Elevó las cejas levemente ante la respuesta de Aaron. Creía que escogería algo como lectura, o fútbol, pero el esgrima fue algo que no se le pasó por la cabeza. En algún momento de su vida fue a ver una competencia solo por llevar a una de sus primas que estaba de visita, pero no le encontró el chiste. Se le hacía aburrido, prefería algo como el baloncesto, o la natación, sin embargo tenía curiosidad por ver al chico desenvolverse con el florete. —Si entras iré a verte —comentó—, a ver qué tan malo eres —bromeó empuñando la mano y dándole un suave golpe en el hombro. Suspiró entonces sintiendo nuevamente que los ojos comenzaban a pesarle, retomando la conversación. —¿Tienes hermanas, Katrina? —disfrutaba enormemente el pronunciar su nombre por la r intermedia.
Esgrima... Nunca había visto el deporte en sí pero sabía la mecánica, en cierta forma tenian muchas cosas en común, dos oponentes, espadas, y tenías que darle de alguna forma para ganar un punto. Sacó su teléfono para así escribir el nombre que le había dicho Katrina y marcar que hoy era uno de los días donde entrenaban. —Entiendo, gracias —le dio una pequeña sonrisa, probablemente la primera en toda la conversación antes de guardar el celular y luego, sintió el "golpe" en su hombro, tuvo que mirar dos veces para comprobar que hubiera pasado —, otro día tendrás que hacer eso, hoy me diste otro compromiso así que...visitaré a Shawn otro día. El club no se iría a ningún lado. —No se si esta pregunta también la dejaras en blanco pero, ¿qué haces dentro del club de arte?
Riamu Yumemi Aminoré el paso para cuando estuvimos ya en el segundo piso y liberé el agarre de Alethea cuando estuvimos en el tercero, habiéndome asegurado de que nos habíamos dado la suficiente prisa para que no nos pudiese seguir. Por lo menos por el momento. —Thi, ¿estás...? —¡Estoy bien! No te preocupes~ Miré a la chica con la cabeza ladeada y los ojos entrecerrados, escudriñándola. La conocía bien y si había algo que ambas teníamos que saber hacer bien era fingir que todo estaba bien aun cuando podía no ser el caso, porque a ojos de las cámaras siempre tenía que ser así. Suspiré, al final, relajando mi posición. Bueno, aun si me estaba mintiendo no iba a conseguir que me lo dijese así que... tocaba seguir y esperar que Alice no estuviese en su clase. Me despedí de ella tras asegurarme que entraba en la suya e inmediatamente después me dirigí a la que me correspondía, la 3-3. Tendría que presentarme y todas esas cosas, ¿no? Qué pereza~ Por mucho que me gustase que todos me mirasen, hacerlo por algo tan patético como decir mi nombre cuando aún no era conocido no me hacía ninguna ilusión. Pero ah, qué remedio, no quería meterme en problemas aún. —Yahoi~ Buenos-buenos días~ Me llamo Yumemi Riamu, un placer~ Haciendo muestra de mis habilidades actorales, mostré todo el entusiasmo posible con aquella presentación y acabé por hacer una pose con los dedos en forma de V, como gran final, antes de bajarme de un salto y dirigirme a algún asiento libre. Intenté que fuese lo más lejos posible del profesor, la verdad, porque solía pasarme las clases haciendo de todo menos atender. El único que encontré fue delante de una chica con unas mechas rojizas y unas perforaciones que, definitivamente llamaron mi atención. ¡Se veía super cool! Y no lo decía porque yo también tuviese mechas y perforaciones, vaya que no. Contenido oculto No sé si está libre ese asiento pero whatevs, hello, no molesto solo las estoy aventando (???
