Aula de Defensa Contra las Artes Oscuras

Melinda

No brotó ninguna chispa roja de la varita, pero eso también era algo de esperarse. Después de todo, era apenas una pequeña hechicera que recién se estaba iniciando en las artes mágicas; tenía toda una vida por delante, aunque prefería dedicar lo que quedara de este día a realizar la práctica de este hechizo. Tampoco era cuestión de perderme otras cosas por intentar dominar las chispas rojas.

—Periculum~

 

Melinda

El segundo intento fue tan infructuoso como el anterior, pero no me alteré (en realidad, era casi imposible que eso ocurriera). Me volteé para repasar las anotaciones que el profesor había dejado en la pizarra.

—Flick-Flick-Flack~ —leí— Flick-Flick-Flack —moví la varita al compás de mi voz, varias veces.

Rato después, volví a intentar:

—Periculum~

 

Melinda

Una vez más, las luces brillaron por su ausencia. Repetí el movimiento de la varita, con un incremento en mi concentración, y volví a pronunciar la palabra mágica. Esta vez con un tono de voz más elevado.

—¡Periculum!

 

Melinda

No hubo resultados nuevamente. Tal vez estaba adoptando una posición demasiado recta para realizar el Periculum, por lo que decidí probar con una postura más relajada.

—Periculum~

 

Melinda

En los subsiguientes intentos hubo mejor suerte, pues, aunque escasas, chispas rojas brotaron de la varita mágica en repetidas ocasiones, aunque no mantenían una fuerza y duración que me dejara satisfecha. Por ello, la mejor opción era seguir adelante y probar hasta que el brazo se me cansara.

—Periculum.

 

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Melinda

—Flick-Flick-Flack ¡Periculum~!

Alcé la varita en alto tras seguir los tres movimientos básicos, y una chispa solitaria salió disparada de ella. Las siguieron dos chispas más, como aves volando juntas, y después surgieron en masa, desperdigándose como estrellas. Las chipas rojas siguieron surgiendo de mi varita por un buen rato, con mucha intensidad.

Luego de que las últimas chispas iluminaran el aula, bajé el brazo lentamente y, sin más, salí del aula como si nada hubiera pasado. Pero por dentro, me sentía altamente satisfecha.

Contenido oculto

@Nami Roronoa

 

Frans Andersson

Llamé suavemente a la puerta de una de las aulas. "Aula de Defensa contra las Artes Oscuras", creo que era el nombre de aquel lugar. Total, otra aula más, como todas, donde se daban clases absurdos para aprender esos conjuros extraños.

No recordaba haber ido a alguna clase de esa materia... aunque lo cierto es que no había ido a demasiadas clases. Pero sí que creía recordar al profesor que la impartía. Quirrel, o algo así. Era un tipo extraño, tartamudeaba mucho. No entendía por qué lo haría. Tampoco creía llegar a comprenderlo.

No había respuesta al otro lado de la puerta, así que pregunté con voz serena y tono educado:

—¿Disculpe? ¿Ocupa alguien el aula, si son tan amables de decírmelo? —seguía sin haber respuesta. Empujé suavemente la puerta, y, aún sin poner un pie dentro, me asomé discretamente—. ¿Está permitido el acceso, pues? No sé si es propicio dejar abierta un aula... —"y ello con mayor motivo si consideramos el hedor nauseabundo a ajo que se respira en la cargada atmósfera, podrían caer desfallecidos alumnos inocentes", pensé, asqueado y arrugando la nariz La decoración era preocupante, y el olor, más preocupante aún. No sé por qué lo hice, pero seguí hablando, pese a no haber nadie para escucharme, aparentemente—. Cualquier ladrón podría entrar a su albedrío aquí si dejan la puerta abierta. Denota irresponsabilidad por parte del profesorado, cuanto menos.

Tomé asiento en una de las sillas. No sé por qué lo hice, no sé qué hacía allí. Pero frente a mí, en el vacío lugar donde, además del ajo, podía respirar el olor del silencio y de la paz, vi una pizarra con una gran indicación. Un conjuro, seguramente, con sus instrucciones detalladas: "Periculum".

Casi instintivamente, con gesto aburrido, saqué la horrible varita que ahora debía llevar a todas partes. La agité en el aire con el movimiento que se describía. Me parecía absurdo que realmente aquéllo pudiese tener algún resultado "mágico"... pero así era, y no lo dudaba. Había visto cosas peores.

—Periculum... —"bah, cuán absurdo es esto", pensé.

