Aula 3-3

Luego de darle un par de caladas al porro, salí del baño y me dirigí sin más a mi clase. Había sido un fin de semana extenuante pero no tenía tampoco razones para faltar a la escuela, de modo que ahí estaba. Al menos, si debía rescatar algo de todo el desastre, era que las cosas con Anna se habían solucionado.

Apenas entré no pude evitar oír una conversación ajena sucediendo allí dentro. Le eché un vistazo a la muchacha de amplia cabellera rubia, se veía extranjera que te cagas y el otro chico, al parecer, estaba rechazando su pedido. No muy amable que digamos, pero tampoco iba a juzgar razones ajenas. Quizá tuviera sus motivos.

Yo era el raro al que nada le afectaba, después de todo.

—Disculpa —me aseguré de hablarle a la chica con la suavidad suficiente para, no lo sé, no ir a espantarla o algo. Reparé en el chico junto a ella y también le sonreí, envolviendo la tira de mi bolso con una mano—. Si tienen problemas con algún texto, yo podría ayudarlos.

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Se me había ocurrido antes de leer que se lo pedían a Aaron pero como anda grumpy pos holis uwu

 

Subí las escaleras a mi ritmo, la verdad es que mucha prisa no tenía en llegar al aula tampoco, y en el camino me coloqué los auriculares para escuchar algo de música en lo que llegaba y, ya de paso, en lo que las clases comenzaban. Me sentía bastante satisfecha con la estupidez de Arata así que no tenía mucha intención de andar interactuando con más gente por el momento, a menos que fuese estrictamente necesario.

La cuestión fue que el repentino quilombo que se formó en el aula ni mi lista de reproducción pudo disimularlo y acabé por ponerle en pausa, girándome en la silla hasta quedar sentada de lado. Apoyé el codo sobre la mesa y dejé caer la mejilla sobre el puño cerrado, observando a los causantes del ruido con cierta curiosidad plasmada en el rostro. Ah, pero qué gracia, si encima eran la rubia densita y mi compañero de proyecto, ¡todo un sol!

No dije nada, no quería irrumpir en la escena la verdad, y me quedé a la espera de ver como continuaba mientras me cruzaba de piernas, moviendo el pie que se había quedado encima al ritmo de la canción que, aunque ya no sonaba por lo auriculares, seguía reproduciéndose en mi cabeza.

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¿alguien dijo relleno? (?)

 

En sí había llegado algo tarde para enterarme de primera entrada de qué iba toda esa interacción de la rubita con el chico este, el japonés de cajón, lo único que me ayudó fue que apareciera Kohaku y se ofreciera a ayudarlos con el asunto, los textos básicamente. Esa gente que parecían haber soltado en Japón sin una puta idea de nada la verdad iba a pasar un mal rato con eso ciertamente.

Hace un rato había pensado que la suerte que podía tener esta chica era topar precisamente con cualquiera de estos dos chicos, aunque se veía que Yume no había despertado con el pie de derecho, así que la presencia de Ishikawa era casi un regalo de los dioses, nadie tenía eso más claro que yo. Sin embargo, la chica terminó tan enfrascada en tratar de mantener su punto que ni alzó a mirarlo, al menos el chico sí lo hizo pero vamos, ¿cómo pasaba uno de esa carita de esa manera?

Había abierto la soda, dado un par de tragos y al ver que aquello realmente no iba a ninguna parte y tampoco me divertía de alguna manera, bueno, tenía que meter cuchara. No era mi costumbre meterme en conversaciones si no era para dar por culo, pero Dios mío aquello parecía un partido de tenis con globos. Los tiros ni llegaban al otro lado.

Me levanté acercándome al par, colé la mano entre los dos y chasqueé los dedos. No le presté atención a la jugadora de la NBA que entró a la clase.

—Yume, ¿desayunaste vinagre, hombre? —pregunté sin esperar una respuesta en realidad, al final posé la vista en la chica y me contuve de decirle rubita solo porque aunque dijera que no estaba tensa, bueno, tampoco imaginaba yo que estuviera especialmente contenta de hacer dado con el rey de los densos en un mal día—. Allen, de verdad tienes que aprender a leer el ambiente. Además alguien te ofreció su ayuda de forma mucho más amable mientras tú intentabas forzar tu opinión en el cerebro de este niño.

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excusas pelotudas es mi segundo nombre

 

Joder, es que de verdad, Jalisco nunca perdía, ¿no? La cabrona iba a seguir jodiendo queriendo llevar razón incluso cuando era evidente que en sí nadie tenía más culpa que el otro allí. Bueno, más o menos, porque eso de tratar de justificar que Yume la había obstaculizado de poder tratar a Ishikawa como la gente decente ya era otro puto nivel. Mira que me daban igual las mierdas de la gente rígida como ella, pero había límites para todo.

