Konoe Suzumiya También lamentaba haber prejuzgado a Altan. Su aspecto oscuro le confería un aura casi amenazante, oscura. Por lo que había podido atestiguar a lo largo de la noche juraría que era una persona bastante huraña y tosca. Alguien que probablemente detestaba ese tipo de ambientes. Como el joven que se había ido con Kurosawa al principio de la noche. Perros como Wickham. Odió que algo como eso le sacase otra risa, casi sin permiso. Una carcajada genuina que sonó cálida como un rayo de sol. Dios, el alcohol. Realmente le estaba haciendo daño a la cabeza. Calma. Deferencia Konoe. Buscó aclarar su voz y apoyó la espalda contra la mesa de Alisha. No era como si fuese a preguntarle ningún secreto de estado ni nada especialmente personal. No realmente. Solo sentía curiosidad. Tal vez la misma curiosidad, incluso si era en una pequeña parte, que la había llevado allí junto a la razón principal. Su actitud prepotente no la sobresaltó. Sin embargo la intensidad de sus ojos negros casi parecieron traspasarla. Negros, tan indescifrables como pozos oscuros. Allí sentado sobre el escritorio del profesor con la luz que se filtraba por la ventana dibujándole el cabello negro, apenas detallando sus duras y toscas facciones. Se preguntó si ella, con su cabello azul oscuro, tendría un aspecto similar. Pero era delicada, frágil como una muñeca de porcelana. —¿Por qué estás aquí?—inquirió y apoyó las manos sobre la mesa. No hubo demoras en su pregunta pero sonó genuinamente curiosa—. Quiero decir... no aquí conmigo. Si no en esta fiesta. Encajaba mejor que ella en el puzzle. Pero aún así resaltaba. Si tanto odiaba a Whickham y los demás... ¿qué razones lo impulsaban a estar allí? >>Siento que todos tenemos motivos distintos—aclaró— ¿Diversión? ¿Entretenimiento? Me preguntaba si los tuyos serían como los de la mayoría.
Por algún motivo no pudo evitar sonreír al escuchar la carcajada que hizo brotar en ella su comentario, era una sonrisa leve, apenas perceptible, pero genuina. Quizás a él también le estaba afectando el puto tequila. Permaneció allí, fundido con la oscuridad, esperando por la pregunta que quería hacerle. Tampoco le interesaba presionarla; sin embargo cuando por fin habló, soltó un pesado suspiro mientras se recostaba sobre el escritorio. —No somos diferentes —dijo entonces, ni siquiera había tenido que hablar demasiado alto—, tú y yo en particular, quiero decir. De todas formas debes haberlo notado desde el principio, no se puede ser tan denso. Los únicos que están en su salsa son Akaisa, Wickham y la bonita rubia. Si fusionas las tres figuras de hecho podrías formar a Cerbero, ya sabes, el puto perro que custodia las puertas al reino de Hades. Bueno, quizás no fue lo más sabio decirlo de esa forma, ¿no? Estaba colada por la rubia. Había saltado a la luz cuando esta la besó en la mejilla. Como fuese, él no era alguien con demasiado tacto. —Algunos de nosotros podríamos revolvernos en el mundo de sombras y Cerbero nos tomaría por muertos y nos dejaría pasar. —Entonces soltó los nombres como quien extiende una baraja de cartas del tarot sobre la mesa. No era un tablero, él no tenía preciso control, pero sí podía leerlos con facilidad. Si no fuera por su poca paciencia, nivel de tolerancia y habilidades sociales, Altan Sonnen tendría la capacidad de ser un líder de primera categoría o por lo menos un estratega militar envidiable—. Hiradaira Anna se ha mezclado bien, lo que no sería de sorprenderse por la bonita sorpresa que me llevé antes. La morena de ojos violeta intenta seguirle el ritmo a Akaisa. Kurosawa Shiori podría convertirse en Perséfone en cualquier momento. Yo mismo entro en esta categoría, supongo. Levantó un dedo por cada nombre que mencionó y luego volvió a bajar la mano, para levantar solo tres dedos. Dios, se hubiese traído una cerveza por lo menos, tenía una sed del demonio. Tuvo que carraspear antes de seguir hablando. —Lo que nos deja tres cabos sueltos. Vólkov Jezebel, Usui Hiroki, que se movió entre sombras pero no fueron estas en específico, y tú, Suzu-chan. Los tres se conectan directamente con los cabecillas del Inframundo o con quienes se camuflan con las almas condenadas, puedes trazar el camino. Tú estás aquí por la rubia, ¿no es así? Wan-chan, por su parte, fue arrastrado por Kurosawa que fue tentada por Akaisa o, en su defecto, trabajaron como pares en un plan bastante jodido si me preguntas. —Bajó un dedo cuando la mencionó a ella y otro cuando mencionó a Hiroki, dejando solo el índice levantado—. Lo que nos deja a Jez, traída aquí por Wickham, y que conecta conmigo, la sombra camuflada a medias. Se incorporó entonces, volviendo a apoyar el peso del cuerpo en los brazos. >>Tú viniste para entender el mundo que absorbe a tu persona, pensando que eso puede acercarte a ella cuando, en realidad, podría alejarte. Yo entiendo este mundo y no quiero verlo, al menos no la parte que le interesa a Cerbero, pero vine porque no se me apetecía dejar a mi amiga expuesta a este puto desastre así como así. —Volvió a suspirar—. Si quisiera beber, definitivamente no lo haría en la escuela con una bola de hormonales, por mucho que me guste desafiar la autoridad. Bueno, respondí tu pregunta y te di un bonito panorama de lo que gestaron estos animales, ¿no? Puedes usarlo a tu favor y quizás, a futuro, en su contra... aunque no pareces de la clase de persona que hace daño por diversión, Suzu-chan.
