Contenido oculto Señoritas las veo yo muy tranquilas eh Al final había dejado la zona de los casilleros sin siquiera dirigirle una mirada de soslayo a Kurosawa y aún así aquella ira desbordante se le había quedado grabada en la memoria. No había movido un dedo, no lo haría nunca quizás, mucho menos después de que la jodida mocosa le había abofeteado la noche anterior. Además estaba hecha un desastre ya, no era diferente de Mimiko Honda. El amor la había hecho una bestia ciega. No. Siempre había sido así. Con todo el mundo. Como fuese, subió al ascensor y pronto estuvo en la tercera planta. Entró a la clase en silencio, no sin echar una mirada disimulada al salón y llevarse la grata sorpresa de que en vez de tener al incordio de Maze de compañero, habían otras caras que no reconocía. Caras desconocidas, nuevas piezas en el tablero y más temprano que tarde empezarían a moverse solas o ella las movería a su antojo. Tomó asiento en su lugar de siempre, no muy lejos de los nuevos, y no se molestó en voltearse para entrometerse. Parecían estar en sus propias cosas y no pretendía ser una pesada, al menos todavía. Se deslizó en la silla, hasta poder apoyar la cabeza en el borde del respaldar y cruzó una pierna sobre la otra. Ah, estaba haciendo sol. Podría subir a la azotea y fumarse el cigarrillo de rutina.
Con los ojos nublados apenas y notó la incomodidad ante el camino por el cual llevaba la conversación. Solía naturalizar las sumas de dinero con las que contaba, los lugares por los que viajaba, los lujos que se daba al jamás faltarle lo material, llenando los conflictos emocionales con los excesos. Alcohol Dulce Sexo —¿Quieres ir después de clases a mi casa? —le invitó mostrándole los dientes en una sonrisa amigable—, podemos jugar video juegos, ver alguna película o salir por ahí, ya sabes, cosas de chicos —trató por los lados de apaciguar lo insignificante que denotó entre el descuido. No preguntaría por los moretones, ni husmearía en la vida ajena, sin embargo, si entre sus manos estaba hacer amena situaciones cotidianas lo hacía sin dudar, a fin de cuentas aquello era lo que le había enseñado su madre desde pequeño. Fue entonces que notó la sombra de alguien pasar, elevando las pupilas avellanas hasta la silueta femenina. ¿Heterocromía?
Aaron Yume Sin lugar a dudas aquella invitación lo descolocó y estaba casi seguro de que la sorpresa había sido bastante visible. Prácticamente había descarrilado el tren de su pensamiento que lo comenzaba a abrumar sobre su nueva vida y su nulo plan de acción, ¿era así como era lidiar con gente extranjera? ¿La espontaneidad tan confiada hacia extraños? Ni siquiera tuvo tiempo de darle importancia a la chica que había entrado al salón de clases. —Jamás me había tocado lidiar con esta técnica para matar un tema —Se cruzó de brazos, como si eso creara alguna herramienta que lo ayudara a no sentirse tan descolocado —. Pero, normalmente no se invitan extraños a las viviendas, nada te asegura que sea confiable, quizás hago desaparecer cosas. Si su aparente familia no lo consideraba confiable, eso viniendo de un completo extraño era claro que lo confundía. —En otras noticias, quizás te interese presentarte de nuevo.
Se le escapó una risa entre dientes ante sus palabras, volviendo su atención a él, manteniéndose en aquella posición, perezoso mientras volvía a hablar. —No eres un extraño, eres Aaron, mi compañero de clase —comentó seguro de sí, insinuándole el hecho de que la invitación permanecería abierta—. Así que estaré esperándote a la hora de la salida en los casilleros —comunicó con simpleza, levantando levemente el rostro hacia la chica. <<quizás te interese presentarte de nuevo.>> Sonrió apenas. —Pss —volvió a sentarse recto en su asiento, mirándola travieso—. ¿Cómo te llamas? —preguntó uniéndola a la conversación—, mi amigo siente curiosidad. Sus ultimas palabras fueron un susurro, escudándose en ello, a fin de cuentas si no veía tonteando a Sasha no sería él quien cometiera un desliz. Solía pesarle más lo posesivo y celoso que podía llegar a ser, que el placer.