—Error, Allen. El ambiente se lee, la cosa es que es más complejo que cualquier libro que te puedan poner en las narices. Tiene códigos, signos y cuanta cosa quieras nombrar, todos elementos de un lenguaje y como lenguaje puedes leerlo —dije vete a saber por qué. En sí yo era un estúpido, la escuela no era lo mío, pero era bueno escaneando el entorno, la gente y las interacciones, puede que no tuviese el habito tan especializado como Dunn y Sonnen, pero Yako no me había agarrado por ser un puto denso que no leía el espacio donde lo ponían—. Pero nadie quiere debates a esta hora de la mañana, así que como tú digas y no pierdas tiempo dándome otro discurso, no voy a escuchar un carajo.

El otro pobre diablo parecía al borde de una colapso por estrés ya, negué suavemente con la cabeza y solté una risa baja. El resto lo hice ni idea de por qué, tampoco me molesté en buscarle motivos, pero alcancé a revolverle el cabello al chico y aunque el gesto fue algo brusco en sí no llevaba mala intención por una vez en la vida. Honestamente no me hubiese gustado ser él.

Alcé apenas las cejas cuando preguntó lo de la soda y me encogí de hombros.

—Vacío legal. Mientras no haya un profesor y las clases como tal no hayan comenzado supongo que es indiferente. ¿Hasta la máquina? Rubita, las que hay están en la planta baja. —Señalé la lata que había quedado en mi pupitre con un movimiento de cabeza—. Si tanta sed tienes puedes beberte esa que está casi completa, pero no pienso bajar y volver a subir ni en ascensor.

 

La cosa se estaba yendo un poco de madre, ¿verdad? Arata había decidido intervenir y bien podía conocerlo de hacía poco que sabía perfectamente que su intervención solo complicaría más el asunto. Digamos que era divertido verlos discutir así de la nada, sobre todo cuando dentro de mí estaba pensando que los dos estaban siendo bastante estúpidos y dándole demasiada importancia a una tontería.

Supongo que así era el orgullo.

De todas formas, la chiquilla me acabó dando algo de pena. Era una densa de cuidado y una cabezona, pero llevaba poco tiempo en el país y era su primer día en la academia. La verdad es que encontrarse a un amargado y a un cabrón así de primeras no tenía que ser la mejor manera de sentirse bienvenida.

Me quité los auriculares y los guardé en el bolsillo de la falda, junto a al móvil. Me levanté de la silla y pasé al lado de Arata como si nada, inclinándome en el pupitre de Génesis con una sonrisa mientras extendía la mano abierta, a la espera de que me diese el dinero que seguramente había ido a coger antes.

—¿Alguna marca de preferencia, linda? O puedes dejarme elegir, tengo buen gusto~

 

Venga, ¿no era muy temprano para tanto alboroto? No iría a sentir que haber ofrecido mi ayuda había sido una mala idea, de hecho ni siquiera me sentía ofendido por la supuesta falta de consideración de la rubia. Es decir, hacía falta mucho más para generarme algo similar a la ofensa, ¿no? Ni siquiera recordaba la última vez que alguien había conseguido ofenderme.

Para eso primero tenía que afectarme, digamos.

Cuestión que la chica se había enfrascado en su debate con el pelinegro y su amigo le picó el hombro, sin éxito. El detalle me arrancó una risa insonora y conecté con sus ojos miel, sacudiendo suavemente la cabeza. De verdad no me importaba. Total, hasta que llegara el profesor no había nada que hacer. Lo único que sí hice fue quitarme el bolso de encima y sentarme en el banco delante de la dupla para seguir presenciando el espectáculo que, como bien había anticipado el chico, iba a dar para rato. Bueno, eso hasta que Arata interrumpió. Su chasquido de dedos me hizo pestañear. ¿Por qué se había metido? Vete a saber, no era su estilo pero bien podía estar aburrido y ya.

¿Que el ambiente no se leía? Se lo podría haber discutido, asumiendo que me interesaba abrir la boca, claro, y que Arata no me había ahorrado ya el trabajo. A veces leer el ambiente era la exacta diferencia entre llegar ileso a casa y volver cagado a hostias, vamos.

