6: Toma de decisión. Al día siguiente, mi sed era relativamente menos agresiva. Sin embargo, Jacob llamó a mi abuelo en cuanto entramos a la casa, y estos tardaron sólo dos días en venir. Alice y Jasper regresaron con ellos. Mis padres al tercer día. El invierno era la época floja para los habitantes de Forks, pero nunca se está totalmente seguro, así que de igual forma se tomaron precauciones para no ser vistos. Al menos dentro de unos cuantos años. — Mirada arriba, cielito —Carlise fruncía las cejas, mientras me examinaba la vista con una lucecita. Escuchó mi pulso, me apretó con mucha fuerza la yema de un dedo, me miró fijamente un par de segundos… Suspiro por puro reflejo. Antes de que yo pudiese decir algo… — ¿Qué viste, doc? —atacó Jacob. Bella dijo al mismo tiempo: — ¿Qué ocurre, Carlisle? Mi abuelo aspiró inútilmente antes de hacer una pausa, con la boca abierta como si fuera a decir algo. Entonces la cerró. — ¿Cariño? — insistió Esme con dulzura. Carlisle seguía mirándome pensativo. Me hallaba sentada al borde de la cama con fuerte olor a antiséptico que se encontraba en el consultorio de mi abuelo en casa. — Quizá este especulando — se cruzó de brazos — No lo sé. Pero yo diría que… —se quedó mirando mis ojos — Mira hacia un lado, cielito — me levantó un párpado. Escuché a Jacob tamborilear impaciente con los dedos sobre la mesita junto a la cama clínica. — ¿Carlisle? — presionó mi padre con educación. Mi abuelo se incorporó. — ¿Ah? , sí — frunció las cejas, al tiempo que seguía mirándome concienzudamente — Pienso que Nessie… — Renesmee — corrigió Bella con desagrado. — Lo siento. Renesmee. Está sufriendo severos cambios evolutivos en su sistema. Todos lo miraron como si esperaran algo más. Carlisle se dio la vuelta y abrió una neverita empotrada a una de las paredes del consultorio. Oía el tintinar de las botellas al rebuscar. Jacob se acercó a la cama. Compuso una sonrisa falsa para mí, en tanto alargaba un brazo alrededor de mi cintura. Lo sentí tenso. — Edward, ven aquí un momento — Carlisle señaló el microscopio — Quiero que veas esto. Jacob aspiró hondo, soltando el aire con un cansado suspiro. Mi padre y mi abuelo se turnaron para mirar por el lente. Bella estaba al otro lado de la cama junto a Esme, mordiéndose la esquina de su labio con nerviosismo. Al rato, Carlisle y Edward levantaron la cabeza y me miraron extrañados. Algo me decía que no me gustaría a dónde llevaba todo esto. — ¿Igual a nosotros? — habló Edward, como si al decirlo en voz alta lograría convencerse. Al oír lo que dijo se me aceleró un poco el corazón. Vi de reojo como Jake me miró con atención. — ¿Qué quieres decir? — soltó Bella. Edward se quedó un rato callado. — ¡Maldita sea! — gruñó Jacob — Si siguen con este silencio de mierda, yo… — La sangre de Renesmee — cortó Edward — Es compatible con la nuestra. Todos lo miramos sorprendidos. Bella fue a decir algo. Jacob la cortó: — ¿Cómo? Pero… — Sí, su parte humana sigue ahí, aunque más débil, casi extinta — siguió Edward — por eso reacciona de ese modo ante la sed. Jacob retrocedió hacia donde me encontraba como si Edward lo hubiese golpeado. Le tendí una mano que él no dudó en tomar. Parecía asustado. — ¿Cómo lo sabes? — Bella interceptó a mi padre con su voz y su mirada — ¿Qué fue lo que viste? ¿Qué..? — Ya, calma, cariño — Edward la abrazó — Renesmee estará bien. — ¿Cómo lo sabes? — repitió Jacob, alzando la voz. Bella sacó el rostro del pecho de mi padre para mirarlo, también — No digas que estará bien si no lo sabes. Ahora Nessie es un vampiro, ¿y ustedes no harán nada? Siete pares de ojos extrañados sobre mi esposo. — Renesmee siempre ha sido un vampiro, Jacob — Edward dijo. Carlisle sacudió la cabeza. — No es lo mismo, Edward, comprendo lo que Jacob intenta exponernos — la frente de mi abuelo se pobló de arrugas — Evidentemente ella no ha tenido el mismo patrón de crianza que el nuestro. Su necesidad no produce los mismos instintos irrefrenables que en nosotros. Ella es, sin lugar a dudas, completamente diferente en todos los sentidos — Adoptó una expresión más reflexiva, con una mirada distante — Sus trastornos de comportamiento frente a la sed. El efecto no es instantáneo. Es intenso y destructivo, pero el patrón de comportamiento es avanzado. Menos animal. Más humano — afirmó para sí — Ella cuenta con la posibilidad de refrenar su sed, de domesticarla. Se hizo un profundo silencio. — ¿Qué harías tú, Carlisle? — preguntó mi padre con preocupación. Mi abuelo dio un hondo y automático suspiro. — Recuerda que no somos iguales, y no creo que una hipótesis fundamentada en ninguna experiencia sirva de algo — Más silencio. Casi lo veía escogiendo sus palabras mientras hablaba — Pero si de especular se trata, diría que la única forma de conocer la verdad es exponer a Renesmee a la libertad de sus instintos. La expresión de Jacob pasó de incomprensión a pánico. — ¿Qué? Olvidenlo — interrumpió Jake con firmeza — ¿Qué ganaríamos con eso? — Garantía de su sobrevivencia —se apresuró a decir Carlisle — Conocer exactamente cuáles fueron las secuelas que dejó el entrenamiento de Nahuel. Jacob dio un bufido muy propio de él. Después se miró en complicidad con mis padres y vi que llegaban a la misma conclusión. — No me gusta, Carlisle — soltó Edward por los tres. — Le haríamos un seguimiento absoluto, claro — insistió mi abuelo. Me miró con curiosidad. Me sentí aliviada de que se hubieran acordado que seguía allí. Hubo un largo y reflexivo silencio… nuevamente. Al cabo de un rato, Jake empezó a moverse incómodo a mi lado. — Si Carlisle lo ve seguro… — comenzó Esme con cautela. Noté como el cuerpo de Jacob se tensaba. Su mano temblaba ligeramente. De estar en fase, tendría todo el lomo erizado. — Yo propongo buscar ayuda — Bella alargó un brazo y me cogió los dedos — Me niego a tener dudas acerca de la salud de mi bebé. La tranquilicé sonriendo. A juzgar por su atribulada expresión, me pareció que mi sonrisa no hizo efecto. — ¿Ayuda? ¿De quién?— Jacob no paraba de inquietarse. — Increíble, ¿Eso importa? — masculló mi padre — Es ayuda para Renesmee. — ¡Yo puedo ayudarla! Soy todo lo que ella necesita. — Jacob…— gruñó Bella. Edward lo fulminó con la mirada. — ¿Podrían dejarme..? — Tal vez ya lo hayas olvidado, perro — me interrumpió Edward — pero Bella y yo somos sus padres, así que.. — ¡Mía! — gritó Jacob como un niño. Comenzaba a convulsionar. — ¡Jasper! —pidió mi madre. Respiré hondo y solté el aire lentamente. Resignada. — No estorbes, chucho —gruñó Edward acalorado. — ¡Papá! Era bien sabido que entre esos dos hombres fluía con facilidad las discusiones. Pero nunca lo escuché referirse a Jacob con tanto desprecio. Carlisle se tapó la cara con ambas manos y se la frotó. — No me provoques o… — Buscaré a Nahuel — cortó Bella con tono de impaciencia. Edward y Jacob al fin dejaron de gritarse. Tragué saliva. — Es lo más razonable — prosiguió con seriedad mi madre. Jacob aspiró de golpe. Sorprendido. Carlisle asintió. — ¡No! — ladró Jacob. — Bueno, si tú… —titubeó Edward — si eso es lo que quieres hac… — ¿Otra vez? — chilló Jacob, incapaz de disimular su disgusto — ¡No! ¿Para qué? — Debemos salir de dudas, Jacob La voz de Bella fue demasiado baja para un grito, pero contenía la misma autoridad. Jacob soltó todo el aire con un fuerte bufido. — Es absurdo que puedan más tus celos que tu preocupación por la salud de Renesmee — Edward protestó. — ¡¿Tú qué sabes de mi preocupación por Nessie?! No lo sabes todo, ¿o sí? ¡Dame una puta razón para traer a ese maldito híbrido a que joda todo, otra vez! — ¡JACOB! — gritamos a coro mi madre y yo. — Umm, no sé — continuó mi padre — ¿Que él sabe todo lo que nosotros no sabemos de Renesmee? Mis ojos viajaron entre los dos. Ok, suficiente. — ¡Ya basta! — todos me miraron — Estoy bien. Las cosas se estaban saliendo de control y el humor de Jacob también. — Sólo quería saber que tenía, es todo. Vi las intenciones de Bella en protestar y agregué: —Es mi decisión y deben respetarla. Bella me vió con desaprobación y buscó ayuda de Jake con la mirada. — No puedes negar que es tu hija —decía Jacob sonriendo de mi terquedad y de su victoria. A Bella casi se le salían los ojos de órbita. — Jacob, ven conmigo — lo jaló del brazo — Tenemos que hablar. Mi esposo rodó los ojos y la siguió sin decir más. Sabía que era inútil discutir con Bella Cullen, y ella conocía bien que si lograba convencer a Jake él me convencería a mí, y viceversa. Cuando pasaron por delante, Jake acarició mi rodilla con una mueca de de nostalgia. Sus ojos pedían auxilio. Pobre. No volvería hasta acabar el interrogatorio.
¡Hola! :p Sé que no me lo han pedido pero soy un poquito maniática, y como yo soy muy visual les dejo algunas fotografías de La Pálida. Espero me entiendan;) Las amo. Recibidor. Entrada. Escalera principal. Jardines.
me encanta la palida,,, yyy me dejaste en incognit cuuual sera la dedion definitiva de ness,, sigue asi .!!!
