Aula 2-2

Le sonrió a Emily una última vez y la despidió con el brazo en alto, recuperando parte de su energía usual.

—¡No te preocupes, Emi-chan! —dijo, riendo—. ¡No podrá contra el poder de sus kohai!

Ingresó entonces al aula, fue hasta su asiento y recién, recién entonces, como si la vida no pudiera sonreírle del todo, cayó en cuenta de algo. Sus manos se aferraron a los bordes del pupitre y tragó grueso, bufando luego. Recorrió los alrededores con la vista, sintiendo aquella opresión desagradable de la ansiedad anticipatoria rodeándole la garganta. Estar sola... seguía poniéndola muy nerviosa. Como si a todo momento pudieran haber cientos de ojos perforándole la espalda.

Se rascó las raíces del cabello y sacó sus cosas de la mochila, intentando enfocarse de lleno en su pequeño espacio individual, convertirlo en un espacio seguro.

Kurosawa... también iba a su clase, ¿verdad?

Mierda.

 

Al final el mundo había ido recuperando lentamente sus dimensiones y sus límites gracias a la presencia de Hiroki y sus palabras. Cuando logro dejar de llorar como una cría, cuando dejó de sentir el estómago vuelto al revés logró incorporarse con su ayuda.
No había podido decir palabra después de aquel reflejo de las ajenas, era como si la hubieran dejando en piloto automático, y el rojo y el negro se aparchonaban en sus retinas de vez en cuando todavía.

Prácticamente fue ella quien lo arrastró después, tomándolo con cuidado del brazo y se detuvo en los baños del segundo piso, con una sentencia implícita de "Espérame".
Entró, se lavó el rostro y notó la sangre bajo sus uñas... La sangre de Altan.

Era un monstruo.

Contuvo el impulso de llorar de nuevo, ya no de ira, sino de pura frustración y arrepentimiento. Por la idiotez de Hiradaira había terminado haciéndole daño a Altan que, a fin de cuentas, era su amigo.
Tendría que disculparse con él, ¿no? Por supuesto, porque había pasado de abrazarlo a rasguñarlo como una maldita loca. Tenía que disculparse, incluso si el cabrón había jugado en el otro frente.
También tendría que pedirle una disculpa a Aika, que de hecho estaba en su clase.

Como fuese sacó de entre sus cosas un pañuelo, lo humedeció para luego escurrirlo un poco y regresar sobre sus pasos al pasillo. Le entregó el trozo de tela a Hiroki, casi sin atreverse a mirarlo, y de nuevo sus palabras fueron un murmuro o al menos eso parecían luego de que había gritado como un animal rabioso.

—Límpiate mejor, cariño.

La zorra le había escupido.

A Hiroki.

De nuevo el parche rojo en su visión y tuvo que inhalar con fuerza para tratar de poner sus emociones en su lugar. Como fuese no esperó demasiada respuesta, le dio un abrazo fugaz y entró a la clase. En ese momento la realidad la abofeteó y la dejó sin aire. Lo había olvidado por completo, que la jodida era su compañera de clase, lo recordó cuando notó sin esfuerzo el cabello teñido de rosa chicle.

Posó la mirada en ella, vacía, opaca como una resina sin barnizar. Se le escapó una risa floja, sardónica, antes de seguir avanzando a su lugar de siempre y dejarse caer pesadamente en su asiento. Se retiró el cabello de los hombros con un movimiento de mano.

Con esa cabrona de mierda no iba a disculparse ni aunque le pusieran un arma en la cabeza.

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alto relleno tho

 

Kashya Thornton

Ni bien me senté en la silla y saqué mis cosas, vi como la pantalla de mi móvil se iluminaba dentro del maletín y lo saqué, curiosa. Solo podía ser Emily, por supuesto, pero era extraño que me escribiese en la Academia.

Abrí el mensaje y lo leí con cuidado, contestando inmediatamente después y volviendo a guardar el teléfono en su lugar.

