Entendía que no para todo el mundo el cambio, sin importar lo grande que pareciera, era igual de brusco y extraño. Quizás fuese gente más adaptada a la idea o simplemente esperaban mudarse con algo más de conciencia o ganas, pero el caso era que para Anastasia había sido normal. Igual no era que una chica que acababa de conocer fuese a decirme si había tenido dificultades al llegar a Japón, eso también lo entendía. —Fue un poco complicado al principio —respondí mientras entrábamos al salón—, pero nada del fin del mundo. Eso decía yo, claro, porque tampoco iba a soltarle mis tragedias de gratis. La sensación de ser una desconocida siempre se había arrastrado hasta ahora y sabía que sería siempre así, por lo que había comenzado a hacerme a la idea y punto. Lo más difícil había sido cuando me molestaban, pero al menos tenía a las chicas para pretender parchar ese momento de la historia. En cualquier caso, al entrar a la clase giré el rostro para sonreírle a Anastasia. —Fue agradable pasar el receso juntas. Gracias. Ignorando lo de los cuchillos, claro, pero no valía la pena mencionarlo. Contenido oculto quem te etiqueto porque ando posteando del celular y es más fácil que citar (? Por acá voy cerrando con Ilana uwu
Las clases habían transcurrido con la normalidad habitual. Varios alumnos notaron al estudiante nuevo y que Linda parecía no haberle llevado el apunte, pero no se atrevieron a preguntar. La señora era, a su manera, bastante intimidante. Fue al sonar la campana del receso que la profesora, mientras escribía una fórmula en la pizarra, dio un respingo y la tiza se le quebró entre los dedos. ¿Acaso...? —Cielos, espera. —Se dio la vuelta, repasó a sus alumnos y demostró una marcada sorpresa al advertir a Enzo—. Goodness! Me olvidé de ti, cariño, lo siento mucho. Bueno, bienvenido al Sakura, ¿sí? Aquí solemos asignar tours para que recorran la escuela el primer día, uhm... Kasun-kun, cielo, ¿lo acompañarías? Muchas gracias. Vaya, parecía algo avergonzada por su desliz. Eso era nuevo, ¿eh?
Las clases pasaban con la regularidad usual, sin embargo ya se estaba empezando a hablar de un proyecto, por lo que me tomé el tiempo para revisar los integrantes que componían mi grupo directamente. Habían varios que no conocía, por no decir todos exceptuando a una persona en la lista, bueno, dos al notar que habían agregado al recién llegado. No le miré ni nada, pero con el nombre que soltó la maestra lo asocié en automático, aún así el apellido de Shinomiya apareció, así que en parte asumí que al menos, no me habían asignado a un grupo de mediocres. Y adicional, aún había bastante tiempo, por lo que no pensaba tomarme el trabajo de buscarlo aún. Con el resto de estudiantes, habría que ver que tan útiles serían en un trabajo tan básico. Como fuese, al rato de sonar la campana Craig alcanzó mi asiento, traía el bento en la mano y me miró desde arriba con los lentes oscuros de sol. —¿Contento con tu grupo de estudio? —Normal, supongo —respondí bloqueando el móvil para buscar mi almuerzo, el albino por su parte pareció dar un recorrido visual por el aula, y hasta pareciese que recordó algo al regresar su atención a mí. —Tu mencionaste hace días a una chica... sino mal recuerdo —asentí por protocolo—, ¿crees que tenga con quién almorzar? Sino, podemos invitarla con nosotros. Me levanté de mi asiento con la simpleza de siempre. Ya sabía que hace días, el idiota se había dado cuenta con quién había danzado enmedio de un pasillo, a fin de cuentas le había mencionado que era la niña a la que le hice el recorrido, y bueno, los recorridos solo se otorgaban a las criaturas nuevas -que podía haber creído que se trataba de Müller o Hori-, pero había mencionado que su apellido me costaba algo de trabajo en pronunciar, así que por descarte, Rockefeller. —¿Por qué deberíamos? —¿Por qué no? Giré el rostro de perfil, noté que ya un par de estudiantes estaban abandonando el aula, sin embargo la muchachita seguía ahí, por lo que regresé hasta él y me encogí de hombros. Craig inició el recorrido hacia la puerta, deteniéndose antes de cruzarla por lo que disminuí el caminar, y alcé un poco la voz para que ella me notase como tal. —Rockefeller —le llamé directamente—, vamos a almorzar, ¿vienes? Suiren pareció no reaccionar, pero era obvio -por el tiempo de conocernos-, que estaba decepcionado de mi manera de invitar a una señorita a pasar el receso con nosotros, pero no había más de mi parte, debía antes agradecerme que cedí a hacerla parte. Contenido oculto Zireael holis Para ser honesto, tenía toda la intención del mundo de acostarme a dormir en la hora de almuerzo, no que me hubiese trasnochado ayer, pero las clases me habían dado un sueño ni el putas, pero Patterson parecía tener otros planes con el muchachito que recién había ingresado. Me designó como guía, y no pudo parecerme más aburrido así que miré al chico desde mi asiento, y con el pie moví ligeramente mi mochila. —¿Te fastidia si te doy el tour con alguien más? —le pregunté en lo que parpadeaba con cierta pereza—, a menos que ya tengas planes en tu primer receso, no sé. En sí, planeaba pedirle a Anastasia que nos acompañara, al menos eso haría más entretenido para mí la hora del receso, pero si se negaba me quedaría durmiendo en mi pupitre, como fuese, era la decisión del muchachito~ Contenido oculto quem no esperé que le tocara el recorrido con Zeld jaja
