La escuela estaba fresquita gracias al maravilloso poder de los aires acondicionados, pero eso no me salvaba de sentir las fuertes caricias del sol contra mi piel, que venían con la sutil amenaza de dibujar manchas rosas en su sensibilidad. Mi pupitre quedaba junto a la ventana, por lo que el calor del cielo celeste llegaba de forma algo más directa que al resto de mis compañeros. Fue por eso por lo que, cuando la campana del receso sonó y el profe se fue del aula, aproveché para quitarme el moño del uniforme y desabrochar el primer botón de mi camisa. La sensación liberadora alrededor del cuello, refrescante, me dibujó una sonrisita de alivio en el rostro, que pronto brilló a causa del entusiasmo. Me incorporé de la silla, casi de un salto, y abrí un chat en mi móvil: Fuji, hola! (≧ ▽ ≦)/ [13:01] Espero que no te esté tratando mal este calorcito! [13:01] Me siento un poquito emocionada por lo de nuestro club [13:01] Así que voy a salir a buscar a Ali ya mismo [13:02] A ver si acepta unirse!(≧ ◡ ≦) [13:02] Si hoy hacemos lo de las galletitas, avísame porfa [13:02] Que iré como estrellita fugaz a donde estés ★ [13:02] Contuve una risita por la última ocurrencia, tras lo cual saqué dos papeles del compartimento de mi pupitre. Uno estaba doblado prolijamente en tres, se trataba de un folleto de papel grueso, que había preparado especialmente para nuestra líder de la prueba de valor. El otro lo enrollé y lo guardé con cuidado en un bolsillo, ya que era el formulario para inscribirse a un club. Iba a ser necesario si mi plan tenía éxito y lograba convencer a Ali de entrar al mundo del judo. Tenía la esperanza, casi la seguridad, de que se convertiría en la tercer integrante de este proyecto. Lo decía mi instinto de lucecita. Salí hacia el pasillo con la expresión de emoción contenida tras una sonrisita que buscaba ser discreta. Por supuesto, sin éxito: mi transparencia era más fuerte. Ali no se encontraba en mi clase y tampoco la vi cuando busqué a Fuji el viernes pasado, por lo que la 3-1 era la opción que quedaba. Contenido oculto Vero salió al pasillo y se dirige al aula 3-1, no es necesario responder. Esto era parte del post que iba a aventar allá, pero me pareció más ordenado dejar un registro en este tema.
Me sentía contenta por el encuentro de hace unos momentos, se me notaba en la sonrisa con la que ingresé a mi aula. Perduró en mis labios cuando atravesé el salón hasta mi pupitre, junto a la ventana. Al tomar asiento, noté que Copito se encontraba del otro lado del vidrio. Dirigí una mirada furtiva al salón para asegurarme de que nadie nos estaba mirando demasiado. Al comprobar que la zona era segura, estiré mi brazo para abrir unos centímetros la ventana y colar una mano en el calor de afuera. Mi dedo índice alcanzó la cabeza del gorrión, que se había acercado hasta la abertura para recibir el cariño en las diminutas plumas sobre sus ojos, que entrecerró. Me sonreí, a veces le pasaba eso de extrañarme a los pocos minutos de empezar el día. Verifiqué la hora en mi móvil y así descubrí que había recibido unos mensajes. De Fuji . Los abrí con una sonrisita, interesada en lo que tenía para decirme tan temprano. Mi expresión se tornó algo confusa al leer el primer mensaje y alcé la cabeza un poco por instinto, pero ya con lo segundo que puso me hizo reír un poco. Al parecer no se había molestado... pero algo de culpa sentí. Mis dedos recorrieron el teclado con rapidez: Ups! Dónde nos cruzamos? Perdón! Seguro estaba distraída porque jamás te ignoraría ♡ Te compro un tecito en el receso para compensar!
Llevaba aún la música encendida cuando me asomé dentro de la 3-3 en busca de la cabeza puntiaguda de Aleksander. No lo había visto en los casilleros y no me salía muy bien eso de ser paciente, así que subí y aposté a encontrarlo en su aula. And I did! Le di dos golpecitos a mi airpod para detener el sonido y me colé, muy campante. Era mi primera vez en la clase de al lado y... era exactamente igual a la mía, sí, ¡pero se sentía distinta! Recorrí con pasos livianos, algo rítmicos, mi camino hasta el muchacho. —Grumpy! —lo saludé, muy contenta, y me dejé caer en el asiento delante del suyo, de costado. Apoyé los antebrazos en su mesa y le sonreí—. ¿Cómo te trata la vida esta mañana? ¿Hoy también amaneciste enfadado con el mundo? ¡Pues no hace falta que lo estés! Me incliné hacia él, despegándome de la silla, y bajé la voz dispuesta a contarle un secreto. Antes de abrir la boca, de todos modos, me mantuve en sus ojos un par de segundos. —¿Sabes por qué~? —susurré, cerca de su rostro.
