Interior Armario de enseres de gimnasia

Tema en 'Planta baja' iniciado por Yugen, 9 Abril 2020.

  1.  
    Gigi Blanche

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    A la tía se le había olvidado por completo lo que era hablar en japonés, pero habiendo pasado casi la mitad de mi vida en los Estados Unidos no tenía complicación alguna entendiéndole. Me impregné de su aroma al comerle el cuello, le pellizqué la piel entre mis dientes y fui bajando, acercándome al escote de la camisa. Sus caderas se habían activado y presioné los dedos con insistencia, sintiendo cómo la tela se humedecía poco a poco.

    La dama, al parecer, se sentía demandante hoy. Buscó mi otra mano y me obligó a correr la cara, pues me colocó los dedos en torno a su cuello y la vi a los ojos con un breve chispazo de sorpresa. Sonreí al instante, otra risa murió en mi pecho y sentí mi mandíbula tensarse al afirmar la presión allí, donde la cabrona quería. Cada dedo alrededor de su cuello, tan bonito y delgado. Mi trabajo allí abajo se había suspendido temporalmente, ¿podían culparme? Habíamos venido para un polvo y de repente la tenía pidiéndome cosas raras.

    Estaba mal de la cabeza, por completo. Absorbí la intensidad de sus ojos y al notar sus intenciones me lancé contra su boca, empujándola con fuerza sobre la puerta. La madera rebotó, le apreté el cuello y al instante relajé el agarre. Arrastré la mano sobre uno de sus pechos, la llevé a su cintura y empuñé su camisa, tanto, que noté la tensión de los botones al frente. La otra se alejó de su intimidad, la quité del medio y le agarré el trasero, colando los dedos dentro de las bragas y estrujándolo como me dio la puta gana. La pegué por completo a mi cuerpo y empujé las caderas.

    —Estás mal de la puta cabeza, rubita, ¿te lo dijeron alguna vez? —la piqué entre medio del beso, con una sonrisa tan amplia que me descubría toda la dentadura, y me repasé los labios—. Dame la lengua.

    Osciló entre la demanda y la súplica, lo dije prácticamente en un suspiro y solté su camisa para encajarle la mano al costado del rostro, con maña. La mantuve quieta, acaricié su lengua con la propia y me hundí en su boca. Me liberé ambas manos y las llevé entre nosotros, desabotonándole la camisa lo más rápido que pude. Suspendí el beso para concentrarme en la tarea, respirando agitado, y con cada centímetro de piel que quedaba expuesto el cerebro se me derretía más y más.

    —Mira nada más —canturreé, encantado, y estrujé sus pechos dentro del sostén, insistiendo con los pulgares donde debían estar los pezones—. A ver, freaky, ¿aquí qué se supone que haga?
     
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    La sorpresa en su rostro ante mi petición fue evidente, a pesar de lo fugaz de la misma, y no pude evitar sentí un poco de diversión por la misma. ¿Qué pasaba? ¿Acaso no podía una chica ponerse un poco
    freaky a la hora de echar un polvo? Igual el chico me cumplió la petición sin poner ninguna queja y la excitación que ya sentía se intensificó con ello, haciéndome gemir con más fuerza ante la presión que me aplicó en el cuello. Me correspondió al beso con la misma intensidad que yo le exigí, y al mismo tiempo sentí como el calor se volvía más fuerte ahí donde sus manos iban pasando.

    Ante su acusación tan directa solo pude sonreírle, pestañeando un par de veces con un aire de inocencia que rompió por completo con todo lo que estábamos haciendo ahí dentro. ¿Estaba mal de la cabeza? No sabía a que venía eso, si yo era una santa~. Tanto así, que no tardé ni un segundo en obedecer la orden que me impuso, sacando la lengua para permitirle hacer lo que le viniera en gana, y deslicé las manos a lo largo de su cuello, hasta alcanzar su camisa y empezar a desabrocharle un par de botones. Tuve que parar cuando él se separó para centrarse a hacer lo mismo con la mía, sin poder evitar la sonrisilla divertida que se me formó ante su concentración, y una risilla se me atoró en la garganta al escucharlo hablar después, entremezclándose con el suspiro que sí se me escapó cuando sentí la presión de sus dedos en mis pechos.

    —Anda, no me digas, ¿no sabes qué hacer con ellos? —murmuré, antes de arrastrar mis manos a lo largo de sus brazos, y guie las suyas a mi espalda, teniendo que echarme hacia delante para darle acceso al broche del sujetador—. Te hacía más versado en este tipo de cosas... —añadí cerca de su oreja, mordiéndole apenas el lóbulo de la misma justo después.

    Estaba intentando burlarme de él, pero la realidad era que tampoco estaba en las mejores condiciones para ello. Estaba hecho un desastre, to be honest, y la realidad era que mis caderas no habían parado de moverse en busca de más contacto tras haberme dejado él desatendida la zona. Una vez dejé claro que quería que me quitara el sujetador, no tardé en bajar mis manos hasta poder colar los dedos en las hebillas de su pantalón, pudiendo así presionarlo contra mi entrepierna con todavía más insistencia.

