En su camino hasta el aula había revisado el tablón de clubes, aprovechando la oportunidad. No había club de escritura, pero sí de lectura y supuso que lograría amoldarse más o menos a sus intereses. Luego le echaría un vistazo. Se detuvo bajo el umbral de la puerta abierta mientras dos estudiantes se presentaban. La muchacha era rusa y llevaba una venda en los ojos, además de aferrarse con discreción a la chaqueta del tipo. Ciega, ¿eh? Qué ladilla. Se deslizó dentro del aula cuando ellos finalizaron sus presentaciones y procedió, con calma y voz suave, bastante educada. Era nueva, al fin y al cabo, y todo sería más interesante si llegaba a conocer personas. —Me llamo Morgan O'Connor, y también soy extranjera, como podrán adivinar —dijo, viendo brevemente a la muchacha rusa aunque ésta no pudiera saberlo—. Espero que nos llevemos bien. Se inclinó apenas, como los japoneses acostumbraban hacer, y sus pasos amortiguados la llevaron a un asiento neutral, más o menos a mitad de clase. Recargó el rostro en el dorso de su mano y se quedó allí, tranquila, observando el aula, sus compañeros y el paisaje de las ventanas.
Mantuvo su atención fija en la ventana, denotando las gotas de agua que se deslizaban por el vidrio. Tenía algo de sueño, todo por estar discutiendo la noche pasada por el móvil con su viejo, si es que se le podía decir discutir al pobre hombre mayor gritando del otro lado mientras él bostezaba y palidecía de sueño sobre la colcha amplia de su habitación. Un tatuaje más, un tatuaje menos. Una perforación más, una perforación menos. ¿Qué más da? Que la directora, que no lo iban a dejar ingresar, que con solo entrar lo iban a expulsar... y ahí estaba, sin ningún inconveniente más que el de Violet retrasando sus pasos en los escalones. Descansó su mejilla sobre una de sus muñecas, mirando la presentación de la chica que estaba anteriormente en la puerta, estorbando. Deslizó sus pupilas por el espacio. Violet estaba en la esquina quieta como una estatua pétrea. Volvió su vista a la ventana y conectó en su móvil los audífonos, metiéndolos por dentro de la camiseta escolar, colocándoselo en su tímpano izquierdo mientras reproducía la música.
Alisha Welsh Dios, ¿la clase siempre había estado tan lejos o era aquella posiblemente la peor resaca que estaba teniendo en mi vida? No tenía que haberme acabado esa botella yo sola, pero joder. Abrí la puerta con pesadez y me dirigí arrastrando los pies hasta mi sitio, dejándome caer sobre el mismo con un quejido. Encima no es que hubiésemos dormido mucho, Joey y yo, ¿cómo es que tenía toda esa energía encima? Qué envidia. Con un suspiró apoyé mi mejilla sobre la palma de la mano y miré alrededor. Eh, ¿caras nuevas? Y caras bastantes bonitas, debía decir. Si no me seguía muriendo para la hora del almuerzo, quizás podría presentarme. Aquella chica se veía bastante linda... Quizás... Pero mis ojos ya comenzaban a cerrarse.
Había alcanzado a ver la chispa blanquecina del príncipe acercándose hacia Daichi antes de desaparecer dentro de su aula. Caminó tranquilo hasta su asiento, móvil en mano, tipeando un mensaje con dedos veloces antes de que la profesora pudiera decirle algo. Eh, mandamás, buenas nuevas Amery por fin apareció Ah, y tengo un par de cosas interesantes que contarte sobre la competencia~ Se desplomó, soltando el aire de golpe, y le echó un vistazo a Ali. Casi dormida, ¿eh? Sonrió y se encogió de hombros, estirando las piernas más allá del pupitre. Bueno, esta mañana no la molestaría. Se merecía algo de descanso~ Repasó el resto del aula como quien no quiere la cosa, deteniéndose en las cabezas que no reconocía. Alumnos nuevos, ¿eh? Su móvil vibró. Bien, subiré en el receso del almuerzo Si lo ves irse retenlo un momento, por favor Le respondió con el emoji del pulgar en alto, ella lo leyó, y eso fue todo. Ah, Blee, siempre tan cálida. Fue cuando alzó la vista de la pantalla, oculta debajo del pupitre, que chocó con los ojos púrpuras. Se habían girado directamente hacia él y lo observaban con toda la diversión del mundo pintada en el rostro. Joey la reconoció sin problemas y le guiñó un ojo, galante. Pero bueno, mira las cosas que traía el viento. Morgan ensanchó apenas su sonrisa y se volvió lentamente, mientras Wickham detallaba su silueta con cierto detenimiento. No era como si hubiera mucho mejores cosas que ver, ¿no?
