Aula 2-3

Tema en 'Segunda planta' iniciado por Yugen, 9 Abril 2020.

  1.  
    Gigi Blanche

    Gigi Blanche Equipo administrativo Game Master

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    Hasta el momento había omitido la pequeña tentación de abrir la caja, tal vez impulsada por el deseo de que no se escapara ni una gota del característico y agradable aroma de las galletas. En cuanto Hubert las reveló, noté que la señora Drika había recubierto el interior con un fino paño de algodón color crema. Ahora comprendía lo amortiguado del sonido al manipular el recipiente. Conservaba, a su vez, tanto la esperanza como la certeza de que Hubert valoraría este pequeño detalle. Era, a mis ojos, un muchacho centrado y humilde, además de inteligente y analítico. Otra persona en su lugar podría pavonearse o colocarse en un escalafón moral elevado al creerse dueño de verdades universales por el simple hecho de ostentar determinados intereses, de provenir de determinada familia, o de poseer una determinada cantidad de dinero. Él no era así.

    El roce de su mano fue sutil e inesperado. Pensé en nuestro almuerzo del lunes y en cómo había evitado tocarlo con una precisión casi quirúrgica, pero si el descuido provenía de él... no podía hacer mucho al respecto, no cuando la limitación provenía del miedo antes que del desagrado. No me molestaba el contacto físico con Hubert, en absoluto, sólo dudaba si era prudente de mi parte. También existía la posibilidad de que me hubiese dejado llevar por un susurro paranoico y que nada de esto importara tanto. Por eso me sentía tan cansada últimamente.

    No lograba discernir la pesadilla de la realidad.

    Su reacción al ver y olfatear las galletas fue serena, como siempre, pero la forma en que cerró los ojos me dio la pauta de cuán gratificante le resultaba. Me alegraba, lo hacía de verdad. Me alegraba que la señora Drika hubiera atendido a los detalles que yo omití, y que su gesto me permitiera, al menos en calidad de simple mensajera, generar alguna clase de impresión positiva en otra persona. Cuando regresó a mis ojos, tal vez impulsada por esta idea, decidí ser honesta e intentarlo por primera vez.

    Que el gesto proviniera directamente de mí, de mi boca y de este corazón helado.

    Hubert sonreía con naturalidad, lo había pensado antes; sin embargo, en esta ocasión puntual, sentí que su gesto, su semblante, cargaba una suavidad inusitada. Estuvo, quizá, en la forma en que sus ojos se estrecharon bajo el delicado peso de su sonrisa, y la atención que sostuvo sobre mí me arrojó una sensación diferente al cuerpo. A lo largo de mi vida había sido testigo de incontables expresiones similares, esas que reflejaban gratitud, cariño, aprecio. Pero no estaba acostumbrada a que fuera así como me miraran a mí.

    Parpadeé, intentando habituarme a la sensación atípica, y me pregunté si podía caer en la pretensión de creer que mis palabras, y no tanto las galletas, habían sido las causantes de dicha expresión. Su respuesta cargó una honestidad más natural, menos premeditada que la mía, y la mención de los futuros bento sorpresa me forzó a parpadear una vez más. ¿Acaso quería...? ¿A mí?

    ¿De verdad?

    —Si permanezco atenta, ¿seguirán siendo sorpresa? —cuestioné, en una broma que pretendió apartarme de mi propio remolino interno, y me permití asentir—. Me parece bien.

    ¿Por qué?

    Desligarme de su atención directa me permitió organizar un par de ideas con más calma. Yo también bajé la vista a la caja, aunque pronto regresé a su semblante y lo repasé brevemente. Mi vida siempre se regía por límites preestablecidos y parámetros claros. No había exabruptos, ni sorpresas, ni sustos o tribulaciones. Muy, muy en el fondo era consciente del surrealismo en nuestras aspiraciones. Pretendíamos controlar y dirigir con la ventaja conferida por el raciocinio y el ingenio, ignorantes de una verdad que personas como Ophelia comprendían con naturalidad. No, no la ignorábamos. Le temíamos, por eso la ocultábamos.

    Nos aterraba el poder demoledor de las emociones humanas.