¿Hermanas? Soltó otra risa ante la pregunta, que ciertamente le había hecho gracia. No las tenía, nunca había deseado tenerlas y era una lástima, quizás, porque de haber tenido una hermana o incluso un hermano quizás no se habría convertido en lo que era ahora. Su actual ser era producto, precisamente, de no tener nadie más que ella en quien pensar además de sí misma. Aunque aún así, ¿qué le asegura que otro Akaisa no fuese a resultar igual de desapegado que su padre? Algunas cosas eran inevitables. —No, soy hija única —respondió entonces. Que Aaron sonriera la tomó con la guardia baja, a pesar de que era apenas una sonrisa casi discreta, creía que el chico era bueno... Un cara de culo como Sonnen, pero parecía que no lo era tanto. Le guiñó un ojo en respuesta, divertida, antes de atender su siguiente pregunta. —¿Hmh? Solo me gustan las artes plásticas en general. Dibujo, pintura, escultura... Recibo clases particulares en casa, además. —Ya en serio, ¿por qué estaba hablando tanto con ese par de tontos?—. No es que haya mucho que hacer en el club como tal, pero vaya, el Sakura lo tiene bien abastecido con materiales así que bueno, las oportunidades hay que tomarlas, ¿no crees? Y como no aparece casi nadie, sirve para cuando quieres evitar bueno... a toda la jodida escuela o cuando llueve y no se puede subir a la azotea. Pero bueno, ¡basta de mi cháchara! Háblenme de ustedes~ Cruzó los brazos bajo el pecho, fulminándolos con la mirada. >>Hasta ahora sé sus nombres y que Daute tiene un gato. Estaba terminando de hablar cuando otra nueva apareció, se presentó y se sentó frente a ella. No le puso mucha atención realmente, estaba ocupada en otras cosas, pero bueno nunca estaba de más echarle un ojillo a los alrededores, ¿no? Uf, ¿qué coño con ese cabello de todas formas? Si es que era de lo más llamativa la jodida.
Volteó su rostro parcialmente hasta Aaron al escuchar que tenía compromisos ya ese día, permitiéndose sonreír suavemente. Ya tenía con quién estrenar aquella belleza de videojuego que su madre le regaló. Oh, pediría pizza para cenar, quizá una cerveza, golosinas. ¿Qué le gustaría? Bueno, ya después le preguntaría. Deslizó sus pupilas avellanas ante la risa de la chica. ¿Hija única? Como él. —Muéstrame algún día alguno de tus cuadros —pestañeó travieso—, me gustaría ver qué tanto pintas —le propondría a Sasha darse una vuelta por allá, pues si fuese solo probablemente terminaría jugando con la pintura y bromeando con Katrina. Entonces apareció lo de la azotea. Nunca había estado en una debido a su enseñanza en casa, y anterior a ello los institutos en los que asistió en Latinoamérica no solía tener azotea, terminando él en el área de natación con sus amistades, pero nunca resultaba bien al terminar todos empapados por ponerse a tontear. Le mostró los dientes blancos al verla fulminarlo. Se le hizo tierna. ¿Era normal eso? —Me gusta bailar —comentó dándose a conocer un poco más—, salir excesivamente, las golosinas. Pero además de eso... me encanta el color rojo —confesó mirando los mechones carmín. ¿Serían naturales? Nunca había aprendido a diferencia lo falso de lo real en cuanto arreglos femeninos, sin embargo en su discurso se mantuvo únicamente hablando de sus gustos, ciertamente era lo único que tenía seguro en su vida, los lujos, los excesos, el embelesamiento. Escuchó entonces la voz ajena, presentándose, sentándose delante de su compañera de clase, incluyéndola por mera inercia a la conversación. —El placer de conocerte es nuestro, Riamu —soltó metiéndolos a todos en un mismo saco. Pff, que putas ganas de invitarlos a su casa.
Durante todo el tiempo que estuvo hablando solo terminó asintiendo ante todo lo que decía, definitivamente comenzaba a creer que era exactamente como Daute, alguien con dinero que podía pagarse esas clases particulares, pero tan siquiera por ahora le parecía alguien más casi tranquila por como estaba fluyendo la conversación. También concordaba con Daute, sería bastante interesante ver esas pinturas suyas o esculturas, que le parecían un poco más impresionantes, aunque... probablemente solo porque se imaginaba el mármol siendo tallado. Pero no tenía mucho que decir. No. No quería compartir cosas suyas. Solo miró a la nueva chica antes de volver a la presentación, estaba muy lejos, y no estaban hablando entonces... no valía la pena presentarse —Entonces supongo que es bueno que te den todo, ya es algo. Y de mi, no hay mucho que decir, supongo que tú también tendrás que verlo... quizás sea un futuro prodigio en esgrima.
