Así de leve es la ilusión [Rose Weasley x Scopius Malfoy]

Tema en 'Fanfics abandonados sobre Libros' iniciado por TheVictimSoul, 13 Abril 2012.

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    Waaaa que bonito comentario <3 Agradezco demasiado que te des el tiempo de leer y comentar tan extensamente cada capítulo, ¿Sabes qué te adoro? (aunque responda un mes tarde ujum, ujum...). Muchas gracias, todas esas cosas me inspiran, de hecho, ese capítulo lo escribí al pasar por un periodo de inspiración el cuál fue cortado violentamente al pasar al siguiente capítulo. Me resigné a usar el guión incorrecto, pues el de diálogo no me quiere o simplemente el mundo está en contra de que escriba correctamente :(. Pero gracias por la ayuda cariño <3

    Mil besos, espero leerte pronto
     
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    Así de leve es la ilusión [Rose Weasley x Scopius Malfoy]
    Clasificación:
    Para adolescentes. 13 años y mayores
    Género:
    Romance/Amor
    Total de capítulos:
    10
     
    Palabras:
    2886

    CAP 8: El bacilar de un depredador.

    Fue quizás entonces, cuando comencé a abrir un poco los ojos, pero solo un poco, lo estrictamente necesario para atisbar un rayo de luz y saber que, por lo menos, no todo es oscuro, no todavía. El amor ciega, el amor confunde y nos juega malas pasadas, el amor dispara nuestros sentidos y experimenta con nuestros sentimientos. Solo el verdadero amor sabe como atarte las muñecas tras la espalda y colocarte una gruesa venda sobre los ojos, mientras te convence de que todo está bien, de que eres feliz. Para nosotros, aquella persona se convierte en una adicción incontrolable, un tormento y la más dulce canción de cuna. Sus defectos solo lo hacen más interesante, nuestros ojos reconocen sus errores como aciertos, la perfección abandona su nombre para llevar escrito el suyo. Nuestra mente atraviesa fases de locura cambiante e incontrolable. A veces, aquella persona se convierte en la personificación de la lujuria, otras veces, no comprendes como puedes respirar sin él a tu lado, en algunos otros casos, solo sueñas con sacarlo de tu mente, lo odias tanto, tanto… Un enamorado jamás está del todo cuerdo, y se debe comprender que aunque la más bella mujer haya tenido incontables amantes en su lecho, jamás llegó a amar, porque se mantiene cuerda. Alguien puede haber querido, saber que no le molestaría vivir el resto de su vida con aquella persona, pero aceptar que no la ama, que jamás ha amado. El amor se encuentra fuera de los límites de la comprensión y mil frases de mil poetas solo llegarían a mostrarnos los difuminados bordes de este sentimiento. El amor es una rama de la locura y obsesión, el amor es algo que se siente contadas veces en la vida, el amor es sagrado, el amor puede ser doloroso, horrible, la sensación más maravillosa, pero nunca debemos olvidar, que el amor puede ser peligroso


    Las llamas de un color verde intenso se alzaron en el aire y unos segundos después comenzaron a consumirse hasta transformarse en una triste fogata en el fondo de la chimenea. McGonagall curvó sus finos labios en una media sonrisa para sí misma y no pudo evitar disfrutar el ver como el hombre y la mujer que acababan de aparecer en su oficina salían a toda prisa de la chimenea sacudiéndose nerviosamente el hollín de la ropa. La animaga se mantuvo impasible, con los brazos elegantemente colocados en su regazo y la mirada fija e imperturbable. Aún así, una profunda risa luchaba para abrirse paso entre su silencio y correcta postura, porque en todos aquellos años, seguía recordando a la pareja que se paraba frente a ella, cada rasgo era igual, cada gesto, juraba que tan solo habían crecido un poco de estatura.

    - ¿Quién lo diría?- Comentó la directora acomodando elegantemente su sombrero acabado en punta y mirando a los recién llegados con un deje de astucia- Parecería que nunca habían viajado por polvos flu.

    La mujer le miró con un profundo odio sin dejar de sacudir hollín inexistente de su vestido. Ella era alta, elegante, con una piel delicada que remarcaba sus pómulos y su barbilla. Tenía los ojos de un azul intenso, y aún así la animaga podía jurar que en ellos no había brillo alguno, sus labios eran anchos y estaban permanentemente fruncidos en un gesto de superioridad y casi asco, sin embargo, su pelo era precioso, caía lacio sobre su rostro, enmarcando sus delgadas fracciones y manteniendo siempre el mismo tono rubio, casi blanco. Él era la viva imagen de su padre y su hijo, con un porte elegante y orgulloso, mantenía las manos ocupadas sujetando un bastón plateado con una elegante empuñadura de serpiente, sus rasgos seguían siendo los mismos, quizás más maduros, pero igual de afilados, con aquella mueca de desprecio que McGonagall reconocía desde el primer día que lo había visto. La capa negra que envolvía su delgado cuerpo resaltaba aún más su pronunciada palidez y su cabello, de un rubio platino intenso, se encontraba cuidadosamente peinado y sujetado con un lazo verde como alguna vez lo llevara su padre. Quizás lo más notable de aquel hombre eran sus ojos, un par de ojos tan grises como la tormenta misma, un par de pupilas calculadoras que habían logrado conservar la misma frialdad después de tanto tiempo.

    - Cuanto tiempo – Escupió Astoria lanzando a McGonagall su sonrisa más sarcástica y sin preocuparse en esconder lo más mínimo el hecho de que no disfrutaba en absoluto estar allí.


    - También es lindo verla de nuevo señorita Greengrass- Respondió la anciana bruja lanzando una mirada aún más retadora que la de la rubia

    - Malfoy, señora Malfoy – Corrigió ella estrechando el brazo de su marido, quién no se molestó en reaccionar.

    La animaga optó por no responder y con un ademán de mano, indicó a los señores Malfoy que se sentaran en las antiquísimas sillas de madera frente al escritorio donde ella tomó asiento.

    - En realidad tenemos prisa- Habló Draco por primera vez rechazando la invitación- Nos esperan asuntos en el ministerio.

    McGonagall hizo una mueca contradictoria y miró fijamente a Draco sobre sus lentes de media luna. En aquel momento, el hombre de ojos grises no pudo evitar un estremecimiento al ver aquella mirada que le lanzaba su antigua maestra de aquel modo tan similar a las miradas que Dumbledore les dedicaba a sus estudiantes años atrás. Por un momento, tan solo un momento, su mente olvidó el presente y se sintió como un niño de once años al que han llamado a la oficina de McGonagall porque ha llamado a Hermione Granger “sangre sucia inmunda”.

    - No puedo entender – Suspiró la directora, sin pasar por alto el estremecimiento de Draco- Que haya algo más importante en el mundo que su hijo.

    - ¡Por supuesto que no hay nada más importante que nuestro hijo! – Se apresuró a defenderse Astoria alzando la barbilla indignada- Es más, por eso estamos aquí, porque en su última carta ha amenazado con suspender a Scorpius si no nos presentábamos.

    - Era necesario- Respondió la bruja con un tono de voz entre enojado e indignado- No respondieron ninguna de las cartas que los profesores les mandaban sobre el comportamiento de Scorpius, ¡ni si quiera se han preocupado en escribirle a su hijo desde que empezó el año escolar!, llega un punto, señores Malfoy, en el que todos estos incidentes dejan de parecer obra de una lechuza despistada y comienzan a ser el fruto de padres descuidados.

    Astoria soltó violentamente el brazo de su esposo y avanzó lentamente hasta colocarse frente al escritorio de la directora, su tez, antaño de un blanco cenizo, se mostraba ahora roja de indignación.

    - Nuestro hijo, no está en absoluto descuidado- Pronunció la madre de Scorpius lentamente como si quisiera estar segura de que había inyectado suficiente dosis de veneno en cada palabra.

