Aula 3-1

Tema en 'Tercera planta' iniciado por Yugen, 9 Abril 2020.

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    Insane

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    —Llegué en buen momento entonces —comenté burlón, sin pasarme desapercibido el que el principito traía cara de pocos amigos, bueno, al menos en dirección de Joey.

    No lo entendía, si el tipejo era lo más de bien, bueno, si lo entendía pero me importaba un culo en realidad. Lo escuché decir sobre su almuerzo, y bueno, algo de hambre si que tenía, atendiendo el golpe en la pata de la silla a lo que saqué la billetera del bolsillo, entregándole el dinero de un bento como tal, ya me había memorizado los precios y eso.

    —Un bento, ah, y alguna bebida de la máquina ya que estamos —acentué la sonrisa en lo que le entregaba el dinero. Me imagina que igual el principito no pediría nada, y mucho menos con el almuerzo que tenía frente a él.

    En cuanto Joey desapareció por la puerta, recorrí al principito de pies a cabeza, sin prisa alguna, casi que deparando en sus labios y luego frenando en sus ojos, como si fuese un vicio ahí al frente, de esos que no estaba mal consumir diariamente, pero venga, muy avaricioso de mi parte, o quién sabe~ Moví el pie izquierdo para tocar el suyo, apenas de un roce.

    —No te había visto hace días~ —me relamí los labios con la sorna en cara, colocando el codo izquierdo en el espaldar de la silla.

    Solo había que verlo, su uniforme impecable, peinado perfecto, enderezado como si fuese de la realeza, y yo, con el uniforme mal trecho, el cabello alborotado, y lo rebelde en cada poro de mi piel. Si parecíamos un reflejo de lo contrario a todo dar~
     
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    Gigi Blanche

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    La seriedad que mantuve hasta que el cabrón por fin se fue había sido absoluta. Me caían mal esos imbéciles, fin de la historia. Montados en sus tronos de humo, creyéndose la gran cosa sólo por labrarse cierta reputación entre mocosos de diecisiete años. No tenían idea de nada, de la vida en absoluto, vivían de ilusiones con fecha de caducidad. Que esperaran unos meses, no más. Unos pocos meses y se darían la puta cara contra la pared. Apenas se graduaran, la ilusión desaparecía.

    Pero ni que me interesara hacer caridad.

    Noté de soslayo que Kasun me recorría con la vista y respiré por la nariz, deslizando la mirada a él. No era ciego ni imbécil, Zeldryck entraba perfectamente en la misma categoría del otro idiota. Imprudentes, impulsivos, de esos que se buscaban los problemas a pulso. Vivían como si jamás fueran a morir. ¿Y la línea dónde la trazaba, entonces?

    —Estuve siempre aquí —repliqué, relajando la seriedad para echarme encima la sonrisa burlona de siempre.

    Entre los que me servían y los que no, claro.

    Tampoco había planeado buscarlo ni remotamente, no luego de la mierda de los baños. Es decir, si de por sí nunca iba detrás de nadie, con eso en el historial aún menos. De la forma que fuera, ya con una semana de distancia la molestia inmediata se había disuelto y medio podía seguirle el rollo sin que el estómago se me volviera en dos.

    También era una cuestión de orgullo.

    —¿Qué tal? —pregunté bastante porque sí, revolviendo algo de comida con un palillo.
     
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    Había ido toda la semana a estudiar y no me lo había topado ni una vez, vaya cosas, parece que me había entretenido demasiado pasando el rato con Cathy, o con Alisha hoy en la mañana, vete a saber, aunque tampoco me importaba en realidad, es decir, no es como si tuviese a alguien especial entre la gente que quería comerme como tal~

    Seguí el movimiento de sus palillos y luego bostecé porque sí, en lo que le daba respuesta.

    —Todo bien —murmuré—, ¿tú? ¿me has pensado algo al menos~?

    La sonrisa en mi cara volvió a acentuarse, no porque estuviese pensando en cuanto lo masturbé, naj, que va, era por puro vicio que solía preguntar esas idioteces. Regresé la vista a sus ojos en lo que volví a mover apenas el pie bajo la mesa, enterrando las manos en los bolsillos en lo que le rozaba el tobillo. Ni puta idea de qué era, pero éste chico siempre tenía algo que se me antojara.

    —Por ahí vi panfletos de un festival la próxima semana —el tipo era Japonés sino mal recordaba, y yo ni puta idea de qué trataba—, deberíamos ir, juntos, los dos, solos~

    Pasé la punta de la lengua por las muelas izquierdas, las inferiores, manteniendo la sonrisa cagada en la cara.
     
    Última edición: 24 Octubre 2021
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    Gigi Blanche

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    ¿Qué hacía conversando tan tranquilamente con el cabrón este mientras almorzaba? El milagro del tiempo, suponía. No debía haber mierda que no se diluyera, que no subsanara al menos en parte. En definitiva, todo siempre acababa resumido a las sensaciones inmediatas, a la memoria reciente y lo que yacía fresco sobre la piel.

    Si con amnesia todos éramos más felices.

    Kasun se notaba como siempre, desenfadado y fanfarrón. En sí jamás había llegado a pensar que el incidente en los baños podría haberle preocupado o, ni idea, ¿hecho reflexionar? Si el cabrón parecía vivir llevándose todo por delante. De ahí que no me sorprendiera el hecho de que se hubiera aparecido bien fresco frente a mí, como si nada. Yo tampoco le daba semejante entidad al problema, siendo honestos.

    O al menos eso quería creer.

    Lo miré de soslayo, realmente sin sonreír, al preguntarme si había estado pensando en él. Lo miré, repasé sus facciones y exhalé por la nariz, regresando la atención a la comida.

    —No realmente —respondí con calma, aunque seguí revolviendo la comida sin probar bocado—. No tiendo a pensar en las personas que me tocan los huevos.

    Qué va, no era mi intención caerle con reclamos ni pretender que cambiara algo de su conducta por mí. ¿Qué éramos, en definitiva? Una puta mierda. De por sí nunca esperaba que nadie hiciera nada por mí siendo que probablemente yo tampoco me tomaría la molestia en caso contrario. No dejaba a la gente entrar, ni siquiera acercarse, no la dejaba nunca y ya tenía aprendido que cualquier otra alternativa acababa en desastre.

    De la forma que fuera, cuando su pie alcanzó mi tobillo no me moví. Sentí una ligera tensión que se desvaneció rápidamente, pero no me moví. Volví a girar el rostro en su dirección, en silencio, y no me surgió el impulso de mofarme de su invitación. No lo sentí porque había otra mierda que me seguía haciendo ruido desde que Riamu se quedó en mi casa, desde que estaba a punto de follarme a una chica y en mi cabeza apareció la idea de que mejor iba a ser así, mejor que fuera una tía y estuviera en mi cama. Mejor para todos.

