Aula 3-2

Tema en 'Tercera planta' iniciado por Yugen, 9 Abril 2020.

  1.  
    Gigi Blanche

    Gigi Blanche Equipo administrativo Game Master

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    No que pudiera confirmarlo, pero tenía la ligera sospecha de que este tío había dejado pasar el pedazo de oferta que le dejé en bandeja y bueno, mira, él se lo perdía, ni idea. Tampoco iba a condenarlo ni ofenderme, mucho menos pensar algo particular al respecto. Podía amoldarme con facilidad a lo que sea que fuera a ser, e igual era bastante ameno para conversar y pasar el rato. Por eso le había invitado a almorzar, quería decir, así lo conociera de hacía... ¿diez minutos? A veces no tenía pero nada de vergüenza.

    Asentí para confirmar lo de la beca, aunque no hiciera falta realmente, y me limité a sonreír en cuanto dijo que mi familia debía estar orgullosa. Qué cagada, suponía que sí, pero ahora que lo pensaba no recordaba haberlo oído en boca de nadie. Más bien había conseguido la beca gracias a Eloise, que había trabajado en la escuela antes de fallecer, no tanto por mis notas. En Sydney no me iba mal pero tampoco era ninguna empollona, ahora me esforzaba por mantener un promedio limpio y estable, y ya. Si a papá le enorgullecía, pues qué más daba. Era lo que tenía que hacer.

    —¿Hablaban japonés desde antes, entonces? —indagué, de pura curiosidad.

    El asesor misterioso decidió la clase y asentí con bastante vehemencia, ingresando a la 3-1 sólo para pillar el bento y el pequeño tupper que había traído con unos cuantos cereales. No tardé nada en cruzar el pasillo y meterme en la 3-2, echando un vistazo hasta ubicar el pupitre del chico. Ya había acercado la silla, de modo que me senté sin más y dejé las cosas sobre la mesa. Aproveché la posición para observar por la ventana, la lluvia no daba tregua.

    —Bueno, bueno, henos aquí. —Le sonreí y destapé el bento, soltando una risa floja al tener un déjà vu bastante claro—. Oye, ¿trajiste palillos? Porque si no tenemos un solo par.

    Me encogí de hombros, quitándome el cabello hacia atrás, y crucé las piernas bajo la mesa.

    —No que me importe compartirlos, aclaro, pero por las dudas.
     
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    —Mi hermana sí, su padre ya tenía negocios acá así que era tarde o temprano el que vendría acá en algún momento, por otra parte yo aprendí de ella.

    Respondí haciendo un re-cuento en mi cabeza; en cuanto se retiró entré al salón de clase, arrastré una de las sillas frente a mi pupitre para que al hablar no tuviesemos que estar volteando el rostro, sino simplemente levantar o sostener la mirada y ya estaba. Me senté, recostando la espalda en el respaldar en lo que ella entraba. La desconocida era bastante atractiva, innegable, pero de eso a yo estarle mirando las caderas al subir las gradas pues no era particularmente lo mío, pese a intuir el que lo había hecho de aposta.

    Sabía lo atractiva que era y lo disfrutaba, eso parecía.

    Qué cosas~

    Elevé las manos como quién las tiene completamente desnudas.

    —Parece que debemos compartir —ladeé apenas la cabeza, recorriendo el bento y el tupper sobre el pupitre, buscando luego sus ojos—. ¿Tú cocinaste? —me sonreí en el proceso de la palabra—, yo soy malisímo en la cocina —solté ligeramente risueño.
     
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  3.  
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    Asentí con simpleza a lo de su hermana y los negocios de su padre, metiche no era y tampoco calificaba de preguntona, así que me bastaba y sobraba con esa información. Por otro lado, era bueno que hubiera contado con alguien cercano para aprender el idioma. Al menos en nuestro caso fue un poquito duro, incluso con la asistencia de Eloise, hasta que mal que mal fuimos aprendiendo y desenvolviéndonos. Por suerte tuve tiempo de pillar un curso intensivo en Sydney o ni idea de qué me habría disfrazado en la escuela.

    Seguí el movimiento de sus manos con una sonrisa danzando en mis labios, reparé en sus ojos y luego me encogí de hombros, soltando una risa ligera. Asentí ante su pregunta con una cuota de orgullo impresa en el semblante y comencé a señalarle lo que había en el bento con los palillos.

    —Arroz, ya ves, carne sazonada, unas batatas y zanahoria al horno, y la mejor parte: rollitos de pescado~ —Le extendí los utensilios, invitándolo a servirse, e incluso deslicé el bento en su dirección—. Vamos, vamos, don't be shy~

    Anclé los codos en la mesa y recargué la barbilla en ambas manos, a la expectativa de su reacción. No lo disimulé ni un poco, parecía una cría aguardando por la opinión de su mamá tras haberle hecho un dibujo o algo así.
     
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    La carne sazonada fue lo que me quedó sonando apenas a la vista, pero en cuanto mencionó los rollos de pescado como lo mejor le dediqué más atención a auqella parte del bento. Recibí los palillos en lo que notaba de soslayo el cómo aguardaba con expectativa, a lo que mi sonrisa se acentuó, asemejándose a una chiquilla que aguarda por alguna clase de felicitación, o por la satisfacción contraria.

