Microrrelato As de corazones

Contenido oculto: Notas de la autora

Hace mucho tiempo que no escribo, y el computador en inglés no ayuda mucho para que pueda detectar los errores de ortografía, por lo que me disculpo.

El relato es una breve descripción de cómo pasé la navidad pasada, y temo que esta resulte igual. Por alguna razón, son estas fechas en las que me dan ganas de crear algo con palabras, no importa la simplicidad del resultado. Y pues, aquí lo comparto con ustedes.

Si gustan escuchar la siguiente canción, que no va muy afín, pero que fue en un principio la que me dio algún tipo de inspiración, adelante.

Cualquier comentario, opinión, sujerencia, etcétera, es bien recibida.

AS DE CORAZONES​

—Tres de Trébol.

Entre la oscuridad, el número de la carta era difícil de reconocer, y sin embargo, no estaba dispuesta a encender la luz de la estancia para ver mejor. Afuera seguían reunidas las personas que, al parecer, eran sus familiares, pero no las sentía como tal. Sólo eran voces que se alzaban en desorden, por encima del incesante ruido que emitían los altavoces a todo volumen; eran gritos llenos de alegría.

Claro, era nochebuena.

Y ella estaba allí, en su solitario rincón, ajena al resto.

Volviendo al tema: no quería que la descubrieran. Estaba mejor así; apartada de los demás. Demasiado cerca e infinitamente lejos. Porque no sentía la calidez del momento, y se congelaba en un insondable mar en el que ella misma decidió navegar desde hace tiempo. En algún punto izó las velas, perdió el control del timón y terminó a la deriva.

—Dos de Picas.

De la baraja habían desaparecido varias cartas con el pasar de los años. Las que quedaban estaban envueltas con un denso manto de polvo y tan desgastadas que a duras penas lograba identificarlas. Empero ella no cesaba de acariciarlas, sintiendo con la yema de los dedos su frío tacto, siempre indiferentes.

Nada le brindaba el consuelo que su corazón anhelaba.

Alzó la mirada, atravesando con ella el cristal de la ventana, y contempló las multiples luces de colores que adornaban los hogares cercanos. Algunas personas habían colocado grandes imágenes de Santa Claus o un árbol de navidad en sus balcones, lo que le trajo a la memoria una navidad de antaño, cuando todavía sonreía sin restricciones.

¿Dónde quedó su muñeco, con la barba blanca y el traje rojo?

Se abrazó a sí misma, ocultando el rostro entre las rodillas, y con él, las lágrimas que comenzaban a aflorar. Eran gotas provenientes de la tormenta que permanecía en su interior y que sólo aumentaba con cada nube negra que llegaba; pensamientos mortíferos que su mente maquinaba.

Dejó caer la última carta que sujetaba entre sus manos, abandonándose finalmente a su silencioso llanto.

—As de Corazones.