7: La Convivencia. Todavía no me había fijado de la hermosa vista que tenía desde “La Pálida”. Se veía la playa en su esplendor y se apreciaba perfectamente la Aurora y el Crepúsculo. Como Jacob aun roncaba, recorrí la orilla contemplando cada detalle, recordando anécdotas pasadas y admirando el deslumbrante paisaje que la naturaleza me daba al daba al mejor estilo de un cuadro realista. ¿Quién iba a pensar siquiera que un vampiro podría algún día disfrutar de los privilegios de vivir en la reserva india de los Quileute? Me alegraba eso. A pesar de las asperezas que existían todavía en ambos bandos, Jacob y yo habíamos sido la cancelación de la discordia entre vampiros y licántropos. Él y yo fuimos los escogidos para deshacer la enemistad que existía y unir a ambos “familias”. Digo familia porque la cacería de vampiros para los lobos seguía vigente, pero no contra nosotros, no contra los Cullen, eso se había acabado. Regresé despacio a la Pálida y la brisa trajo un olor a mis sentidos. Reconocí el dulce efluvio, más no supe distinguir a quién pertenecía. Aspiré profundo en dirección al olor: Desconocido. Aunque es posible que me equivocara. ¿Sería un nómada? Sólo un vampiro suicida se metería solo –literalmente- en “la boca del lobo”. Mis pensamientos fueron interrumpidos por un balbuceo inteligible que venía de las habitaciones. Nnnsss… Nessie — llamaba Jacob entre dormido. Por lo general, esa era la señal que presedía al despertar de mi esposo: Me llamaba, no me hallaba cerca, parpadeaba mientras se incorporaba de golpe. A veces no estaba tan lejos y llegaba a ver la mecánica completa. Subí hasta una de las habitaciones que no tenía decoración. Instalado en un diván de forro oscuro, por delante de unas cajas cuyo contenido seguía siendo desconocido para nosotros, se encontraba la increíble figura desnuda de Jacob. Había despertado de súbito, se veía en el modo en que estaba incorporado, sin embargo una sonrisa maliciosa se formó en sus labios al verme entrar. Pasamos la noche anterior en el dormitorio al que Jake bautizó “el cuarto secreto”, ya que era el único en toda la casa que no tenía ventanas. Dormimos en el diván, bueno, él durmió en el diván. Yo seguía sin pegar un ojo desde que se desató mi sed loca. Esto comenzaba a asustarnos. —Hola, amigo mío — saludé, cerrando la puerta al entrar. Rió. Le fue fácil incorporarse, a pesar de que se le notaban todas las fibras del cuerpo en tensión. El diván no parecía un lugar muy cómodo para pasar toda una noche. Buenos días, Bebé — respondió con una sonrisa. Dios, ¿Cómo podía ser alguien tan hermoso? Podía pasar las horas que existieran contemplando su belleza india y varonil. Me incliné sobre él haciendo que se hundiera en el diván nuevamente. Feliz Cumpleaños, lobo sexy — susurré antes de besarlo. Volvió a cerrar los ojos con un gemido y levantó las manos para atraerme por la cadera. La verdad es que no pretendía que fuera así como esperaba despertar el día de mi cumpleaños — dijo, antes de morder mi labio inferior. ¿Ah, no? — mi lengua se abrió paso en su boca. Nos callamos un rato. Me empujó un poco para verme. Es sólo que… no me gusta despertar sin ti — musitó tierno, poniéndose serio por primera vez. Sonreí. Estoy de acuerdo — me levanté con cuidado — Ven conmigo — le tendí una mano. Arqueó una ceja al tiempo que la tomaba. Lo conduje escaleras abajo hasta la entrada. Tomé una toalla que estaba tumbada sobre la gran barra de caoba del mini bar. Toma — se la pasé — Se supone que afuera hace un frio tremendo y no dejaré que nadie vea tus jugueticos así que cúbrete. ¿Mis qué? — Jake sonrió, envolviéndose la toalla alrededor de su cintura. Salimos hasta la vía que daba hacía el jardín. Él dejó que lo llevara. Se detuvo en seco. ¿Qué has hecho? — susurró apenas audible al ver su regalo estacionado afuera. Sonreí dichosa de que mi sorpresa le causara tal impacto. Sabía lo mucho que a Jake le gustaban los autos. Sólo era cuestión de tiempo para que encontrara el perfecto para él. Tú… ¿me compraste… eso? — exigió desconcertado. ¡¿Eso?! — repetí antes de acariciar el revestimiento negro de la Hummer — Bueno, supongo que “carro” es una forma vulgar de llamar a esta preciosura, ¿verdad, cosita? Yo… ¿Me compraste una Hummer, a mí, por qué? — farfulló examinando la camioneta como si fuese un monumento. ¿Qué tenía de malo? Era fabulosa. Además, era su cumpleaños y en los cumpleaños se obsequian cosas, ¿no? ¿No te gusta? — lo miré con recelo. ¿Ahora qué? Ness… — continuó sin mirarme — Eso es… ya sabes… No, no puedo. No la quiero. Se equivocan. No grité. Tampoco pregunté en tono chillón: ¡¿Por qué?! No salió humo de mis orejas, pero mi rostro debió reflejar los cambios violentos de mis pensamientos. Lo que intento decir… — suspiró y prosiguió en tono vacilante – Yo… Perdóname, princesa, está… ¡Increíble, de verdad! Es sólo que… no puedo. No puedo aceptarlo, preciosa. Pestañee aturdida de su explicación. ¿Se trataba, entonces, de una estúpida cuestión de orgullo? Afilé las armas con las que podía jugar. Ok — dije tras un largo silencio — De todas formas “Feliz cumpleaños, Jacob” — empecé a avanzar hacia la casa — Por favor hazme saber lo que te regale mi madre. Aguardé a que Jacob picara el anzuelo. Me alcanzó el paso rápidamente. ¿Qué quisiste decir? — escuché detrás de mí. ¡Bingo! No sé — respondí molesta — Parece que Bella puede obsequiarte cosas, ya sabes como esa moto que tienes, pero yo no puedo darte nada, ¿verdad? Sólo eso hizo falta. Subió con paso rápido las escaleras y cuando estuve a pocos pasos de entrar, me detuvo en la puerta. M e odié internamente cuando observé como el dolor recorría las fracciones de su rostro hermoso. Nessie, no … — intentó disimular su angustia — Mierda, ¿acaso tú..? No pasa nada, Bella… No importa — desvié la mirada de sus ojos — Empieza a llover. Déjame pasar, por favor. Las manos de Jake se movían indecisas, sin saber qué hacer. Al final las colocó sobre la toalla anudada a la cintura. Me miraba con sentimiento de culpabilidad. ¿Tienes idea de lo mucho que te amo? — dijo mirándome a los ojos — No lo quiero porque… no puedo igualar todo lo que… me das. Ya está, ya lo dije. Había comprado eso para él. No me importaba un rábano si se consideraba lo suficientemente machista como para no aceptarlo. ¿Entonces es por eso? — lo inmovicé con una mano en su vientre, mientras con la otra sentía el tacto del pelo suave de su nuca — ¿”Con este anillo te desposo, con este cuerpo te honro y con todos mis bienes te doto”? Jake se echó a reír mientras yo soltaba frases de los votos matrimoniales. De verdad, Ness, ¿Qué van a pensar los chicos cuando me vean bajar de esa belleza — hizo un gesto hacia la imponente Hummer con un moño azul gigantesco. Se darán cuenta de cuanto te amo — le eché los brazos al cuello — Y de que tú también me amas, porque lo recibiste con agrado. Jake puso los ojos en blanco. Sin duda, había conseguido la victoria. Bien — dijo con condolencia en la voz — Pero no pienses que soy tan fácil, hay una condición. ¿Qué condición? Promete que no pensarás otra vez que prefiero lo que sea que pueda darme otra persona antes que a ti — tomó mi rostro en sus manos — Supongamos que me negara a algo que me des, no sería por ti, princesa. Nunca te rechazaría, te lo juro. Antes, que me bañen en gasolina y me prendan fuego en la plaza. Asentí feliz, mientras Jake me levantaba de la cintura y me cargaba a horcadas hasta adentro. Yo le cubría de besos la cara, y Jake no pudo aguantarse la risa. El cielo se puso de un color oscuro después de las dos. Jacob y yo pasamos un rato a visitar a Billy, mientras Alice organizaba todo en nuestra casa para la celebración que tendríamos por la noche. Quién sabe lo que encontraríamos al llegar. Billy Black siempre había sido de poco hablar, pero sus ojos brillaban como postes de luz, mientras veía con amor a su retoño recorrer la casa de un lado a otro. Sentí una repentina compasión por Billy. Nunca me detuve a pensar en lo que sentiría luego de que su último hijo se fuera de su casa. Luces diferente, hijo — los ojos de Billy se estrecharon observando con atención a su heredero — Te ves más… ¿Lindo? — pregunté. ¿Flojo? — soltó Jacob, metiendo unas latas de almuerzo en los gabinetes. Iba a decir “cómodo”, pero “flojo” está bien. Jacob soltó una carcajada desde la cocina. Miré el reloj. Debía pasar por la casa blanca buscando el Just Cavalli que Alice dejó en la habitación provisional de mis padres. Oye, Nessie — Billy dijo sacándome de mis cosas por hacer — No sé qué tal la estén pasando tú y Jake, pero debo advertirte –ya que lo conozco bien- que seguramente hará algo estúpido que te enojará, en algún momento —bajó la voz — Es una cosa de los hombres Black — meneó la cabeza, al tiempo que hacía una mueca de disgusto —Por suerte Sarah tenía un carácter dulce, de otra manera me habría abandonado antes de tener a las gemelas. Sonreí tratando de parecer normal. Gracias, Billy… creo. Sí, gracias papá — Jacob se tiró en el sofá junto a mí — Lindos deseos para nuestro futuro. Cuenta conmigo siempre, hijo — Billy guiñó un ojo. Sí, el sarcasmo también era de familia. Cuando salimos