Bergren Johansson ¡Henos aquí, por fin! La Academia Gakkou, mi nuevo nido, listo para que empollara en él todo el calor de la pasión desenfrenada. Había esperado con mucha impaciencia a que llegara este momento, pues no pude integrarme enseguida entre los alumnos debido a unos problemillas; yo no entendía nada, pero mi abuela, siempre tan eficiente ella, me dijo que era “burocracia” o algo así. Una palabra bastante fea y malsonante que, seguro, no serviría para conquistar el corazón de una muchachita de piel suave. ¡Pero ya no más esperar! Aquí me encontraba caminando con un ánimo ardiente por el pasillo del tercer piso. Me sentía muy feliz porque había visto muchos rostros encantadores en el camino al aula, y miradas tímidas a las que quería encender y, uf, por no hablar de las esbeltas líneas de la belleza. Ganas tenía de ser pintor para trazarlas con el pincel. Aunque tampoco voy a mentir: cuando me acerqué a la puerta del Aula 3-1 y vi que ya había otros alumnos nuevos presentándose, me sentí un poco decepcionado. Ya no sería la estrella de la tarde, aquel por quien todas sentirían curiosidad y le harían preguntas sobre su anterior instituto. ¡En fin! Tampoco era que importase mucho quién se presentaba primero. ¡En esta Academia había mucha belleza! Y eso apenas era el comienzo de la diversión ¿Con qué me encontraría detrás de esos rostros, qué sorpresitas me estarían deparando sus corazones? Esperé un momentito afuera. Cuando los otros terminaron de presentarse y ocuparon sus sillas, entré al aula con paso seguro. Vestía unos pantalones negros rajados a la altura de las rodillas y unos pesados borceguíes grises, a juego con el pantalón. En la parte de arriba, sobre la camisa, llevaba una sudadera bastante informal y urbana, pero acorde al color representativo Gakkou. Esbocé una sonrisa seductora y me aparté un poco los cabellos con una mano, quería tener los ojos bien despejados para ver mejor a las damiselas. —¡Hola! ¿Qué tal andan? Un placer conocerlos —“pero, sobre todo, conocerlas” pensé— Me llamo Bergren Johansson y también soy nuevo, vengo de otro instituto. Confío en que nos llevaremos bien… —mi vista entonces se desvió hacia la chica que más había captado mi atención, una bellísima señorita de cabellos rubios y brillantes ojos azules. Le guiñé un ojo—. Muy, pero muy bien… >>¡Por cierto! —añadí, girando la cabeza hacia los lados. Perfecto, no estaba el profe. Continué:— El señorito Natsu, las señoritas Violet y Morgan, y yo, no somos los únicos nuevos en este instituto... Les presento a mi “dragón”. Abrí las palmas de las manos y con ellas señalé mi cintura con una sonrisa picarona. A simple debía verse como que me estaba señalando otra cosa. Ver las reacciones de la gente malpensada era divertido. Porque no era eso a lo que me refería. Pues, con movimiento rápidos, una cabeza pequeña asomó por el bolsillo derecho de mi pantalón. La criatura rápidamente saltó a mi mano y trepó hasta pararse en mi hombro. Era una lagartija del tamaño de mi mano, de un intenso color rojo, con pequeñas espinas alrededor de la cabeza, garras negras puntiagudas y una cola larga. El reptil miró a la clase y les sacó la lengua. Cosas de reptiles. —Este pequeño se llama Bijesan. Somos inseparables, estamos siempre juntos… salvo en una situación en particular —asentí con una sonrisa enigmática—. Nada más que añadir. Me acomodé la mochila y me dirigí a un lugar que estaba vacío. El más cercano a la chica rubia, el suficiente como para llamar su atención. Bijesan se bajó de mi hombro y me mordió, sin lastimarme, la mano. —Ya sé, ya sé, grandote —respondí por lo bajo. Saqué un pequeño trozo de galleta que tenía guardado por ahí y se lo di para que comiera. Había ensayado bastante para este día, por lo que se la tenía bien merecida.