Konoe Suzumiya Sus palabras tuvieron un tono casi ominoso en la semi-oscuridad. Mitología griega. Cerbero. Hades. Perséfone. La reina del inframundo, la esposa de Hades. Kurosawa Shiori. Su inesperada explicación la tomó por sorpresa. Tal vez lo había subestimado y prejuzgado mucho más de lo que creía. Era tan perceptivo y ávido como Akaisa. Podía leer a las personas como páginas abiertas de un libro. Comparar el inframundo de Hades con el submundo y las sombras en las que se mimetizaban Wickham, Whels y Akaisa le resultó sorprendentemente preciso. Aunque realmente la única pieza que hacía las cosas por mera diversión, porque detestaba cumplir las reglas establecidas era Whels. El resto podía ser más malicioso, más volátil y errático. Como demonios. Ella no. La más inocente entre los tres si el término inocencia era aplicable en su caso. Y la más honesta. La sorpresa de Konoe fue menguando paulatinamente a medida que las palabras abandonaban los labios de Altan; cuando logró encajar las piezas y descubrir que era lo que trataba de decirle realmente. No era necesario ser un genio. >>Vine porque no se me apetecía dejar a mi amiga expuesta a este puto desastre así como así<< —Eres genuinamente un chico bueno Sonnen-kun. Estaba allí para cuidar de Jezebel. La chica de la mata nívea. Realmente no eran tan diferentes... aunque sus motivos eran mucho más egoístas. El primero de todos habían sido los celos. Habían nacido como en un impulso ajeno y avasallante. El segundo fue la obstinación. El tercero el interés. Y el cuarto la curiosidad. No había ido a cuidar de nadie. La serpiente. O el alcohol. Ya no estaba verdaderamente segura. Alzó la mirada al techo. La luz se filtraba por las ventanas y las finas cortinas que danzaban de forma casi espectral en la brisa nocturna dibujaban todo tipo de sombras sobre las paredes. ¿Estaba allí por Alisha? Sí. Por supuesto. —Yo—exhaló y cerró los ojos con un tono amargo, de resentimiento en la voz. Tomó aire lentamente por la nariz— mis intenciones no son honestas en lo absoluto. Buscaba mimetizarme con este mundo de sombras, conectar con Cerbero para sentirme más cerca de una persona sin la que no puedo concebir mi vida. Ella... ha hecho cosas muy malas y se ha equivocado un sinfín de veces pero no creo que sea cruel o malvada. Es salvaje e indómita, pero al mismo tiempo tiene esa alegría casi pueril y sus acciones no buscan lastimar a los demás a propósito. Supongo que es demasiado evidente. Su mente había retratado la figura de Alisha a medida que hablaba. La alegre Alisha. La que se dormía en clases. La que llegaba tarde. La que escribía tonterías en inglés en su mesa sabiendo que la mayoría de estudiantes japones no tendrían ni idea de lo que decía. La Alisha capaz de desarmarla por completo con un mero roce. Suspiró casi sin ser consciente y sus manos flexionaron los dedos sobre la mesa. Las cerró en puños. >>Las otras dos cabezas, en cambio...—prosiguió con calma— no sabría definirlas. No sé qué decir de Whickham-kun y tampoco de Akaisa-san. No creo que sean malvados, de hecho no creo que nadie en esta azotea o en esta academia lo sea. Creo que acorralados y presionados por algo o alguien fueron forzados a acabar en el borde de sus vidas. Creo que gritaron desesperadamente por ayuda pero se cansaron de no ser escuchados. No soy tan perceptiva como tú o Akaisa-san, pero toda mi vida me he visto tentada por la idea de ayudar a otros. Por salvarlos. Quizás eso me hizo más empática que el resto. Era mera cuestión de experiencia. Toda la conclusión a la había llegado, en todos esos años, era que no podía salvar a alguien que no quería salvarse. Cerbero se sentía bien con eso porque podía tener el control. Sentirse seguro en un terreno en el que era experto y podía camuflarse con las sombras y el humo. No necesitaba nada más. Era un mundo meramente carnal, sin sentimientos. Negó cuando él acabó de hablar. ¿Parecía una persona que hacía daño por diversión? Ah, ni de broma. No iba a usarlo en contra de nadie. Jamás. No era esa clase de persona. Podía ser burlona en ocasiones, podía ser irónica, pero jamás permitiría que sus sentimientos se descontrolasen hasta el punto de terminar por causar daño. No estaba dispuesta. Tal vez solo era demasiado idealista e ingenua. Hestia. La que mantenía el orden. Su expresión se había suavizado, incluso su cuerpo parecía menos tenso que cuando abandonó la azotea. Quizás solo necesitaba algo como eso. Un respiro, un tiempo para analizar la situación con frialdad, para comprender las piezas del puzzle que aún no encajaban. Para hablar con alguien en un lugar tranquilo, lejos de la música y el alcohol. >>Gracias por la charla Sonnen-kun—acotó con honestidad tras un breve silencio. Y entonces se apartó de la mesa—. Ha sido tan ilustrativa como agradable. Pero creo que ahora deberíamos regresar.
Claro que no. Esa chica ni de coña podría hacer daño por puro placer o aburrimiento, era impensable para ella, incluso cuando actuaba con egoísmo era obvio que se dañaba a sí misma en lugar de los demás. Estúpida. Eres como Jez. Soltó una risa nasal. Él un chico bueno. Eso era porque con su pregunta había acertado justo en el centro de la diana con el dardo, y había dado en la imagen de la albina. Había dicho las cosas muy bonito, ¿no? Había adornado las palabras, había vomitado todos los datos que tenía almacenados y los había lazado uno tras otro a las personas presentes en la azotea, como si uniera los componentes de algún aparato. ¿Qué era él entonces? ¿Un bakeneko? ¿Un karasu tengu? ¿Huginn o Muninn, el pensamiento o la memoria de Odín? ¿El mismísimo Hades? —Te recuerdo que me puedo mimetizar con estas bestias —soltó con una sonrisa extraña en el rostro—. Los buenos no logran eso y al intentarlo se queman las manos con el fuego. Y tampoco se enredan con Perséfone sólo por diversión. Cerró la boca cuando ella empezó a hablar de nuevo, escuchando, tratando de ignorar el efecto del alcohol en su propio cuerpo y la sed. Sentirse más cercana a la persona sin la que no puede concebir su vida. No eran diferentes, pero ella no podía verlo porque no la había dejado a pesar de todo. ¿Cuidar a Jez? Estaba allí porque no quería que el cerdo de Wickham hiciera nada, es más, quería arrancarle las manos si eso impedía que la tocara. Jez. Su Jez. Era un celoso de mierda. Justo como el puto cachorro. ¿Qué tenían las chicas de esa puta escuela de todas formas? Suzu, la morena de arriba, Kurosawa y quizás otro montón se lanzaban de cabeza con las criaturas más problemáticas. Las levantaban, les daban su amor y en el peor caso