    Mejor que no fuera un puto maricón, ¿verdad?

    —¿Y qué te hace pensar que yo querría ir contigo a un festival? —repliqué, monótono, y no sentí nada al respecto.

    Mejor que nadie me viera en público con un tío.

    Absolutamente nada.


    se me fue en picada, ups
     
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    No le di importancia a su respuesta, no solía hacerlo nunca cuando mis preguntas de coqueteo no eran más que estúpideces que soltaba por la pura gracia, poco sabía yo que éste niñato traía consigo alguna puta carga por su orientación sexual, cuando en definitiva a mi no me importaba si me veían comiéndole la boca a un tipo o alguna chica, me limitaba a disfrutar del momento, las sensaciones sin involucrar sentimientos, porque venga, cuando se me iban en banda estupideces como esa me desconocía, y aquello podría decirse que estaba encerrado desde hace uno o dos años atrás, vete a saber.

    —Que lástima~

    Seguí el movimiento de sus palillos y dejé quieto el pie bajo el escritorio, ladeando apenas la cabeza en lo que apenas de forma perceptible elevé las cejas por unos segundos, sin embargo mis facciones se mantuvieron, y si acaso entorné la mirada ligeramente. ¿Me estaba concediendo el argumentar? ¿O me estaba rechazando de buenas a primeras? Uy, me esperaba la segunda antes que la primera~

    —El que la vas a pasar bien, como debes saberlo —murmuré en lo que pestañeaba con parsimonia—, además, me vendría bien un guía, ¿sabes? aún llevo poco tiempo, Kou~

    Busqué sus ojos para anclarme a ellos sin razón aparente.

    —¿O qué debo hacer o qué para que digas que sí?~ —relajé los hombros pese al tono burlón que mantenía prendado en la voz—, contigo no me importa pasarme de generoso, principito.

    Iba a leer la piscina primero pero mira, terminé acá y de impulsos estoy hecha
     
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    Gigi Blanche

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    Había algo que me crispaba los nervios de este chico, ¿verdad? ¿Sería acaso la liviandad con la que vivía? ¿La absoluta falta de relevancia, de peso o importancia que le otorgaba a todo? ¿O sería, quizá, la clara evidencia de que vivía como le salía del culo sin atender a demandas externas? ¿Eso le daría felicidad? ¿Sería genuinamente feliz? Quién sabe.

    No se tomó mi respuesta en serio, cosa esperable, pero dejó el pie quieto. Quizá debería haberlo rechazado más abiertamente, lo pensé al notar la intención en su rostro. La intención de regresarme la jugada, si se quiere, o peor: de argumentar. ¿De verdad creía que había algo en él capaz de hacerme cambiar de opinión con respecto a nada? ¿Qué clase de poder pensaba que tenía?

    Sobre una bestia del orgullo.

    Le mantuve la mirada encima, inmutable. Si acaso lo del guía tenía un mínimo sentido, no más. Pese a todo, pese al fuego desagradable que me estaba molestando en la boca del estómago, dejé que terminara de hablar. Recién entonces esbocé una sonrisa ligera, incrédula, y apoyé una mano en mi mesa, la otra en el caño de mi silla, para incorporarme a medias. Me incliné en su dirección, lo suficiente para hablar sin que nadie pudiera oír, y no le quité la vista de encima ni un instante.

    —Me acabaste puto encima, Kasun. —Pese a haber hablado con la eterna calma, una clara nota de desprecio se me coló en la voz—. Otra vez, ¿qué te hace pensar que querría saber algo contigo?


    :shani:
     
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    Al parecer lo del baño si que le había causado malestar, pero vete a saber si alguna vez desarollaba un sexto sentido para enterarme a dónde le gusta y dónde no que le acaben, cuando nuestras interacciones no solían estar más que permeadas de tensión sexual, aunque esta podría ser una excepción. Bostecé luego de escucharlo en lo que sacaba la izquierda del bolsillo, sobando apenas el borde de mi ojo derecho al estarme fastidiando una pestaña.

    —No vuelvo a acabarte encima —concedí sin mayor relevancia—. Vete a saber~ —solté nada más por mera inercia ala seguna pregunta, sino quería nada pues nada tendría, qué se le iba a hacer.

    Miré a la puerta sin abandonar la sonrisa cagada, ya hasta hambre tenía y el cabrón de Joey no llegaba. Regresé entonces la atención al chico bien vestido y volví con la izquierda al bolsillo.

    —¿Y entonces? ¿Te dejo en paz o qué? —me tragué las ganas de reírme, no porque no fuese a cumplirlo, sino porque imaginaciones mías no eran la conexión enferma que teníamos en algún aspecto, a fin de cuentas me había permito tocarlo como me vino en gana en algún momento, y mira que si lo mío era la lujuria desmedida, lo de este era el orgullo—, su respuesta serán órdenes, principito~
     
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    ¿A la gente le gustaba que le acabaran encima, fuera en la espalda o la punta del pie? Hombre, no tenía mucha experiencia y no era yo ningún juzgador de kinks ajenos, pero me daba que no era una cosa muy habitual. Pero mira, conocía a Kasun y no dudaba que algunos de sus gustos fueran bastante peculiares, de ahí que... bueno, independientemente de si lo disfruté o no, una parte de mí tampoco se sorprendió. De hecho llegué a preguntarme qué cosas sería capaz de hacer y disfrutar el cabrón este.

    Bostezó, por si me quedaban dudas de que algo de esto le importaba una mierda, pero otra vez: no podía llegar a molestarme u ofenderme porque, en definitiva, yo no esperaba nada de él y él no esperaba nada de mí. No me había tomado el tiempo durante esta semana de definir qué podía llegar a ser de nosotros, si manteníamos algún tipo de relación en absoluto, pero cuando lo tenía frente a mí me daba cuenta que lo que fuera, a él le daba igual. Y probablemente fuera esa la razón de que, de alguna u otra forma, funcionáramos.

    Parpadeé, no demostré genuina sorpresa pero su resolución tan instantánea sí que hizo retroceder el fuego al menos un par de centímetros. Lo había pensado antes, jamás habría pretendido que se amolde a ninguna de mis mierdas pues no parecía del tipo que eso le interesara para conservar a nadie en absoluto, pero en cierta forma acababa de hacerlo y, hombre, algo de reconocimiento se merecía al menos.

    Luego siguió corriendo por un cauce relativamente extraño, me preguntó si quería que me dejara en paz y la respuesta automática me atravesó la mente, claro, la rasgó con la fuerza suficiente para reiniciarme un par de sistemas. Regresé a mi asiento con movimientos prolijos y le sostuve la mirada un par de segundos, serio, hasta que exhalé por la nariz y volví a tomar los palillos.

    —No me gustan los festivales, Kasun —expliqué, sin elevar el tono de voz—. Demasiada gente, demasiado ruido. No es lo mío.