    —Si decides escribirle una nota, se la haré llegar sin contratiempos —compartí, pensando en su posible reacción—. Creo que le haría ilusión y, si está entre tus intereses, fácilmente te la meterías en el bolsillo. —Esbocé una sonrisa producto de la broma—. Es una señora bastante amable.

    Su última pregunta evidenciaba sus intenciones con claridad, y en mi mente seguía rebotando el tinte de su gesto. Aún intentaba determinar aquello que se había alojado en mi cuerpo, en el centro de mi pecho, como una sensación sutil y persistente; de momento sólo sabía que era cálido y agradable, y que me confirió el coraje suficiente para dar otro paso en su dirección. Hacia la orilla, lejos del corazón congelado del lago.

    —Invitarte a ocupar alguna sombra del patio, por supuesto —bromeé, y le concedí una sonrisa un poco más amplia—. Si también está entre tus intereses, claro.
     
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  2.  
    Amane

    Amane Equipo administrativo Comentarista destacado

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    Haber entregado ya casi todos los chocolates que había preparado me quitó un gran peso de encima, lo que me hizo sentir liviana durante el resto del día. Era cierto que una parte bastante importante de mí seguía preocupada por... bueno, cuando tuviese que dárselos a Kohaku. Intenté no pensar demasiado en ello, de todas formas estaba intentando atrasarlo lo máximo posible por esa misma preocupación, y procuré centrarme en la sensación agradable de aquella mañana.

    No tenía nada planeado para el receso, así que cuando el mismo llegó, me quedé sentada en mi pupitre con todas las cosas de clase todavía sobre la mesa. Ya que el día anterior había sido secuestrada en contra de mi voluntad, podría aprovechar aquel día para estudiar lo que no había podido. Estaba resumiendo un texto, de hecho, cuando mi móvil empezó a vibrar con las notificaciones de un par de mensajes. Tomé una pausa para revisarlos y, no iría a engañar a nadie, una cuota de nervios me alcanzó al ver el remitente.

    ¡Espero que te gusten, senpai!
    Y si tienes algún consejo que darme después de probarlos, lo agradecería mucho.


    Añadí un emoji sonriente algo sonrojado y volví a dejar el móvil sobre el pupitre, con las manos aún temblándome un poco. Les había dejado los chocolates sin esperar nada a cambio, aunque tampoco negaría que aquellos mensajes agradeciéndomelo me ponían muy contenta y me hacían sentir muy bien. La realidad era que con Pierce-senpai había dudado un poco, porque no habíamos hablado tanto y pensé que quizás se sentiría algo incómoda con un regalo tan repentino, pero al final decidí que un regalo nunca podía ser algo malo... ¿cierto? Sea como fuere, me parecía una senpai muy bonita y amable, así que por supuesto que me ponía un poco nerviosa que me hablara por chat con tanta normalidad, ¡aunque en el fondo me gustaba mucho!

    ¿La verdad? La alegría que sentí por la mañana se multiplicó tras recibir aquellos mensajes.

    Gigi Blanche post más que necesario para responderle los mensajes a sashie, of course uwu y pues ahí se queda, por si alguien quiere visitarla (?
     
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  3.  
    Zireael

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    La verdad fue que un poco me aburrí recibiendo aire fresco como si fuese una planta y el par de mordiscos que le di al sándwich me hicieron consciente de que realmente no tenía mucho apetito, así que lo envolví de nuevo y me levanté. Todavía me quedaban algunos chocolates, así que sostuve ambas cosas en una mano y regresé al interior del edificio casi con pereza.

    Mi plan era ir a la azotea, sin más, fumarme un cigarro y seguir con mi vida, pero en la primera planta se me atravesó un pensamiento estúpido y no vi por qué no ceder a la tontería. ¿Qué perdería por saciar mi curiosidad? Nada, la verdad, como mucho seguiría mi camino y punto. Mientras subía di con los tórtolos pelirrojos y llegué a preguntarme cuántas películas podía comerme de puro existir en el mundo, pero la verdad... Maze me era un poco indiferente, no era problemático, pero tampoco era un santo y, por sobre todo, no era un irresponsable. Poseía el privilegio de vivir en libertad en el mundo sin que yo le rascara los huevos, de vez en cuando nos juntábamos y luego cada uno seguía a su bola.