se enamoraban de esas bestias. —Quizás —respondió a su construcción sobre los otros dos—, pero realmente me trae sin cuidado, ¿sabes? Joseph aparentemente no es más que un chiquillo de campo y Akaisa es la heredera de un titán farmacéutico, nacieron en los extremos opuestos de la escala y terminaron por transformarse en el mismo monstruo, como una suerte de Hidra. Puedo ignorar todo lo que hagan mientras no lo hagan cerca de la gente que me importa. Por eso estaba allí. Espera. ¿Qué había dicho? ¿Perceptivo como Akaisa? Había hecho mal su tarea entonces... Los expedientes académicos de sus anteriores escuelas, antes de que lanzara todo por la borda, ¿qué historia contaban? Incluso el expediente de esa Academia, ¿decía algo totalmente opuesto a su expediente conductual? No tenía la mínima idea, pero si alguien podía rivalizar con él en ese campo era Akaisa. Por eso las piezas de su tablero se movían solas. Tenía cerebro y lo usaba completamente en beneficio del Inframundo. Tentada a cuidar de otros. Definitivamente era estúpida. Bajó del escritorio, se acercó a ella y en un arrebató extraño, le revolvió el flequillo como solía hacer con Jez. Quizás fue algo brusco, pero había vuelto a sonreír con sinceridad al hacerlo. Charla. Ciertamente nunca había hablado tanto. Bueno estaban alcoholizados, qué más daba. —No hay nada que agradecer —dijo casi en un murmuro y se encaminó hacia la puerta, abriéndola—. No eres la única tonta que se enamora de su mejor amiga. Eran jodidamente idénticos. >>Suzu. —La llamó y lo siguiente que dijo no supo bien por qué no lo dejó como un pensamiento—. Me recordó a Suzume, gorrión... Quizás deberías acercarte a Jez alguna vez, ¿sabes? Después de todo también tiene esa necesidad imperiosa de ayudar a los otros, a veces sin importar el costo para su propia mente. Abrió la puerta y a sus oídos llegó el eco de la música en la azotea. >>Deberías tomar algo de agua, ya que estamos, te ayuda con eso del alcohol. Estaba actuando como lo haría Jez, sin siquiera notarlo. Contenido oculto Done. Te puedes llevar al amargado este si vas a volver a postear arriba o bueno ya vemos cuando salgan los dados de Joey alv Espacio liberado para la muerte de Emi-chan (??)
Emily Hodges Me sorprendió ligeramente ver lo emocionado que se puso el chico en cuanto la botella lo señaló, pero quizás fuese lógico siendo que todo esto había sido su idea. Asentí en cuanto preguntó lo de irnos y acepté su mano. No me pasó desapercibida la mirada que pareció dirigirle específicamente a Katrina después de rodearme con uno de sus brazos y me tuve que llevar las manos a las mejillas, aprovechando que estaba algo escondida, en un intento por bajar el sonrojo que me había asolado de nuevo. A-ah, lo había notado, ¿verdad? Que vergüenza... Seguí al chico hacia el interior del edificio después y miré con curiosidad la lata que me estaba ofreciendo. Me encogí de hombros mientras la cogía y apretaba entre mis dos manos. —Creo que me estoy acostumbrando al sabor —respondí, al final, con una ligera sonrisa. Abrí la lata y lo seguí por los pasillos, dándole ligeros sorbos a la bebida mientras tanto, hasta que finalmente alcanzamos el aula que acababan de dejar libre Suzumiya-senpai y aquel otro chico. Estaríamos... solos, ¿verdad? Le di un trago largo a la cerveza, cerrando los ojos después. Definitivamente no me estaba acostumbrando al sabor. Una vez estuvimos en el interior de la clase, me adelanté un par de pasos para observar por la ventana el paisaje que se extendía por delante. La ciudad se veía muy bonita desde ahí, sobre todo de noche, con algunas luces encendidas en mitad de la oscuridad. La imagen logró calmarme ligeramente, o quizás había sido la cerveza, no sabría decir con exactitud, pero me sirvió para girarme y volver a mirar al chico con otra sonrisa. >>¿Acaso es esta tu clase, senpai? Contenido oculto Gigi Blanche oh girl how ready i am (?)
Contenido oculto ya tengo soundtrack y todo (??) La muchacha le dio un trago a la cerveza, y aunque su expresión se arrugó un poco... siguió bebiendo. Joey sonrió mientras la dejaba pasar primera al aula y aprovechaba el momento para observarla mejor, desde atrás. Enterró la mano libre en los bolsillos, pasó y deslizó la puerta con la punta del borcego. Bebió de su lata. Cerrada. La vio acercarse a la ventana y echarle un vistazo al exterior, en silencio, mientras él recorría un poco el aula a paso lento. Cuando le preguntó si allí iba a clases, Joey había llegado junto a su pupitre. Se recostó sobre él, girándose hacia Emily, y asintió. —Así es~ Es extraño ver de noche todo lo que suele pertenecer al día, ¿verdad? Un cambio en la iluminación puede arrojarte a un mundo diferente. Se fue acercando a ella lentamente, sorteando algunos pupitres y desviándose a consciencia para no realizar un trecho directo que lo delatara demasiado. Bueno, todo era parte del juego. Mierda, deseó haber llevado encima su cámara. Otro trago. —¿Cómo llegaste a nuestra pequeña travesura, Emi-chan~? —Le sonrió, su voz era una extraña mezcla de suavidad y profundidad. Se detuvo junto a ella, apoyando la espalda en los ventanales, y la vio de costado—. ¿Katty-chan te invitó?
Contenido oculto Estoy tan living que hasta me he puesto la canción para entrar en mood (?) Also, me he puesto mi lista de kpop hoe anthems 7u7 Emily Hodges Asentí con la cabeza, soltando un leve "mhm" de manera inconsciente, antes de apartar la vista hacia el resto del aula del nuevo. Sin luces, sin alumnos, sin ruido... Podía parecer cualquier otra cosa menos un aula de tercero. Sentí como se movía entre los pupitres, acercándose a mi posición. La música y el ruido de la azotea prácticamente no llegaban a aquella zona, lo único que se podía escuchar por la habitación era nuestra respiración y cada pequeño ruido que podíamos hacer al movernos. Nada pasaba desapercibido. Volví a beber de la lata mientras él se acercaba, sin intenciones de moverme de mi posición. Volvió a hablar, erizándome la piel por culpa de la cercanía y el tono utilizado. Joder. Tragué saliva antes de asentir con la cabeza, una vez más, bajando la vista después para centrarme en la lata que seguía apretando entre ambas manos. Con la tontería había acabado bebiendo más de lo que parecía de la misma. —Fui a ver cómo estaba después de la prueba de salto y... es realmente buena convenciendo a la gente, ¿no crees? —expliqué, riendo ligeramente al decir lo último. Después de unos segundos finalmente tuve el valor de levantar la vista, girando la cabeza para mirarlo directamente. >>Parecía bastante molesta, ¿verdad? Al irnos.
