Acabé desplomándome en mi silla junto a un hondo suspiro, incapaz de determinar si había sido una buena idea o no huir de los casilleros. Me daba pena no entregarle el regalo a Al en persona, aunque también una pequeña, pequeñita parte de mí sentía alivio por ello. ¿Y por qué me hacía tanto lío con Kakeru, para empezar? ¿Era culpa? Pero eso sería, como, super egocéntrico de mi parte, ¿o no? Llevábamos un largo rato sin hablar, el tipo ya ni debía pensar en mí. ¿Era...? ¿Me molestaba que hubiera horneado cupcakes para Emi y no para mí? ¿No era lo predecible, igual? Quizá temiera sobrepasarse, incomodarme o lo que fuera; era el motivo que me había impulsado a mí a quitarlo de mi lista, al fin y al cabo. ¿Debería... hablar con él? Al menos para ver cómo iba todo. Había cumplido la solicitud de Shinomiya un tiempo, luego el tipo se evaporó en el aire y... y nada ocurrió. Era hasta anticlimático. ¡Ah, espera! Di un respingo y agarré el móvil a velocidad justo cuando los mensajes de Altan empezaron a caer. Los fui leyendo desde afuera del chat, uno a uno, y la mención del dress code detuvo por un momento todo mi tren (bastante descarrilado) de pensamiento. Sentí calor en las mejillas, eché un vistazo furtivo alrededor y me derretí sobre mi pupitre, hundiendo la cabeza entre mis brazos. Pasado un rato sólo levanté la vista lo suficiente para seguir leyendo y manipulé el aparato sin cambiar mi posición. Perdona, entré un poco en pánico jajaja Me alegra que te gustara Yo también te quiero, Al Estaba por bloquearlo cuando recordé que mi misión inicial era otra muy diferente y me erguí, buscando el chat de Cayden enterrado en los confines de la aplicación. De hecho, scrolleé y scrolleé y al final pasé al buscador, rindiéndome. Oyeeee gracias por los bombones!! Perdona que ayer se me olvidó escribirte Estaban muy ricosss Ya me los comí, obviamente Se me había levantado un poquito el ánimo y estaba tecleando con una pequeña sonrisa en los labios. —¿Hiradaira-san? Hasta que oí una voz femenina y alcé la mirada. Bleke Middel se encontraba de pie, frente a mí, y sentí mi cuerpo tensarse de pies a cabeza. No era que le tuviera miedo o hubiese deseado activamente que no volviera a hablarme en la vida, pero chocar de repente con sus ojos fue... incómodo. Asentí, algo descolocada, y preguntó si podía sentarse. Asentí otra vez. —Perdona por abordarte tan de repente —prosiguió, lo que me hizo consciente de cómo debía lucir mi rostro, y recogí los brazos hacia mi regazo—. ¿Puedo hablarte brevemente? —Bueno, ya estás aquí, ¿no? —Me reprendí mentalmente y exhalé por la nariz—. Sí, dime. —Es respecto al campamento. Soy consciente de que ya pasó mucho tiempo, pero he pensado lo que ocurrió aquella noche y deseaba extenderte una disculpa si alguna de mis acciones te hizo sentir mal. Presioné mis dedos entre sí, tensa, y corrí la mirada. No quería, de verdad que no quería pensarlo, pero... ¿por qué sonaba tan condescendiente? Como una disculpa que hubiera ensayado frente al espejo y simplemente la estuviera repitiendo. No había... no había nada en sus ojos. Ni arrepentimiento, ni culpa, ni pena. Nada. ¿De verdad lo sentía? ¿O sólo estaba aquí para alivianar su consciencia? —¿"Alguna de tus acciones"? ¿Siquiera sabes lo que hiciste? —reclamé, volviendo a mirarla, y ella parpadeó. —Simplemente no quería asumir nada. Imagino que pudo sentarte mal el que nos fuéramos de la mesa antes de tu regreso. Woah, bingo. —¿Y por qué vienes a decírmelo ahora, mil años después? Middel arrugó levemente el ceño y agachó la vista a mi mesa, pero yo no sabía cómo escapar de esta sensación. Era incómoda e irritante. —Lo sé, pasó mucho tiempo y quizá no corresponda. Aún así... te lo quería decir. —Regresó a mis ojos—. Lamento el mal trago, Hiradaira-san, esa noche y ahora. No te molesto más. Sonaba cortés, amable e indiferente, y al verla incorporarse e irse el estómago se me comprimió con una mezcla de mil emociones diferentes. No quería ceder ante ella, me molestaba lo que habían hecho y me molestaba aún más que hubieran seguido sus vida como si nada. Me molestaba que apareciera ahora, de repente, a pedir perdón por algo que yo ya había encajonado. Me molestaba que no sonara compungida en absoluto, y me molestaba haberme comportado como una imbécil. ¿Por qué no pude aceptar su disculpa y ya? ¿Por qué tuvo que causarme una reacción tan intensa? ¿No llevaba la semana entera yéndose a la enfermería, acaso, y aún así había venido a hablarme? Era infantil y rencoroso de mi parte, era... era muy, muy tonto. Bufé, extenuada, y volví a derretirme sobre la mesa. Daba igual, Middel era terriblemente indiferente al mundo a su alrededor, ¿qué le cambiaría el berrinche de una chiquilla como yo?