El almuerzo del día anterior había sido por demás un fastidio, aunque no debía mentir, me había sentido estupidamente relajado al notar que ninguno de los dos idiotas tenía intenciones de incluirme en la conversación, tanto así que al inicio me di la siesta que me ayudó a no dormirme en clase y ganarme un regaño de mierda, por lo que estaba todo en orden hasta el momento, no había trasnochado ni nada el día anterior, apenas y me había pasado la noche viendo una película hasta caer rendido en la cama con el televisor encendido. Esperaba que las facturas no subieran mucho por la estupidez. Al llegar a la escuela solo me detuve para el cambio de zapatos, por los japoneses y sus estúpidas costumbres. Ya luego subí al aula con la mochila al hombro y los audifonos puestos. Había notado un grupito en los casilleros, entre esos una mocosa albina repartiendo panfletos de no sé que mierda, pero pasé derecho con la música alta hasta el salón de clase, ya luego denoté la soledad del mismo por lo que me tumbé en mi pupitre, dejando el maletín sobre el respaldar del puesto y me dispuese al móvil, con la música aún fluyendo en lo que buscaba un página de zapatillas a ver si metía unas nuevas al closet, ya andaba abandonado con mi calzado y toda la plata que sacaba se la solía girar a mamá. Una idiotez. Entre tanto denoté por el rabillo del ojo el tono extraño color de cabello, y aunque no me tensé fruncí ligeramente el ceño, bajándole el volumen al celular al saber que le daría por joder. ¿Qué si desde la última charla con esta boba se me había reducido lo arisco con ella? Pues sí, pero no tenía por qué darse cuenta. Se sentó con su energía de mierda como de costumbre, entornando la mirada a sus palabras, sin responder en realidad, al menos hasta que se inclinó en mi dirección, sin moverme un puto centímetro. Susurró la pregunta que ella pensaba y era del millón, tan campante como sino recordara lo último que dijo en la sala multimedia. —Creí que no hablabas con muchachitos deshonestos.
Grumpy no reaccionó hasta el final, se mantuvo estoico y no retrocedió ni un centímetro ante mi acercamiento. Me pregunté la razón, usualmente me trataba como si cargara la lepra, pero esta vez fue diferente y... Alcé apenas las cejas ante su suerte de reclamo, haciendo memoria poco después y recordando la tontería que le había soltado al final del receso que pasamos en la sala multimedia. Ah, ah, ¿ese era el problema? ¿Estaba enfadado conmigo? ¿Ofendido, quizá? How cute. Me mantuve en sus ojos, sin retroceder ni un centímetro. Reacomodé, de hecho, los antebrazos más cerca de su cuerpo, así pude conservar la posición sin complicaciones. Detallé el carmín de sus ojos y ladeé ligeramente la cabeza, tomándome todo el tiempo del mundo antes de responder. —Baby —susurré, con una mezcla indefinida de diversión e incredulidad en mi sonrisa—. Don't tell me you're mad?
No era que me importará, pero la boba ésta habia soltado aquello tan Pancha luego de que me dignara a tener una conversación decente con ella. Sí, definitivamente me había fastidiado un poco más de lo usual. La noté re acomodarse en mi espacio, repasó mis ojos y ladeó la cabeza, y ya luego soltó otra preguntada estúpida. —Tks —siseé y desvié la mirada en algún punto muerto tras ella, recostando el mento en la palma abierta—. Que estupidez, obvio no —ya luego volví a mirarla—. ¿Y entonces? ¿Cuál era la estúpida razón por la que viniste aquí? Era ridículo que además de Kathe, está niñita era la segunda persona en esta porquería de escuela a la que empezaba a dejar de ladrar como perro enfurecido.
Alek chasqueó la lengua y desvió la mirada, acentuándome la sonrisa que tenía pegada al rostro. Le regresé su espacio lentamente, volviendo a sentarme en la silla, pero a mitad de camino sólo me tomé el atrevimiento de tocarle la punta de la nariz con la yema del índice. —¿Ves? Deshonesto~ —murmuré, y automáticamente estampé las palmas sobre su mesa, sin darle tiempo a responderme—. ¡Nada de estúpida! ¡Es una razón super importante! Volví a relajar los antebrazos, con ello suavicé el tono y, básicamente, le hice ojitos. —El domingo es mi cumpleaños y saldremos el sábado para festejarlo, and sooooo... quería invitarte. —Pestañeé a consciencia y le sonreí como buena niña—. ¿Irás?
La niñata esto me regresó mi espacio en lo que parpadeaba con lentitud, sintiendo entonces la yema de sus dedos en la punta de mi nariz. Fruncí ligeramente el ceño en lo que murmuraba lo que ya me había dicho antes, estuve a punto de replicar pero las palmas en la madera me hicieron enderezarme ligeramente, desconcertado. Parpadeé como si no entendiera un carajo con los ojitos que me estaba haciendo y luego la solicitud. Era un estúpido cumpleaños y ella... ¿ella me estaba invitando? ¿A mí? En automático hice cuentas de mi descanso en el bar, y no,no encajaba con el sábado, que tenía hasta turno extendido. —No puedo —atajé, relajando la espalda de nuevo, y regresando el mentón a la palma abierta de mi mano, mirándola entonces—. Trabajo. Ya luego desvié la mirada al tablero tras ella. No sabía ni cuando tenía mi día libre en realidad, ni a qué horas era su celebración ni ni mierda. —¿Y dónde es o qué?