Contenido oculto la canción del spoiler la cambié jsjs, estoy con otra del mismo wey pero que queda aún mejor cuz idk tiene coros femeninos y 10/10. ta en el post anterior. ANYWAYS, al tea Joey mantuvo esa expresión relajada, sosegada, que realmente podía transmitir todo aquello que buscaba infundir en su compañera. Mantuvo toda su atención sobre ella, con la cabeza ligeramente ladeada y la eterna, eterna sonrisa, mientras Emily hablaba, pensaba y gesticulaba. Ningún detalle le pasaba desapercibido, y cuando recibió sus ojos pareció hablarle sin palabras. Está bien, preciosa. Puedes hacer lo que quieras aquí. No era como Alisha o Katrina, no poseía esa clase de experiencia y soltura. No sabía aún lo que tenía. Pero no era un conejito asustado, no había huido al verlo acercarse. Estaba un poco tensa y posiblemente nerviosa, casi había acabado la cerveza a pesar de que pareciera no agradarle demasiado. Joey apoyó la suya sobre el pupitre más cercano y, con movimientos cuidadosos, le arrebató la lata de las manos y se la acabó de un saque, dejándola junto a la otra. Ya no necesitarás eso. También le había arrebatado su única excusa de distracción. Acorralándola, poco a poco, como un conejillo. Pero este no lucía asustado. —Tiene su forma de llegar a la gente, sí —admitió, casi en un susurro, mientras giraba el cuerpo para apoyarse sobre su hombro y verla de frente. Katrina gritaba peligro e intensidad por cada poro de su piel, lo sabía. Si aquel dulce y pequeño pajarito había aceptado su invitación... bueno, no podía ser tan tonta. Debía haber una parte de ella que lo quería, ¿no? Una probada de ese, su mundo. El mundo de las sombras. Una risa suave vibró en su pecho al oír lo último y se encogió de hombros, estirándose para alcanzar una mano de Emily. Comenzó a juguetear entre sus dedos, algo distraído, midiéndola. Su piel era suave y blanca, brillaba sobria bajo las luces del exterior. Ya quería hincarle el diente. —Bueno, quizá... Alzó la mirada para conectar con el púrpura de Hodges, y le sonrió. —¿Quería ser la primera? Se aferró entonces a la mano de la chica y jaló suavemente de ella, alcanzando su cintura para mantenerla cerca y se inclinó hacia sus labios. Utilizó la mano libre para acunar su mejilla, y la vio a los ojos una última vez antes de besarla. Lo siento, Katty-chan~
Contenido oculto Estoy bien. Estoy bien. Emily Hodges ¿Eh? La confusión se extendió por mi rostro cuando sentí que el chico me quitaba la lata de las manos, dejándome sin el único objeto que me permitía controlar mis nervios. Ah, mierda, ahora lo iba a notar, ¿verdad? Aunque puede que lo hubiese notado desde el principio. Sentí entonces sus dedos aferrándose a mi mano, comenzando a jugar con la misma de manera algo distraída. No dije nada, y aunque di un pequeño respingo cuando noté la diferencia de su piel fría con la mía que estaba ardiendo, acabé por dejarle hacer. Así como le dejé hacer todo lo siguiente, sin oponer ninguna resistencia. Era obvio lo que él quería que pasase cuando entramos en el aula, y yo no me había negado en ningún momento. Era lo que había querido, al fin y al cabo, al aceptar la invitación a la fiesta. Hacer cosas que tenía prohibidas. Dejar de ser la chica inocente, la que necesita protección. Correspondí al beso sin dudar, aunque tuve que separarme después de unos segundos, con la respiración entrecortada. Me había tomado desprevenida y mi cuerpo aún no estaba acostumbrado a ello. —¿Y le acabas de quitar ese privilegio? Qué malo~ —la voz se me quedó en un susurro al decir aquello. Mis ojos pasearon entonces por su rostro hasta mirarle los labios, mordiéndome el mío inferior al hacerlo. Quería más. Joder, quería mucho más. Pasé mis brazos por detrás de su cuello, pegándome aún más a su cuerpo si acaso era posible, y volví a besarle, tomando algo de iniciativa por primera vez en la noche. Una chispa de calor se encendió dentro de mí. Solo aquello se sentía demasiado bien. Contenido oculto COMO LO SIENTO JEZZIE BUT DIS BITCH A HOE
Había decidido ir despacio. No conocía a Emily y, en verdad, lo último que habría querido era espantarla. ¿Lo hacía por ella? ¿O por él? ¿Le preocupaba que se sintiera cómoda o sólo no quería perder la única diversión que había conseguido hasta el momento? No estaba muy seguro. Tampoco importaba. El primer beso había sido relativamente tranquilo, lo suficiente para probar sus labios y permitirle amoldarse a sus movimientos, analizar cómo le gustaría hacer las cosas y, por qué no, tentarla. ¿Darle todo de primera mano? No era su estilo. Tenía ambas manos en su cintura cuando Emily se separó. Las deslizó hasta sus caderas y soltó una risa ronca al oírla. Eh, le estaba gustando esa niña. Mira qué rápido se había amoldado. Absorbió cada uno de sus movimientos con una intensidad abrumadora, la forma en que lo miraba y cómo se había mordido el labio. Mierda, Hodges, ¿quieres jugar sucio? Llevó una mano a su nuca y la presionó contra él al corresponder el beso, profundizando el contacto y girándose sobre sí para pegarla contra la pared a su lado. Lo hizo suave, cosa de no golpearla, pero una vez notó la resistencia del otro lado se deshizo de su coleta y enredó los dedos en su cabello. La besó, la saboreó y la sintió contra él. Aún no llegaba al final, sin embargo, no había colado la lengua dentro de su boca ni probado otras partes de su cuerpo. Aún. —Bueno —susurró, ligeramente agitado, alcanzando su oreja con los labios—, ya que le he robado tamaño privilegio, mejor hagámoslo valer, ¿no? Emi-chan~ Aferró ambas manos a la tela vaporosa de su vestido, arrugándolo aquí y allá, cuando bajó a su cuello y comenzó a repartir un reguero de besos. Castos, al principio, luego humedeció sus labios y fue deslizándolos sobre la piel nacarada. Respiró con fuerza, le echó su aliento caliente y presionó la lengua de tanto en tanto. Decidió detenerse al alcanzar su hombro, la tira de su vestido, y amenazar con correrla hacia abajo con la punta de la nariz. Se sonrió, divertido, y alzó la cabeza para verla a los ojos y acariciar sus labios con el pulgar. —Dime una cosa, preciosa, ¿habías hecho algo como esto antes? ¿Era curiosidad? ¿Quería molestarla? ¿Era, quizá, su forma de marcar una extraña forma de posesión sobre ella? Era un cabrón, al fin y al cabo, y le interesaba demasiado el puto poder sobre los demás. Sobre las demás. Entornó la mirada, opaca y risueña, y susurró sobre su boca antes de volver a besarla: —¿Quieres más~?