Para el final del día el chat con las chicas seguía siendo un hervidero de opiniones divididas, estaban las gemelas defendiendo el gesto y Mei vuelta una furia pidiendo más información, cuando se la di solo me dijo que la criatura era un manipulador de los grandes y yo mejor silencié el grupo para ponerme a hacer los deberes. Ya cuando me fui a dormir no revisé más los mensajes y tampoco pensé demasiado en el receso con los cuchillos voladores, porque una cosa era más surreal que la otra. Cuando sonó el campanazo de recesos Sonnen se fue como si lo persiguiera el diablo, aunque se quedó plantado en el pasillo, luego Cayden se acercó a Jezebel y antes de que pudiera pensar hablar con ella, la chica también se había ido. La cantidad de tensiones corriendo por el aire de este salón superaban los límites de lo comprensible, pero no era asunto mío. Lo mío era guardar silencio, en apariencia. De la manera que fuese, me dispuse a sacar el almuerzo y cuando estaba por levantarme escuché que Paimon me llamaba, haciendo que lo buscara con la vista. Hombre, si le quitabas la pregunta del final casi sonaba como si estuviese llamando a un perro, pero ya había entendido que él era... Bueno, así. No era un bruto social, era peor que eso, porque a secas no le ponía esfuerzo a ciertas aproximaciones. Estaba con el muchacho albino, Craig, y me hizo algo de gracia el contraste. El punto era que entre comer sola y atender al llamado sin tacto de Paimon, la verdad era que estaba mejor la segunda, así que me enderecé y caminé para alcanzarlos, dedicándole una sonrisa a ambos. —Buenas tardes para ti también, Pai, y sí los acompaño —dije sin molestarme en ocultar que ya le había acortado el apellido desde el otro día y reparé en el albino—. Craig, si no escuché mal cuando pasaron lista. Puedes decirme Ilana, no hace falta usar el trabalenguas ese.
Para ser sincero no esperaba que el padre de Eda me pidiera viajar a Tokio, sabía que Máxime se estaba haciendo cargo de los negocios que harían que llegara a expandirse más de lo que ya lo era, me sorprendió mucho cuando Jean viajo primero eso me dio a entender muchas cosas, pero no esperaba que Anastasia al igual que Eda lo hicieran algunos meses después. Ellos querían hacer negocios con la Yakuza, ¿pero era necesario mandarlas a las tres como empaques de envíos para ver que todo estuviera correcto? ¿Sabiendo que los adultos podían hacerse cargo de eso? ¿Era realmente necesario? El Don de la mafia alemana me sorprendía a veces. Simplemente, a mí pensar era un imbécil a primera. Después de todo mi padre también estaba haciendo negocios con los Middel así que no, no podía quejarme obedecer, no era lo mío, nunca lo hice y tampoco lo haría, esto solo fue una gran escusa para volver a ver a Fiorella y Adara, me alejé de ellas por algo que ocasiono mi padre le prometí a Stella que solo me alejaría porque las dos estaban sufriendo demasiado. Fiorella a cargo de algo que no tuvo culpa y Adara ahogándose más en la soledad. Realmente estaban sufriendo. Por mi culpa. Aunque yo no lo ocasione, pero supe la verdad desde un principio. Y ahora me había encontrado con Fiorella, no esperaba hacerlo, pero jodidamente fue inevitable, sentí el abrazo, sentí su voz susurrándome que le había hecho falta, realmente lo sentí, no era una persona que tuviera un corazón que se llegaban a sentir lo que los demás tenía simplemente esas emociones me confundían, pero sabía que con ella era diferente. —Enzo —la voz de Stella me alcanzo—. Tienes que alejarte de ellas, los sabes ¿no? Sé que te afecto el reencuentro con Fiore —parpadeo—. Y de seguro será peor cuando veas a Makris pero solo… aléjate. —Lo sé mariposa, lo sé —moví mi cabeza a su dirección, el arete se movió por la acción, ella también tenía uno igual, pero el de Stella estaba en el lado contrario, habíamos llegado a su salón, mire adentro por puro reflejo—. Compórtate. —Eso debería decírtelo yo hermanito. Sonreí como muy pocas veces lo hacía, espere que entrara y avance. Al entrar a la 3-2 por pura inercia busqué a Adara, ella no se encontraba adentro, pero encontré por perfil a otra persona, la miré fijo y daba la impresión porque simplemente ella era la reina del hielo, me noto, después de todo, Anastasia sabia que andar apercibida era mejor de las opciones. Note su incredulidad