    —A ver qué tal —murmuré descendiendo el tono de mi voz, sujetando uno de los famosos rollitos para llevarlo a mis labios, saboreando en lo que regresaba los zafiros al metal de sus ojos. Pasé la punta de la lengua desde la comisura hasta recorrer mi labio superior, sonriendo ligeramente hacia la izquierda de forma torcida en lo que mis facciones se suavizaban—. Muy rico, señorita~

    Pestañeé con parsimonia, regresándole los palillos.

    —No vaya a ser que me los quiera acabar todos de primerazo —comenté recostando el mentón en el dorso de la mano, inclinándome un poco hacia adelante sin dejar de mirarla.
     
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    Ya estaba echándole tanta atención encima que no me pasó desapercibida ninguna de sus expresiones. Aguardé, muy paciente y quietecita, a que se llevara el rollito a la boca y le correspondí la mirada apenas recibí sus zafiros. A ver, que a veces podía pecar de buscar atención y tal, más bien de incentivarla, pero también podía ser una cría y ahí estaba. Recibir su aprobación me extendió en el rostro una sonrisa que me obligó a cerrar los ojos y todo, así fuera por un instante, y ladeé apenas la cabeza que aún descansaba sobre mis manos, balanceando la pierna que tenía en el aire suavemente.

    —Gracias, gracias~ —Recibí los palillos de regreso y solté una risa baja ante su comentario, reflejando su postura sin pretenderlo del todo.

    Me incliné un poco hacia adelante para seleccionar algo de arroz y carne, y me lo llevé a la boca con movimientos calmados. Volví a extenderle los palillos y en lo que masticaba y tragaba le mostré el otro tupper.

    —Ah, bueno, y aquí tienes cerealitos. Son de los de chocolate, por si te apetece~ ¡Aunque son para el postre, eh! Te voy a estar vigilando. —Dejé la tontería de lado y repasé un poco su cabello blanco, pues porque sí. Nunca antes había tratado con un albino, era una cosa bastante curiosa y solté lo que se me vino a la mente—. Parece hecho de nieve~ Bueno, el de tu hermana también. ¿Son muy sensibles al sol y así? Porque aquí los veranos son bastante duros.
     
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    Seguí sus movimientos apenas, llegando su sonrisa amplia que sin duda me hizo sentirme aún más cómodo de lo que estaba en un principio, podría decirse que todo esto estaba siendo más entretenido de lo que había pensando al salir del aula, ya que nisiquiera me esperaba el almorzar con alguien justo este día medio gris, en el que podía pasarme viendo la lluvia hasta que sonara la campana. Recibí de nuevo los palillos en lo que ella acercaba el tupper.

    —¿Chocolate? Me suele gustar el chocolate~ —agregué risueño de por sí, aunque me iba más lo ácido como a mi hermana—, confiaré en tu vigilancia entonces, señorita —seleccioné con los implementos un trozo de batata con zanahoria.

    Mastiqué en lo que asentía ligeramente con la cabeza, como quien dice que está bastante bueno. Tragué denotando el que probablemente mi tono de cabello se estaba llevando algo de su atención, confirmándomelo en cuanto habló; no era extraño ese tipo de preguntas ni mucho menos, en un país donde mayormente se veía el tono negro, sin embargo su cabello rojo también debía llamar la atención, no tanto como el blanco creía, pero de que lo llamaba, eso seguro.

    —Tenemos mayor riesgo al cáncer del piel, así que sí, suele ser bastante sensible nuestra dermis —le regresé los palillos en lo que continuaba hablando—, pero con los productos correctos podemos exponernos de una forma más "normal" —, giré apenas el rostro para volver a la lluvia por unos segundos en lo que sonaba otro trueno, alumbrando el aula casi por completo—. Y tu cabello —volví hasta ella, cerrando el ojo izquierdo como si fuese apenas un guiño de lo más casual—, imagino te lo han dicho mucho, el bonito color que tienes.
     
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    La verdad que tocaba agradecer haber bajado a la máquina expendedora justo cuando lo hice, o más bien a mi culo desenfadado que se lanzó a hablarle sin miramiento. No tenía mayor problema comiendo sola, siempre encontraba algunos apuntes entre los cuales distraerme, pero jamás le negaría a nadie que prefería mil veces la compañía. Nada que hacerle, mi familia era numerosa y estaba demasiado acostumbrada a compartir con ellos, así que luego, aunque tuviéramos ciertos problemas económicos y tal, no dudaba ni un segundo de compartir mi comida o regalar un zumito si eso ameritaba ser amable con otra persona. Además había algo de lo más bonito en alegrar a los demás con lo que uno cocinaba, ni idea. Me ponía de lo más contenta y eso era absolutamente genuino.

    Le gustaba el chocolate, decía, ¡y a quién no! Claro no era ninguna bruja así que ni modo de enterarme que prefería las cosas ácidas, que en ese caso podría haber pensado en budines con glaseado de limón y cosas similares. Confió entonces en mi vigilancia y estiré la sonrisa, divertida, justo luego de asentir sumamente seria. Como si me hubieran encargado una misión de vida o muerte o similar.

    La palabra cáncer me agarró un poquito desprevenida, siendo honestos, pero no reflejé mayor cosa en mi expresión. Si acaso desdibujé suavemente la sonrisa, pero colaba que me estaba hablando de algo un poco más serio y ya.

    —Todo eso era por la falta de... melanina, ¿verdad? ¿Se llamaba así?

    Un relámpago iluminó el aula en un pestañeo y recuperé la jovialidad al notar que me guiñaba un ojo. Eh, pero qué coqueto~ Y mira, a veces era una señorita bastante simple, así que me permití regodearme en que halagara el color de mi cabello y me encogí de hombros, quitando el rostro de mi mano. Hundí los dedos en la cascada borgoña y los deslicé lentamente, permitiendo que los rizos cayeran encima de mi hombro.