    - Demuéstrenlo entonces- Dijo McGonagall sin perder la compostura en absoluto pero mirando fijamente a la mujer. - ¿Saben acaso que Scorpius ha estado retando a los maestros desde el inicio de clases?, El profesor Longbotton me ha pedido explícitamente que apruebe el hecho de que no se le permitirá entrar a su clase si vuelve a ocurrir algo como aquello.

    La animaga desenrolló un pergamino que tenía convenientemente ubicado frente a ella y siguió hablando.

    - No ha asistido a las últimas tres lecciones de “historia de la magia”, parece que su único interés y asignatura en la que ha conseguido un “extraordinario” es en vuelo y hasta hace poco se le castigó por agredir a los alumnos James Potter, Rose Weasley y a todo el equipo de Gryffindor.

    - En la mayoría de sus demás asignaturas ha tenido “aceptables” y un “supera las expectativas”- Reprochó la mujer de ojos azules

    - Porque solo toma el mínimo de las asignaturas obligatorias- Explicó McGonagall ya visiblemente contrariada.- En su último examen de astronomía se le calificó con un “desastroso”.

    Astoria ya había abierto la boca para reprochar una vez más, pero Draco se adelantó y poniendo una mano en el hombro de su esposa le pidió silencio.

    - Yo apoyo lo que dice McGonagall, no hemos estado lo suficientemente atentos.
    Hasta la misma McGonagall quedó un tanto confundida por la respuesta del hombre, no sabía si realmente sentía aquello o si solo estaba buscando la forma de marcharse de allí lo antes posible, pero sin dejar que Astoria se interpusiese de nuevo, Draco pidió a su antigua maestra de transformaciones que siguiera hablando sobre lo que los había traído allí.


    El encapuchado se movía con una lentitud alarmante, e incluso a aquella distancia, Rose podía sentir el esfuerzo que aquel desconocido empleaba para dar cada paso en el espeso fango. La noche estaba en su esplendor, la lluvia caía sin tegua ni intenciones de amainar sobre la espalda de aquella sombra en la noche. La pelirroja buscó rápidamente en su mente una alternativa, algo que hacer, el encapuchado se dirigía con esfuerzos hacia la puerta del castillo seguramente buscando refugio. Es verdad que aquella imagen no era exactamente tranquilizadora, pero la joven Weasley sabía que si se dejaba a aquella persona en la lluvia, era muy probable que esta muriera. No podía alertar a los maestros, no ahora, ¿y si se negaban a dejarlo pasar?, era verdad que corrían tiempos de paz, pero todo aquel que había vivido la guerra contra el señor tenebroso guardaba dentro de sí un pequeño terror, un ápice de su mente siempre estaba dormida, pero en guardia, y eran justo figuras como esas, encapuchados en medio de la tormenta, las que despertaban alarmadas a aquel ápice de mente dormida y temerosa. Debía ayudarlo, de algún modo, jamás se lo perdonaría si algo le pasaba por su culpa, fuese quien fuese. Inmediatamente pensó en su primo, y en el mapa del merodeador que poseía, guardado en lo más profundo de su baúl resguardado por una caja de camuflaje especialmente diseñada por su tío George. Esa era la mejor opción para evitar ser vista por los profesores que rondaban en el castillo, pero no podía pedirle el mapa a James, jamás se lo daría, menos a aquella hora, pediría una explicación que Rose no podría darle, pues, después de todo, el joven Potter era un prefecto, pero ella tenía algo aún mejor. Regresó a su habitación y se calzó con un par de botas de cuero, nada bonitas, pero resistentes. Tomó a la rata que dormía en su almohada y se la metió en el bolsillo de su bata con mucho cuidado. El animal, al ser despertado, emitió un débil chillido de protesta y, malhumorada, se encogió en si misma dentro de la tela de la bata. Usando la vela de su mesa de noche, la chica dejó la sala común lentamente, cuidando mucho que sus pasos no hicieran ruido y avanzando prácticamente a oscuras, pues temía despertar o alertar a algún personaje de los cuadros.

    Bajó las escaleras principales que llevaban a la sala común de Gryffindor a tientas y escondiéndose tras un pilar dejó la vela en el suelo para sacar a su rata, Honeymoon, la cual se removía nerviosa y molesta.

    - Necesito que me lleves a la entrada principal- Pidió la pelirroja en un susurro- Que nadie nos vea.

    La rata observó a la bruja por un momento y luego, de un salto, bajó de las manos de la pelirroja para luego echar a correr por un pasillo estrecho. La joven de ojos verdes le siguió apurada sintiéndose agradecida de que su mascota tuviera semejante talento para escabullirse en el casillo. El animal avanzaba por los pasillos sin vacilar, y, de vez en cuando, giraba bruscamente tras los pilares del castillo sin razón alguna, quedándose allí por varios segundos y retomando su camino de la misma forma. Cuándo esto pasaba, Rose sabía que era porque había un profesor cerca y la rata se escondía para no ser vista. Llegaron a la entrada de la sala común de Ravenclaw, y la mascota de la bruja se colocó en dos paras para comenzar a rascar con sus diminutas uñas en un ladrillo bajo ubicado junto al retrato de la fundadora de la casa, Rowena Ravenclaw. Sin vacilar, conociendo ya bien el comportamiento de la criatura, la chica se puso a gatas y presionó fuertemente con una mano el lugar donde Honeymoon estaba apuntando. El ladrilló cedió a la fuerza de la joven Weasley y con un sonido ahogado se hizo a un lado para dejar entrever un pasadizo oscuro y largo que parecía no tener fin. La chica observó como su mascota desaparecía rápidamente por la apertura recién abierta y ella, encogiéndose sobre sí misma, pues de otra manera no entraría en aquel reducido espacio, hizo lo mismo, apagando la vela y sumergiéndose en la oscuridad bajo la mirada vigilante del retrato de Rowena Ravnclaw.

    _*_*_*_*_*_*_*_*_*_*_*_*_*_*_*_*_*_*_*_*_*_*_*_*_*_*_*_*_*_*_*_*_*_*_*_*_*_*_*_

    Estaba oscuro, muy oscuro, curiosa la sensación que tienes cuando no ves nada, muy curiosa, tienes los ojos abiertos, y no ves, es como estar ciego, quizás. No pienso claramente, hace rato que dejé de hacerlo, el frío ya no me molesta, estoy tan mojado que lo único que deseo es estar en mi cama, solo, por siempre. Necesito ayuda, alguien, pero recuerdo que no debo pedirla, no sé porque, no puedo recordarlo, pero sé que algo malo podría sucederme. Tengo que entrar en el castillo, a cualquier costo, pero pocas son las fuerzas que me restan, apenas puedo cerrar los puños, no sé si pueda gritar, me da miedo intentarlo, es como si nunca hubiera hablado. Apoyo mi mano contra la madera del gran portón, se siente caliente, extrañamente seca pero cargada de energía, seguro que tiene un hechizo, ¿cuál era?, no recuerdo, acabo de recordar que tengo deberes, es verdad, medio pergamino de encantamientos, ¿es para mañana?, creo que alguien más iba a hacer mis deberes, sí, yo tenía un trato con un amigo mío, un galeón, si mi mente no me engaña… ¿cómo se llamaba?. Me recorre un escalofrío y me regresa a la vida, mi mente se enciende en un momento de lucidez y me doy cuenta de que estoy parado frente al castillo sin hacer nada, de verdad necesito ayuda, aunque tenga que despertar a todos los cuadros del castillo, no puedo pasar un momento más aquí fuera, seguro después de esto me quedo dos semanas en cama, ¿qué más da?, no pueden expulsarme, mi padre no lo permitiría, y no me importa en absoluto que me castiguen, le diré a mi padre que están perjudicando mi salud, sí, eso diré… El portón se está abriendo, muy lento, me aparto al principio, sorprendido, pero inmediatamente reacciono y ayudo al desconocido a terminar de abrir la pesada puerta de madera encantada, descubro que ni eso puedo hacer, el esfuerzo se lleva mis fuerzas restantes, pero antes de cerrar los ojos, siento como me jalan dentro del castillo, la lluvia ya no cae sobre mi espalda, y, de pronto, tengo más frío que antes, alguien me sostiene, ¿quién es?, es hermosa, no puedo distinguir su cara, pero sé que es hermosa, veo sus ojos, son verdes, son los ojos más hermosos que he visto. No sé si es porque hace mucho tiempo que perdí la razón, pero estoy seguro, de que si jamás vuelvo a despertar, estoy feliz de que lo último que haya visto, fueran esos ojos, esos hermosos ojos color zafiro.
     