Un ligero suspiro escapó de mis labios mientras me ponía de nuevo en pie, dirigiendo esta vez mis pasos hacia el pupitre donde había visto que Anna se sentaba. Me agaché para alcanzar su altura y hablé lo suficientemente bajo para que solo ella me escuchase.

—Anna, Emi me ha pedido que esté atenta de ti así que... si necesitas cualquier cosa, háblame, ¿vale?

Tras darle aquel mensaje, me levanté y volví a mi asiento, como si nada. No era de mi estilo inmiscuirme en este tipo de cosas pero... bueno, simplemente no podía decirle que no a Emily.

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Hola :D

 

No necesitó tener ojos en la nuca ni un sexto sentido como Ishikawa para saber que Kurosawa finalmente había llegado al aula. Pudo sentir su mirada sobre ella y, como la estúpida que era, su armadura se endureció con la tenacidad del acero y alzó la cabeza.

No iba a decirle nada a menos que ella lo hiciera primero, así como ni de coña había pretendido agredirla a menos que ella lo hiciera primero.

Y casi lo logró, de no ser por Altan.

¿De qué iba, reaccionando así? La traía sin cuidado y puede que se hubiera equivocado con Usui, puede que lo ideal fuera agachar la cabeza y, por una vez en la vida, no ser una jodida prepotente. Puede que se estuviera equivocando, pero la mirada opaca de Kurosawa le crispó tanto los nervios que la sostuvo, seria, hasta que la morena desapareció de su campo de visión. Recién entonces desvió la vista al frente, a la pizarra, y soltó el aire de golpe.

Con esa cara de pocos amigos fue que una criatura albina apareció justo frente a su pupitre, sobresaltándola. Habló rápido, casi como un trámite, y Anna sólo alcanzó a asentir antes de verla regresar a su asiento.

No pudo evitarlo, una sonrisa floja le curvó los labios.

Emily le había pedido que... estuviera al pendiente de ella, ¿eh? Vaya.

Qué cálido.

 

Al final había subido al segundo piso, en dirección a la 2-2.

Alguien tenía que decirle a las chicas, porque sabiendo como era Jez debía estar organizando todo con tal meticulosidad que hasta que daba miedo, y seguramente estaría preparando las cosas de Anne e Isaac también, así que fácil podía írsele todo el día en eso y olvidarse de escribirle a alguna de las dos.

Asomó la cabeza por la puerta y reparó apenas en el aspecto desgastado de Kurosawa. No tenía tiempo de preguntar.

—Permiso —dijo alzando la voz—. Hmh, ¿Middel-san o Thornton-san?

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More relleno

 

Ingresó a su aula a paso calmado, echando un vistazo alrededor. Dejó sus cosas en su asiento y se acercó al de Kashya, con una sonrisa suave impresa en el rostro.

—Buen día, Kashya —saludó, manteniéndose de pie pues le resultaba algo extraño tomar asiento en un lugar que no le correspondiera—. ¿Cómo fue todo?

Se refería, claro está, a la idea alocada que había tenido la albina de meter en su casa a aquellos... curiosos jóvenes. ¿Qué podía decir? No le agradaban. Morgan le transmitía una frialdad extraña, como si debajo de su suavidad hubiera una pantera agazapada, a la espera de lanzar el primer mordisco. Además aún no olvidaba cómo se había metido con Jez de gratis.

David, por su parte, bueno... un lobo con piel de cordero.

Probablemente eso fuera lo que menos le gustaba de ambos: no emitían de buenas a primeras su verdadera esencia, poseían un talento increíble para disfrazarlo. Era como pretender descifrar qué yace hundido en las profundidades de un pozo ciego.



Las clases no comenzaban más, ¿eh? Menudo coñazo. Acabó sacando su móvil otra vez para distraerse con cualquier cosa, pero el cuerpo no le funcionaba al cien y suspiró, echándose sobre el pupitre para seguir viendo fotos en Instagram. El cabello suelto se derramó por los bordes como obsidiana líquida. Se sentía... un poco débil.

