Aula de Defensa Contra las Artes Oscuras

¡Nada! ¡Que no funcionaba!

Apreté con ira la varita. Casi me pareció oírla crujir.

—¡PE-RI-CU-LUM!

Ya está bien, hombre. Aquello se estaba volviendo demasiado triste. ¿Era yo alguna especie de cómico o dramaturgo, pero sin público, cosa aún más deprimente, si cabe?

 

Casi grito de frustración cuando noté que salieron algunas chispas pero que se extinguieron casi tan rápido como parecieron salir.

¡Venga! Ya estaba cerca, lo presentía.

—Periculum

En esos momentos, acariciar a Svart me relajaba. Ojalá dejasen a las mascotas vagar libremente por las aulas. Como si sucediese algo por llevarlas...

 

Y yo creía que estaba cerca...

Golpeé tres veces la mesa con el puño, con tal fuerza que, con el tercer golpe, me hice verdadero daño en mi mano izquierda. Al menos, dar esos golpes hizo que me relajase un poco.

Así que di un golpe más a la mesa. Y luego otro, el último. O puede que el penúltimo; ya había perdido la cuenta de las veces que había aporreado ese trozo de madera.

—Periculum —dije, con un tono casi cantarín. Mientras tanto, arañaba la mesa con la mano izquierda. La presión era tal que sentía que iba a perder las uñas en el proceso.

 

Se me rompió entonces una uña y un poco de sangre emanó del dedo afectado.

Lo miré de cerca. Una gota de líquido rojizo resbaló lentamente. La visualización de aquella sustancia me relajó un poco. Ver el hilillo de sangre deslizarse lentamente por mi mano... era muy relajante, sin duda.

—Periculum

Estaba mucho más relajado ahora. La idea de arañar la mesa había dado sus frutos.

 

Esta vez golpeé rítmicamente con los dedos, incluido el de la uña rota, el borde de la mesa. En poco tiempo me encontré reproduciendo la imagen de mí mismo tocando el piano.

—Periculum

Visualicé mi varita como una batuta y lasi chispas que debían salir como los aplausos. Así, al girarla dirigiría mi orquesta, y no podría parar hasta que el público quedase satisfecho.

 

Comencé a silbar La Cabalgata de las Valquirias. Supongo que trataba de automotivarme de alguna forma.

—Periculum —dije tras un rato silbando, cuando creía haber reunido las fuerzas suficientes como para continuar. Quizá esta vez funcionaba...

 

Y la ira volvió a empezar a surgir poco a poco, lentamente...

¿Por qué no funcionaba? ¿Cuántas veces más tenía que intentarlo?

Se haría de noche a este ritmo y seguiría ahí...

—Periculum

 

—Vamos, vamos... qué hastío... —susurré.

Aquello era una broma de mal gusto. Si en Hogwarts fomentaban de este modo el uso de la magia, lo llevaban claro. Mi odio no había hecho más que crecer más y más con el condenado hechizo...

—Venga, prosigamos... Periculum.

 

Al fin lo había logrado. De la varita surgió una chispa rojiza que se alzó varios centímetros; con un poco más de potencia, seguro que lograba ascender mucho más.

Dando por aprendido el hechizo, me levanté. Entre dientes, murmuraba.

—Mejor salir de este lugar antes de que mis fosas nasales acaben corroidas por una suerte de pestilencia a ajo detestable...

Lo que no dije era que realmente la peste a ajo casi no me molestaba ya; deseaba irme, simplemente, porque no me apetecía permanecer allí ni un minuto más.

Y aquello no era sino el principio de años y años de horrible sufrimiento. Menuda vida la que me esperaba...

Contenido oculto

@Nami Roronoa lo logré T.T

 

Hora de Defensa contra las Artes Oscuras... ¡¿Por qué!?
Antes de entrar por la puerta, el pasillo que había tenido que recorrer ya era suficientemente aterrador para mi. No había ni un alma por los pasillos (Ni una, ni de fantasma). Tenía un miedo que debía superar para poder asistir a clase y aprender el nuevo conjuro.

Llamo a la puerta, y ésta se abre con un chirrido que me deja los pelos de punta. Me viene un fuerte olor a ajo al momento que me hecha para atrás.

—¿De verdad hay que aprender aquí? —No se a quién le hablo, ya que al asomarme a la sala más tétrica que había visto en mi vida, me fijo que todos los pupitres están vacios.

—Genial, encima voy a tener que estar aquí solo con estos engendros de las paredes —todas las estanterias y rincones están llenos de las cosas msá extrañas y repugnantes que me pueda imaginar. No se si voy a soportar esto mucho tiempo.

Tengo que concentrarme. Aprender el hechizo y salir todo lo rápido que pueda. Quedarme en esta sala a solas es tan horrible como ese Bosque Prohibido el que habla todo el mundo. ¿Por qué no pintan las paredes de rosa y nos ponen bollos con un poco de té? No hay quién entienda a estos magos.

Saco mi libro y busco la página que indica la pizarra. Pe-ri-cu-lum... Genial, aprender a hacer chispas rojas. Con tal de que me ayuden a ahuyentar a los monstruos que pueda haber por aquí, perfecto.

—Periculum — Con la máxima concentración que puedo poner, lanzo el hechizo apuntando hacia arriba.