La decepción que sentí fue real y muy genuina, me permeó la expresión por completo y me desinfló el cuerpo. Solté el aire por la nariz, haciendo un puchero casi sin darme cuenta, pero no le discutí ni insistí. Había dicho que tenía que trabajar, ¿no? Pues ya estaba. Vete a saber por qué no me lo cuestioné ni pensé que pudiera ser otra de sus mentiritas piadosas, quizá por la forma en que lo dijo. Sonó más... ¿relajado? Acabé bajando la vista al pupitre y trazando con los dedos las tonterías que había allí escritas. Eran pocas, las escuelas pijas limpiaban mejor sus muebles, pero ni el mejor quitamanchas del mundo le ganaría a un estudiante aburrido y sus doodles. —En el TK, a eso de las diez —le respondí por pura inercia y revisé la hora en mi móvil—. Oh, well, a shame. Un chico se detuvo junto a mí y le sonreí a modo de disculpa, incorporándome de su asiento. Dejé caer el celular en el bolsillo de mi falda y repiqueteé las uñas en la mesa de Aleksander, recuperando la liviandad de antes para despedirme. —Nos veremos por ahí, entonces. Suerte en el trabajo~
Apenas pude prestar la debida atención a las clases matutinas. Movía un talón debajo de la silla como una forma de canalizar la emoción que embargaba mi espíritu inquieto, y la sonrisa cada tanto se escapaba para deslumbrar mi semblante. Me veía obligada a desviar el rostro hacia la ventana cuando notaba mis comisuras elevarse sin resistencia, porque de otro modo el profesor se daría cuenta de que tenía la mente en las nubes. ¡Es que…! Gracias a la misión de los folletos mañaneros, el Club de Judo ahora debía estar en boca de algunos estudiantes de la academia y no paraba de pensar en eso. Además, todavía conservaba en el corazón la calidez que me hicieron sentir Fuji y Ali-chan al ayudarme, y las palabras que Davz nos dedicó para alentarnos, fue tan tierno de su parte que se lo agradecí con una gran sonrisa antes de que se marchara. ¡Y además, para completar…! No podía olvidar el pedido de Fuji, de reservarle el receso que inició, en un preciso momento, con el sonido de la campana. Eso último fue, con toda seguridad, lo que más estuvo ocupando mi mentecita. Y como si lo hubiera invocado, sus mensajes hicieron vibrar mi teléfono. Los leí con una expresión ciertamente alegre, y tanto el último mensaje como el sticker del perrito me hicieron reír por lo bajo. No tardé en responderle: Nop! No me olvidé! Voy volandooo ❤ Dejé algunos folletos sobre mi pupitre, antes de salir del salón: con suerte, algunos serían tomados por parte de mis compañeros de clase o sus amigos. Contenido oculto Gigi Blanche Te etiqueto nomás para dejar constancia de que Vero respondió los mensajes de Kakeru. ¡En breves posteo en el Club de Cocina!
Subimos por el ascensor, pasamos por el salón de mi hermano al cual ya le había escrito para comprobar que estuviese en el tercer piso y éste contestó que sí, que estaba tremendamente aburrido pero que tenía mucha pereza como para bajar. Practicamente lo recogimos y lo arrastramos al salón de Gen y mi persona, tomó un asiendo de otro estudiante y rodeamos el escritorio de Allen para definir la mesa donde pondríamos la bebida, y unas frituras que traía Zeld con él. Las había sacado de la alacena ayer en la mañana, minímo lo había olvidado y terminó recordándola apenas ahora. —¿Y qué tal está el patio norte? —Ameno, colocaron algo de música e hicieron un show de baile —contextualizó Gen en lo que sacaba de su maletín una pequeña libreta con un bolígrafo—. La danza siempre es bastante artística. Me reí ligeramente, echando la espalda contra el respaldar en lo que sujetaba una fritura y me la llevaba a la boca. —Debiste bajar, aún creo que están en alguna otra actividad, pero ya me da pereza bajar estando aquí. Zeld también estaba comiendo y se apropió de la lata que Génesis me había comprado. Ella le miró como juzgando su acto al no preguntar y no demoró en suspirar. —¿Será que puedo tomar de este jugo de naranja que era para su adorado príncipe? —aunque hizo la pregunta ya la había destapado y no demoró en tomar un sorbo. —Supongo —respondió ella resignada en lo que me vibraba el móvil. Lo saqué del bolsillo y abrí la conversación. Había sido un poco cortante, ¿no? Caí en cuenta que el último mensaje lo había dejado en visto y suspiré un poco más. Vaya. Re-leí el mensaje porque sí y rebusqué el término en mi cabeza hasta sentirme echándo humo. Kōhai era como una estudiante Junior; mi hermano se inclinó tratando de husmear y aparté el móvil en lo que comenzaba a molestarme, chasqueé la lengua luego de empujar su asiento con la zapatilla y desbloqueé el aparato de nuevo, escribiéndole de nuevo. ¿Te molesta si voy? Había pensado que me daba pereza bajar, pero si era por Kurosawa la verdad que no me importaría hacerlo. Contenido oculto Zireael le contestan a la shio <3(?)