Vale, se lo anotaba solo en caso de que lo necesitara. Bailar. Salir. Y el rojo. Bueno bueno, ¿iba a ser que tenían algo en común realmente? Lo vio mirar las mechas, cosa que consiguió que en sus labios se formara de nuevo una sonrisa felina. —Cualquier día pueden pasar por el club y si tienen algo de suerte estaré allí~ —añadió entonces, aunque eso significara darle entrada a gente en uno de los pocos espacios tranquilos del Sakura. La respuesta de Yume no había sido diferente de lo que esperaba, ciertamente, el chico no iba a soltar cosas de sí así como así como estaba haciendo ella con cosas sin importancia y como hacía Daute básicamente porque sí. En sí tampoco importaba mucho, no era que le interesara realmente, era para posicionar las fichas. ¿Pregunta en blanco también? Perfecto. —Entonces algún día me pasaré por el club de esgrima a verte, ¿qué te parece? —No había sido excesivamente enérgica ni nada fuera de lo normal, de hecho lo había dicho con un tono bastante tranquilo, sonriéndole casi con delicadeza. Si algo quedaba de la princesa americana estaba en ese gesto y aún así era jodido teatro. Luego de eso se dignó a mirar a la chica, ya que Daute había terminado por incluirla en la conversación, dejándola sin más remedio. ¿Perforaciones también? Nice.
Les dio algo de tiempo y espacio antes de subir también las escaleras. En cualquier caso debía subir a su aula. Le causaba curiosidad qué clase de espécimenes podría encontrar entre esas cuatro paredes. Había gente tan interesante, tan distinta. La naturaleza humana era caótica. Caminó hasta detenerse en la puerta abierta y miró dentro. Recorrió los pupitres con la mirada grabando las caras nuevas en su cerebro. Su mente era hermética y estaba podrida hasta decir basta. Ah vaya. Pero qué casualidad. Algo dentro de ella pareció ronronear con satisfacción al reconocer la figura de una de las alumnas presentes. El cabello teñido, las perforaciones. Aquella apariencia de niñita que necesitaba un poco de disciplina. El halcón protector. Deberías aprender a no quitarme las presas de la boca, Yumemi-san. Eso no está bien. Podía ser realmente cabrona según qué momentos. Disfrutaba de serlo. Disfrutaba de importunar con su presencia y actitud y era evidente que a aquella jovencita no le había caído en gracia. Probablemente le tenía miedo—nada nuevo bajo el sol— o tal vez simple y llanamente la odiaba. Pero ese sentimiento parecía revitalizarla. Se presentó en el atril con la educación y ademanes de una dama victoriana y avanzó hasta tomar asiento frente a la mesa de Riamu. No tuve necesidad de voltearse en ningún momento. Estaba segura de que la había visto. Se había asegurado de que la viese. —Ah—suspiró fingidamente y sonrió con cinismo. Afiló sus gestos ignorando el resto de interacciones a su alrededor. En cualquier caso se aburría con facilidad y su mente necesitaba estimulación constante. Le dirigió una mirada de soslayo—. Parece que estamos en el mismo salón Yumemi-san. ¿No es maravilloso?
—Supongo que el primero en encontrarte será Daute, pero podría hacer el esfuerzo.—Si descubría donde estaba eso, por supuesto, o los días donde se hacía, claro. Había demasiadas posibilidades para poder ir o no ir, y luego estaba seguro que si decía que nadie iba mucho, ella no tendría que ir demasiadas veces a menos que disfrutara estar sola y demás. Extendió su mano libre hacia ella, para cerrar aquella clase de "trato". —Me parece bien, dudo que te entretengas, pero ya es un trato.