 

Como suponía, a la primera no me iba a salir este encantamiento. Estoy más nervioso que tranquilo. De reojo no paro de mirar los botes con criaturas metidas dentro. Que asco... Espera, ¿Algo se ha movido por ahí?

Me voy a volver loco en esta clase... Y por ser el tardón. No voy a permitir que los demás vengan a clase y quedarme atrás, es que no puedo. Necesito coger fuerzas para el hechizo de las chispas, es en lo único que debo pensar ahora.

Las velas... Están hay flotando, como si nada. En el teatro de Londres que ví una vez, colgaban todo el atrezzo en unas cuerdas muy finas para que no se vieran. Parecía como si estuvieran así, solo que hay tantas y moviéndose cada una a su modo... Tendría que haber una docena de duendes tirando de las cuerdas...

—¿Pero que haces? ¿Quieres lanzar ya el maldito hechizo?

—¿Quién a dicho eso? —Eso si que me ha asustado... Tengo que salir de aquí cuanto antes.

 

—Mira que eres malo —La voz volvía a hablarme.

¿Pero de donde sale? Este castillo tiene tantas cosas extrañas, que ya no se si es amigo, enemigo, criatura o un simple bufón que solo quiere tocarme la narices. Parece estar más de guasa que de otra cosa.

En realidad no valgo mucho para las artes oscuras. Sé que es algo que tenemos que trabajar, pero a mí eso de tener que ver bichos deformes... me vuelve histérico.

—¿Es que nadie más va a entrar aquí conmigo?

—Eres un muermo, paso de ti —supongo que el intruso (¿O ese era yo?) no tenía mucha paciencia. Mejor para mí, más concentración.

—Periculum —más calmado.

 

Ni una chispita. Algo me ocurre, que no consigo dominar el hechizo.

Igual es que no me lo estoy planteando del modo correcto. El hechizo está pensado para pedir auxilio en momentos de peligro, incluso para atacar a alguna bestia en momentos críticos. Ese era el enfoque.

— Entonces, tengo que sentirme con necesidad de auxilio. Vale, eso se me da bien — podía pedir ayuda, eso se me daba bien.

Las velas crean sombras con movimiento, por lo que crea un ambiente demasiado tétrico. Y para colmo se reflejan en lo botes y cristales de la sala.

——Periculum — ayuda...

 

La varita está más inerte que las piedras de la sala. Demasiado bien se me había dado con Pierre, que estoy envalentonado ahora.

Y esto de no sacar el segundo hechizo que me propongo es un tanto frustrante. le doy golpes a mi varita en la mano a ver si es como el mando a distancia y así funciona mejor.

Dejo la varita en la mesa, y me levanto para estirar las piernas. Necesito concentrarme, y mejor será calmarme e imaginarme que estoy en un sitio completamente diferente. Por ejemplo, en mi cama rodeado de mis peluches Rodolfo, Augusto, Dean, Sammy... Toda la tropa, los voy enumerando y visualizándolo en mi cabeza uno a uno.

Sin abrir los ojos, cojo mi varita y apunto al cielo con ella. Suerte que no hay nadie en la sala para verme así.

—Periculum.

 

¿Qué era eso? La varita se había agitado en mi mano.

Abro los ojos esperando ver unas chispas rojas saliendo de mi varita, pero no es así. En cambio, un reflejo rojizo se percibe en la punta.

—Creo que le estoy pillando el truco.

 

¡Otra vez la luz! Parece que no me falta mucho.

Pero tengo que seguir concentrándome, imaginarme en otro lugar lejos de esta mazmorra, con olor a flores y no a pestilente ajo.

—Periculum.

 

Algo no marcha bien. Sigo con la luz roja, pero nada de sacar chispas ni nada del estilo.

— Si le pongo más empeño, igual me sale un dragón de la varita— El humor cuando se está solo es increíblemente poderoso, más que nada porque nadie te pude criticar por malo que sea.

— Me concentraré en mis lugares favoritos, en mis amigos... Algo bueno saldrá de todo esto — ya no se que más intentar.

—Periculum

 

La sala de la tortura. No había otra explicación para este fracaso.

—Prometo que si salgo de esta sala, no la pisaré más —no me lo creo ni yo, se que tendré que volver para seguir los estudios. Pero si así me motivo para conseguir las malditas chispitas, pues eso que gano.

 

La clase más frustrante hasta el momento. Mi Pierre si que era un encanto, no esta chispas y su manía de no querer salir de mi varita.

Recuerdo las veces que me he puesto de los nervios. Las recuerdo porque han si`do muy pocas. Pero cuando me ha surgido, mis padres y amigos se asustaban un montón... recuerdo en el acuario.... La que lié.

Me envalentoné, el hechizo no podría conmigo. Apunte hacia arria y repetí el conjuro.

—Periculum, periculum, periculum!!!

 

Al tercer grito, unas chispas escarlatas enormes surgieron de la varita como si de un torrente se tratase. La habitación quedó enrojecida, con un ambiente más siniestro si cabe. Pero eso no me importaba.

—¡Lo he conseguido! —Empiezo a saltar de alegría. Ya me dan igual los engendros de alrededor, las velas fantasmagóricas, o la voz misteriosa.

—El crio lanza chispas...¡Uuu que miedo! —Me giro a todas partes, pero sigo sin saber de donde viene la voz.

He conseguido mi segundo hechizo. Sin dudarlo, agarro mi libro y salgo corriendo de la clase, no pienso aguantar ni un minuto más allí dentro.