Aula 3-2

La música era definitivamente la herramienta predilecta para ignorar los malos ratos y mantenerte alejada de conversaciones que estaba segura ya no debía de oír para no sentir que estaba absorbiendo información privada de otros estudiantes.

Pero incluso si no quería ser envuelta en esos asuntos y también había distraído su visión para lograrlo mucho mejor, eso no la salvaba de monitorear la puerta en busca de señales del profesor o profesora para detener su actividad y así fue. En una de esas "guardias" observó aquella cabellera pelirroja y en un solo movimiento ya de había desecho de sus audífonos y silenciado su celular para guardarlo dentro del maletin y aprovechar para sacar sus cosas.

Demasiado tiempo tenía ya escondiendo su celular de los profesores como para no haber desarrollado algo más de velocidad.

Tan solo esperaba que el resto de la clase no fuera tan incomoda como lo fue la llegada.

 

Las clases le habían resultado extremadamente tensas incluso si con el paso del tiempo su enojo logró disolverse. Estaba nerviosa. Estaba malditamente nerviosa. Sus piernas cubiertas por aquellas prietas medias negras se movieron inquietas bajo el pupitre mientras trataba de centrar su mente en los apuntes y las explicaciones del profesor. Tensa se llevó un mechón tras la oreja. Las palabras fluían sin orden ni concierto en el espacio.

Oda Nobunaga.

Toyotomi Hideyoshi.

Señores feudales de Japón.

Le encantaba la historia de su país tal y como le había dicho a Violet. Pero no lograba concentrarse. Su mente iba y venía como un péndulo rememorando lo sucedido en el pasillo el día anterior.

El beso.

El roce de su piel.

Sus labios eran tan cálidos y suaves.

Inconscientemente se mordió los propios y casi pudo sentir su piel erizándose y como el corazón se le aceleraba bruscamente en el pecho.

Estaba tan jodida.

Se tensó casi sin notarlo cuando la campana sonó. El sonido le rayó el cerebro y la regresó de súbito a la realidad.

El receso.

Dios.

***

Estaba guardando sus cosas en el maletín, recogiendo, pero estaba tan nerviosa que las manos le temblaban ligeramente. Sabía lo que quería, lo había buscado como una estúpida y sin embargo... no podía dejar de temblar. No sabía que esperar de todo eso. Estaba ansiosa porque llevaba tanto, tantísimo tiempo conteniéndose. Guardando sus sentimientos y deseos para sí misma, ignorándolos y fingiendo que no existían.

En ningún momento le había preocupado que fuese también una chica ni había tenido dudas sobre su sexualidad. El miedo latente, todas las restricciones que la habían contenido hasta ese momento eran simplemente... porque lo estaba arriesgando todo. Porque sabía que Alisha no podía corresponderle. Porque sabía que sus sentimientos eran incompatibles con su promiscuo estilo de vida.

Y de la noche a la mañana... todo se le había escapado de las manos. Se había permitido liberarse y pensar en sí misma por una vez y ahora estaba en esa situación. Y no sabía qué demonios esperar de todo eso.

Exhaló con lentitud y se percató de la única presencia ingresando en el aula por el rabillo del ojo.

—Alisha-san—susurró y el cuaderno que estaba sosteniendo se le resbaló de las manos y cayó al suelo con estrépito—. ¡Ah! D-disculpa. Estoy haciendo todo un escándalo...

Estaba hecha un maldito y completo desastre. Le ardía la cara y su orejas, rojas, parecían haber sido marcadas con hierro caliente. Tensó los muslos bajo la corta tela de la falda.

Estaba allí.

Thump.

Thump. ​

Thump.​

​

Había ido a buscarla como le había pedido.

Se llevó un mechón tras la oreja y se agachó, recogiendo el cuaderno. Lo apretó contra su pecho y la miró con intensidad, como si pudiera comérsela con los ojos.

Dios.

—Viniste—murmuró y se mordió el labio inferior—. No... creí que lo hicieras.

Su voz contenida hizo eco en el salón vacío.