    Que suponía era evidente, con las pintas de estirado que no me molestaba en disimular, pero bueno. Le eché un vistazo a la puerta también, recordando que el moreno tenía que volver en algún momento, y al repasar las palabras de Zeldryck en mi mente se me aflojó una sonrisa algo socarrona.

    Pensé que quizá sí valiera la pena negociar con este demonio.

    —Mis palabras son órdenes, dices —retomé, suavizando la voz, y me llevé algo de arroz a la boca. Lo mastiqué sin prisa y recién después de tragar me digné a completar la idea, volviendo los ojos a él—. ¿Qué pasa, Asmodeo? ¿Tanto te gustan los festivales?

    Y de eso sí sabía.
     
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    Era por demás obvio que este tipejo medía riesgos antes de tomar decisiones, no era uno de esos idiotas que tomaba lo que le daba a la ligera, solo había que verlo con la pinta de niñato perfecto que se traía. Sin embargo llegó la respuesta y a la final mis ojos se afilaron como los de un animal. No me había pedido lejanía ni alguna de esas mierdas, solamente diluyó el tema.

    God boy~

    En cuanto citó lo que dijé me eché hacia adelante, apoyando el codo izquierdo en su escritorio para reposar mi mentón en el dorso de la mano, a unos qué, ¿centímetros de él?; manteniéndome entre sus ojos y bajando un momento a sus labios en lo que lo escuchaba, regresando de nuevo al espejo del miel de sus pupilas.

    —No me desagradan~

    Si solo había que verme, había bajado el tono de voz a un susurro y todo, disfrutando de la sonrisa sacarrona que me había dedicado.

    —Además, había escuchado que los de Japón son otra cosa, y mira que ganas si tengo de ir.

    Repasé su mentón, luego su cuello y deparé en su corbata para regresar por el camino visual que había trazado. Ya había dicho que no le gustaban las multitudes, los festivales y así, y ahí estaba yo de descarado -como siempre-, pidiendo ser una excepción, a fin de cuentas le había dicho que sus palabras serían órdenes, ¿no? Podría pedirme algo a cambio si así quería.

    —¿Me llevarías, principito~?
     
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    Gigi Blanche

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    Noté de soslayo cómo se inclinaba lo suficiente hasta recostarse en mi pupitre. No era idiota, sabía que le había dejado la apertura a plena luz del día y que el cabrón se lanzaría de cabeza pues así funcionaba. No medía riesgos, límites ni balances. La cabeza la tenía de adorno, no mucho más, o de plano le servía para mandarle la sangre a la polla. ¿Un poco duro? Pues mira.

    Que se fuera enterando con quién trataba.

    Igual su cercanía no me tensaba, al menos no como anticipé que lo haría luego del incidente en los baños. ¿Tendría que ver con Riamu y la mierda general de que, bueno, había follado? Vete a saber, hombre, ni que tuviera una tesitura en el campo. Si él no era idiota pues yo menos, y no vivía de engañarme a mí mismo como para no enterarme de que este jodido imbécil, lo quisiera o no, me ponía.

    Su voz fue un susurro, ya medio me resigné a comer porque ni modo, y solté el aire por la nariz antes de deslizar la mirada a su rostro. Se la estaba pasando de puta madre, como siempre, vaya, y podríamos haber sacado algo más provechoso de todo ese teatro pero vaya. Se veía que los negocios no eran lo suyo al final. Podía comerme con la mirada todo lo que quisiera, podía hasta comerme la polla si tenía ganas, ¿pero llevarlo a un festival? ¿Ser la excepción?

    —Qué insistente eres —murmuré, suspirando, y empecé a recoger mis cosas—. ¿Nadie te enseñó a usar las dos neuronas en fila que tienes en el cerebro?

    Otra vez, que se enterara con quién estaba tratando.

    El imbécil del moreno apareció dentro del aula, llevaba la comida en ambos brazos y aproveché el vacío legal para juntar todo dentro de mi maletín.

    —Disfruta el festival. —Recuperé cierta liviandad impostada en el tono en cuanto Wickham nos alcanzó, como si hubiéramos estado charlando de lo más casual todo el rato, e incluso le dediqué una sonrisa. Al pasar junto a él, sin embargo, me incliné lo suficiente para hablarle cerca del oído así el otro no me escuchaba—. Y tráeme una mejor propuesta.

    Había dicho que mis deseos eran órdenes, ¿no? Pues bien, que lo demostrara.

    Me erguí, con todos los putos aires de realeza que llevaba encima, y me retiré del aula a paso tranquilo.


    por aquí cierro con kou *heavily vibing hell*
     
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    Gigi Blanche

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    —Ah, ah, qué calor hace~

    Reiko se abrió paso dentro del aula, si era posible, aún más sugerente que de costumbre; le echaría la culpa al clima, seguramente, pero eso no justificaba cuán ceñida usaba la ropa, ¿verdad? La falda tubo negra que cortaba a mitad de sus muslos y la camisa blanca arremangada, con unos cuantos botones sueltos que dejaban poco de su busto a la imaginación. En serio, ¿nadie le decía nada...?

    Se medio sentó al borde del escritorio, abanicándose con la lista de alumnos, y la brisa mantuvo su cabello en movimiento como si fueran coletazos de fuego lamiendo el aire. Paseó la mirada por el alumnado y se detuvo en los nuevos; bueno, en el muchacho más que en la chica, siendo honestos.

    Ashikaga-chan, Fujioka-kun, bienvenidos~ —Hubo algo en la forma que pronunció el apellido de Kenta, más sedosa y pausada, que le desprendió un tinte casi felino a su sonrisa. Parpadeó, prácticamente deleitada en una broma interna, y se bajó del escritorio para acercarse al pupitre de Laila y acariciar la madera con la punta de los dedos; sin embargo, no fue ella a quien miró—. Shinomiya-kun, ¿serías tan amable...?

    —Lo siento, Akuma-sensei. —La voz del castaño cargó con la firmeza suficiente para interrumpir a Reiko de cuajo, ésto la sorprendió y el muchacho se sonrió, exhibiendo cierto tinte de soberbia—. Ya tengo planes.

    Vaya, ¿la había hecho enfadar? Era difícil definirlo, aunque algo cambió en su sonrisa. Sus uñas encontraron la madera, repiquetearon y deslizó la mirada hacia abajo.

    Meyer-san —murmuró, y hubo algo diferente en su tono—. ¿Reemplazarías a Shinomiya-kun? Tú sí lo harás, ¿verdad~?

    Se alejó de la chica, deteniendo su mirada en Kou un segundo, y se giró en redondo para regresar a su escritorio. Vaya, ¿en cuánto tiempo nadie le habría dicho que no a Akuma-sensei?
     