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    o por dios me gusto mucho me pregunto que pasara despues ¿acaso los padres de Scorpus los veran? ¿quisa despertara en la enfermeria y lo primero que vera sera a Rose? no lo se pero deceo aberiguarlo no se te olvide avisar cuando este la continuacion vale XP
     
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    Uy corazón disculpa el enorme retraso, en serio perdón, pero es que la escuela es algo complicada estos días.

    Sabes algo que me encanata de tu historia son las partes del principio, se me hacen realmente bellas y en cierta forma verdaderas, me gusta mucho esa pare, pero sin duda la trama no se queda atrás.

    Draco aceptando algo, es sorprendente pero que bueno que callo a Astoria, ya me había hartado (jajaja) y McGonagall tiene todita la razón del mundo y sus padres deben tratar de hacer algo.

    Pobre Scorpius, pero sinceramente amé el final, fue conmovedor y precioso, digo, el sentimiento que manifiesta hacia Rose es hermoso, solo que empiezo a creer que no sabe que es Rose, pero de cualquier forma le gusta y tarde o temprano lo tendrá que aceptar, porque ella es el amor de su vida, aunque viendo el título del fic se me van las cabras.

    De nuevo una disculpa, y estoy mega ansiosa por saber que pasará ahora !¡ No me puedas dejar sin capítulo (que me lo merezco pero....)
    Nos leemos corazón, un abrazote :p
     
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    TheVictimSoul

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    Hola chicos, no me maten, clemencia :(. Sé que he tardado mucho, demasiado, inaceptablemente mucho, pero de verdad no saben el trabajo que tengo, estoy por suicidarme, incluso ahora en vacaciones, tengo muchas tareas. Me cambié a MAC hace unas semanas, me dicen si todo sigue igual, y perdonen las faltas de ortografía, no logro conseguir acostumbrarme a la nueva máquina.
    Feliz navidad y ojalá disfruten este capítulo, ¡Comenten por favor!


    Cap 9: El frío tacto de un angel.

    Hay miradas que envenan, que ilusionan, que entristecen, que matan. Se dice que los ojos son la ventana del alma, por eso, por más que uno sonría y afirme que nada ocurre,que todo está bien, se sabe que miente, porque si el alma llora, los ojos también lo hacen. Con una sola mirada puedes comprender que todo ha acabado, que la historia termina allí, sin embargo, con un simple cruce de miradas sabes que una nueva historia comienza. Nadie te lo ha dicho, no lo presientes, lo sabes, porque sus ojos te lo han dicho. Es increible que, con tan solo ver directamente a los ojos de esa persona, a aquellos iris que te gustan tanto, todo cambia, sientes el calor por dentro ves la verdad, ves el amor pintado en sus pupilas, ves un nuevo futuro incierto. Una mirada fría, envenenada, rencorosa,se clava en el alma de quien la recibe, con la misma fuerza que un puñal helado, pues las palabras lastiman, las miradas matan.

    __*_*_*_*_*_*_*_*_*_*_*_*_*_*_*_*_*_*_*_*_*_*_*_*_*_*_*_*_*_*_*_*_*_*_*_*_*_*

    La debil luz de las llamas iluminaba tan solo un apartado rincón de la choza, y aún así, seguía transmitiendo ese aire de familiaridad que tanto amaba el viejo semi-gigante. Todo allí seguía igual, después de tantos años, algunas cosas se habían ido, otras nuevas habían llegado, pero, después de todo, esa seguía siendo su casa, exactamente igual desde el primer día. El animal recostado al lado del fuego lanzó un enfermizo ladrido más similar a la ahogada tos de un anciano y se incorporó, no sin dificultad, para arañar la puerta principal indicándole a su amo que quería salir. Hagrid, cómodamente hundido en su antiquísimo silló de piel, funció el seño mirando al perro sin molestarse en mover un dedo.

    - No esta vez fang, ya tengo suficiente de tus paseos nocturnos, acabamos de salir de la tormenta y no pienso volver.

    El anciano perro miró suplicante al semi-gigante, como si de verdad hubiera entendido lo que este le había dicho.

    - Mañana buscarás eso que te inquieta tanto, ya no me puedo permitir el salir a la lluvia cada vez que tu quieras, hace años que no puedo, y tu tampoco viejo amigo.

    El animal volvió a ladrar impaciente y girando sobre si mismo, comprendiendo que el enorme hombre no le abriría la puerta, se recostó en el suelo de madera lanzando tenues quejidos. El anciano mago, después de haber calmado a su perro, cerró los ojos y se hundió aún más en su sillón de piel disfrutando del silencio. Pero como Hagrid seguía siendo el mismo después de tantos años, y parecía que su naturaleza le impedía hablarle a su mascota sin reproche alguno, sonrió sin abrir los ojos y le susurró al perro, casi en un gruñido:

    - Fang, perro tonto. Hoy será una noche muy larga.

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    Estaba frío, helado, sus hermosos labios, antaño rosados, pálidos, ahora presentaban un color morado enfermizo que contrastaba con la sangre que brotaba de las pequeñas cortadas en sus mejillas. Era un peso muerto, estaba pálido como el más enfermo de los difuntos. No sabía que hacer, ahora no tenía idea de lo que había planeado en su mente minutos antes, sabía que era fundamental alejarlo de la tormenta, ponerlo a salvo, pero como llegar a su cuarto sin ser descubirta. Mil ideas golpearon la mente de la joven bruja dueña de aquel precioso pelo cobrizo, La dama gorda, había podido salir de su sala común pero no había forma de que pudiera entrar, la mujer en el retrato la delataría de inmediato, no había salida. Las gotas de lluvia, como diminutas flechas de hielo, atravesaban el espacio libre que les dejaba el portón abierto y helaban la cara de la pobre chica hiriéndola con su frío. Se sentía confundida, no sabía que había ocurrido no que debería de ocurrir, era él, Scorpius Malfoy, quien ahora se encontraba derrumbado en sus brazos, pálido como la cera, helado como el más fino cristal. No se le ocurría una razón para que el chico estubiera tan tarde fuera del castillo, solo, con el diluvio que estaba callendo y que lo había dejado a puertas de la muerte. El joven slytherin medía quizás el doble que la bruja y esta gastaba todas sus fuerzas tratando de mantenerlo en pie mientras el frío y la humedad de sus ropas se mezclaba con las de ella haciéndo que comenzara a sentir como sus extremidades se paralizaban y perdían movilidad. Sin dejar de sostener a Scorpius, la chica se puso de espaldas al enorme portón y empujó para cerrarlo y evitar de esa forma que la lluvia siguiera traspasando. Cuado logró que las enormes puertas se cerraran, sus dedos estaban helados y sentía que sus brazos y las piernas le dolían. Malfoy no estaba mejor, diminutas gotas de agua escurrían por su cabello y sus ropas formando un charco bajo su inerte cuerpo y ya hacía rato que había perdido el poco color que le restaba. Rose estaba segura de que si no lograba que se calentara pronto, el joven de ojos grises podría hasta morir a causa del frío, la humedad, o lo que fuese. Lo primero que la pelirroja hizo fue quitarle la negra capa que estaba ceñida a su cuerpo y que ahora no era más que un oscuro e inservible retazo de tela empapada. Había decidido que en esos momentos, lo de menos era que alguien los viera o se percatara de que estubieron allí, así que dejó la capa de Scorpius en el suelo del pasillo y, sin dejar de sujetarlo, se quitó ella su delgada bata de dormir para pasársela a él por los hombros aunque sabía que no ayudaría en nada.