Riamu Yumemi Había tardado bastante poco en sacar el móvil para comprobar mis redes sociales, sin esperar que mi presentación o aspecto surtiese efecto rápidamente. Pero lo había hecho porque distinguí una voz masculina pronunciando mi nombre. Levanté la vista, dispuesta a intervenir en la conversación, cuando sentí aquella presencia entrando en el salón y un escalofrío me recorrió la espalda. Dios, que jodida mala suerte. La miré de soslayo, sentándose en el pupitre que había delante de mí. Por supuesto, ahora iba a tener que ver su pelo todos los días, ¿verdad? Esperaba que no me molestase mucho porque no tendría mucho problema en sacar unas tijeras y dar un pequeño corte. Chasqueé la lengua al escucharla. —Estoy que me muero de la emoción —dije, con un claro tono irónico. Rodeé los ojos y acabé por girarme en la silla, ignorándola, cruzándome de piernas para centrar mi atención en las otras tres personas. Comencé a jugar de manera inconsciente con el anillo que llevaba en uno de los meñiques. >>¿Hablabais de clubes~? —intervine, con una sonrisa amable. Contenido oculto Los dados que se creen ellos tan graciosos(?)
Se desperezó mientras asentía en respuesta a Riamu, notando la presencia de la chica de cabello púrpura. Parecía una muñequita de las que colocaban en vitrinas, de esas inalcanzables porque si las tocas se rompen. Le resultó curioso, sin embargo en cuanto iba a hablar, con aquel tinte de ánimo visualizó al que sería su maestra, seria, sin sonreírles ni una mísera vez con cada paso que daba. Pff, que pereza. Sacó entonces un cuaderno y comenzó a jugar con el lapicero entre los dedos. Ya luego de clase iría a contarle a Sasha sobre Aaron y Katrina.
Soltó una risa fresca, casi infantil al ver la clase de tontería en la que se estaba metiendo y estrechó la mano que Aaron extendió frente a ella. —Trato. Mientras la soltaba notó a nada más y nada menos que la reina de las muñecas en exposición. El cabello de aquel profundo tono violeta, los ademanes, la piel terriblemente blanca, pero sobre todo aquella... Vibra. Frunció apenas el ceño, sin darse cuenta realmente. Ni de coña iba a tocarla, eso era obvio.
Jamás había pensado en una ocasión donde la presencia de una maestra hubiera sido buena en el salón de clases, pero allí, realmente no había hecho más que salvarlo de que la conversación se volviera más grande y tuviera que centrarse en más personas al mismo tiempo (aunque se conocía y estaba seguro que terminaría sólo opinando de los integrantes principales). Pero aquella última chica en entrar, el polo opuesto del iman de Daute para repeler a ¿Rimamu? Con más fuerza y arrojarla a la conversación, no terminaba de cuadrarle en su cabeza. La forma de presentarse, la forma en la que había visto a todos, en definitiva superaba la incomodidad que le daban las presentaciones japonesas. Sacó una de sus libretas y lapiceros, tan siquiera para lucir algo más preparado, si todos se mantenían en su lado... No se debía perturbar demasiado la atmósfera "pacífica" que habían logrado en el aula.
El que hubiese perdido su vuelo la semana pasada repercutió en su ausencia la semana anterior, provocando que solicitara a la directora respetuosamente clases virtuales, aunque aquello costó un valor algo alto para la billetera de su padre, sin embargo, era justo y necesario, a fin de cuentas era una niña sumamente consentida por la fortuna de su familia. Caminó luego de ver el tablón de anuncios sobre los clubs disponibles. Ya tenía uno entre cejas, quizá tenía más suerte que el hecho de las pruebas de aptitud fisíca. Qué perdida de tiempo aquello, al menos esperaba no hacer el ridículo en lo que no era ni de cerca, su fuerte. A fin de cuentas, una dama debía ser delicada, sutil, grácil. Deslizó sus orbes púrpuras por los pocos estudiantes dentro del aula; aquellos eran más que suficientes, no necesitaba una multitud como para ser escuchada a cabalidad. —Buenos días —se inclinó, dejando que sus hebras áureas se deslizaran de forma fina, procurando de igual forma que su inclinación no fuese más de lo necesario como para erguirse con ligereza—. Mi nombre es Asteria Bel, será un placer el compartir clase con ustedes. En realidad no, pero no tenía de otra. Se encaminó entonces hasta uno de los puestos, que esperaba y no estuviese ocupado con anterioridad. El celular vibró dentro de su mochila, y con prontitud lo apagó. No deseaba irrumpir a la docente en ningún momento, pese a que nisiquiera ésta, había llegado en realidad.