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  12.  
    Zireael

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    Akuma me ponía ansiosa, pero ansiosa con ganas y tenerla tan cerca mientras se dignaba a asignarle a alguien a los nuevos me crispó hasta el último nervio. Mantuve la vista al frente, no la vi pero la escuché y la sentí acercarse para acariciar el pupitre con los dedos, repiquetear las uñas en la madera después cuando Shinomiya le dijo que no podía y la miré cuando se dirigió a mí, solo entonces. No le sonreí ni nada, asentí con la cabeza sin más y cuando se retiró solté el aire que había contenido despacio.

    Las clases pasaron, algo de la tensión nunca desapareció pero pude seguir lidiando con ella de forma más o menos eficiente y cuando sonó la campana me levanté de mi lugar, tomé mis cosas y me acerqué a mis compañeros con calma. Primero me aproximé a la castaña, luego desde allí busqué la silueta del muchacho para poder hablarle a ambos a la vez.

    —Como dijo la profesora, soy Meyer. —Me presenté con una reverencia ligera—. Ashikaga-san, Fujioka-san, puedo mostrarles la escuela si gustan o almorzar con ustedes si prefieren. Si tienen otros planes también está bien, no pasa nada.

    Me quedé en mi lugar, esperando por la respuesta de ambos y pasé el peso de un pie al otro.


    Mori hola Morita uwu pues lo que dice la niña en el post, puede mostrales la escuela, solo almorzar con ellos y cualquiera de los dos puede solo rechazar su invitación, tú verás

    Ya te lo había dicho por Whats, con Laila me cuesta un poquito más así que cualquier cosa solo me tienes un poquito de paciencia como el otro día con Cay <3
     
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  13.  
    Kaisa Morinachi

    Kaisa Morinachi Crazy goat

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    Solo porque el ritmo de esta canción me encanta y más que nada la vibra me pegó mucho con toda la tríada que se formó con la sensei, Kenta y Momoka XD Dios, que terrible todo.


    Aparte, alto tochaso salió, así que mínimo musiquita de fondo les dejo sí les sirve pa algo XP
    Momoka Ashikaga

    Hablamos trivialidades, conversamos, reímos e incluso nos pusimos al día con una que otra cosa. Gallardo como era, al parecer logró hacerse de un trabajo de medio tiempo y el propio jefe le brindaba un lugar donde hospedarse, logró eso en gran parte gracias a los propios contactos familiares y su innata capacidad para proponerse sueños, planificar trayectorias e ir tras ellas con demasiada determinación. Todo eso conllevaba ser bueno formando lazos más que nada de compromiso y trabajo con otros, su madre tuvo que haber movido muchos hilos también y... ¡Sorpresa! Mis propios padres también, reí primero entrecortado y mi cara no se veía alegre al respecto por el mero desconcierto, ¡Lograron ocultarme todo sin que yo me enterara de nada! Mi padre guiándole con el tema de las posibles becas a las que podría postular y mamá seguro y ayudó a la de Kenta a conseguirle ese trabajo estable con una residencia de confianza. No es que fueran las mejores amigas de por vida y ni siquiera se conocían desde infancia, pero nuestra propia amistad entre Kenta y yo incluso logró unirlas un buen poco, incluso diría que les ayudó a abrirse de mente a cada una. Puro beneficio, era eso a lo que quería concluir y todos nuestros planes parecían ir sobre ruedas, ¡Claro que esa mañana no podía ser más alegre...!

    Aunque, claro, no esperé ese extraño panorama al ingresar en el salón de la 3-1. Tuve que haberlo visto venir, claro, no era de extrañar ni algo que fuera difícil de notar y comprender, hablaba sobre la forma de ser que tenía la señorita... "Señorita" Akuma Reiko, para empezar su apellido decía mucho y su nombre solo le aplicaba más ironía al asunto.

    La cosa es que llegamos al salón como los distraídos alegres que podíamos llegar a ser cuando las labores no se entrometían entre nuestras mentes y corazones, pero justo cuando entramos y me digné a dirigirme a mi pupitre... la vi, a la profesora. Me paré en seco y a pesar que la sonrisa se mantuvo mis cejas expresaban mi nerviosa incomodidad, nacida del desagrada que me generaba... sería directa: Esa presentación poco ética hacia el alumnado. Era una profesora, no una fantasía hormonal de profesora, aunque, bueno, se notaba bien qué quería ser, pero eso no le daba razón de ser.

    Nos saludó y para mi mala suerte yo no podía ser grosera aunque quisiera. Como pude intenté sonreír amplio y cordial, pero sentía mis facciones eran más tensas que una cuerda de koto cada que intentaba sonreír. Así que terminé optando por una reverencia pronunciada, para ocultar al menos un poco mi mediocre intento de sonrisa y relajarme yo misma de paso.
    —Buenos días, Akuma-sensei —hablé monocorde, soné cordial y suave aún con todo, pero claro, era un hablar carente de real emoción. Pura cortesía.

    Kenta por su parte miró algo extrañado a la sensei, pero sobre todo a mí, siempre manteniendo esa postura tranquila, abierta y confiada llevando su maletín por sobre el hombro. Terminó por hacer una reverencia menos pronunciada, su voz salió muy forma, tranquila y monocorde, con demasiada seriedad marcando así un claro paralelismo entre su alegre y risueña llegada con su situación actual.

    Poco le importaría a él los rollos de Akuma-sensei, le darían gracia, le molestarían o bien los pasaría por altos, pero de seguro notó las rarezas en mi actuar y, quién sabe, puede y que ya se haya cabreado con la profesora. Era un hombre simple: Enervabas a sus seres queridos y ya tenías la equis tachando tu rostro.
    —Buenos días, Akuma-sensei.
    No era rencoroso, al menos... o eso recordaba, no lo sé, la escuela media nos separó su buen poco y era claro que ahora teníamos nuevas facetas, colores y vibraciones que no comprendíamos, pero al menos el cariño de siempre parecía seguir presente.

    Entonces el chico se giró al resto del curso, lo dicho, ignorando más bien cualquier doble sentido que le hubiera trasmitido la profesora. Yo al comprender por donde iba asentí más que nada para mí misma con una sonrisa alegre y tranquila, para dirigirme a mi respectivo pupitre.

    —¡Buenas a todos, me presento! —habló con energías, no gritaba, pero se notaba que usó un tono fuerte por sí había algún tipo medio sordo o los de atrás les costara más atender. Sonreía amplio y cerraba los ojos, o los fijaba con firmeza en cualquiera que se dignara a mirarle. Se llevó una mano al pecho, más que dramático o exagerado, era simplemente muy expresivo. Yo tan solo lo miraba con la mejilla sobre mi mano y la sonrisa tonta en la cara, me reía despacio para mí misma sí se pasaba con la presentación, claro—. Soy Fujioka Kenta, de Maebashi, prefectura de Ganma...— Y al decir eso posó mi mirada en mí, con la sonrisa y confianza que cargaba dejándome helada... No se atrevería, ¿cierto?