Cuando volví a recibir la atención de la rubia tuve que esforzarme por tragarme la diversión que, un poco sin darme cuenta, se me había colado en el rostro. Era un alboroto innecesario pero, bueno, no dejaba de tener su encanto. Pestañeé, sacudiendo la cabeza de nuevo. Tampoco iba a meterme en la pulla que le había lanzado al pelinegro, me traía sin cuidado. Me limité a sonreírle y encogerme de hombros.

—Descuida, ¿Allen-san, verdad? No hay nada mejor que hacer, después de todo.

Su amigo se me acercó entonces y lo seguí con la mirada antes de abocarme al texto que puso frente a mí. Qué coñazo debía ser llegar a un país y no poder ni leer un texto como Dios manda. Regresé los ojos a Zoldryck cuando se presentó y de sólo oírlo esbocé una sonrisa más divertida, incluso ligeramente apenada.

—Voy a tener que pedirte tu apellido, y espero que sea más fácil de pronunciar —confesé—. Ishikawa Kohaku, encantado.

El texto iba de la crisis financiera que había sufrido Japón en los '90. No sabía cuánto los ayudara leerles la mierda al vuelo y esperar que lo retuvieran de cara a la vida, así que se me ocurrió algo y le alcancé mi móvil desbloqueado.

—¿Les ayudaría si me grabo leyéndolo? Luego pueden acompañarlo con la lectura.

Era el tipo de ofrecimientos que hacía sin pudor alguno porque, bueno, ¿había algo de lo que avergonzarse? Tampoco esperaba que fuera a rechazar la propuesta, honestamente. En lo que aguardaba, el show más allá siguió e incluso se sumó la chica que... Ah, esa chica me debía los videos de Cayden comiendo césped. Seguí los movimientos de todos en general, como el eterno espectador que era, y sonreí con una ligera cuota de ternura impresa al ver cómo Arata le revolvía el cabello al pelinegro.

Devolví entonces mi atención a Zoldryck, por rebote a Génesis.

—No llevan mucho en Japón, ¿verdad?

 

En términos de suerte esta chica no parecía tener mucha, había empezado el día topándose conmigo, Tolvaj y luego Yume después de haber mordido un limón antes de venir a la escuela. En fin, aún así mi respuesta la hizo fruncir el ceño e imaginé que ya estaba pensando en todas las maneras de decirme que estaba equivocado justo como le había soltado a Yume en toda la cara, pero al menos yo me había curado de los discursitos apenas iniciar.

—Es porque soy un odioso. —Solté una risa nasal al escucharla corregir la forma en que la llamé—. Allen.

Al final el espectáculo se había hecho más grande de lo necesario, en parte porque obviamente me había metido yo a pesar de que Kohaku le diera igual que la chiquilla hubiese pasado de él, el tema es que acabó también por poner en marcha a Riamu. Podía estar media salida la hija de puta, pero en sí se notaba que no era mala chica así por puro gusto, así que acabó por pasar a mi lado, estirar la mano y decirle que le diese el dinero, que ella iba a la máquina.

Escuché por encima a Ishikawa con el gemelo número dos, ya por lo menos lo que había iniciado el teatro estaba solucionado y hasta mejor de lo que hubiese querido cualquiera. Imaginaba que también porque él estaba con Kasun ella se había quedado con la vía libre para hacer otro tipo de observaciones.

—Ahí tienes, Ri-chan es muy amable~ ¿A qué sí? —dije mirando Yumemi antes de regresar la vista a la rubia—. Hasta te regala dulces si está de buen humor.

Lo dije un poco porque sí, honestamente, quizás en parte para ver cómo reaccionaba la densa esta y también para picar un poquillo a Riamu en el proceso. Ya que no parecía haberse decidido por nada estiré la mano para alcanzar la lata de soda y bajarme otro poco.

 

Me permití sonreír amplio antes de suavizar la expresión y asentir, bastante satisfecho e incluso aliviado de que su apellido fuera muchísimo más fácil de pronunciar que Zoldryck o como se escribiera. ¿De dónde serían?

—Kasun-kun —reafirmé, apoyando un antebrazo en la mesa de Génesis—. Dime como gustes, la verdad. No soy muy quisquilloso.

Es decir, no iba a ponerme pesado con dos pobres chicos que acababan de llegar al país. Con suerte leían kanjis, no iba a pedirles que ocuparan neuronas en recordar mi apellido.

Aguardé en lo que Zoldryck me anotaba su número y regresé los ojos a Génesis al oírla responderme. Alcé las cejas, sorprendido. Vaya, ¿tres días nada más y ya estaban asistiendo a clases? Qué... motivación, de verdad. Bueno, en sí no tenían demasiadas opciones. El país solía ser bastante estricto con estas cosas y si de por sí habían arribado tan encima del inicio de año lectivo, postergarlo podría implicar perderlo entero.