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Baby, need some water?

 

Parecía tan... resignada. Logró recomponerse al menos un poco a sí misma y nuevamente se impuso ese carácter caritativo, que ponía a los demás por encima de sí misma. Luchó por relajar su propio cuerpo y sus nervios y permitió que Alisha tomara el cuaderno y lo colocase en su lugar.

Tenemos que arreglar esto.

Arreglar.

Como si algo estuviese roto.

La vio recoger sus útiles escolares con cuidado y guardarlos en el maletín con parsimonia. La siguió con la mirada, en el silencio casi pesado del salón, y su expresión pasó de la ansiedad a la preocupación más genuina. Apretó los labios que antes se había mordido en una línea fina, repentinamente dudosa y acercó la palma de su mano a su mejilla.

Apenas la tocó ligeramente, lo necesario para que la mirase. No importaba qué, no podía fingir que todo estaba bien cuando no lo estaba y era tan evidente. No podía ser tan malditamente egoísta. Pensar en sí misma no implicaba serlo.

—Alisha-san, necesito preguntarte—le dijo con un tono quedo, con suavidad. La miraba con intensidad pero también con un cariño y afecto que parecía desbordarse—. No voy a obligarte a hacer nada que no desees así que por favor... sé honesta conmigo.

>>¿Quieres hacer esto?

 

No me has respondido.

Su expresión se suavizó y no dejó de mirarla cuando se inclinó por completo contra la palma de su mano como un gato mimoso. Así jugaba con todo el mundo. No había rubor en sus mejillas, ni al mínimo, y una parte de su ser deseó verla tan nerviosa y ansiosa como lo estaba ella. Pero eso era demasiado pedir ¿verdad? Sus sentimientos no eran correspondidos. Sabía que no iban a serlo.

Estaba jugando con fuego y repentinamente solo quería quemarse en él.

—¿Quieres la verdad Alisha-san?—murmuró. No tenía necesidad de alzar la voz. Estaban lo suficientemente cerca para escucharse sin problemas, para sentir en el rostro el aliento cálido de la otra. Sus respiraciones también sonaban tan distintas. Cerró los ojos en un intento por calmarse—. Tengo miedo. Estos sentimientos me aterran. Tengo miedo de perderte y tengo miedo de perderme a mí misma. Y sin embargo, cuando pienso en ti... perderme a mí misma no me importa en lo absoluto. No me importa si no soy la alumna perfecta que todos creen o si llegaré a ser la presidenta del consejo que el Sakura Gakkuen necesita. Middel-san probablemente lo haga mucho mejor que yo. Al menos ella no rompió las reglas para ir a una fiesta nocturna en la azotea.

Quería el sol y que sus rayos quemaran sus alas como Ícaro.

Abrió nuevamente los ojos, ligeramente entornados y le acarició la mejilla con lentitud. Deslizó el tacto grácil hasta la línea de su mandíbula y su cuello.

¿Qué me haces?

Dímelo.

>>Todo esto lo he hecho por ti. He roto las reglas por ti. Por tratar de entenderte, porque me notaras. Porque te fijaras en mí, incluso si solo era un segundo—tomó la mano de Alisha y la apoyó, presionándola contra su pecho. Le permitió sentir los acelerados latidos de su corazón. Descontrolados y erráticos. Sonaban tan fuerte e intensos que por un momento Konoe temió poder escucharlos—. Dices no poder corresponderme pero me besaste en el invernadero y ayer dejaste que te besara en el pasillo. Me dijiste que era linda. Me dejaste... meter la lengua en tu boca y me correspondiste. ¿Tienes idea de lo que significó para mí?

>>¿Tienes idea de lo que me haces?

Deslizó sus manos unidas sobre la camisa de su propio uniforme sintiendo su piel erizarse y arder donde quiera que fuese que los dedos de Welsh la tocaran. Ardía. Estaba ardiendo. La respiración se le aceleró aún más cuando alcanzó sus muslos y separó los labios en un gemido que no se oyó, casi boqueando por aire cuando le permitió tocar la parte frontal de su ropa interior.