    En todo caso, en la segunda planta me desvié a los salones y husmeé como quien no quiere la cosa. Grande fue mi dicha cuando noté a cierta muchachita en su clase como la niña buena que era; digamos que Emily era un fallo de cálculo en mi manera de hacer las cosas y era gracioso cómo todo el alboroto de principio de curso había terminado en nada.

    ¿Debía meterme a una clase de segundo año? Me daba exactamente lo mismo. Ingresé como si fuese mi casa, avancé en su dirección y antes de llegar a ella alcé la voz, pues porque no podía quedarme tranquila sin un poco de teatro, ¿verdad?

    —Emi-chan~ —la llamé, continué hasta llegar a ella y aunque tenía cosas sobre la mesa, las deslicé un poco con la mano libre con tal de poder apoyarme el borde del pupitre con más libertad—. ¿Te parece educado dejarme chocolates sin permitirme ver tu cara?

    Era por fastidiar nada más, daba lo mismo, si yo estaba aquí era por puro capricho momentáneo.

    tengo un posgrado en excusas pendejas y quería venir a robarme a Emi, je
     
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  4.  
    Amane

    Amane Equipo administrativo Comentarista destacado

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    Suspiré con pesadez al borrar el resultado que me había salido en la ecuación, pues no se correspondía con lo que me estaba diciendo la calculadora y era ya la segunda vez que me equivocaba. No entendía por qué me costaba tanto entender las matemáticas, si luego se me daba muy bien calcular las medidas y porciones cuando cocinaba... Empecé a mordisquear el capuchón del bolígrafo, pues lo había colocado sobre el tapón del mismo, y me quedé con la mirada fija en los números hasta que escuché una voz femenina llamándome.

    —¡Oh! —exclamé tras levantar la cabeza, abriendo un poco los ojos al procesar de quién se trataba—. Senpai, qué sorpresa... ¡b-buenas tardes!

    Enderecé la espalda en cuanto mi cerebro terminó de entender que Akaisa-senpai había venido a buscarme tras haberle dejado los chocolates, sintiendo como la típica timidez que tenía a su alrededor se iba apoderando de mi cuerpo. Dejé el bolígrafo sobre mi cuaderno, justo antes de que ella moviera mis cosas para apoyarse en el pupitre, y observé durante un par de segundos aquel gesto, hasta que recibí su pregunta y volví a mirarla. De todos los senpai a los que les había dejado la bolsita, ella era probablemente de la que menos había esperado recibir una reacción, por lo que todavía seguía un poco anonadada con su presencia.

    >>¡Quería que fuera una sorpresa! —le contesté con cierta liviandad, ignorando el hecho de que no había podido elegir un aula para quedarme porque había tenido que pasar por las tres con mis regalos—. ¿Te gustó?

    toda tuya, señorita uwu
     
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  5.  
    Zireael

    Zireael kingslayer Comentarista empedernido

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    No disimulé el gusto en mi sonrisa al recibir su atención cuando me saludó y la vi enderezar la espalda, como si se hubiese dado cuenta de algo de repente. Aparté las cosas, ella me miró y mi sonrisa se ensanchó con cierto aire sedoso. Tuve que tragarme una risa al escucharla y ante su pregunta levanté la bolsita donde todavía quedaban un par de chocolates.

    Por unos segundos solo los miré y luego regresé la vista a ella.

    —Me gustaron —afirmé pues porque no era mentira, luego bajé la mano y busqué dejarlos sobre la mesa, lo mismo con el emparedado que traía—. Están casi igual de dulces que la muchachita que me los obsequió, si debo ser sincera.

    Lo dije como si nada, apoyé algo más de peso en su escritorio y estiré una mano hacia ella. Al alcanzarla me hice con un mechón de cabello, lo giré con delicadeza entre mis dedos y lo liberé después. Pensé un segundo y acabé alcanzando su rostro con la mano, dedicándole una caricia en la mejilla.

    —La duda es, Emi, ¿qué habré hecho yo para recibir un gesto como ese? —pregunté aunque la respuesta saltaba a la vista.
     
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