Aula 3-3

Oí la puerta de la azotea cerrarse con una cuota de fuerza que jamás creí esperar del niño Ishikawa y sonreí, entretenido. Noté de soslayo que los ojos de Kakeru se habían clavado en mí y giré el cuello en su dirección con suma parsimonia. En su rostro había una mezcla de emociones, y entre ellas distinguí algo de molestia. ¿Qué ocurría? ¿No me había comportado como él habría querido? De por sí había aceptado su solicitud de esta mañana, ¿qué más quería?

¿No me conocía ya?

—¿No estás contento? —indagué, alegando desconocimiento—. Pensé que esto era lo que querías.

Su ceño fruncido se profundizó y desvió la mirada, soltando el aire de golpe. Era casi adorable.

—Pensé... Creía que...

—¿Que esta escenita acabaría bien? ¿Que el niño Ishikawa aceptaría las disculpas y todos nos iríamos contentos a casa? —Solté una risa nasal—. No seas ingenuo, Kakeru. No puedes permitirte serlo, no en este mundo.

Suspiró, apesadumbrado, y regresó a mis ojos.

—¿De verdad hablarás con Rei?

—Claro, soy un hombre de palabra.

—¿Me dejarías arreglar el encuentro, entonces?

—¿Por qué? —repliqué, genuinamente curioso, y mi sonrisa se tiñó de sarcasmo—. No creerás realmente que hay algo peligroso en todo esto, ¿o sí?

—Sólo... déjame hacerlo, ¿está bien?

Estaba preocupado, era evidente. Exhalé por la nariz y asentí, cediendo. No me encontraba en posición de tocarle mucho las pelotas, ¿cierto? A la mañana me había abordado y me había pedido que me disculpara con Kohaku, que le quitara de encima la orden de no abrir la boca. Que era el primer paso en la dirección que quería para nosotros, había dicho. Podía entenderlo, por ello había accedido, pero sabía que era inútil. Esta escena se acercaba a la decisión de una persona decente, nada más. No cumplía ninguna función ni suplía ningún propósito. ¿Ishikawa necesitaba mi perdón? No. Sólo habría querido que no lo moliera a golpes.

Y ese deseo nadie podía cumplirlo ya.

Al menos, suponía, podía hablar con su primo si lo hacía feliz. Rei intimidaba un poco enfadado, más que nada por su estatura y contextura física, pero incluso un montón de músculo como él entendía la diferencia en nuestras posiciones, ¿verdad? Podía comerme uno o dos puñetazos, no pasaba nada, de ahí en adelante... Bueno, ya recibiría la advertencia si la situación lo ameritaba. Sólo intentaría mantener mi rostro fuera de la ecuación, que se aproximaba una fiesta de la empresa y prefería evitar el regaño de papá.

Todo estaba bajo control.

—¿Has pensado el asunto de Anna? —pregunté, guardando las manos en los bolsillos, y Kakeru meneó la cabeza tras algunos segundos.

—Aún no sé qué hacer con eso. Necesito algo más de tiempo.

—Sin problema. Tenía planes para el receso, así que me iré yendo. —Alcé la vista al cielo—. No vuelvas a quedarte aquí, hace mal tanto sol.

No aguardé una respuesta concreta y tampoco la recibí. Bajé al pasillo con calma y paneé el espacio, jurando que encontraría algo divertido y así fue. Sonreí hacia Shimizu, completamente encantado con su presencia, con su atención, e incluso agité la mano a modo de saludo y despedida antes de ingresar en la 3-1. De apostar, habría arriesgado por el cachorro pelirrojo, pero supuse que el niño se había distraído en otro lugar de la escuela. Daba igual, recibiría la noticia en un santiamén, si aquí pestañeabas y alguien lo anotaba. No se podía hacer nada en paz.

Me dirigí a mi mesa y recogí la bolsa del almuerzo, sin prisa. Salí de nuevo al pasillo y, conforme lo recorría, extraje una caja blanca. Ubiqué a Riamu en la 3-3 al instante de entrar, derretida por completo sobre su pupitre. Sonreí, silencioso, y me acerqué para dejar la caja frente a su rostro, suponiendo que los ruidos sutiles la alertarían lo suficiente. Me mantuve de pie, a la espera de su reacción con la mano libre en el bolsillo.