Kanade parecía particularmente contento esa mañana. Era de por sí un sujeto risueño y de ademanes livianos, pero sus fans le prestaban la suficiente atención para notar cada variación en su rostro, por mínima que fuera. ¿A qué se debería la alegría? Jamás lo adivinarían, vaya. Shinzo-sensei sabía ser un hombre muy sencillo, lo suficiente para que recibir una alumna nueva le hiciera el día. No porque se tratara de una señorita, eh, sino porque Reiko y Linda llevaban recibiendo a todos los transferidos últimamente y él... bueno, era un poco competitivo. Sólo un poquito. Así, pues, llegó a la clase, dejó sus cosas y volteó hacia los alumnos con entusiasmo. Ubicó al instante a la alumna nueva y le sonrió, radiante. —Hattori-chan, bienvenida~ —Repasó a los demás con la mirada y alzó levemente las cejas—. Ah, Maxwell-chan, ¿serías tan amable de mostrarle la escuela? Alternó la vista entre ellas y se rió en voz baja, aparentemente encantado con... ¿su idea? Bueno, por una vez en la vida parecía no haber armado el tour para torturar a sus estudiantes, eso seguro.
Los días nublados jamás fallaban en aminorar la poca atención que lograba poner a las clases de la mañana. Si a eso se le sumaba el frío que empañaba la ventana junto a la cual me sentaba, las dificultades eran mayores. Porque me hacía ser consciente de lo calentita que estaba bajo mi cárdigan y eso daba una sensación de dulce sueño, por lo que debía batallar contra la peligrosa tentación de una siestita. Envidiaba que Copito pudiese permitirse dormir, escondidito entre los pliegues de la bufanda que mantenía a resguardo sobre mi regazo. La aparición de la chica nueva me deslumbró lo suficiente como para dejar atrás toda tentación de echarme arriba del pupitre. Que el profe me asignara como su guía hizo que terminara de despertarme por completo. Tuve que contener el impulso de hacer una sutil celebración con el puño, pues sabía que la academia Sakura ostentaba la tradición de los dichosos tours y a mí, la verdad, siempre me había hecho ilusión la oportunidad de cuidar de un estudiante nuevo en su primer día. Llevábamos un buen tiempo sin recibir personitas en la clase 3-3, por lo que la presentación de Hattori fue algo tan inesperado como emocionante. Para hacer las cosas aún más emocionantes, ¡también era albina! —Nada me gustaría más, profe —respondí con genuina alegría a la solicitud del docente, y saludé a Hattori con una mano. Por fortuna, el asunto me mantuvo mucho más avispada en las horas matutinas. ¡Pero eso sí…! Presté incluso menos atención que cuando tenía sueño. En mi cabecita no dejaron de circular diferentes planes para hacer que el tour de esta muchacha fuese memorable y, a la vez, de gran utilidad. Planifiqué rutas para cuando alcanzásemos la planta baja, posibles preguntas para hacerle, también ensayé respuestas mentales a preguntas relacionadas con el edificio. Ya le estaba poniendo empeño al tour incluso antes de empezarlo. La campana del receso sonó. Aproveché el tumulto inicial que hicieron mis compañeros al levantarse, para sacar a Copito de la bufanda plegada, envolviéndolo con mis manos para mantenerlo oculto de la vista de los demás. Sacudió la cabeza, entre adormecido y confundido, pero no se resistió cuando abrí ligeramente la ventana y lo invitè a volar afuera mientras le decía “¡Haz un poco de ejercicio, chiquitín!” por lo bajo. Su silueta blanca se perdió entre los tímidos rastros de sol que traspasaban las nubes, por lo que esperaba que el gorrión no se viese tan afectado por el frío. Hecho esto, tomé mi bento, guardé ciertos folletos doblados en el bolsillo de mi blazer y, con todo preparado, me ubiqué frente al pupitre de Hattori. Cuando sus ojos dieron conmigo, mi semblante se iluminó con una sonrisa, que fue incontenible por la emoción que traía encima. —Bienvenida a la academia, estimada Hattori —saludé, jubilosa—. Yo, Verónica Maxwell, me esforzaré por darte el mejor tour que hayas podido pedir. Me puedes decir Vero, Verito, o incluso Lucecita, lo que más te guste. ¡Encantadísima de conocerte! —asentí para reafirmar mis palabras— ¿Estás preparada? Mientras me gustaría que me digas tu nombre, algo me dice que será lindo de oír. Contenido oculto aaaaaaa QUE EMOSIÓN Edit. Se me olvidó mencionar un detalle: Verónica tiene puesta una curita en la ceja izquierda.