Emily Hodges Sentir la fría pared contra mi espalda y el pelo rozándome cuando Joey me soltó la coleta me arrancó un gemido que, por suerte, se perdió en mitad del beso. Ese fue el único que tuve la suerte de poder disimular. Moví la cabeza sin pensar, cuando comenzó a dejar besos por mi cuello, facilitándole aún más el trabajo. Creo que tampoco fui muy consciente de como mis piernas se apretaron al sentir sus manos sobre mis caderas, o su aliento sobre mi oreja. Lo que sí sentí fue mi piel erizándose con cada toque húmedo que dejaba sobre mí, el pecho moviéndose de forma irregular por la respiración entrecortada y los jodidos gemidos ahogados que escapaban de mis labios por mucho que intentase esconderlos. ¿Eran todas esas reacciones normales o simplemente la inexperiencia me hacía exagerar? No tenía ni idea, lo único que sabía era que nunca me había sentido tan bien antes. Entreabrí los ojos cuando sentí que se separaba, mirándolo con una expresión entre expectante y demandante. No pares ahí, por favor. —¿Hm? —fue lo primero que dije, sin procesar del todo la pregunta que me había hecho—. Puede, ¿tú que crees? De nuevo, fui incapaz de hablar más allá de un susurro. Es obvio que es no lo había hecho antes, ¿para qué preguntas? Eres igual que Katrina. Solo me dio tiempo a asentir ligeramente antes de sentir de nuevo sus labios sobre los míos. Todo mi cuerpo pedía más, él más que nadie debía estar notándolo. Mis manos bajaron entonces, entrometiéndose en su camiseta al llegar a la parte baja, y con los dedos rocé sus abdominales hasta alcanzar el límite de su pantalón. ¿Hasta dónde nos daría tiempo a llegar?
Sonrió contra sus labios un momento antes de ladear la cabeza, tomar aire y colar la lengua dentro de su boca; fue apenas una intromisión, un movimiento rebote que la buscó y volvió a su lugar antes de concretar cualquier cosa. ¿Qué creía él? Era obvio, sólo la estaba molestando. Jugaba con ella. Sólo el diablo podía tener la puta templanza de mantener la compostura cuando semejantes gemidos llenaban el aula. Una risa baja vibró en su garganta y murió contra la boca femenina cuando sintió sus manos colándose debajo de su camiseta. Vaya, vaya, pero si no sería un pajarillo atrevido. No le dio tiempo realmente a formular queja, sus manos engancharon sus muslos y la alzó del suelo como si de una pluma se tratase, dándose vuelta para sentarla sobre un pupitre y volver a comerle el cuello. El cuerpo de Emily chocó las latas de cerveza, que cayeron al suelo y se derramaron. Allí estaba de nuevo, junto a las tiras de su vestido. Desde aquel ángulo alcanzaba a divisar el escote del vestido, sus pechos presionados por el sostén, y soltó el aire de golpe. Depositó un beso casto sobre sus clavículas, luego otro, un poco más abajo, y sus manos le acariciaron las piernas. —Emi-chan —la llamó, juguetón, hablando contra la piel de su cuello—. Me encanta tu predisposición, pero ¿no crees que deberíamos ir calmándonos? Sus palabras parecían apelar a su juicio, pero se contradecía por completo cuando sus manos iban colándose bajo la falda del vestido poco a poco, y su aliento le rozaba la piel y no se había despegado de ella ni un centímetro. —Digo, ¿estás segura de esto~?
Contenido oculto Bueno, ya he comido y recuperado fuerzas para parar este desastre (?) Emily Hodges —Ngh. Sentir a Joey levantándome me sorprendió tanto que acabé por morderle el labio sin querer, aunque supuse que tampoco le molestó. Tuve que sacar las manos para rodear su cuello, afianzando el agarre hasta que volví a sentir que estaba apoyada sobre algo estable. El pupitre. Dios, ni siquiera el estruendo de las latas cayendo logró sobrepasar mi voz. Al menos logró disimularlo un poco, eso sí. Sus besos volvieron a centrarse en la zona del cuello, pero en aquella ocasión se dispuso a bajar un poco más, tentándome de nuevo. Y sus manos, colándose por debajo del vestido para acariciarme las piernas. ¿Calmarnos? Me estaba volviendo loca. Por suerte tuve un momento de lucidez. Sus acciones se contradecían con sus palabras, pero estas últimas habían conseguido hacerme volver en mí lo suficiente para recordar dónde estábamos y el hecho de que en cualquier momento alguien aparecería por esa puerta y nosotros tendríamos que volver a la azotea. Con Katrina. Coloqué mis manos sobre las suyas, obligándole a parar, y finalmente pude mirarlo de nuevo, un breve segundo, antes de bajar la vista de nuevo, suspirando. Como sigas un milímetro más no voy a poder parar. —Tienes razón... —carraspeé entonces para recuperar algo la voz—. Seguro que nos están esperando ya...