Alisha Welsh Sentí cuando Joey entró al aula y se dejó caer en su asiento, sin poder evitar una sonrisa pícara formándose en mis labios. Había sido aquí, ¿verdad? Dónde se habían encerrado para hacer quién sabía qué. Entreabrí un ojo cuando escuché una voz masculina presentándose y la sonrisa solo se acrecentó más. Pelirrojo, ¿eh? El día de repente se presentaba verdaderamente bueno. Acabé por abrir los ojos por completo, tan interesada que hasta el sueño se me había ido, y observé con cierta diversión las acciones del chico, siguiéndolo después con la mirada hasta que tomó asiento. A mi alcance, ¿eh? Me giré entonces para mirar a Joey, guiñándole un ojo divertida, para después inclinarme sobre el pupitre, lanzándole una pequeña bola de papel al chico para llamar su atención. —Hey, bienvenido al Sakura Gakkuen~ —le dije, con una sonrisa—. Me llamo Alisha, un placer. Oh, bienvenido tú también, Bijasen~ —añadí, finalmente, mirando al lagarto mientras comía la galleta—. Si necesitas ayuda con cualquier cosa, puedes preguntarme.
Bergren Johansson Bijesan comía su galleta con ganas y yo acariciaba su pequeña cabeza con el dedo índice. Por estas cosas prefería a las lagartijas en lugar de a los perros o los gatos: no te mordían mientras comían. Esto lo hacía por un auténtico cariño a mi mascota, me gustaba jugar con ella o molestarla, pero también por un poco de teatro para llamar la atención de alguna curiosa. Y en esta ocasión fue más que efectivo, pues una bola de papel chocó contra mi cabeza, cayendo acto seguido al suelo. Al girarme, la vi a ella, la chica que más había captado mi atención. Bingo. —Hey, bienvenido al Sakura Gakkuen~ —me dijo con una sonrisa atrapante, inclinada sobre su pupitre—. Me llamo Alisha, un placer. Oh, bienvenido tú también, Bijesan~ —añadió hacia mi pequeño dragón, lo que hizo que la muchacha me agradara más—. Si necesitas ayuda con cualquier cosa, puedes preguntarme. Nos separaba apenas un asiento de distancia. Agarré la silla vacía entre los dos y la coloqué frente a su pupitre, dejando que Bijesan comiera tranquilo en mi sitio. Me senté delante de Alisha con el asiento al revés, los brazos apoyados sobre el respaldo. La miré directo a los ojos. Era realmente hermosa. —Gracias por tan cálida bienvenida, Alisha, el placer es mío —le dije, y acto seguido esbocé una sonrisa pícara—. Tengo tantas preguntas que me gustaría hacerte, que no sé por dónde empezar. Apenas pude venir hoy, por lo que no sé mucho de esta Academia. Sólo me sé que hay una chica muy amigable dispuesta a darme... una mano —mi sonrisa se ensanchó—. Creo que mi primera pregunta va por ahí: ¿Te gustaría ser mi guía en mi primer día de clases?
Alisha Welsh Lo sabía. Aquel chico era de los interesantes. Solo había que ver su sonrisa, la forma en la que hablaba, cómo me miraba... Volví a sentarme con normalidad mientras el pelirrojo daba la vuelta a aquella silla y se acomodaba, colocando los brazos por debajo del pecho mientras me apoyaba sobre el pupitre. Lo escuché con atención, imitando su sonrisa sobre mis labios, ladeando ligeramente la cabeza mientras lo hacía. —Por supuesto~ —respondí, al final, con los ojos ligeramente entornados—. Me encantaría enseñarte todos los sitios verdaderamente interesantes... de la Academia, y responder a todas tus preguntas. Recorrí con la vista su figura mientras hablaba, poniendo especial énfasis en las palabras que más me interesaban, y me mordisqueé el labio inferior antes de subir la mirada a su rostro de nuevo, con una sonrisa amable. >>Bergren~
Torció los ojos de forma inconsciente al escuchar la presentación del chico, que al igual que él, era nuevo, identificando aquella mirada divertida al deslizarse por una de las chicas del salón, desviándose hasta la aludida por unos instantes. ¿Qué tenía de interesante? Miró su móvil y vio la hora escuchando el comentario del idiota sobre un animal entre los pantalones. Sus orbes ámbar terminaron detallando el cuerpo femenino, notando el mordisco en el labio al detallarle el rostro. Qué fácil. Bostezó y al no notar el docente se levantó con parsimonia, saliendo por la puerta con su mano derecha enterrada en el bolsillo, y la izquierda sujetando el móvil. Dejó su mochila en su puesto sin mostrar prisa en su caminar. Iría a darse un roce por alguna otra aula, y volvería en quizá unos minutos.