de la casa de Billy ya eran pasadas las 6:30 pm. A los troncos de los árboles se le habían pegado delgadas láminas de nieve. Billy temblaba ligeramente de frío. Llévalo a casa — le indiqué a Jake, pensándolo mejor — Yo los alcanzo luego. A Jacob no pareció gustarle mucho la idea, pero accedió al final. A Billy le encantó la Hummer. Tomé la ruta del bosque, para pasar primero por la cabaña. Me gustó la caminata. Extrañaba Forks. Noté que los árboles aun no olían a primavera. Tuvo que haber nevado toda la noche, porque la nieve permanecía ligera contra la vegetación. Suelta. Entonces tuve nuevamente esa sensación. Alguien me asechaba. No, me observaba. Giré en diferentes direcciones. ¿Quién está ahí? Nada. La única respuesta fue la brisa fresca azotando mi cara. Olfatee profundamente. Ningún efluvio. Seguí adelante. Antes de divisar siquiera la cabaña, sentí el aroma de mi padre. Se acercaba por el este. ¿Papá? Apareció justo al frente. Detuvo mi andar sujetándome por los hombros. Sus ojos dorados sobre los míos. ¿Estás bien, cariño? Desvió la mirada al bosque. Luego a mí, nuevamente ¿Yo? Sí, ¿por qué? El ceño de su rostro se suavizó. Es que te escuché… — se quedó mirándome — El viento — se respondió — ¿Sientes que alguien te persigue? Su ceño volvía a formarse. Estoy bien, papá — sonreí — Loca, pero bien. Sonrió antes de abrazarme. No estás loca, cariño — me besó en la coronilla — Eres diferente, eso es todo. Si tú lo dices — me encogí de hombros. Caminamos hacia la cabaña escuchando los pajaritos que nidaban los árboles. Distinguíamos cuáles eran urracas y cuáles cuervos. Los extrañamos en navidad — dijo, mirando alrededor. SÍ — sonreí de pensarlo — supongo que Esme no encontró divertido cocinar galletas en cantidades extremas, si no estaba Jacob para acabar con todo. Edward se echó a reír. Después me miró. Sí, bueno, tu madre le consiguió solución a eso. ¿Comedores públicos? Charlie. Quisiste decir “Seth” Sí Nuevamente mi padre ríe. Me puse contenta. Lo había hecho reír. Me rodeó con sus brazos sin pensarlo y me abrazó, otra vez. Nos quedamos callados. La verdad, no sólo me hiciste falta en navidad, cariño — susurró simplemente. Lo sé, papi — pegué mi nariz junto a su cuello frío y blanco como el papel. No me gustaba verlo tan triste, quería buscar la manera de hacerlo sentirse mejor. Los extrañé mucho – continué — No quería molestarlos tan pronto, pero… No eres una carga, mi cielo — sonó como si sonriera. Lo miré. Sí, claro, eso dices ahora que vivo aparte. Rio sobre mi pelo. Llegamos a la entrada de la cabaña. Mi bebé — Bella lanzó sus brazos a mi cuello. Vine a buscarlos —dije abrazándola, también — Hoy es… El cumpleaños de Jacob, lo sabemos — gruñó Edward. Tenía los ojos cerrados, con la cara vuelta directamente hacia la nieve. Miré a Bella. ¿Sigue..? No, no estoy molesto con Jacob — respondió mi padre sin abrir los ojos. Bella se hundió de hombros con los brazos cruzados. Luego de que mi madre se vistiera del mejor Prada que le vi jamás, y Edward la adulara por largo rato, nos dirigimos a la casa blanca. Mi padre no hizo ningún gesto sobre lo que había rondado mi cabeza desde que entré a la cabaña, pero él lo había visto. Lo noté cuando lo descubrí tensando la mandíbula sin razón aparente. Algunas partes de la casa escondían ligeros aromas que me recordaban a Reneé. Ahora que ella tenía más o menos una idea de la retorcida realidad, resultaba aún más complicado que me aceptara. En varias ocasiones estuve a punto de preguntarles sobre ella, pero me abstuve. No, no quería tener malos ratos, ahora. Mucho menos hoy. Edward lo respetó. Cuando mis abuelos estuvieron listos, arrancamos hacia la Pálida. Nos fuimos en autos separados, porque todavía me faltaba comprar unas cuantas cosas más. Haré algunas paradas, así que adelántense — dije antes de subirme al lamborghini de mi tía Rose. Se lo devolvería en cuanto regresara de vacaciones. Al cabo de unas horas, mi teléfono vibraba al tiempo en que “Mirror” de Justin Timberlake se escuchaba desde algún lugar de la cartera: Jacob.
Hi! He tenido algunos problemillas con la redacción, pero la pasión sigue siendo la misma. Tal vez tarde algo en publicar, pero igual las amo. BESITOS, Nos leemos. Hoy más que nunca 100% venezolana.
8: Sorpresa de cumpleaños. — No quiero quejas ni oposiciones de parte de ninguno — escupió con violencia Alice, por el teléfono de Jake — Dejar los arreglos para último día — su voz era estricta y burlona — ¿Cómo se supone que tendré todo listo a tiempo? ¡Tengo tanto por hacer! — Tía, ¿por qué usas el teléfono de..? Mi demanda se ahogó con el sonido de lo que parecían tanques de guerra que entraban a mi casa. — ¿Qué fue eso? —chillé asustada. Por suerte ya estaba llegando a la Pálida. — Es Jazz ¿Compraste todo lo de la lista? — Eso no sonó como a Jasper — dudé nerviosa — Sí, llevo todo lo que anotaste — giré el auto por la senda que llevaba a la Push — ¿Vodka? ¿Es necesario? — ¡Por supuesto que es necesario! -bufó- Jazz, cariño, ¿quisieras colocar eso del lado contrario? — ¿Puedo recuperar mi teléfono? - escuché a Jacob protestar impaciente al fondo. — Te dejo – me despedí – Ya estoy cerca. — ¡Escucha! Fuiste a … - y colgué. Cuando estacioné frente a la Pálida se escuchaban los sonidos de prueba que hacía el Dj. Jacob esperaba sentado en uno de los escalones de la entrada. Cuando bajé del auto se acercó a estamparme un delicioso beso. ̣- Hasta que regresas – se quejó, con sus carnosos labios a escasos centímetros de los míos - ¿Quieres decirme por qué estoy pasando mi cumpleaños lejos de mi esposa? Hice un puchero. - Lo siento, amor – lo besé tiernamente – Ya verás que valdrá la pena. Puso los ojos en blanco. - Nada vale la pena si te alejan de mí – susurró ronco, undiendo sus dedos en mi cadera- Mía. Aquellos ojos oscuros me miraban de forma dulce y autoritaria a la vez. Fijos en mí. - Sí, cariño – me restó decir. Fue hasta la camioneta, y comenzó a sacar las cajas y cajas con cosas. Fuimos llevándolas hacia adentro una tras otra. No paraban de desfilar sin interrupción. No sólo mías, Jasper también traía de no-sé-dónde, además de un camión que descargaba montones de cosas varias que se amontonaban en el recibidor. Jacob llevaba el suficiente tiempo con nosotros como para no asombrarse. -Parece que nos mudamos – bromeó, tratándo de alivianarlo todo. El pobre Jasper acompañó a Alice en la transformación inmediata de mi casa en una disco. Aunque, me sorprendió darme cuenta de que parecía disfrutar de las tareas que Alice le encomendaba. ¿Tendría que ver con lo difícil que les sería apartarse uno del otro? A mí me parecía más un castigo que otra cosa, pero allá cada quien con su libre albedrío. Billy se encontraba en su terreno gozándose partido tras partido en el cuarto de juegos, mientras mi familia terminaba los detalles. - Supongo que tienes la ventaja de que es tu cumpleaños, y puedes hacer lo que quieras – hablé bajito, ante el rostro de frustración de Jacob. Sostenía varias prendas que “misteriosamente” aparecieron en nuestra habitación. Alice también había preparado de su vestimenta. Tommy Hilfiguer. Nada mal, si me lo preguntaban. El resto del día trascurrió entre sonidos de prueba, las voces de mi familia y algunos invitados que llegaban. Jacob no paraba de verme desfilar en ropa interior por la habitación mientras me cambiaba, más voces y más bulla a medida que la noche avanzaba. La fiesta dio inicio al caer el crepúsculo, sin demora ni falta. Jacob bajó sin esperarme, cuando comprendió al fin que no estaría lista para cuando comenzaran a llegar los demás invitados. - Eres perfecta, princesa – me jalaba a medio vestir hacia la puerta – Estoy seguro de que cualquier cosa te quedará estupendo. Sacudí la cabeza. Jake puso los ojos en blanco. - Nop. Le he dedicado mucho tiempo a conseguir este vestido, así que debo convinar los accesorios que le quedarán perfectos – lo empujé hacia afuera – Dame... una hora. - Media. - Hecho – cerré la puerta, luego de tirarle un beso. Se escuchaba como si todo transcurriera de forma normal. Con mucha gente, y eso. Luego de un rato, el sonido electrónico llenó cada rincón de la casa. Cuando estuve lista al fin, salí de la habitación para encontrarme a Jasper apoyado en el barandal del balcón. - La fiesta es abajo, Jazz. Se volteó. - Puedo escoltarte, si es lo que deseas, pero regresaré nuevamente a este lugar, si no te importa. - ¿Por qué, pasó algo? - Es sólo que... - se alisó la chaqueta – estoy más cómodo en este lugar. - ¿Algo va mal? - intenté disimular mi sonrisa. Ya sabía que esto pasaría. Lo esperaba. - No espero deshonrarte, cariño, sé que has hecho lo mejor que has podido, pero es esa horrible … música ácida – se quejó con su característico tono melodioso – Allá abajo es insoportable el escándalo – frunció el entrecejo – Los muchachos bajo los efectos de los poderosos amplificadores que reproducen un ruido de espanto, concebido además bajo los efectos de la droga. Volví a controlar el impulso de reír. No me burlaba, me causaba gracia la elegancia con la que conseguía expresarse. Tío Jasper era muy reservado en sus opiniones, así que cuando las expresaba se le