando azotó la puerta vi a mi alrededor, ni siquiera Norm se encontraba —bonito momento eligió para salir a pasear—. Nunca antes me había sentido tan abandonado, tan destrozado. Después llegaste y me percaté que ni siquiera había terminado el invento. Estabas ahí porque Monograma te mandó, estabas ahí con decidía y por cumplir una orden, porque sencillamente eres el bueno de la película y tenías que darme mi merecido. ¿Quién puede querer a alguien así? Si yo a diario tuviera que verle la cara a alguien tan patético también le odiaría.

    Esta vez Perry se paró frente a él y le dio una cachetada más fuerte. Tampoco hizo nada por defenderse.

    —Tú y ella son lo único que me queda en el mundo, ahora ella se irá y tú… yo siempre te digo que te odio, pero como te he dicho, no eres ningún tonto y sabes cuándo te miento; mas tú no hablas y lo único que recibo de ti son ganchos al estómago y estas bofetadas —Heinz alzó la fedora del mamífero azul, con todo y que el orgullo le ordenaba impedírselo no hizo nada para evitarlo, a esas alturas ya no le afectaba que viera que en sus ojos también había lágrimas.

    —¿Me odias, Perry el ornitorrinco?

    Seguro que existían muchas formas de decirle que no, tal vez con un simple abrazo o con una sonrisa habría bastado, pero en ocasiones los sentimientos pueden más que la cabeza... porque estaba fuera de toda lógica y racionalidad que un animal que era agente secreto besase a su enemigo. O tal vez quien había terminado de perder la cabeza era Doofenshmirtz, ya que nadie con dos dedos de frente le robaría el aliento a un animal quimérico, ni mucho menos tendría la desfachatez de pedirle que se quedara a su lado por una sola noche para no seguirse sintiendo solo y abandonado.

    En definitiva le había ganado. La poca lucidez que le quedaba le recriminaba aceptar la petición, ya no faltaba tanto para el amanecer y si no llegaba a casa a tiempo iba a preocupar a sus dueños.

    No, falsa alarma, toda su sanidad mental lo abandonó al acomodarse a su lado, justo como lo hacía todas las noches, con la excepción de que los chicos no lo agarraban como a un osito de peluche al punto de casi estrangularlo. Al menos ya no se sentía tan culpaba por los tremendos bofetones propinados.

    No tardó nada en caer dormido, su rostro se veía tan sereno que comenzaba a pensar que todo el melodrama pasado no había sido otra cosa que un mal sueño suyo, también se preguntaba si lo que había hecho para calmarlo era parte del sueño. Se dio un pequeño pellizco para asegurarse de que no deliraba y volvió a tomar sus labios con la certeza de que ese instante le pertenecía a la realidad.




    Heinz sintió los rayos del amanecer justo en la cara, lamentando no haber mandado tapiar las ventanas cuando pudo. Al sentir una breve brisa, se percató que la ventana estaba abierta y que a su lado no había nadie.

    —Vaya, que sueño tan más raro, soñé que Perry venía a consolarme y… ¡Qué tontería! Como si de verdad se preocupara por mí.

    Se puso de pie, se colocó las pantuflas de panda y procedió a cerrar la ventana, cosa que le hizo dudar si el ruido que escuchó lo hizo él o si venia de atrás.

    Se dio la vuelta y frente a la puerta había un ornitorrinco con sombrero en la cabeza y una charola con el desayuno en las manos.

    Doof se dobló de brazos. —Vaya, vaya, que "inesperada" sorpresa, ¿el deber llama tan temprano? —Perry sonrió sarcásticamente, como diciendo "oh, ya vez, puedo ser impredecible si quiero".

    Ambos bajaron al comedor, no sin pelearse por ganar el preciado bote de azúcar y el tarro de mermelada.

    Al hogar Flinn-Flecher también llegaron las buenas vibras de la mañana, Ferb fue el primero en despertar, seguido del alegre pelirrojo.

    —Buenos días Ferb, buenos días Perry… Oye, ¿y Perry? ¿No es muy temprano como para que se desaparezca?

    —Olvidé limpiar su caja de arena y ha ido al jardín cercano, no tarda en regresar.

    Aunque el inglés no tenía conocimiento de que su mascota era un agente secreto, intuía que la razón por la se escapaba de forma tan sigilosa debía ser algo sumamente importante.

    Para cuando los chicos salieron al patio, Perry ya se encontraba bajo el árbol, listo para pasar un bello día de verano con ellos.
     
  3. Threadmarks: Una situación pegajosa
     
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    Una situación pegajosa



    Todos tenemos algún gusto culpable, una pequeña idea de la que cualquiera de nuestros amigos se reiría al punto de hacernos ruborizar y Heinz no era la excepción... quizá con el único detalle de tener un montón de tiempo libre y los recursos suficientes como para hacerlo realidad. Se lo pensó mucho antes de llevarlo a cabo, después de todo, ¿qué pensaría Perry el ornitorrinco? Tal vez no era necesario decírselo, bastaría con explicar que el nuevo inador servía para algo realmente perverso para que no abandonase el edificio al enterarse de qué constaba su plan.

    El agente apareció listo para entrar en acción, esta vez no haría el monólogo sobre algún triste acontecimiento de su más aún triste vida, sólo alardeó y alardeó sobre lo malvado de su trabajo; aunque el ornitorrinco se lo pensó por un momento, no se iba a quedar con los brazos cruzados esperando a ver los resultados. Con gran facilidad pudo esquivar los primeros disparos, pero un error de cálculo le hizo caer antes de tiempo y fue alcanzado por el rayo de color rosa.