    —Un poco, sí, pero igual por la tele y tal los pelirrojos ya no somos materia de estudio. O será que me acostumbré, ni idea, pero apenas llegué sí que me pasaba. —Entoné una risa tranquila, buscando seleccionar unas batatas—. Sentía que la gente me miraba todo el tiempo y me incomodaba un poco, buscaba echarme un vistazo en el reflejo de los vidrios y tal por si llevaba algo en la cara. No sé, un mono quizá. Con panderetas y falda hawaiana.

    Le regresé los palillos luego de llevarme algo de comida a la boca y apenas tragar recogí un baloncito de chocolate del tupper y se lo mostré, sonriendo divertida.

    —Leí por ahí que a los asesores les pagan con cerealitos, ya me dirás tú si es verdad o mito. —Era semejante tontería que estaba diciendo con semejante seriedad que la sonrisa se extendió por todo mi rostro, descubriendome la dentadura—. Así que... una pelotita de chocolate por... ¡tu postre favorito!

    belu: bueno sashie ya deberíamos ir cerrando la interacción
    sasha: pero mis ideas pelotudas :(
     
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    No es como si fuese a comentarle que sol era un riesgo más alto para mis ojos que para mi piel, así que un poco me resguardé en lo de la dermis. Tampoco relacioné la desdibujada de su sonrisa con algo personal, simplemente creí que se metía en que la conversación tomaba un tinte algo clínico, o acádemico, vete a saber.

    —Sí, la ausencia de melanina se produce por varios defectos géneticos, causando albinismo como tal.

    Seguí el movimiento de sus dedos sobre su cabello. No es como si hubiese visto tampoco muchas personas con el tono rojo, apenas sino mal recordaba un par de veces en los aeropuertos, unos mellizos que no pasaban posiblemente de los trece años de edad. Aunque sino fuese porque el par se me acercó a preguntarme por mi cabello tampoco los hubiese ubicado del todo al no andarme por ahí fijándome en ello. Le seguí la risa porque me la produjo genuinamente ante lo del mono.

    —Bueno, al menos te cerciorabas de que estuviese todo en orden~

    Recibí nuevamente los palillos para sujetar un trozo de carne, que al masticar y tragar regresé a la zanahoria, siguiendo de forma distraída lo del chocolate.

    —Un placer haber sido su asesor de café, señorita —elevé las cejas ligeramente ante lo del postre favorito, porque aquello ya parecía un intercambia. Me sonreí fingiendo que me lo pensaba—. Pastilá —pronuncié en ruso, buscando cualquier expresión en su rostro a lo que acuné mi propia mejilla, parpadeando con serenidad—, al menos esa sí la sé preparar, por si quieres algún día te enseño.

    Volví las pupilas al dulce de chocolate, turnándome con el metal fundido de sus ojos.

    >>Supongo que puedo comerlo ahora, vigilante, ¿o me equivoco?~
     
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    Me limité a asentir con respecto a la melanina, no era ninguna genio en Biología y no tenía mayor cosa que agregar. Es decir, podría haber soltado los típicos comentarios de manual en plan "qué coñazo" o "debe ser una ladilla", pero ¿para qué? No servían de una mierda y quizás él ni lo viera así. En líneas generales no tendía a sentir lástima por la gente, o mejor dicho, no lo demostraba. No me gustaba conceder el espacio para regodearse en sus propias mierdas porque era un puto camino de ida. Compadecerse de uno mismo convertía tu vida en una auténtica pesadilla. Por eso había tratado a Altan como si nada cuando lo encontré encerrado en el armario del gimnasio, y por eso yo misma me seguía comportando de tal manera sin importar cuánto cargara encima.

    Ya podía considerar más que usada la tontería de tocarme el cabello, pero ¿qué iba a hacer, si seguía surtiendo efecto? Podía haberme enfocado en ello mismo pero aún así no perdí pista de sus ojos, y luego igual relajé todas las pretensiones cuando nos echamos a reír porque al final del día tendía a deslizarme entre espectros con una facilidad estúpida.

    Se montó en la tontería con la facilidad que ya me había demostrado y arrugué el ceño, confundida, al recibir el nombre de su postre favorito. De paso, su voz sonó diferente al hablar en ruso. ¿Pastilá? ¿Qué coño era eso? Iba a preguntar de inmediato, pero siguió hablando y me las arreglé para no entornar la mirada. Venga, si para disimular era una campeona. En su lugar, mantuve una sonrisa ligera, coqueta pegada al rostro y suavicé el tono.

    Sure~ Ahora me da curiosidad y todo, ¿qué es ese postre? —Y ya que estábamos, me encogí de hombros y agregué, como si nada—: Bueno, ventaja de colegio pijo: tienen una sala de cocina de puta madre.

    El resto, la parte explícita me la guardé en el bolsillo. Total no hacía falta ser tan evidentes, ¿a que sí~?

    Seguí el movimiento de sus ojos, hacia el cereal y de regreso a mí. Su pregunta me alcanzó y me sonreí, agitando suavemente la pelotita de chocolate en cuestión.