Normal, ¿no? Estaba comiendo para la mierda.

Emily había contado con la decencia de especificar que se verían en las pruebas y ella no hizo ademán de negarlo, sólo mantuvo su sonrisa y se fue. ¿Iría, de todos modos? No le apetecía y ni siquiera se creía capaz de poder hacerlas. ¿Tener un puto ataque frente a toda la escuela? No, gracias. Prefería esconderse en algún rincón de la Academia, colocarse los cascos y dejar que el tiempo fluyera.

Fluyera y fluyera, como un río silencioso.

Eh, mini Ishi 08:29
Aún no traes nada? 08:29​

Estaba hablando de la hierba, claro. Se había hecho a la idea pero mientras más tiempo pasaba, menos capaz se creía de poder soportar el día entero sin echarse algo encima para bajarle a la ansiedad. Kohaku era el único que podía ayudarla con eso, y si no...

Altan.

Bueno, podría pedirle un cigarrillo. Situaciones desesperadas requerían medidas desesperadas.

Se desinfló los pulmones y escondió el rostro entre su brazo y la superficie del pupitre, ligeramente patinosa por el efecto cálido de su respiración. El móvil colgaba sobre el vacío entre sus dedos casi relajados. Así, de repente, se dio cuenta que prácticamente había olvidado la existencia del chico y si volvía al frente de su consciencia, sólo era porque podría serle de utilidad con su puta mierda. Era una hipócrita, ¿verdad? Se las daba de pilar, de cuidadora, pero un simple problema aparecía frente a ella y se encerraba en sí misma, se concentraba en su desgracia y se olvidaba de las personas que presumía de atesorar.

En el fondo no era más que una egoísta.

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rico relleno sólo porque quería clavar esta imagen en algún lado JAJAJA

 

Kashya Thornton

Había ingresado al aula después de ver que Emily comenzaba a hablar con Anna, siendo que no me incumbía demasiado el tema en cuestión. Me lo había contado, claro, lo que había pasado el sábado y había acabado pasando el domingo limpiando, ordenando y cocinando como si la vida le fuese en ello, presa de la ansiedad.

¿Cuántos bentos pensaba llevar a la escuela y para cuánta gente?

Me senté en la silla y saqué las cosas, como solía hacer, sin deshacerme en ningún momento del abrigo ni de la bufanda que me había puesto antes de salir. Odiaba el frío, y aunque quizás no fuese notorio, solía ponerme de mal humor si no estaba bien abrigada.

Levanté la cabeza cuando escuché la voz de Bleke y la miré con la cabeza ligeramente ladeada.

—Buenos días —fue lo primero que dije, sin levantar la voz a pesar de saber que tener la bufanda alrededor de los labios no ayudaría a ser mejor escuchada—. Fue bien —respondí, asintiendo con la cabeza con los ojos cerrados, sabiendo a lo que se refería.

Realmente lo fue. Morgan, quizás en algún momento hizo alguna de esas cosas extrañas que debían verse mal desde fuera pero que yo nunca comprendía, pero nada que me resultase incómodo a decir verdad, y me estuvo incluso hablando un poco de su hermana y, a modo de respuesta, yo le conté que era hija única y que mis padres solían estar de viaje pero que Emily cuidaba de mí como si fuese una hermana.

Luego le enseñé la biblioteca, picamos algo y estuvimos hablando de aquellas cosas que a los tres nos llamaban la atención.

>>Entiendo por qué no te inspiran confianza, Bleke —murmuré, aunque seguía sonando neutra—. Pero trataron muy bien mis libros, así que deben ser buenas personas.

Qué ingenua, ¿no?

 

En verdad no tenía problemas para escucharla, pese al barullo ambiental y que Kashya prácticamente estuviera hablando dentro de su bufanda. Un oído muy agudo, quizá, o ya estar acostumbrada a su tono de voz usual.