    Doofenshmirtz se bajó del mando del inador y se dirigió hacia la pequeña criatura, pero no sin antes revisar que todas las ventanas estuviesen cerradas y que Norm estuviese desconectado. Después de todo, no podía arriesgarse a que alguien más se enterase de lo que acababa de hacer.

    Las pupilas de Perry se dilataron, los ojos de Meap se quedaban cortos en comparación, su cuerpo se esponjó como si recién hubiese salido de una sesión de lavado y secado y sus afiladas garras se volvieron más suaves que un paño de algodón.

    En lo más profundo de su ser tenía un pequeño sueño y es que cuando la vida sólo te había ofrecido desprecios, golpes y torturas físicas dignas de cualquier personaje animado de los años cincuenta, comienzas a pensar en lo lindo que sería recibir cariño de forma incondicional.

    “Parece que el adora-inador funcionó, pero quiero cerciorarme de ello; ven acá, Perry el ornitolindo

    Perry se había transformado en un peluche viviente, la bola de plumas saltó a los brazos del científico cual pomenaria recibiendo a su dueño.

    “Oh, sí que eres lindo, ¿quién te quiere, quien te quiere? pequeño.”

    El ornitorrinco movía sus patitas y se dejaba consentir. No había visto ni sentido algo tan adorable desde que cargaba a la pequeña Vanessa en brazos, sentir aquello después de tantos años le hacía brincar de felicidad. Frotó aquella bola de amor y ternura contra su rostro, a lo cual le respondió con pequeñas lamidas que le hacían cosquillas. Seguramente cualquiera de los miembros de M.E.R.M.E.L.A.D.A hubiese vomitado al ver una situación pegajosa, pero en el fondo estarían más de muertos de la envidia por tener a sus némesis en tal escenario.

    No pasaron más de cinco minutos cuando sintió que la sesión de afecto había sido más que suficiente, pero ahora era el “ornitolindo” quien no lo soltaba, se le había pegado como goma de mascar en el cabello.

    “Eres… demasiado adorable… y por demasiado es que es demasiado.”

    La jugada le había salido contraproducente y es que el no estar acostumbrado a tanta lindura comenzaba a incomodarle. Perry era como un algodón de azúcar: te dejas llevar por su dulce sabor hasta que te viene el dolor de muelas.

    “Siempre he creído que eres lindo… ¡Pero deja de serlo en exceso!” Entre más le recriminaba, más esponjoso se ponía. Quién lo diría, sentía que se iba a morir de tanto cariño. Los abrazos eran tan fuertes que lo asfixiaban y ya casi sin aire se acercó al inador y oprimió el botón de autodestrucción. Sin la máquina, Perry volvió a ser el mismo de antes, para su fortuna había diseñado un mecanismo para que no pudiese recordar nada, gracias a ello la paliza que recibió no fue tan severa.

    Tirando en el piso, con un ojo morado pero en completa soledad tuvo tiempo para reflexionar un poco sobre lo que había hecho. Había sido una experiencia agradable, pero artificial y fue por ello que no aguantó el exceso.

    “Ya llegará el día en que él me abrace por su cuenta. Y en ese momento... ¡el empalagoso terminaré siendo yo!”
     
  4. Threadmarks: Este lugar es un zoológico
     
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    Este lugar es un zoológico



    Perry era una persona seria, tan seria que el hecho de estar en una fiesta lo hacía sentir incómodo. Encontraba risible que la organización secreta se tomara un día libre de vez en cuando para organizar fiestas… que va, para él eso no era una fiesta, era un zoológico: Pinky se encontraba convulsionando en el piso por una sobredosis de café, Herman bailaba sobre la mesa, Newton no se aguantaba la risa de los malos chistes de Planty y sus alaridos se escuchaban a kilómetros, Manny… ¿le estaba coqueteando a Griselda? Y Monograma ni hablar, él estaba muy ocupado tratando de demostrar que bailaba mejor que Carl.

    Se lamentaba de haber ido a trabajar ese día y se lamentaba más de que la organización de animales malvados tuviese también una fiesta ese día. Sí, así era, Perry era un agente secreto que luchaba contra animales. Se acercó a la mesa para tomar un vaso de soda, necesitaba algo refrescante para analizar si su vida no había tocado fondo.

    Su vida no había sido lo que él hubiese querido. Nació en Australia pero nunca conoció a sus padres, sus primeros recuerdos se remontaban a haber sido criado por un grupo de koalas. Durante su infancia le fue difícil socializar con otras personas por culpa de su cabello azul turquesa, ya que en lejano continente nacer con ese color de cabello representaba una maldición. De ahí nacieron sus sueños de viajar por mar a un lugar donde la gente tuviese dos centímetros más de frente y no se dejaran llevar por supersticiones tontas, tristemente llegó a Norteamérica. Empleos tuvo de todo tipo pero ninguno lo satisfacía, su vida se había vuelto extremadamente aburrida y rutinaria. En una ocasión creyó enamorarse, inclusive se casó y tuvo una hija, pero al final terminó divorciándose y sumiéndose en la apatía y la soledad que siempre le aquejó.