    —Claro, soy una mujer de palabra —murmuré con cierta chispa de diversión, picardía, vete a saber, y acerqué apenas la mano en su dirección—. Todo tuyo~

    Ya con qué se hiciera con la recompensa, la verdad, eso era asunto suyo~

    cuando uso tantos ~ ya me di cuenta que Sasha se puso a zorrear
     
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    No es como sino supiese el que cada que se volvía a la lengua materna también se solía cambiar la entonación de la voz, y en mi caso se ponía un poco más ronca, vete a saber del por qué, nunca había leído sobre ello ni tampoco me interesaba hacerlo en realidad. Recibí su expresión de confusión con la ligereza impregnada, guardándome la diversión para mis adentros en realidad, permaneciendo como si nada pese a notar el cómo su tono se suavizaba.

    —Es un dulce tradicional ruso, agridulce por excelencia —comuniqué en lo que le mostraba apenas los dientes, ampliando la sonrisa cortés de por sí—. Vaya, que buen colegio es entonces~

    Tampoco iba a imponer un día ni nada, cuando surgiera estaría bien, que mira que no era de los que dejaba el instinto danzar por puro amor al arte ni mucho menos, pero justo ahora me apeteció un poco y lo dejé correr, mirándola entre las pestañas al seguir en mi posición en lo que me acercaba el dulce de chocolate. No me ocupé en quitárselo de las manos con los dedos ni nada pese a tener la zurda libre, sino que aproveché la cercanía para sujetarlo con los dientes en lo que sobresalía, apenas, rozando la piel de sus dedos con el labio inferior sin llegar a ningún contacto directo como tal.

    Lo moví dentro de mi boca en lo que volvía a suavizar las facciones, masticándolo apenas en lo que me echaba de nuevo sobre el respaldar de la silla, dejando la yema de los dedos en el borde del pupitre.

    >>Saben bien, señorita —me relamí en lo que me encogí de hombros, al recordarme un sabor que no lograba ubicar en ese momento, al no ser muy consumidor del cereal, se me asemejaba a otro tipo de pasabocas—. Ser asesor parece tener sus ventajas el día de hoy~
     
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  11.  
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    Cierto era que con cada idioma la voz parecía modificarse un poco con tal de adaptarse a los nuevos sonidos, o al menos daba esa sensación. El japonés era más... rígido, si se quiere, mientras que el inglés australiano resultaba más pesado, incluso gutural. Luego estaba la increíble suavidad del francés, aunque de ahí sólo podía alardear lo que había llegado a aprender de mamá. De la forma que fuera, tanto el ruso como los idiomas del norte de Europa tendían a ser duros que te cagas y no me extrañaba que ese esfuerzo se hubiera impreso en su voz, aunque hubiera sido una simple palabra.

    El muchacho este en líneas generales parecía ser bastante... neutro, si se quiere. No alcanzaba a adivinar sus intenciones o pensamientos, incluso cuando buscaba reacciones adrede, y la estupidez me picó un poquito la curiosidad porque, bueno, ya había dicho que los hombres eran una cosa de lo más básica, ¿verdad? Y este de aquí parecía, si se quiere, algo más... indescifrable. El caso era que su cuota de misterio, claro, se moderaba con la intensidad justa para permitirse alguna que otra desregulación. Seguirme el teatro, atender a ciertos movimientos y tal.

    Asentí a la información del postre, no se había desvivido por ayudarme con la imagen mental pero tampoco íbamos a ponernos quisquillosos. Luego volvió al lugar del que hablaba antes, a suspender las insinuaciones en el aire con la liviandad suficiente para no convertirse ni en una cosa ni en la otra. Mantuve la sonrisa en el rostro, tranquila, y solté por la pura gracia:

    Sure it is~

    Claro que había notado que tenía una mano libre, totalmente disponible para hacerse con el cereal. De ahí que me cayera encima una satisfacción estúpida en cuanto advertí que estiraba el cuello y cazaba el cereal entre los dientes. Su labio apenas me rozó los dedos y regresé el brazo a mi espacio lentamente, en lo que él saboreaba la pelotita de chocolate y se relamía. No sabía si atribuirle un significado intrínseco o no a algunas de sus movidas y vaya, qué cosas. Hoy no iba a poder dormir~

    Dijo que sabían bien, que ser asesor traía sus ventajas, y esta vez fui yo la que se encogió de hombros. Recogí otro cereal y lo alcé de la misma forma que el anterior, observándolo al girarlo entre mis dedos.

    —Soy una buena clienta, ¿a que sí? Me gusta agradecer por los servicios~

    Busqué sus ojos apenas un segundo antes de lanzar el cereal dentro de mi boca y relajar la espalda, echándole un vistazo al móvil. Podría haber seguido preguntando cosas, si cereales me sobraban, pero supuse que por ahora estaba bien así.

    —Ya va terminando el receso —avisé con calma, sonriéndole con el mentón ligeramente alzado—. ¿Vas a decirme tu nombre o tendré que conseguirlo de alguna forma, oh, misterioso asesor?
     
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    Ladeé la cabeza, dejando entrever la leve diversión que pasó por mis pupilas ante su comentario de que era una buena clienta, y pues no me quejaría ni nada por el pago. Un almuerzo de por sí bueno, con una bolita de ceral con sabor a chocolate de postre sería bien recibido en donde fuera. De cierta forma no me esperaba el que terminaramos almorzando juntos ni mucho menos, creí por un instante que todo acabaría ahí en la máquina expendedora, pero la chica tenía un carisma innato, no había que ser un genio para notarlo.

