Armario de enseres de gimnasia

Siguió sus movimientos con una precisión casi felina, el suave eco de sus pisadas sobre el silencio del gimnasio. Si afilaba el oído alcanzaría a detectar el rumor lejano de los estudiantes yendo y viniendo, porque allí afuera aún era de día y estaban en medio de la escuela.

Tan sólo había que ver cómo Daute le fundía el sentido común.

Era muy probable que una parte de ella sólo quisiera seguirle el ritmo al espíritu aventurero, curioso, casi infantil de ese muchacho. Provocarlo, sorprenderlo, no aburrirlo.

Le permitió alzar su mentón sin la menor resistencia, sus ojos avellana chispeaban con una opacidad extraña bajo la luz oscura del armario. Sonrió ante sus palabras, divertida, y estiró una mano para alcanzar su corbata y jalar de ella con cierta brusquedad. Retrocedió un poco para evitar chocarlo y lo vio de frente, ladeando apenas la cabeza.

Su voz sonó baja, casi autoritaria.

—¿Me ves como una persona que no sabe lo que quiere, Hanson?

 

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que ya marque el mood? bueno

Lo dejé hacer, realmente. Me había puesto las manos encima y conocía más o menos sus caminos. Sentí el suave tirón de mi cabello en cuanto lo recogió entre sus dedos y así igual lo dejé bloquear mi mano, echándome algo de su peso encima; la presión del agarre fue absorbida por las colchonetas. Corrí el rostro en cuanto adiviné sus intenciones y el techo del armario fue parchándose hasta que cerré los ojos, permitiéndome hundirme de lleno en ese pequeño instante. En las sensaciones sobre mi piel, erizándose en expectativa antes de cada beso; en los escalofríos sutiles recorriendo mi columna al oír su voz, suave pero ligeramente ronca, contra mi oído.

Shit, babe.

Utilizó su pierna para separar las mías, y la presioné fugazmente entre mis muslos antes de ampliar las rodillas un poco más, en clara invitación. Deslicé mis ojos hacia él, aunque más no fuera para detallar la línea de sus hombros y su cabello azabache, de obsidiana.

—Tendrás que hablar con tu papi por mí, sweetheart —ronroneé, en un tono ligeramente quejumbroso.

Había llevado mi mano libre hasta la piel de su mejilla, de su mandíbula, trazándola apenas, como un pincel, para bajar por su cuello y alcanzar el nudo de la corbata. Lo enganché con un dedo y lo fui aflojando a medida que lo atraía hacia mí, recostándome en la colchoneta. Sonreí al encontrar sus ojos y agregué, cerca de sus labios:

—Tendrá que disculparme por haberme divertido con su hijo~

 

En cuanto me recosté en la colchoneta recibí sus labios sin demora. Fue suave al comienzo, sus labios mentolados eran jodidamente suaves y me arrancó una sonrisa mientras enredaba los dedos en su cabello. Entreabrí los ojos al sentir la mordida contundente, algo repentina, y se me escapó un suspiro contra su boca apenas un momento antes de que colara su lengua dentro de la mía. Presioné su nuca por reflejo y lo atraje hacia mí, jugando justo como sabía que a él le gustaba.

Estaba húmeda.

Y ardía.

El aire ligeramente frío de la habitación fue impactando en mi piel a medida que desabotonaba mi camisa, ante lo cual no opuse la menor resistencia. Clavé mi mirada platina en él en cuanto se alejó y se me escapó una sonrisa felina al advertir cómo observaba mis pechos subir y bajar, presa de la agitación y la expectativa. Había dejado caer mis brazos sobre mi cabeza, amplificando la abertura de la camisa, y sus caricias casi tortuosas alrededor de mis muslos comenzaban a impacientarme. Aún así lo disfrutaba.

Sabía que me daría lo que quería, tarde o temprano.

Si te levantas, te castigo, Sasha.​

Se me escapó una risa algo ronca y perdí mi mirada entre el techo blanco, mientras sentía cómo me alzaba la falda y se acuclillaba. Mi respiración tan sólo se siguió agitando, era la puta expectativa. La ansiedad.

Era saber lo que haría y cuán jodidamente bien se sentía.

—Hmm, ¿un castigo? —susurré, sedosa, relamiéndome los labios; estaban secos—. Tentador~

No hice ademán de moverme, de cualquier forma. Lo dejé inmovilizarme las muñecas, lo dejé apretar cuanto quisiera, y sólo me quedé allí, esperando.

—Cuida lo que haces con esa menta, Hanson —bromeé, mi voz sonó ligeramente grave.