    >>¿Qué quieres hacer? —cuestioné, dejando un reguero de besos a lo largo de su mandíbula, y entorné apenas los párpados al alcanzarle de nuevo los labios, mirándolo así desde abajo—. Do as you wish, pretty face. I'm all yours~
     
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    Gigi Blanche

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    Morgan 2.png

    —Hmm... —Repasé el gimnasio con la vista, de punta a punta, y arrugué el ceño—. Aquí tampoco...

    Esta pequeña responsabilidad empezaba a tornarse más y más molesta, y a mí el sentido de la moral se me agotaba. Giré el rostro hacia Kenneth, a mi lado, estiré el cuello y miré también a Kashya. Esperaba que tuvieran alguna idea milagrosa para solucionar el problema y poder seguir con nuestras vidas, pero no parecía ser el caso. Habíamos probado suerte con casi todos los espacios dentro del edificio principal, ¿acaso tendríamos que...?

    Un ruido se precipitó desde el fondo, rebotando en la inmensidad del espacio hasta alcanzarnos. Entorné los ojos, advertí que la puerta del armario estaba entreabierta y deseé desde el fondo de mi corazón que mis plegarias fueran oídas. Las probabilidades eran bajas, bajísimas, pero prefería arriesgarme aquí antes de tener que salir a revisar las instalaciones externas.

    Empecé a caminar, asumiendo que los hermanos me seguirían, y al colar el cuerpo dentro del armario vi a una muchacha en el suelo, sobre sus rodillas, sobándose la cabeza. Frente a ella se erguía un mueble de estantes que rozaba el techo y estaba atestado de... bueno, la mayoría de las cosas no sabía qué eran, pero pude reconocer conos, sogas enredadas, mancuernas y demás utensilios metálicos. A su alrededor se habían desparramado elementos varios. El cuadro se pintaba solo.

    —Hiradaira —la llamé, reconociendo las mechas rosadas de su cabello.

    Pronuncié su nombre con un alivio y una sonrisa que ciertamente no condecían con la situación. Su situación, quería decir, porque la mía sí. La niña giró el rostro, pasó la mirada entre los tres y se detuvo en mí. Tenía el ceño fruncido de lo lindo.


    Amane showtime
     
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    Kenneth 2.png

    ¿Cómo rayos habíamos acabado Kashya y yo metido en aquella situación...? Morgan nos había pillado por banda a cada uno por separado y ahora ambos estábamos siendo arrastrados a lo largo de toda la academia en busca de Anna, pues por algún motivo la morena parecía empeñada en cumplir aquella misión tan específica. No me malinterpretéis, yo no tenía ningún problema en seguirla y hacer según le apeteciera; lo que me sorprendía era que Kashya hubiera cedido con tanta facilidad. Era cierto que mi hermana no solía poner pegas a prácticamente nada, pero también sabía que podía haberse negado de haber preferido pasar el receso leyendo en tranquilidad...

    Los acontecimientos hasta ese momento no importaban demasiado, de todas formas. La realidad era que habíamos alcanzado el gimnasio y todavía no habíamos encontrado rastro alguno de aquella chiquilla tan escurridiza. Me encogí de hombros cuando recibí la mirada de Morgan, sin tener idea alguna de dónde podría haber desaparecido, y casi como un milagro caído del cielo, un estruendo resonó en el lugar justo cuando estábamos a punto de irnos.

    Entré tras Morgan en el armario de enseres, Kashya lo hizo justo detrás de mí, y una inevitable sonrisa divertida se me extendió por el rostro cuando vi la escena que nos recibió una vez dentro. Dejé que fuera Morgan la primera en hablar, dadas las circunstancias, y eso me permitió notar como la sala se volvía algo más oscura, resultado de que Kashya hubiera decidido cerrar la puerta a su paso. No le di mayor importancia, puesto que muchas veces no tenía demasiado sentido intentar entender las motivaciones de mi hermana, y en su lugar seguí centrándome en la chica de la hora que, por su parte, parecía bastante contrariada por nuestra presencia.

    —No sabes lo que nos ha costado encontrarte, little snake —comenté junto a una risilla ligera, claramente entretenido—. ¿Alguna vez has pensado en ser espía~?

    let the show beginnnn
     
    Última edición: 10 Abril 2025
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    Por algún motivo me olvidaba casi a diario que esta escuela tenía un gimnasio equipado hasta la médula. No era como si de repente fuera a marcarme series de sentadillas búlgaras a la una de la tarde, pero mantener la posibilidad presente sería buena idea. Tanto ayer como hoy había venido bien temprano y con el uniforme de educación física, cosa de correr un rato por la zona, pegarme un baño en las duchas de la escuela y comenzar el día lectivo. La movida me implicaba despertarme a horas insanas, pero me entusiasmaba la idea de incorporar hábitos un poco más saludables. Dormir todos los días a horarios diferentes me sentaba mal.