Encaje negro.

Estaba caliente y húmeda.

Sentía la cabeza liviana, nublada por efecto de la excitación, el calor y el deseo desbordante. ¿Qué si estaba segura? ¿Como podía preguntarle esa clase de cosas a su cuerpo hormonal y honesto? Suspiró y su cuerpo se estremeció bajo el roce de sus dedos.

Electricidad pura recorriendo su columna.

Aún estaba ruborizada pero ya había dado ese paso. Ya estaba dispuesta a cruzar la línea. Tanto... tanto tiempo negándose. Ocultándose. Imponiendo los deseos de otros sobre los propios. Haciendo las cosas bien, correctas. La alumna perfecta que jamás se permitía fallos.

Pero.

—Ayer, cuando llegué a casa...—contuvo la respiración un instante y se inclinó hacia delante lo necesario para alcanzar su oído— me masturbé pensando en ti Alisha-san. Una. Y otra. Y otra vez.

>>¿De verdad tienes la necesidad de preguntar cosas obvias?—dejó un beso ligero sobre su lóbulo—. Soy consciente. Y estoy dispuesta a aceptarlo todo.

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Pero bueno nena a dormir :< sueña cositas yuriosas (?)

 

Fue como si algo hubiese hecho click en su cabeza. La llama prendida se convirtió en un desatado incendio y la boca de Alisha impactó con la suya con la suficiente fuerza para empujarla contra el pupitre. La mesa chirrió. Le arrancó un sorpresivo gemido de la garganta que fue rápidamente silenciado.

—¡Ngh!

Fue brusca. Fue jodidamente inesperada y brusca. Casi animal. Era lo que había estado buscando tan desesperadamente, como una maldita estúpida, pero de alguna forma... no era exactamente lo que quería. No así. Era brusca con todo el maldito mundo. Los devoraba, los consumía y luego los desechaba.

Excepto a Wickham.

Era solo sexo.

Puro, salvaje y descontrolado sexo.

—A-Alisha-san—la llamó de forma ahogada pero su boca la acalló nuevamente. Era como si simplemente no quiera escucharla, como si no quisiera pensar en lo que estaba haciendo. La obligó a seguir el ritmo casi desquiciado de su beso, del roce de su lengua dentro de su boca, pero no podía. No tenía la suficientemente experiencia para actuar en consecuencia. Le arrancaba el aire de los pulmones y se veía obligada a casi jadear entre besos para recuperar el oxígeno perdido. Para no ahogarse. Con cierta desesperación llevó sus manos a sus mejillas y la atrajo hacia sí, pegándola más a su cuerpo a pesar de que no podía seguirle el ritmo. No podía pero era Alisha y su corazón terco y enamorado solo quería sentirla más cerca.

Más.

Y más.

Y...

Había deseado eso por tanto tiempo.

Había fantaseado con ello tantas veces.

El roce ligero entre sus piernas no le permitía pensar con claridad. Era leve, pero era suficiente para arrancarle gemidos de los labios, necesitados, ansiosos, y si no fuese porque tenía la mesa como soporte sus piernas hubiesen terminado cediendo ante la presión.

El mordisco en su oreja, en la línea que discurría entre sus senos cuando abrió los botones de su uniforme...

La iba a volver loca.

—Espera. Espera por favor...—jadeó luchando por recuperar el oxígeno en sus pulmones, por serenar los desaforados latidos en su pecho. Ese que subía y bajaba con profundidad. Le costaba encontrar las malditas palabras en su cabeza, hacer funcionar su cerebro nublado—. No hay necesidad de ser tan brusca. Alisha-san es... la primera y última vez que haremos esto.

No quería.

Sentirse un mero objeto sexual.

Quería poder demostrarle lo muchísimo que la amaba. Quería poder grabar su tacto en su piel, escuchar sus gemidos que serían solo para ella y permanecer a su lado el máximo tiempo posible. Quería tratarla con el cariño con el que probablemente nadie la había tratado antes. Quería demostrarle que era especial, que era mucho más de lo que creía ser.