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Amane as long, long promised uwu La caja es esta

 

Dios mío, qué sueño tenía... definitivamente no tenía que haberme quedado despierta hasta tan tarde la noche anterior; ahora me arrepentía, por mucho que en su momento me hubiera parecido buena idea. Sobre el papel, había pasado la noche escribiendo, pero la realidad era que me había vuelto a quedar jugando videojuegos hasta la madrugada. ¡No era mi culpa, en serio! Cada vez que quería guardar para apagar la consola, pasaba algo interesante en la historia, por lo que necesitaba continuar para saber cómo se resolvería...

La cosa era que afuera hacía calor y dentro hacía fresquito, así que no me quedó más remedio que quedarme completamente derretida en el aula con la esperanza de poder echarme una mini-siesta o algo. Y sí, podía haber ido a la enfermería para ello, pero estaba tan adormilada ya que ni ganas de bajar esos dos pisos tenía. Así pues, no me di cuenta de la presencia de Kou hasta que tuve la caja de bombones frente a mis narices, la repentina presencia de la misma haciendo que me irguiese de golpe en la silla.

Me puse todavía más recta cuando reconocí la figura del muchacho, de repente sintiéndome un poco nerviosa ante él, y pestañeé un par de veces, pasando de sus ojos a la caja que había dejado sobre mi pupitre. Inspeccioné el nombre que aparecía impreso en la tapa y estiré las manos para acercarlo un poco en mi dirección, mordiéndome apenas el labio inferior para disimular la sonrisa que quiso abrirse paso.

—¿Para mí? —cuestioné en voz algo baja, levantando la vista de nuevo para mirarlo.

Quise intentar mantener la calma, pero qué va, estaba segura que se me notaba la ilusión por todo el semblante.

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aaaa i'm so excitedddd

 

Riamu se irguió tan de repente en su asiento que por mera inercia eché el torso un par de centímetros hacia atrás, como si su movimiento cargara una onda expansiva. Al dar con sus ojos, sin embargo, ya había relajado el semblante y le dediqué una sonrisa apenas más amplia. No dije nada, ella tampoco, y aguardé a que su atención regresara a la caja para analizarla lo suficiente. ¿Que si eran para ella? Vaya tonta.

—¿Para quién, si no? —cuestioné sin modificar la tranquilidad de mi tono, disponiéndome a tomar asiento frente a su mesa.

Me acomodé de costado, crucé una pierna sobre la otra y descansé el antebrazo al borde de su pupitre tras dejar mi bolsa al otro lado. Sus ojitos brillaban de la forma usual, como siempre que veía un postre o que algo, lo que fuera, la ponía contenta. A esta altura del partido ya no me cuestionaba la naturaleza de sus deseos. Los creyera simples, extraños o superficiales, la realidad era que la hacían feliz. El resto no me concernía.

Estiré la mano para darle unos golpecitos a la caja con la punta del índice.

—Querías chocolate suizo, ¿o no? —le recordé, estirando la otra mano a tientas, y de mi bolsa extraje una hoja de papel que mantuve en mi regazo—. Resulta que mi familia firmó un convenio y se convirtió en embajadora de esta empresa, y ahora me han pedido un feedback de los productos que pruebe. Tienes un muy noble trabajo que hacer, Ri-chan.

Al terminar de hablar extendí la palma en su dirección y le sonreí.

—¿Me das un bolígrafo?

 

La poca fuerza con la que estaba intentando controlarme desapareció en cuanto escuché la confirmación por parte del chico, pues la misma hizo que mi sonrisa se estirara hasta sus límites al instante. También di un par de saltitos sobre la silla, sin poder controlar de otra manera el chute de energía que me alcanzó, y mientras Kou tomaba asiento, me pude calmar lo suficiente como para escucharlo con atención. A ver, en realidad intenté levantar la tapa de la caja para cotillear los bombones de su interior, pero el índice del chico me lo impidió y al final no me quedó más remedio que centrarme en él.