consentía sin mucho reproche. -Bueno – tomé su mano gentilmente – Si quieres quedarte, por mí está bien. Asintió agradecido. Decidí irme por los caminos de la ignorancia y no inmiscuirme en sus gustos personales. - Renesmee – me llamó justo antes de bajar los escalones. - ¿Sí? - ¿Carlisle habló contigo por la mañana? Reflexioné un instante. - ¿Carlisle? No, ¿sobre qué? La cara de Jasper se desformó de incomodidad. De poder sonrojarse, seguramente lo habría hecho. - ¿Jazz, ¿qué pasa? Silencio. - Será mejor que lo hables con él, cielo – volvió a incomodarse. Alguien se aclaró la garganta al subir. - Renesmee, cariño – habló mi padre, sacándome de mi conversación con Jasper – Tu madre te busca por el recibidor. Necesita que la ayudes a distribuir a los invitados por la casa – bajó aun más la voz – La gente no para de entrar. Bajé las escaleras con él, no sin antes devanarme la cabeza pensando en qué me tendría que decir mi abuelo. - ¿Papá..? - No es nada malo, mi cielo, no te preocupes tanto por eso. Él estaba al tanto. - Así es – respondió. - Y... Suspiró. - Prefiero que sea él quien lo hable contigo. - ¡Ya dilo, papá! Estábamos llegando al segundo piso. Edward tenía razón. Increíblemente la gente no cabía en toda la estancia. - No me parece el lugar correcto, corazón. Se veía tan avergonzado, que no pude evitar dejar pasar el tema. Asentí, mientras lo seguía hasta el recibidor. Bella nos esperaba en el descanso. Una Alice que irradiaba dicha y complacencia a un lado suyo. - ¿De dónde salió tanta gente? - soltó Bella mostrándose estresada. - ¡Es genial! - saltó Alice aplaudiendo. Edward roló los ojos. ¿Cómo podían estresarse por esto? - Mamá- tomé su brazo – cálmate, ¿quieres? Sólo deja que... no sé, que caminen de un lado a otro, libres. Eso es todo. - ¡¿Esa es tu solución?! - refutó con las manos en la cadera. Me encogí de hombros, antes de continuar bajando hacia la entrada. - ¿Ves? Te lo dije. Es genial – Alice se fue dando tumbos. Reprimí el siquiera sonreír, porque conocía de memoria el mal humor de mi madre y su dilema con las celebraciones. Después de todo, no era la primera que organizaba Alice. Intenté relajarme. Cuando llegué al recibidor, un hermoso hombre lobo sentado ante unas mesas del balcón, llamó poderosamente mi atención. Todo se debía a esa maravillosa fuerza de atracción. MI hombre lobo. Un momento, ¿de dónde salió esa división entre las mesas. El rostro de Jacob se iluminó al verme. Me hizo señas para que lo acompañara, antes de ser tapado por la mitad de los chicos que lo rodeaban. Amigos suyos, supuse, porque solamente conocía a algunos. Todos reían. Me dirigí, con aire despreocupado, hacia donde se encontraba y se levantó. Me fijé en que los chicos que acompañaban a Jacob, me miraban también. Jake me sonrió cuando estuve frente a él. Detallaba mi vestuario con natural descaro. - Felicidades, cumpleañero – sostuve su rostro, y le di un buen beso. Los chicos aplaudieron, silbaron, y bromearon, mientras reían. Jacob me rodeó con los brazos, apretándome hacia él. Se ruborizó un poco. - ¿Eres mi regalo, preciosa? - dijo sonriendo, al tiempo que se ponía aun más rojo. - ¿Por qué no subes conmigo, y lo averiguas? Los chicos volvieron a rugir. Nos sonreímos. - ¿Pretende abusar de mi castidad, señorita? - repuso con sonrisa pícara. Lo miré con franqueza. - Como si fuese posible que tú tuvieses castidad – reí – Y soy señora. Estoy casada. Ladeó la cabeza. Su sonrisa se tornó un poco irónica. - Imagino que es un hombre celoso. - Muy muy celoso – ante mi respuesta Jake se carcajeó – Pero yo también lo soy, así que estamos a mano. Levantó las cejas divertido, y en un rápido movimiento me besó pasional, posesivo. Marcándome con su lengua, mientras sus brazos me apresaban en un asfixiante abrazo. Al final, dejó un pico en mis labios, soltó una carcajada, y me llevó casi en carreras hasta la improvisada pista de baile repleta de gente. Jacob parecía totalmente fuera de sí. Se reía con ganas, en tanto me miraba con ojos brillantes y emocionados. No pude evitar que mi pecho se inflara de orgullo por lograr mi cometido. Jacob era absolutamente feliz en su cumpleaños. Conseguiría algo lo suficientemente bueno para mi familia como agradecimiento por su ayuda. Aprovechábamos que la pista estaba repleta para no despegarnos ni un cm. Nos miramos fijamente como si no hicieran faltas palabras, ni el uso de cualquier don para comunicarnos. El sudor de Jacob ya bañaba su camisa y su cabello, luego de horas de bailar sin descanso. Besaba mi cuello con deseo, en tanto yo me movía sensual de espaldas a él. Mis brazos alzados para enredarse en su cuello. Los suyos paseaban ávidos por mis costados, y en ocasiones, acariciaban los míos. - Mía – susurraba entre besos y caricias que me hacían volar al cielo. Me giré de cara a él. Sentí sus rudas manos ceñirse a mi cintura. - Mío- alcé el rostro hacia él. Sonrió, y besó mis labios. Lo sentía deseoso. - Ni siquiera lo dudes, Nena – respondió jadeante - Con cada bendito gen lobuno – mis manos se paseaban por torso de hierro. - Así es, bebé – dijo antes de dominar mis labios, otra vez. Escuchamos a alguien carraspear a un lado nuestro. No puede evitar separarme de los labios de mi amado. Era Adam. Escuché a Jake maldecir por lo bajo. - Eh, lo siento, Jefe – se veía avergonzado – Te... te necesitamos un momen... - ¿Que ocurre' – ladró Jacob. - Es... - sus ojos se posaron en mí y luego en Jake unas tres veces – Será mejor que vengas. OK, eso no me gustó. - Tendrá que ser de vida o muerte, de lo contrario comiencen a correr – soltó ácido Jacob apartándome con delicadeza. Acunó mi cara en sus manos – Ya vuelvo, preciosa, ¿está bien? Asentí algo incómoda de que tuvieran que ir. Jake entrecerró los ojos, mirándome extrañado. Pude notar que estaba al tanto de mi incomodidad. Después de todo, ¿por qué no podía escuchar lo que tenían que decirle a mi esposo? Recompuso mi expresión y se alejó con Adam. Lo seguí con la mirada entre la gente y vi como salían hacia el bosque. ¡¿El bosque?! ¿Tan privada era la conversación?! Me dió cierta intriga de graduarme como chismosa, y seguirlo sin que pudiera verme hacia... No. ¿Él dijo que volvería, cierto?! Lo esperaría. Le preguntaría sobre la dichosa “reunión secreta” y él me lo contaría, eso seguro. Me dirigía al mini bar por un vaso de agua, cuando un volcán de furia comenzó a acercarse entre los invitados. NO hacía falta tener el don del tío Jazz para divisar la carga de ira que Leah botaba por los poros. Cinco segundos después la tenía acorralándome contra la barra. - Escucha bien lo que voy a decirte, niñita, porque lo diré sólo una vez – masculló entre dientes a escasos centímetros de mi cara. Me apuntaba con su puño cerrado. - Pero, qué... - Me importa poco que seas otra de las intocábles de la Push, además de ser bastarda, no dudaré en arrancarte la cabeza si sigues destruyendo a la manada, ¿quedó claro? Espera, espera... ¡¿En serio?! ¿Leah me acaba de llamar BASTARDA, ¡en mi propia casa?! Calma, Renesmee, calma... - Leah, ¿qué..? - Tal vez estés acostumbrada a tenerlo todo, princesita, pero el estúpido de Jacob tiene muchas responsabilidades con la reserva, así que te sugiero que le bajes a tu cursi intensidad de recien casada y le des un maldito respiro. Leah temblaba de pies a cabeza, en tanto las palabras salían como lava caliente por su boca. La conocía desde que tenía memoria, no por ser muy cercana, ni nada parecido, sino por ser la Beta de la manada de Jake. Era casi obligatorio. - Leah, no entiendo porq... - Sí, me imagino que no tienes idea de lo que estoy hablándo, porque en tu podrida mente chupasangre no puedes entender lo unidos que somos, pero Jacob nos necesita aunque eso a ti no te importe – Leah era un ciclón indetenible de cólera – No, claro, ¿cómo te va a importar? Eres igual de egoísta e hipócrita que tu loca madre. Casi me sentí echar fuego por los ojos. ¡¿Que demonios le pasaba?! ¿Tuvo un mal día y pensó: ¡Desquitemosno con Renesmee!? Pues si necesitaba una cura de humildad, yo estaba más que dispuesta a dársela. - ¡Cállate, Leah! - grité endemoniada, empujándola por los hombros - ¡¿Estás loca?! ¿Quién diablos te crees? - caminé haciendola retroceder – Lárgate de mi casa ¡Ahora! La música seguía sonando, pero ya nadie bailaba. Mi olfato me hizo saber que mi familia se encontraba cerca. - ¿Qué pasa, princesita? - Leah sonreía como posesa - ¿Te duele que te digan la verdad, eso pasa? ¿No es eso lo que tú y tu loca madre han hecho, atormentar la vida del idiota de Jacob, quitarle su voluntad? Me quedé boquiabierta. - Esto tiene que ser una broma – escuché que gruñía mi esposo - ¡Leah! No me giré a verlo en el acto, a diferencia de la quileute. Entre mi furia comenzó a crecer una conclusión. - ¿Qué carajos te pasa, Leah? - gruñó Jacob. Su mirada había perdido el brillo que antes tenía. - Si no veo tu peludo tracero cobriso en la mañana, tu adorada esposita no tendrá que imbecil secuestrar – escupió, antes de salir de la casa. Jacob se quedó mirándola iracundo. Sus manos en dos puños. Yo no terminaba de digerir nada. ¿Alguien tendría la amabilidada de decirme que está pasando aquí?