    Todo cambió con la llegada de un animalito, un ornitorrinco para ser más exactos. Al exótico mamífero también lo apabullaba una vida sin ton ni son y por eso un día decidió fundar una organización de animales para conquistar el Área Limítrofe. Para evitarlo, el gobierno creó una agencia especial de gente sin vida para ser agentes secretos y Perry cubría todos los requisitos. Día tras día el agente combatía a ese ornitorrinco, Heinz se llamaba; podía parecer algo ridículo visto desde fuera que un hombre cuarentón se enfrentara a un animal pone-huevos al que no le hubiera costado trabajo llevarse el título del “animal más feo del mundo”, pero para ellos era lo único que tenía sentido y a la larga el que fueran amigos se volvió normal.

    “Agente P, por qué no te unes a la fiesta” gritó Peter, un agente amigo pero rival suyo.

    Su vida ya había dado muchos giros raros y esos mismos giros la habían hecho interesante, así que quito ese gesto tan serio que le caracterizaba, intentó sonreír y se unió al zafarrancho animal que tenía enfrente.
     
  5. Threadmarks: Caminando en el aire
     
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    Caminando en el aire



    La última explosión fue tan poderosa que los mandó a volar… literalmente, a diferencia de otras ocasiones, Perry no tuvo tiempo de hacer su triunfal huida, vaya forma de quedar atrapado con el enemigo.

    —¡He sido vencido otra vez ¡ ¡Te odio Perry el…! ¿Oh? ¡Perry el ornitorrinco! ¿Tú qué haces aquí?

    “¿Siempre gritas eso?”

    —Vaya, vaya, parece que esta derrota no ha sido sólo mía. ¿Qué se siente estar en el rincón de los perdedores de vez en cuando?

    “¿Rincón? ¡Estamos a no sé cuántos metros de altura!”

    —Por alguna razón estoy teniendo una especie de dejavú, estoy seguro de haber visto esta clase de escena en algún lugar.

    “¿Televisión quizá?”

    —De cualquier manera no importa, si estás tú aquí eso significa que el combate aún no ha terminado.

    “¿Ah sí, qué harás? ¿Golpearme con un pájaro?”

    —¡Apuesto que puedo identificar más edificios desde aquí que tú!

    “¿Si te das cuenta que yo ni siquiera puedo hablar?”

    —Por ejemplo... ¡Mira puedo ver mi departamento desde aquí! O al menos lo que ha quedado de él.

    “¿Debo darte un premio por eso o qué?

    —Nunca he sabido dónde vives, dime Perry, ¿acaso puedes ver tu casa?

    “A veces me sorprende lo idiota que puedes ser.”

    —Ay, no me pongas esa cara, señor reservado. Oh, creo que puedo ver a Vanessa desde aquí… ¡Hola hija! ¿Puedes oírme? Oye espera… ¿Está con otra persona?

    “Si se entera de lo de Monty no será bueno para nadie, tal vez…”

    Perry reaccionó dándole un buen puñetazo.

    —Ah, con que esas tenemos, pues no podrás derrotarme.

    La ventaja de estar casi tocando la estratosfera era la completa libertad de movimientos que dejaría en corto las escenas de acción de Matrix. Sin embargo, la espectacular batalla no duró mucho.

    —¿No sientes que te falta el aire?

    “La falta de oxígeno me impide pensar en todas las leyes de la física que hemos roto el día de hoy.”

    —Hace mucho frío…

    Sin darle tiempo a pensar, Doof tomó a Perry y lo cubrió con su bata.

    —Listo, un poco mejor.

    “Bajo otras circunstancias estarías probando mi puño, pero por esta ocasión lo dejaré pasar”.

    De pronto se detuvieron, quedando suspendidos en el aire, dieron la vuelta y frente a ellos se alzaba el sol, grande e imponente por encima del mundo.

    —Sabes, es un bonito paisaje, nada mal para ser lo último que veamos con vida.

    “Ok, eso no suena muy alentador.”

    Todo lo que sube tiene que bajar. El poder de la gravedad los hizo caer en una picada mortal, el espectro de colores pasaba del negro del espacio al azul cielo de las tardes de verano, y en un par de instantes se encontraban en un cúmulo de nubes.

    —Es una lástima que las nubes no sean más que vapor condensado, de pequeño pensaba que las nubes eran algodón de azúcar que algún malvado vendedor había puesto en el cielo para que nadie pudiese robarle su mercancía… oh, no sería mala idea para el próximo inador, claro está, si llega a haber otro.

    Estaba claro el pesimismo de Doof, al menos no agradecía que estuviese gritando histéricamente como la última vez que se encontraron en una situación parecida.

    —Perry el ornitorrinco, ¿me harías el honor de hacer estos últimos instantes memorables?

    Ahora estaba más que seguro que deliraba, tomo sus patas frontales y ambos quedaron frente al otro en posición horizontal cual paracaidistas, lentamente comenzaron a girar. El vaivén de blancos y azules mareaban a Perry pero para Doof era como estar en un carrusel. A medida que se acercaban los giros eran más violentos, mera cuestión física y masoquista. A unos escasos segundos del impacto, Doof pensaba en lo triste que había sido el 99% de su vida pero lo lindo que resultaba terminarla con la única perso… animal que le importaba.