Contenido oculto: el main theme de kaia porque sí La mañana había iniciado de forma totalmente inesperada. Ninguna de las veces que me había encontrado fantaseando respecto a mi primer día de clases había imaginado que una chica nos hablaría porque sí. La gente en Japón era fría y reservada, cada uno enfrascado en su pequeña cúpula de cristal. El Sakura era una escuela internacional, por ello la había elegido, y que mi decisión probara dar frutos desde que pusimos pie en los casilleros me llenaba de ilusión. Era un poco satisfactorio, también. Haberme separado de Yu me lanzó algo de nervios encima. Al enfrentarme a la clase sola y ver tantos rostros desconocidos, por un breve instante todos ellos se borronearon y perdieron definición. No les dibujé nada encima, no me permití hacerlo, ignoré la interferencia y me acomodé en el asiento que, ya había averiguado, me correspondía. El profesor parecía muy contento y me pregunté a qué se debería, aunque la duda pronto perdió su relevancia. ¿Un tour? Parpadeé, entre sorprendida y confundida, y giré el rostro hacia la chica que me habían asignado. Era albina, como yo, tenía una bandita en la ceja y sus ojos lucían un azul bastante intenso, incluso en aquel clima tan opaco. Me saludó con alegría, algo en el corazón me salpicó de calidez y alcé la mano junto a mi rostro, correspondiéndole de forma más serena. Pocos minutos después de que comenzara la clase recordé que Yu pasaría a buscarme en el receso. Ah, ¿a él también le habrían asignado uno de estos tour? Me sonreí con disimulo ante la idea y deseé ser pajarito para husmearlo, aunque... probablemente no lo hiciera, ¿cierto? Dejé el asunto aparcado en mi mente hasta que sonó la campana y me apresuré por sacar el móvil. Yu, vas a venir? Una chica al parecer me hará un tour por la escuela Quieres venir con nosotras? En lo que escribía el tercer mensaje él ya los había leído y me sonreí, ligeramente divertida; seguro había tenido la misma intención que yo. No tuve tiempo de esperar una respuesta, pues la chica albina apareció frente a mí y le dediqué, por supuesto, mi entera atención. Cinco segundos bastaron para darme cuenta que era una muchacha muy simpática y llena de energía, detalle que me alivió muchísimo. Su presentación fue bastante peculiar y acabó robándome una risa suave. —Kaia —concedí, incorporándome—. Hattori Kaia. El gusto es mío, Maxwell-san. —Alcé las cejas luego de haber inclinado la cabeza ante ella—. Ah, pero tú dime como prefieras. No me molesta. Era demasiado evidente que la chica no era japonesa ni se guiaba por las convenciones, así que vi prudente la aclaración. Por el rabillo del ojo noté que alguien ingresaba a la clase y mi sonrisa se ensanchó al confirmar que se trataba de Yuta. —Maxwell-san, ¿será posible abusar un poco de tus servicios? —murmuré, dejando la broma subyacente, y de un rápido vistazo le indiqué la dirección en la que venía el chico—. Me transferí aquí con Yukkun y lo invité a venir con nosotras. Contenido oculto ES EL DESTINO, BRUNITO
Mi nueva compañerita y yo teníamos cierto parecido físico, al menos en los colores, pero su energía fluía con una agradable suavidad que en nada se comparaba al fervor de mis ademanes. Cuando la saludé desde el pupitre me correspondió con un gesto más discreto de la mano y ahora, frente a mi esplendorosa presentación, su risa fue fresca, casi dulce, como una brisa ligera que no daba frío, sino todo lo contrario. —¿Kaia? —repetí su nombre con delicadeza, deleitándome con la entonación— Sabía que mi instinto no me estaba fallando, tienes un nombre precioso —expresé con cristalina honestidad. Se me ocurrieron algunos comentarios en torno al tema, que opté por guardarlos para más adelante y, así, no retenernos por mucho más tiempo en el salón, que a estas alturas la chica de seguro lo tenía bien registrado en su memoria. ¡El punto es que…! Su nombre era muy similar al de Kai, mi muchachito favorito de Canadá: el suyo significaba “mar” y, según me dijo alguna vez, era de origen tanto japonés como hawaiano. ¿El de Kaia atesoraría significados y procedencias similares? Sin dudas, sería buen tema de conversación para entretener el tour. A pesar de las opciones puestas sobre la mesa (¿o el pupitre?), Kaia optó por nombrarme con mucha más formalidad. Aceptaba su decisión de dirigirse a mí como “Maxwell-san”… más allá de que eso zarandeara un poquito mi alma confianzuda. Aunque bien pensado… me hacía sentir elegante, toda una dama, de modo que no tardaría en encontrarle el gustito. En cuanto mí, la sonrisa se me ensanchó al saber que me concedía el derecho de llamarla como quisiera… Lo cual ya estaba decidido desde antes de que me lo dijera. Si la llegada de Kaia a la vida de nuestro salón fue inesperada, lo que vino tras nuestra presentación lo fue aún más. Alcé la