EN MOMENTOS DIFICILES BUSCA FORTALEZA DENTRO DE TI DEJALA FLUIR Y VERAS COMO ENCUENTRAS AQUELLAS RESERVAS QUE TE LLENARAN DE ANIMO , OPTIMISMO Y VITALIDAD.... Luzvaj Las quiero, chicas :)
9: Sexto Sentido. - Ness... - acariciaba mimoso mi brazo, en tanto depositaba un beso suave en mi hombro. Moví mi cuerpo rechazando sus caricias. - No me toques, Jacob. Estoy molesta – gruñí – Sabes que no me gusta que me toques cuando estoy molesta. Lo escuché respirar hondo, y resignarse a quedarse a un lado, en el sofá de la casa de Charlie. - Nena... - se pasó las manos por la cara. - No me llames así. - ¡Nessie! - se quejó. - Déjame, Jacob – seguí fingiendo que leía – Estoy loco, ¿recuerdas? Invento cosas. Alucino. Tú no quieres estar con una loca, que inventa cosas y alucina. De reojo vi como miraba al techo con teatralidad. - Por Dios, Nessie, ¿es en serio? - se carcajeó - ¿Leah, celosa? Es lo más loco que te he escuchado. - Y vuelves a desconfiar de mí – suspiré, en tanto Jacob reía. Se apretaba el estómago, como si fuese a explotar de la risa. - No lo hago, preciosa - se calmó un poco, respiró profundo, y continuó entre risitas – OK, ok Digamos que es cierto, que le gusto y eso, ¿qué hay con eso? Aparté el libro a un lado para mirarlo con las cejas alzadas. - ¡¿”Qué hay con eso”?! - repetí adusta – Oh, no sé, simplemente el hecho de que ella es atractiva, que pasa más tiempo contigo que yo, que te conoce mucho mejor, y hasta ¡comparten sus pensamientos más íntimos! - grité, sintiéndome la típica mujer celosa - ¿Fuera de eso? Umm... déjame ver... no, creo que eso es todo. Jacob me observó sonriente durante toda mi diatriba. Tomé el libro nuevamente, leyendo una página al azar, sólo para no ver su cara de suficiencia. - Oh, vamos, cariño. Sólo son cosas que te... Lo fulminé con la mirada. - Ok, no dije nada – alzó las manos en rendición - ¿Quieres que acepte un amor loco de Leah hacia mí? Lo acepto. ¿Quieres que crea en Santa, el conejo de pascua, y que nuestra casa está hecha de azucar y chocolate? OK, lo creo. - se acercó todo lo que pudo a mí sin tocarme – Pídeme lo que quieras, Nessie, sólo no estés molesta conmigo. Hizo con sus labios ese puchero mimado que jamás resistí. No pude ocultar la enorme sonrisa que sustituyó a mi mal humor. Jacob me rodeó con esos enormes brazos suyos. No paraba de admirar su musculatura. - No existe nada en todo el universo, galaxia y todo lo espacial que me conozca mejor que tú, Ness – su voz era suave y dulce – Y no habrá ninguna chica que yo desee y ame más que a ti, mi vida – tomó una respiración profunda y juntó las cejas – Me crees, ¿verdad? Yo nunca te engañaría, Ness. Primero que me corten los huesos con una cierra. Rodeé los ojos, antes de asentir. Se quedó viéndome sonriente y pude apreciar todo el amor que desprendía. Acariciaba mi espalda. - Ámame, Jake – susurré pasándo mis dedos por su barbilla rasposa. Sus labios temblaban ligeramente frente a los míos. Enredé mis dedos en su cabello fuerte de su nuca. - Te amo, Ness. - Vámos, chicos, ¡se enfría! - gritó Sue desde el comedor. Jacob casi voló, pero yo no tenía apetito, así que lo segí a paso lento. Nos encontrábamos en la casa de Charlie esperando a que Sue se preparara para llevarla a una reunión del consejo, en tanto yo disfrutaría de la primera Lunada del año en la reserva. Mi abuelo se hallaba en la estación, mientras que Sue nos complacía en todo lo posible. - ¿Te sirvo, tesorito? — me acercó un plato. - No, gracias, Sue. Comí antes de venir. Sentí la mirada de Jacob caerme encima como un yunque, pero no dijo nada. Lo cierto es que llevaba casi un día y medio sin ingerir alimento. Humano, al menos. Tomé asiento junto a Jake en la mesa, mientras Sue se ubicaba frente a nosotros. Me quedé viendo a la gente pasar, a través de la ventana de la cocina. Mujeres, niños, hombres. Jóvenes que reían bajo la llovisna, sin incomodarse o refugiarse en algún lugar. Continuaban con su rutina diaria, sin importar el clima o las leyendas que se rumoraban. Ignorantes del peligro y la presencia de seres que deberían ser irreales y con los que se relacionaban cada día. En un paseo por la playa... en las tiendas... en una inocente visita al médico... Yo los entendía, había algo en este pueblo que te envolvía, haciéndote pensar que este sería el mejor lugar del mundo para vivir. Te adaptabas a lo que fuese, y te volvías parte de Forks. Que más pueba de eso que “Los Cullen” - Escuché que Rachel está embarazada, Jake – le decía Sue. Mi vista seguía ida en la ventana. - Sí – dijo Jacob lentamente, como si no le agradara mucho el tema – Creo que va para los cuatro meses — Rachel está embarazada — esta vez Sue afirmó. Se le escapó una risita nerviosa — Me parece que fue ayer cuando la veía recoger conchas descalsa junto a Rebecca por la playa. — Esperemos que no saque nada de Paul — graznó Jake mientras comía. Sonreí sin mirarlo. Escuché un golpe seco, y miré de soslayo. — ¡Ey! — se quejó Jake, sobándose el pecho. Sue lo había golpeado con la espátula. — ¡¿Pensabas decírmelo?! — ¡Se me pasó! — Jake se escusó. Esta vez me reí. No sé si se debía a la orientación que tomaba nuestra reciente conversación, pero me detuve a observar con detenimiento por la ventana la imagen de un niño sentado cómodamente en los hombros de su padre. El dedo índice y anular en su boca. Lo único que sobresalía del impermeable que cubría su cuerpecito pequeño. Su padre lo sujetaba de las piernas, en tanto el niño usaba el cabello de su progenitor como las riendas de un caballo. Me sorprendí sonriendo enternecida con la entretenida imagen. La verdad se ve{in muy tiernos juntos. Un gruñido quejumbroso salió de Jacob. Salí de mi aturdimiento para mirarlo con sorpresa. Jacob me veía ceñudo, recostado en la silla, con los brazos cruzados. — ¿Qué? — Llevas horas viendo a ese tipo por la ventana — dijo enfurruñado — ¿Qué te atrae tanto? Sue soltó una carcajada mientras se levantaba con los platos. Blanqueé los ojos. — ¿Y bien? — Jake levantó las cejas. Sue rió con más ganas. Todo era muy bizarro, a decir verdad. La expresión enfurecida de Jacob, la diversión de Sue… — ¿De qué estás hablando, Jacob? — traté de contener la risa. — ¿Puedo saber por qué se rien? — soltó enfurruñado. — No seas bobo, Jacob — Sue se acercó — Ella veía al niño — se secó las manos del delantal — ¿Sabes, tesorito? A Jacob le gustaría tener hijos — lanzó una mirada sugerente — Lo escuché de Billy la otra vez. Jacob no se atascó con la comida, porque ya había terminado, pero me giré a verlo en cuanto soltó un jadeo de sorpresa. Masculló algo que no conseguí escuchar. — Serían los cuartos — continuó Sue, colaborando a la tensión del momento — Primero Jared, Sam el año pasado, Paul… No creo que Quil se anime — rió ella sola — Parece que continuará en celibato. ¿Hijos? ¿Nietos para Bella, Edward y Billy? Ni siquiera lo había pensado. Quiza porque no estaba en mis planes. Jacob carraspeó, interrumpiendo el hilo de mis pensamientos. — Hay mucho tiempo para eso — dijo. Asentí sin hablar más. Sue rió entendiendo la expresión de ambos como: “Los hijos reúnen muchas cosas para las cuales aun no estamos preparados” — Sí, sí, igual espero enterarme por ustedes, ¿entendido? — nos señaló acusatoriamente — No como Rachel… — se hundió de hombros, y bajó la voz a casi un susurro, imprimiéndole complicidad a la conversación — enterándome por Billy cuando Charlie lo visitó el Jueves pasado. Jake alzó las cejas y yo chille asombrada: — ¡¿Charlie fue a ver a Billy?! — Lo convencí — sonrió triunfante — Estuvieron hablando lo básico, ya saben, pero es un buen comienzo, ¿no creen? — Tráfico de influencias, ¿eh, Sue? — Jake se carcajeó. Sue le guiñó el ojo. Nunca había visto juntos a Charlie y a Billy, pero conocía las historias de la antigua amistad de la larga trayectoria. — Estaré lista en 5 min — Sue se quitó el delantal — ¿Por qué no van llamando a Seth y a Leah para que se reunan con nosotros? No pude evitar hacer una mueca de desagrado. — ¿Qué? — demandó Sue. — Leah me odia — le expliqué. Escuché a Jacob respirar profundo. — Sí — Sue se quedó pensativa — Leah a tomado una actitud muy infantil, últimamente — sacudió la cabeza — Ya hablé con ella sobre esto. Somos familia. No entiendo por qué sigue actuando de esa manera. Aplaudí agradecida, antes de señalar a Sue y mirar a Jacob como “¿ves qué tengo razón?” Éste roló los ojos. — Por favor, Sue — Jacob se pasó las manos por el cabelllo — No alimentes su locura, ¿quieres? Lo miré boquiabierta. ¡¿Conque mi locura, no?! No podía desaprovechar la oportunidad. Sabía que Leah era su hija, pero necesitaba el respaldo de alguien más. Alguien que no se detendría en decirme lo que fuese, y esa era Sue. — Sue — me levanté hasta quedar frente a ella — ¿Has pensado en la posibilidad… no sé… de que a Leah le guste Jake? El bufido que soltó mi esposo resonó por la cocina. — Lo he pensado, sí — respondió seria. Asentí frenética. — ¿Y a qué conclusión llegaste? — la insté a seguir. — ¡Por favor! — gruño Jake — ¡Ella piensa siempre en que soy un ser despreciable! — Shhhh — me acerqué a él para tapar su boca con la mano — Eso no dice nada, así que escuchemos. Dejó caer la cabeza hacia atrás y roló los ojos. — Continúa por favor, Sue — urgí. — Ellos se conocen desde hace mucho, tesorito, y tal vez sólo sean celos de amigos. Además, ella pertenece a su manada y sé que lo respeta mucho — Esta vez fue Jake quien señaló a Sue. Lo callé presionando más mi mano sobre su boca — No lo sé, mi cielo, conozco a mi hija lo suficiente como para saber que lo de Sam fue muy difícil para ella y que aun no lo ha olvidado, pero… — No has descartado esa opción — atiné. Sue lo pensó mejor. — No creo que debas preocuparte por eso, cariño — dio por concluida la conversación, con una media sonrisa y sus pasos al alejarse. Se supone que luego de una descarga de opiniones debería sentirme más satisfecha, pero el resultado al parecer había sido el contrario. No paraba de avanzar con conclusiones locas en mi cabeza. Sue hace rato se había marchado a cambiarse. Yo me quedé junto a Jake lavando los platos. Sentía su mirada fija en mi rostro, mientras me pasaba los cubiertos para que los secara. — Ness, nena, ¿quisieras parar de pensar fantasías imposibles entre un amor loco entre Leah y yo, por favor? No lo miré, ni dije nada. No tenía nada que decir. — Princesa… — canturreó mimoso, avanzando con sus manos llenas de jabón hasta mi cintura — Está enamorada de Sam no de mí, ya lo oíste. Una simple respuesta. — Tal vez su debilidad sean los alphas — me hundí de hombros. Elevó los ojos al cielo. — Niña terca — gruñó, antes de aprisionarme en sus brazos musculosos. Me alzó con brusquedad del suelo. — ¡Auch! — exageré con un puchero. Soltó una risita traviesa y me zarandeó estrujándome en su pecho. No cabe duda de que siempre seríamos igual de infantiles. — ¡Jacob! — me quejé de su brusquedad. Se echó a reir enterrando su cabeza en mi cuello. Comenzó a dejar pequeños besos por todos lados. Aspiró fuertemente. Me ericé de los pies a la cabeza. — Mmm — ronroneó — Vainilla y miel. Mordisqueó levemente . — ¿Qué? — solté sin aire. Con sus dedos comenzó a dejar tiernas caricias por debajo de mi camisa. — Tu perfume, Nessie — gimió en mi oído — Huele a Vainilla y miel — lamió por detrás de mi oreja — Me encanta. Me mordí el labio para no gemir. — No uso perfume, Jake — jadeé. Sonrió de una manera perversa. — Lo sé — y sin más abrió mis labios con su lengua. Nos separamos de golpe, al escuchar la puerta de sala abrirse. — Espero en el auto — soltó Sue antes de trancar la puerta detrás suyo. Nos miramos, jadeando, rojos de vergüenza…¿o de exitación? — Lo sé, lo sé — respiró profundo, acomodando mi blusa — La maldita lunada, soy un estúpido Alpha, no podemos faltar. Solté una carcajada.