"Pss". ¿Qué pensaba que era, un gato? Como fuese se enderezó en la silla, antes de girar el cuerpo y posar sus ojos dispares en el que la había llamado. Después de todo, su voz grave que no dejaba de ser femenina aún así, corrió como un manto de seda, como el ronroneo quedo de un gato. —Akaisa —respondió mientras se corría una de las mechas rojizas tras la oreja, dejando expuesta la línea de perforaciones—. Katrina Akaisa. A veces se le olvidaba el placer culposo que encontraba en presentarse en Japón, donde era Akaisa antes que cualquier otra cosa, y no sólo eso, siempre era bueno cuando tenía que presentar a secas. Encontrar gente conocida empezaba a tornarse aburrido rápidamente. Le sonrió al chico con una suavidad de la que carecía y deslizó la vista al otro. No le pasaron desapercibidos los moretones, pero era para hacer la vista gorda, sobre todo cuando estaba preparando el tablero. >>¿Ustedes?
Puso sus ojos en blanco antes de sonreír ligeramente, Daute parecía ser extremadamente relajado y aunque eso lo hacía sentirse un poco más tranquilo, no podía dejar de ver aquella invitación como extraña para alguien que llevaba minutos de conocer. Pero nadie lo esperaba ya, ¿qué importaba si iba a hacer algo en la casa del extranjero? No habría límite de hora de llegada, ni explicar para qué estaba yendo o algo similar, serían sus reglas. —Ni siquiera deberías decir que vas a esperarme, estamos en el mismo salón, a menos que decida salir por allí de forma suicida.—Señaló entonces la ventana con su dedo pulgar, no podía simplemente desaparecer para que él tuviera que hacer eso. Y como si la espontaneidad anterior no fuera suficiente, su último comentario volvió a tomarlo por sorpresa, prácticamente clavando su mirada con el ceño fruncido. ¿Por qué lo metía en eso de esa manera tan sutil como si eso asegurara algo? Bufó, apartando su mirada de Daute para poder prestarle atención a la chica. —Aaron Yume. —Presentarse así antes con Daute no había sido mera coincidencia, quería todo el peso de su presentación de su nombre, lo que era realmente suyo y no algo desechable como su apellido, incluso si eso fuera algo inusual en sus normas de presentación.
¿Suicida? Ciertamente la seriedad de Aaron pese a decir un chiste lo comenzaba a divertir, evaporándose el sueño de a poco, sin contar el cómo de un momento a otro fruncía el ceño. Procuró escuchar la presentación de ambos mientras sacaba el celular del bolsillo para ponerlo sobre la madera, ladeando levemente la cabeza al centrar su sentido visual en su compañera de clase. Por mera inercia sus orbes la recorrieron como un libro abierto, de pies a cabeza; sintiendo el cómo el ambiente comenzaba a tornarse más interactivo al tener una nueva persona en la plática, sin embargo, no perdió detalle del movimiento de la grácil mano al correr las mechas rojizas. El rojo era su color predilecto. Vaya mierda. Mostró una sonrisa sagaz mientras traía a colación el cabello largo vino tinto, buscando desencantarse al verla un poco ruda, con perforaciones. Pff, debía ser un animal en otros ámbitos. Se reprendió entonces, enfocándose en los pensamientos abstractos que esposaban aquella promiscuidad que estaba procurando frenar desde hace unos meses atrás, y que ciertamente había logrado detener al centrarse sin confesarlo, en una sola persona. —Daute Hanson —se presentó con parsimonia.
La reacción de Aaron le vino algo en gracia pero contuvo la risa casi condescendiente que sintió que le iba a surgir del pecho, manteniendo la sonrisa tranquila que se había colocado antes. Una de tantas máscaras, como buen kitsune. No le pasó desapercibida la manera en que el otro, Daute, la miró. De arriba a abajo sin esfuerzo siquiera, ¿tenía maña acaso? Daba la sensación. Amplió su sonrisa aunque sus ojos se afilaron ligeramente, dándole un aspecto todavía más felino. Ya que estaba en eso iba a seguir un poco con el espectáculo. No si es que si se ponía a compararse con Mason también podía tener un potencial bastante importante para el teatro, pero la traía bastante sin cuidado esa forma de arte. —¿Les importa si los llamo por su primer nombre? —preguntó, apoyando el codo en su pupitre. Lo preguntaba más que nada por el que sonaba tener un apellido japonés. Yume, la palabra japonesa para sueño—. Llevo ya tiempo en Japón pero me la sudan un poco sus normas. Balanceó sus piernas cruzadas en un movimiento rítmico. >>Ah, y bienvenidos al Sakura. Se van a divertir de lo lindo si saben elegir sus compañías.