    —Debo decir que yo… bueno no era un gran secreto pero nunca es propio que los enemigos se digan cosas lindas… ni siquiera estoy seguro de si esto sería considerando lindo… lindo, lindo de verdad pero… lo que intento explicar que tú le diste sentido a mi vida y que disfruté cada batalla que tuvimos.

    Sus palabras no resultaban demasiado conmovedoras, pero no podía ponerse exigente y menos en un momento así, Perry también se encontraba feliz de saber que era alguien importante en su vida, aunque no lo hacía más feliz que el paracaídas secreto que llevaba debajo de su fedora.

    El movimiento se detuvo y todo estaba completamente oscuro.

    —Así que esto es morirse… ¡Ey! ¿Dónde está el tipo de la puerta celestial? Espera pero qué… ah, debo quitarme esto de encima… ¡Perry el ornitorrinco! Animal rastrero ¿Desde cuándo tienes eso guardado? Mira que yo... lo que te dicho… ¡Fue la falta de oxigeno! Ni tú ni nadie podrán impedir que un día conquiste el Área Limítrofe.

    Antes de que pudiese continuar con su discurso, una tremenda ráfaga de viento se llevó volando el paracaídas con todo y ornitorrinco.

    —¡Te odio, Perry el ornitorrinco!
     
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    ¡Esta es mi canción!



    Tenía toda la sintomatología evidente: Sus mejillas se encontraban enrojecidas, su coordinación era nula, el olor delatante, su voz se oía más quebradiza de lo normal y por sobre todo ya se había puesto a cantar las canciones de desamor. Era más que obvio que estaba completamente ebrio.

    Perry no sabía si sentirse indignado o confuso… en realidad sentía ambas. De algún modo, Heinz se las había ingeniado en convencerlo de pasar la noche en el bar karaoke de la ciudad con todo y que él sabía que ni bebía ni le gustaba cantar; si ya de por sí rara vez articulaba alguna frase que no fuese un: "Heinz… eres un idiota". ¿Podía ser peor?

    —Doof no canta malas rancheras… ¿No te parece, P?

    Sí, SIEMPRE podía ser peor cuando a Heinz le daba ese no-sé-qué por invitar al agente Peter a sus esporádicas salidas. Lanzó un largo y tendido suspiro y a continuación llamó a la camarera para pedir otra soda aunque la idea de tomarse una cerveza comenzó a cosquillear en su mente.

    Su encorvado amigo tenía un par de dificultades para poder oprimir el botón correcto que le permitía avanzar en la selección de canciones; tras unas diez vueltas a la selección por fin encontró una de su agrado. Ya sin importarle nada, se subió a la mesa mientras el agente Perry cubría su rostro con su fedora y Peter buscaba el móvil en los bolsillos de su abrigo para poderle sacar una foto.

    —Oye, Perry, me voy a aventar una de Love Händel, ¿no la quieres cantar conmigo?

    El hombre de traje turquesa intentó hacer una mueca de "!oh, por supuesto que me encantaría! Pero…" y a continuación se levantó de su asiento para correr hasta el baño de caballeros.

    —Bah… de lo que pierdes… ¡Hip!... ¡Peter, ponle play!

    Mientras el agente se ocupaba de atender asuntos más mundanos como lo era "regar las margaritas", tuvo una de esas epifanías propias de momentos tan… impropios. Pese a su inexpresividad, Perry disfrutaba los pocos ratos libres con su némesis que no implicara salir de una trampa, destruir inadores o ayudarle a limpiar el desastre tras una fuerte batalla; pero también era cierto que disfrutaba más de actividades, digamos, intelectuales como lo eran las tardes de lectura tomando té o ver la novela juntos… alegaba que se trataba de 'intelectualidad emocional' y no hacer cosas que iban más con los amigos de Vanessa.

    Menos si había un tercer implicado.

    Los berridos de Doof eran capaces de atravesar la loseta y sabía que al poner un pie fuera del baño tendría que agendar una visita con el otorrino, pero decidió que, al menos por él, intentaría poner una buena cara e intentar disfrutar el resto de la velada…

    Al salir, supo que hizo bien al dedicarse a ser agente y no adivino.

    No le preocupaba que Doof se viera como el hazmerreír que ha sido siempre, ni de que su apariencia completamente desaliñada acentuara su pateticidad. No. Lo le preocupaba es que estaba arriba de la mesa… junto con Peter… cantando.

    —Tu amor es fiel, te tengo bajo mi piel…

    —Llegaste hasta mi corazón…

    Doof comenzó a reír… sonrojado… más que antes. El sonrojo que le preocupaba era el de Peter y estaba más que seguro que ese 'panda', como solían apodarlo en el trabajo, no se había tomado ni tres cervezas.

    —Construí arenas, para así protegerme, sin poder dejar a alguien entrar…

    —Como ninja llegó, y mis temores llevó. Llegaste hasta mi corazón.

    Estupefacto, Perry hizo lo único que se le ocurrió. Alzó su brazo para llamar a una de las camareras y con un tono sombrío y lúgubre, pidió el trago más fuerte que tuviesen disponible.

    Para cuando llegaron al ineludible "na na na" de toda canción de pop cursi y pegadiza, Perry ya se había tomado de golpe tres shots de lo que fuera que le hubiesen dado. También tardó tres intentos en poderse subir a la mesa.

    —Mira quién se une a la fiesta —carcajeó Doof—. Pensé que los ratones te habían comido la lengua.