al verme, no le dije nada, solo le guiñe el ojo y seguí hasta algún pupitre vacío. Al llegar a este moví el par de anillos que llevaba los dedos, toque el tatuaje que estaba en medio del dedo anular, los que tenía en los brazos al mismo tiempo toque la serpiente que se asomaba por mi cuello. Eran tatuajes que me representaban, los ocultos estaban debajo de la camisa, no tenía el caso que se mostraran tampoco. Entonces llego la hora de clase, les presté poca atención, no me aburrían, pero este no era mi lugar, lo que más me daba chiste era que pareció que la maestra se había olvidado de mí, se lo agradecía ser el centro atención, me enorgullecía, pero también me aburría. Bah, eso fue lo que pensé porque al parecer pareció reparar en mí, se disculpó, no dije nada a eso, claramente me presente por pura manía e impulso después que ella me asignara alguien para el supuesto tour. El cual me pareció de lo más lazy. Sin embargo, antes de mirar al chico distinguí dos cosas. El hijo del líder de la mafia irlandesa estaba en este mismo salón. Qué casualidad, ¿no? Y lo segundo que más llamo mi atención fue que: Adara nunca apareció. Sin más giré mi casi inexpresiva mirada para observar al muchacho que me daría el tour. ¿Si me fastidiaba? Para nada, para ser, sincero, había muy pocas cosas que llegaban a fastidiarme realmente. —Para nada —observé el lugar con detenimiento—. ¿Quién tendrá la decencia de querer acompañarte? Contenido oculto no me lo espere uwu, pero siento que esto será divertido <3
El muchachito aceptó, y por ahí derecho cedió a que invitara a una tercera persona, por lo que me digné a levantar el culo del pupitre, me estiré apenas y busqué con la vista a Anastasia, no fue nada del otro mundo ubicarla así que me acerqué con toda la frescura del mundo, porque bueno, ahora si me interesaba algo el tour si una señorita bonita aceptaba acompañarme en lo tedioso de mostrar lugares que se usarían por varios meses. Era medio estúpida la cosa, debían no sé, empezar a dar la tarea a algún docente desocupado. Pero imagina que el socializar tenía que ver con la movida. —Ey, Ana~ —le llamé y señalé con el pulgar sobre mi hombro a Enzo—. ¿Vendrías con nosotros? Me da pereza enseñarle la escuela solo —comenté medio sarcástico, enterrando la mano libre en el bolsillo. Lo cierto era que no había traído almuerzo, por lo que pensaba en comprar algún emparedado con una soda y listo. Ajeno era a lo que pertenecían este par de aquí, pero sinceramente no me importaba, porque en realidad mi alrededor solía ser lo mismo a nada.
Había aceptado la propuesta del chico sin mucho problema, después de pensarlo un par de veces me pregunté quién sería el alma desgraciada que aceptaría acompañarlo para el tour, lo seguí con la mirada, mientras cruzaba los brazos lo que no espere fue que se acercara Anastasia lo mire sin ninguna expresión en mi rostro. Ella lo aceptó en su asiento con una sonrisa y todo, al llevar su mirada a donde el chico apuntaba, reí en silencio al notar como sus expresiones cambiaban, estaba seria, sí, pero no paso mucho hasta que me miro fijo por algunos segundos para sonreírme después ladeé la cabeza y la rete con la mirada era algo que siempre hacíamos. Después de todo, ella tenía la jodida sangre retadora en las venas. —Hola Zel —me comí todo el espectáculo porque si hasta cuando pareció decirle el diminutivo, el que sería de su nombre—. Encantada, no quería aburrirme aquí adentro —me miro por segundos hasta que se dignó en pararse de su asiento, se acercó a él invadiendo su espacio de una forma que llamo mi atención, lo miro con detenimiento—. Como que lees mis pensamientos, ¿sabes? Le sonrió de una forma sedosa para después rodearlo, una de sus manos recorrió el torso del chico, como que su vida dependiera de eso hasta que se detuvo frente a mí. Anastasia fue confianzuda toda una vida y lo demostraba cuando lo quería, ¿no? —No es necesario que te presentes —la interrumpí con voz fría, al mismo tiempo me pare del pupitre—. Te conozco hasta de sobra regina di ghiaccio Al escuchar su apodo se acercó a mí, su perfume invadió mis fosas nasales. —Lo mismo, dijo re degli avanzi —reí al escuchar mi apodo en su italiano perfecto, éramos amigos, y ella se crio más en Italia que en rusia—. Pero ahora no tengo tiempo para discutir contigo —se alejó para a cercarse a Kasun se prendió de su brazo, lo miro con una sonrisa—. Podemos ir yendo, ¿no? —me miro con el reto en su mirada—. ¿A dónde iremos primero? Mi amigo aquí presente necesitan que lo guíen. Entrecerré mis ojos antes el sarcasmo que uso. Sarcasmo mis huevos. Sonreí e indiqué con la mano que podían seguir ellos primero. Esto será algo interesante… Contenido oculto Insane y por aquí te dejo como se llamaron en italiano por si acaso?) uwu Re degli avanzi: Rey de las sombras. Regina di ghiaccio: Reina de hielo.