    Comenzó a caminar sin rumbo fijo, siguiendo toda luz que viera prendida y luchando contra el peso muerto del mago que llevaba a rastras. El frío le impedía pensar, le robaba fuerzas y solo sabía que lo que más deseaba en ese momento, era dejarse caer en el suelo y descansar, descansar para siempre. En circunstancias normales quizás jamás habría hecho nada de eso por Malfoy, quizás lo habría dejado allí y solo habría ido a buscar ayuda, porque él era la maldita víbora que la confundía cada noche, que la mantenía despierta, que quería odiar y no podía. Pero aquel momento era distinto, su sentido común se había evaporado, y con cada paso que daba, la bruja solo pensaba, que no podía dejarlo allí, no podía dejarlo a su suerte, porque él le importaba mucho, porque lo quería, lo quería de una manera como nunca había querido a nadie.

    Sus ojos se cerraron, y de un momento a otro, se encontró tendida sobre las frías baldosas del castillo, a su alrededor había luz, pero no sabía de donde provenía, solo sentía a Scorpius a su lado, tendido en el piso junto a ella. Tenía miedo, sentía como sus músculos se relajaban y sus párpados luchaban por cerrarse, se dijo que todo saldría bien, que no pasaba nada, y antes de desmayarse, en su último acto de consciencia, o quizás en el primero de delirio, se aferró al cuerpo del Slytherin que yacía a su lado, se aferró sus brazos y descansó la cabeza en su inerte pecho, sintiendo como una debil respiración hacía que el abdomen de Scorpius se moviera.

    <<Está bien, está bien, está vivo>>

    Y se dejó llevar por el sueño, por la negrura dentro de su mente que la arrastraba, que le susurraba aquello que nunca había sido susurrado, que reclamaba su alma y que le prometía algo mejor.

    _*_*_*_*_*_*_*_*_*_*_*_*_*_*_*_*_*_*_*_*_*_*_*_*_*_*_*_*_*_*_*_*_*_*_*_*_*_*_*_

    Nadie ha jamás subestimado el poder de la mente humana, mas nadie conoce lo peligrosa que puede llegar a ser hasta que se enfrenta cara a cara frente a esta. La mente del ser humano es retorcida, la mente más fría y calculadora jamás vista, una mente capaz de destruir todo con tal de obtener un beneficio, una mente capaz de herir, matar, hacer sufrir, todo por el simple placer de hacerlo,pero, después de todo, una mente que también puede crear, querer, amar.

    *_*_*_*_*_*_*_*_*_*_*_*_*_*_***********************_*_*_*_*_*_*_*_*_*_*_*_*_*_*_*_*

    Astoria llevaba 10 minutos examinando un largo pergamino y sus alargadas fracciones solo parecían estirarse más conforme releía lo allí escrito. El último examen de historia de la magia de Scorpius había obtenido nada más y nada menos que un “troll”, remarcado en letras rojas por el profesor Binns para que se notase en el borde superior derecho de la página.

    - ¿Entiende lo que digo?- Preguntó McGonagall a la blanca mujer haciendo alusión al pergamino que esta estaba leyendo.

    La madre de Scorpius solo clavó sus sarcásticos y furiosos ojos en los de la directora por un momento pero no dijo nada.

    En el otro extemo del escritorio, Draco, con las piernas cruzadas y adoptando una pose un tanto incómoda (la espalda descansando sobre el respaldo de la silla, una mano apoyada en la sién y el otro brazo jugueteando con la varita bajo la mesa) leía una carta que levitaba frente a él y que Neville Longbottom (firmando como “profesor de Herbología”) le había escrito sobre el comportamiento de su hijo. El rubio no podía evitar sentirse avergonzado,pues, al acabar la guerra, años atrás, su relación con la mayoría de sus antiguos compañeros en Hogwarts habían pasado a convertirse en una relación que rozaba lo “formal”, es decir, se saludaban si se veían pero nada los obligaba a hablarse, no se metían uno con el otro y en realidad se mantenían en un constante pacto de paz. Con Longbottom no había llegado ni siquiera a ese punto. Todos los recuerdos que tenía de aquel Gryffidor eran de cómo, junto con Crabbe y Goyle (ocasionalmente Zabini) lo molestaban de mil formas diferentes por mil razones distintas (a veces ni siquiera existía una razón), ahora, en aquella carta se dirigía a Draco como un completo extraño, como el padre de un alumno del que jamás escuchó hablar y que, por alguna extraña razón, no le caía bien.

    - Estas preguntas son inaceptables- Proclamó Astoria soltando el pergamino sobre el escritorio de Minerva componiendo la mueca más ofendida que fue capaz de recrear.
    - Estas preguntas son las aceptadas por el consejo de padres del colegio y exactamente las mismas que se aplican desde hace cinco años- Replicó la animaga quién ya se comenzaba a hartar de la mujer que tenía delante.

    - No conozco ninguna profesión que requiera saber nada de esto- Respondió la bruja de ojos azules mirando a su marido buscando apoyo.

    - Es necesario que los alumnos posean conocimientos como estos- Aclaró la directora mientras apuntaba con un dedo al examen- Y quizás no está de más aclarar que en su clase, solo Scorpius y otros dos más fallaron esta prueba.

    Draco ya había abierto la boca para intervenir cuando, fuera de la oficina de la directora, se escuchó un ruido sordo, como si alguien hubiese golpeado la pared de la sala e inmediatamente después, y con gran fuerza, el piso. Los señores Malfoy cruzaron miradas de interrogación y, como si se hubieran puesto de acuerdo, voltearon a ver a McGonagall al mismo tiempo, interrogantes. Sin embargo, la directora no vió como la observaban pues se encontraba levantándose a toda prisa de su silla para ir a investigar de donde procedía tan extraño ruido.

    - ¡Disculpe!- Dijo Astoria refiriéndose al tan precipitado abandono que les había propinado la animaga, sin embargo, esta no respondió.

    Minerva formuló por lo bajo unas palabras y la puerta de piedra con un fenix tallado en ella se movió para mostrarle el obscuro pasillo tan solo iluminado por un par de velas más allá. Movió la cabeza de un lado a otro, forzando a sus ojos felinos a ver más allá en la oscuridad. Sin encontrar nada, por mera costumbre, quizás corazonada, volteó al techo, nada, luego bajó la vista al suelo.

    A Draco le llegó a los oidos un grito ahogado, por un momento creyó que habían sido imaginaciones suyas, pero la cara de su esposa lo hizo darse cuenta de que no era así, de que ella también lo había escuchado. Pero no era el grito de McGonagall lo que había asustado a Astoria, era la visión que tenía del suelo del pasillo, tras la puerta, medio escondido por los faldones del vestido de la directora de Hogwarts, estaba su hijo, con un rostro pálido como la cera, con los ojos rojos cerrados y los labios adoptando un color violeta preocupante. Scorpius, más muerto que vivo, yacía en el suelo, y un par de delgados brazos igualmente pálidos, se aferraban a su pecho.

    Draco corrió a ayudar a McGonagall y entre los dos levantaron a Scorpius y a Rose del suelo. Estaban pálidos, helados, inconscientes.

    - ¡Sir Lamous!, ¡Sir Lamous!- Gritó la bruja de ojos felinos a un caballero regordete en un cuadro- Avise a la enfermería que deben de venir inmediatamente y asegúrese que envían una lechuza urgente a la familia Weasley, su hija está en estado crítico.

    Astoria se había arrodillado frente a su hijo y sostenía sus heladas mejillas entre sus manos, tratando de reanimarlo.

    - ¿Qué ha…?, ¿Qué…?