    Mientras seguía riendo, Perry le arrebató como pudo el micrófono y le lanzó una mirada desafiante que dejó al científico mudo.

    —Quiero… dedicarte… algo…

    La impresión hizo que a Peter se le bajara lo poco que había tomado y cuando su compañero puso su otra mano a la altura de la cintura de Doof, supo que lo mejor era bajarse, no decir nada y mirar lo que estaba a punto de pasar.

    —Esta será… hip… nuestra canción.

    Perry se acercó el micrófono a los labios…

    —Sin tus maldades todo es, vacío. Siempre mi labor fue evitar que hicieras el mal…

    Ignorando lo "sospechosa" que se veía la escena, la camarera se acercó hasta Peter que había ordenado toda una ronda de tragos para él solo. Los iba a necesitar.

    —Tus planes arruiné feliz, y extraño de mi némesis… los ratos en que odiarnos era ideal…

    Aunque estaba muy borracho, Doof se sentía como colegiala a la que el chico que le gusta le dedicaba una canción por la radio, o mejor aún, como si le estuviesen llevando serenata. También sentía esa extraña sensación de ya haber oído esa canción en algún lugar, si su memoria duraba lo suficiente luego la buscaría en internet.

    —¿Quieres que siga? —¡Santísimo cielo! ¿Desde cuándo la voz de ese amargado sonaba tan sensual? Pensó el castaño de ojos azules.

    Peter hubiese llegado a la quinta cerveza de no ser porque Heinz le arrebató la última para tomársela como agua.

    —Creo… hip… creo que sé cómo continua… —tanteó sobre su mano hasta poderle arrebatar el micrófono.

    —No me dejo engañar hoy… hip… si tú te vas yo contigo voy… hip… pues tu destino… siempre fue ser… ser… hip…

    Perry ya no sabía ni dónde estaba ni cómo se llamaba… pero qué bonito le brillaban los ojos al sujeto frente suyo… sus tres pares borrosos.

    —…mi enemigo, yo lo sé...

    Hubo unos instantes de silencio tras los cuales Perry comenzó a reír como loco, Doof le siguió la corriente y Peter yacía en el suelo… en realidad nadie sabe si también reía o lloraba. El ataque de risa continuó aun cuando el hombre alto se tambaleó frente a su amigo.

    —No tenías que esperar a estar borracho para decirlo…

    —¿Decir qué? —Preguntó con una sonrisa inusual en su rostro.

    —No sé —continuó carcajeándose—, cantas bien.

    —Odiarnos siempre será ideal…

    —Sí… odiarnos… je… jeje… —las risa de Doof fue desvaneciéndose de a poco.

    —¡Pero yo te quiero más que a mis ojooooos! —alcanzó a canturrear Peter aún en el piso, con un ojo cerrado y el otro mirando a quién sabe dónde. Heinz puso cara de "pero qué adorable y qué bien entonado estás", pero cuando volteó para ver si Perry también pensaba lo mismo…

    Ese golpe le iba a doler más que la resaca.
     
    Última edición: 21 Noviembre 2018
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    Awkward! 30 días de Doof y Perry
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    Rosas



    Te miras al espejo para cerciorarte que todo se encontraba el orden: el cabello relamido y perfectamente peinado, los dientes limpios, el saco abotonado. Nunca te habías sentido tan elegante, ni siquiera el día de tu boda. Sabes que Charlene se moriría de envía si te viera y hasta piensas que es buena idea tomarte una foto, sólo por si las dudas.

    Pero no es su opinión la que te preocupa. Te preguntas qué diría él si te viese así. Supones que nada, él nunca dice nada, no con palabras; pero algo muy dentro de colma y lo imaginas levantando su pulgar como signo de aprobación.

    No deseas nada más que ser de su agrado.

    Lanzas semejante suspiro que termina empañando el cristal, los nervios te comen y las manos te sudan. Sabes que ese debe ser el día, el día en que por fin le vas a dejar las cosas en claro. Ya no puedes soportar viviendo con una mentira ni seguir acallando la verdad. Llevas años de arrepentimiento, soñando con las infinitas posibilidades de habérselo dicho mucho antes. ¿Por qué fuiste tan estúpido? ¿Orgullo? No, realmente tú nunca has tenido de eso, dignidad menos.

    No querías perderlo y te callaste por miedo. Es hasta hoy que te piensas: ¿y qué más puedo perder?

    Sales confidente del departamento rumbo a la florería. Camino abajo, dejas de sentirte en Danville o en cualquier parte del mundo; entras en un vórtice de luz, como un ensueño en el que vas sin rumbo a ningún lugar para llegar a algún lado, donde el tiempo y el espacio no importan y sólo existes tú…

    Te perdiste tanto en aquella sensación que tardaste tres cuadras en darte cuenta que habías perdido el rumbo y que, tras de ti, habías dejado una estela de caos vial.

    Entras y vas directo con la señorita del mostrador. Le pides un ramo de rosas. Sí, rosas. De todas las flores que existen te has ido por la opción más obvia, cursi y trillada de todas. Le llevarás rosas como lo haría un adolescente con su primer amor. Y lo harás porque en el fondo sabes que eres más rosa que esas flores y que nada te dará más alegría que entregarle ese ramo sin que otros te juzguen por ello.

    Te las envuelven en un delicado papel celofán y tomas el ramo con la misma delicadeza con la que tomaste hace mucho a Vanessa entre sus brazos. Pagas, por una vez en la vida sin rechistar, el monto acordado y sales del local.