"Tengo una imaginación viva. Nunca sabes cuando puedes necesitarla." Joanne Kathleen Rowling Cuídense, mis amores. Besitos. Nos leemos.
@Gabrieluchini te aconsejo poner esas frase al final del capítulo en lugar de en un comentario. ¡Saludos!
10: Fuera de Lugar. Desde que tenía memoria había sido el centro de atención del lugar en el que estuviese. No conocía el rechazo, ni el miedo. Esas dos palabras no formaban parte de lo que yo era, de mi vida, y mucho menos de mi preocupación. Nunca estuve en un lugar donde me sintiera incómoda por encajar. Donde tuviese que fingir conversaciones amables para entablar diálogos que duraran más de dos segundos. Era así como me sentía ahora. Sentada en un tronco húmedo alrededor de una fogata. En la primera lunada de la Push. A mi lado, estaba Emily Uley, con Nick –su hijo de meses – en brazos. Frente a mí, Rachel, murmurándole conversaciones desagradables a Kim –la imprimada de Jared- que se supone que yo no tenía que escuchar. Atenta a los movimientos que hacía. Fulminándome con sus miradas. Por el amor de Dios, ¿cómo se supone que saldría de esto? Imposible no sentirte como bicho raro cuando todos te veían así. Nunca me puse a pensar en este punto al casarme con Jacob. Bien, tampoco es que me habría importado, pero al menos me habría preparado para el momento. Quiza. La verdad es que jamás me había sentido así antes. No se lo deseaba a nadie. Quería desaparecer con el humo de la fogata azul, o que mi don fuese paralizar el tiempo mientras salía corriendo. ¿Qué por qué estaba aquí? Buena pregunta. Digamos que forma parte de esos sacrificios que se hacen por amor. Jacob se veía tan radiante junto a sus hermanos…mientras que yo debía pretender. … Me recordó por un momento a Saw. “Su pecado: Nacer. Su penitencia: socializar con las demás imprimadas y vivir para contarlo. Que empiece el juego.” — Ya es tarde — Claire hizo un gesto de disgusto — Le pediré a Quil que me lleve a casa, antes de que me encierren en una torre. Quil abandonó la reunión en la que estaba junto a Jake, Sue, Sam y Billy discutiendo asuntos de la reservación, y comenzó a acercarse a la fogata. Claire fue colocándose de pie. Me entró el pánico. Ella era mi salvación esta noche. La balsa en pleno naufrago. La brújula en mi desorientación social. — ¿De verdad tienes que irte? — traté de ocultar el tono suplicante. No funcionó mucho. — Me encantaría quedarme, Ness, sabes que sí — hizo un puchero — Pero no puedo. Quil sonrió sombríamente. Tal vez no era sólo yo quien quería que se quedara un rato más. Suspiré aceptando mi fracaso. Recibiendo mi tortura. Le sonreí como respuesta a Claire. Si me arriesgaba a articular palabra seguramente saldría un llanto de súplica para que no me dejara sola. Claire era la única de las imprimadas con la que me relacionaba desde niña. Un día fuimos amigas contemporáneas y ahora ella era para mí una tierna y linda adolescente. Había sido con la que socialicé toda la noche, y al irse me tocaba enfrentarme al jurado inquisidor, del cual estaba segura, no saldría bien parada. “Vive o muere. Tú decides” Me quedé callada como por media hora. Casi me sentaba sobre mis manos cual niña pequeña y asustada. Pasaron exactamente 8 min, 23 seg, hasta que Rachel preguntó: — ¿Y cómo está Bella? Tardé en darme cuenta que hablaba conmigo. — ¿Cómo dices? ¿Bella? Sí, bueno, ella…ella está bien. Un buen comienzo. Peligroso. — Buena chica — asintió para si misma —La recuerdo ¿sabes? Simpática. Un poco tímida, es verdad, pero muy linda — su mirada se perdió en las llamas de la fogata — Era la luz de Charlie — Suspiró — No veía el tiempo en que ella viniera a visitarlo. Definitivamente era otro cuando ella se quedaba en su casa. ¿Me lo estaba imaginando, o Rachel hablaba de Bella con nostalgia? — Lástima que tomara esa horrorosa decisión — fingió estremecerse. Kim asintió adolorida. Ah, ahí estaba el detalle. Bella estaba muerta para ella. “Se acabo el juego.” — ¿Estás insinuando..? Emily aclaró su garganta, interrumpiéndome. — Cuéntanos, Nessie, ¿todo bien en su luna de miel? — Oh, por favor, Emily, seguro que hay otras cosas de las que quieras hablar — se quejó Rachel — Es mi hermano, ¿Lo olvidas? Di un suspiro. Mi pesadilla estaba empezando y ya sentía que no podría soportarlo. Así pasaron otros diez minutos que a mí me parecieron una eternidad. Hacía girar mi anillo de matrimonio por puro nerviosismo. Es por Jacob, Renesmee. Inhala. Exhala. Inhala… Rachel continuó hablando “en secreto con Kim”, y ésta respondía con risitas y miradas de soslayo hacia mí. Me contuve de rolar los ojos con fastidio. Emily consiguió darse cuenta de mi incomodidad, o lo adivinó, en fin, el caso es me ofreció amablemente acompañarla a traer más alimentos para los chicos. Por supuesto, antes de que pudiese pararme, Kim soltó pedante: — No te ofendas, Emily, pero sería mejor que te acompañara una de nosotras, tú sabes, por aquello de que nosotras sí comemos… esto… comida. Rachel se echó a reir. La fulminé con la mirada. Ah, ¿así se sentía perder la paciencia? — Kim, ya basta — reprendió Emily maternal. — Está bien, Emily — recojí mi chaqueta, en tanto me levantaba de golpe hirviendo de rabia — Ya me iba de todas formas. — Nessie… — No, no, tranquila — busqué en mi repertorio la sonrisa más falsa y se la di — Es tarde, y me gustaría descansar. Escuché como una de las dos se bufaba. Estaba claro que para ellos sólo era una chupasangre intrusa. Una …¿cómo me decía Leah? Ah, sí, una sanguijuela. No importaba que tan humana pudiese ser. Nunca sería una igual. Y ni hablar parte de la reserva. Solté el gruñido que lo empeoró todo, cuando percibí el aroma de Jacob a mis espaldas. Las tres mujeres sentadas alrededor de la fogata abrieron mucho los ojos. Bien, un poquito de miedo, no me hacía sentir mejor, pero sí menos ridícula. — ¿Todo bien? — demandó Jacob con voz ronca. No tenía que verlo para saber que estaba molesto. Rachel comenzó a decir algo más, sin embargo no pude escucharla. Tuve que sentarme de golpe, debido a que todo a mi alrededor se puso oscuro y la cabeza comenzó a dolerme mientras daba vueltas. Ya no me sentía hervir. Tenía la piel fría como un lagarto. — ¡…haciendo, Rachel! — Jake gruñó en mi oído, o así me pareció. — ¿Yo? — escuché que Rachel respondía a lo lejos — ¿Acaso es mi culpa que… — Shhh, cállate, está despertando — se quejó Jake — Nena — me susurró bajito — Nena, estoy aquí. — No estará débil de hambre, ¿verdad? — una voz ronca preguntó al final. — ¡JARED! — reprendió Emily. — Ness — Jacob se escuchaba angustiado — Nena, ¿qué tienes?… — Estoy bien, estoy bien — comencé a incorporarme. Los párpados me pesaban — Tú quédate, yo… — Estás helada, preciosa — sentí sus manos calientes pasearse por varias partes de mi cuerpo — ¿Qué pasó? —bramó molestó hacia otra parte — ¿Qué coño le hiciste, Rachel? — ¡Ella no hizo nada! — gruñó alguien más. — ¡Tú cállate, Paul! — Estoy bien — gemí incómoda. Contradiciéndome — Sólo quiero irme a casa. Sentí como Jacob sujetaba mis piernas y me levantaba del suelo. — ¡Jake, no! — Intenté abrir los ojos — Déjame. Estoy… — ¡Shhhh! — se quejó obstinado. No quería que dejara de divertirse por mí, pero la verdad me sentía muy cansada para protestar. Recargué mi cabeza en su cuello. Su pulso repiqueteaba frenético contra mi cara. Al llegar, me subió a la habitación y me colocó delicadamente sobre la cama. No abrí los ojos. Lo escuché moverse de un lado a otro. — Carlisle, soy Jacob, necesito que vengas ahora — su voz se alejaba de mí — Algo le pasa a Ness y qu… — Salgo para allá — se escuchó al otro lado del teléfono. Olfateé a Jacob nuevamente en la habitación. — No debiste hacer eso — le reclamé sin dejar de marearme — Ellos van a angustiarse, y yo estoy bien, pero parece que nadie me escucha. Las ondas de calor que despide el cuerpo de Jacob, me hicieron saber que se acercaba. La cama se hundió a un lado de mí. — ¿Por qué no le dices eso a tu cara? Te ves terrible, Ness, es obvio que algo te pasa. — No debiste dejar la reunión ¿Quién llevará a Sue a casa? — Sus hijos estaban allí, Ness — bufó — Intenta con otra cosa. — No debiste llamar a mi abuelo. — Sí, tienes razón — dijo sarcástico — ¿Piensas que los hayamos despertado a esta hora? — Jacob… — No entiendo qué pasó. Dime qué pasó. — No es nada — abrí, a mi pesar, los ojos. Jacob se veía alarmado. — Estoy cansada, eso es todo. Jacob resopló. — Seeh, claro, ¡Yo te vi! — señaló hacia el bosque — ¡Te desplomabas como una barajita! Reprimí un suspiro. — Llevas dos días y medio sin alimentarte de nada, Nessie — se pasó desesperado las manos por el cabello — Dime: ¿tiene