—A mi en especial no me molesta en lo absoluto, por eso me presenté con mi nombre primero.—Su rostro seguía serio y aunque no había hablado de mala manera, no estaba del todo seguro si su comentario había sonado bien. Las reglas de etiqueta eran bastante importantes en su sociedad y lo tenía en cuenta pero, si se había presentado de la forma contraria a la suya, le parecía algo obvio. Porque allí, era claro que no estaba tomando la educación que ella podía estar teniendo en cuenta. —¿Qué hay de ti? ¿Te la sudan lo suficiente para llamarte Katrina a secas y hacer todo más sencillo? —Porque si se podían ahorrar los honoríficos iban por un buen camino, le resultaban bastante tediosos a veces y el nombre era más que suficiente para convivir —, prefiero bienvenidas más tranquilas, no guerrillas locales, pero supongo que eso habla de lo interesante que son todos aquí, ¿no? Quizás no solo eran los cuatro días, quizás fueran un par de años acumulados de odio en caso de que se tratara de estudiantes de su año.
Si hubiese estado a solas con Aaron probablemente le pasaría el brazo por el cuello y l atraería hacia él para fastidiarlo por las respuestas secas que estaba dando. Era un chico serio, una buena balanza para alguien tan extrovertido como él, sin embargo mantuvo su mirada en Katrina, mostrándose fresco y cómodo. —Adelante —relajó los hombros al autorizarla llamarlo como le placiera. Ciertamente tampoco era partidario de las etiquetas sociales, llevándose un par de problemas los primeros dos meses que llegó. Nada que no pudiera solucionar jugando con las palabras y el dinero. —¿Te consideras una guerrilla local, Katrina? —cuestionó al fijarse en cómo llevaba el uniforme, sin embargo aquello causó que su cuerpo produjera una carcajada que ahogó al no dejar salir, cruzándosele una idea en la cabeza. Si Yume visitara Latinoamérica seguramente quedaría anonadado.
Soltó por fin una risa y, sorpresivamente, fue genuina. Le había venido en gracia el comentario de Yume, ¿tenía nombre medio extranjero pero seguía siendo un buen japonés de cajón? Ya tendría tiempo de averiguarlo. —Me la sudan lo suficiente, sí —confirmó. Bien, a los dos les daba lo mismo. Eso facilitaba mucho las cosas, su juego se tornaba bastante más rígido si tenía que atenerse a las tiesas normas japonesas que tanto la sacaban de quicio a veces. —Guerrilla es una palabra pesada en mi lado del charco, supongo que me haría falta un arma encima y tantas otras cosas. Gang kid, maybe?—Siguió balanceando la pierna mientras inclinaba la cabeza ligeramente. La melena corta siguió su movimiento—. Realmente pueden considerarme parte del paisaje. En esta escuela parece que entre más pinta de princesa tenga una chica, más jodida está así que... Dejó la cuestión al aire, así nada más.
—Así que tú no estás nada jodida, entonces —comentó a medio decir, risueño ante la mención de las princesas. Definitivamente no solía diferenciar a las chicas, por tipo de chicas... por cosas cómo lo que le hacían sentir, sí. ¿Debía procurar no estar a solas con Katrina? Las esposas no estaban de adorno, la terapia costosa que pagaba su padre mucho menos, y Pierce, pff, ella no se pondría a joder con otro imbécil, ¿o si?. Se mantuvo fresco, como si sus pensamientos apenas y atravesaran su cerebro, sereno. —Tus ojos —continuó la plática con curiosidad palpable—, ¿son hereditarios? O, ¿a qué se debe tu heterocromía? Jugó con la yema de sus dedos sobre la superficie lisa del celular, encendiéndose la pantalla táctil al toque, sin inmutarse aún así por ver el fondo carmín.