    No quieres que tu mala suerte te juegue en contra, que de sobra sabes que tus posibilidades de éxito son tan nulas que tu “jackpoint” debe valer millones. Así que decides gastar lo último del pago del mes en tomar un taxi hasta el lugar de su encuentro.

    Esos diez minutos se transforman en el mayor momento de incertidumbre de tu vida. Te sientes más estúpido de lo normal, te sientes frustrado, superado y vencido por un miedo incierto. Por una fracción de nada crees que la mejor opción es aventarte del auto en movimiento y regresar como perro con la cola entre las patas porque nada de lo que harás tiene caso, como nunca lo tuvo en el pasado.

    Pero todo lo que haces es lanzar un efímero suspiro y esperar…

    Por fin llegas al lugar, apenas el taxi arranca te conviertes en la única alma en varios metros a tu alrededor. Avanzas con el ramo pegado al pecho tratando de ocultar su nerviosismo, como si alguien más tuviese un aparato de rayos-x y te diese pena que descubriesen que el corazón estaba por volcarse y salirse de su sitio.

    Avanzas varios metros más.

    Y por fin… llegas a su encuentro.

    Te plantas de lleno frente a él, quedándote en absoluto silencio. Sientes que estás a punto de quebrarte porque las piernas se te vuelven de papel, pero estás consciente de que éste es tu momento y no puedes fallarle —a ti, a él, a ambos—.

    Por fin, tus sabios susurran su nombre. Perry se vuelve la palabra más bella y significante en ese instante. Sientes la garganta seca y los ojos húmedos, todavía te impera esa sensación de darte la media vuelta para pretender que todo será mejor si no dices nada, porque siempre que hablas es para echarlo todo a perder.

    —Yo… lo siento tanto.

    Te hincas en señal de respeto, para que puedas ser digno merecedor de su perdón.

    —Todos estos años… jamás… me atreví a decírtelo. Sospecho que ya lo sabías, siempre fuiste listo, ¿sabes? Pero… de todos modos.

    El sentimiento se apodera de ti, cada molécula de tu ser y te hace vibrar en una explosión de sensaciones. Aun así, lo haces y das todo por apenas derramar una escueta lágrima cálida que cae lentamente por su mejilla.

    —Debí decírtelo, Perry. Decirte lo… mucho que deseaba llamarte “mi Perry”.

    Cual tributo, le dejas el ramo de rosas a tus pies. Apenas un insignificante gesto por todos esos años de riñas y peleas sin sentido, ni siquiera era una gratificación equivalente a todas esas tardes que lo hiciste rabiar y lo sacaste de sus casillas. Estabas seguro que esa era la clase de sentimientos que le provocabas.

    —Te quiero mucho, Perry. Mi lindo y adorado Perry.

    Te acercas a él como nunca lo hiciste.

    Le sostienes.

    Y das un beso…

    Sobre aquella loseta de mármol fino, frío, húmedo.

    —Me quisiste alguna vez, ¿Perry?

    No obtienes respuesta alguna, en el lugar no hay nadie más que tus viejos fantasmas y tus inseguridades.

    Por una vez, sonríes.

    —Tan comunicativo como siempre —te ríes con dolor; tanto, que no puedes evitar llorar—. Pero no importa, ya no. De verdad. Sólo quería decírtelo.

    Te levantas con dificultad y te sacudes las motas de tierra y polvo del pantalón. Antes de irte vuelves a echarle una mirada, la que siempre te llevas al final de esas visitas, esa directa a su nombre grabado en piedra para darte la media vuelta y emprender un largo camino a casa…

    Preguntándote: “¿Y si le hubieses dicho antes, algo hubiese cambiado?” Quizás no, en realidad, es posible que sólo hubieses acelerado el proceso. Tal vez lo único que te recriminas es que ya nunca verás un pequeño grabado al margen de la lápida…

    “Con cariño, siempre. Doofenshmirtz”.
     
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    Jubilación



    Estás viejo, indudablemente acabado. Deberías estar agradecido ya que los de tu especie rara vez llegan a esa edad. ¡Ah! sin tan sólo hubieses llegado bien…

    El trabajo te cobró caro, no hay día que algo no te duela o incomode. Todas esas patadas que le propinaste a Heinz —a su puerta, a su cara— hacen que tu andar sea complicado o que tengas que estar moviendo la muñeca varias veces al día para no sentir que se entume.

    Quién lo diría, a los chicos buenos también los castigaba el karma.

    Si bien los achaques te resultan insufribles, lo que te quiebra es sentirte un inútil. Lo postergaste lo más posible, con un demonio, hasta falseaste los últimos cinco exámenes médicos. Todo con tal de mantener el puesto… y los beneficios que éste te daba.

    Hasta que el cuerpo no pudo seguir siendo tu confidente y las palabras de Carl, tu nuevo jefe, te dejaron las cosas claras: “Lo siento, Agente P, pero ya es momento de que se jubile y descanse”.

    Dejas de ser el Agente P para ser sólo Perry. Ni siquiera “Perry la mascota” porque tus dueños ya no son tiernos querubines: crecieron, se casaron y tienen hijos; criaturas pequeñas que reptan y saltan de un lado a otro. Tus delicados huesos ya no están para eso.