Si iba a ser la primera y última vez.

Quería todo.

Joder.

Quería amarla.

Eso no era parte del trato.

Con una suavidad considerable comparada con la voracidad anterior de Alisha, Konoe apoyó las manos sobre las mejillas ajenas y la atrajo hacia así para besarla. La besó con necesidad, imprimiendo en ese beso la intensidad y el peso de todos sus sentimientos tan largamente guardados. Era un beso conciliador, casi tierno.

Cariño, relájate. No voy a desaparecer. Las cosas no tienen por qué cambiar entre nosotras.

Puntos ciegos. Por supuesto que los conocía, todos y cada uno de ellos. Pero no iba a arriesgarse a que las pillaran en algún lugar al aire libre. Con el día tan soleado, los patios estarían abarrotados de gente.

Después de todo estás tan asustada como yo ¿no es cierto?

>>El almacén del gimnasio—susurró contra sus labios al separarse.

Solo quería fingir que sus sentimientos eran los mismos ¿verdad? ¿Pensaba que solo por ser ella iba a tratarla diferente?

Pobre y estúpida ilusa.

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Creíais que os iba a dejar sin drama bitches? Joke on you

Vamos a aventarnos otro +18, yep (???

 

Se deslizó como el espectro que era entre los estudiantes, analizando, reteniendo y clasificando hasta alcanzar las puertas de su clase. La rutina habitual parecía haber adquirido una tonalidad distinta. Sus orbes dorados apenas se dignaron en posarse en Agnes y el principito, como si hubiesen perdido todo el interés para él durante aquella fría mañana de abril. Tenía algo mucho más importante haciendo ruido en su cabeza desde el fin de semana.

Dejó la mochila a un lado y tomó asiento, sacando su teléfono con un ademán que podría ser confundido perfectamente con la resignación. Había dejado olvidada la máscara de perpetua burla en casa y su rostro se mostraba mucho más hosco que de costumbre. Deslizó los dedos sobre la pantalla, su ceño ligeramente fruncido y una chispa severa en los ojos.

¿No vas a venir hoy? 8:13
Eso no era parte del trato, idiota 8:13
Sabes que los servicios sociales van a venir esta semana a la academia 8:14​

Dejó escapar un gruñido imperceptible, similar al de un animal enjaulado. Pero, con todo, tenía la facilidad de no mostrar la verdadera crispación que sentía en el exterior. Lena había desaparecido prácticamente desde el viernes y mucho menos le llegaban sus mensajes. Sabía lo que había sucedido, no había nada que se le escapase y tenía decenas de contactos en la academia, pero aquello no podía importarle lo más mínimo. Ambos tenían un trato, y si Lena no cumplía su parte podía llegar a estar más jodido de lo que pensaba.

Se pasó una mano por el cabello, llevando su flequillo albino hacia arriba, exasperado. Aquella bastarda era una jodida problemática, pero lo que más le jodía realmente era no poder quitársela de la cabeza. Siempre estaba ahí, como un grano en el culo, y lo odiaba. Lo odiaba terriblemente.

De repente tenía unas ganas insanas de encontrarse al culpable de su horrible mañana de mierda.

 

Pese a que no había considerado su primer día el mejor de todos, el fin de semana recorriendo los alrededores de donde vivía junto con su padre había sido bastante agradable, convertirse en turistas por dos días y solo dejarse llevar por allí aprovechando que su padre no tenía trabajo era algo a lo cual podía acostumbrarse.

A lo que sí no sabía si podía acostumbrarse, eran aquellos cambio de clima que no le hacían mucho sentido y tener que seguir usando ese uniforme pese al frio que hacía, en su anterior escuela estaba segura que la hubiesen dejado llegar con un algún pantalón deportivo sin decirle absolutamente nada y allí tenía que seguir usando aquella falda con el consuelo de que su bufanda ahora sí serviría para cubrirla del frío y no estar de adorno en su día a día.