    Cuando asumí mi destino desparramé todo mi torso sobre la mesa cubriendo la cabeza con mis brazos, con un suspiro cargado de resignación moderada y cada acción apenas y causó algún que otro sonidito relevante.
    >>¡Al igual que Ashikaga Momoka!— No lo veía, pero me imagina a la perfección esa sonrisa blanca, esos ojos bien cerrados y básicamente que radiaba peor que el sol de allá fuera, ¿verdad?

    Literal, un crío de metro con setenta y siete. No había otra descripción, pocas veces sentía pudor y sus ánimos parecía nunca menguar, ¡solo los niños hiperactivos y descarados podían ser así!

    Kenta Fujioka

    Terminé de mencionar a Momo-chan y sonreí ladino sosteniendo con la mirada su pobre rostro escondido, por fin sosegado, ¡era tan divertido! Como fuera, se cortó el tiempo de presentación y tampoco era tan inconsciente para tomarme mucho más de dos minutos, tampoco me interesaba contarles sobre mí a una panda de desconcidos, ¡aunque también sería interesante conocerles las caras a todos!

    Como fuera, hice una reverencia recta, pulcra y firme, a ojos cerrados y aun con mi sonrisa plasmada en los labios tensos.
    —Un gusto conocerles, esto a su cuidado —solté aun firme, pero por fin con un volumen más moderado y reflejando más calma que antes— ¿Dónde me siento, profesora? —miré por sobre el hombre a la docente, sin sostener nada más que sus simples ojos, es más, no desearía ni siquiera distraerme de reojo con otra cosa.

    Era hombre como cualquier otro, pero por eso mismo debía saber ser cortes sobre todo cuando correspondía... aunque fuera una lección medio aprendida a palos. Una vez me hubiera indicado el lugar me dirigí sin prisas a mi asiento, saludando con una sonrisa que mostraba con gracia mi hilera superior de dientes, amable y abierto al dialogo a cualquiera con el que conectara mirada por más de tres segundos, con su claro gesto de manos.

    Aunque también avanzaba con precisión y pasos largos, así que ni alcancé a ver demasiado cuando estuve ya en mi asiento correspondiente. Me sosegué y... Diablos, tocaría estudiar ahora, mi sonrisa se volvió resignada, no había nada que hacerle, tocaría aplicarle sin rechistar, porque esta academia costaba lo suyo y tenía que llegar a estar a la altura. Por mí, por mi familia y, sobre todo, ¡No podía quedar mal frente a Momoka! Esto era... la guerra, por decirlo de algún modo~

    Momoka Ashikaga

    Las clases terminaron y con ello llegó el ruido generalizado ya mundano de este salón, lo típico y variable en cada curso cuando llegaba la hora del receso y el pulular de los jóvenes o las movidas de silla y mesas hacían acto de presencia. Yo justo había terminado de anotar unas cosas y dejé el lapicero a un costado para poder estirar la espalda pasando por detrás de mi cabeza el brazo, solté un quejido de bajo perfil, pero prolongado debido a la tensión que generaba cualquier clase en la cual te centraras, ¡Más aún con este calor! En cuanto suspiré y volví a destensar todo el cuerpo, dejando caer hacia un costado mi cabeza con suavidad, recordé lo de Meyer-san y Kenta-kun.

    Cuando espabilé la linda joven ya estaba acercándose a mí. Le sonreí amplio, con claro entusiasmo y alegría, aún así no era como la radiante energía de Kenta, lo mío sí era muy vibrante, pero no igual de cinético.
    —Un gusto, Meyer-san —hablé con tranquilidad suave y la real energía se reflejaba en mi rostro sonriente a ojos cerrados y no en qué tan expresiva era mi monocorde voz. Miré entonces hacía Kenta, quien no había demorado en acercarse, pero sí que dejó un buen par de cosas desparramadas en su pupitre, lo que me hizo reír con levedad con claro gesto de pena. ¡No podía dejar eso así! Independiente de sí se lo robaran o no, cosa que veía poco probable, era de mal gusto e impulsaba a que las cosas se perdieran.

    —Un gusto, señoritas —dijo el con su volumen natural, por fin ya sin andar rebotando con su alegría de acá para allá, seguro se debía también a que usar tanto las neuronas lo traía derrotado. Aun con el cansancio, sonreía suave y se seguía mostrando bastante seguro, como sí siempre hubiera estado en esta academia y curso, para empezar. Era lo que solía trasmitir, seguridad y convicción... aunque, claro, por el otro lado sería mera tozudez o soberbia— ¡Oh, claro que suena bien! —exclamó sin prisas mirando a Meyer-san, para luego sonreírme a mí—. ¿Vienes con nosotros, no?

    Y aún con ese hablar tranquilo y una expresión sin un rasgo exagerado a destacar, notaba de sobremanera la ilusión que le hacía que los acompañara. Sonreí son demasiada ternura de vuelta, frunciendo mi ceño y todo, por la intensidad del sentimiento.
    —Pues claro, tontito —dije sin alzar el volumen, pero se notó la propia emoción en mi voz e incluso el final tuvo ese ligero toque de broma. Kenta echó un poco atrás la cabeza y, aunque mantuvo su sonrisa, era claro que solo quería mostrarse disgustado ante el peyorativo.

    No tenía problemas con admitir que era un idiota, pero le preocupaba mucho que yo le digiera así frente a otros. Sobre todo yo frente a otros.
    —Uhmg...— Se quejó y todo, pero terminó por sonreír ladino, yo no lo miré, porque había empezado a ordenar todo para guardarlo en mi propio maletín de cuero falso—. Es que como a veces te pones regodeona... pensé que no querrías almorzar con la plebe —soltó ligero y se llevó las manos tras la nuca, procurando no pasar a llevar a Meyer-san con algún brazo y terminó por mirar con falsa distracción a su derecha. Por poco y faltaba que se pusiera a silbar, era capaz para empezar.

    —Tch —solté y lo miré con una sonrisa amplia, pero ojos filosos—, ya veremos quién es en verdad regodeón en el almuerzo, niñito que odia el pimentón~ — Ahora sí que me miró con desagrado e incluso se cruzó de brazos, seguro sin siquiera saberlo, se quejó a labios cerrados y todo. Yo solo le sonreí más amplio y con más sorna, para luego terminar de acomodar mis cosas, entrar la silla hacia la mesita y todo con calma en cuerpo y rostro. Luego le sonreí alegre a Meyer-san y ladee la cabeza, mi expresión no podía ser otra que genuina, era muy expresiva—. ¿Tienes un lugar dónde prefieras almorzar, Meyer-san?