    Por la puerta entró una bruja muy delgada y alta que recordaba a un ratón vestido con traje de enfermera. No se molestó en decir nada y se apresuró a mover a Scorpius y Rose cerca del fuego.

    - Señora directora…- Sir Lamous había regresado a su retrato jadenado- Me temo que con la tormenta que cae, y el frío que hace niguna lechuza puede salir a alertar a los Weasley

    - Envía al profesor Longbottom a buscarlos, que los traigan aquí lo antes posible.
    Draco, quién también se había arrodillado junto a su esposa, observó como el personaje del retrato marchaba de nuevo y después se dirigió a la enfermera.

    - ¿Cómo es posible que un golpe de frío…?

    - Esto no lo causa un simple golpe de frío- Dijo la animaga cortante sin dejar a la enfermera contestar

    - Tienen que entrar en calor- Avisó la enfermera con cara de ratón- Debemos quitarles las ropas mojadas.

    Y al momento, la mujer hizo aparecer una ordenada pila de mantas que levitó hasta situarse junto a Scorpius y Rose dando leves golpecitos en sus costados como para darse a notar.
    Las llamas de la chimenea se tornaron verdes y de estas surgió un Neville Longbottom desgarbado y mal vestido (seguramente ya preparado para dormir) seguido por un hombre alto, de cabello oscuro y ojos zafiro enmarcados por unas gafas circulares que solo añadían seriedad a su atuendo formal, una túnica oscura y larga. Junto a él se encontraba una mujer bajita que rondaba los cuarenta años, su cabello castaño mostraba algunas canas y la palidez de su rostro se veía resaltada por sus ojos almendrados y oscuros. La pareja se apresuró a sacudirse las vestimentas mientras escrutaban nerviosos a los niños inconscientes que tenían delante.

    - ¿Qué ha pasado?- Preguntó Hermione apurada arrodillándose frente a su hija y tomando sus heladas manos

    - Potter, Granger- Dijo Minerva como lo que se puede tomar a saludo- Los hemos encontrado así, tendidos en el suelo, no sé que… ¿Dónde está Weasley?

    - No ha podido venir, cosas del ministerio, he venido yo en su lugar- Se apresuró a responder Harry

    - Pero él también debería saber que ocurre- Alegó la anciana bruja tendiéndole una manta a Astoria indicando que cubriera a su hijo.

    - Y lo hará, no se preocupe- Aseguró Hermione mientras miraba con curiosidad a la enfermera que había aparecido un par de copas sobre el escritorio y ahora murmuraba por lo bajo mezclándolos con la varita.

    Sintiéndose observada, la mujer dejó de murmurar y tomó las dos copas para agregarles polvos que Hermione reconoció como “Bezoar”. Acto seguido, tendió una a Draco indicándole que se la diera a beber a su hijo y segundos después hizo lo mismo con Harry.

    - ¿Qué es?- Preguntó el mago de lentes observando con precaución el líquido blancuzo que había dentro de la copa.

    - Elixir rehabilitante- Respondió la enfermera visiblemente molesta de que se cuestionaran sus pociones – Hará que entren en calor y que despierten (los niños, claro está)
    Harry, un tanto inseguro, volteó a mirar a los Malfoy, quienes ya estaban dando de beber la poción a su pálido hijo, aunque el mago estaba seguro de que más de la mitad del elixir se le estaba escurriendo por la barbilla al chico.

    - Harry, ¡Por Merlín dame eso!- Exclamó Hermione arrebatando la copa al mago de ojos verdes y colocándola delicadamente en los labios de la niña con el hermoso pelo cobrizo.

    *_*_*_*_*_*_*_*_*_*_*_*_*_*_*_*_*_*_*_*_*_*_*_*_*_*_*_*_*_*_*_*_*_*_*_*_*_*_*_*

    ¿Quién soy?, ¿Qué soy?, ¿Qué hago aquí?.
    Me duele, me duele mucho, el pecho, juraría que está sangrando, huele a sangre, pero ultimamente todo me huele a sangre, a derrota, a confusión. Es curioso, lo mucho que se parecen el dolor y el amor, huelen a lo mismo, se ven igual, se sienten diferente. Veo una luz, está lejos, muy lejos, promete calidez, promete calor, pero mis extremidades no me responden, mis piernas se niegan a moverse, es como si no tuviera cuerpo, como si no existiera, soy una bana consciencia que flota allí donde no es bien recibida, un fantasma abandonado por todo lo que ama, que gasta la eternidad flotando, pensando en lo que fue y añorando el día en el que ya no recuere nada, a nadie, en el que no sea más que una bana consciencia flotando allí donde no es bien recibida, donde nunca fue bien recibida.

    *_*_*_*_*_*_*_*_*_*_*_*_*_*_*_*_*_*_*_*_*_*_*_*_*_*_*_*_*_*_*_*_*_*_*_*_*_*_*_*

    Sus ojos grises se abrieron de par en par y su cuerpo se inclinó violentamente hacia delante provocando que su madre, asustada, callera con estruendo sobre su delgada espalda golpeando las frías baldosas del suelo. El chico, quién ya había recuperada un poco de color (aunque continuaba teniendo aquella pinta de muerto, quizás gracias a las extensas ojeras y labios morados), tosió con desesperación hasta que expulsó lo que restaba de aquel asqueroso elixir blancuzo que le habían metido en la boca.

    Lo último que recordaba era el bosque, la lluvia, y un frío aterrador, horroroso. Ahora estaba en un salón iluminado, rodeado de personas que lo miraban fijamente.
    - Es imposible que el frío haya causado esto- Dijo Hermione que ya había comenzado a ponerse peligrosamente pálida.

    - Pero algo más si pudo haberlo provocado- Especuló Potter captando la atención de casi todos los presentes en la sala (con excepción de Scorpius y Rose)- Dementores.
    Sobrevino un incómodo silencio, un silencio frío y aterrador, en el que solo Astoria se movió examinando frenéticamente la cara de su recién levantado hijo como si esperara encontrar en ella algo que le asegurara la existencia de dementores en Hogwarts.

    - Señor Potter… ¿Dementores aquí, en Hogwarts, sin mi consentimiento?, no creo que… Además- Aseguró McGonnagall visiblemente nerviosa- Si les hubieran… chupado el alma nos daríamos cuenta.

    - No, no se las chuparon- Se apresuró a aclarar el hombre de pelo negro- Pero estaban cerca, no creo que los hayan visto, pero conozco ese frío, esa sensación… Usted tabién la ha sentido, estoy seguro…

    La directora de Hogwarts no respondió, se paró a pensar un momento. Los años le habían enseñado a confiar en las coraznadas del niño-que-vivió, pero eso era antes, los días oscuros había pasado y se había perdido, casi olvidado, nadie querría enviar dementores a su escuela sin antes avisarla. Pero quizás, el sol se había escondido hacía mucho, quizás su añoranza por el calor la había cegado, quizás…

    - Enviaré una carta al primer ministro en cuanto amaine la lluvia.- Comunicó la animaga caminando hacia su escritorio resuelta.

    Scorpius volvía a toser fuertemente tapándose la cara con las manos mientras su madre le daba ligeras palmaditas en la espalda. Pero en realidad, el joven Slytherin usaba sus manos para ocultar su mirada, su mirada dirigida hacia otro extremo, muy lejos de sus padres, muy cerca de ella, el ángel de pelo encendido, de labios pálidos cerezo, rodeada de sus seres queridos, que la miraban preocupados, porque ella, no despertaba.
     
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    Hola!, perdona por actualizar tan tarde :(, es que tengo muchísimo trabajo. mil gracias por comentar siempre, y de verdad espero que te guste el siguiente capítulo aunque le di un giro a la trama.
    Se te quiere.
    Besos y feliz navidad (ojalá bajo el árbol te hayan traído lo que querías :))
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    No te preocupes, tu mira el enorme retraso que cometí yo en este capítulo :( , y mira que lo entiendo, estoy ahogada de tareas y exámenes (es culpa del profesor de química, nos quiere matar).
    Gracias, me encanta que te gusten, son pensamientos que me surgen de vez en cuando, algunos de ellos, de verdad los siento :). jAJAJAJA ya sabes, yo amo a Draco y odio a Astoria con todo mi ser, me lo robó la maldita.
    Me emociona que pienses todo eso de lo que escribo, <3 jamás en la vida me voy a cansar de leer tus comentarios.