    Imité su atención sobre el móvil, denotando la hora. Faltaba realmente poco para que sonara el timbre, volviendo mis pupilas sobre las suyas en cuanto mencionó que se estaba acabando el receso, y luego soltó la pregunta que tampoco creí fuese a hacer. Parece que la había subestimado y todo, aunque bueno, aquello era solo sentido común, pero el cómo habíamos llevado la conversación con el teatro de por medio había sido entretenido.

    Qué curioso.

    —La segunda opción suena más que bien, es decir, de igual forma desconozco el tuyo —llevé la zurda a mi corbata, acomodándola apenas al sentir el nudo más flojo de lo usual—, señorita —torcí la comisura de mis labios hacia la derecha en una especie de sonrisa, abandonando la tela para enterrar las manos en los bolsillos del pantalón.

    Estuve por agregar algo a la conversación, pero comencé a escuchar entonces el cómo el sonido calmo de la tormenta se combinaba con los pasos de los estudiantes, posiblemente desplazándose hacia las aulas por la hora. Pestañeé con la calma de siempre, murmurando.

    >>Gracias por el almuerzo, ha sido un placer ser su asesor esta tarde~

    Por aquí cierro con el nenemisterioso <3
     
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    Una chispa de diversión destacó en la superficie casi espejada de sus ojos tras escucharme y me seguí haciendo a la idea de que este chico me agradaba. Era perfectamente capaz de mantener una conversación decente, me seguía el rollo y no se clavaba jugadas nada directas. Que vamos, sí que podía ser de cabrona, pero los tíos excesivamente claros con sus intenciones desde el minuto cero no acababan de convencerme nunca. Quizá por eso nunca le había llevado el apunte a Joey. Me parecía una cosa básica, de lo más vacía, no le encontraba mucho atractivo ni placer a la idea de conseguir las mierdas sin una gota de esfuerzo.

    O quizá me gustaba que los demás danzaran a mi ritmo.

    Que bueno, entre haberle hablado e invitado el almuerzo la directa podía ser yo, pero si me daba la gana era capaz de retroceder tres casilleros con tal de mantener la balanza equilibrada y lo sabía. Era precisamente lo que estaba haciendo, de hecho. Pilló la segunda opción de las que había ofrecido, bastante me habría decepcionado en caso contrario, y no me molesté en demostrarlo. Mi sonrisa se ensanchó, satisfecha, y asentí. Me puse a recoger mis cosas con movimientos tranquilos, atendiendo a su voz y, apenas de reojo, cómo ajustaba su corbata.

    —Touché~ Igual y tendré que ponerte un apodo, cielo, o no seré capaz de dormir esta noche.

    Un poco de repente me di cuenta que recién ahora era la primera vez que me nacía clavarle un apelativo cariñoso, cosa que hacía con todo Dios, pero vete a saber. No le concedí mayor importancia. Los estudiantes a nuestro alrededor ya habían comenzado a movilizarse y lo tomé como mi señal de retirada. Apilé el bento y el tupper, los acomodé bajo mi brazo y me incorporé, quitándome el cabello de encima con un movimiento de cuello.

    —Cuando quieras. —Suavicé la sonrisa y de paso también la voz, en lo que comenzaba a girarme para agregar—: See ya, snowy boy~

    y aquí terminamos con Sa-chan uwuwu
     
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    Tras despedirme de Emily me zambullí en mi clase sin más, ya con el chip escolar activado para hacer lo que sabía: atender a los profesores, tomar notas, ser lo más prolija y organizada posible para después no ir a liarla en casa. Que además había noches que llegaba tan cansada que no daba dos palos seguidos, lo menos que podía hacer por mí misma era concederle a la escuela el tiempo asignado de por sí.

    Lo que le había dicho a Emily era cierto, los días así de grises me daban mucha pereza, sueño incluso, y supuse que no iba a ser capaz de adelantar ninguna tarea durante el receso. Ni idea, sentía las neuronas algo cansadas. Me corrí el cabello hacia atrás, cargándome los pulmones de aire antes de soltarlo poco a poco, y repasé la clase con la vista. Bueno, si no iba a trabajar en nada bien podía buscar algo de compañía, ¿verdad? Y desde el almuerzo en el lago no había cruzado palabra con Maze. Si iba a molestarlo no pasaba nada, right? Y si no estaba en su clase podría ver de dar con Anna, el snowy boy incluso, ni idea. Altan también, qué sé yo, había muchas opciones en la 3-2. Casi me daba pena tener que asistir a la 3-1, con la de imbéciles que había ahí que me caían mal.

    Hablando de Roma, fue salir del aula y notar a Joey en el pasillo. Estaba distraído precisamente en su móvil, igual ya empezaba a resignarme que no se lo podría quitar, pero quizá conseguía otra mierda para sacarme el puto gusto. De la forma que fuera, el jodido diablo que protegía a ese idiota seguía on point y casi pude asignarle rostro al ver mi plan frustrado por un tío que con todos esos tatuajes tribales en la cara, Dios me perdonara, se me asemejó bastante a las tonterías que venía pensando. Casi me lo llevé en banda, llamando la atención de Joey, y maldije mentalmente. Igual sonreí como si nada y alcé una mano de forma vaga, retomando mi camino.

    Sorry~ —me disculpé con el dude de los tatuajes, antes de desaparecerme en la 3-2.

    Esa estupidez me estaba costando tantos intentos que realmente no sabía si valía la pena, si no me estaba arriesgando demasiado a que me pillaran. Quizá pudiera entregar el móvil de Alisha y ya, ni idea. Tampoco era una decisión que tomaría ahora.