 

De la varita no salí a nada. Ni chispas azules, ni rojas, ni amarillas, ni de ningún color. Cualquiera pensaría que de verdad era un trozo de madera simple, pero se suponía que podía hacer maravillas, ¿no?

Entonces, ¿por qué no funcionaba? ¿Tan difícil resultaba hacer un movimiento de muñeca? ¿Qué parte de la técnica era errónea?
No debía ser tan complicado. Las matemáticas avanzadas eran más difíciles que aquéllo, y si pude aprenderlas, podría aprender a hacer aquella estupidez.

No quería aceptarlo, pero lo cierto es que me irritaba fracasar tan estrepitosamente en el aprendizaje de aquel hechizo. Por eso lo volví a intentar, quizá.

—Periculum

 

—Periculum... rempámpanos.

Repetí, al ver que no salían chispas. Aquella fue la palabra más malsonante que pude pronunciar. Era como si mi lengua no pudiese decir algo más desagradable, por mucho que mi ceño fruncido y mi pierna temblorosa fuesen indicativos de la enorme irritación por la que estaba pasando. ¡Qué desagradable era aquéllo! ¡¿Qué estaba haciendo mal?! Había mirado la varita irritado antes de pronunciar otra vez la palabra del hechizo, y por mi mente se cruzó la idea de romperla. Sin varita, no hay mago, ¿no es así? Quizá me devolverían a casa si lo hacía. Pero, ¿y si solo empeoraba las cosas? Esa posibilidad me daba miedo. Por eso es que seguía intentando aquel conjuro, absurdamente absurdo.

Quedé observando la varita expectante durante poquísimos segundos. Me parecieron horas. ¿Lograría hacer que surgieran esas condenadas chispistas rojas?

 

Apreté los dientes con fuerza. Consideré seriamente la posibilidad de irme de allí y dejar aquella absurdez. Pero ya era algo personal.

La irritación era tal que estaba empezando a fantasear con la idea de destrozar cosas. Eso podría desahogarme, o al menos fue lo primero que pensé. Suerte que aún podía controlarme y supe relajarme, aunque fuese un poco, y volví a mirar a la pizarra. "Flick, flick, flack". Demonios, ni que fuese tan difícil, ¡era insultante que me demorase tanto tiempo aprender semejante bazofia de conjuro!

—Periculum —volví a pronunciar.

Si esta vez no funcionaba, la cosa iba a volverse insostenible. La paciencia no era una de mis virtudes.

 

Jordan Ashblood

Entré algo tarde a la clase de Defensa contra las Artes Oscuras. Lo primero que noté era el extraño olor a ajo, aunque no le presté atención a esto. Los profesores tenían derecho a decorar su aula como quisieran, y los olores entraban en esta categoría. Aún asi...¿Ajo? ¿Era útil para defenderse de las artes oscuras o algo así?

En aquella aula solo quedaba un chico, el cual parecía frustrado, susurrando cosas y agitando la varita. Me senté unas cuantas filas lejos de él y me dediqué a leer lo que ponía la pizarra.

Hechizo para aprender a convocar chispas rojas, vaya. ¿Alguna útilidad?

Pues sí, ya que era un hechizo de Luz, podría hacer daño considerable a cierto tipo de criaturas mágicas, además de poder ser usado en caso de necesitar ayuda. Era importante tener un buen repertorio de tipos de hechizos. Todo podría ser fantastico, por ejemplo, si eres un mago de fuego y tienes solo hechizos de ese tipo. Pero si se te lanza encima una Salamandra, te arrepentirás de haberte perdido alguna clase en donde te enseñaran un sencillo ataque de agua.

Saqué mi varita. Era realmente rara y tétrica, y a veces me parecía que hacía movimientos que yo no planeaba. Me fijé en el movimiento que se pedía en la pizarra, con una frase "Flick, flick, flack". Hice el movimiento y susurré.—Periculum.

 

Jordan Ashblood


Para variar, no lo había logrado a la primera...ni a la segunda. Era como si no hubiera hecho nada. La madera de Tejo seguía tan oscura como siempre, sin brillos de chispitas o algo por el estilo.

Volví a la carga. Si mi varita era terca, yo lo era más todavía.—Periculum.

 

Jordan Ashblood

En el primer intento, me pareció ver alguna chispa, pero murió antes de que pudiera comprobarlo. El segundo intento fue nefasto.

—Vamos...—supliqué. Iba a quedarme en ese salón hasta dominar el hechizo, así me tomara todos mis años en Hogwarts.—Periculum.