Asintió, comprensiva, y no indagó más al respecto. Kashya podía ser algo ingenua pero si la habían tratado bien, bueno, ¿de qué iba a preocuparse, exactamente? No era como el caso de Violet, no sentía sobre Kashya una amenaza silenciosa. Además, no era de dar discursos moralistas. A Thornton no le incumbían las razones por las cuales a ella no le gustaban esas personas.

—Mejor así —fue su única respuesta antes de inclinar apenas la cabeza a modo de despedida y ubicarse en su asiento.

Esa tarde seguirían las pruebas físicas, ¿eh? No le causaba gracia, en verdad, no luego de haber besado el suelo en la prueba de salto. Pero bueno, ¿tenía opción?

Jez, al menos, las había evadido.

 

Luego de acompañar a Nagi a su clase había seguido su camino hacia la 2-2 sin mayor complicación, si Hiroki había llegado después de que ella prácticamente arrastrara a Nagi no lo había notado.
Las clases habían sido tediosas por el clima más que nada, a pesar de que se había puesto un abrigo y tan siquiera le dio la cabeza para ponerse mallas en lugar de las medias, seguía cagada de frío por estar sentada sin hacer nada más que mirar la pizarra y tomar apuntes. No iba a negarlo, un poco culo inquieto sí que era pero sabía orientar su energía a organizar todo lo que tuviera al alcance. Lo bueno era que tan siquiera el que se hubiera soltado a llover había logrado hacer que cancelaran las pruebas, así que podía hacer su repartición de almuerzos como había planeado.

Cuando sonó la campana del receso prácticamente se levantó de un salto, se coló entre los asientos y le dejó una caja de bento sobre el pupitre de Aika después de saludarla a la carrera, para luego salir de la clase en dirección al tercer piso, como ya era normal.

 

Kashya Thornton

Me despedí de Bleke de la misma manera, inclinando la cabeza, y como siempre centré mi atención en los apuntes mientras la profesora venía. Atendí a las clases con la normalidad de siempre, y por mucho que odiase el frío y la lluvia lo cierto es que me alegré bastante al ver las gotas y escuchar el posterior anuncio de que las pruebas se cancelarían de nuevo.

Lo último que necesitaba era tener que correr o hacer ejercicio con aquel despropósito de uniforme que lo único que hacía era hacernos pasar más frío.

Recogí mis cosas y me dirigí hacia el pupitre de Bleke, con la calma usual.

—¿Vienes a la Biblioteca?

 

Las clases transcurrieron sin altercados, como era lo usual. Bleke percibió de inmediato el sonido de las primeras gotas chocando contra las ventanas y una parte de ella se alivió en gran medida por la cancelación de las pruebas. Prefería quedarse en la biblioteca leyendo un libro.

Cuando Kashya se acercó, Bleke le concedió una pequeña sonrisa y asintió, recogiendo sus cosas antes de incorporarse.

—Vamos.

 

Me deslicé por el pasillo, las escaleras, hasta dar con la puerta del aula y la recorrí visualmente por mera inercia antes de acomodarme en mi asiento con movimientos algo perezosos. Había dado con la víbora eléctrica de Kurosawa pero no pretendí captar su atención ni nada; al menos había vuelto a clases a salvo, qué se yo. El Sakura ya me recordaba a mi anterior escuela, sólo que por diferentes motivos. Allí, tras la expulsión de los chicos, cada estudiante y profesor se convirtió en una silueta oscura, agobiante pero benigna, eran como rayones rabiosos de grafito quebrado y las paredes se embadurnaron con mi propio veneno. Aquí... aquí era peor. No sólo era mi veneno.

Las siluetas oscuras se camuflaban entre la muchedumbre y tenían colmillos.

Podían atacar en cualquier momento, de cualquier parte. ​

El móvil vibró sobre mi mesa mientras rebuscaba en mi mochila por un pañuelo o cualquier mierda para secarme un poco el flequillo. Me dispuse a ello mientras leía los mensajes con la mano libre.