    Hoy había tardado un poco más de lo usual duchándome, por lo que no me quedó resto para husmear el armario de enseres y definir lo que podía y no podía hacer. Pateé, entonces, el plan hasta el receso. La mayoría de elementos eran colchonetas, cajones de salto, cajas de reja atestadas de balones y pilas de uniformes doblados. También había sogas y redes de diversos deportes. Alineadas en una estantería muy alta identifiqué series de pesas y mancuernas, y estaba intentando ver las repisas de más arriba cuando me resbalé del cajón al que me había trepado. Pretendí mitigar el daño agarrándome del mueble, pero mi movimiento fue brusco y varios de los objetos se sacudieron. En el instante que mis pies tocaron el suelo, alcé la vista con premura y, en otro instinto que no reflexioné, me agaché y cubrí mi cabeza con ambas manos.

    No fue nada grave, aunque una cosa rígida y pesada sí se me cayó encima y dolió bastante. Me sobé el lugar del impacto con ambas manos y los ojos bien cerrados, negándome de pura rabia a soltar las lágrimas espontáneas que se me acumulaban tras los párpados. Fue en ese momento que oí el movimiento a mis espaldas y la voz femenina llamando a mi apellido.

    Era Morgan, la amiga de Ko, y también estaban Kashya y Kenneth. Los miré uno a uno, la luz del espacio redujo su intensidad y el tono tan cantarino del muchacho no contribuyó a reducir mi molestia. Todo lo contrario. El golpe aún me palpitaba un poco, me lo tragué de un bocado y me erguí con movimientos casuales.

    —No se preocupen, eh, estoy bien —dije al aire, un poco ácida, y tras bufar y pasar del comentario de Kenneth, miré a Morgan—. ¿Se les ofrece algo?

    Ella no pareció inmutarse en absoluto por las intenciones de mi tono, avanzó dos pasos y extendió la mano, ofreciéndome una calculadora científica. La reconocí al instante, y parte de mi enfado se tradujo en confusión.

    —Te esperé hoy a la mañana para dártela, pero no te vi —aclaró, tranquila.

    La acepté, suponiendo que, por algún motivo, la calculadora había pasado de mini Ishi a Morgan.

    —Hoy maldije a Ko en todos los idiomas posibles en matemáticas —comenté, sintiéndome un poquito culpable por dentro, y alcé a mirarla—. ¿La tenías tú?

    Asintió.

    —Estaba estudiando en su casa y me la llevé sin querer, entonces me avisó que era tuya y me pidió que te la devolviera.

    —Ya... Gracias.

    —No hay de qué.

    Había virado sobre sus talones prácticamente al mismo tiempo que respondía, y no pasó mucho hasta que probó la manija de la puerta... sin resultado. El segundo intento captó mi atención, fruncí el ceño y estiré el cuello. Al tercero repasé a los demás con la vista, y ya tras el cuarto Morgan se dio la vuelta.

    —No abre —avisó, corriendo el cuerpo—. Si alguien más quiere probar, bienvenido sea.
     
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    Era la primera vez que entraba en aquella estancia de la academia y, sin lugar a dudas, la cantidad de objetos ahí dentro que no reconocía había logrado despertar del todo mi curiosidad. Así pues, y dado que Morgan ya había encontrado a la persona que estaba buscando, distraje mi atención con los diferentes utensilios que fui encontrando a mi alrededor. Había una cantidad obscena de balones, y para ser completamente honesta, no entendía por qué hacía falta tener tanta variedad de una cosa redonda que solo debía rodar de alguna manera. Había cuerdas, conos, colchonetas, raquetas...

    Mi pequeña investigación se vio interrumpida por la voz de Morgan, quien intentó abrir la puerta tras haber terminado de hacer lo que debía con Anna. Lo intentó unas cuantas veces, de hecho, sin conseguir ningún resultado positivo, y dado que había vuelto a colocarme junto a Kenneth mientras tanto, aproveché para empujarlo un poco hacia delante con claras intenciones de hacerle probar también. Él resopló un poco, vete a saber por qué, pero al final cedió e hizo algo de fuerza extra para intentar abrir la dichosa puerta.

    Sorry, ladies... —sentenció tras uno par de intentos, habiéndose girado para encararnos de nuevo—. Parece que se ha quedado atrancada de alguna manera...

    Miró a Morgan con algo más de insistencia después, quizás pensando que ella habría causado aquello de alguna manera, y yo dejé escapar un suspiro de nada tras escucharlo hablar. Me di la vuelta, avancé un par de pasos hasta alcanzar un montón de colchonetas apiladas, y me senté encima de las mismas con cuidado.

    —Imagino que ninguno lleva un libro consigo, ¿verdad? —aventuré, pues yo me había dejado el mío en clase y ya me estaba arrepintiendo de ello.
     
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    Bueno, bueno... ¿Qué teníamos aquí? Una niña ajena a la realidad, una pequeña criatura enfurruñada y... Kenneth. Y yo, claro, pero describirme a mí misma sería sumamente extraño, ¿verdad? No reparé en el detalle de que uno de los Thornton había cerrado la puerta hasta que me encontré ante la resistencia del picaporte. La manija funcionaba, subía y bajaba acorde, sin embargo, por mucho que jalaba, la hoja no se movía de su sitio.