Con las nuevas reglas establecidas y entendidas para los tres sonrió un poco, le aliviaba no tener que pensar en que honorífico sería mejor para ella y tener que estarlo repitiendo una y otra vez cada vez que tuviera que hablarle como si fuera un disco roto formal. De alli se mantuvo algo más callado, dirigiendo su vista a cada participante cuando hablaba como si estuviera en un partido de tenis, le gustaba cuando las cosas fluían y simplemente podía escuchar todo hasta que sintiera hablar conveniente de nuevo sin ninguna presión. —No diría que está jodida como dice de las princesas —Dejó de estar completamente recto en el respaldo de su asiento para poder apoyar su mentón en la palma de su mano en una posición más relajada —, pero si se sigue ese hilo, ¿serias tu quien jode a los demás? O bien... Eres una princesa real por dentro. —Nada podía asegurarle que no fuese alguna de las dos y como había sacado el tema, no podía limitar su curiosidad. Aunque claro, preguntar por sus ojos era algo menos invasivo.
"Así que tú no estás nada jodida, entonces". Uy, casi campeón. La cosa con Katrina Akaisa era que había borrado las huellas de su propio aspecto de princesa. Su cabello rubio casi hasta la mitad de la espalda, la ropa delicada y femenina, los aros de oro y la cadena de plata. Si regresaba a todo eso, sobre todo con aquel cuerpo menudo, parecería una princesa casi más que todas las otras juntas pero lo había borrado todo, incapaz de reconocer a nadie allí, y se había convertido en un remedo de gang kid. "Tus ojos". Ah, allí iba. Volvió a sonreír mientras apoyaba el brazo en el respaldar de la silla, para descansar allí el peso de su cuerpo. —Hereditaria. —Esa fue toda la respuesta, no pensaba soltarle a Daute de quién la había heredado, como sí se lo había soltado a Rachel La observación de Aaron, por su parte, la hizo soltar una risa por la nariz. Había sido todavía más acertada, muchísimo más, tanto que casi causaba algo de recelo. ¿Pura suerte o de verdad lo intuiste, querido? Sin embargo, se limitó a encogerse de hombros como respuesta. Lo averiguaría tarde o temprano, que ella era en efecto una de las cabezas del guardián del Inframundo.
Uh, Aaron estaba siendo más directo en la conversación, casi hostil lo percibía, o quizá solo era así por naturaleza propia, aquello le resultó bastante divertido, mirándola recostarse en el respaldar del asiento. Definitivamente de princesa no tenía nada. No le incomodaba, ciertamente comenzaba a agradarle aún más, como si por solo llevar mechones rojos le hubiese agradado desde un principio. —Cuéntanos de ti Katrina —propuso con un tono en mofa, paladeando el nombre pese a no estarse burlando de nadie realmente—. No sé... ¿vives cerca del instituto, tienes novio, novia, te gustan los perros o gatos? —enumeró cada pregunta con los dedos de su mano izquierda a medida que iba hablando. Podía ser tan indagador sin ni siquiera darse cuenta de ello. —¿Qué te gusta hacer en tus tiempos libres? —pestañeó con parsimonia—. ¿Algún club que recomiendes?
Hmph. No era la respuesta que estaba buscando en definitiva pero le hacía creer que entonces se acercó solo un poco a algo correcto, dejando al aire aquella incógnita si sería una de ambas o bien, las dos solo porque sí, porque de algo estaba seguro, no le parecía un simple personaje que se mantenía en el paisaje a ser un extra, como él ante todo aquel conflicto de los casilleros, había sido un personaje más que siguió su camino sin prestar demasiada atención. No resaltaba como podría hacerlo Daute por ser extranjero, pero el uniforme, las mechas de color, sus ojos... lo "gang kid". Todo eso resaltaba para estar lejana a un simple paisaje. Pero no era algo que fuera a investigar más a fondo que analizar aquello, requería demasiado esfuerzo de su parte y tenía cosas más importantes que concentrarse después. —La pregunta se mantiene en la oscuridad entonces, veremos si me lo topo con la respuesta luego...—Porque prácticamente así descubría las cosas, hasta que eran demasiado obvias para no poder ignorarlo bajo ningún medio. Luego, ante las nuevas preguntas de Daute volvió a esperar la contestación de Katrina, optando por solo escuchar de nuevo. Quien sabe, quizás la entrevista terminara siendo entretenida.