Asentí un poco con la cabeza cuando mencionó lo de mi antojo, sintiendo una oleada de calidez extra al saber que se había acordado de aquel detalle, y al poco rato alcé las cejas con algo de sorpresa. ¿Su familia había empezado a trabajar con una empresa de chocolates suizos? ¡Qué casualidad! Y qué... problemático para él, a decir verdad; ahora sí que me iba a tener pegada como lapa todo el rato.

—¡Sí, señor! —exclamé cuando me informó de mi misión, haciendo un saludo militar improvisado que no tardó en mutar en una risilla divertida.

Bajé la vista a su mano antes de ponerme a buscar en mi estuche y saqué un bolígrafo azul a los pocos segundos, dejándolo sobre su palma. En lugar de apartarme al instante, sin embargo, aproveché el movimiento para cogerle la mano y me levanté un poco al inclinarme hacia delante, pudiendo así depositarle un beso sobre los labios; fue superficial, aunque también lleno de cariño.

>>Yo también tengo algo para ti —le confesé en voz baja, sonriendo con dulzura, y le liberé la mano en el momento en el que volví por completo a mi silla—. Pero te lo doy después de... ¿para qué necesitabas el bolígrafo, por cierto?

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¿sabes que la última vez que los roleamos fue en febrero? GOD, I'VE MISSED THEM SO MUCHHHH

 

No reaccioné visiblemente ante la sorpresa que emergió de Riamu al oír hablar del... ¿cómo le había dicho? ¿Convenio? Siempre tan ingenua, se ve. Me entretuve en el pequeño secreto y lo dejé correr, quedándome con la tranquilidad de que no había cuestionado ni cuestionaría la historia. Aceptó su misión, yo asentí y le pedí el bolígrafo. Al entregarlo, sin embargo, se estiró lo suficiente para dejarme un beso en los labios y lo recibí sin problema ni buscar alguna otra cosa. ¿Que tenía algo para mí?

—¿Prefieres que finja sorpresa? —la molesté, sin alterar mi calma, y traje la mano a mi espacio—. El feedback, Ri-chan, ¿qué más?

Le di unos golpecitos a la tapa de la caja con la punta del bolígrafo y acomodé la hoja en mi regazo, que ya había preparado de antemano contra una tabla rígida. Acomodé toda mi postura de forma algo exagerada para anunciar que iniciaría mi rol de mecanógrafo.

—¿Cómo has estado? —le pregunté, para hacer conversación mientras tanto.

 

—¡Por supuesto! Y espero que seas muy convincente, Kouchii~ —le pedí junto a una sonrisa enorme, aunque la misma no tardó en mutar a una expresión de sorpresa cuando respondió a mi duda—. ¡Ah! ¿Ahora? Pensé que... ¡oh! ¡Vale, vale!

Mi rostro pasó de aquella sorpresa inicial a algo de confusión, para poco después acabar con una de entendimiento mientras asentía un par de veces con la cabeza. Me fijé en los movimientos de Kou mientras atraía la caja de bombones en mi dirección, recuperando la sonrisa divertida ante el pequeño teatro que hizo para adoptar la postura adecuada para su papel. Ay, de repente me sentía como si estuvieran a punto de hacerme una entrevista para Vogue y no negaría que la simple idea era más que agradable.

>>¡He estado bien! Arata también me trajo una caja de bombones ayer, ¿sabes? Fue un poco repentino, porque hacía mucho que no hablábamos, pero también se disculpó por eso. ¡Ah! Creo que no te lo dije, pero el otro día almorcé con Kakeru. Estuvimos hablando y comiendo postres, ¡así que me cae muy bien! —sentencié con absoluta convicción, como si le estuviera dando el visto bueno, y poco después bajé la vista hasta los bombones, moviendo la mano por encima con algo de indecisión—. ¿Y tú? El otro día me pareció verte almorzando con dos chicas... ¿acaso ha estado haciendo amigas, Kouchii? —cuestioné, procurando sonar lo más liviana posible.