    No creía que fuera un incidente de ningún modo terrible, por lo que giré el cuerpo tranquila y los invité a turnarse para probar. Me hizo gracia que Kashya empujara a su hermano y permanecí a un lado de la entrada, de brazos cruzados. Oh, no, si el noble caballero no era capaz de abrir el frasco por nosotras, ¿qué nos quedaba? Alterné la mirada entre las dos niñas, paradas una junto a la otra. Hiradaira lucía un poco inquieta y, tras un breve debate mental, coló el cuerpo para reemplazar a Kenneth. Sus intentos fueron menos pacientes que los nuestros, tiró de la manija con fuerza e incluso pegó el pie a la pared para usarlo de soporte.

    Tras un par de segundos fútiles retrocedió de golpe y chasqueó la lengua, visiblemente molesta. Fue entonces que la voz de Kashya se elevó y, al girar el rostro, noté que la muchacha ya estaba muy sentadita en las colchonetas. No sabía si halagar su capacidad de adaptación o solicitarle que aportara ideas a la causa. De una u otra forma, me estiró una sonrisa en los labios.

    —Vaya giro —comenté al aire, apoyando la espalda en la pared.

    —Dejé mi móvil afuera —anunció Hiradaira, señalando hacia el gimnasio—. Con el agua y una sudadera. Ustedes tienen los suyos, ¿no? Háblenle a alguien que le avise a la directora o algo.

    Pues sí, suponía que los tres (o al menos Kenneth y yo) cargábamos nuestros móviles, pero de repente no me apetecía mucho ceder a peticiones expresadas con tanta brusquedad.

    —Hmm... —Miré a Kenneth, disimulando la diversión—. ¿Tú sí tienes el tuyo, lad?
     
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    No sabía muy bien qué bicho le había picado a Kashya para empujarme de esa manera hacia la puerta, la verdad. Ella mejor que nadie debía saber que no destacaba para nada por mi capacidad física, aunque... bueno, era Kashya. Si me paraba a pensarlo un poco, era muy probable que hubiera sido víctima de su impulso solo porque había sido el primero que había pillado a su lado.

    Sea como fuere, y a pesar de que procuré usar todas mis fuerzas, la puerta no cedió ni un poquito ante mis intentos. Tras desistir de seguir intentándolo, me alejé lo suficiente como para que Anna pudiera tomar mi posición, y la realidad fue que le tuve muchas más esperanzas de éxito a ella, considerando que la habíamos encontrado metida aquí en un primer lugar; seguramente ella sería más atlética que tres ratas de biblioteca, ¿cierto? Aun así, no hubo suerte, y yo suspiré con algo de pesadez al asimilar la idea.

    Kashya parecía completamente despreocupada por nuestra situación, habiéndose ya acomodado sobre las colchonetas y hasta pidiéndonos alguna clase de entretenimiento. Dejé salir una risa nasal ligera, pensando que al menos era bueno que en general no hubiese cundido el pánico, y poco después volví a centrar mi vista en Anna, quien aclaró que no llevaba el móvil consigo. Morgan no respondió a la pregunta que nos hizo, decidiendo en su lugar redireccionar la atención hacia mí, y no pude evitar mirarla con algo de extrañeza. ¿Tan poco le importaba pasar el receso encerrada en este armario...? Bueno, quizás; quién sabía con ella, honestamente.

    —Ah, sí. Un segundo...

    Tanteé los bolsillos de mi uniforme un par de segundos, hasta que finalmente encontré el teléfono en uno de los pantalones. Pulsé el botón de encendido, pero la pantalla no se iluminó en lo más mínimo, y tras mantener el botón pulsado un par de segundos más largos, lo único que el aparato me mostró fue el dibujo de una batería completamente vacía. Chasqueé un poco la lengua, algo molesto por aquel percance, y levanté la vista para cuestionar a Kashya con la mirada. Ella negó con la cabeza y yo acabé por fruncir el ceño en una expresión ligeramente contrariada, volviendo a guardar el móvil en mi bolsillo tras la derrota que había sufrido con él.

    >>Surely alguien se dará cuenta de que los cuatro faltamos, ¿no...?
     
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    De primera mano, y por algún motivo, me quise convencer de que Morgan estaba jugándonos una broma. Tenía pinta, ¿no? De ser esa clase de persona. El mal humor volvió a repiquetear al ver que ni Kenneth abría la puerta, y como no me lo creería plenamente a menos que yo también lo intentara, avancé y jalé del picaporte con fuerza. Una, dos, tres veces, cada intento acentuándome la molestia, y al resignarme chasqueé la lengua lo más alto que pude. Fantástico. ¿Y ahora qué?

    Mi primer instinto fue avisarle a alguien, entonces recordé que había dejado el móvil en las gradas y me palmeé los bolsillos de la falda, exasperada. Bueno, había otras tres almas aquí y todos éramos adolescentes de preparatoria, ¿no? El teléfono era una extensión de nuestros brazos. Para mi gran dicha (no), Kashya negó traerlo consigo y, al inclinarme junto a Kenneth, vi que su pantalla se mantenía negra y clamaba por batería.

    —Me estás jodiendo... —murmuré en español, atónita, y miré a Morgan—. ¿Tú tampoco lo traes?

    —Pensé que encontrarte sería una misión sencilla y planeaba volver a mi clase —argumentó, encogiéndose de hombros—. Pero estabas escondida como un ratoncillo.