    Te pesa más que los años considerarte un peso muerto, una cosa sin utilidad. Nuevos agentes te han remplazado y en casa cada vez oyes con menos frecuencia aquel “buenos días, Perry”. Tal vez es que la esposa de tu dueño inventor cela tanto su cariño que ya ni siquiera permite esa clase de gestos con nadie que no sea ella. O quizás te estás volviendo paranoico, quien sabe.

    Extrañas la presencia de Ferb en casa, parte de tu salud mental se fue con él.

    Pero lo que más vas a extrañar es tener la oportunidad de hacer algo con tu némesis. Sí, jugar a los bolos de vez en cuando estaba bien, tomar té al menos una vez al mes también, pero sabes que no es así como verdaderamente te gusta pasar el tiempo con él. Amas sentir que cada encuentro es único, especial y que de no suceder algo malo podría pasar.

    La sensación de peligro que te transmite es lo que te hace sentir vivo. Y no puedes concebir una vida distinta a la que ya tienes. De todos modos, te armas de valor —y vitaminas— para ir a su departamento y darle la noticia.





    Esta vez llegas en taxi, usar el jetpack sería un suicidio. Usas el elevador para llegar a la última planta del edificio. Tocas la puerta, una, dos y tres veces pero nadie abre. Quizás salió a dar un paseo —improbable, ya no tiene a que salir—, o se está dando una ducha o…

    Intentas tumbar la puerta… pero sólo quedas con el tobillo lastimado. Tienes un momento de iluminación y usas la llave debajo del tapete de bienvenida; en todos estos años nunca la quitó con la esperanza de que, un día, fueses un animal civilizado que sabe cómo emplear la perilla.

    No quieres abrir, tienes un miedo inconsciente, te aterra abrir y encontrar algo que no te va a gustar nada. Estás viejo, pero Doof lo está más. Dioses, la última vez que se vieron, ¿qué paso esa vez? Apenas y tienes memoria. Lentamente comenzaron a cambiar los enfrentamientos cuerpo a cuerpo por batallas de mente: damas y ajedrez. Y con un demonio, es tan bueno que la primera vez que te ganó le diste una patada al tablero cabreado por la derrota.

    Oh, Perry, eres un mal perdedor, por eso no deseas perder nada de lo que posees ni ganar nada que no tengas ya. Así es, ni siquiera deseas perder la seguridad de que todo seguirá igual, de que siempre tendrás el control en tus manos.

    Abres, avanzas por el pasillo… y lo encuentras dormitando sentado en el sillón, con una manta encima y el periódico tirado a un costado. Algo de la escena te enternece, ese corazón de piedra tuyo se ha ido ablandando con los años. Antaño lo hubieses despertado chasqueándole los dedos, reclamándole que esas no eran horas de tomar la siesta y que, como mínimo, esperabas que ya tuviese el inador preparado. ¿Cuánto ya de eso? Te marean los recuerdos difusos, te abruma pensar que en realidad las cosas cambiaron desde hace tiempo y tu no lo quisiste ver, te mentiste con ello del mismo modo que le metiste a Carl, como le mentiste por años a tus dueños.

    Ya estás viejo para seguir viviendo de mentiras.

    Estás viejo para continuar pretendiendo ser lo que no eres y lo que nunca fuiste.

    Y estás tan cansado… que trepas hasta su regazo y dejas caer el peso de todos esos años de angustia. Por primera vez te sientes tan ligero que sientes que la brisa más delgada te hará salir volando.

    No pasa tanto antes de que sientas su mano temblorosa pero cálida sobre tu pelaje.

    —Oh… aquí estás, Perry.

    No te pregunta ni cuándo ni cómo llegaste; quizás pensó que estuviste todo el tiempo ahí, que no te fuiste la última vez. Aquello ya no importa, como tampoco el olor a mentol, a pastillas y pomadas de hierbas extrañas. Sólo importa su pequeño momento de paz y alegría por seguir vivos otro día. Otro día de estar juntos.

    Pasa el rato, no sabes cuanto y sientes que sus piernas se han entumido por la forma en que se mueve. Con trabajo te retiras para qué pueda acomodarse. Murmura algunas cosas inentendibles hasta que por fin se acomoda bien la dentadura.

    —¿Ya te vas? Cierra la ventana al salir… hmmm… sí, te odio, Perry el ornito…

    Termina su clásica frase con un par de ronquidos. Pero lo cierto es que ya no piensas irte. Lo has pensado mejor y crees que eso de jubilarse no será tan malo. No sólo del trabajo sino colgar la vieja vida. Extrañarás como nunca a tus “niños” pero ellos tienen a los suyos que amar y cuidar. Doof sólo te tiene a ti y, tú, siempre lo has tenido a él.

    Y cuando el mundo se terminase, estarían ahí los dos, mirándose fijamente, con las manos tomadas, viendo hacia luz y llevando su amistad hasta los confines del tiempo.
     
    Última edición: 5 Octubre 2018
  9.  
    Maze

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    Aries
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    Digamos que alguien no tuvo la decencia de enumerar sus trabajos así que la única forma en que puedo medir mi avance es que tefmine de leer los de la pagina 2.