Antes de que se me notase demasiado que la pregunta no tenía mucho de inocente, escogí el bombón con forma de corazón y lo levanté frente a mi rostro, colocando la palma contraria por detrás para actuar como toda una influencer experimentada. Una vez me sentí satisfecha con la demostración visual, me lo acerqué a los labios para morderlo con cuidado, abriendo un poco los ojos en cuanto noté el sabor del relleno dentro de la boca.

>>Oh, este tiene caramelo salado por dentro. Me encanta, ¡está muy rico! Me gusta mucho el caramelo salado, ¿sabes? Combina muy bien con el dulce. ¿Tengo que darle nota o algo? —pregunté, estirando el cuello para intentar descifrar si ya había algo específico puesto en el papel—. ¡Le doy un diez!

 

Solté una risa nasal al oírla decir que debía fingir la sorpresa. Asumí que bromeaba, por supuesto, y que a esta altura del partido debía ser perfectamente consciente de que yo no haría algo así. Su atropello también me hizo gracia y empujé apenas la caja en su dirección, enfatizando la pseudo urgencia de la misión. No parecía convencida de nada, pero yo mantuve la sonrisa y ella, finalmente, no cuestionó. Apenas logré que abriera la caja me relajé y le saqué conversación; dudaba que pudiera resistirse a los bombones una vez les echara el ojo encima.

Por supuesto que mi pregunta no recibiría un "todo bien" como respuesta, sino un genuino resumen de su vida en el último tiempo. Bateé la mención de Shimizu, la existencia de los perros callejeros no podía importarme menos, y alcé ligeramente las cejas al oír de su almuerzo con Kakeru. Él y yo nos encontrábamos en un punto sumamente complejo ahora mismo, pero no permitiría que ninguna de esas emociones se filtraran en mi semblante frente a ella. No le concernía ni le incumbía; y, a decir verdad, tampoco quería preocuparla. Que pareciera aprobarlo por el simple hecho de haber comido postres juntos me renovó la sonrisa, la cual se sintió algo más suave y genuina que las anteriores. También había un deseo egoísta en todo esto.

—Me alegra que se lleven bien —respondí, honesto, bajando la vista a su mano que flotaba sobre los bombones, indecisa.

El mundo frente a los ojos de Riamu era mucho más sencillo y brillante, y de vez en cuando, si se me permitía, prefería habitarlo. Subí a sus ojos en cuanto siguió hablando y debí esforzarme por hacer memoria. ¿Dos chicas...? Ah, sí. Una vez rescaté la información, repasé la forma en que había formulado la pregunta, su semblante, y contuve la sonrisa. Bastante directa, ¿no?

—No realmente. Era una compañera de clase, con la que hice un proyecto, y... Ah, sí. —Sonreí apenas, divertido—. ¿Cómo le habías dicho a Hattori? ¿El arruinacitas? Era su prima. Aún no había tenido oportunidad de presentarme con ella y aproveché la ocasión. —Lo ponderé rápidamente y cedí a la tentación—. Así que te pareció verme... ¿También estabas en el patio, Ri-chan? ¿Y no te acercaste a saludar?

Me quedé callado, atento a su degustación, y asentí cuando preguntó si debía darle nota.

—¿Un diez? ¿Estás segura? —cuestioné, mientras escribía—. ¿Y si hay alguno que te guste más que ese?

 

Kou no reaccionó de ninguna manera visible a la mención de Arata, detalle que tampoco me preocupó demasiado al no haber pretendido causarle nada desde el principio, pero algo muy diferente pasó cuando le hablé de Kakeru. Tras lo que pareció ser algo de sorpresa inicial, su sonrisa se suavizó, y la afirmación que hizo después sonó tan genuina que pensé... vaya, se notaba que de verdad lo apreciaba. Me ponía contenta, a decir verdad, porque el muchacho me había parecido muy simpático durante el rato que pasamos juntos; también bastante tranquilo, que debía ser un verdadero descanso en comparación a mí.

—Bueno... me ha caído bien a mí, pero no sé si el sentimiento será recíproco... ¡aunque voy a esforzarme para que lo sea! —le aseguré con un tono de voz convencido, incluso levantando el puño para animarme con la repentina misión que me había encomendado.