Lancé el hechizo, y salieron algunas chispas. Luego empezaron a morir...


Y de repente, un chorro de chispas rojas salió de la punta de mi varita, y se mantuvo así hasta que hice un movimiento rápido, apagandolas. Sonreí. Lo había conseguido.

 

Frans Andersson

Otro chico había llegado, sentándose a una distancia prudencial de mí. Me fijé en que no lograba tampoco invocar las condenadas chispas con facilidad. Quizá, si otro no podía, era porque no era tan fácil como parecía...

—Periculum —dije por enésima vez. Y luego me preguntaban por qué odiaba la magia...

 

A propósito que aquel tipo acababa de entrar en el aula, también... eso denotaba cuán peligroso era dejar el aula abierta. Cualquiera podría entrar. ¿Y si ese chico era una especie de asesino?

Aunque en un lugar donde todos hacen esa horrible magia, ¿no podrían usar hechizos y atrocidades similares para entrar donde quisiesen o hacer todo el daño que gustasen?

—Periculum

Antes noté uno ligero brillo rojo en la punta de aquel trozo de madera que se suponía era una varita capaz de conjurar hechizos... suponía que estaba cerca de lograrlo. Y ojalá así fuese. Mi frustración empezaba a crecer exponencialmente.

 

A cada segundo que pasaba y a cada intento infructuoso de lograr conjurar aquel hechizo, mis ánimos descendían más y las dudas sobre qué hacía yo en un lugar tan horrible como aquel internado de seres sobrenaturales se intensificaban. Volví a hacer el maldito "flick flick flack". Y repetí la maldita palabra:

—Periculum.

Que alguien me explicase qué era tan difícil como para que me demorase tanto tiempo lograr hacer salir unas lucecitas del demonio de aquella varita. No tenía lógica que una csa tan simple fuese tan complicado. Aunque, bueno, hablar de "lógica" en un lugar donde la magia se usa para todo, ¿qué lógica cabe esperar?

 

Esbocé una sonrisa tensa. Y mi labio superior no tardó en empezar a temblar por la frustración. Estaba a punto de echarme a reír, y era consciente de que iba a parecer un loco. Pero la frustración emanaba por cada poro de mi cuerpo como si fuesen púas que tenía clavadas, como si un enorme cactus hubiese caído sobre mí. Cuando aprendiese ese hechizo, decoraría el cielo con estrellas rojas, demonios. Era tal la irritación que iba a procurar darle uso a ese maldito hechizo, eso seguro. No iba a perder mi tiempo para nada, eso estaba clarísimo. ¡Más me valía estar en peligro y necesitar usarlo, porque si todo aquello era inútil, iba a empezar a romper cosas!

—Periiiiiiculum —traté de enfatizar la "i". Quizá era la pronunicaicón lo que fallaba. Qué sabía yo. Aquello era una enorme mier... bazofia.

 

Nada. Sin resultados.

¿Pero qué hacía yo allí, peridendo mi tiempo en esa absurdez? ¿Por qué había entrado en el aula, en primer lugar? Podría estar fuera, disfrutando de otras cosas.
Claro, tras esos pensamientos, recordé que estaba encerrado en Hogwarts, y que no había lugar para "disfrutar" de nada. Era o la magia o la nada; o el infierno o la nada.

Así que lo intenté de nuevo. La nada era demasiado aburrida.

—Periculum...

 

Por mi mente pasaron entonces los recuerdos de la magia. De la única vez que logré usar un hechizo. Y aquello acabó demasiado mal... ¿quién me decía que cuando aprendiese este hechizo no pasaría algo similar? Aunque claro, el peligro que pueden suponer unas chispitas luminosas... era harto cuestionable.

Aun así, pese a todos los numerososo inconvenientes que le veía a aquella práctica absurda, no podía dejar de intentarlo. La varita se estaba riendo de mí, y eso no lo iba a consentir. Yo ganaría la batalla, aunque fuese en el centésimo asalto. No iba a rendirme ante aquella horrible magia.

—¡Periculum!

 

Venga ya, debía funcionar de una vez.

Flick flick flack
Flick flick flack
Flick flick flack

No había que hacer una ingeniería para saber mover la muñeca así. Ni catedrático de lengua para pronunciar correctamente el hechizo.

Algún día funcionaría, eso era un hecho. La cuestión es si llegaría a ese momento con pelo en la cabeza o lo habría perdido todo por el estrés y la ansiedad.

—Periculum