Sus movimientos se detuvieron automáticamente en cuanto sintió las manos de Emily sobre las suyas; era la única señal que necesitaba, casi como si la hubiera estado esperando. Como si la chica hubiera captado sus verdaderas intenciones, esas que coincidían más con sus palabras que con sus acciones. Era un cabrón, pero tenía noción del tiempo y sabía que en cualquier momento alguien aparecería. Tampoco le interesaba forzar a una chica aún inexperta en esa clase de situaciones. Le sonrió, repasando sus facciones contrariadas, los labios enrojecidos y el cabello algo desprolijo sobre el rostro. Podría habérsela comido de un bocado, podría haberla llevado a otra habitación de las mil que tenía la escuela y devorarla. Podía hacerlo, tenía las putas llaves de toda la Academia. Podía hacerlo. Pero no lo haría. Se agachó, recogió la bandita que le había quitado del cabello y se la extendió en silencio. Su respiración poco a poco volvió a calmarse y enterró las manos en los bolsillos. Echó un vistazo alrededor. —Bueno, linda, ¿te parece que volvamos a la fiesta? Ya deben extrañarnos~ Se encaminó hacia la salida y, a mitad de camino, volvió la vista a Emily para sonreírle animado, casi infantil, y pasar un brazo sobre sus hombros. —Luego tienes que pasarme tu número, florcita, ¡me caes bien! Y siempre podemos volver a divertirnos un rato, si te apetece~
Emily Hodges Aproveché el tiempo en el que el chico se separó para buscar la goma del pelo para regular mi respiración y los latidos de mi corazón, llevándome la mano al pecho. Aquello había sido lo más intenso que había hecho en mi vida. ¿De verdad acababa de hacer todo eso? Podía culpar al alcohol, claro, pero no podía negarlo: yo solita había tomado todas esas decisiones. Murmuré un "gracias" mientras recogía la bandita y me bajé del pupitre en cuanto tuve oportunidad, utilizando el reflejo que me proporcionaba la ventana para rehacerme la coleta del mejor modo posible. Estaba hecha un jodido desastre pero al menos podría disimularlo un poco. Ya iba a ser bastante vergonzoso volver con los demás con esas pintas. —¿Eh? —apenas tuve tiempo de reaccionar al girarme cuando sentí de nuevo su brazo sobre mis hombros—. Ah, c-claro, senpai —murmuré, dejándome guiar hacia el exterior del aula después. Se suponía que solo iba a ser esa noche. Una noche para liberarme y mañana volvería a ser la que se suponía que tenía que ser. Me disculparía con Mimi y con Aika, no volvería a hablar con Katrina y no volvería a incumplir una norma. Pero acababa de aceptar darle el número a Joey y la probabilidad de repetir aquello, o incluso más. Y no me arrepentía. Contenido oculto El buen develop mientras vinene el salty boy (???
Se dejó llevar por ella a pesar de que sabía que llegar allí podía arrojarle una cubeta de agua fría sobre la espalda, en el fondo, aunque no quería que fuese así, sabía que quizás tenía que ser de esa manera. Una vez en el pasillo, lo soltó y se detuvo frente a la puerta, aún sosteniendo la lata fría entre sus delgados dedos. Observó la puerta como quien contempla un portal a otro mundo, como si no hubiese estado allí hace un rato. ¿Qué esperaba? Lo detectó apenas, el movimiento de su pierna que deslizó apenas unos centímetros la tela del vestido. Jez, ¿qué pretendes? ¿Tocar de una puta patada? La tomó por el brazo, haciéndola retroceder y ella casi pierde el equilibrio, pero logró sostenerla. Agitó la cabeza, como si la mente le hubiese vuelto al cuerpo y él volvió a retirarse el cabello del rostro con la mano. Era usual eso, ¿no? A veces parecía que se desconectaba, que bajaba el interruptor de algo dentro de sí misma, alguna emoción negativa escapaba y luego subía el interruptor de nuevo, regresando a ser la Jez que era siempre. ¿Tan fastidiada estaba? ¿Había sido tal su interés? No. Era probable que estuviera fastidiada consigo misma, que se sintiera como una estúpida por no haberlo notado antes, por haberle extendido la mano. Hubiese pateado él la puerta en su lugar, quizás con apenas un poco más de alcohol en la sangre lo hubiese hecho, tenía motivos suficientes. Aunque con la fuerza que golpeó la puerta realmente no había demasiada diferencia. Aún así, cuando habló, no alzó la voz más allá de su tono normal, aunque sonaba hastiado. Ah, qué ganas de escupirle en la cara. Y la chica... se había fundido con el mundo de sombras. Había sido dejada entrar por Cerbero. Justo como le había dicho a Suzumiya. —Inglés, tienes dos segundos para subirte los putos pantalones. —Abrió la lata y se permitió un trago largo—. Te esperan en el infierno, Satanás. Contenido oculto le iba a cerrar la boca al estúpido pero no lo logré alv
Había extendido la mano para que Emily le alcanzara su móvil, de camino a la puerta, cuando ésta se abrió prácticamente de un azote frente a sus narices. Joey dio un respingo, asustado, y se llevó la mano al pecho tras soltar a Emily. Sonnen tenía que ser. Mierda, qué puto enfermo. Vaya, vaya, parecía que a esa botella también le iban los juegos macabros. Reconoció sin demoras la silueta delgada de Jezebel a su lado y recobró la compostura, su sonrisa tranquila y todo el resto de la máscara que no planeaba removerse en ningún momento de la noche. Había organizado esa fiesta para divertirse, y eso era lo que haría. —¡Bellabel! —exclamó, emocionado, ignorando de plano al moreno, y pasó junto a ellos. Pensó en acariciarle la cabeza pero se contuvo; no quería problemas innecesarios—. Ah, ¿otra vez aquí? Esa botella sí que quiere alejarte de mí, eh, qué malvada~ Le guiñó un ojo, ya en el pasillo, y cuando Emily llegó a su lado le puso la mano sobre el hombro para comenzar a caminar hacia la azotea. Se despidió de los tortolitos con el brazo en alto y, una vez les dio la espalda, desvió la mirada hacia el cielo que le permitían las ventanas. Ah, había pocas estrellas. Contenido oculto chale, qué incómodo fue eso