Estaba haciendo un esfuerzo enorme por mantener la compostura tras haberle cuestionado sobre lo que vi el otro día, y aunque sus palabras iniciales me permitieron seguir haciéndolo, las posteriores no tardaron en romper toda la ilusión. El apellido de Yuta me hizo inflar los mofletes al instante, en un gesto casi instintivo, y fui frunciendo el ceño a medida que me iba acordando de todas las cosas que había hecho para molestarme, como si de repente Kou lo hubiera desbloqueado todo.

>>Ah, el tonto de Yutarín. ¿Cómo se puede ser tan tonto? Es tan molesto y tan... ugh. Espero que su prima sea mejor que él, aunque eso no debe ser muy difícil con lo tonto que es —me quejé, aunque solo Dios sabía por qué estaba tan en contra del chico, y hubiera seguido a gusto con la retahíla si Kou no hubiera decidido avergonzarme con su siguiente pregunta, haciéndome apartar la vista para intentar disimular el sonrojo que amenazaba con alcanzarme el rostro—. Claramente estabas ocupado, así que no quería interrumpir... —farfullé aun así, algo enfurruñada—. ¿Acaso no te habrías enfadado...?

Alcé un poco las cejas cuando me preguntó si estaba segura de mi nota, asentí con la cabeza sin dejarme amedrentar y sonreí con energías renovadas tras terminar de comerme el bombón recién puntuado.

>>¡Pues le pongo mejor nota, obvio! —sentencié, como si fuera lo más evidente del mundo, y escogí como siguiente víctima un cuadrado que tenía una raya amarilla en el centro; lo partí con los dedos y me comí una mitad, aunque a lo pocos segundos mi expresión se frunció por completo ante el sabor—. Ugh, está amargo... ¡un uno! ¡Un uno muy feo! —espeté, negando un par de veces con la cabeza, y estiré el brazo para dejar la mitad sobrante prácticamente sobre los labios de Kou.

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btw, encontré esta fotito donde sale lo que tiene cada bombón, para que conste que no me lo ando inventando ni nada (?)

 

¿Que si el sentimiento no era recíproco? Dudaba muchísimo, apostaría un brazo incluso a que no existían motivos para que Kakeru pensara nada malo de Riamu. Si yo le tenía aprecio, con mi millón de complicaciones y quejas, imagina alguien tan llevadero y adaptable como él. Aún así, no me correspondía emitir juicio y tampoco lo veía beneficioso. Ya se encargarían de resolverlo entre ellos. Su espíritu era tan tenaz que dibujó una breve sonrisa en mis labios conforme declaraba sus intenciones, puño alzado y todo.

—No lo dudo —fue toda mi respuesta, que, pese a ello, era honesta.

La mención del chico Hattori activó en Riamu una reacción mucho más... intensa de lo que había estimado. Recordaba haberlos dejado discutiendo en la 3-1, pero ¿había sido para tanto? Al escucharla me convencí de que aquel no había sido su único encuentro y que, probablemente, Yuta hubiera seguido apareciendo para tocarle los ovarios. Cosa fácil de hacer, valía la mención. Que yo esquivara las balas no significaba que no salieran escupidas de la recámara. Kaia se había comportado serena y compuesta ante mí, pero su primo se había montado el mismo numerito en el club. Vete a adivinar la autenticidad de sus actos.

No podía importarme menos.

De una u otra forma, decidí picarla un poquito y eso la corrió por completo de su enfado hacia Hattori. Desvió la mirada, avergonzada, y me permití disfrutar la pequeña imagen.

—¿Ocupado conversando? —rebatí, enarcando una ceja para enfatizar el teatro, y exageré el suspiro—. Ri-chan, ¿por qué habría de enfadarme?

No iba a molestarme siendo que la había buscado adrede, pero ¿qué era esa manía de esperar a que me enojara? ¿Alguna vez lo había hecho, para empezar? Al menos, la degustación de bombones volvió a distraerla y solté una risa nasal, entretenido, al verla arrugar toda la expresión con el segundo plato. ¿Un diez y un uno? Era una chica extremista, ¿eh?

