Mini-rol Arcadia Nova | Pokémon Rol Championship

Tema en 'Salas de rol' iniciado por Andysaster, 4 Septiembre 2025.

  1.  
    Andysaster

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    No me gustaba esa sensación. No me gustaba esa punzada insistente en la boca de mi estómago. Usualmente nada ni nadie era capaz de generarme lo suficiente como para sentir incomodidad, molestia o tristeza alguna. Me deslizaba por la vida como una nómada que no tenía nada que perder, ni nada que le importase lo suficiente con la salvedad de su mejor amigo y su bajo. Lucía apática, desapegada e impávida la mayor parte del tiempo; olvidando con el tiempo, tal vez, que yo también era capaz de sentir.

    Que yo también era humana, por más incomprensible y extravagante que resultase a ojos de los demás.

    Las palabras de Ai recrudecieron aquellas sensaciones. Ahora ya no era molestia; también era impotencia, confusión y el inicio de cierta inseguridad, tal vez. Vacilé por un milisegundo, se me notó en los ojos y agaché de nuevo la mirada, apretando mis manos en dos puños prietos sobre mis muslos.

    No. No había hablado con Poly sobre esto. Nos lo contábamos todo, no tenía motivos para no hacerlo. Pero la ínfima posibilidad de escuchar la respuesta que tanto me aterraba, por más remota que fuese me congelaba en el lugar, silenciando mi propia voz.

    Después de todo, lo había confirmado ella misma.

    "Yo no hago esas cosas. Es Poly quien quiere acercarse a mí".

    "No sería verdaderamente feliz sin ti a su lado".


    —Poly ha estado conmigo desde que tengo uso de razón —Hablé entonces, sin mirarla directamente a los ojos esta vez. Hacerlo me generaba un desagradable nudo en la garganta, uno que era incapaz de combatir—. Lo conozco bien. Casi tanto como él me conoce a mí. Sé que no puede contener su emoción cuando se trata de los concursos; también sé reconocer la tristeza en sus ojos, cada vez que pasan alguno en directo por la tele. Es su sueño... Y yo no puedo dárselo.

    La abuela siempre nos lo decía cuando nos hablaba del amor de su vida, ese que, por designios de la vida, no funcionó. "Querer es saber dejar ir". Yo no había comprendido la trascendencia de esas palabras hasta entonces... Pero ahora podía ver con claridad a qué se refería.

    Alcé mi mirada gris hacia aquella mujer. El cielo nublado de mis ojos se encontraba ligeramente cristalizado, pero había determinación en mis ojos. La determinación de alguien que había llegado a una conclusión desde hacía tiempo.

    >>Sé que me quiere, pero también sé que podría sentirse pleno en otro lugar. De modo que no voy a cortarle las alas —El corazón me golpeaba con fuerza entre las costillas, sintiéndome sobrepasada por todo lo que experimentaba y sentía, pero me las arreglé para hacer una reverencia formal. Una que cargaba todos mis deseos y el enorme cariño que sentía verdaderamente hacia Poly—. …Lo dejo en tus manos.

    >>Leele cuentos antes de dormir para que no tenga pesadillas, y dale su medicina para las plumas dos veces al día, después de cada comida. Si se la escondes en alguna chuche, no lo notará.

    Tensé los labios en una fina línea. Me estaba costando un mundo decir aquellas palabras, pero sabía que era lo correcto. Tomé una bocanada de aire antes de agregar, con voz queda.

    —Por favor, cuídalo bien en mi ausencia.




    ☆゜・。。・゜゜・。。・゜★​




    ˙✦『Liza White』✦˙

    Le devolví la mirada a Mimi con liviandad, compartiendo en cierta forma lo que debía estar pensando. Me sentía extrañamente feliz por aquel niño, como una madre orgullosa que veía a su hijo avanzar un paso en la dirección correcta. Los niños que rodeaban a Aika correteaban de aquí a allá y le dirigí a Dylan una mirada de soslayo, invadida por un pensamiento repentino. Cuanto más observaba su carita, ahora iluminada por la alegría que Aika le había hecho sentir con sus palabras, más me reafirmaba en el hecho de que nuestro pequeño era el más mono de todos los niños allí presentes.

    ...¿Otra vez ese orgullo maternal? ¿Y ahora hasta comparaba criaturas, como si fuese una especie de competición originada por un grupo de madres sin nada mejor que hacer?

    ¡Quita, que aún era muy joven para eso!

    —¡Quien llegue el último es un Exeggcute podrido!

    —¡Ah, espera! ¡Yo no quiero ser eso!

    Dos niños pasaron por nuestro lado entre risas, y la luz en los ojos de Dylan titiló. Agachó la mirada, pareció dudar por un instante, y fue en ese momento donde decidí intervenir. Las inseguridades no tenían cabida aquí.

    Estaba rodeado por sus nuevas amigas, después de todo.