Contenido oculto i wANNA SEE YOU SHACKING IN YOUR BOOTS- ok i'll stop. Aviso desde ya que perdí la puta cabeza, bueno no, mis estúpidos hijos ebrios y emputados perdieron la cabeza y salió tremenda salsa. Tiene extensión de fic (?) Si no quieren comerse este tocho, pues tampoco culpo a nadie *lanza la cerrilla en el tanque de gasolina* Los siguió con el rabillo del ojo cuando salieron de la clase camino a la azotea y era probable que si se hubiese atrevido a ponerle una mano encima a Jez con semejante descaro, lo hubiese azotado contra la pared, sacándole el aire de los pulmones. Lo notó, esta vez Jez no reaccionó, si acaso le sonrió, pero no le respondió. Entró al aula, notó las latas y el contenido derramado. Eran imbéciles, ¿verdad? Las levantó, para tirarlas en una de las papeleras, junto al palito de la paleta que le había regalado Anna al principio de la noche, y regresó sobre sus pasos al aula. Jez lo siguió y, para su sorpresa, cerró la puerta tras de sí. Por alguna razón esa sola decisión le subió el corazón a la garganta. Estaba enojado. Ebrio. Y ella no estaba muy lejos. La vio caminar hasta el escritorio y subir, sentándose con las piernas cruzadas, mientras se bajaba una parte de la cerveza. La tenue luz que se filtraba le arrancaba destellos no solo a su cabello, ahora sobre sus hombros, sino también a su piel perlada que parecía tener luz propia. Clavó su mirada dorada en él y sus gestos se suavizaron, le sonrió, una de sus sonrisas suaves. Dios. Él bebió un trago también y quizás evitando sus ojos adrede por primera vez en años. —En la mañana intentaste quitarme de su camino, ¿no es cierto? —La escuchó murmurar—. Empecé a darme cuenta en la pista, con las pruebas de salto. ¿Al fin vas a agudizar los sentidos Jez, justo ahora, de verdad? —¿Ah? —Se estaba portando como un chiquillo y respondió en un tono de voz tan bajo que hasta a él le costó escucharse—. Sí. —Y por eso estás aquí también, aunque has estado molesto toda la noche. Asintió con la cabeza, bebiendo de nuevo. A Jez se le escapó una risa suave, ciertamente resignada. Esta vez fue ella quien recostó la espalda sobre la superficie del escritorio, clavando la vista en el techo. Joder, el puto alcohol. No pudo evitarlo, simplemente la cabeza ya no le funcionaba con frialdad. Tenía demasiado calor y el mundo no parecía tan bien enfocado. Recorrió su figura delgada con la vista, las sutiles curvas de su cuerpo, esas que había notado apenas entró a la adolescencia. Las piernas, apenas cubiertas por la fina tela del vestido, su perfil delicado... Dejó escapar el aire por la nariz, con cierta fuerza. Encima había flaqueado en su eterna calidez y bondad, había dejado de parecer una muñeca perfecta un instante. —No iba a quedarme tranquilo incluso si venías con Hiradaira —admitió, aún en voz baja. —Gracias, Al. —No hay nada que tengas que agradecerme, Jezzie, lo sabes. Guardaron silencio, ni idea de si fueron segundos o un par de minutos, pero tampoco importó. No era incómodo realmente, solo era. Desvió la vista a la ventana, a las luces lejanas y observó su reflejo difuso en el vidrio. Los ojos como ciénagas negras, la mata de cabello revuelto, la ropa oscura que casi lo transformaba en parte de las sombras. Bueno, ahora quizás debía agradecer que en condiciones normales Jez no hubiese salido con él a beber. Sin una gota de alcohol en el cerebro, su mente cuadrada podía ignorar todo lo demás y centrarse en no arruinar la única amistad buena que tenía. Su mente aterrada, que lo hacía mantenerse quieto con tal de que siguiera a su lado. —Nunca he besado a nadie. —Volvió a murmurar la albina, casi como si estuviera contando un secreto. Él lo sabía, por Dios, era su mejor amigo. —Lo sé, Jezzie. Puedes negarte, ¿sabes? Está bien. —Aunque eso significaba que iba a terminar ebria. —¿Pero y si no quiero negarme? ¿Qué? Regresó la vista a ella, se había incorporado de nuevo y se bajó lo que quedaba de la lata en un par de tragos. Luego dejó el envase vacío a su lado, mientras posaba la vista en sus manos, ahora reposando en su regazo. —Entonces no te niegas, pero no te fuerces. ¿Qué coño estaba diciendo si ese beso podía terminar siendo para Wickham? Presionó la lata en sus manos, confundido con su propio tren de pensamiento. Jez asintió ligeramente con la cabeza, despacio, como si estuviera procesando esa idea. —Al… Has sido mi amigo mucho tiempo y te quiero mucho. —¿Ya se le había subido el alcohol a la cabeza? Tuvo que volver a beber, intentando regresar el corazón a su lugar. Se dio cuenta por dónde avanzaba Jez, perdida, quizás hasta asustada. Dios, para—. ¿Está mal que me beses tú? Quiero decir, confío en ti. ¿Mal? Pues como tal no estaba mal. No si era lo que quería, incluso si no lo quería de una forma romántica, la gente podía besar a quien le viniera en gana siempre que fuera consensuado. ¿No había pasado él tonteando con Kurosawa durante meses, a pesar de no quererla, a pesar de vivir colado por Jez? Sí. Pero el problema es que incluso si ella quería besarlo y él también, estaban en niveles diferentes, muy diferentes. Y él iba a salir perdiendo. ¿Cuántas veces no habían estado juntos, solos, y nunca se le había pasado eso por la cabeza? ¿Cuántas veces habían mirado la tele hasta terminar dormitando? ¿Cuántas veces ella lo había abrazado y lo había cuidado? Incluso días antes había estado metida en su cama... ¿Entonces? El maldito sexto de botella de tequila y la puta ira. —No —respondió a pesar de todo, movido por el alcohol. Ya no podía filtrar demasiado bien sus propios pensamientos—. Quiero decir, no está mal si es lo que quieres. Incluso a la débil luz que la alcanzaba, se dio cuenta de que el color le subió al rostro con intensidad. ¿Qué mierda pasaba con eso? ¿De verdad quería? Quizás era cincuenta y cincuenta. Quería, pero lo quería por pura curiosidad, porque había estado toda la noche viendo besos ir y venir, y porque el poco alcohol que había tomado rápidamente ya le estaba haciendo efecto. >>Jez, ¿es lo que quieres? Nunca haría nada que no quieras. Juró que tragó grueso, que iba a guardar silencio y dejarlo estar, pero no. La palabras le salieron en tropel. —Sí quiero. De entre toda la gente aquí, si me dieran a elegir, te elegiría a ti sin dudar. —El corazón antes atorado en la garganta del muchacho se desbocó y luego volvió a detenerse—. Eres mi mejor amigo, Al. Lo alegraba y