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mis pendejas dejándose dominar since ancient times

 

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Comenzó sobre mi ropa interior, al cabrón siempre le había gustado alargar la expectativa lo más posible. Retorcí ligeramente las muñecas dentro de su agarre a medida que seguía y seguía insistiendo en aquello, casi como una queja silenciosa, hasta que lo sentí corriendo la tela de mis bragas. Me quedé quieta y un escalofrío me recorrió el cuerpo cuando echó su aliento fresco sobre mi intimidad.

El techo fue tornándose difuso, parchándose aquí y allá, y el aire comenzó a arrastrarse fuera de mi garganta en suspiros sonoros, casi quejumbrosos. El cabrón siempre sabía cómo jugar, ¿verdad? Y hacía tanto tiempo que no teníamos un rato a solas.

No iba a reconocerlo nunca probablemente, pero mierda. Si había ansiado volver a estar así con él.

Por eso lo había arrastrado al armario de enseres de la puta escuela.

Llevé las manos a su cabello en cuanto liberó mis muñecas y comencé a hacer de su pelo lo que me viniera en gana. Arqueé la espalda, presioné su cabeza entre mis muslos, sentí sus dedos clavándose en mi piel y gemí, empujándolo casi con maña al sentir su lengua dentro. Hijo de puta, me enloquecía.

Podía hacerme lo que le apeteciera.

Pierce.​

Lo sentí alejarse, aflojé el agarre en su cabello hasta soltarlo por completo y lo vi desde mi posición, sin molestarme en disimular el frenesí de mi respiración. Se relamió los labios, se irguió y se quitó la camisa y el gakuran. No me molestaba no haber acabado realmente, la ansiedad me corría rauda por las venas y tuve esta necesidad imperiosa de lanzarme sobre él y pedirle lo que, sabía, le encantaría oír.

Pero me contuve.

Ponte en cuatro.​

—¿Hmm? —ronroneé, en un tono ronco y opaco, y me erguí para estar sentada frente a él—. Aún no, Dauti~ ¿Qué ocurre? ¿Tienes mucho apuro?

Le quité las manos de su pantalón con suma delicadeza, para encargarme yo misma de la tarea. Los dejé caer por su propio peso y jugueteé con el elástico de los boxers entre mis dedos al alzar la cabeza y sonreírle desde allí, bajando la mano poco a poco. Qué duro estaba.

—Si te mueves, te castigo, Daute.

Me relamí los labios, mis ojos de plata poseían un destello casi felino, y me deshice también de la ropa interior. Acaricié su miembro con la debida presión, de arriba abajo, durante un par de segundos antes de soltar una risa por la nariz y llevármelo a la boca. Estaba jodidamente caliente y, la verdad, poco me importaban los sabores dentro de mi boca. Lo deslicé de afuera hacia adentro, y paseé la lengua por las zonas más sensibles una y otra vez, justo como a él le gustaba. Mantuve una mano en la base y la otra la llevé a su pierna, rasguñando la piel en cámara lenta.

Lamí y lamí, hasta dejarlo al borde.

Entonces me alejé.

Lo observé desde abajo, limpiándome la boca con el dorso del antebrazo, y estiré las manos para alcanzar sus brazos, asirlo hacia mí y besarlo sin antelaciones, sin dulzura sin suavidad. Para comerle la boca, más bien.

 

Contenido oculto: nada que ver aquí, mis niños

"¿Quieres tener el control acaso?"

Eso no era, en líneas generales, lo que más me interesaba. Desafiarlo seguramente fuera un término apropiado. Recorrí los brazos de Daute con movimientos lentos mientras él se colaba dentro de mi boca con una cierta nota de ansiedad que, gustosa, le había inyectado. Era esta estúpida necesidad del ego, siempre hambriento, por sentirse deseado.

El poder de derretir a alguien bajo tus manos.

El poder de derretirlo a él.

Ahogué unos cuantos gemidos en mi garganta, similares a ronroneos quejumbrosos, al sentir su tacto en mis caderas, luego mis glúteos, y no impuse resistencia en cuanto Daute me giró en redondo. El movimiento alborotó un poco la pila de colchonetas y acabé con las extremidades en diferentes niveles. Me mordí el labio, una sonrisa casi maliciosa curvaba mis labios y busqué su mirada almendrada por sobre el hombro.

—¿Qué ocurre, cielo? ¿Ya no puedes controlarte~?