Luego de un buen rato esperando por Natsu, terminó rindiéndose al notar cómo los casilleros se iban vaciando e iba siendo hora de subir a clases. Le echó un vistazo a su móvil y lo devolvió al bolsillo, emprendiendo la marcha. Bueno, ni modo. Se detuvo un instante en el rellano del segundo piso, dubitativo. ¿Anna estaría bien? No había vuelto a saber de ella desde el viernes por la noche hasta que le envió ese texto el domingo. Vio su respuesta el lunes, al despertarse para ir a la escuela. La enana le había escrito como a las tres de la madrugada. Tampoco había mucho que pudiera hacer, ¿verdad? Ya en el receso la buscaría para evitar que andara sola por ahí, como el espíritu errante y deprimido en el que se debía haber convertido. Bueno, tampoco la culpaba. En verdad tenía mala suerte. Esperaba, de hecho, que fuera sólo mala suerte. Al llegar a su aula notó que justo había una chica presentándose. Vaya, nunca paraba de llegar gente al baile, ¿eh? Se detuvo en el umbral de la puerta para no interrumpirla y cuando finalmente acabó, ingresó y se acomodó en su asiento. Al sacar los apuntes rozó la bolsita de té que tenía preparada para Natsu desde el sábado y siguió a lo suyo. ¿Quizá se habría enfermado?
Entró con aquella aura risueña ante las palabras y acciones de Sasha. Era divertida, encantadora. ¿Por qué le gustaba tanto una chica como ella? Oh, su cabello sedoso meciéndose de aquí para allá, con aquel color escarlata lo hacía suspirar como un niñato de primer año. Caminó por el sitio hasta notar un rostro nuevo, con pupilas púrpuras y hebras doradas como sus propios ojos. —Ey. Asteria elevó el mentón con los orbes penetrantes hacia Daute. —¿Sí? —cuestionó al no conocerlo en realidad. Hanson estiró la mano hasta Kohaku sin fijarse siquiera que éste, traía los apuntes sobre el escritorio. —Mi amigo y yo queremos conocerte —. Ahí iba de nuevo, la maldita ansiedad por hacer más y más grande su círculo de conocidos. Se comenzó a reír travieso, tomando un asiento cercano pese a éste no ser su puesto.
Estaba enfocado en leer unos apuntes de la semana anterior por unos detalles que se le habían escapado totalmente cuando percibió la mano de Daute apareciendo en su campo de visión. Alzó la mirada y pestañeó, algo confundido, hasta identificar las intenciones del muchacho. ¿Eh? ¿Ya eran amigos? Pero qué confianzas. Bueno, tampoco le molestaba particularmente. Siguió el trayecto de la atención de Daute hasta dar con la chica nueva, la que se había presentado recién. Acomodó el antebrazo sobre el espaldar de su silla y se giró, sonriendo gentil. —Hola —dijo, en voz suave—. Bel-san, ¿verdad? Soy Ishikawa Kohaku, es un gusto. No tenía problemas para socializar, aunque la mayoría de las veces no naciera de sí; era, más bien, una hoja de otoño meciéndose al compás que la brisa se le antojara. La gente como Daute o Anna lograban llevarlo de acá para allá y él se amoldaba a cualquier recipiente.