    Igual y podría haberme escrito, ¿no? No tendría mi número, pero bastaba con pedírselo a mini Ishi. Sabía que este percance no era culpa de ellos ni tampoco podía responsabilizarlos por la situación, lo sabía, sólo... me costaba tranquilizarme.

    —A todo esto, ¿por qué cerraron la puerta? —recordé, y no detuve el tono de queja que se le imprimió a mi voz—. Si yo la tenía abierta.

    Morgan volvió a encogerse de hombros y deslizó su mirada a Kashya.

    Lass, si tanto querías jugar al escondite, habérnoslo dicho —murmuró, sedosa, y consumió la distancia para dejarse caer junto a ella, cruzándose de piernas—. ¿O era que querías estar encerrada conmigo?

    Desvié la mirada de la escena sin saber muy bien por qué, y como allí no había mucho que ver acabé derivando en Kenneth. Estaba incómoda, molesta e impaciente, y no me gustaba la forma en que sentía el corazón golpetearme el pecho. No me gustaba la idea de estar aquí encerrada, con mi inhalador allá afuera. Pero mientras más lo pensara, peor sería. Necesitaba distraerme.

    —¿Y por qué la cuadrilla? —pregunté, era una duda general, aunque mi vista había acabado posada en el muchacho—. No sabía que devolver calculadoras precisaba de una comitiva real.
     
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    Kashya 2.png

    Anna también intentó abrir la puerta tras el amago de Kenneth, pero el resultado acabó siendo el mismo para ella. Era un poco consciente que había sido la única que no se había interesado por abrir la puerta, pero la realidad era que no lo consideré necesario tras el intento inicial de Morgan, sin más. Sea como fuere, fue también Anna la que propuso que utilizáramos el móvil para avisar a alguien, el problema residía en que ella se lo había dejado en el gimnasio, yo en mi clase, Ken no tenía batería y... Morgan tampoco lo traía con ella. Eso sí que empezaba a ser algo más problemático...

    —Las puertas se cierran —respondí con sencillez a la cuestión de Anna, sin pensar que hicieran falta más aclaraciones, y aunque seguí a Morgan con la mirada hasta que se sentó a mi lado, no pude evitar volver a centrar mi atención en Hiradaira en cuanto tuve la oportunidad—. Estás molesta, ¿verdad? Lo siento.

    Tenía sentido, ¿cierto? Yo no había cerrado la puerta con intención de dejarnos encerrados aquí dentro, pero eso no quitaba que hubiera pasado y ahora estuviéramos atrapados. Y era evidente que ni a Morgan ni a Kenneth les importaba demasiado, pero ya estaba empezando a entender que los raros éramos nosotros. De todos modos, no podía hacer más que dedicarle aquella disculpa, y por lo tanto, no tardé en girar la cabeza para encarar de nuevo a Morgan.

    >>Pero... si hubiera querido eso, habría esperado a que estuviéramos las dos, ¿no? —le dije en voz algo baja, sin pretender interrumpir la conversación de los otros dos, en un tono de genuina curiosidad—. Y no quería... —me quedé un largo segundo en silencio, manteniendo la mirada clavada en ella en todo momento, y al final me incliné un poco en su dirección para hablarle en tono confidencial—. No estás mintiendo, ¿verdad?

    Mientras tanto, Kenneth también había decidido ignorar la conversación que estaba manteniendo con Morgan y se giró hacia Anna para responder a la pregunta que había hecho, pues de por sí tampoco parecía que hubiera sido dirigida hacia ninguna de nosotras dos.

    —Pues no hace falta, no, pero Morgan nos fue coleccionado como Pokémon por el camino —le dijo, ligeramente divertido por la especificación—. Parece que te le estabas resistiendo. ¿Qué hacías aquí, por cierto?

    es un poco raro hacerlo así, pero si no improviso que ka-chan narre cosas incluso si no las ve del todo, no avanzamos mucho JAJAJA so please deal with me (?)
     
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    Morgan 2.png

    Mentirle a Anna en la cara no me movió ni un pelo de la ceja, ni siquiera me generó satisfacción, fue un momento que aconteció y se marchó como el viento arrastra el polvo. Pronto estaba sentada junto a Kashya y dedicándome a mi actividad favorita: molestarla. Daba igual lo que dijera, ella no reaccionaba, y no importaba la cantidad de veces que esta secuencia se repitiera, yo nunca me aburría. Claro que, entre medias, la niña le respondió a Hiradaira un sinsentido como una verdad tan absoluta que debí tragarme la risa a consciencia. Anna aún lucía conflictuada, pero el apunte de Kashya, directo, le revolvió las facciones hasta modularlas en una mezcla de vergüenza y vulnerabilidad. Se sentía expuesta, ¿eh?

    —No, no es eso —se apresuró en farfullar, cruzando los brazos y desviando la mirada—. No te preocupes.

    Su respuesta murió allí y a mí, otra vez, me daba igual. Recibí los ojos de Kashya con una sonrisa tranquila, encantada, y mientras me hablaba me tomé la libertad de acomodarle el cabello detrás de la oreja derecha.