ceja sana, divertida, cuando la chica solicitó abusar de mis servicios como guía. Seguí la dirección de su mirada... Y mis ojos debieron de brillar cuando detecté otra presencia albina en nuestro salón, la del muchachote que acaba de entrar como si nada. Respondí al pedido de mi compañera con una amplia sonrisa, encantada por la idea de ser guía de dos personas. —Ningún problema, Kaia-chan —afirmé, enternecida por el detalle de que se habían transferido juntos—, me alegra mucho que quieran compartir el tour. Con un gestito de la cabeza, la invité a seguirme. En unas pocas zancadas, me coloqué frente al chico nuevo. Lo observé tranquilamente por unos segundos, debiendo alzar ligeramente el mentón para conectar nuestras miradas. Era muy alto, tan albino como nosotras y sus ojos... rojitos, como los de Mey. Empezaba a sentir algo de fascinación por los ojos rojos, me resultaban raros y, por lo mismo, especiales. —Un placer conocerte, Yukkun —le saludé con soltura, apropiándome con toda la ligereza del mundo del apodo utilizado por mi compañera—. Te doy la bienvenida a la academia Sakura. Soy Verónica Maxwell, tu flamante guía, muchas gracias por sumarte a nuestro tour —le sonreí, cálida— ¿Cómo te llamas? ¿Te puedo seguir diciendo "Yukkun", verdad? Contenido oculto Supongo que este es el momento que te digo que los podés arrastrar pa'fuera uvu
¿Qué coño era esto de los tours? A ver, no necesitaba la respuesta, era evidente pero ¿de verdad hacía falta? No me molestaba demasiado; más allá de que ser forzado a compartir receso con alguien elegido a dedo sonaba casi a circo romano, podía arreglármelas. El verdadero dolor en el culo se lo imaginaba al otro pobre diablo, que para la gracia... Bueno, que me perdonara Dios, no tenía exactamente una cara family friendly. Parecía, de hecho, sacado de las pocilgas que yo solía frecuentar. Durante la mañana le di un par de vueltas al asunto, asumiendo que me reuniría con Kaia de todos modos. A ella también debían haberle asignado un tour, ¿cierto? Y si jalaba de la estadística, pues su elección tenía altas chances de ser un poco más razonable. Con la campana busqué su chat, ya me había escrito y decidí amoldarme a su plan. Confiaba en su criterio, digamos. Daba igual, estaba plenamente convencido de estar haciéndole un favor al otro diablo. En el pasillo me marqué un pleno para enmarcar habiendo reconocido a Shinomiya, Yaboku y Manson, pero naturalmente pasé de todos y entré a la 3-3. Identifiqué a Kaia casi de inmediato, pero la verdadera sorpresa fue ver que estaba junto a otra chica albina. ¿De verdad íbamos a ser tres cabeza de nieve recorriendo la escuela? Eso tenía que ser un récord guinness o algo. Ellas avanzaron hasta encontrarse conmigo, le sonreí a Kaia y conservé el gesto al deslizar la mirada a su acompañante. Eran... bueno, me resultaban bastante parecidas y muy diferentes al mismo tiempo. Me contuve de reflejar la extrañeza que sentí al oírla llamarme "Yukkun" y le lancé un vistazo a Kaia, quien fingió demencia. Oh, bueno. —Dicen que pedir permiso después de robar la galleta es desliz de atrevidos y descuidados —indiqué, sin demostrar ningún tipo de molestia real, lo dije sin más e incliné la cabeza ligeramente—. Hattori Yuta, el placer es mío... Me erguí y mi frase quedó suspendida en el aire mientras mantenía mis ojos en su rostro. A ciencia cierta me había picado el impulso de regresarle la adjudicación de apodo de alguna forma, pero la neurona no me funcionó a velocidad y decidí improvisar sobre la improvisación fallida. —Dime una palabra, la primera que se te venga a la mente. Kaia se sonrió, mas no dijo nada. Ya estaba habituada a mí, suponía. Contenido oculto yuta dijo que no :D
Las primeras clases del día fueron maravillosas… por motivos ajenos a la responsabilidad de estudiar, para variar. Mi actitud dentro del salón no era la más ejemplar, pues de pura suerte retenía toda información relevante ya que me la pasaba mirando por la ventana, distrayéndome con Copito y ocupando la mente en otras cosas. Como, por ejemplo, la reacción que tuvo Ali-chan cuando le di la galletita prometida, el secreto por fin revelado. Que comparara mi regalo con una declaración fue una broma que acompañé con una risa divertida, lejos de incomodarme o cualquier cosa parecida; no me había acercado a ella con esa intención, claro está ¡Pero…! Tampoco sonaba mal, eh, con lo hermosa que era. El punto es que a la broma siguió un revolvimiento de mis cabellos (cosa que le permití sin rechistar) y el subir al tercer piso abrazadas por los hombros, pues no había tardado en corresponderle tal gesto de confianza. Todo esto me puso realmente contenta porque sentí que Ali-chan y yo nos habíamos acercado… Que nos hicimos un poquito más amigas. Nice! ¡Y hablando de chicas bonitas y amistades