Interior Ascensor (Planta baja)

Tras mi propuesta de subir juntos a clase, el chico me pilló algo desprevenida al rodearme la muñeca con sus dedos e incitarme así a caminar a su lado, aceptando el plan sin necesidad de decir ninguna palabra al respecto. Oh, my... podía parecer una tontería, pero el asunto era que yo no era una muchachita tan difícil de conquistar, en realidad. La unión duró bastante poco, de todos modos, y a medida que nos dirigíamos al pasillo, aproveché para dedicarle un vistazo rápido a Joey, para que al menos supiera que había estado mirándolo hasta aquel momento; igual parecía bastante entretenido sin mi presencia.

—¿Joey? —murmuré, mirando a mi acompañante con las cejas ligeramente alzadas—. Oh, no, it's okay —sentencié, recuperando la sonrisa ligera. Incluso si se molestaba conmigo por haberme ido antes de tiempo, sabía que eventualmente me perdonaría; we always did with each other, after all.

Sea como fuere, el chico paró nuestro recorrido justo delante del ascensor y no pude evitar que se me escapara una risa nasal, entre divertida y resignada. ¿Qué pasaba con los tíos de esta escuela y su rechazo por usar las escaleras? Igual no dije nada, obviamente. Me quedé esperando junto a él y lo miré cuando me respondió a la pseudo-pregunta que le había hecho antes, lo de saber su color favorito.

>>Oh, ¿el mío? —solté tras escucharlo, algo sorprendida, y me llevé el dedo índice a la comisura de los labios mientras pensaba—. I guess... me gusta el color del cielo en verano. You know, cuando está despejado y no tiene nubes.

El ascensor llegó al piso bajo, entonces, y nos adentramos en el mismo, mis labios volviendo a adoptar una sonrisa sedosa cuando la puerta cerró a nuestras espaldas.

>>¿Será que me vas a decir al fin tu nombre, pretty boy, y de ahí le reunión secreta en el ascensor? ¿O tienes otro motivo para encerrarnos aquí~?

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no creo tener tiempo a responder más WHICH MAKES ME SAD, so muchas gracias por decirme de rolearlos, I LOVED IT LIKE ALWAYS

 

La velocidad y desenfado con que descartó el asunto de su amigo, el troublemaker, me hizo su debida gracia y solté una risa nasal, sin acotar nada al respecto. Bueno, teniendo la relación que parecían tener entendería si esta rubia se conocía al dedillo las... formas de ganarse su perdón. Nada de qué preocuparse, ¿cierto? Eso sí, que me disculparan, iba a llevarme algo de crédito. Me gustaba más así.

Apuntó el color del cielo en verano y me mantuve en sus ojos, como había hecho en los casilleros, sólo que esta vez mi sonrisa era más suave. Al final, sin embargo, se torció hacia un costado y acabó impresa de una diversión bastante ambigua. ¿No estaba refiriéndose precisamente al tono de sus ojos?

Qué vanidosa.

—Un color muy bonito, sí —concedí, en un murmullo bajo.

El ascensor sonó y sus puertas se abrieron. Ingresé primero al espacio y fingí demencia hasta que ella volvió a hablar. La miré por el rabillo del ojo, tranquilo, y luego deslicé la mirada al marcador sobre la puerta indicando los pisos. ¿Mi nombre? Vaya, ¿aún no se lo sabía? Qué feo, qué feo.

—¿Quieres tachar dos puntos de tu lista en una misma conversación? —Alcé las cejas, escandalizado, aunque mi voz no se alteró casi nada—. Vaya...

Sólo la estaba molestando, como llevaba haciendo desde que le quité el cigarro en el patio. Me sonreí, giré el rostro e invadí ligeramente su espacio, sin correrme de sus ojos ni un centímetro.

—¿Qué te parece si me lo preguntas otro día? Quizá me pilles de buen humor.