—Anotado —concedí, literalmente escribiendo en mi hoja, y al alzar la cabeza encontré el resto del bombón casi contra mi boca; cedí, separé los labios y lo acepté, rozando sus dedos en el proceso—. No está tan mal, la verdad. Pero entiendo por qué a ti no te gusta. ¿Puedo elegir el siguiente?

Navegué la caja con el bolígrafo y acabé señalando el Piemontese. Ese tenía mayores probabilidades de éxito, ¿verdad?

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maravilloso servicio JAJAJA

 

La afirmación de Kou me hizo ensanchar la sonrisa con ánimo y con eso quedó decidido: me aseguraría de convertirme en una de las mejores amigas de Kakeru; el pobre diablo no sabía lo que se le venía encima. De todos modos, el tono de la conversación mutó con rapidez cuando traje a colación lo que vi el otro día, y aunque en el fondo sabía que estaba haciendo una montaña de un grano arena, también había empezado a asumir que mi personalidad no me permitía reaccionar de otra manera. Me atreví a mirarlo de reojo cuando me preguntó lo que cualquier persona en su sano juicio haría, y aunque en parte no me gustaba nada sentirme tan expuesta, también era consciente que había sido yo la que había empezado con el tema, así que en realidad no podía molestarme con el chico.

—Creí... que estabas teniendo un cita, ¿vale? O ligando con ellas o algo por el estilo —admití al final, bajando la vista por completo para intentar esconder el rostro—. No quería cortarte el rollo y... bueno, por eso también asumí que te hubieras molestado si me plantaba ahí.

Si hubiera sabido que mi interpretación estaba tan fuera de lugar, me habría ahorrado el mal rato y la quemadura de la cara, ¡pero una no era perfecta! Menos mal que ya se me había curado por completo, que lo último que quería era que Kou también se enterara de ese pequeño detalle. ¡Al menos había aprendido la muy valiosa lección de aplicarme siempre crema solar! Así que no todo había sido tan malo, ¿cierto?

Sea como fuere, era una pequeña fortuna que mi humor cambiase con tanta facilidad. Sí, una pequeña parte de mí seguía bastante avergonzada por lo que acabábamos de hablar, pero la emoción por aquella pequeña degustación personal seguía siendo el sentimiento más latente; sobre todo cuando pensaba que Kou me había traído la caja exclusivamente a mí. Y hablando de Kou, el chico se comió la mitad que le ofrecí (o que prácticamente forcé) y alcé un poco las cejas, justo antes de sonreírle con suavidad al sentir el roce de sus labios. ¡Sí que le gustaba el chocolate!

>>¿Prefieres el chocolate negro, Kouchii? —cuestioné, curiosa, mientras asentía con la cabeza a su propuesta, y al poco rato saqué su elección con entusiasmo renovado—. Oh, ¡qué linda forma tiene! A ver. Uhm... ¡oh! Sabe parecido a los Ferrero, pero la textura es más suave —comenté, volviendo a mirar su tabla de notas por encima del pupitre—. ¿Podrías cambiar el corazón a un nueve y ponerle un diez a este? —pedí, poniéndole los mejores ojitos del mercado—. O, o, ¿le pondrías un once a este? ¿Por fi?

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bless his soul for all he has to endure unu

 

Me valí de la forma en que rehuía mi mirada para permitirme elevar las cejas en un gesto de incredulidad. ¿Una cita? ¿Ligando con dos tías a la vez en medio de un receso escolar? ¿Acaso se estaba escuchando? Además, ¿qué se suponía era esto? ¿Una escena de celos? ¿Un mero display de inseguridad? Reprimí el suspiro que quiso descomprimirme el pecho y ponderé de qué forma responderle. No se trataba de ceder o negar, tampoco de consentir. Creía en la búsqueda de la fortaleza individual y en el poder de la voluntad, y rechazaba con vehemencia cualquier noción de auto complacencia, por mínima que fuera. La soberbia no me enorgullecía ni amedrentaba. Intentaba, pese a ello, comprender. Los espacios de nacimiento de los fantasmas ajenos, el ruido que causaran y cuánto anularan el sonido de las voces auténticas. Quizás una parte de mí resintiera a quienes se permitían declarar sus miedos, pues yo los había gritado durante años y nadie quiso oír.