prometedoras…! En algún momento de las clases me distraje con el móvil a escondidas y me encontré unos mensajitos de Mey. Mi sonrisa se iluminó al leer que se nos había unido una chica al Club de Esgrima. La tentación de responderle fue grande, pero me detuvo la idea de que a lo mejor no tenía su móvil silenciado y podría meterla en una situación incómoda. Preferí esperar a que el receso diera inicio. Luego de que la campana dejara mis orejas vibrando, abrí su chat con la velocidad de un relampaguito: Hola Mey ❤ Genial! Yo también traigo novedades! Tengo dos interesados en el club de esgrima Unos primitos albinos muy adorables Kaia y Yuta Hattori! Son nuevos, me tocó darles el tour ayer Ella va a mi clase, él ni idea pero también es de tercero Si en tu salón hay un chico recién llegado, seguro es Yukkun! Yuta* Bien pensado, podría haberle dado la novedad en persona. Ser tan inquieta y activa a veces me hacía caer en esto, en el roce con la impaciencia. Pero en esta ocasión valía bastante la pena, porque me hacía la idea de que esto le alegraría el día a Mey. Tenía por delante todo un proceso de reintegración a la academia, y ya había mostrado lo mucho que le importaba el club. Sabía que no era fácil para ella… Por eso mi deseo era apoyarla incondicionalmente. Con grandes movidas como difundir el club, y con cositas chiquitas como mandarle mensajitos. Quería que su regreso fuese ameno, que se sintiera cómoda y con ganas de regresar. En ese sentido, era una bendición que Jez también estuviese presente. No me cabía duda de que su inmenso cariño sería esencial. Me sonreí, feliz. Porque fui consciente de que los clubes de Esgrima y Judo ya eran una realidad, habíamos logrado reunir miembros suficientes para volverse oficiales. Lo que restaba por hacer era presentar el formulario correspondiente. De hecho, mi plan para el receso era ir a la Sala de Profesores para consultar algunas cosas, tras lo cual me iría almorzar al aire libre. Así que, con el bento en mis manos, me dirigí rauda hacia la puerta. ¿Pero quién iba a pensar que este día me tenía preparado algo más? Un chico apareció en el umbral sin previo aviso, alto como una torre. No lo choqué porque tenía los reflejos muy bien entrenados, pero sí que quedé bastante cerca de la inesperada aparición. Tuve que dar un pasito hacia atrás y alzar ligeramente la cabeza para dar con su rostro. Mi sonrisa se amplió al notarle esos tatuajes tan inconfundibles. —Vaya, vaya, ¿y esta agradable sorpresa? —dije conteniendo una pequeña risa, tras lo cual miré hacia sus rudos ojitos—. Hola, Zeld. Ha pasado un buen tiempo, eh. Contenido oculto Insane El reencuentro más esperado por toda Latinoamérica unida (?) Como detalle adicional, te comento que Vero lleva puesta una curita en la ceja izquierda. Zireael Ahí le contestaron los mensajes a Laila uvu
El día anterior me había quedado dormido más rápido de lo que pensé, no sabía si era porque me había dado la gana de trotar una distancia más larga a lo acostumbrado que tenía en la noche con los canes, pero la cosa fue que cuando llegamos a casa, luego de ducharme me tiré en la cama, uno de ellos se subió a la colcha, y lo siguiente que recordé fue el sonido de la alarma del celular. Tenía su gracia y todo, con lo tranquilo que andaba últimamente alguien debería darme un premio, no sé. Presté una atención absurda a las clases, entre el aburrimiento de no haber vuelto a ver a Cathy, y estar más pasivo que la mierda estas semanas no había nada más que centrarme en la clase de historia, ni modo. Me levanté en cuanto sonó el timbre. Allen me había escrito temprano que me había traído de lo que había preparado en casa, así que no sería yo quien rechazaría la oferta, a fin de cuentas la chica era mi mejor amiga, y la estimaba probablemente más de lo que estimaba a mi propio hermano, qué sé yo. Caminé por el pasillo, me detuve en la puerta al notar que Gen estaba guardando aún su cuaderno y entre tanto denoté por puro reflejo que casi alguien se estrellaba conmigo, pero la chiquilla tuvo más reflejos que un gato. Descendí la mirada denotando el copo de nieve que traía como cabello, su voz me dió de lleno y alcé las cejas ligeramente, en algún punto chasqueé los dedos como si buscara en mi memoria a lo que no demoré en conectar. La había conocido hace bastantes semanas atrás, la chiquilla que había preguntado por un club que dejé acumulando telarañas. —Vero~ —dije por fin, me reí porque sí y le enseñé la dentadura en una sonrisa amplia—. Tanto tiempo, chiquilla. Allen acomodó su asiento, caminó con calma hasta nosotros con los bento cubiertos por una tela rosa entre sus dedos, me observó tras ella con algo de confusión a lo que hablé de nuevo. —No sabía que ibas a la misma clase que Vero, es más —regresé hasta Maxwell—, no sé porque asumí que ibas a segundo.