lo mataba a medias. Lo elegía a él, pero no dejaba de ser eso, su amigo. De todas formas, ya no le quedaba autocontrol suficiente para esa noche maldita. Dejó la lata vacía en uno de los pupitres junto a la venta y se acercó a ella, casi con cautela, como si temiera que echara a correr como un conejo o alzara vuelo como un pequeño pajarillo, pero no lo hizo. No había manera de que lo hiciera. Le corrió un mechón de cabello detrás de la oreja y le dedicó una caricia en la mejilla, cariñosa, suave. Su piel era tan delicada que le daba miedo lastimarla sin querer. Allí estaban sus ojos dorados, mirándolo, atravesándolo de lado a lado, los cerró en cuanto sintió la caricia. Qué cagada. Era una cagada de dimensiones colosales. Pero si no lo hacía en ese momento… no iba a hacerlo nunca. Ella lo había aceptado. No importaba por qué y si había un momento en que Jez era verdaderamente honesta, era cuando aceptaba a alguien. Unió sus labios mientras acunaba su rostro, fue apenas un roce, eran suaves y asombrosamente cálidos, la sintió aferrarse a su camisa, atrayéndolo hacia sí. Reaccionó despacio, ciertamente con algo de torpeza, pero a él no le interesaba. Olía a su perfume de siempre, fresco, floral. Había perdido la puta cabeza. Por puro instinto, sintió como Jez separaba apenas los labios, dándole permiso. Su mano pasó a su nuca a la vez que se coló en su boca, húmeda, con cierto gusto a cerveza todavía. Era un maldito brusco, pero allí estaba, besándola como si fuese lo más delicado del mundo. Apoyó las manos a ambos lados de su delicada figura, haciendo que se inclinara ligeramente hacia atrás al sentir el peso de su cuerpo. Ardía. Reaccionaba. ¿Por qué mierda reaccionaba? Era imbécil. Jez tampoco era de piedra y seguía siendo una adolescente, bastaba pulsar un botón para cambiar el orden de prioridades. Qué maldito calor. Pasó sus delgados brazos por detrás de su cuello, pegándose a él, sin embargo no reacción hasta que sintió sus piernas a ambos lados de su cuerpo, a punto de rodearlo. Se detuvo prácticamente de golpe y dejó caer la cabeza sobre su hombro, y como era usual las hebras blancas se revolvieron entre las negras. Casi pudo escuchar un sonido de protesta surgir de los labios de Jez. Su Jez. Era un puto asqueroso, ¿no? Ni siquiera le había preguntado si estaba molesta, si estaba bien, si prefería ir a casa de una vez por todas. —Listo, Jezzie —murmuró, incapaz de mirarla—. Eso es todo. Joder, estaba sonrojado como un puto niño. Contenido oculto para el dato (?? 1400 palabras JJAJAJA *c mata*
Por primera vez en lo que iba de la noche, sus movimientos recordaban a los de un gato; un zorro, quizá. Lentos, suaves, acompasados. No hizo estruendo al abrir y cerrar las puertas, ni bajó las escaleras corriendo, ni tarareando cualquier canción aleatoria. Los pasillos eran oscuros y silenciosos, incluso si intentaba agudizar sus sentidos... no oía nada. Nada en absoluto. Liberó el aire a consciencia antes de abrir la puerta del aula. Lo hizo casi a cámara lenta, tranquilo, y estaba serio. ¿Qué había esperado encontrar? ¿Cómo los había imaginado? Había mejores opciones, sí, también las había peores. Fuera de la forma que fuera, allí estaban: Bellabel sentada sobre el escritorio y su fiel perro guardián abrazándola. No tenía idea cómo habían llegado a eso ni le apetecía preguntar. —Buenas, buenas, tortolitos —canturreó, en un tono suave y ligeramente grave; no tuvo problema alguno en colocarse una máscara y sonreír, aunque le faltara el estúpido turbo de energía usual—. Lamento interrumpir, pero el juego acabó y, bueno, pueden hacer lo que quieran, realmente. Comenzó a irse, aunque se detuvo un momento antes de desaparecer por el marco de la puerta. —Si gustan, estamos arriba comiendo papitas. —Buscó entonces la mirada de Jezebel, la buscó a consciencia, y le sonrió con algo más de dulzura—. Nos vemos~ Eh, no era muy su estilo, ¿no? Y probablemente acabara de darle una gran razón a ese imbécil de Sonnen para regodearse. Ah, qué va. Le daba igual. Contenido oculto chale me duele
Sus filosos orbes se deslizaron por el salón mientras apartaba su chaqueta de cuero de Violet, sin delicadeza alguna pese a que ésta se sujetaba disimuladamente de una esquina de la misma, manteniéndose recta con el rostro parcialmente dirigido hacia una de las esquinas del salón, deslizando la yema de los dedos de su mano derecha por el tablero tras ella, sintiendo el vibrar de uno de los sensores de sus muñecas. <<No te aferres de mi chaqueta, tonta>> <<Lo haré mientras memorizo los escalones, no me molestes Natsu>> —Buenos días —murmuró fresco, como si las escaleras no le hubiesen afectado o se hubiese tomado el tiempo en subirlas, sin ningún tipo de prisa—. Mi nombre es Natsu Gotho —continuó con naturalidad pese a que las presentaciones no eran situaciones que apreciara en lo más mínimo—, y como pueden notarlo, soy nuevo. Escudriñó por un momento a Violet que estaba a su lado, visiblemente tensa al sentirse observada pese a tener aquella venda cubriéndole los ojos. En cuanto terminó su pobre presentación se encaminó hasta uno de los asiento cerca de las ventanas. Causó fricción con sus dedos en el tablero, percibiendo que la figura más alta que ella se apartaba dejándola ahí de pie. —Mi nombre es Violet Balaam, soy extrajera —su voz salió con acento ruso, suave y parsimonioso—. Es mi responsabilidad el que transfirieran a Natsu, por favor, sean amables con nosotros. Esperaba que ahora sí, la disculpara por causar que lo sacaran de su anterior instituto, y lo metieran en donde la tenían programada hace un año atrás. Con disimulo comenzó a moverse hacia adelante, tocando suavemente cada pupitre al sentir los sensores de sus muñecas vibrar por la cercanía de objetos sólidos, moviendo sus pies con delicadeza hasta creer estar lo suficientemente lejos de Natsu. <<No me hables, haz de cuenta que no me conoces>> Arrastró con calma el asiento y se abrió paso, sentándose en la esquina contraria del conocido. <<Si te acomplejas, es tu problema>> Contenido oculto Ojalá haya alguien ahí, así sea el docente porque que vergüenza presentándose a la nada