Dejó sus cosas en su escritorio y miró por unos momentos al chico de cabello blanco, ¿qué podría perder si preguntaba? En si, nada.

—Hey, ¿tienes los apuntes de la semana pasada? —Preguntó recargándose en su propio escritorio en caso de que si la respuesta era negativa, podria simplemente sentarse y seguir con lo suyo.

 

Tardó unos segundos en notar que le estaban hablando, y alzó la mirada de la pantalla para reparar en la extranjera que se sentaba en la mesa de al lado. Le sostuvo la mirada con los ojos entrecerrados, recorriendo sus facciones, su acento, sus gestos, rebuscando en los archivos de su memoria con una precisión abrumadora. Anna White, transferida el viernes, 17-18 años. Nadie apostaría, de hecho, por que un desecho social como él contaría con una memoria fotográfica tan precisa y tan desperdiciada a la vez. Era parte de la razón por la que odiaba la vida academia, no encontraba interés alguno en repetir de forma cíclica contenidos que ya había memorizado con anterioridad.

Su primer impulso fue responderle con brusquedad algo del estilo "¿Me ves con cara de tomar apuntes?", pero tuvo que apretar los labios y tragarse sus palabras con esfuerzo, la voz de su asistenta resonando con fuerza en su cabeza. Tenía que reinsertarse en la sociedad y esas mierdas, ¿cierto? Que para cuando acudiesen a la escuela de forma periódica y revisasen su expediente, obtuviesen una impresión decente de él. Y ahora que no estaba Lena para guardarle las espaldas, tendría que hacer un esfuerzo titánico por no ser un capullo.

Soltó un profundo suspiro, resignado, recargando la mejilla en la palma de su mano, y con la mano libre le pasó el cuaderno descuidado y pintarrajeado que siempre llevaba encima.

—No vas a entender una mierda, pero allá tú —masculló entre dientes, observándola de soslayo con aquella mirada felina brillando en mitad de la oscuridad. Buscando reacciones, quizás, con las que hacerse una idea más precisa de su persona. Su ceño se frunció al notar que aquello no había sonado demasiado amable que digamos y añadió, desviando la atención hacia la ventana—. Si no entiendes algo te lo puedo dictar de memoria.

Ojalá estar de humor para cambiar de máscaras como si nada.

 

Dio un vistazo superficial por el salón de clase luego de ver a Violet en el pasillo. Aquello lo llevaba a asumir que el insurgente no había llegado aún; pff, Violet se preocuparía por el testarudo. Desabotonó el primer botón del gakura al recordar que debía presentarse, agradeciendo en lo más profundo de su cabeza por el hecho de no estar ni un ápice atrasado sobre los temas vistos en clase.

Su media hermana era bastante diligente, mucho más que él en realidad.

—Suiren Craig —alzó apenas la voz, sin alguna intención en realidad de llamar la atención, escuchando el tono de su celular dentro de su bolsillo.

Aprovechó entonces la ausencia de la figura de autoridad, sacándolo para ver el nombre de quién le timbraba.

<<—Natsu —siseó divertido, sentándose en uno de los pupitres—, el ciempiés está esperando por la tinta>>

 

Una sonrisa se dibujó en sus labios cuando notó que en efecto en su primer intento fue capaz de conseguir las notas de todo lo que se había perdido, se despegó de su cómodo lugar de apoyo para poder alcanzar la libreta y sacar su celular, no tenía planeado transcribir de golpe, menos cuando ya tenía la tecnología a su lado y podía simplemente tomar las fotos e ir a su paso anotando todo lo que se había perdido en sus tiempos libres y no sentirse especialmente apurada.

—Creo que he tenido suficientes compañeros que me han enseñado a decodificar mensajes peores —comentó tranquila, utilizando el escritorio que se encontraba frente al peliblanco para ir pasando las hojas e ir tomando todos —, tu letra es bastante decente pero, si no me tienes fe puedo simplemente grabar tu voz y tener mi propio audiolibro sobre lo que me he perdido. —Añadió con una pequeña risa, saludando al alzar la mano al chico nuevo que se adentraba al salón para poder continuar con sus fotos.