Margarita Nieves Las salas de primero, las de segundo... Mis nervios aumentando con cada escalón que dejaba atrás, fruncir el ceño y apretar los puños de alguna manera ayudaban a contenerlos, manteniendo así mi expresión amargada. Perder el hilo de la clase por el temita del idioma o alterarme de sobremanera por cualquier pequeñez me preocupaba, prefería evitar ser el centro de quejas. Clase 3-1, había llegado. Antes de entrar acomodé la roja bufanda de lana que llevaba, cubriéndome hasta la nariz con esta. Ya dentro, cerré con cuidado la puerta tras de mi, totalmente opuesto a como hice con el casillero. Observé el salón respaldada en la puerta, todos se veían bastante distraídos en sus propios asuntos, mejor para mí. Lo más silenciosa que pude, intentando no fijar mi mirada en nadie, me senté en el pupitre vacío más cercano a la puerta trasera del aula. Dejé mi mochila colgando del respaldo de la silla, para luego tomar asiento. Apoyé mis brazos sobre la mesa tras sacar mi celular. Ese viejo juego de PC había sacado una versión para celular, la cual descargué por curiosidad la noche anterior. De alguna forma había que perder el tiempo, ¿no? A ver si está vez lograba pasar de la segunda mazmorra.
Atenta escuchó la presentación del recién llegado, el cual estaba mostrando minutos después un animal que traía por ahí. Oh, que ganas de poder verlo. Se estremeció al sentir el aroma de la colonia de Natsu desplazarse, jugando con sus dedos sobre el escritorio mientras las voces ajenas comenzaban a hacerse más distantes al centrar todos sus sentidos en Gotho. <<No te me pegues, no seas intensa>> Se sintió estúpida en el transcurso del pensamiento intrusivo. Sus pies se movieron levemente, re-acomodándose en su lugar mientras fruncía las cejas y se mordía el labio. Natsu era un imbécil que potenciaba sus inseguridades. Mentirosa... lo único que potenciaba era su gusto por él, un gusto no correspondido. Sus expresiones no verbales solían ser algo obvias.
Había estado bastante distraído intentando mantener un bolígrafo en equilibrio sobre sus labios cuando un intercambio un poquito adelante atrajo su atención. ¡¿Pero y esa iguana?! ¿O lagartija? ¿Eran lo mismo? Es decir, ¿una iguana es una lagartija? ¡¿Una lagartija es una iguana?! Ah, da igual, el bolígrafo ya se le había caído de la sorpresa y, tras agacharse para recogerlo del suelo, notó que Alisha despertaba de su dulce sueño para arrojarle un papelito y llamar su atención. ¡Eh, esa era su técnica! Iba a pedir derechos de autor. Le echó un vistazo al intercambio que mantuvieron, podía mirar las expresiones del pelirrojo pero no de Alisha; se las imaginaba al dedillo, de cualquier forma. Había que ser ciego como la nueva para no notar la química, ¡y seguro que hasta ella la podía ver! Bueno, quizá no ver exactamente. Soltó una risilla resignada ante sus propios pensamientos. A veces era un borde de mierda. En fin, que el nuevo ya se la quería comer entre dos panes, o a la inversa, o en ambos sentidos, ¡quién sabe! Ali-chan trabajaba rápido, sí que sí~ Se recostó sobre su asiento, las manos a la nuca, y se volvió hacia la ventana con una sonrisita divertida danzando en sus labios. Bueno, bueno, si Ali-chan se entretenía por allá, él tendría que conseguir algo por acá, ¿no? Su mirada reparó en la silueta de Morgan un breve instante y se quedó tranquilo, esperando a que la jodida clase diera inicio de una vez.