    Muchos abrazos, se te quiere y feliz navidad.
    Luego me dices que te dieron de regalo :)
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    TheVictimSoul

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    Título:
    Así de leve es la ilusión [Rose Weasley x Scopius Malfoy]
    Clasificación:
    Para adolescentes. 13 años y mayores
    Género:
    Romance/Amor
    Total de capítulos:
    10
     
    Palabras:
    4253
    Cap 10:

    Se respiraba un aire pesado,cargado del olor que desprenden los libros viejos y las historias más viejas aún. La atmósfera del despacho se veía rodeada del humo de un cigarro ya hace tiempo fumado y de la ceniza que habían dejado los diez que habían precedido a este. Los restos de tabaco descansaban en un cenicero de cristal a la orilla del extenso escritorio, todos ellos aún encendidos, desprendiendo aquel humo que tantos aman, y tantos odian. El despacho había estado igual diez años, el tapiz color sangre de las paredes no se había quitado y aquella alfombra de mal gusto prevalecía con sus flores marrones desteñidas. Había numerosos estantes que almacenaban cientos de libros, muchos de ellos jamás leidos. La cantidad de volúmenes en aquel despacho se debía quizás al deseo de obtener el ambiente que los libros viejos aportaban a los cuartos, susurrando sus historias y contando los secretos encerrados en sus hojas que ya habían dejado de ser blancas. O, quizás queriendo que el dueño de aquel cuarto fuera apreciado, a los ojos de los demás, como una persona culta e inteligente que, a pesar de haber terminado la escuela de leyes muchos años atrás, seguía apreciando la compañía de su libro de leyes o quizás apreciaba la literatura tanto como para darse el tiempo de leer Hamlet de vez en cuando. Esto era curioso, pues en aquel cuarto, hacía tiempo que no entraba nadie más que su dueño.

    El primer ministro muggle de Londres ojeaba unas páginas en blanco deteniéndose de vez en cuando a tomar algunas notas en un cuadernillo de cuero que se encontraba descansando en la punta de una, no muy alta, pila de hojas desordenadas, lápices, plumas, libros y cuadernos. En la mano derecha del hombre un cigarillo se consumía lentamente aunque parecía que su propietario no había notado la presencia del mismo. La grisácea ceniza del cigarro se precipitó por los aires para caer encima del manuscrito que el ministro leía segundos antes. Esto pareció despertarlo de su estado de autómata y lo obligó a enderezare en su elegante silla de cuero para parpadear varias veces con movimientos casi mecánicos como si acabara de dejar un lugar muy oscuro para encontrarse con una cegadora luz. Después de unos segundos, el hombre se desperezó con un parcialmente invisible movimiento de torso y se recostó sobre su silla observando casi impresionado al espejo que descansaba frente a él donde un hombre de unos cincuenta años, con un poblado bigote negro y unos diminutos ojos azules le devolvió la mirada. El ministro observó su reflejo unos segundos y se acomodó el peluquín castaño con cuidado deteniéndose poco después para repasar las arrugas de su rostro con la mirada.

    Además de aquel espejo, el único objeto que colgaba de las paredes era un enorme cuadro que enmarcaba en sus dorados bordes a un hombrecillo con peluca y cara de sapo. El ministro odiaba aquel cuadro, y sabía que todos sus antecesores en el puesto lo odiaban también, pero no había forma de quitarlo, eso también lo sabía, ya había tratado. Sin embargo, la razón por la cuál aquel cuadro se adjudicaba el profundo odio de todos los ministros que habían estado en el puesto años anteriores, no era por el marco o por la pintura en sí (todos los ministros habían tenido alguna vez cuadros más feos), era por lo que esta hacía. Cada vez que un nuevo ministro muggle tomaba el puesto, se encontraba con una no tan agradable sorpresa viendo que aquel extraño hombrecillo en el cuadro le hablaba con total naturalidad (como si todos los cuadros hablaran) y le comunicaba que el primer ministro del mundo mágico iba en camino a verle. Segundos más tarde, aparecía en la chimenea, rodeado de llamas verdes, el ministro ya antes mencionado por el cuadro el cuál se presentaba para explicarle de la existencia de la magia y luego desaparecía por donde había venido aclarando que “ojalá nunca nos veamos de nuevo”, pues solo hablarían en totales emergencias. Y así era, para la mayoría de los ministros. Pero aquella tarde, mientras el primer ministro muggle examinaba su rostro, el cuadro dejó escapar una tos seca que no tenía otra intención además de llamar la atención del hombre en el cuarto. El ministro escuchó la tos al segundo, pero volteó lentamente y con precaución, solo había hablado con el cuadro una vez, años atrás, cuando había adquirido el puesto de primer ministro. El hombrecillo de oleo observó con satisfacción que tenía la total atención del hombre de bigote negro y con otra tos seca comenzó a hablar.

    - Me han comunicado que debo ponerle al tanto de que el primer ministro del mundo mágico requiere su permiso para tener acceso a todos los historiales médicos de internados los últimos días en Londres para buscar en ellos algún indicio que pruebe la prescencia de dementores (criaturas mágicas, el departamento de regularización de relaciones mágicas debió de ponerle al tanto de su existencia en su última carta) en el mundo muggle.

    El personaje del cuadro clavó su mirada en el primer ministro que lo observaba con ojos abiertos y, quizás consciente del impacto que seguró causó en el muggle, esperó pacientemente varios segundos hasta que este logró balbucear algo.

    - E-el, el primer ministro mágico… ¿no va a venir verdad?… n-no de nuevo…- Preguntó el hombre de ojos azules deseando que aquel extraño personaje mágico no se volviera a aparecer en su chimenea como años antes.

    - No, esta vez no- Respondió el hombre con cara de sapo mientras el ministro sintió como el nudo en su garganta se aflojaba un poco- Lo único que necesito es su autorización para que el mundo mágico tenga acceso a los historiales médicos que ya le mencioné, nosotros nos haremos cargo, no es necesaria ninguna acción de su parte ni de la de los suyos.

    - En ese caso…- Accedió el hombre sin terminar de entender todo muy bien- Supondo que s-si. Tienen el permiso… pero no entiendo como van a…

    - Nosotros nos encargamos- Respondió cortante el hombre con cara de sapo- Eso es todo.

    Y el silencio regresó al despacho tan subitamente como se había marchado. Pero la presión y la preocupación estaban presentes, agazapadas en un oscuro rincón como una hambrienta fiera esperando el momento justo para actacar.

    *_*_*_*_*_*_*_*_*_*_*_*_*_*_*_*_*_*_*_*_*_*_*_*_*_*_*_*_*_*_*_*_*_*_*_*_*_*_*_*

    Me había repetido las mismas palabras a mi misma. Me había convencido de mis miedos y opté por ignorar los gritos de mi mente. Escondí mis sentimientos lo más profundo que pude, los reemplacé por brillantes mentiras, preciosas falsedades, fascinantes sentires falsos. El que cae una vez dificilmente vuelve a alzar el vuelo. Uno perdona pero nunca olvida, las heridas sanan, mas los recuerdos prevalecen, una sonrisa aflora de nuevo, sin embargo el alma sigue rota.