    Me ha gustado, y mucho, pese a no ser un fan de la serie y verla sólo ocasionalmente. Lo haces sentir tan fluido que uno como lector no se da cuenta de que termina, y todo tiene un aura tan reconfortante que dan ganas de seguir leyendo. No me explayo mucho porque... No tengo mucho por decir, sólo que me la paso bastante bien leyendo esto.

    n_n/
     
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  10. Threadmarks: Jugar duro para conseguir
     
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    Jugar duro para conseguir



    Odiaba el kickball, odiaba básicamente todos los deportes de contacto, pero ninguno como el maldito kickball. No importaba cuánto se esforzará ni todo el ímpetu desprendía por darle bien al balón; cada intento era un fallo asegurado que su hermano le restregaría en la cara con una patada perfecta y un punto extra en el marcador.

    Y tampoco importaba lo duro que se esforzara por conseguir el afecto de sus padres porque daba igual si se trataba de una pequeña muestra o de una tarea titánica para que le lanzasen una pequeña mirada comprensión.

    Porque no importaba que jugara duro para conseguir un poco de amor, la respuesta siempre sería no.

    Pasaron los años y la cosa no pareció cambiar, daba igual que se tratará del trabajo o de las cuestiones del corazón, cada pequeño esfuerzo se veía reducido a cenizas. Eventualmente lo dejó de intentar.

    Al menos hasta que él apareció en su vida.

    Sí, tenía que admitirlo, los primeros intentos por conquistar el Área Limítrofe fueron burdos, torpes, sin pasión alguna. Con un némesis detrás, parecía digno esforzarse por hacer algo mejor, causar una buena impresión… una buena mala impresión.

    Cada vez se esforzaba un poquito más, y en cada esfuerzo se reflejaba algo de miedo, porque cada invento era como un balón y cada fallo era otro de esos fallos y una suma más a los fracasos de su vida.

    Hasta que él por fin le hizo entender que no estaba jugando, ni al kickball ni con las misiones. Podía perder la batalla y aún así ganar de alguna extraña forma. Con él, no había que jugar duro para conseguir un poco de atención.

    Tan sólo jugar juntos.

     
  11. Threadmarks: Universo Alternativo
     
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    Universo Alternativo



    No, no podía. Le era completamente imposible concebir un mundo donde Perry, su Perry no existiese. Como hombre de ciencia sabía que, en realidad, no sólo era posible, sino que existían infinitos universos y en donde en un número igualmente infinito Perry podía o no existir. Por ejemplo, en uno podría no ser un hombre australiano radicado en Danville sino un pobre agricultor en Malí; en otro haber nacido hace quinientos años atrás o en un futuro muy distante; incluso hasta podría existir un universo en donde sería un ornitorrinco, azul y hasta agente secreto.

    Las posibilidades eran infinitas.

    Y tal vez en alguno de ellos serían amigos, enemigos, conocidos o simples extraños. Le resultaba tan raro imaginar una vida ajena a la propia. Hasta le asustaba imaginar que en esas remotas posibilidades ellos no se hubiesen conocido en la universidad, que no se hubiesen peleado por ese proyecto de ciencias ni que terminasen dando en el hospital todo el mes a causa de la explosión en el laboratorio. Sin ninguno de esos factores su historia sería otra y cada una de ellas sería una extraña línea del tiempo donde cada pequeña variable de lo que no fue y lo que pudo ser constituía su propio universo.

    Doofenshmirtz sabía que todas y cada una de sus acciones contaban, incluso las miles de millones de cosas que tuvieron que pasar antes de nacer fueron fundamentales para construir la línea de su presente. Por ejemplo, algo como haber perdido un mísero tren de juguete lo hubiese vuelto un terrible dictador y, con ello, se encontraría viviendo en un Danville diferente con un Perry diferente. O sin él.

    Un mundo sin su mirada pizpireta al despertar.

    Un mundo sin sus caricias cada mañana y antes caer en un profundo sueño.

    Un mundo sin sus besos, sin el calor de su piel…

    Quizás también sería un mundo donde no hubiesen tenido que pelear cielo, mar y tierra; contra mortales e ideas… un mundo más fácil y feliz sin el sufrimiento que tuvieron que enfrentar para poder hacer valer lo suyo. Seguro que había cuando menos una línea donde aquello fue o sería así como también otras donde las adversidades se antepusieron al amor.

    Una línea donde los hombres como Perry no fuesen de su interés, tal vez hasta donde estuviese casado y con un hijo o hija. Otra donde el saberlo le hubiese costado su matrimonio… ¿por él? Difícil saberlo. Una todavía más abstracta donde su único amor jamás hubiese dejado de ser los libros viejos, los matraces y tubos de ensayo. Otra donde podría presumir un cuerpo atlético como capitán de futbol americano.

    Otra donde sería un científico malvado tratando de conquistar el Área Limítrofe.

    Y así como le resultaba extraño pensar en todas aquellas singularidades, todos sus yo presentes, del pasado y por haber, tampoco podrían concebir una vida más allá de su realidad inmediata; fantaseando ociosamente con remotas posibilidades de lo que podía o podría llegar a ser, que fue o nunca serían.

    Aunque fuese matemáticamente imposible, en su corazón le gustaba guardar la esperanza de que cada dimensión tuviese un Doof y un Perry con una historia para contar.


     
    Última edición: 21 Noviembre 2018
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    AJ Slifer

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    Perdón, pero es Área de los dos estados y una zona adyacente. Y defenderé el legado de Otto H. Adjacent con la letras de mi teclado

    Espero que la diferencia de doblaje no haga pensar lo que no es XD
     
    Última edición: 22 Noviembre 2018
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