Bien, al menos físicamente 08:29
Viene a mi clase, por si quieres hablar con ella o algo 08:29​

Se me escapó una risa por la nariz, era vacía e incluso irónica.

Gracias Suzu, pero no puedo 08:30
Emily me ha dicho de almorzar a solas, tenemos que hablar unas cosas 08:30
Quedamos para después de clases, si quieres 08:30​

No es como si fuera a haber club de cocina o algo así, al fin y al cabo. Una parte de mí consideraba que Konoe también merecía saber sobre las amenazas que andaban rondando el Sakura, pero había hablado en plural y prefería no abrirle aún a más gente las puertas del Inframundo porque sí. A veces la venda en los ojos no era mala idea, pero Emily... Em ya estaba metida hasta las rodillas. Mejor sería que supiera. A la gente no se la puede proteger siempre con ignorancia, bien sabía yo de eso.

Mientras redactaba esos mensajes me cayó otra notificación, era Kohaku.

Sí, claro 08:29
De todos modos ya habíamos quedado 08:29
Pasó algo? 08:30

Ahuequé la mano para recostar la mejilla y me quedé viendo a la pantalla un par de segundos. Ni tendría que haberme preocupado, ¿eh? Ishikawa siempre parecía estar dos pasos por delante, aunque no tuviera ni puta idea de a qué se adelantaba.

La verdad que sí 08:30
Más tarde te cuento, en persona 08:31
Gracias, Ko 08:31
De verdad 08:31​

Se había quedado en línea, así que recibí su respuesta y bloqueé el móvil, rascándome las raíces del cabello.

No es nada, luego hablamos 08:31

Bueno, de repente las clases parecían un paraíso de tranquilidad y seguridad, ¿eh? Quién lo habría dicho. Algo bueno la mierda siempre tiene.

 

Emily Hodges

Fue realmente difícil concentrarse en las clases después de todo lo sucedido, a decir verdad, pero de alguna manera logré recomponerme lo suficiente para hacerlo. O para al menos aparentarlo, no sé, para que Dante no me viese la cara de susto y se preocupase por mí o algo así.

Al menos Kashya pudo confirmarme que tanto Anna como Shiori habían llegado al aula relativamente sanas y salvas, aunque que me dijese que en realidad no parecían estar nada bien no me ayudó mucho a tranquilizarme.

Pero al final la hora del almuerzo llegó y me levanté del asiento casi de un salto, recogiendo las cosas con una ansiedad que me fue incapaz de controlar. Al menos pude dirigirle una sonrisa más o menos sincera al chico antes de salir disparada hacia el exterior del aula.

En realidad... no sabía muy bien qué hacer, por eso me paré en seco segundos antes de alcanzar la puerta del aula contigua. Anna me había dicho que nos veríamos para almorzar así que supuse que querría seguir con la idea inicial de comer nosotras dos. La cosa era que ya no sabía si era lo correcto, si quizás prefería pasar el descanso con Altan o incluso con Shiori, ahora que ellos tres tenían toda aquella historia. No pretendía que me lo contase, en realidad, pero no sabía si era yo a la que necesitaba en ese momento, si a lo mejor pretendía fingir para no preocuparme y eso acabaría siendo peor para ella.

—Céntrate, Em —murmuré, cerrando los ojos, y respiré hondo un par de veces antes de volver a abrirlos.

Vale, podía intentar ayudarla. No le sacaría la estupidez del audio ni le preguntaría demasiado por lo sucedido con Sonnen como había planeado, pero aun podía intentar hacer que se distrajese o... o, al menos, hacerle compañía. Haría lo que estuviese al alcance de mi mano para ser lo que necesitase, como siempre intentaba hacer con mis amigos.

Retomé el paso hacia el interior del aula, algo más tranquila y con una ligera sonrisa, hasta alcanzar la mesa de la chica, no sin antes echarle un vistazo al resto del lugar para comprobar con mis propios ojos cómo se encontraba Shiori.