que ver con esas clases de porquería que tenías con el híbrido? — Jake — desvié la mirada — Por favor… — No, Ness, Habla de una vez, Maldición. — ¡Ya te lo dije, pero no me escuchas! Roló los ojos. — Olvídalo, Ness — masculló colocándose de pie, y azotando innecesariamente la puerta de la habitación detrás de él. Gruñí de su obstinada terquedad y me crucé de brazos. Cuando regresó, se veía más calmado. Miraba el reloj cada segundo como un psicópata. Pasó su mano por mi frente, verificando mi temperatura. Continuaba ceñudo, sin decir nada. Tampoco hablé. Se levantó a mirar por el ventanal. Lo escuché gruñir impaciente. Murmuró algo muy bajo para que lo escuchara. Regresó a la cama un momento después, y acarició mi cabello. Continuaba viéndose molesto, pero apartaba mechones de mi cabello ternura. Estiraba mis rizos y los soltaba. Me entraron ganas de reir. Jacob era tan niño, a veces. Paró de jugar con mis rulos, y se quedó quieto un segundo. Entonces corrió hasta la entrada. Carlisle me examinaba minuciosamente unos minutos más tardes. — Lo peor ya pasó — dijo mi abuelo acariciando tiernamente mis brazos — Pareces estar bien. — Noticia vieja — refunfuñé. — ¿Pero por qué se puso así? — preguntó Jacob, haciendo caso omiso a mi pataleta. Se movía inquieto a un lado de la cama. — Tal vez sea cansancio — aventuró mi abuelo. — Bingo — murmuré sarcástica. — Si pudiera hacerle algunas pruebas de sangre… — habló mi abuelo para si mismo. — ¿Puede? — demandó Jake. — Imposible — dije — ¿Piel de vampiro, recuerdas? Ninguno de los dos pareció escucharme. — ¿Quisieras llevarla a casa mañana, Jacob? — Seguro, Doc. Los dos se fueron, y yo me acosté fastidiada. Como si no fuera suficiente con mi hambre voraz, ahora estaba enferma. Algo que hasta los momentos no creíamos posible. ¡Estupendo! Como no dormía casi los últimos días, no hice más que recostarme en la cama a esperar. Suspiré.
11: Días de reposo. — Esto no va a dolerte, Cielito. Carlisle introdujo lo que él llamaba “la aguja especial” en mi brazo. Sentí la molestia de mi piel oponiéndose a la intromisión de la inyectadora, pero fue todo lo que percibí. Mi piel, según la explicación que Jacob pidió a mi abuelo, estaba entre lisa y frágil, las células que la formaban no llegaban a ser tan duras como las de un vampiro (cosa que permitía la penetración de la aguja) pero era ligeramente menos flexible que la de un humano (razón por la cual una aguja normal se partía cual galleta al primer intento) El resultado sanguíneo no iba a ser del todo claro, puesto que la sangre de mi cuerpo tenía un componente similar al fluido corporal de un vampiro, pero no había nada que mi abuelo no pudiera lograr. Consiguió que fabricaran esa aguja especial con uno de sus contactos, gracias al acceso médico que tenía, a su credencial y a la licencia cargada del mejor desempeño de trabajo. Bella no paraba de bombardear a Jacob con preguntas sobre TODO lo que sucedió en la lunada con desquiciante exactitud, mientras que mi padre no perdía oportunidad en echarle la culpa. Supuse que más por llevarte la contraria y tener con que pelear que por otra cosa. Jazz y Alice sólo dejaron que los demás se ocuparan de todo. La prudencia los aconsejaba a actuar de esa forma. — Los tendré dentro de tres días — nos aseguró Carlisle — Tal vez deberías guardar reposo mientras esperamos, no queremos que vuelvas a debilitarte. — Estoy bien — insistí con fastidio. Había repetido la misma frase alrededor de unas treinta veces, en el transcurso de ayer y hoy. Esperaba que esta fuese la última. Mi abuelo sonrió con diversión, como si acabara de escuchar un chiste. — Sólo por precaución, Cielito — musitó gentilmente, dándome un toquesito en la nariz. Asentí a regañadientes. Al salir junto a Carlisle del consultorio, todos en la casa se turnaron para fastidiarme con diferentes entonaciones curiosas de “¿Cómo te sientes?” y “¿Qué fue lo que pasó?” Hice uso de mis facultades histriónicas para mentir con asombrosa eficacia, respondiendo a todos con un muy profesional “Ya estoy mucho mejor, de verdad. No tienen de qué preocuparse” Salió bien. Carlisle, Jazz y mi padre se encerraron junto a Jacob en uno de los despachos de la casa blanca, con el pretexto de que debían hablar con mi esposo sobre algo importante. Yo, entre tanto, comencé a sacar teorías sobre mi extraño comportamiento actual. Pensé primero en que se debía a cansancio, como había dicho. Los viajes y la abstinencia de sangre por más de un mes. Pero ya eran muchas las semanas que pasaron desde la luna de miel, así que descarté esa opción. Luego, consideré el cambio de ambiente al que había sido sometida al vivir ahora en La Push, pero no era la primera vez, se podía decir que la reservación era mi segunda casa. Dejé pasar esa opción, también. — ¿Qué está tramando esa loca cabecita tuya, eh? — inquirió Jacob mientras conducía a La Pálida. — En mis tres días de reposo — gemí malhumorada. Jacob se giró a mirarme. Soltó una carcajada. — Olvidé que no puedes estar tranquila por un momento — meneó la cabeza divertido — ¿Tienes idea de qué hacer para matar el tiempo? Podría enseñarte mis valiosos trucos súper secretos para que al fin consigas pasar el nivel ocho de Resident Evil. — Ya lo hice — no pude impedir la sonrisa triunfante de mi cara — Completé los episodios 4, 5 y 6, conseguí hablar con el viejito en el nivel 9 y estuve a punto de destruir la colmena. Jacob apartó la mirada de la carretera para verme con escepticismo. Ahora fui yo quien soltó la carcajada. — Por Dios…— musitó con falsa nostalgia — Mi niña está creciendo. Le propiné un manotazo juguetón, que lo hizo reír con más escándalo. — Pues quiero ver eso — se apresuró a decir más alborotado que un niño la noche de navidad — Nos vamos a divertir. Lo miré sobresaltada. — ¿Nos? Me miró como si le hubiese dicho que la luna era cuadrada. — Creíste que te dejaría sola en estos días? — Pero… compraste el local de tu nuevo taller — repuse — ¿No dijiste que comenzarías esta semana? Y… la manada. Yo pensé… Tu deber es… — Estar contigo — añadió tajante. Me cogió la mano con firmeza. Fui a protestar, pero no encontré qué decir, así que me quedé callada. Sentí la mirada de Jacob clavada en mi rostro. Me sacudió la mano que llevaba entrelazada con la suya, como si quisiera despertarme. Lo miré. — ¿Y ya está? — sonrió abiertamente — ¿Vas a aceptar mi decisión así de fácil? Me hundí de hombros. — También quiero estar contigo — admití con naturalidad. Alzó ambas cejas con asombro. — Así que eres una Nessie buena y obediente, ¿no? — esbozó una sonrisa, — entornando sus ojos oscuros — Me asusta. Desvié mi rostro hacia la ventana para esconder mi sonrisa. Giró la Hummer por el sendero ancho que nos llevaba a la carretera. De ahí a nuestra casa faltaban pocos kilómetros. Entonces recordé algo. — Jacob — ¿Sí, Nena? — ¿De qué cosa hablaron tú, Jazz, Edward y Carlisle en el estudio? Se quedó mirando la carretera largo rato. — De algo que ya sabíamos — puso mala cara — Otro apestoso chupasangre decidió venir a visitarnos. El tono en que lo dijo se cargaba de repulsión. — No entiendo, Jake. ¿Un visitante, quién? — No lo sabemos — declaró. Entonces arrugó la cara componiendo una expresión de asco — Pero ya hemos encontrado varios de sus desastres. Me asaltó el asombro. — ¿Te refieres a… muertos? Asintió — ¿Varios? Volvió a asentir. Miré hacia afuera. Hacia el bosque. Reconocí los árboles cercanos a La Pálida. — ¿Y aun así serás mi enfermero? — Seré tu esclavo — corrigió enérgico — Por tres días. Vacilé un momento. — Pero… — No — espetó — Me tomaré tres días, y tú no protestarás. Desvié nuevamente la vista hacia la ventana. Suspiré cansina. — Leah va a amar la idea — musité. Jacob puso los ojos en blanco. — No suelo dejarme llevar por tratos mafiosos — simulé estar pensándolo — Mi esclavo… Dejé la frase en el aire, claramente divertida. — Te encantará — fanfarroneó. — “No tengo la menor dudá” — pensé. Levantó una comisura de sus labios componiendo una sonrisa de suficiencia. Besó la unión de nuestras manos. — ¿A qué lugar iríamos? — fruncí el entrecejo. Jacob negó con la cabeza, mientras detenía la camioneta frente a casa. — Es sorpresa. Le lancé una mirada interrogante. Abrí la boca, pero… — ¡Eh, eh! — me acusó tocando mis labios con un dedo — El trato. No protestarás. — No he dicho que sí — le recordé. Sus ojos negros me examinaron con detenimiento. — Pero lo harás — sonrió — Eres una Nessie buena y obediente, ¿recuerdas? — Yo tampoco dije eso — le devolví la sonrisa. Jacob dejó caer los dedos, mirándome con frustración. — Bien — se quejó — ¿Qué propones? Sonreí.