Al final había dejado que Jez hiciera lo que mejor sabía hacer, ayudar a los demás. La albina le había dicho que Suzumiya había estado en la fiesta, así que de seguro tenía razones de sobra para sentirse mal, en aquella mezcla de cansancio y resaca que debía tener. Subió a la clase y apenas entrar distinguió rostros nuevos. ¿Qué pasaba con las transferencias en el Sakura? Entró en silencio, para tomar asiento en su lugar y estiró el cuerpo. Ahora que caía, ¿Shawn habría venido a la escuela? El día anterior no había llegado y se había perdido la prueba, de hecho. Suspiró, reprendiéndose a sí misma por preocuparse por el orgulloso de Amery. Contenido oculto el precioso relleno
Después de dejar a Shiori en su casa, tras que la puerta se cerró y quedó nuevamente a solas en la calle sintió la brisa nocturna más gélida que nunca. Meció con suavidad su desordenado cabello cenizo. Ella se había quedado su chaqueta ¿no? No la iba a recuperar nunca. Soltó una risa floja por la nariz, condescendiente y echó a andar. Ike debía estar preocupado. Llevaba varias horas sin aparecer por casa. Perro tonto. >>¿Y ahora qué?<< Era la pregunta incesante que rondaba sus pensamientos. Martillaba y hacía eco por cada uno de los huecos de su mente. ¿Qué iba a pasar? ¿Se iba a repetir? ¿Iban a seguir sus particulares vidas y fingir que no había sucedido nada? De ninguna manera había sido solo un puto polvo. Estaba seguro de eso. Si hasta le había dicho que la amaba. La amaba. Joder. Estaba enamorado hasta los huesos se la rara de Shiori Kurosawa. *** La lluvia no le molestaba excesivamente aunque su cabello había terminado bastante mojado. Gruñó fastidiado nada más cruzar la puerta del aula y ver el panorama de dentro. Venga ya, ¿más gente nueva? Puta mierda. Se llevó la mano a la frente y se apartó el cabello húmedo con un gesto. Ni siquiera había podido encontrar a Shiori o saludarla. Había sido un día lluvioso. Un día como ese. Se había emocionado como un niño. ¿Quién iba a pensar siquiera que los acontecimientos se precipitarían de esa forma? ¿Se arrepentía? Ni en joda. Sinceramente no veía la hora de volver a tocar su piel. El fuego ardiente que era Kurosawa derretía y alejaba el gélido hielo que siempre había sentido resguardando su corazón. Un corazón tierno, ese que se protegía en el distanciamiento y la desconfianza. Un corazón lleno de heridas que empezaban a cicatrizar. Dejó la mochila sobre la silla y se echó en su mesa con pesadez, con un bufido. Dios, si hasta había preparado otro bento para ella.
Se quedó un rato con las manos enterradas en las bolsas de su pantalón observando en el pasillo los panfletos que indicaban la variedad de clubes disponibles. Lectura, baloncesto. En su anterior instituto se mantuvo largo tiempo en el club de arte, pero ciertamente terminó siendo un sitio de encuentro para definir tatuajes que terminó haciendo en el cuerpo de algunas de sus conocidas, en la sala de su casa a espalda de sus padres. La cabeza le punzó. Recordar el regaño y la amenaza de expulsión fue suficiente como para aburrirlo hasta la médula, incitándolo a trasladarlo a la bodega de uno de sus amigos, en donde continuó cobrando por el servicio artístico como hobby. Arrancó una de las hojas y la guardó. Iniciaría con la lectura para pasar el rato. Continuó su camino hasta llegar a su salón de clase, divisando caras que no estaban cuando él se presentó. Apenas y les miró desinteresado, tomando asiento.
Alisha Welsh Me había dirigido hacia el pasillo de la tercera planta, aún comiendo aquella barrita, mirando hacia mi alrededor con curiosidad. No tenía ningún objetivo en mente con aquello, lo cierto es que solo quería atrasar lo máximo posible la entrada al aula. Tiré el envoltorio a una papelera en cuanto acabé de comer y decidí entretenerme asomando la cabeza por las diferentes aulas, esperando encontrar algo divertido en lo que quizás participar. Pero Katrina estaba hablando con dos chicos y ni siquiera yo era tan suicida para meterme en ese embrollo, incluso Altan se veía demasiado aburrido como para intentar molestarle un poco y Konoe... bueno, ese problema me correspondía en unas horas. Así que finalmente entré a mi aula, dejándome caer en la silla que me correspondía con un suspiro pesado. Eché la cabeza hacia atrás, invadiendo el pupitre vacío con la rubia melena y haciendo un puchero con los labios. Se suponía que los británicos eran los puntuales. ¿Dónde se habría metido tan temprano? Contenido oculto Que alguien me entretenga a la niña(?? okno