    —¡Ah, sí! En verdad nosotros podemos comer en cualquier lado —agregó a mi pregunto Kenta, sonriéndole a la chica sin prisa y a ojos cerrados. Mantenía con ella la misma distancia que tenía conmigo, no muy cerca para incomodar, pero lo más cerca para dar a entender cualquier pizca de interés o confianza.

    —Uhmh —afirmé con el sonido las palabras del Fujioka al mirarle, aunque no demoré en aferrarme a sus ojos con una seriedad repentina que se reflejó en mi voz— ¿Trajiste tu almuerzo, Kenta, o...?

    Era de esperar con la risa nerviosa, sonrisa tensa y desvió de mirada, hundiendo sus manos en los bolsillos de su pantalón y en su leve balanceo de pies que, efectivamente, habría olvidado cocinar algo. Bueno, era de esperarse, sí no era su madre lo mal acostumbraba yo y de no ser ninguna de seguro le pedía bento a cuanta chica se apiadara de él. Suspiré resignada, no iba a regañarle tampoco.

    Quién sabe qué tanto le robaba las energías su nuevo trabajo y, sobre todo, tener que acostumbrarse al ritmo de Tokyo con el agregado de tener que ser responsable como nunca antes, porque de eso dependería mantener más que nada una buena relación con su madre.

    >>Vaaale, yo te acompaño a comprar algo —sonreí suave en su dirección, aunque cuando caí en cuenta de algo le miré otra vez con severidad—. Imagino que algún par de yenes al menos tendrás—. Exhaló toda su tensión por la nariz, con una sonrisa los labios y su propia mirada resignada. Sin perder la sonrisa, se cernió sobre mi y me dio un topón el a frente con el índice.

    —Claro, bobita. Soy idiota, no un torpe— Le dejé ser y solté un "Juh" sonriendo con sorna y con una rápida encogida de hombros por reflejo de la risa.

    Lo que dijeras, Kenta, lo que tu dijeras.

    AYAYAYAY. Bueno, linda, puedes responder acá o arrastrarlos donde creas conveniente uwu
    Gracias por tanto sí llegaste a leerlo todo XD Sino lo hiciste, pues no pasa nada uwu
    Hasta a mi me daría corte la amplitud que tomó esto de repente XD
     
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    Gigi Blanche

    Gigi Blanche Equipo administrativo Game Master

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    De a poco me iba habituando al talento de Sanji para decir tonterías por segundo, además de que la velocidad no me dejaba mucho espacio para pensar respuestas decentes. Fui reaccionando con bastante ánimo a lo que decía, inclinándome apenas al perdonarme, encogiéndome de hombros, resignada, ante las fallas del sistema educativo y riéndome de su manicura. Incluso me estiré para echarle un vistazo a sus manos porque, broma o no, se me ocurrió que sería perfectamente capaz de venir a clases con las uñas hechas.

    —Pero, mi Señor, su manicura está arruinada —destaqué, preocupada, y subí a sus ojos con las cejas alzadas—. ¡Ah! Podemos encargarnos de eso más tarde~

    Todo el rollo de las dominatrix me agarró bastante en frío, así que me limité a reírme, morderme el labio y esperar a que acabara. Ya había quedado definido que no bajaríamos, de modo que le permití el paso hacia la 3-1 en un gesto caballeroso mientras me contaba qué tal su semana. Iba a decir algo del estilo "los dioses primero", pero bueno, Sanji hablaba bastante. Tampoco me molestaba.

    —¿La policía te corrió? —Solté una risa fresca y me dejé caer en mi asiento, subiendo el bolso a mi regazo para empezar a desplegar el almuerzo—. Ah, no haber sido mosca. Igual seguro lo puedes solucionar solicitando algún permiso gubernamental, aunque, claro, ¿cómo un dios se rebajaría a mera burocracia mortal?

    La verdad, llevaba un tiempo llevando dos pares de palillos a la escuela. Más valía prevenir que curar, decían, y cada vez que armaba el almuerzo la noche anterior me daba cuenta que ahora tenía razones de peso para considerar la posibilidad de comer con alguien. De ahí los utensilios, de ahí el bento más grande. Quizá fuera también mi excusa para arrastrarme a la gente a pasar tiempo conmigo, ni idea.

    Lo importante era que la técnica no fallaba, ¿cierto?

    There you go. —Le pasé unos palillos y abrí el bento, indicándole con los propios lo que había—. Pollo troceado, una salsa de mostaza y miel que hice ayer, batatas asadas, remolacha, tomatitos al medio, bastoncitos de zanahoria y algo de arroz. Y sobre lo otro...

    Me puse a escarbar en mi bolso otra vez, hasta que sonreí victoriosa y le mostré dos frasquitos de esmalte frente a mi rostro.

    —¿Violeta oscuro o verde agua? —ofrecí, asomándome junto a ellos para verlo—. ¿Cuál es de su preferencia, mi Señor?
     
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    Reual Nathan Onyrian

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    — Sí, me corrió. Bah, tal vez "corrió" es como un término muy fuerte. Me pidió por favor que dejara de hacer lo que estaba haciendo. Yo le quise demostrar que mis trucos de magia eran inofensivos. Tal vez quitarle su placa no fue lo más sensato. Ahí si tuve que correr. Una buena distracción fue todo lo que hizo falta, pero igual. Que poco sentimiento de asombro que tiene esta gente —me encogí de hombros ante su otra sugerencia.— ¿Y qué hay de divertido en eso? Le agarré el gusto a molestar a la ley. Ahora soy todo un chico malo.

    Le saqué la lengua, divertido, para luego hacer el gesto de espantar una mosca.

    — Además, no hay que ser un dios para odiar rebajarse a cualquier cosa burocrática. No hay nada más aburrido.

    Pasamos a su aula, en la cual entré como si me perteneciera, obviamente, y me senté en el banco al frente de ella. Vaya, había traído dos pares de palillos, e incluso un almuerzo bastante grande. ¿Siempre era así? ¿Tenía las esperanzas de compartirlo con alguien? ¿Puede que la niña se hubiera enamorado de alguien? Eso sí que sería interesante. Aunque tal vez simplemente los tenía por si le daba hambre de más. Quien sabía.

    Fui siguiendo sus palillos, viendo lo que había. Buenas opciones, cabía decir. Estiré los míos, agarrando un trozo de pollo, y lo unté en la salsa. Observé luego con curiosidad lo que sacaba de su cartera. Vaya, esmaltes. De verdad que me iba a pintar las uñas.

    Genial, así no tenía que hacerlo yo luego.

    — La respuesta es obvia, corazón. Verde agua. ¿Acaso ves que llevo algo violeta encima que combine? Justo hoy no me traje los bóxer púrpura, pero no viene al caso —respondí divertido, y le estiré la mano.— Por favor, discípula, comienza. Acepto tu ofrenda de esmalte y comida. Vas a vivir un día más.
     