Lo vi relamerse el dedo y volví la vista al frente, las piernas prácticamente me temblaban por la expectativa. Abrí la boca al sentirlo dentro mío, aunque ningún sonido salió, y la respiración agitada fue convirtiéndose en gemidos a medida que aumentaba la fricción. Había perdido la resistencia para sostenerme sobre las muñecas y acabé clavando los codos en la colchoneta, mi cabello vino tinto desparramado aquí y allá a los costados de mi rostro. Sacó el dedo y tuve el impulso de pedirle que no, que siguiera, pero sólo me mordí el labio pues sabía lo que venía.

Joder, no aguantaba más.

Me arrancó otro gemido agudo al deslizar la lengua por mi espalda y mis manos se aferraron con fuerza a los bordes de la colchoneta. El mundo, el puto mundo estaba todo desenfocado, no eran más que manchones de diferentes colores. Me mordió y, Dios, tendría que controlar mi voz.

—Dauti —lo llamé en voz baja; sonó a queja, más bien capricho, y seguí hablando en mi idioma natal sin razonarlo del todo—. Go on, fuck me already.

Cerré los ojos con fuerza al sentirlo en mi entrada, deslizándose dentro casi a cámara lenta; qué puta tortura. Mi respiración se congeló en algún punto del recorrido y aplasté la mejilla en la colchoneta justo como él solicitaba. No podía importarme menos, que me atara si le daba la gana. Sólo quería que me follara de una puta vez.

 

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es la parte más deliciosa del delicioso y bueno, nobleza obliga bitch

Contenido oculto: nada que ver again

Mi respiración se reanudó poco a poco, al ritmo sincronizado de los movimientos de Daute. Mis caderas reaccionaron por inercia, para acompañar el vaivén de las suyas y profundizar el contacto. Mierda, encima eran de los texturizados.

Tenía la cabeza completamente nublada.

Sentí su jalón en mi cabello y, algo reticente, me fui incorporando; no estaba muy segura de poder sostenerme así como así, y en cuanto acercó los labios a mi oído llevé una mano a su nuca, aferrándome a ella con la espalda arqueada. Volví a cerrar los ojos y eché la cabeza hacia atrás, el aire corría raudo por mi garganta y los gemidos la rasgaban con la facilidad de una hoja de papel. El cabrón estaba lamiendo mi oreja, arañando mis glúteos, me comía el puto cuello, y sin dejar de follarme ni un maldito instante.

Definitivamente, no podía razonar con claridad.

"Aún no."

Solté una risa al aire, fue floja, casi sin gracia, y lo dejé disponer de mí como le diera la gana. Subió mis piernas a sus hombros y enredé los pies tras su cabeza, buscando a la vez su cabello para aferrarme a él en cuanto alcanzó mis labios y volvió a entrar en mí. No corrí mis ojos de los suyos ni un instante, le permití verme gimiendo una y otra, y otra vez; jalando de su cabello, tensando la mandíbula, jugando sobre su boca con mi lengua. El avellana de su mirada estaba opaco, poseía un aire casi diabólico y, mierda, era jodidamente excitante.

Las embestidas eran cada vez más rápidas, más salvajes, y bajé las piernas a ambos lados de su cuerpo para ocupar sus hombros con las manos y devorarle el cuello. Lo crucé de lado a lado con la lengua, besándolo, y lo mordí y succioné con la intención necesaria para dejarle un jodido chupón.

Eres mío, Hanson.

Sonreí contra su piel una vez logré mi cometido y me acerqué a su oído, echándole mi aliento caliente.

—Dauti —susurré ronca, entre los gemidos y las embestidas—. ¿Por qué no me comes~?

Aún no me había comido entera.

 

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Me separé apenas unos centímetros de su rostro y sonreí al recibir su pulgar en mi boca. Lo lamí como sabía debía hacer, sin quitar mis ojos de los suyos, y aún los mantuve ahí a todo momento; cuando empezó a tocarme, enviándome descargas de placer, las suficientes para que mis piernas temblaran, sin dejar de embestirme como un puto animal.

Me mordí el labio al escuchar su voz baja, ronca, y tiré de su cabello con fuerza cuando empecé a sentirlo; el aviso sutil, escalando poco a poco por todo mi cuerpo. Ardía, temblaba, estaba absolutamente sudada y abrí la boca contra la suya para permitirle a los gemidos brotar sin la menor restricción.

¿Nos escucharían? Me importaba una mierda.

—Babe —gemí una y otra vez, cada vez más rápido.

Más y más rápido, hasta que el cuerpo entero se me deshizo en una oleada de placer. Cerré los ojos por fin, echando la cabeza hacia atrás, y le permití escucharme justo como había solicitado. Desenredé los dedos de su cabello, repentinamente exhausta, y me dejé caer sobre las colchonetas.