Mis planes iniciales para el receso se fueron volando cual pajarito hasta algún rincón de mi mente, donde serían recuperados más adelante. Mis sentidos ahora se concentraban en la inesperada presencia de Zeld en mi aula. Nos vimos apenas una sola vez, eso era cierto, pero tal detalle no impedía que mis ánimos se elevaran por el solo hecho de tenerlo frente a mí, a causa de la sorpresa y un cachito de alegría. Tendía a valorar con bastante rapidez a las personas, cosa que se acentuaba cuando éstas me cedían una parte de su espacio. Tal fue el caso de este chico, pues en su momento me acerqué hasta él para apuntarme a su club de kickboxing, pero también me permitió acompañarlo por los pasillos mientras escuchaba mi parloteo sobre artes marciales; incluso intercambiamos nuestros números de teléfono. Tras eso, bueno, como que le perdí el rastro… Y jamás me llegó un solo mensaje, ay. Debía admitir que me había quedado el anhelo de volver a verlo, porque en su momento me cayó simpático. Me parecía un chico bastante extravagante y gracioso. Y hablando de eso… Apenas sus ojos dieron conmigo se puso a chasquear los dedos, cosa que me hizo bastante gracia y fue agradable de ver. Dio la impresión de que estaba realizando una búsqueda fugaz entre sus recuerdos, y bajo esa idea fue que le dirigí una mirada expectante. Su voz finalmente pronunció mi nombre, haciendo que las comisuras de mis labios se elevaran todavía más mientras él esbozaba una sonrisa grande. Que me llamara “chiquilla” hizo que brotara un amague de risa dentro de mi pecho, pues me recordó al modo en que se había despedido de mí aquella vez: revolviéndome los cabellos, como si fuera una niñita. Fue entonces que Zeld le habló a alguien a mis espaldas, así que mis cabellos ondearon levemente cuando me giré para ver de quién se trataba. Desde mi encuentro con Suga en el patio frontal y la manera en que se presentó conmigo, me había ocupado en prestar más atención a mis compañeros de clase y, con algo de esfuerzo, aprenderme sus nombres aprovechando los pases de lista. Mi memoria no era de las más prodigiosas, pero no me costó reconocer el largo cabello rubio y aquella carita suave. Y ahora que la veía de cerca, noté que la chica tenía ojos violetas, como mi hermana mayor. El detalle hizo que una pizca de dulzura se filtrara en la sonrisa que le dirigí, aunque debí centrarme otra vez en Zeld cuando escuché su último comentario. —No es la primera vez que alguien me recorta la edad —respondí divertida, a la vez que me acomodaba para no seguir dándole la espalda a su amiga y poder verlos a la cara—. Supongo que la estatura y mi carácter influyen —reconocí sin preocuparme. Entonces miré a la muchachita rubia, sin perder la sonrisa. Con una mano abracé el bento contra mi pecho, mientras con el índice la otra me señalaba la sien a la vez que hacía memoria. Cerré los ojos unos instantes, con el ceño ligeramente fruncido. —Si mal no recuerdo, tú debes ser Génesis —dije, separando los párpados para volver a centrarme en ella— Estoy en lo cierto, ¿verdad? ¿Me encuentro ante una deslumbrante amiguita de Zeld?
Lo cierto era que solía ser coqueto con todo el mundo, a menos que la persona me diese algo similar a la ternura, en este caso había desechado el molestar a Vero cuando la conocí por laa segunda causa, tenía cierto tinte de niña que uno debía proteger antes que cualquier otra cosa, vete a saber, pero aunque estaba enterado de que iba a tercero parecía que continuaría por la misma línea, aunque era bastante bonita, pero ni modo, el cerebro me funcionaba como le daba la gana en sus momentos. —Eso paarece —le concedí, eran tan solo dos características que influían en lo que había descartado el molestarla. Además, antes le había hasta revuelto los cabellos, parecía que a la final hasta yo, tenía algo de decencia, mi hermano debería estar orgulloso. Allen asintió ante su nombre. —Mi mejor amiga, de hecho —intervine en lo que Génesis sonreía afable. —Sí, somos mejores amigos hace bastante —pareció repasarle las facciones a la albina entre tanto, como si notase el almuerzo que abrazaba contra su pecho—, pensabamos almorzar en el patio norte por cierto, ya que el día está mejor que ayer. ¿Te apetece venir con nosotros? No le vi ningún problema tampoco, es más, di un paso hacia atrás para que ellas pasaran primero por la puerta en caso de que Maxwell dijese que sí, que ahora que lo pensaba Génesis no tenía más amigos que mi hermano y mi persona aquí adentro, digamos que no se esforzaba por conseguirlo y así se esforzase no parecía bien recibida por su alrededor, por lo estricta que podía ser, suponía.