    —Las dos solas, ¿dices? —tanteé, en voz baja—. ¿Te gustaría que estemos las dos solas?

    Interrumpió su intención, le sostuve la mirada con cierta expectativa y, cuando finalmente soltó lo que le rondaba la mente, mi sonrisa se estiró con una diversión un poquito malvada. Siquiera eché un vistazo para corroborar que Anna no nos prestara atención, estiré el cuello para acercarme aún más a Kashya y presioné suavemente el índice contra mis labios.

    How smart —la halagué en un susurro, y moví el dedo a su boca—. Not a single word, alright, lassie?

    Entre tanto, Kenneth y Hiradaira mantenían su propio intercambio.

    —Se me ocurrió venir aquí más seguido a entrenar —le respondió Anna, buscando algún cajón de relativa altura sobre el cual sentarse tras dar un salto—. Estuve viniendo a correr y quería husmear lo que guardaban en el armario para armarme un plan mental. Ni siquiera sabía que Morgan tenía mi calculadora, de hecho pensé que la tenía Kohaku, un amigo en común. No sé si lo ubicas... ¿A qué clase de tercero vas?
     
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    Kashya 2.png

    Anna me respondió que no estaba enfadada, y aunque podía no parecerlo, conocía lo suficiente de las relaciones sociales como para saber que aquello era lo que cualquier persona educada hubiera dicho. Aun así, decidí tomar sus palabras como ciertas, por lo que asentí solemne con la cabeza antes de girarme en dirección a Morgan; ella, por otro lado, se comportaba de manera muy diferente a lo que yo sabía de las personas. Sentí su mano rozándome la piel cuando buscó pasarme algo de cabello por detrás de la oreja, y aunque repentino y sin aparente motivo, lo cierto es que el gesto (y su cercanía) no me molestaron en lo más mínimo.

    —Fuiste tú la que empezó a hablar de encerrarme contigo —recalqué, aunque no había ningún motivo de peso para que lo trajera a colación—. No me importaría. Pasamos tiempo juntos de todas formas, ¿no? ¿Qué diferencia haría estar encerradas en un sitio como este? —argumenté, sin entender muy bien el origen de aquellas preguntas.

    Sea como fuere, justo después quise asegurarme de que sus palabras hubieran sido ciertas y eso, por algún motivo, le hizo sonreír con cierta malicia. Acortó todavía más la distancia entre nosotras, se llevó el dedo hacia los labios y, tras halagarme por mi descubrimiento, me pidió que no dijera nada. Bajé la mirada hacia su dedo índice, ese que ahora estaba colocado sobre mis propios labio, y me quedé en silencio, pensativa. No tenía mucho problema en guardarle el secreto, pero sus intenciones seguían resultándome un misterio, y por ello no pude reprimir el deseo de inclinarme más en su dirección, hasta poder hablarle cerca del oído.

    >>¿Por qué mientes? No lo entiendo. ¿No quieres salir de aquí?

    Kenneth 2.png

    La situación de repente se había vuelto algo... interesante. Estábamos atrapados sin ninguna manera de comunicarnos con el exterior, y en lugar de buscar alguna clase de solución, Kashya y Morgan se habían puesto a cuchichear como si nada. Las había estado mirando durante un par de segundos, sí, pero al final había decido ignorarlas para poder centrar toda mi atención en Hiradaira. Esas dos tenían una relación de lo más extraña y yo, de momento, prefería no saber nada de ella.

    Así pues, le pregunté qué hacía ahí dentro y ella me lo explicó, permitiéndome escucharla con toda la concentración del mundo. Fui asintiendo con la cabeza de vez en cuando, y aproveché el momento en el que ella se sentó sobre un cajón para buscar otro cercano donde apoyar la espalda; a ser posible, sin tener demasiada visión hacia la zona de las colchonetas.

    —Ah, ya veo. ¿Así que eres toda una pequeña deportista~? ¿Y bien? ¿Encontraste algo que te fuera útil o se te cayó todo encima? —bromeé con ligereza, antes de prestarle atención al resto de sus palabras y llevarme una mano al mentón, con gesto pensativo—. Oh, así que el famoso amigo se llama Kohaku... —comenté, justo antes de recuperar la leve sonrisa de siempre—. No sé si me suena... Voy a la 3-3, por cierto.
     
    Última edición: 19 Abril 2025
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    Gigi Blanche

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    Morgan 2.png

    La respuesta de Kashya, como era lo usual, fue tan honesta, pura e inocente que me aflojó una breve risa nasal. No cargaba burla, al menos no lo pretendía, y por un segundo recordé que Kenneth estaba aquí. Más me valía comportarme y no meter ideas raras en la cabeza de su hermanita, o si no... Bueno, ¿si no qué? ¿Qué podría hacerme capaz de afectarme?

    —Un sitio como este... —retomé, paseando la vista por el armario, y regresé a sus ojos—. ¿Sabes las cosas que mucha gente hace aquí dentro, lass?

    La conversación derivó en mi pequeña mentira piadosa y me concedí el capricho de tocarla. Ella, como era de esperar, seguía tan desconcertada por mis decisiones que no pudo enfocarse en otra cosa. Al notar sus intenciones, giré el rostro y le ofrecí mi oreja. Su voz cosquilleó con suavidad y cierta calidez, y me sonreí, echándole un vistazo a los otros dos. Charlaban, y Kenneth nos daba la espalda.