La cascada de vino tinto se expandió por doquier y mi pecho subía y bajaba, frenético. El aire quemaba en mi garganta pero se sentía frío contra mi piel perlada. Me mantuve así unos segundos hasta llevarme una mano al rostro y reír, mordiéndome el labio. Qué vergüenza.

Por Dios, que estábamos en la puta escuela.

—Puta madre, Hanson —me quejé, aunque no estaba realmente molesta—, mira lo que me haces hacer.

 

Alisha Welsh

Prácticamente ronroneé al escuchar su respuesta, entrecerrando los ojos al sonreírle de una manera felina parecida a la suya.

Sabía que aceptaría, por supuesto, pero fue más rápido de lo esperado.

—Un placer~ —canturreé mientras me ponía en pie, dirigiéndome a los otros dos presentes—. Nos vemos por ahí, parejita~

Ni de coña escondí el tono burlón al decir aquello pero salí del aula antes de poder ver la reacción de los nombrados.

Ya habría tiempo~

En algún punto a mitad de camino, me enganché al brazo de Joey con una expresión divertida, como si aparentar ser una pareja fuese una especie de broma interna, sobre todo cuando debía ser más que obvio a ojos ajenos hacia dónde nos dirigíamos.

Cuando la oscuridad del armario nos rodeó, sin embargo, deshice el agarre casi como si quemase. Apoyé la espalda sobre la ya cerrada puerta y uní mis labios a los del chico en un beso necesitado, pasando los brazos por su espalda para atraerle y pegar su cuerpo al mío con insistencia.

Ahí encerrados, a solas, no había necesidad de aparentar nada y quería sentirlo, necesitaba sentirlo contra mí.

>>Escucho tus propuestas —susurré, jadeante, en cuanto nos separamos, mis ojos chispeando en expectación.

Está bien, cariño, conmigo no tienes que fingir.

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im so sleepyyy im sorry but the hype (??? Gigi Blanche

 

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excuse me

Siguió a Alisha por prácticamente media Academia, sin reparar mucho en nada o nadie alrededor. La dejó enredarle su brazo en silencio y, vaya, en verdad podrían adivinar sus intenciones por el trayecto recorrido pero ¿quién habría dicho que dos idiotas tan tranquilos andarían con esas cosas al frente de su lista de prioridades?

Tenía la puta sonrisita burlona tatuada al rostro y se metió primero al armario, dejando que Alisha cerrara la puerta. Se giró hacia ella en el momento justo donde la rubia buscó su chaqueta y lo jaló sin delicadeza. Joey la tomó del rostro y la besó con tanta fuerza que oyó el sonido seco de su cabeza chocando contra la hoja. La sintió asiéndolo con tamaña insistencia, recorriendo su espalda, y sonrió sobre sus labios un segundo antes de cumplir sus demandas y presionar sus caderas.

Recorrió su boca como un puto animal hambriento, como si quisiera devorarla de un bocado, enredando los dedos y jalando de su cabello dorado cuando le apetecía obligarla a correr el rostro, o girarlo, o lo que fuera.

Escucho tus propuestas.​

La dejó separarse un poco a regañadientes y recorrió sus facciones lentamente. La forma en que acarició su mejilla, con semejante suavidad tras el impulso inicial, era cuanto menos extraño; como si tuviera todo calculado detrás de las sonrisas suaves, de los ojos oscuros, de la voz ronroneante.

Como si fuera un maldito hijo de puta.

—Esta idea que tuve en la azotea —susurró, enroscando un mechón de cabello rubio en su dedo—, ¿qué piensas al respecto?

Porque lo era.

 

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Alisha Welsh

Tuve que ahogar un gemido en sus labios cuando lo sentí apretar las caderas, dándome solo una pequeña probada de lo que le estaba pidiendo pero más que suficiente para satisfacerme por el momento.

Dejé que tirase de mi pelo como quería y prácticamente dispusiese de mí como le apetecía, y sinceramente estaba demasiado ocupada correspondiéndole a la ferocidad del beso como para importarme.

Ambos sabíamos que en realidad lo adoraba.

La caricia en la mejilla se me antojó curiosa, como la calma antes de la tormenta, si se quiere, pero no le di demasiada importancia. Sin pensarlo demasiado, yo misma había empezado a acariciarle la espalda por encima de la camisa, como si tuviese que estar siempre buscando su contacto, tocándole.