Estaban siendo días un poco difíciles. Me contentaba con mantener en ritmo las actividades reglamentarias, era mucho más de lo que había logrado en otros momentos, y aferrarme a esa afirmación me brindaba alguna clase de consuelo. Comer, ducharme, hacer las tareas e ir a clases. Podía hacerlo, me esforzaba por hacerlo, pero no significaba que lo disfrutara. Tenía un peso horrible en el corazón, amenazaba con hundirme y en algún punto de la mañana, al mirar por la ventana, me pregunté si luchar contra él tenía sentido; si no era simplemente un chico de diecisiete atravesando el duelo de su primer amor perdido. Pensaba demasiado las cosas para mi propio bien. La campana sonó y recordé, bastante de repente, la nota de Verónica que había encontrado en mi casillero el día anterior. En el cuerpo me había picado el impulso odioso de retroceder, de rechazar su invitación y seguir vagando el mundo sin la presión de un par de ojos encima. Al final, por mucho que lo pensé, no junté el coraje para hacerlo. Tampoco le escribí para confirmar el almuerzo, dejé el asunto suspendido en un espacio gris, el espacio de los cobardes, y seguí a lo mío. Con el repiqueteo que anunciaba el receso, mis anhelos se dividieron a partes iguales. Quería que viniera. Y quería que no lo hiciera. Algo de ansiedad me bañó el cuerpo, fue repentina e incómoda. Me sentí un imbécil, Verónica no tenía nada que ver con mis líos y se había merecido una respuesta. Si me enfrentaba, si preguntaba, ¿qué iba a decirle? ¿Mentirle en la puta cara, sonreír y alegar que sólo se me había olvidado? Podía hacerlo. Probablemente lo hiciera, si era ese cobarde. Había empezado a juntar mis cosas entre tanto, como si nada. No quise mirar a la puerta, me empeñé en ignorarla, pero la visión panorámica no estaba de mi lado y, para bien o para mal, reconocí absurdamente rápido el chispazo de nieve que apareció. El corazón se me estrujó en el pecho, cerré la cremallera de mi cartuchera y alcé la vista, dando con ella. Lucía la sonrisa usual, la dulzura de siempre, y un pensamiento de mierda me rayó el cerebro. ¿Qué era esto? No me lo merecía. Su voz me llamó, dibujó mi apellido en el aire e hice lo que mejor sabía hacer: mentir. Terminé de guardar todo en mi bolso, lo dejé bajo la silla y fui a su encuentro. Me detuve bajo el umbral de la puerta y recosté el brazo en el marco metálico, por encima de mi cabeza, para inclinarme en su dirección. Le sonreí como hacía siempre, mis ojos descendieron un momento al pañuelo de crisantemos y la sonrisa me cerró los ojos brevemente. —¿A mi lucecita le gustó el almuerzo de ayer? —indagué, en un murmullo suave y apenas divertido.
Habían pasado un buen puñado de días desde la última vez que conectamos miradas, ¿no es así? Nuestro anterior encuentro se dio hace casi una semana ya, aquel viernes donde cruzamos caminos de forma demasiado fugaz, con el sólo objetivo de que me diera las galletitas que preparamos el día anterior. El plan de decorarlas juntos… se había cancelado. Pero luego de eso casi no tuve tiempo de nada más, entre lo del campeonato de karate, el tour a los Hattori, las instrucciones semanales de judo, mi inesperado almuerzo con Zeld y Gen, mi maravillosa tarde con Jez y la prueba de Anong-sensei, por no mencionar lo anulada que estuve esta misma mañana, como si se me hubieran gastado las pilas. Hubo muchas cosas en medio, sí, pero en ningún momento dejé de tener presente a Fuji… No podía dejar de hacerlo… Porque aquel viernes me pareció ver algo, en su bronce. Como los rastros de una profunda tristeza. No estaba contrariada por su cancelación de la semana pasada, y confiaba plenamente en que me conocía lo suficiente para no preocuparse por eso. Pero el estado en que lo noté ese día… no me había dejado indiferente. Desde entonces, medité cuidadosamente las mejores formas de volver a abordarlo, porque tampoco podía saber si se había recobrado por completo… Por otro lado, ver sus ojitos entristecidos también me retrotrajo a la forma en que recibió las galletitas que le regalé en el patio norte… cuando la voz se le quebró y debió cubrirse el rostro, diciendo que no había tenido días muy buenos… Este tipo de situaciones me comprimían el corazón… Caía en cuenta, poco a poco, de que Fuji debía estar cargando muchas cosas, asuntos que no podía expresar... ¿Qué sucedería, si intentaba hacerle entender... que contaba conmigo para cargarlas, para que así le pesaran menos? De momento, quedaba confiar en la fuerza de mi corazón e ir de a poquito. Este nuevo encuentro sería un buen punto de partida. ¡Y además…! El buen humor que me generaba era completamente auténtico y honesto. Observé con algo de detención el alzamiento de su carita cuando lo llamé desde la puerta. Quizá tuve la intención de pescar alguna reacción sutil que me diera pistas de si seguía mal de ánimos, pero… Simplemente no pude, porque la alegría me repiqueteó en el cuerpo, incontrolable. Era producto del cariño que le profesaba, que se mezclaba con un poquito de alivio. Lo vi acercarse hasta mí, observar el bento de su madre y… ¡Uf…! Cuando la sonrisa le cerraba los ojos de esa forma, se volvía mucho más lindo de lo que ya era. —Muchísimo, ¡no te haces una idea…! —respondí jovial, sin poder evitar la exclamación, con los ojitos brillosos de pronto— Estaba todo muy rico, pero los onigiris rellenos de pescado… ¡Uf…! Los de tu madre se han convertido en mi nueva comida favorita —hice un “chef kiss” al aire, sonriente—. Además, ha sido un almuerzo completito y bastante nutritivo, me vino bien porque esa misma tarde tuve una prueba de karate muy intensa en… cierto lugar —hice una pausa, al advertir que me estaba desviando de tema, tras lo cual suspiré sin perder mis aires alegres—. Ay, Fuji, tengo tantas cosas que contarte que no sé por dónde empezar. Mientras tanto, te devuelvo el bento y el pañuelito, todo limpio. Extendí el mencionado objeto en su dirección para que lo recibiera en sus manos. A su vez, conecté nuestras miradas por algunos segundos. Y la sonrisa en mi rostro se suavizó mucho. —Gracias, a los dos. Me hizo feliz recibir esto —agradecí, sin dejar de mirarlo con cariño—. Dile a tu madre que se lo agradezco y que… —tuve que parar, ya que una risita interrumpió mis palabras— me gustaría conocerla algún día.