También quería hablar con ella y, no sé, intentar hacerle saber que podía contar conmigo, para lo que fuese aunque no pudiese hacer mucho. Pero eso sería quizás más tarde, quizás después de clases, porque seguramente necesitase un tiempo a solas.

>>Buenas~ —saludé con voz suave, deslizando la caja del almuerzo por la mesa hasta dejarla delante de Anna—. Si no tienes ganas de comer no te tienes que obligar por mí, pero creo que sería mejor que lo intentases.

Le di un golpecito suave con el dedo a la tapa y le dirigí una sonrisa comprensiva, aunque seguramente no pude esconder que en verdad estaba más preocupada que otra cosa.

>>Si aun quieres que comamos las dos a solas, tengo un sitio en el que creo que podremos estar tranquilas. ¿Qué me dices?

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El último post en el pasillo es mío so le caigo al aula(?)

Bueno, como tú ya sabes donde van a ir puedes arrastrarlas ahí si quieres, o como prefieras actually (?)

 

Nunca había sido de prestar mucha atención en clases y ahora por poco me había dolido la mano de todos los jodidos apuntes que tomé. Irónico, ¿verdad? Por momentos me había desconectado de repente, o más bien lo notaba como un pestañeo inconsciente, como ser forzado fuera de un sueño y abrir los ojos de golpe. No sabía cuánto tiempo, cuestión de segundos, pues le echaba un vistazo a mi cuaderno y lo último escrito se mantenía a tono con la verborragia incesante del profesor. Pero era un hecho que, de una forma u otra, podía decir que había parchones en mi memoria.

Sólo esperaba que no empeoraran o algo.

Me tranquilizaba bastante que Kohaku hubiera aceptado, aunque realmente sabía que lo haría. La mañana en sí me sorprendió tranquila, centrada, si se quiere, o no lo sé, quizá fuera todo una fachada que me había colado incluso frente al espejo. Ya no tenía mucha idea de nada, como me había pasado en la enfermería cuando noté que... no me parecía que todo aquel desastre valiera la pena.

No era yo la que estaba metida hasta el cuello, ¿verdad?

¿Verdad?​

La campana del receso me arrancó un respingo leve; ahí iba de nuevo, otro parchón. Noté que estaba balanceando el bolígrafo entre los dedos y le eché un vistazo antes de afianzar el agarre y devolverlo a la cartuchera. Cerrar el cuaderno, levantar la mochila, arrastrar la cremallera. En medio del proceso noté la presencia de Emily y observé el bento antes de mirarla a ella. Su sonrisa se reflejó en mi rostro, puede que ligeramente más opaca, pero nada había allí.

Nada de furia.

Nada de miedo.

Nada de frustración.

Sólo era... una sonrisa.​

—Buenas, Em~ —Terminé de guardar todo y me eché la mochila al hombro, incorporándome para agarrar el bento a la pasada y apoyar las caderas en mi pupitre; le eché un vistazo dentro al almuerzo y sonreí con un poquito más de ganas, buscando su morado. Eh, sí, estaba preocupada. Normal—. ¿Cómo rechazar un almuerzo de Emi-chan, dime?

Devolví la cajita a la mesa y estiré los brazos hacia ella, como una momia, cerrando los ojos junto a una ligera mueca de diversión. Me faltaba la energía infantil, la verdad, pero todo lo demás estaba allí. Ya no sabía si era falso o genuino.

—Llévame adonde quieras, confío cien por ciento en ti~

 

—Entonces yo revisaré las mías, quizá descubramos el malvado secreto de la profesora de gimnasia.

No iba a negarlo, era bastante agradable pasar el rato con alguien ajeno a toda la mierda que últimamente parecía perseguirme, lo cual no sólo era hipócrita de mi parte sino un delirio de fiebre ya que incluso Dante, el pobre y buen Dante, había sido a fin de cuentas uno de los diablos con los que me divertí de forma estúpidamente cruel.