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    Gigi Blanche

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    No pude evitar la risa incrédula apenas dijo que le había quitado su placa al oficial. Dios, es que sólo de imaginarlo era para mearse ¿y lo peor? Viniendo de Sanji, lo veía perfectamente posible.

    —¿Y qué hiciste? ¿La guardaste de recuerdo? ¿Ahora vas a usarla para gastar aún más bromas?

    Todas las opciones se oían bien, la verdad, y otra vez: perfectamente posibles, viniendo de Sanji. Como si le daba por disfrazarse de policía y salir por ahí a intimidar gente sólo porque estaba aburrido. De la forma que fuera, luego me enfoqué en presentarle el almuerzo y en lo que él empezaba a comer, le mostré los esmaltes. Seguro se me notaba la diversión encima, incluso la ilusión que de repente me hacía la idea de pintarle las uñas, aunque mantuve todo a un lado para mantener el show. Asentí, solemne, y guardé el esmalte violeta de regreso en mi bolso.

    —Excelente decisión, mi Señor, además este es de secado rápido.

    Lo insté a alcanzarme una de sus manos, la que él quisiera, y la dispuse sobre la mesa, a un costado del bento. Agité el frasquito, desenrosqué el pincel y me concentré en mi tarea, pasando de dedo en dedo con mucho cuidado.

    —Vaya, ¿acaso le estoy pintando las uñas a un dios? Qué honor —murmuré sin despegar los ojos de mi tarea—. Is it tasty, by the way~?

    Irónicamente, no había pensado que la tontería de las uñas me impedía, en resumidas cuentas, de poder comer, pero no pasaba nada. El receso era largo, al fin y al cabo.


    perdón la tardanza aaaa busy days unu
     
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    Reual Nathan Onyrian

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    — Nah, no me la quedé. Hubiera sido interesante, sí, pero decidí que no iba conmigo. Así que se la devolví. Sin que se diera cuenta, obviamente. Espero que haya revisado sus bolsillos antes de poner su uniforme a lavar. El lavarropas se va a romper, de otra manera.

    Sasha parecía estar bastante emocionada, no sé si por el prospecto de pintarme las uñas, por compartir el almuerzo, o por otra cosa. Guardó el otro esmalte, y se puso manos a la obra con la mano que le extendí.

    — Obvio que es todo un honor. Te lo permito nomás por los años de amistad. Agradece que sea capaz de achicar mi aura de asombrosidad, si no, no te tendrías que preocupar más por hacer tus uñas. Porque no tendrías dedos. Porque se derretirían —me llevé más comida a la boca, y la miré curioso.— Oye, abre la boca, diciendo "aaaa".

    No parecía estar comiendo debido a que se había entretenido con mis uñas. Así que había decidido tomar las cosas con iniciativa. Agarré un poco de pollo con los palillos y se lo mandé.

    — Un dios tiene que proveer también por sus súbditos. Si se me mueren, ¿quien me va a adorar luego? A ver, seguramente mucha gente, pero volver a conseguirlos es trabajo, y vaya que eso es algo que no quiero hacer. Y ahora dime, ¿traer dos almuerzos es una costumbre para ti? ¿O simplemente hoy estabas esperando a alguien? —pregunté, mientras seguía disfrutando de mi almuerzo.— Está riquísimo, de por sí.
     
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    Gigi Blanche

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    Alcé las cejas, sin disimular la sorpresa al confesar que le había regresado la placa al oficial, aunque luego asentí y arqueé las comisuras de mis labios hacia abajo. Nada mal, ¿eh? ¿Debería aferrarme al atisbo de esperanza de que Sanji, por fin, comenzara a recapacitar? Eso, claramente, era como desear que el sol saliera por el Oeste.

    —Una vez Fanny regresó a casa con unas piedras en los bolsillos de la falda —le conté con aire liviano, concentrada en sus uñas—, para espantar a unos perros de una casa cerca de su jardín de infantes que le daban miedo, había dicho. La niña no sé dónde escuchó que apenas de verte agacharte los perros ya se alejaban, pero por las dudas se quedó las piedras. De paso la falda se le había manchado con helado, así que fue derechito al lavarropas. —Se me coló una risa y meneé la cabeza, recordando la catástrofe—. Yo estaba en la sala, estudiando. Deberías haberlo escuchado, my goodness. Pensé que había empezado a granizar afuera, de hecho me asomé por la ventana primero. Por suerte no se rompió el vidrio de la tapa o habría provocado un desastre, ¿pero por dentro? —Otra risa—. Genuinamente consideramos la posibilidad de llevárselo a un sacabollos de autos, imagínate.

    Pedazo de pico de estrés me había agarrado ese día. Aún me arrepentía de la forma en que me había enfadado con Fanny, la verdad, y probablemente lo hiciera siempre. Había sido el año pasado, ¿verdad? Podía culpar al trabajo, a la escuela, podía culpar a Danny por habérmela puesto difícil ese día o a mi cerebro por no haber querido apagarse la noche anterior, no había excusa. No la había si hablábamos de canalizarlo sobre una niña de cuatro años.

    En cierta forma, aún estaba aprendiendo cómo ayudar a papá a criar esas criaturas.

    Con las tonterías de Sanji me limité a reírme, aunque cuando adiviné sus intenciones alcé la mirada. Vi el pollo, lo vi a él y separé los labios sin pensarlo, quizá, tanto como debería haberlo hecho. La comida llegó a mi boca y la mastiqué con cierta precaución, ligeramente avergonzada, regresando la atención a sus uñas. Para disimular, claro. Si él lo había notado, al menos esperaba que contara con la consideración de no decir nada.

    No era personal, ¿verdad? Sólo... me costaban esas cosas.

    Sonreí al oír que el almuerzo le gustaba, se mezcló con la satisfacción de ver un trabajo bien hecho y le presenté la mano finalizada, cambiando de lado de la mesa para pintarle la otra.

    —Suelo traer comida de más, sí —le respondí, abocada a sus uñas—. Me viene bien. Ya sea aquí o en el trabajo, siempre a alguien le viene bien. —Me detuve de repente, fingiendo seriedad, y alcé a mirarlo—. Pero no puedo decirle eso a un Dios, ¿verdad? La respuesta debería ser: sí, mi Señor, todos los días traigo una ración extra de comida ante la muy baja probabilidad de que usted, oh, Grandísimo, acepte mi obra de mortal para satisfacer su divino estómago.

    La seriedad me duró unos pocos segundos hasta que volví a reírme y me encogí de hombros, mojando el pincelito en el frasco de esmalte.

    —Me gusta cocinar, y me gusta aún más ver a otra persona disfrutando mi comida. Supongo que la razón es esa. ¿Y tú qué onda? ¿Te das maña o quemas los fideos instantáneos?
     