—¿Hmh? —entorné la mirada sin apartar la vista de su rostro—. Eso fue hace tanto, ya no me acuerdo bien. ¿Me lo puedes recordar~? —pedí, en un ronroneo, sonriendo con una chispa de diversión—. Ah, y sé específico, por favor, sabes que no soy muy lista.

Pídemelo.

 

Alisha era sumisa, no exactamente por un impedimento con respecto a dominar, que si quería bien podía hacerlo y yo lo sabía casi mejor que nadie. El asunto era que no se le antojaba. La rudeza, los movimientos repentinos, la impaciencia, incluso cierta agresividad.

A la cabrona le gustaba.

¿Me venía en gracia? No exactamente. Creo que una parte de mí sabía que me iría al jodido infierno, que no hacía más que apagar las luces a lo largo del camino a medida que las alcanzaba. Sabía que me aprovechaba de Alisha, de que jamás me negaría nada. Me aprovechaba del ridículo poder que, sabía, podía ejercer sobre ella presionando los botones adecuados.

Y era, de repente... un poco aburrido.

Pero estaba bien.

¿Me lo puedes recordar?

Ah, y sé específico, por favor, sabes que no soy muy lista.​

Una risa baja vibró en mi pecho; fue, si se quiere, el único anuncio de mis próximos movimientos. La jalé de la muñeca, la despegué de la puerta y la obligué a girar sobre su eje para andar de espaldas y empujarla sobre las colchonetas. Enterré una rodilla a cada lado, me deshice de la chaqueta con un par de manotazos y repté encima de su figura lenta y cruelmente. Podía sentir el calor que su cuerpo emanaba por debajo del uniforme y colé una mano dentro de la camisa, como en la azotea, para presionar su piel.

Otra vez mis manos estaban frías y ella, más caliente que la mierda.

—Ali-chan —susurré contra su cuello, echándole encima mi aliento húmedo; mis dedos alcanzaron el alambre de su sostén y comenzaron a colarse dentro, poco a poco—. ¿Tan joven y ya con problemas de memoria?

No contuve la risilla divertida. Jodido cabrón.

—Eso está mal~

Mis palabras acabaron ahogadas en los besos que repartí en su cuello, ciertamente húmedos y ansiosos. Recorrí su piel con la lengua, la mordisqueé, la marqué, mientras masajeaba uno de sus senos por debajo de la camisa y el sostén. Repasé el contorno del pezón con mayor suavidad, erizándole la piel, y presioné aquí y allá con la fuerza justa y necesaria. Como sabía que le gustaba.

 

Alisha Welsh

Ensanché más la sonrisa cuando lo sentí tirar de mi muñeca y me dejé guiar hacia las colchonetas, detallando cada uno de sus movimientos con precisión y cierta expectación, hasta que tuve que cerrar los ojos y tragar saliva con fuerza al sentir como la piel se me erizaba ante su tacto frío.

Solté un risa divertida que acabó fusionándose con un gemido suave al sentir el recorrido de sus labios en mi cuello.

—Me pregunto si será cosa del alcohol~ —murmuré, con voz ahogada.

Enredé los dedos de una mano en su cabello y lo dejé hacer un buen rato, disfrutando de las sensaciones que me estaba provocando, hasta que me cansé y tiré de su pelo con la suficiente fuerza para separarlo y obligarlo a que me encarase.

>>No te hagas de rogar, Wickham —prácticamente gruñí antes de tirar de él y volver a estampar nuestros labios.

Colé la lengua con insistencia en su boca, llevando la mano libre hasta su camisa para comenzar a desabrochársela y clavándole las uñas en un costado en cuanto tuve vía libre por su piel.

Los dos podíamos jugar, si tanto lo deseaba.

 

La observé entre el flequillo desordenado en cuanto me obligó a hacerlo, y la sonrisita burlona sólo se ensanchó al oír su queja y recibir sus labios. Le correspondí de inmediato, claro, y no perdí tiempo en quitar la mano de su camisa para permitirle desabotonar la mía sin obstáculos.

Gruñí en cuanto sentí sus uñas y me separé, incorporándome. La detallé ahí, sobre las colchonetas, hecha un desastre. Aún llevaba la camisa puesta, sólo que abierta. Retrocedí hasta dar con una barra de salto y me senté, extendiendo los brazos sobre los bancos apilados a mis espaldas.

—Muy bien —resolví, alzando la voz para que me escuchara, y las sombras del armario se combinaron con la oscuridad de mis ojos—. Desvístete, Alisha.

¿Quería que se lo pidiera?

También podía ordenárselo.