Se sentó entonces, atrás de Kohaku mientras miraba entre las pestañas el cómo Asteria se posicionaba para ver a ambos al hablar, provocando que ladeara levemente la cabeza divertido con el nuevo círculo social que se estaba montando en el salón de clase. La escuchó entonces comenzar a hablar, se veía algo parca para su sorpresa, al no ser de los que identifica ese tipo de cosas. —Un gusto, Ishikawa-kun —se mantuvo recta en todo momento, procurando sostener un adecuado contacto visual—, ¿y su nombre es? La sonrisa resplandeciente apareció espontanea entre sus viriles labios. —Daute Hanson —se presentó risueño—, ahora que lleguen Katrina y Aaron te los presento, son agradables —comentó recostando el codo izquierdo en el respaldar de la silla, encorvándose un poco—, ¿listos para las pruebas físicas de esta tarde? —recordó entonces, su compañera de baile—. Oh, Anna, quiero mostrarle unos vídeos que vi ayer antes de dormir, creo que podemos hacer algo bastante bueno. Asteria alzó levemente las cejas, descolocada por la actitud tan fresca del chico. —Ishikawa-kun, Hanson-kun —les llamó entonces con parsimonia—, ¿se debe pasar alguna prueba para ingresar al club de cocina? —cuestionó escapándosele un tono infantil en la voz sin siquiera darse cuenta.
A pesar de no estarlo mirando directamente sí pudo notar sus reacciones, el cómo se había llevado la mano a los labios y luego, cuando salieron, el color en su rostro. Soltó una risa floja mientras cerraba la puerta luego de que él saliera, para finalmente girar sus pasos hacia el ascensor aunque se detuvo frente a una de las máquinas. —Eres un poco denso, ¿no, cariño? —preguntó mientras le echaba un ojo a las bebidas. No había ninguna mala intención o burla en su voz—. Quizás deberías agradecer eso o ahora mismo la historia sería bastante diferente. Entre que era un denso y sus acciones le recordaban de alguna manera al que ahora estaba bajo tierra, de verdad que debía agradecer que no lo hubiese arrastrado al armario de enseres para comérselo como era debido. El beso que le había dado era un beso de niños de primaria casi, pero quería tantear el terreno. Era inestable, pero aún así se podía jugar sobre el podio. Tensar un poco la cuerda. Comerle la boca de vez en cuando. —En todo caso. —Presionó el botón para un par de tés—. En los lugares por los que suelo moverme, bares de mierda y tal, nada se hace nunca por solo buena voluntad... Hay deudas. Claro, podríamos pensar que te pagué la deuda el viernes, pero realmente no me dio esa sensación, así que aquí estamos. Si no pues puedes verlo como un agradecimiento por aceptar venir a echarle un ojo al enano y ya está. Le alcanzó su bebida al chico sin mayor complicación para luego reiniciar la marcha. Al llegar a su piso, se bebió lo que quedaba de su té en un par de tragos para no entrar con él al salón, se dejó caer en su asiento y notó que Daute ya estaba charlando con dos personas, así que optó por no meterse en la conversación. Contenido oculto Nekita uwu
"Eres un poco denso, ¿no, cariño?" —¿Quizás? No lo sé en realidad, simplemente me centré en otras cosas —Con su anterior familia como no habían conseguido que su hijo mayor se interesara en los deportes que querían, él había hecho lo posible para hacer eso hasta que le terminó gustando y se dedicó solo a eso, aunque al final sabía que en sí fue una pérdida de tiempo por como terminaron las cosas —. ¿En serio sería tan diferente? Pero bueno, lo agradeceré si es lo que debe hacerse. No entendía muy bien que clase de ventaja le daba, pero confiaría en aquella peculiar opinión, no iba a quejarse. Cuando tuvo la bebida en sus manos no tardó en abrirlo y dar un sorbo, aprovechando para revisar el calor de sus mejillas, sintiéndolas algo menos calientes, así que podía intuir que ya habían regresado a su color usual. —Entonces es bueno que estemos en la escuela...así no tienes deudas con nadie —Se alzó de hombros despreocupado, nunca había ido a esos sitios pero si se imaginaba que tuvieran esa clase de dinámica de dar a cambio de algo y esa clase de cosas, como en las películas mayormente hablando —, pero puede quedarse como eso, gracias. Finalmente se adentró junto con ella al salón de clases y tomó asiento al lado de Daute justo como en su primer día, procediendo a sacar sus cosas del maletín en caso de que las clases iniciaran pronto.