    Mentiría si digo que en realidad no esperaba nada de esto, mentiría si aseguro que mi mente jamás me advirtió. Tuve señales, muchas, mas uno ve solo lo que quiere y es sencillo hacer que tus ojos se cieguen ante cosas que podrían dañarlos. Mis oidos escucharon solo lo que yo quería, me obligué a sentir todo cuanto añoraba. Yo había alzado un alto muro entre nosotros, en cuanto te vi supe que si daba un paso hacia ti, saldría lastimada. Así que construí una muralla, una muralla que escondía mi sentir y me mantenía a salvo del dolor y el peligro que tu representabas. Era una muralla alta y resistente, forjada de miradas, heridas antiguas, ideas claras, miedo, y si, quizás mentiras. Mas aquella muralla no era indestructible, no para ti. Escuché tu voz durante días, yo allí, escondida en mi mundo falso, mundo de ensueño. Me susurrabas promesas y me pedías que me acercara, y así, con el tiempo, tus palabras abrieron grietas en mi resistente muro, que al final se quebró, quedando reducido a tristes cenizas, tristes y vergonzosos recuerdos.

    No está mal amar, no hay porque sentirse avergonzado de un sonrojo y un corazón enamorado, más el amor nubla la vista, confunde a los sentidos, te deja vulnerable. Eso debo tenerlo siempre presente, por encima de todo, tienes que ser fuerte, no permitas que nadie, jamás, te haga sentir algo que no eres, algo que no quieres, no cambies nada de lo que te forja, menos por alguien más. Yo había aprendido a ser precabida, a temer, y aún más contigo, porque sabía que solo te haría falta un soplo para derrumbarme. Para mi nunca ha sido malo amar, mas conozco los riesgos, aunque la recompensa se antoje jugosa. Nunca va llegar nadie a salvarte de tus problemas, nadie alzará una mano para protegerte y si quieres salir de tus miedos vas a tener que hacerlo tu misma. Soy fuerte, me enseñé a depender de mi misma y de nadie más, porque no soy una dama que deba ser rescatada, no soy el juguete de nadie, y mi alma puede llegar a ser más fuerte que la de muchos otros. Crecí con esas ideas, de eso me convencí, aléjate de mi ahora que puedes porque la única manera de avanzar en este mundo es haciéndolo por mi misma. De eso estaba convencida, y odiaba la idea de que pudieras arrebatarme todo lo que había creido, porque detestaba la idea de que tu destrulleras mi resistente barrera de miedos y mentiras, Scorpius Malfoy.
    Y ahora estoy aquí, sumida en la negrura, en ninguna parte, pensando en nadie más que en ti, dedicándote mis delirios.

    _*_*_*_*_*_*_*_*_*_*_*_*_*_*_*_*_*_*_*_*_*_*_*_*_*_*_*_*_*_*_*_*_*_*_*_*_*_*_*_

    Los gritos de los jovenes aficionados rasgaban el aire y llegaban amortiguados a los oidos de los jugadores gracias a la cortina de lluvia que se interponía entre ellos y las gradas. Hugo acomodaba sus guantes con cuidado y casi el recelo de quien trata de distraerse para no pensar en alguna cosa que ronda por su cabeza.

    - No importa que tan bien los acomodes- Comentó James dejándose caer en una banca junto a su primo- Te aseguro que allí fuera- Señaló hacia el campo de juego con una cabezada- Van a terminar pareciendo no más que trapos sucios enredados en tus manos.

    El buscador de Gryffindor se acomodó su capa de juego color carmín y recargó los brazos en su brillante escoba nueva. Una Skyqueen 89 que acababa de salir al mercado.

    - ¿Puedo saber que te preocupa tanto?- Preguntó el hijo mayor de los Potter

    - Nada me preocupa- Afirmó Hugo con un tono de voz muy serio para ser real

    James arqueó las cejas en una falsa mueca de consternación y con movimientos lentos dejó caer su pesada mano sobre la pelirroja cabeza del defensa de su equipo en un gesto que para ellos siempre había sido cariñoso. Clavó sus ojos castaños en los de su primo y lo miró con seriedad hasta que el joven de pelo cobrizo comprendió que a James no lo podía engañar así, nunca había podido engañarlo.

    - No he visto a mi hermana en todo el día- Se rindió el joven mago

    - ¿Y eso es todo?- Se mofó James con una carcajada retirando su mano del cabello de Weasley- Tu conoces a Rose mejor que yo, estará en la biblioteca, o quizás haciendo deberes. Hoy tenemos la mañana libre y jamás le interesó mucho el Quidditch

    - Pero le pregunté a Lily, a Albus… nadie la ha visto

    - ¿Quién diría que tu tienes escondido tanto amor fraternal?- Rió el castaño de buena gana levantándose de su asiento. – La mente en el juego Hugo- Recordó- Tu primer partido, y contra Slytherin, te necesito centrado.

    Llegaron a oidos de los dos Gryffindor los murmullos de sus otros compañeros de equipo, murmullos nerviosos y frustrados. James se irguió cuan largo era y adoptando una pose segura, educada, y al mismo tiempo resuelta, se dispuso a actuar como el lider que era.

    - ¿Qué ocurre?- Lo dijo en un tono de voz fuerte que no admitía réplica, un tono de voz que daba a entender que, más que una pregunta, el capitán del equipo exigía una respuesta inmediata. Era más una orden que una simple duda.

    Numeros pares de ojos se clavaron en el joven mago que había hablado, y, como si de una silenciosa orden se tratase, el equipo de Gryffindor, por única respuesta, dio un paso hacia atrás, dejando al descubierto la delgada y esbelta figura de una anciana bruja. Bajo su sombrero en punta yacían dos ojos ambarinos e inteligentes que parecían observarlo todo. Ojos sabios que habían vivido mucho y que aún así, en aquellos momentos, no se molestaban en ocultar un brillo de preocupación.

    - Señor Potter – McGonagall avanzó con pasos cortos y nerviosos hacia el capitán del equipo- Por fin lo encuentro, le comunicaba a sus compañeros que el juego de hoy se ha cancelado.

    Se abrieron paso murmullos y hasta gritos de protesta y desaprovación. Aún así, la directora de Hogwarts alzó la voz para hacerse escuchar sobre todo aquel ruido y puso mucho cuidado en emplear un tono autoritario e imponente que guardaba para aquel tipo de situaciones.

    - ¡Todos deben regresar a su sala común y esperar a que se reanuden las clases!, ¡Sin protestas ni excepciones!-Añadió la animaga apremiante- ¡Ahora mismo!

    Poco a poco la sala ubicada en una de las esquinas del campo de juego se vació dejando solo a Hugo y a James parados frente a la directora de su colegio.

    - Ustedes también, Potter, Weasley

    - ¿Qué ha pasado?- Exigió saber James con un tono brusco que solo denotaba molestia. Poco después, se dio cuenta de su error y pareció percatarse de a quién le estaba hablando, así que se apresuró a repetir la pregunta, estaba vez más educada y calmadamente.- ¿Por… por qué se cancela el juego directora?

    - Lamento decirle que no puedo darle muchos detalles- La animaga le quitó importancia a lo que decía componiendo una mueca de despreocupación, una mueca totalmente falsa- El buscador de Slytherin se encuentra indispuesto hoy, nadie ha podido sustituirlo.

    - ¿Eso significa que ganamos?- Intervino Hugo con la cara iluminada de felicidad.

    - Dejaré que su profesor de Quidditch decida eso- La bruja comenzó a avanzar hacia la puerta dispuesta a salir de allí.- Mientras tanto, eso es todo, a su sala común.
    La directora no esperó a que ninguno de los dos respondiera eso. Atravesó la puerta, y poco después el eco de sus tacones golpeando el duro suelo se extinguió poco a poco, alejándose.

    - -Yo escuché que pasó

    Una vocecita surgió desde detrás de un puñado de escobas arrinconadas en la esquina del pequeño cuarto de Quidditch. Hugo y James voltearon tratando de encontrar a la persona (tal vez cosa) que producía aquella voz aflautada. Cuando el joven pelirrojo estaba comenzando a creer que lo que había hablado era una especie de escoba encantada, se asomó tímida la cabecita de un niño que no parecía mayor de los once años. El pequeño tenía una piel de color y unos ojos negros que parecían muy grandes para su pequeño rostro de alumno de primer año. El niño salió totalmente de su escondite y los jugadores de quidditch pudieron ver que el joven brujo estaba ataviado con bufandas de Gryffindor, y entre sus pequeñas manos, sostenía un enorme libro de cubierta roja, lo sostenía con fuerza, casi recelo.