—No he ligado con nadie. Desde la mascarada, quiero decir —contesté finalmente, en un tono más bien plano, y esperé a recibir sus ojos para seguir hablando—. No estoy molesto, pero tampoco me gusta repetirme. Aprovecha esta información, Ri, y ya no pienses disparates. No sirven de nada, ¿o sí?

Luego asentí, aún algo abstraído saboreando el chocolate, cuando preguntó si me gustaba negro.

—Prefiero el chocolate semi amargo, sí, aunque con leche también me gusta bastante. El único que usualmente evito es el chocolate blanco, que para empezar ni siquiera es chocolate.

Esbocé una sonrisa calmada, pero divertida, al ver sus reacciones conforme probaba el bombón que había elegido. Suspiré, resignado, y bajé la vista a mis anotaciones para decidir qué hacer. Era evidente que empezar con los extremos olía a mala idea, pero tampoco era el fin del mundo. Taché el 10 del inicial y lo corregí a 9.

—Muy bien, tu turno —murmuré, indicándole que eligiera el próximo mientras descansaba el rostro en el hueco de mi mano. Me quedé pensando una idea y la sonrisa se me torció—. ¿Y bien? ¿Tendrás que corregir tu regalo, Ri-chan?

Acababa de brindarle información valiosa, ¿cierto?

 

No supe muy bien qué clase de respuesta esperar de parte de Kou, de por sí yo no tendía a contarle este tipo de cosas a nadie, pero cuando lo escuché hablar pensé que, bueno, aquella era una respuesta muy de Kou. Sabía que no tenía ningún derecho, pero que confirmara que mis suposiciones habían sido infundadas me alivió de manera considerable, y con ello también me permití subir la mirada a su rostro. Hice un puchero con los labios aun así, porque un poco me estaba sintiendo como si estuviera regañándome, pero ni siquiera eso consiguió disimular del todo que volvía a encontrarme mucho más animada.

—Supongo que tienes razón... —murmuré, manteniendo el mohín durante unos segundos—. Sé que tienes derecho a hacer lo que te dé la gana y que yo no tengo que pedirte explicaciones, mucho menos cuando, uhm... yo he besado a otras personas... —admití, bajando todavía más la voz de ser posible, y al instante carraspeé para seguir hablando como si nada—. Es que me gusta pasar tiempo contigo y que me mimes, ¡así que me pongo un poco tonta! Pero prometo intentar controlar esta mente tan inquieta que tengo, ¿vale? ¿Me das un besito para animarme con la tarea? —le pedí haciendo ojitos, aunque el tono de la pregunta fue en broma, dejando claro que no tenía que hacerlo si no quería.

Con una preocupación menos encima, escuché su respuesta poniéndole toda la atención encima, y por supuesto que no tardé en reaccionar con evidente ofensa al recibir tal afirmación de su parte. ¡Un verdadero sacrilegio, si me preguntaban!

>>¿Cómo te atreves, Kouchii? El chocolate blanco es el mejor que hay —sentencié con la más absoluta convicción, y para demostrar mi punto, el siguiente bombón que decidí probar fue el único blanco que había—. ¿Ves? Chocolate blanco con dulce de leche, ¡riquísimo! ¡Un diez de diez muy sólido! ¡Pero tú tienes prohibido probarlo!

Me terminé el bombón yo sola, una vez finalizada la escenita de fiel defensora del chocolate blanco, y no pude evitar alzar un poco las cejas cuando me preguntó sobre mi regalo. La leve sorpresa rápidamente dio paso a una sonrisa de pura soberbia, sin embargo, y hasta levanté la barbilla con algo de orgullo, dejando salir una risa nasal de incredulidad.

>>¡Por supuestísimo que no, Kouchii! ¿Crees que no había anticipado tu nulo buen gusto por los dulces? ¡No me gusta que me subestimes así! —le pseudo-regañé, estirando el brazo para darle un par de golpecitos en la frente con el dedo índice—. ¿Quieres que te lo dé ya? Te da curiosidad, ¿a que sí? ¿A qué quieres que te lo dé ya? —añadí, sin poder controlar la emoción.