    —Claro que quiero salir de aquí, sería muy aburrido echarnos día y noche encerrados. Nos daría hambre, y ganas de ir al baño... —Con el argumento razonable expuesto, reinicié mi sonrisa y la miré de soslayo—. Pero ¿qué hay de malo en quedarnos un rato? Que yo sepa, la escuela seguirá ocupada con gente por cuatro o cinco horas más. ¿No te entusiasma la idea de hacer algo diferente, por extraño o repentino que sea? ¿No querrás luego ir con Emily y contarle que te quedaste encerrada en el armario?

    Me dejé caer hacia atrás y acabé acostándome sobre las colchonetas. Cerré los ojos un par de segundos, los abrí con cierta pereza y, al mirar a Kashya, mis dedos buscaron cualquier contacto con su cuerpo, el primero que encontraran. Rocé el dobladillo de la falda y permanecí allí, jugueteando con él.

    Plus, I didn't like how that lassie spoke to us —confesé, en inglés y en voz baja, arriesgándome a que Anna no escuchara ni entendiera.


    Anna 6.png

    Seguí el recorrido de Kenneth en lo que también se sentaba, con las manos relajadas sobre el regazo y golpeteando el cajón con los talones a un ritmo distraído. Su broma, aunque hacía diez minutos habría empeorado mi enfado, me arrancó una risa floja y exhalé, mirando el mueble de estanterías.

    —Quería alcanzar las mancuernas de allá arriba —respondí, señalándolas con la barbilla—, pero sí, estoy chiquita y se me cayó todo encima.

    Me reí, volviendo a sobarme un poco la cabeza, y me quedé jugueteando con un mechón de cabello mientras Kenneth parecía pensar algo. Alcé las cejas, incrédula, y no pude evitar que la diversión se me filtrara en el semblante. Decía que Ko le sonaba... ¿e iba a la 3-3? Pero este chico ya llevaba un rato en la escuela, ¿o no?

    —¿Te echas todas las mañanas durmiendo o algo? —repliqué, junto a una risa que no me molesté en disimular—. ¿O tienes esta cosa que no puedes asociar caras y nombres? En ese caso, mi más sentido pésame por tu cerebro. Y tus ojos. Con razón duermes tanto.

    El golpeteo de mis talones adquirió un ritmo más alegre y liviano, y una vez me sentí satisfecha de molestarlo agregué:

    —Ko va contigo, vaya. ¿No lo ubicas? Pelo celeste, ojos amarillos. Como un gato radioactivo, si lo pongo así.
     
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    Amane

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    Kashya 2.png

    La pregunta de Morgan me hizo ladear apenas la cabeza, en un gesto de evidente curiosidad. A parte de coger enseres para hacer deporte, ¿qué podría hacer alguien en un sitio como este...? Paseé la mirada a lo largo de la estancia, pero no fue hasta que subí la misma hacia el techo que me di cuenta de que no había ni una sola cámara a la vista. Ah, eso lo explicaba. Si no había vigilancia, los alumnos podrían hacer ahí todo lo que estuviera prohibido en el reglamento...

    —¿Tú también has hecho ese tipo de cosas aquí? —le pregunté una vez volví a mirarla, sintiéndome quizás algo más interesada de lo normal por conocer aquella respuesta.

    Al rato me permitió hablarle cerca del oído, decisión que tomé en base a que ella no parecía querer que Kenneth y Anna escucharan lo que estábamos hablando, y la explicación que me dio fue... lógica, suponía. Me aliviaba que no pretendiera dejarnos ahí dentro por tiempo indefinido, aunque al mismo tiempo no lograba entender qué tenía de emocionante aquello. Era un espacio pequeño con cosas de deporte, ni siquiera había algo entretenido de verdad qué hacer... Pero si ella lo sentía así, quizás lo fuera; después de todo, sabía que Morgan era mucho más normal que yo en ese tipo de cosas.

    Me encogí de hombros cuando mencionó a Emily, sin embargo, sin darle mayor importancia. Suponía que podía contárselo, sí... quizás ella pudiera explicarme cuál era el truco para disfrutar de algo así. Morgan se tumbó en las colchonetas, entonces, y apenas un poco después noté cómo sus dedos jugueteaban con el borde de mi falda. Una vez más, no me inmuté para nada ante el contacto, y en su lugar intercalé un par de miradas entre ella y Anna, antes de decidir tumbarme sobre la colchoneta también. Me acomodé para hacerlo de lado, eso sí, lo que me permitió seguir mirando a la chica en todo momento.

    >>Pero sabes que no lo ha hecho con malas intenciones, ¿verdad? Hay personas que se ponen nerviosas cuando están encerradas.

    Kenneth 2.png

    Anna me confirmó que había querido alcanzar unas mancuernas, pero que su pequeña estatura le hicieron acabar en la situación tan desafortunada en la que la habíamos encontrado. Le sonreí con suavidad al escuchar su respuesta, especialmente contento porque en aquella ocasión me hubiera seguido la broma, y al instante me alejé en dirección a la famosa estantería. Cogí las mancuernas culpables del desastre y se las traje a la chica, manteniendo la sonrisa de antes mientras se las dejaba sobre el cajón que estaba sentada.