¿Y esa entrevista? Empezaba a agradarle el idiota, no tanto por esa facilidad para hablar, sino porque era fácil seguirle el ritmo. No era un culo inquieto como Wickham ni un cara de culo como Sonnen. Le dedicó una sonrisa más bien tranquila a Aaron al escuchar su comentario y entonces regresó su atención al otro chico, que era el que guiaba la conversación de por sí. —No vivo muy lejos pero siempre me dejan en coche. —Como buena niña rica—. Por las pintas ya viste que lo de tener pareja me importa una mierda. Me gustan... los gatos. Los perros me parecen ruidosos. Alzó la vista al techo unos segundos, pensándose cómo responder a las otras preguntas. ¿Que qué le gustaba hacer en sus tiempos libres? Bueno, eso ya lo averiguaría. —Realmente solo paso el tiempo en el club de arte y casi nunca hay nadie, así que... Pues bueno, hay un par de clubes de deporte, si eso le interesa a alguno de los dos. El de lectura, que es frecuentado por tres señoritas que parecen bañadas en lejía. Luego... luego, vaya los que quedan no es que me interesen así que no tengo mucha idea.
Asintió con la cabeza a la espera de cada una de sus respuestas. La traían en auto, como a él, sin sorprenderle la segunda respuesta, a fin de cuentas extraño hubiese sido que confesara algún noviazgo. La veía más inclinada a situaciones sin compromiso, al finalizar y hablarle de gatos sonrió de aquella forma animal. —En casa tenemos un gato —dijo de la nada, risueño—, sin embargo los perros también me gustan, pero si eligiera uno tendría la misma opinión que tienes tú, Katrina. El club de arte en definitiva no sería para él, prefería algún sitio para drenar toda la energía física que tenía, de lo contrario terminaría buscando cosas insanas para sentirse satisfecho, irónico, si a fin de cuentas terminaba cada vez más vacío que antes de cometer los actos. —Y a ti Aaron, ¿qué club te gustaría visitar? Deportes, artes... ocultismo —se echó a reír con el último, no creía que existiese algo similar.
¿Les traían en auto? Sabía que estaba en la cima de una colina pero no era que cansara demasiado subirla, ¿no? Ninguno de sus anteriores compañeros de su otra escuela los llevaban en auto a ningún lado, normalmente terminaban coincidiendo en el transporte público y caminaban juntos hacia la escuela, ¿tendrían dinero acaso para simplemente ir mas cómodos? Quizás...Daute, con aquello de los viajes que le hablaba y Katrina... quizás fuera igual. Gatos. A él le gustaban también, jamás había podido tener uno por alergia de los Yume así que quizás...ya estaba esperando un poco más la visita a la casa de Daute si podía ver a uno. —Deportes —Su respuesta fue casi automática y con cierta emoción, toda su vida había sido dedicada a eso —. ¿Tienen algún deporte que se le parezca el kendo? Ya no podía practicarlo de forma competitiva por el idiota de su ex hermanastro así que, los clubes de Kendo estaban prácticamente cerrados para él si no podía competir después.
Había algo en Daute, ¿cierto? Era más que simple labia, bastante más. No sabía muy bien qué era, ciertamente, pero era entretenido más allá de sus propias intenciones. ¿Qué pasaba con esa mierda? ¿De verdad estaba disfrutando genuinamente una charla? La noche de la azotea la había dejado imbécil, se veía. Su atención la atrajo entonces Aaron, haciendo que posara sus ojos dispares en él. ¿Parecido al kendo? Golpeó su palma con el puño, como si hubiese recordado algo de repente y le dedicó una sonrisa de dientes descubiertos antes de responderle. —Hay un club de esgrima. El presidente es, si no me falla, Shawn Amery, un albino bien parecido de la 3-2. Supongo que puedes hablar con él si estás interesado o también con Laila Meyer, que parece su sombra, es un chica de cabello lila y ojos rojizos, tampoco hay pérdida y va a la 3-1. Como sea creo que se reúnen hoy en el dojo, así que también podrías probar suerte allí directamente.