Me topé con Anna nada más alcanzar la puerta de su aula, siendo el encontronazo tan repentino que no pude evitar la risilla divertida que se me escapó por ello; las dos nos habíamos querido dar prisa por llegar, ¿eh? Anna no tardó en engancharse de mi brazo para caminar juntas al pasillo de tercero y, en el proceso, me contó que había llegado una chica nueva y que, de todo los alumnos que había en su clase, había sido Kashya la (des)agraciada de darle el tour. —Oh, supongo que será... interesante —comenté, haciendo lo posible por reprimir la nueva risa que se me quiso formar—. Luego le preguntaré qué tal, aunque no espero mucho detalles de su parte. Al alcanzar el pasillo de tercero, me di cuenta al vuelo de que Anna me arrastró hacia el aula de Kohaku sin siquiera pretender parar en la Kakeru que estaba antes, pero podía imaginar lo difícil que todo aquello debía estar resultándole de por sí, y por lo tanto no tuve ningún reparo en también hacerme la loca al respecto. Me quedé a un lado mientras ella se asomaba para avisar a Kohaku y después la escuché con atención, suavizando la expresión al querer dedicarle una sonrisa tranquilizadora. >>Yo me encargo, cielo, no te preocupes —murmuré, inclinándome en su dirección para dejarle un beso en la frente. Me giré después en dirección al aula del castaño, encaminándome hacia el mismo con paso calmado. Me di cuenta de la muchacha albina (¿acaso no era la misma chica del día anterior en el invernadero?) que había ya hablando con alguien en la puerta, pero no me imaginé que el receptor del otro lado fuese justamente Kakeru; hasta que me acerqué lo suficiente para verlo, claro. Me paré en seco, intercalando un par de miradas entre ambos, y a pesar de la sorpresa inicial, reuní el valor suficiente para hablarles... a pesar de la vergüenza que me daba la posibilidad de haber interrumpido algo privado. >>¡Buenas tardes, Kakeru! Senpai... —saludé junto a una sonrisa, dirigiéndome primero al chico y luego a su acompañante—. ¿Os podría robar un segundito, por favor? Contenido oculto ¿alguien me llamó? ¿no? bueno, i don't care, aquí estoy :D
Era muy agradable hacer pequeñas cosas por los demás cuando sabías que serían tan bien recibidas del otro lado; no era algo que me hubiera ocurrido con frecuencia o que hubiese sabido valorar, pero tampoco era una verdad que se me escapara. La idea del almuerzo fue de mamá, había hecho algo de comida extra en la cena y no me dijo nada hasta la mañana siguiente, cuando reparé en el bento envuelto por los crisantemos. No solía ponerle tanto empeño a mis almuerzos, quería decir, no se esmeraba porque lucieran tan bonitos. Adivinar sus intenciones fue tierno y algo incómodo al mismo tiempo. Le hacía ilusión que conociera personas nuevas, era la esperanza de que pudiera borronear el pasado y empezar de nuevo. Debía desearlo con todas sus fuerzas y... lo entendía. Les había causado un dolor inimaginable. Había errores que te marcaban de por vida e intentaba no pensarlo demasiado, pero cada vez que le negaba un plato de comida, que me notaba contrariado o que no hablaba mucho, lo veía. Veía los fantasmas en sus ojos. La había condenado a vivir con miedo, era la única realidad. Por ello, al menos, intentaba compartir con ella las pequeñas cosas buenas que me ocurrieran. Eran un consuelo para ambos. Hoy, por ejemplo, podría contarle que a Verónica le había gustado su comida, y que sus onigiris de pescado se habían vuelto sus favoritos; que su idea había llegado justo a tiempo, pues tenía una prueba de karate y el almuerzo la llenó de energía. La había descuidado, nos habíamos descuidado, pero hacía poco tiempo había logrado comprenderlo. Podía imaginar su sonrisa cuando le contara esta conversación y la alegría inmensa que intentaría disimular, pues mamá necesitaba sentir que era capaz de hacer feliz a alguien; una sensación que papá, Hayato y yo llevábamos años negándole. Seguí las palabras de Verónica con la atención usual y alcé ligeramente las cejas al notar que se detenía de nombrar el lugar donde había entrenado. Su realización me arrancó una risa suave y acepté el bento con ambas manos, tranquilo; sí se había empezado a ir por las ramas, pero no tenía problema alguno de escucharla el tiempo que fuera necesario. Me ayudaba a salir de la jaula de mi propia cabeza, así fuera un mero paliativo. Había mantenido el contacto visual, estimé, con la intención de agregar algo. Relajé el brazo donde sostenía el bento y su agradecimiento confirmó mis sospechas. Sentí un chispazo de calidez en el pecho y reflejé su sonrisa, por ella y por mamá. Me alegraba poder servirles de puente, al menos, para que tuvieran estos detalles entre ellas. —Gracias a ti, Shiro-chan —murmuré, y su risilla me impulsó a picarle apenas la punta de la nariz—. Mamá se puso muy contenta con tus galletas, sentí que era la clase de... aire nuevo que necesitaba. Está más contenta en general, y le alegrará mucho saber que te gustó su comida. —Solté el aire por la nariz suavemente y bajé la mirada un instante, sin perder la sonrisa—. Me alivia verla así. Iba a seguir respondiéndole cuando noté que alguien se detenía a nuestro lado. Me sorprendió un poco ver a Emily en nuestro pasillo y de forma bastante inconsciente cambié el peso entre mis pies. Le sonreí y asentí, algo curioso. —Buen día, Emi-chan. ¿Qué necesitas?