De la forma que fuera, me respondió y enseguida regresó su atención a los demás. ¿No se daba cuenta que la estaba picando de puro gusto o su orgullo era más fuerte que ella? Ah, como fuera. No tenía por qué ser el salvador de nadie, digamos, y tampoco era tan grave.

Prefería mantenerme al margen, como siempre.

—Bueno, bienvenidos a Japón~ —hablé en plural, aunque estaba mirando sólo a Zoldryck; no era como que Génesis me estuviera prestando atención, de una forma u otra—. ¿De dónde son? Cualquier cosa que necesiten pueden consultarme sin problemas, y sobre esto...

Bajé la mirada al texto, girando el móvil entre mis dedos en un movimiento automático, y le concedí una sonrisa divertida al muchacho en lo que desbloqueaba el aparato y comenzaba a grabar una nota de voz, ya en su chat.

—Muy bien, probando, probando. Aquí el super podcast de Kohaku, gracias por sintonizarnos. El día de hoy vamos a hablar sobre... la década perdida de Japón.

Luego de montarme la broma ya carraspeé la garganta, me incliné sobre el texto y me puse a leerlo con el móvil cerca de los labios, cosa de que la lectura no se viera opacada por las conversaciones ajenas. Además, mi voz no tenía la mayor presencia del mundo así que más valía ser precavido. Estuve leyendo un rato a ritmo calmo y pausado, hasta que alcancé el segundo subtítulo y ahí decidí cortar el audio.

—Leí hasta aquí —le marqué a Kasun en el libro, sonriéndole—. ¿Sigo o está bien así?

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ko-kun léeme al oído

 

Obviamente el culo inquieto de Arata tenía que meterse en eso también, no iba a quedarse tranquilo si no, ¿eh? Bueno, personalmente tampoco me molestaba mucho. En todo caso, la verdad es que me acabó sacando una risa con su comentario de los dulces y me encogí de hombros.

No me pasó desapercibida la bolsita que la chica sacó y que pareció querer darme antes de finalmente dejarlo sobre la mesa para mejor entregarme el dinero, y la verdad es que ni se me ocurrió que fuesen los anillos que decidí darle un poco porque sí en la fiesta. Casi ni me acordaba de ello, de hecho, y como tal, tampoco le di mayor importancia en el momento. Le guiñé un ojo antes de erguirme, ya con las monedas en la mano, y me di la vuelta para encarar a Arata.

—Qué lindo~ —me acerqué lo suficiente a su posición y me puse de puntillas, dándole un golpecito en la frente con el dedo índice—. También te los puedo quitar si te portas mal, ¿eh?

Bueno, lo dije bastante seria, pero al final acabé por volver a reírme antes de dejarme caer sobre mis talones de nuevo. Podía haberle quitado la paleta que le había dado antes, de hecho, y hacer un poco el tonto, pero con toda la gente que había ahí mirando pues al final no me apeteció mucho y simplemente me di media vuelta para dirigirme hacia la salida del aula.

>>Buenos días, Saku-chan. ¿Qué? ¿Mucha resaca~?

La saludé al pasar al lado de su pupitre, ignorando completamente su ánimo, y aunque le hice aquella pregunta, no esperé en realidad una respuesta y seguí mi camino sin más. Solo esperaba que me diese tiempo a llegar antes que nuestro querido tutor, si no sería problemático~

 

Que me soltara que no se sentiría orgullosa de ser odiosa solo me sacó otra risa, porque era evidente que la jodida esta no se daría cuenta nunca en su puta vida de lo odiosa que era también en realidad, de una forma diferente obvio pero odiosa al fin y al cabo. Si faltaban pruebas Yume era testigo directo.

Terminó por aceptar la oferta de Riamu, también respondió mi otra estupidez y entendí entonces por qué coño parecía tan rígida y amargada, si es que no le gustaban los dulce. Cualquiera sería así si no le gustaba el azúcar, pero bueno allá ella con sus cosas de aburrida. Riamu se acercó y me dio un golpe de nada en la frente con el dedo.

—Pues me tendrías que abrir el estómago, la paleta de antes ya no existe —dije sin más, la había deshecho de un par de mordiscos en lo que subía a la clase.

El otro comentario de Allen me hizo regresar la vista a ella y me llevé la mano al mentón, pensativo, para al final dejarla caer de nuevo y encogerme de hombros con la eterna burla pegada a la cara.

—Qué va, no me interesa.