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cierre feo y rusheado porque YA ME PASÉ POR TRES MINUTOS pero aaaa, un placer tirarle los tejos a Ali-chan, como siempre uwu7

 

¿Miller-san? Vete a saber quién era, ella no se esmeró en aclarar el panorama y yo tampoco me interesé en preguntar. Era la amiga de Akira, claro, pero no llegué a conectar los puntos. Como mínimo supe que hablaba de una chica cuando la comparó con Riamu, detalle que me hizo deslizar la mirada a su perfil.

—Delegar siempre es un riesgo, uno que a veces se convierte en lujo —reflexioné en un tono plano, regresando la vista al frente.

Era la forma elegante de decir que cuando te tocaban compañeros inútiles quedabas condenado a trabajar más de la cuenta. No tenía nada contra Riamu, obviamente, pero al cooperar con ella no soñaría con delegarle aquello que no estuviera seguro que podría manejar. En el proyecto anterior había cumplido bien su rol, pues dio la casualidad de que el ámbito y la tarea concreta eran de su interés.

Noté que ralentizaba su ritmo, no muy seguro de la razón, por lo que la miré con una ceja ligeramente arqueada. No había muchas opciones, suponía, o lo de agradecerme los apuntes había sido una excusa o, por algún motivo, dudaba cómo subir. O tal vez ambas. Me preguntó directamente por mi relación con Riamu, cosa que me sorprendió un poco, y seguí caminando en línea recta hacia el ascensor. Había sido su primera opción, ¿no?

No quise darle más importancia de la que tenía, aunque fue inevitable darle un par de vueltas en mi cabeza. Más allá de sus intenciones, no habituaba ser interrogado por mis relaciones personales a menos que fuera para criticarlas. Las dudas de mi entorno nunca eran inofensivas, sólo pretendían manipular y el silencio era sinónimo de indiferencia.

En pocas palabras, me pilló desprevenido.

—¿Normal? —respondí, llamando el ascensor, y contuve el impulso de encogerme de hombros—. No hablamos durante el fin de semana, de por sí no hablamos con tanta frecuencia.

Estaba habituado a los reportes con Teruaki-san de los Lobos, o antes de las serpientes, y me pregunté si quizás había sonado muy impersonal. ¿Qué se suponía que le dijera, de todos modos? ¿Qué esperaba conseguir con la pregunta? ¿Lo estaba pensando demasiado?

Ingresé al ascensor cuando las puertas se abrieron y aproveché aquellos segundos de gracia para definir un cierre a mi respuesta.

—¿Ustedes?

Bueno, no era brillante, pero se intentaba.

 

Mientras Riamu permanecía en mi hombro me sentí contrariado por un momento. Era injusto, ¿no? Haber pensado en ella y que apareciera. Era injusto que a mí se me permitiera su compañía y que a Kakeru muy seguramente se le negara la presencia de cualquiera de las personas que acudieran a su mente. Intenté apartarme de allí y la confirmación tan despreocupada de Riamu me estiró una sonrisa divertida en los labios. ¿Quién se emociona tanto en la nieve que olvida ponerse ropa?

—Al menos tú serás la viva imagen de quien aprende de sus errores —rescaté, y me pausé un segundo—. O no...

Acepté su oferta, también asimilando que no tenía nada que hacer allí, y me cargué el pecho de aire mientras Riamu buscaba mi mano. Se lo permití, atendí a su intención y comenzamos a caminar hacia el ascensor. Las puertas se abrieron y, tras ingresar, la miré para responderle.

—Sí, con mi familia fuimos varias veces a Sankt Moritz, a mamá le gusta mucho. Ahora supongo que seguirá yendo, aunque no sé si me invitará considerando que vivo con papá.

Mientras el ascensor se deslizaba en descenso no busqué deshacerme del contacto de su mano, todo lo contrario. Lo asimilé con naturalidad y esbocé una sonrisa suave al imaginarla convocando chiquillos para armar muñecos y lanzarse bolas de nieve. No me extrañaba ni un poco.

—¿Dónde tienen la cabaña?