    Repasé la clase con la vista, con una puta hipocresía y liviandad para mearse de risa, mientras mecía suavemente mi bolso en la mano. Di con Maze sin problema, si su cabello era bastante reconocible así no fuera el único pelirrojo allí. O quizá yo lo distinguía sin problema, ni idea. Estaba distraído con no sé qué mierda así que bordeé todas las filas de pupitres, aprovechando que aún había bastante movimiento, para colarme sin llamar su atención y alcanzarlo por detrás. Dejé lo que llevaba encima en el suelo segundos antes de inclinarme y pasar los brazos sobre sus hombros suavemente, hasta entrelazarlos al frente y arrimar mi mejilla a su cabello.

    Hey there, Cherry boy —murmuré porque sí, porque el otro día había visto una peli con los niños y al protagonista le decían Cherry, y sólo se me ocurrió—. Missed me~?

    Visto estaba ya que con la confianza o atención necesarias podía derrochar autoestima a cagar, y la verdad era que desde el almuerzo en el lago no había vuelto a cuestionarme o hacerme cacao mental por una sola mierda. No planeaba montarme ningún espectáculo tampoco, así que apenas solté eso volví a erguirme, agarré mi bolso y rodeé a Maze para sentarme al costado de su pupitre, cruzando las piernas. Le sonreí desde ahí arriba, con las manos apoyadas en mi rodilla, y un poco porque sí lo repasé con la vista. Ni idea, manía de hermana mayor, para chequear que todo luciera bien y en su lugar.

    doble post descarado con sasha AJSJASA

    Yáahl she just talked to me
     
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  15.  
    Zireael

    Zireael Equipo administrativo Comentarista empedernido

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    La verdad era que con toda la tontería ya Sasha me estaba acostumbrando tanto a las galletas en el casillero que como un día faltaran allí me iba a preocupar genuinamente, ya no por la falta de azúcar en sangre que significarían, sino porque serían una señal de que a ella le habría pasado algo y mira me daba de todo solo de imaginarlo. Esa mañana recogí la bolsita de turno, me comí un par mientras subía a clase porque iba un poco tarde y pasé de desayunar, y me guardé el resto para la tarde.

    Un poco lo mismo de siempre.

    Se había vuelto un hábito.

    Cuando sonó la campana me desperecé como un gato, que el cielo encapotado ese daba un sueño terrible, y me saqué el móvil del bolsillo para revisar algunos mensajes y tal antes de decirme por hacer algo. Varias personas salieron, asumí que otras entraron y entre toda la tontería no vi a Sasha entrar a la clase ni nada, tampoco tenía ojos en la espalda, así que la noté solo cuando la tuve encima.

    Sus brazos pasaron por mis hombros, se entrelazaron al frente y su mejilla fue a parar en mi cabello. Su cuerpo se me antojó de lo más cálido, sobre todo cuando la escuché hablarme, y cerré los ojos unos segundos mientras dejaba el móvil en el pupitre para alcanzar sus brazos y dedicarle una caricia ligera, como de pluma.

    Hi, baby —murmuré en respuesta con toda la jodida calma del mundo y solté una risa por la nariz—. ¿Hmh? Me descubriste~

    No puse resistencia cuando quiso dejarme ir, solo la dejé y la seguí con la vista hasta que se sentó, pues porque sí. Me acomodé mejor en la silla, encontré sus ojos y le dediqué una sonrisa de las de siempre sin molestarme en verla repasarme con la mirada ni nada.

    —¿Cómo has estado?


    paula: a mimir
    also paula: bUT SA-CHAN????

    ya toy soft bye
     
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  16.  
    Gigi Blanche

    Gigi Blanche Equipo administrativo Game Master

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    Maze me recibió con la naturalidad de toda la vida, esa que le pertenecía y con la cual probablemente recibiera a todo Dios, y oír su voz junto a las caricias leves me ensancharon la sonrisa. No agregué nada con respecto a la tontería que le había soltado, no era necesario, así que le quité los brazos de encima y procedí. Recibí sus ojos desde lo alto del pupitre luego de ver cómo se acomodaba un poco y asentí en primera instancia ante su pregunta, como aseverando que todo iba bien.

    —Ha estado tranquilo —murmuré, balanceando una pierna encima de la otra y entreteniendo mi vista en el movimiento—. Llevé a los niños a visitar a granny y ahora papá ya volvió con ella a casa~ Así que tendré que regresar al trabajo.

    No me molesté en pensar que le estaba soltando información a medias y que probablemente, si le interesaba, no consiguiera armar el rompecabezas. No veía necesarias explicaciones excesivas de primera mano, era como siempre me movía, y si luego preguntaba o no, pues me daba bastante igual. Quería decir, no se lo había dicho con intenciones ocultas, sólo era lo que había hecho el fin de semana y ya.

    Luego de decir lo último rodé apenas los ojos y suspiré, estirando los brazos encima de mi cabeza para desperezarme un poco; no me apetecía nada volver al café, pero era lo que era. Los dejé caer con peso sobre mi regazo y le concedí una sonrisa, acercando la mano para jugar apenas con un mechón suyo de cabello rebelde. Mi tono se suavizó, incluso sin anticiparlo del todo.

    —¿Y tú, cariño? ¿Qué tal el fin de semana?
     