—Anna White~

 

Sacó su mano libre del bolsillo para saludar con un gesto a su compañera de clase. Qué ánimos, ¿así serían todos su compañeros de clase? Eris, Anna... el tipo de cabello blanco como el suyo sentado ahí con aquella expresión ambivalente. Volvió su atención entonces a la voz gruesa del otro lado del teléfono, recostando su mentón sobre el dorso de la mano luego de situar la mochila en el respaldar de la silla.

<<—Le diré a Violet entonces —susurró, sin embargo fue detenido por el gruñido de parte de Gotho—. Bien, nos vemos en un rato entonces>>

Colgó cerrando los párpados con parsimonia.

No se escuchaba de un buen genio, aquello era normal, aunque tampoco se escuchaba excelente en salud.

Natsu odiaba enfermarse.

Pobre alma en desgracia la que se atreviera a molestarlo estando de malas pulgas.

 

Finalmente terminó de hojear el cuaderno y con eso, pudo guardar su celular con una sonrisa de victoria en su rostro y entregarle la libreta al chico en cuestión, colocandola sobre su escritorio todavía manteniendo esa sonrisa en su rostro —Muchas gracias....mr. notebook, si llegara tener duda en algo te avisaré para que puedas recitarlo de memoria~ —Llevó sus brazos detrás de su espalda, frunciendo la nariz ligeramente cuando notó que otros dos estudiantes se adentraban y uno en particular cargaba el olor a tabaco.

Ella en sí no fumaba pero, suponía que el clima frio invitaba más a hacerlo.

Sin darle más importancia se retiró a su asiento, sacando su cuaderno para dejar el espacio correspondiente en el mismo para todo lo que iba a tener que escribir, y aunque le diera pereza pensarlo, estaba contenta con el hecho de que tan siquiera, el lunes prometía más que su primer día allí en la academia.

 

Al guardarse el móvil deparó la mirada en Eris. Estaba hablando con un tipo que se veía bastante acorde a los chicos con los que solía quedar algunas noches, además, de que el aroma a cigarro le hacía cosquillas en las fosas nasales. ¿Su novio quizá? No, sería una relación bastante cargada con solo ver el aspecto físico de ambos, por más que la chica mantuviese aquella aura suave cuando habló con él en los casilleros; Suiren siempre confiaba en su instinto, y en aquel momento lo único que sintió fue el hecho de que Violet jamás debería quedarse a solas con Tolvaj.

Pero él, él era otro cuento.

La vio inclinarse hacia el desconocido y cuando volvió a su posición normal habló hacia ambos.

—¿Tu novio? —sabía que no era así, pero mejor tantear el terreno de sus compañeros antes de lanzarse alguna soga al cuello.

Ni el tipo, ni la chica eran candidatos para hablar con su hermana menor, eso era lo único seguro, por ahora.

 

Aligeró una sonrisa gélida. ¿Tan sofocado te trae, muchacho? Pero qué irritable parecía ser a diferencia de su persona. ¿Sería tan malo como parecía? Sereno deslizó sus orbes por Tolvaj, desde el inicio de su cabello hasta las clavículas de su cuello. A diferencia de Gotho a él no le iban las tipas buenas, y con solo verla sabía que ni por asomo ella lo era.

¿Jugando al cazador?

No, estaba probando cada paso en su cabeza antes de darlo.

—Parece que te ha hecho mucho daño —comentó ante lo específico de su discurso, por no ser el soez que realmente podía llegar a ser.

¿Mucho para ti? Chico gangsta.

Se enderezó en el asiento, posando el codo derecho en el respaldar. El aroma a cigarrillo le recordaba su país natal, altas probabilidades de cáncer de pulmón a corta edad.

—¿Qué tal su fin de semana? —cuestionó por lo poco que llevaba como tal en el país, al solo haber visitado Japón en una de sus vacaciones estudiantiles.