    Mi supuesto desconocimiento del tal Kohaku le arrancó una nueva risa, lo que a su vez consiguió que mi propia sonrisa se ensanchara con un deje de diversión. Que hubiera reconocido ya al chico o no era del todo irrelevante, pues mi intención había sido hacerme el tonto para relajar el ambiente y, ya de paso, permitir continuar con un tema de conversación que parecía gustarle. Eché la mirada al techo, pensativo, al mismo tiempo que me apoyaba los codos sobre el espacio que quedaba libre en su cajón.

    —Ah, supongo que lo reconozco, sí —sentencié después de un rato, abriendo los ojos como si hubiera hecho el mayor descubrimiento del siglo—. Un gato radioactivo es bastante difícil de ignorar, ¿cierto? Oh, y no me digas... ¿es este el famoso Ko jardinero del que Emily no para de hablar? ¡Tantas conocidas en común y todavía no lo conozco en persona! ¿No es eso un poco ilegal? Anna chiquita... te otorgo la muy valerosa misión de presentarme al famoso Kohaku del que todo el mundo habla. ¡No puedo morir sin haberle hecho saber mi nombre!
     
    Última edición: 23 Abril 2025
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  15.  
    Gigi Blanche

    Gigi Blanche Equipo administrativo Game Master

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    A Kashya le tomó un tiempo comprender mi insinuación, claro; de por sí había esperado que no lo lograra y me pidiera una explicación acorde. Lo que salió de sus labios, sin embargo, fue una pregunta que hizo vibrar una risa en mi garganta. Sostuve la mirada en sus ojos, en su rostro, largo y tendido. Ah... ¿Qué se suponía que hiciera? ¿Decirle la verdad? ¿Jugarle una broma? ¿Mentirle?

    —No —me sinceré, con la sonrisa revoloteando en mis labios—. Es polvoriento y un poco caluroso, ¿o no? Serán animalillos quienes hacen esas cosas aquí.

    Luego me acosté y Kashya me imitó al rato. Permaneció de costado y yo sonreí, satisfecha, al poder seguir viendo su carita. Parpadeé con lentitud, relajada, y respiré cada vez con mayor pesadez. Madrugar nunca sería lo mío y si me dejaban aquí un rato más quizá caía redonda y todo. Ella intentó matizar la reacción de Hiradaira y yo me encogí de hombros. Me era indiferente y ni me importaba mucho. Murmuré un sonido afirmativo vago y mi mano pasó de su falda a las puntas que colgaban de su lazo.

    —Algún día ven a dormir a casa —la invité en una idea espontánea—. Podemos ver pelis y hacer palomitas. ¿Has dormido con Emily? En la misma cama, quiero decir.

    Especifiqué mi duda anticipándome a que quizá no me comprendiera, y un rato después estiré el cuello para comprobar que Anna estuviera distraída. Saqué el móvil de mi bolsillo con disimulo, revisé la hora y le escribí a Kohaku que viniera a rescatarnos del armario de enseres, que trajera al conserje por si acaso. Y que no dijera nada sobre mis mensajes. Tenía... cinco minutos para inventarse una excusa acorde, ¿no? Confiaba en su cerebrito espabilado.


    Anna 6.png

    El muchacho, tras escucharme, sonrió de una forma que me dio un poco de vergüenza, entre que era un senpai, apenas lo conocía y todo eso. Por suerte, su desvío a la estantería me permitió barrer la sensación bajo la alfombra y fingir que nada había ocurrido. Verlo alcanzar las dichosas mancuernas sin una gota de esfuerzo me hizo soltar una risa nasal y seguí sus movimientos hasta que depositó los elementos a mi lado.

    —No será usted un salvador, caballero —bromeé, agarrando una para inspeccionarla de cerca; me detuve para lanzarle un vistazo—. Gracias.

    Le sonreí, no fue la gran cosa, pues seguía un poquitito cohibida y preferí, otra vez, distraerme en las interesantísimas inscripciones impresas tras la mancuerna. Luego, al describirle a Kohaku, su reacción fue tan teatral que me pregunté si de veras no lo ubicaba o sólo me había tomado el pelo. No me molestó, sin embargo, de hecho verlo abrir así los ojos me robó otra risa corta y afirmé con cierto entusiasmo para confirmarle que Ko jardinero, Ko amigo de Morgan y Ko el de la calculadora eran todos la misma persona. ¿Anna chiquita? Alcé las cejas, pero se lo dejé correr. Me lo había ganado.

    —De vida o muerte, definitivamente —lo molesté, divertida, y volví a asentir, contagiándome de su teatro—. No se preocupe, senpai grandote, será mi más grande honor asegurarme que su voluntad sea cumplida. ¡Lo juro por mi nombre chiquito!


    No puedo narrarlo porque no puedo rolear a Ko en la academia, así que después podemos definir por wha los detalles de cuando los rescata y to eso <3 I enjoyed this a lot JAJAJA
     
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