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    Zireael

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    La vi asentir a mi pregunta y aflojé los hombros antes de alcanzar el móvil que había dejado sobre el pupitre con tal de regresarlo al bolsillo, todo mientras la escuchaba con la atención estúpida de siempre. La sonrisa se me amplió al escuchar que su granny ya había vuelto a casa con su padre, que aunque era información a medias me alegraba genuinamente y no había que ser tampoco demasiado listo para hilar un poquito más fino, casi con paranoia, para asumir que mínimo algo había pasado con la señora.

    Estiré la mano casi sin pensar y le acaricié la espalda con mimo, despacio. El gesto me salió solo ahora que ya estaba visto que no había en sí demasiado problema con eso, de por sí no nos dejábamos quietos y no había nada raro en la caricia por sí misma, era solo la estúpida necesidad de contacto.

    —Me alegro de que ya estén en casa de nuevo, linda—añadí todavía en un murmuro como veníamos hablando desde que me saludó—. Puedo pasar a saludarte al trabajo cualquier día.

    Podría haberle preguntado, haber escarbado más, pero no era clase de persona y aunque seguro acababa haciéndolo otro día porque Sasha era Sasha, al menos en ese momento solo lo dejé estar.

    Se desperezó, dejó los brazos caer sobre el regazo de nuevo y la vi estirar la mano después para alcanzarme un mechón de cabello, cosa que la dejé hacer obviamente. Ladeé un poco la cabeza, sin que se le fuese a escapar el mechón de pelo, e hice memoria para responder su pregunta.

    —Todo tranquilo también. Salí a beber algo el sábado pero me aburrí rápido y me regresé a casa a pedir comida para no cocinar —contesté sin prisa, como si tuviese todo el tiempo del mundo—. Y el domingo la señora de enfrente me dijo que le paseara a sus perros porque ella no se sentía bien y no sé qué, así que paseé perritos ajenos.

    Parpadeé un par de veces casi con pereza, seguí acariciándole la espalda y me permití una risa baja.

    —¿Doy por asumido que tendremos uno de nuestros clásicos almuercitos o solo me estoy haciendo ilusiones? —Solté el aire en un suspiro prolongado—. Ah, Sash, no me vayas a romper el corazón.
     
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    Gigi Blanche

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    Seguí sus movimientos sin seriedad real, por el simple hecho de ocupar la vista en alguna parte y bueno, Maze era todo lo que había frente a mis ojos ahora mismo. Noté que su sonrisa se ampliaba y lo mismo hizo la mía apenas sentir las caricias en mi espalda. Me quedé quieta, cosa de no ir a quitarle el impulso o algo, y podría jurar que mi voz bajó un poquito más de volumen. Era una simple cuestión de confianza, las manos que permitía o no encima mío, y Maze ya se la había ganado. Es decir, no lo había pensado a consciencia como tal, pero ya era capaz de relajarme lo suficiente en torno suyo para recibir sus caricias gustosa o aflojar un poco la lengua con respecto a mi vida, mi familia y tal.

    Quizá fuera su cualidad de aire, convenciéndome de que nunca se preocuparía lo suficiente como para alterarlo. Ni idea.

    Se alegró a viva voz y aunque no dije nada al respecto, la tontería se me antojó de lo más cálida. Luego sugirió lo de pasarme a saludar por el trabajo y parpadeé, consiguiendo una chispa de emoción que, de cualquier forma, siguió siendo bastante suave.

    —Me encantaría —admití sin problema, pues porque era cierto. Me gustaba mucho recibir visitas en el trabajo, siempre me había hecho ilusión cuando Daute se pasaba y aprovechaba los descansos para tomar un helado juntos y así—. Además, ¿sabes una cosa? Un pajarito me contó dónde vives, y resulta que estás a... ¿quince minutos? de donde trabajo, veinte si andas con mucha pereza. —Le guiñé un ojo, divertida—. Pero no le digas que te dije, o se molestará conmigo.

    Seguía acumulando promesas, la verdad. Sanji, Emily y ahora Maze, pero no sería quien se quejara. Lo dicho, yo por mí encantada.

    Se me ocurrió pensar que la naturalidad que habíamos construido para existir cerca del otro era hasta bonita, de esas relaciones que simplemente fluyen y te permiten bajar las defensas. Lo pensé al verlo ladear la cabeza, ni idea, y en cuanto comenzó a hablar retiré la mano lentamente para verlo a los ojos. Me pareció que vivía o como mínimo ahora mismo se encontraba solo en casa, aunque quizá su mamá trabajaba hasta tarde y le tocara cenar sin ella, ni idea. Me había dicho que trabajaba para una cadena hotelera, ¿verdad? En uno de nuestros primeros almuercitos. Quizá viajaba mucho o hiciera turno nocturno.

    Oh boy, hace siglos que no salgo a beber algo. ¿Adónde fuiste? —pregunté pues porque sí, a veces me gustaba tener esos datos de color, como la tienda de mascarillas que me había comentado Emily. Luego vino la imagen mental de Maze arreando a un montón de perros gigantes y solté una risa suave, breve—. Eh~ Ya sabes lo que dicen, los tíos lucen más apuestos con niños o perritos, so good for you~ ¿Te la pasaste bien sacándolos a pasear, cielo?

    La forma en que me nacía directo del pecho tratarlo con ese cariño tenía que ser hasta ridícula, pero honestamente tampoco me preocupaba mucho. Quizá tuviera mis contradicciones y pudiera tornarme distante u orgullosa en los momentos más inesperados, pero en líneas generales no limitaba mis reacciones y me gustaba mimar a las personas que quería, en quienes confiaba. Bueno, por eso también lo atiborraba de galletas.

    A ver si no acababa malcriándolo o algo.