Ya conocía a Kakeru lo suficiente como para saber que me recibiría con la amabilidad de siempre, pero eso no evitó que una parte de mi temiera que se molestara por mi interrupción. Podía no haberles molestado y seguir con nuestro almuerzo sin él, pero de verdad, de verdad que quería que estuviésemos todos juntos, así que me arriesgué a que se enfadara con tal de al menos haberle extendido la invitación. Por supuesto, al final el muchacho me sonrió mientras preguntaba qué necesitaba y relajé el cuerpo, antes de corresponderle al gesto de igual manera. —Es jueves, así que Anna y yo habíamos pensado en ir a almorzar al invernadero todos juntos. Ya sabes, con Ko... y contigo, también —expliqué, llevándome las manos tras la espalda en el proceso, y luego intercalé un par de miradas entre ambos de nuevo—. ¡Con los dos, claro! ¿Queréis almorzar con nosotros en el invernadero? Si no tenéis otros planes, claro...
A simple vista parecía muy enfrascada en mi conversación, destellando un aprecio muy sincero en cada palabra que brotaba de mis labios. Pero en ningún momento dejé de prestar atención a su rostro. Así fue como pude disfrutar de sus pequeñas reacciones, de aquellos ademanes que eran tan suyos, que lo volvían tan… Fuji. Por empezar, me causó bastante gracia el modo en que alzó las cejas cuando evité mencionar el sitio donde había tenido mi prueba de karate; el lugar no era tan secreto pese a sus curiosidades, pero se trataba de una historia que seguro le interesaría escuchar y por eso me atajé, porque estuve a punto de soltar el dato antes de tiempo. Fuji no tardó en reparar en mi despiste, porque dejó escapar una risa, de esas suaves que deleitaban mis oídos. Y mi entusiasmo se incrementaba a cada instante, porque pasaba lo de siempre: adoraba sus energías tan serenas. También me seguía embargando el alivio de volver a estar con él. El viernes había callado y permití que se marchara así… con ese angustiante abatimiento en sus ojos. No dudaba de mi decisión: dar espacio era importante, y había que saber equilibrarlo con la contención. Así y todo, un poquito preocupada me había quedado. ¡Pero bueno…! Ahora volvía a tenerlo a mi alcance para cuidarlo, para darle otro rayito de luz que pudiese atesorar. Fuji recibió el bento, nos miramos a los ojos y escuchó mi agradecimiento. Me emocionaba mucho estar construyendo un lazo con su madre, a través de nuestras pequeñas atenciones. Comenzaba a sentirse lindo. Era algo dulce y cálido, como su hijo. Nos imaginé conociéndonos un día y charlando hasta por los codos, por eso se me escapó la risa que interrumpió mis palabras. Él me picó la punta de la nariz, lo que me hizo arrugarla un poquito por el cosquilleo que me quedó, pero mi sonrisa se ensanchó en una muestra clara de que disfruté de ese gesto. Y lo escuché. Me dijo que mis galletas fueron como una brisa nueva que su madre necesitaba, que estaba más contenta en general y que la alegraría saber que disfruté lo que me preparó. Entonces noté cómo vaciaba sus pulmones en una ligera exhalación, bajando la mirada luego. El azul de mis ojos permaneció sobre él, acompañado de una sonrisa. Fuji dijo que… le aliviaba ver a su madre así. También sonreía, lo podía ver, y el cuadro me hizo sentir calidez en el corazón. Sonaba a que habían pasado por penurias familiares, eso fue lo que entendí entre líneas, y por eso me alegraba tanto saber que algo estaba cambiando y dándole paz. No sé si estuve a punto de añadir algo o estrechar su mano para transmitirle mi energía, ambas ideas volaron por mi mente cual pajaritos. Pero pronto se alejaron, ya que el acercamiento de una chica captó mi atención. No tardé nada en reconocerla, era la muchachita del invernadero, aquella a la que Jez llamó “Hodges-san”. No me dio tiempo a reaccionar, pues me llamó “senpai” y mi expresión se ablandó de forma instantánea, por lo que debí llevarme una mano a la mejilla para absorber la sensación y sólo asentí cuando nos pidió hablar un momentito. Atendí a sus palabras y, nada más oír cierto nombre, alcé un poquito las cejas. Anna. También mencionó a un “Ko”, que podía ser muchas personas, pero a mí me hizo pensar al instante en el chico tan guapo de mi clase, el de los cabellos de cielo. La posibilidad me llenó de emoción, tanto como la perspectiva de conocer a la famosa Anna, quien seguro debía ser compañerita de esta kohai de aspecto tan dulce, mis instintos me lo gritaban. Sonreí con una muy marcada ilusión cuando me incluyó en la invitación de un almuerzo en el invernadero. —Ay, qué linda kohai eres, ¿de verdad no hay problema con sumarme? —pregunté, sonriéndole con inmensa ternura, tras lo cual me giré hacia Fuji— ¿Qué dices, Fuji, vamos con ellos? Suena a un plan excelente.