12: La Visita. — ¿Estás segura de esto, Ness? — repuso Jacob, muy serio a sólo metros de la casa de Reneé — Te ves aterrada, cariño. No contesté. Había escuchado su pregunta, también sabía que estaba a mi lado, pero mi nerviosismo perverso consiguió empujar mi mente hacia un rincón dormido de donde no conseguía tomar decisiones lógicas. Por ejemplo, de haber respondido, seguramente estallaría en carcajadas tirándome al piso con los ojos muy abiertos, repitiendo “No lo sé, no lo sé” entre risas. Jacob quería tres días de reposo, y yo quería ver a Reneé. Fusionando todo eso, le propuse pasar tres días de reposo en casa de Reneé. Durante todo el viaje me había propuesto disipar mis preocupaciones. Jake me ayudó contándome lo que los chicos le informaron en su cumpleaños: Un nuevo Quileute se sumó a la manada. Al parecer el nuevo visitante hizo brotar la fiebre lupina, otra vez. Pero el no crear especulaciones sobre la reacción que tendría Reneé había sido un error, ahora los nervios me atacaban sin piedad, cobrándome el no haberlos dejado salir durante el camino. — Puedo hacerlo — hablé más para mí, que para Jacob, sin embargo hice un esfuerzo porque no notara la falta de credibilidad en mi voz a causa del miedo. Las manos me temblaban, así que las guardé en los bolsillos delanteros de mis jeans. Sentí una de sus manos apoyarse en mi espalda. No sé si me instaba a avanzar, o me proporcionaba un soporte por si me desmayaba. Lo tomé como un impulso. Escuchaba mi palpitar como un estruendoso tambor y el estómago se me revolvió al decidir dar el primer paso. Divisé a lo lejos un pipote, y comencé a caminar pero en esa dirección. — ¿Ness? — preguntó Jacob confundido por mi insólita acción. Logré llegar a tiempo al cubo de basura, y vacié mi estómago de lo que supuse fue mi última caza y parte del mini trozo de pan que había desayunado. Jacob me sostenía entre sus brazos con firmeza. — Se acabó. Nos vamos — repuso decidido, apartando el cabello de mi cara. Sólo pude mover la cabeza de izquierda a derecha, negándome a dar un paso atrás en mi decisión. Me pasó gentilmente su camisa y odié tener que ensuciarla de esa manera. Después de limpiarme, todavía aferrada al pipote, me puse de cuclillas en el suelo, esperando a que todo volviera a su lugar y el mundo dejara de dar vueltas a mi alrededor. — “¿Cómo está ella, ha llamado?— pregunté a Sue. — “Está mejor. Un poco escéptica, pero bien. Charlie también pasó por eso y ahora no puede vivir sin ti. Ella también lo asimilará” Yo quise creerle a Sue. — Preciosa —susurró Jacob con dulzura. Yo seguía sin soltar el borde del pipote — Podemos hacer esto otro día. No tienes porque… Negué con la cabeza sin abrir los ojos. — Nessie — insistió — Por favor… — Quiero acabar con esto de una vez — respiré profundo — Quiero saber que piensa de mí, si puedo contar con ella o debo olvidarla para siempre. Abrí los ojos. Jacob me observaba con notoria desaprobación. — No lo sé, Ness… — Es todo lo que pido. Se quedó mirándome fijamente un instante, luego cerró los ojos con frustración, se encogió de hombros, y me ayudó a colocarme de pie. Le sonreí. Él suspiró resignado. Nos encaminamos nuevamente hacia la casa de Reneé, aunque estéticamente menos preparados, ya que Jacob andaba de torso desnudo (la camisa reposaba en el fondo del pipote) y yo tenía un aspecto asqueroso. Reneé se había ido al día siguiente de saber mi verdadera identidad. Bueno, lo básico al menos… — ¿Cómo me veo? — le pregunté en voz baja, mientras recorríamos el camino que llegaba hasta la puerta. — Hermosa, por supuesto. Eso es obvio. … nada de llamadas, ni mensajes… — Debo tener una pinta horrible. Jacob puso los ojos en blanco. — Ya te lo dije, luces hermosa — Una pausa — Algo enferma, pero… — ¡No estoy enferma! — refuté en voz baja. Jake rió entre dientes. … no fue a mi boda… — ¿Crees que todo saldrá bien? Mi dedo suspendido sobre el timbre. … no se despidió de mí… — Sobreviviremos — sonrió sarcástico. No me malinterpreten. Podía entender algo de lo que tal vez ella sintiera con todo esto, y no la culpaba por lo loco del asunto. Sin embargo, no conseguía evitar sentirme triste por su rechazo. Es como ir a la mejor tienda del mundo a comprar los mejores zapatos, los más hermosos, los de tus sueños, ¡TUS FAVORITOS! Y que en un arranque de necedad, el dueño te eche a patadas de la tienda. No. Es mucho peor. Es como si los zapatos no existieran de tu talla. Como si no te entraran nunca. Como si no tuvieras pies. Disentí de tocar y Jacob, adivinando mi cobardía, dio tres fuertes golpes a la puerta. Mi mano comenzó a temblar, agarrotada en la mano de Jake. Él acariciaba mis nudillos, para tranquilizarme. El picaporte comenzó a moverse. Lo veía todo como en una película de misterio. Pasaron unos minutos que yo sentí como horas para que la puerta se abriera un poco y la asombrada cara de Reneé se asomara con sus grandes ojos azules abiertos de par en par. Sentí que todavía quedaba alimento en mi estómago para expulsar. Me contuve. Jake sonrió. — ¡Reneé! — exclamó animado, como si recién llegáramos a un cumpleaños. La puerta terminó de abrirse lentamente. Retrocedí un paso por puro instinto. Reneé se quedó mirándonos de hito en hito desde el umbral. — Pasabamos de casualidad por Jacksonvill, así que decidimos venir a visitarte — continuó con desenvoltura. Arqué una ceja. — ¿Podemos pasar? — concluyó. Siempre sonriente. Reneé seguía plantada en el umbral sin decir nada. Eso en Reneé, es un ejecutivo yendo a la oficina en tutú. Asintió automáticamente. Esperamos, pero no se movió. Reaccionó al rato, apartándose con lentitud hacia un lado. No fue el recibimiento más ameno, pero logramos pasar a la sala. Phil no estaba con ella, al parecer se ocupaba de algo así como un tutorial del equipo de no-sé-dónde, la verdad no se me daba mucho aquello del conocimiento amplio del deporte, pero Jacob le entendió, él sí sabía. Dejé que se encargara de esa parte. Sus inquietantes ojos azules no dejaban de evaluarnos. Siendo supervisora en la docencia, no era de extrañarse. Muy perceptiva. Por suerte Jacob tomó el control de la conversación, yo no sabía qué decir, ni por dónde empezar, pero él tenía el don maravilloso de desenvolverse con facilidad al hablar sin que tuvieras que intervenir mucho, y eso funcionaba a la perfección en este momento. A pesar de la posición defensiva del principio, Reneé, al rato, comenzó a mostrar un poco de interés. — ¿Y dónde se quedan? — Cerca — Jake soltó — En un hotel muy bonito. Reneé se apartó un cabello sudado de la frente. — Si quieren… podrían quedarse aquí — me miró — Hay una habitación desocupada que podrían usar… — tragó saliva — No es muy grande, pero… — No, gracias — me apresuré a decir — No queremos importunarte. Habían sido las primeras palabras que decía, así que sonaron toscas. — No, Linda — Reneé palideció — No me incomodas. Es sólo… — Bueeeno — Jake se irguió en el sofá — Voy por las maletas. Antes de que pudiese protestar, se había levantado y salía a grandes zancadas de la casa. Arreglaría cuentas con él después. Reneé y yo nos quedamos largo rato en silencio. Cada minuto que pasaba aumentaba peligrosamente la tensión. — ¿Por qué quieres que me quede? — desvié la vista hacia mis manos, y luego la enfoqué — Pensé, cundo te fuiste sin despedirte, que no querías volver a verme — sentí el escozor de las lágrimas — ¿Me equivoco? El ambiente a nuestro alrededor se volvió tan sólido que pensé estúpidamente en que podría sacar la lengua y probarlo como a los copos de nieve. — Yo… yo no… — se removió en el sofá — Yo nunca quise eso, cariño. Sólo… yo sólo tenía miedo. — De mí — completé, sorprendida de haberlo dicho en voz alta. — No, Linda — tragó grueso — No es… No tiene que ver contigo, cariño. Fruncí el ceño sin entender. A pesar de que estábamos refugiadas dentro de la casa, pude ver como Reneé se sonrojaba y el sudor se asomaba por su cara. — Es sólo que…— continuó — no esperaba esto — hizo señaas apuntándonos — Un … una hija de mi Bella… no sé muy bien cómo … y tú eres… tan grande. Pude ver la verdad en sus ojos. Comencé a salir de mi aturdimiento. — ¿Qué puedo hacer? — ofrecí anhelante — ¿En qué podría ayudar? Ella hizo un gesto de desaprobación con la mano. — No tienes que hacer nada, Linda, eres mi familia y me gusta que sea así — sonrió por primera vez — Eres especial, dulce, y muy talentosa — rió — Sólo… tomémonos estos días, ¿te parece? Vamos a divertirnos, estoy segura. Reí por su actitud tan ligera. Tal vez estos días sí fuesen interesantes. Es posible que lo peor haya pasado, ¡ Y QUE AHORA SE ME PERMITÍA DISFRUTAR DE MI ABUELA! La abuela Reneé que siempre quise tener.