    - ¿Cómo lograste…?- James formuló la pregunta incompleta, pero por su expresión, era evidente que iba a preguntar.

    - Entré antes que ustedes, llevo un rato aquí- El niño de color sonrió con inocencia, y aún así, un poco de picardía y orgullo brilló en sus atentos ojos azabache- Soy de primer año, me llamo Brandon Ballagh, es un gusto enorme, señor James Potter.

    Al hijo mayor de los Potter no se le ocurrió nada que decir. Quizás seguía impresionado de que un niño hubiese estado escondido tras un montón de escobas todo aquel tiempo, tal vez no sabía como reaccionar a que lo llamaran “señor”. Brandon, viendo que ninguno de los dos Gryffindor respondían, se apresuró a abrir su libro y a buscar algo entre las páginas de este. Cuando pareció encontrarlo, le dió la vuelta, y alzando el grueso volumen por encima de su cabeza, se lo enseñó a los magos.

    Una página estaba totalmente ocupada por una elegante escritura hecha con tinta brillante y dorada. Las letras rezaban “James Potter”, y más abajo se leía la inscripción “Buscador”, en la siguiente hoja, descansaba una enorme foto donde James, ataviado con su traje de quidditch, sonreía sobre su escoba y vitoreaba sosteniendo en alto la snich dorada. Después de unos segundos, el James de la foto les dedicó una amplia sonrisa y giñó un ojo. Eso había sido el año anterior, cuando James había ganado un partido contra Ravenclaw.

    - Lo he hecho todo yo solo- Informó Brandon inchado de orgullo- Esta foto la tomé de un anuario del año pasado.

    El pequeño Gryffindor cambió la página y mostró varias fotos pegadas en esta. En una, James caminaba despreocupado por lo pasillos de la escuela, en otra, se veía como se montaba a su escoba y despegaba rápidamente en su clase de vuelo, la última,la más reciente, mostraba a un James bastante enojado mientras discutía aireadamente con unos Slytherin. Eso había sido hace poco más de una semana, en las pruebas del equipo.

    - Sé que no son muy buenas, pero no ha habido ningún juego donde pudiese tomar otras…- Se excusó el Gryffindor- Cuándo sea mayor quiero jugar quidditch, quiero eso más que nada en este mundo, quiero llegar a ser un buscador justo como tú James.

    La reacción del jefe de equipo de los Gryffindor no fue la que Hugo esperaba, ni mucho menos. James sonrió a Brandon con una pizca de ternura, consciencia y respeto mientras alborotaba con una mano su corto pelo negro. En aquel momento, a Weasley le pareció que veía a Harry, y no a James.

    - Yo esperaba que usted pudiera…- Brendon tendió el libro al castaño con timidez y cuando este lo tomó, le dio una pluma.- Ya tiene tinta- Aclaró.

    James volvió a componer una media sonrisa mientras tomaba la pluma y firmaba en la esquina de la hoja. Después devolvió el volumen al niño. Ballagh lo tomó agradecido y volvió a estrecharlo contra su pecho, cuando su mirada se cruzó con la de Hugo. Sus ojos azabache se abrieron de par en par y pareció que el joven de
    color se percataba de la presencia del pelirrojo por primera vez. Apresurándose a abrir su libro se nuevo, el niño tendió la pluma, esta vez hacia Weasley, quien la tomó con vacilación. Brendon Ballagh tendió el libro a Hugo, esta vez abierto por otra página, donde se veía con letras doradas la leyenda “Hugo Weasley, guardián”. Las siguientes páginas estaban vacías, y Brendon se apresuró a aclarar que no había podido tomar ninguna foto porque llevaba muy poco tiempo siendo parte del equipo. A James le pareció que, aún así, el pelirrojo se herguía de orgullo al firmar la hoja con tinta dorada.

    _*_*_*_*_*_*_*_*_*_*_*_*_*_*_*_*_*_*_*_*_*_*_*_*_*_*_*_*_*_*_*_*_*_*_*_*_*_*_*

    Había tratado de dormir, pero sus pàrpados no se cerraban, su mente continuaba divagando, su corazón seguía latiendo acelerado, como en el momento en el que despertó. Afuera seguía lloviendo, una lluvia sin truenos ni rayos, nada como lo de anoche. Había tardado mucho en convencer a sus padres de que todo iba bien, de que no estaba enfermo y mucho menos necesitaba ir al hospital mágico de San Murgo, ellos terminaron accediendo, pero no lo hicieron convencidos, en especial su madre, pobre, se preocupa demasiado. Allí, protegido por aquellas sólidas barreras de piedra, se sentía seguro, ver como la lluvia trazaba temblorosos surcos en el cristal de la ventana, sin llegar a tocarlo, lo llenaba de cierta calidez, un extraño sentimiento de seguridad. Afuera seguro que estaban jugando un buen partido de quidditch, aunque no le gustara admitirlo, confiaba en su equipo, y los leónes eran contrincantes dignos de las serpientes. De todas formas, se preguntaba si los Slytherin lograron conseguir un buscador de reserva faltando él. ¿Pero qué mas le daba ese partido?, ¿Qué importaba el hecho de que no había jugado porque no tenía ganas?. Nadie podía reprochárselo, solo necesitaba encogerse de hombros y decir que estaba muy enfermo, eso es todo, le crerían, y si no lo hacían, ¿Qué importaba?. Scorpius apartó un mechón platino de pelo que caía sobre sus ojos grises, ojos de tormenta. Afuera seguro hacía frío, un frío helado.

    <<¿Cómo estará ella?>>

    Primero un paso, titubeante, inseguro, luego otro más, los siguientes sonaron ahora más rápidos, alzando un eco que resonó por las silenciosas paredes del castillo. Scorpius no quería voltear, se sentía extrañamente vacío, sin ganas de nada, quería estar solo, nada más. Al final giró el cuello con un movimiento perezoso, casi grosero, sintió como el cabello volvía a caer sobre sus ojos, esta vez no le importó. Detrás de él se encontraba un joven delgado, no muy alto y con un cabello negro brillante. El dueño de aquellos pasos, de aquel eco. Su piel tenía un característico tono lechoso que resaltaba con el color de la bufanda que llevaba en el cuello, un color rojo carmín y dorado. Un par de pecas se abrían paso sobre su fina nariz. Pero lo que más llamaba la atención, eran dos grandes ojos brillantes, de un color verde fuerte muy particular. Scorpius no podía decir que aquel chico le agradara especialmente, pero no sentía ánimos de decir nada, no quería moverse, incluso se sentía incapaz de componer alguna mueca de desprecio, solo esperó a que él hablara. Albus Severus Potter respiraba entrecortadamente, cualquiera podría unir facilmente las piezas del puzle y concluir que, quizás por el brillo en sus ojos o sus cejas inclinadas, el joven estaba molesto, y aquella respiración no era más que una forma de mostrar su rabia, su ira, su furia. Pero Scorpius no, él sabía que el joven jadeaba de cansancio, que sus ojos brillaban del miedo más puro de perder algo. Él lo sabía, porque conocía la ira, la conocía muy bien.

    - Tenemos que hablar

    Albus lo dijo sin molestarse en para aquella respiración agitada, y aunque sus ojos seguían reflejando miedo, Scorpius supo que hablaba en serio, muy en serio.
     
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    dililit

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    deberia acusarte a la policia por asesinato... siempre que termino de leer tu fic siento que me va a dar un paro cardiaco
    adoro leerlo otra ves me quedo emocionada y ansiosa pero con una gran curiosidad ¿por que quieren datos de orfanatos?
    bueno tendre que esperar bueno esperare con ansias ;)
     

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