Me respondió, en otras palabras, el que se habían conocido aquí en la escuela, así que asentí para que supiera que estaba escuchándola, por lo que mi cabeza simplemente la posicionó en lo que había pensado como opción. Probablemente su personalidad se había acoplado de alguna forma, aunque pensándolo parecía ser muy ligera y delicada, supuse que sería difícil pensar en que chocara con alguien directamente, a diferencia del señor cara de me da igual todo munco aquí. Además, mencionó a Craig y aunque tenía interés en él, no quería pedirle un favor apenas conociéndola. Por lo que me guardé cualquier solicitud. —Sí, él si parece todo un caballero —murmuré risueña en referencia al albino, y me reí un poco más cuando ella dijo que no sabía ni que hizo. Me causó algo de ternura esto último, y dejé el tema ahí en lo que entramos al salón de clase. —Y cambiando de tema, ¿has hablado con tus compañeros del proyecto?
En parte fue prudente de su parte no sacar el tema de Craig, habría sido un poco extraño entrar en ese terreno con una chica que conocía hace diez minutos y tampoco creía que fuese lo más sabio qué hacer viendo que a Suiren tampoco lo conocía un montón ni nada. Había sido amable conmigo, pero estimaba que lo era con todo el mundo, contrario a Paimon, así que mejor no ponerse a hacer demasiado el tonto. Me limité a asentir con la cabeza a su comentario. Entramos al salón, ella cambió de tema a lo del proyecto y negué con la cabeza. —Pensaba hacerlo en algún momento de la próxima semana. ¿Y tú? ¿Te tocó con alguien que conozcas o con alguien de la clase? Cuando revisé los grupos no reparé mucho en los demás, así que no recordaba con qué otros nombres estaría el suyo. Igual suponía que no tendría mucho problema con nadie, parecía ser una chica tranquila.
Había llegado un poco más temprano de lo usual por lo que no perdí tiempo en los casilleros, dedicándome a subir a mi salón de clase en lo que revisaba los mensajes del móvil. La sesión de fotos había salido bien, el trabajo medio tiempo aumentaba los ingresos económicos que tenía, y probablemente seguiría el ritmo que esperaba para acceder al crédito universitario a fin de año. Suponía que de igual forma debía mantener el promedio alto, por lo que -aunque no me apeteciera estar buscando a las personas-, seguía en lo de hacer el proyecto y conversar con mis compañeros por lo mismo, al menos ya había hablado con Welsh, solo quedaban dos más. Crucé por el marco de la puerta, noté que tan solo había alguien más ahí. Deslicé las pupilas tras el lente negro de las gafas, identificando la chica. Parecía estar sacando los audífonos de su mochila. Alcancé mi asiento igual para dejar mis pertenencias ahí y ya luego caminar hasta ella; esperé recibir su atención para saludarla. —Buenos días —recordaba que en algún momento, habíamos almorzado con otras personas más, aunque no habíamos hablado como tal directamente—. ¿Qué tal tu madrugada, Miller? Contenido oculto Gigi Blanche
Los airpods se me habían quedado sin batería abajo, en los casilleros, las pobres criaturas murieron por completo y la luz roja de la cajita me recordó las malas decisiones de vida que llegaba a tomar. Dejé caer la cabeza hacia atrás y solté una queja de pura molestia e indignación. ¡Yo sabía! ¡Yo sabía que los debería haber cargado! Cerré mi casillero con un poco de fuerza agregada y subí a paso de tortuga. La pereza de los lunes era diabólica. Mamá me había traído, pero la señora tenía no sé qué prueba de vestuario en no sé dónde y como esas cosas, por algún motivo, siempre eran a horas inhumanas, me tocó llegar temprano. No iba a quejarme, me había ahorrado el tren, ¡pero qué sueño tenía! Fui la primera en alcanzar el aula, fui hasta mi banco en piloto automático y me desplomé allí, dejando caer la mochila en el suelo. Pillé el móvil, ya de paso, y lo dejé encima de la mesa, con la música corriendo bien bajita. Pero no, no era suficiente. Gruñí, girando el rostro sobre mis brazos, y desarmé la posición para estirarme y buscar los auriculares de cable que, recordaba, me habían quedado dentro de la mochila. Estaba en esas cuando noté que alguien se acercaba, el chico albino de mi clase, y lo identifiqué más que nada por esas gafas negras que siempre llevaba. Me erguí un poco mejor y le sonreí, mi mal humor disolviéndose. Hombre, era una chica simple, siempre levantaba el ánimo conversar con muchachitos guapos. —Morning~ —saludé, arrastrando la palabra con cierta somnolencia, y palmeé el espaldar del asiento libre frente a mí para que no me obligara a levantar tanto la mirada. ¡Qué pereza!—. ¿Mi madrugada? Ese último long island estuvo de más, te lo digo yo, pero siempre que hiervo arroz preparo para alimentar un ejército, ¿cómo voy a saber calcular los tragos? Eché el torso sobre mi mesa y recargué el rostro en la palma de mi mano, sin dejar de mirar al muchacho. Me recordaba a Marly y era gracioso. —Aunque qué pregunta más rara hiciste, ¿no? ¿Quién pregunta por la madrugada de un domingo? —noté de repente, arrugando el ceño, y estiré el brazo libre para picar el suyo con aire travieso—. ¿Acaso quieres compartir algo con el grupo, eh, Whitey? ¿Era como hablaba con alguien que ni siquiera conocía? Pues claro.