    Su pregunta y el suspiro dramático me arrancaron otra risa, un poco más divertida. Afirmé una mano al borde del pupitre, para inclinarme hacia el suelo y alzar mi bolso de sus asas. Se meció levemente en el aire y le concedí una sonrisa victoriosa, dejándolo sobre mi regazo.

    —Asumes bien, hon~ Aunque ahora la pregunta es, ¿dónde te gustaría desplegar nuestro legendario almuercito número... cuatro? ¿Cinco? —Ladeé la cabeza, arrugando apenas la nariz, y al final me rendí—. Ah, ni idea. Pero bueno, eso. ¡Soy toda oídos!
     
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    Zireael

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    Los gestos, ya de por sí libres de tensión, se me siguieron aflojando al ver que la sonrisa se le ampliaba al recibir mis caricias. No que creí que fuese a rechazarme ni nada, solo me pareció agradable que reaccionara así a la caricia y ya, a pesar de que ya tenía entendido que Sasha me recibía en su espacio sin problema. Como fuese, por eso la seguí acariciando y las puntas de su cabello me hicieron cosquillas en el dorso de la mano de tanto en tanto.

    Volví a pensar que no me quejaría si pudiera dormir alguna noche pegado a esa mata de vino tinto y despertar de la misma forma.

    Como fuese no era solo que recibiera mi tacto, en realidad Sasha se estaba permitiendo hasta hablar de su familia un poco más y tal, cosa que me alegraba también. No sé, daba por asumido que confiaba en mí y eso lo apreciaba profundamente, así no se lo dijera ni nada. Así fuera por mi personalidad, por el aire que no juzgaba, que no exigía ni aprisionaba la verdad era que no importaba, solo me sentía honrado de que confiara de alguna manera.

    Soltó entonces que le encantaría que pasara a saludarla al trabajo y solté una risa suave, asintiendo con la cabeza para dar a entender que entonces lo haría. Alcé un poco las cejas cuando me dijo lo de que su trabajo me quedaba a quince minutos de casa y una cuota de ilusión se me debió colar en la mirada.

    —No pasa nada, no te voy a delatar~ —contesté subido al tren de la estupidez como siempre.

    La naturalidad con la que fluían las cosas con Sasha ya no me la cuestionaba, pero era bonita si me detenía a pensarla, porque digamos que las cosas solo eran lo que eran y ya y así como me la había comido que dio gusto junto al lago, pues podíamos estar allí solo hablando de nuestro fin de semana y esas cosas sin complicación. Suponía que así funcionaban las amistades o lo que fuese y me quedé contento con esa certeza.

    —Ah, nada del otro mundo. Mi versión de beber algo casi siempre es pasar por el parque de turno, topar con caras conocidas y conseguirnos una botella. El sábado fue el Kuritsu Heiwanomori, que me queda cerca de casa. —Se me escapó una risa algo más fuerte al escuchar lo de que los tíos nos veíamos más apuestos con perros o con niños, porque para la gracia atraía niños como un imán—. Ajá, los llevé a dar una vuelta al mismo parque donde estuve el sábado y se echaron un rato corriendo por ahí, la verdad son bastante obedientes.

    Total que Sasha se inclinó para alcanzar el bolso, lo dejó sobre su regazo y confirmó lo del almuerzo.

    —Ya perdí la cuenta también —respondí para luego darle un par de vueltas al dónde desplegar el legendario lunchie—. Podemos quedarnos aquí como otras veces o bajar al patio, no hace sol del todo, pero tampoco está ventoso ni nada. Así que bueno, cualquiera que prefieras está bien para mí, cariño.
     
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  20.  
    Gigi Blanche

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    Vaya uno a saber por qué la bata de laboratorio de la señorita Patterson ese día le quedaba tan grande que incluso la arrastraba al pasar, como si fuera una capa de realeza. Ella se movía y sonreía de la forma usual y, bueno, ¿serviría de algo preguntarle al respecto? Era completo azar.

    Sus tacones rebotaron hasta sentarse en el escritorio, era su rutina y los estudiantes seguro ya se iban acostumbrando a ello. Afianzó ambas manos a los bordes de la madera y balanceó una pierna sobre la otra, recorriendo al alumnado con la vista. Su melena corta lucía ligeramente más rizada hoy.

    —Buenas~ Qué lindo día, ¿verdad? —Y lo decía en serio, vaya. Al reparar en una de sus estudiantes, de paso, pareció recordar algo—. Ah, sí. Miller-san no pudo tener su tour ayer debido a las pruebas físicas, así que... David, cariño, ¿te encargarías? Abigail, por cierto, siéntate bien, ¿quieres?

    La chica tenía los brazos colgando tras el espaldar de su silla y ambos pies enganchados en uno de los travesaños laterales de su mesa. No puso pegas, se acomodó manteniendo la sonrisa tan fresca en su rostro y se volvió apenas un segundo para corroborar a quién le habían encargado su tour. Dio con Maze, ensanchó la sonrisa y se enderezó.

    —¿Qué es eso de los tours? —preguntó bastante de repente, de lo más tranquila.

    —Ah, una disposición bastante nueva de la directora. A los recién llegados se les asigna un compañero para que los ayuden a integrarse, les muestren la escuela y demás.

    —¿Como un lazarillo? —Hubo una ligera nota escéptica en su tono, pero se encogió de hombros y le echó su peso al espaldar, jugando entre sus manos con una liga para el cabello—. Sure, sounds like fun.
     
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