Como la perra que era.

¿Te las das de buena, sólo porque el muchacho aún no te conoce?​

Qué gracia, ¿ahora hablarás agudo y le batirás las pestañas?

Eventualmente todo cae por su propio peso.​

Y tú lo sabes.​

El ruido blanco seguía amenazando con empañarme los ánimos pero me aferré a ese pequeño instante, a esa estúpida ilusión de sentirme una estudiante ordinaria conociendo a un estudiante ordinario, así fuera por unos míseros cinco minutos. Su idea consiguió arrancarme una sonrisa emocionada y asentí con la cabeza, chasqueando los dedos.

—Claro que sí, chico, lo hemos hecho cientos de veces. Estás hablando aquí con una experta —me mofé, sacando las manos de los bolsillos para extender suavemente los brazos y girar un par de veces alrededor de Dante; la falda acompañó el movimiento y me detuve frente a él—. ¿Has bailado alguna vez?

Ya me había abierto la puerta del aula, lo hizo con tanta ceremonia que me arrancó una risa bastante genuina que me esforcé por contener, sólo para poder seguirle el rollo y mantener el numerito. Coloqué expresión de sorpresa, echando un vistazo dentro del salón, y entrelacé las manos tras mi espalda al dar unos pasos dentro. Me moví con liviandad, cierta gracia, y volví a girar sobre mis talones para enfrentarlo.

—Hmm~ Nop, no he tenido el placer de concurrir a este establecimiento. ¿Me haría los honores, señor, de indicarme el mejor asiento del mundo~?

 

Sentí una clara chispa de emoción activarme el cuerpo, danzarme en los ojos o lo que fuera al recibir su respuesta. Se había sonrojado y eso tendría que haberme obligado a replantear mis ideas, pero la chispa estaba ahí y no me apetecía dejarla ir. Qué estupidez más grande, un par de palabras sobre la mierda que más disfrutaba en el mundo y el ruido blanco retrocedía.

Artista.

¿Realmente era una?

—Vals, ¿huh? Digno de un caballero como usted, Sir Dante —bromeé, acompañándolo al asiento que había elegido—. Hmm, no está mal, para nada mal. Las vistas son encantadoras pero ¡oye!

Volví a enfrentarlo con cierto énfasis y ni siquiera me di cuenta que había casi brincado sobre mis talones un par de veces. Una chispa de picardía revoloteó en mis ojos al inspeccionar el aula de punta a punta para luego regresar a él, hablándole en voz baja, confidente.

—Tengo dos preguntas para ti. Del uno al diez, ¿cuán responsable te consideras y cuánto te gusta la primavera?

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im not crying you are

annita ideas locas IS BACK

 

Recogí las manos sobre mi regazo mientras lo oía hablar, resultándome imposible quedarme quieta. La canción ya sonaba en mi mente con la claridad aterradora que sólo la música conseguía, y me instó a balancearme suavemente de lado a lado como si una película se proyectara frente a mis ojos. Parecía que no estaba escuchando ni una palabra de lo que decía, la verdad, pero todo lo contrario.

Hmm, esos puntajes eran malos para mi idea, ¡pero lo seguiría intentando!

—Ya veo, ya veo —murmuré, pensativa.

Le sostuve la mirada, mordiéndome el labio en una sonrisa divertida, y comencé a caminar en reversa hacia el exterior del aula. Me detuve al saberme ya en el pasillo y bueno, simplemente esperé a que hiciera lo lógico. De todas formas tendría que salir, ¿verdad? Él asistía a otro curso.

—Yo creo que todos los caballeros igual han tenido que practicar y practicar y practicar —reflexioné en voz suave, echando un vistazo por la ventana antes de verlo de vuelta—. Oiga, señor, ¿le interesa sumar muchos, pero que muchos puntos de caballerosidad~? ¡Los suficientes para levelear!