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    Reual Nathan Onyrian

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    Me mandé más comida a la boca mientras ella me contaba su anécdota. Creo que nunca me había hablado de sus hermanos. O al menos, no de esa manera. Los había mencionado, sí. Es fácil mencionar los miembros de una familia en una conversación casual. Fui alzando la ceja o haciendo caras a medida que narraba. Me preguntaba cuan acostumbrada estaba a hablar de ellos, la verdad. No lo parecía. Al menos, no historias algo más íntimas, como estas.

    — Vaya, que chica imaginativa. Llevándose piedras para defenderse de los perros. Valiente, además. Uno directamente tomaría otro camino o le pediría a alguien que lo acompañase. Pero ella decidió hacerles frente. Si bien con algo de ayuda, obvio. Y además, precavida. ¿Cuántos años tenía Fanny?

    Seguí hablando, diciendo idioteces como era costumbre para mí, y también al parecer, para Sasha. Le alcancé algo de comida, y si bien su primera respuesta fue automática, parece que la vergüenza o la timidez la atenazó luego, pues rápidamente volvió la vista a las uñas. Por mucho que la niña quisiera disimular, debería saber ya lo experto que era leyendo a la gente. Se me asomó una pequeña sonrisa divertida. Bueno, ¿podía molestarla un poquito más, no? Algo totalmente inocuo.

    Me miré la mano finalizada, soplando un poco sobre el esmalte, y antes de que pasara a mi otra mano, me llevé otro bocado, y levantando ahora un cacho de arroz, volví a apuntarlo hacia ella.

    — Quiero escuchar de vuelta un "aaaa"— dije, divertido, y le mandé la comida como si se tratara de una bebé.

    Me mandé otro bocado y ahí sí que le dejé la otra mano.

    — Menos mal que cambiaste tu tono. Ya estaba a punto de mandarte una maldición, como que siempre se te desaten los cordones cuando estés apurada, o que sin importar cuan bien cortes la etiqueta de una remera, siempre quede un retazo que te moleste el cuello —suspiré, para luego apoyar la cabeza en la mano recién pintada.— Bueno, me aburrí de ser dios. ¿Y te gusta la cocina como hobby? ¿O como para algo a lo que dedicarte de grande? Creo que nunca hablamos de cosas tan lejanas como nuestro futuro y demás. ¿En dónde te ves, Sasha? Si es que te ves, obvio.

    Luego hice un gesto como el de espantar una mosca.

    — Cocinar no es para nada lo mío. ¿Te dije como una vez quemé el agua? Bah, o sea, quemé la olla. Y la olla solo tenía agua. Así que prácticamente podemos decir que quemé el agua. Y tengo otras anécdotas más.
     
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  20.  
    Gigi Blanche

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    ¿Era extraño verme hablando de mi familia? Suponía que sí, vaya. En general me comportaba con bastante recelo en torno a mi vida privada, se había convertido casi en mi marca registrada, pero quizá... quizás había empezado a darme cuenta que no había motivos de peso detrás de eso. Que nadie iba a buscar y secuestrar a mi familia si les hablaba de ellos, digamos. ¿De dónde surgía el recelo, entonces? ¿Miedo? ¿Vergüenza? ¿Estoicismo? ¿Un poco de todas?

    De la forma que fuera, había empezado a desdibujar esos límites.

    —Pues, tenía cuatro —reconocí en voz baja y quise apresurarme a ampliar la explicación—. Y sí, gracias a eso supimos que se las había empezado a ingeniar para escaparse del preescolar, casi siempre arrastrándose alguna amiga en el proceso. Creo que era para jugar en un parque a dos calles de allí, no estoy segura. En fin, como dicen, no hay mal que por bien no venga, ¿cierto?

    Fue algo así como un punto de quiebre, quizá. Lulu había estado siempre enterado de sus andanzas pero, fiel a sí mismo, nunca abrió la boca. Tras la noticia, el enfado se disolvió como azúcar en agua tibia. Recordaba el preciso instante donde nos miramos con papá y, estaba segura, pensamos exactamente lo mismo. ¿Cómo habíamos permitido que llegara a eso? ¿Tanto la habíamos descuidado?

    ¿Tanto estábamos fallando?

    Ahora, al menos, las cosas iban un poco mejor. O, bueno, al menos Fanny ya no se escapaba de... lugares. De la forma que fuera, tras acabar la primera mano aguardé en lo que Sanji contemplaba mi labor y se soplaba las uñas. Aguardé, también, a que comiera un poco. Sus intenciones volvieron a caerme encima medio de golpe, pero esta vez solté el aire por la nariz y lo miré. Ya saben, la mirada de "¿en serio?". Era obvio que pretendía molestarme, así como también era obvio que yo odiaba perder o exponerme. Separé los labios, acepté el arroz en silencio y, mientras masticaba, le dediqué una sonrisa forzada.

    Al menos el numerito para conservar la dignidad me permitió disfrazar la vergüenza.

    Tontería más, tontería menos, filtré hasta que llegó a las preguntas de verdad. Entre tanto, me dediqué a pintar sus uñas restantes.

    —Hobby, supongo, nunca lo consideré seriamente como... ser chef, pastelera o algo así. —Me encogí de hombros, soltando una risa floja—. Debería, pero ¿la verdad? No tengo idea qué hacer de mi vida.

    Y era algo que a diario apartaba de mi eje para no acabar con un ataque de nervios, pero lo sabía. Sabía que era real y que, eventualmente, volvería a estropearme los putos circuitos. Suponía que le tenía miedo, ¿no? Al futuro. Vivía tan abocada al presente, a mi familia y responsabilidades, que nunca pensaba en mí. En mis posibles intereses, en la Sasha de aquí a veinte años. ¿Qué mierda haría cuando los niños crecieran y ya no me necesitaran?

    Ni puta idea.

    —Y si no te ofende, ¿creo que con eso andamos parecidos? —tanteé, echándole un vistazo, y solté una risa—. Bueno, si cuesta mucho podemos comenzar haciendo la lista inversa. Ya sabes, de los "qué no vamos a ser". Tú empieza con la cocina, sí, evítale un riesgo innecesario al planeta.

    Me erguí tras acabar su mano, tapé el esmalte y renové el aire de mis pulmones, satisfecha con mi labor. Busqué algo de comida para masticarla rápido antes de volver a hablar, aunque regresé los palillos al bento con... ¿movimientos sospechosos?

    —Aunque esas anécdotas extra me interesan mucho, eh, siempre estoy dispuesta a reírme de quienes se ríen de los demás. —Aquel último comentario cargó una pizca de intención, esbocé una sonrisa divertida y alcé los palillos en su dirección, para qué mentir, abarrotados de comida—. Let's see, baby, say "aaah".

    Como si acababa con los mofletes llenos como ardilla, ¿qué mejor?


    mi idea era cerrar la interacción porque no sé si mañana voy a tener tiempo pERO ME POSEYÓ ehe
     
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