Me invitó a sentarme, lo hice al notar el tono somnoliento de su voz. Parecía que hubiese preferido quedarse durmiendo en vez de tener que madrugar para venir a la escuela, como la mayoría de aquí. Recosté la espalda en el respaldar en lo que la escuchaba hablar de unos tragos y lo que pareció ser su fin de semana. Después, alcé la cejas ligeramente al notar que no me había entendido y me causó algo de gracia, sintiendo su toque en mi brazo. —Me refiero al levantarte temprano hoy para venir a la escuela, no me hice entender, perdona —lo atribuí a las distintas formas de expresarse coloquialmente por lo que le resté importancia—. Pero parece que tú fin de semana fue bastante movido, ya que estamos. Sin embargo, pasaba a tu puesto para molestarte con otra cosa, señorita. Saqué el móvil de manera distraída, busqué la foto del panfleto y lo puse sobre su pupitre para que pudiese ver el nombre de los integrantes. —Quería validar si lo harás con nosotros. La elección de palabras no era lo que se dice la mejor, pero no tenía segundas intenciones aunque noté que podría entenderse de forma jocosa, no me molestaba igualmente, así podía despertarla un poco quizá.
Alcé las cejas con una pizca de sorpresa al explicarme lo que en realidad había querido decir, lo cual... tenía mucho más sentido, sí. Solté una risa por la nariz, el gesto me desinfló el cuerpo entero y dejé caer la frente sobre mi brazo. No me avergonzaba exactamente, no era esa la palabra, pero sí me causaba gracia el malentendido y confirmaba el estado que me cargaba. —Guess I'm still drunk... —murmuré desde allí. Regresé a la posición en la que estaba cuando él siguió hablando y sonreí, aún con sueño pero satisfecha—. Imagina todo lo que vamos a dormir cuando estiremos la pata, sería un desperdicio no salir los findes, ¿no? Me lo quedé mirando al oírlo decir que me buscaba por otra cosa y aguardé, con el ceño ligeramente fruncido, en lo que sacaba su móvil y lo colocaba junto al mío. Era una foto de una lista con grupos, y nombres, y... ¡Ah! ¡El proyecto! Había oído algo de eso, ¿no? God, se me había olvidado por completo husmear el tablón. Me sentí atrapada por segunda vez en cinco minutos, pero fingí demencia y su forma de hablar al respecto me estiró la sonrisa. —G'day, miss, would ya mind handin' over your student ID and completin' this form? —bromeé, exagerando el acento, y pinché la pantalla para hacerle zoom a los nombres de nuestro equipo: a Alisha y David los recordaba—. Sure, I don't mind. Que no me molestaba, decía, y era literalmente mi responsabilidad. Me enjugué un ojo, recogí su móvil y se lo extendí, esperando que lo tomara. —¿De qué es el trabajo, a todo esto? Contenido oculto la canción que está sonando del celu de Abby es esta
Seguí con una atención ligera sus movimientos. Había hecho varias expresiones en menos de cinco minutos, parecía que tenía una energía bastante característica de ella, además de que fue notable el que parecía haber olvidado el proyecto y todo lo relacionado a lo mismo. Recibí el móvil de regreso, me lo guardé en el bolsillo y me dediqué a contextualizar. —Trata de una entrevista, puede ser a cualquier persona y por ahí me contaron que tú madre es actriz, así que pensamos en proponerte que le hiciéramos la entrevista ella —pestañeé con parsimonia tras los lentes—. Si estás de acuerdo podemos acordar un día dentro de la escuela, yo hablo con Maze y tu le avisas a Welsh. Suponía que ésta terminaría avisándole a la otra que no conocía y bueno, ahí ya salir de este proyecto para enfocarnos en otras cosas. Eché la vista igual al móvil en lo que la canción fluía, era una que tenía en la lista de reproducción. —Tienes buen gusto, Miller.