Entró como una tromba, fiel a su estilo usual. Se lo veía todo agitado y tenía mal hasta mal abotonada la camisa el idiota. Sus pies se frenaron en seco al alcanzar el aula y confirmar que la profesora aún no había llegado. Soltó un pesado suspiro y se corrió el flequillo de la frente, sonriendo victorioso. ¡Joey Wickham jamás llega tarde! Enterró las manos en los bolsillos como si nada hubiera pasado y fue sorteando las hileras de asientos hasta que captó aquella cabellera vino tinto. —¡Sachi-chan! —exclamó, alegre, captando de inmediato la atención de Sasha—. ¡Tanto tiempo! La muchacha se echó sobre el espaldar y cruzó los brazos bajo el pecho. —¡Joey! —respondió con la misma vibra del muchacho, aunque su lenguaje corporal no lo reflejara—. ¿Cómo has estado? —Ah, muy bien, muy bien, gracias por preguntar. —Apoyó una palma sobre su pupitre y se inclinó hacia ella—. ¿Qué te anduvo pasando? No te veía desde, bueno, ¡segundo año! —Resfrío de primavera. —Se encogió de hombros, restándole importancia, y se puso a juguetear con un mechón de su propio cabello—. Ya volví al ruedo, de todos modos. Joey asintió, enérgico. —¡Sí, sí, ya veo! Tan linda como siempre, Sachi-chan~ Sasha lo observó un instante antes de sonreírse y estirar el brazo para picarle una mejilla con... cierta fuerza. —Lo mismo veo, campeón. —Le dio unas palmadas en el mismo lugar y luego volvió a su posición inicial, sacando unos cuadernos de su maletín—. Hablamos luego, kid, tengo que ponerme al día. Joey le sonrió como si nada y siguió camino hasta su asiento, desplomándose allí. Recién entonces se llevó una mano a la mejilla y se encogió de hombros, desparramándose a sus anchas. Ah, Sachi-chan, tan simpática como siempre~
Alisha Welsh Pero bueno, ¿acaso tenía un pode de invocación para este hombre? Prácticamente había llegado al mismo tiempo que había pensado aquello. Me incorporé en la silla con un suspiro, dejando así libre el pupitre para cuando se quisiese sentar. Lo observé de reojo porque, bueno, no tenía nada mejor que hacer y había llegado como una tromba de energía, era imposible que no llamase la atención. Era obvio, ¿verdad? Se había quedado dormido el estúpido. Aunque tampoco era yo quién para criticarle, el único motivo por el que hoy me había despertado temprano era porque, a pesar de todo, el tema de Konoe seguía dando vueltas en mi cabeza y estaba algo nerviosa. Esperé a que pasasen unos segundos después de sentir que se sentaba en su asiento, momento en el que me giré y levanté las piernas hasta quedarme apoyada con las rodillas sobre la silla. Me incliné y, sin ninguna clase de aviso, empecé a desabrocharle la camisa para comenzar a colocársela correctamente no mucho después. —Definitivamente, me da envidia el hecho de que conozcas a todas las chicas lindas de la Academia~ Le dirigí una sonrisa en cuanto acabé de ajustarle las camisa y volví a girarme, sentándome en la silla con normalidad como si nada hubiese pasado. Contenido oculto Hold my unnecessary relleno (?)
Continuó caminando por el largo pasillo luego de pasar por el lado izquierdo del desconocido, sintiendo la sensación extraña que despertaba su instinto, preguntándose si el tipejo tenía que ver con la chica de cabello castaño, porque de ser así tan solo avivaba más la adrenalina por meterse en medio, aunque resultara tedioso un perro más, sabía que al menos ese, no era un perro cualquiera. No logró leerlo, y aquello decía mucho. Ambivalente se adentró al aula de clase, buscando con la mirada a Violet, encontrándose con la soledad en su pupitre. Torció los ojos al recordar las palabras en el casillero. <<Deseo presentarte a alguien>> Podía ser tan molesta. Fue entonces que deparó en el cabello rubio. La chica estúpida de la enfermería era la misma que tonteaba con el idiota del dragón; compartían salón, y aquello provocó que inconscientemente la escudriñara, como si el espacio fuese suyo y ella no tuviese derecho de estar en esa aula.
Alisha Welsh Vaya, vaya. Ni bien volví a colocarme sobre la silla, noté la intensidad de una mirada sobre mí y al girar la cabeza para comprobar de quién se trataba, mis labios formaron una sonrisa sugerente. Pero bueno, tatto boy, ni que me estuvieses desnudando con la mirada~ Me crucé de piernas entonces, provocando que la falda se moviese lo suficiente para descubrir aún más piel, sin perder la sonrisa. Sin embargo, aparté la mirada de él y volví a girar la cabeza hacia el frente. Hmpf, que fuese guapo no le daba derecho a tratarme como el otro día tampoco. ¡Tenía mi dignidad, oye!