    —Ya va siendo hora de subir a la tirolina, ¿no? —Jackie secundó mi emoción y le dirigí una media sonrisa, agradecida por contar con su apoyo. Dylan apretó un poco nuestra mano y entonces busqué los ojos de Mimi, con uno de mis impulsos repentinos entre manos—. Mims, nuestro pequeño amiguito necesita un empujón. A la de tres, impulsa el brazo con el que lo sostienes hacia arriba.

    —¿E-eh…? —El niño nos miró, tomado por sorpresa. El miedo en sus ojos desapareció al ver la confianza y amabilidad en nuestros gestos, dando paso a la curiosidad—. ¿Qué vais a…?

    —¡Una! —Cuando Honda pareció comprender lo que le proponía, di un paso al frente—. ¡Dos! —Tomé carrerilla, usando los pies de ancla, y ambas impulsamos a Dylan hacia arriba, sin soltar su mano, haciendo que este avanzase un metro desde el aire—. ¡Tres!

    —¡W-Woah…!

    Dylan aterrizó juntando sus pies. Me incliné sin soltar su mano, comprobando con una mirada cauta si aquello le había gustado, o tal vez le había dado aún más ansiedad.

    —¿Y bien? —Tanteé un poco—. ¿Mejor?

    Cuando temí que su falta de respuesta derivase en lo segundo, la sonrisa en sus labios me hizo sentir aliviada.

    —¡Eso ha sido… genial! —El niño dio un par de saltitos, tironeando de nuestras manos entre risas—. ¡O-Otra vez, otra vez!

    —¡Pichu pi!

    —¡H-Hey, hey! ¡Que nuestros brazos también necesitan descansar! —Contagiada por su risa, vibrante y cristalina, me animé a seguirle un poco más el ritmo—. Venga, Mimi. Toca trabajar otro poco.

    —¿Eeeeeeeh? —Uno de los niños de Aika se le acercó, mirando la escena con algo de envidia—. ¡Yo también quiero, Aika!

    —¡Y yo, y yo!

    Oh, no. P-pero Aika no tenía tantas manos…

    Al cabo de un rato, todos llegamos a la cúspide de la atracción. Una monitora, la cual se encargaba de colocar el arnés y asegurarlo a la estatura y complexión de cada persona, nos saludó nada más llegar. Impulsó con cuidado a una niña y esta se deslizó en el aire, soltando una exclamación ahogada producto de la impresión y de la adrenalina.

    Dylan entonces fue consciente de la altura de la atracción y tal vez del vértigo que no sabía que sentía hasta que fue demasiado tarde. Aunque nuestra tontería y la presencia de todas lo había animado, había alcanzado al final boss: el salto de fé.

    En ese momento estaba ayudando a Aika a contentar a los niños con el estúpido salto (¿en qué momento se me había ocurrido hacerlo? ¡Iba a tener agujetas al día siguiente a este paso!), de modo que Dylan se quedó a solas con Mimi. Este, sintiendo un repentino oleaje de temor, se abrazó a su pierna. Jackie trepó hasta el hombro de la chica, agachando las orejas con tristeza al notar el temblor en su mejor amigo.

    —No… No quiero bajar…

    —Pi…

    En ese momento, la monitora notó el miedo de Dylan y se volvió hacia Mimi entonces.

    —Si no quieres tirarte solo, puedes hacerlo con un adulto —Le sonrió al niño, amable—. ¿Quieres tirarte con ella?

    El castaño tardó unos segundos, pero terminó por asentir contra su ropa.
     
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    Yugen

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    Me tomé la libertad se incorporarme de la silla y rodeé su cuerpo con mis brazos atrayéndola apenas hacia mí. No fue una reacción pensaba si no un impulso nacido del deseo de cuidar y proteger. Admiraba la fragilidad humana, adoraba esos momentos honestos y vulnerables pero en lugar de resultarme entretenidos o de recrearme en ellos, me impulsaba a sostenerlos irrefrenablemente, como delicados pétalos a punto de caer.

    No presioné de más ni afiancé la fuerza de mis brazos alrededor de su cuerpo por si quería apartarse en cualquier momento. Dejé que fluyera, libre, que se deslizara de mi agarre como gotas de lluvia entre los dedos si era lo que realmente deseaba hacer.

    Después de todo, mi presencia le resultaba de todo menos bienvenida.

    —¿Sabes, mi pequeño brote de primavera?—hablé a media voz, pausada, con un tono de voz lo suficientemente confidencial para que solo ella me escuchase. El mundo a nuestro alrededor se redujo a ese pequeño instante detenido en el tiempo—. Siempre he creído que el cuerpo se cansa antes que el corazón.

    Sentí como si esas palabras estuvieran dirigidas a mí misma. Como si una voz antaño perdida me las recordase nuevamente. Mi propio corazón titubeó brevemente y cerré los ojos buscando paz que transmitirle.

    Algo que sostenerse.

    >>Crees que Poly estará mejor conmigo porque sus ojos brillan con luz propia cuando me ve—dije—. Pero no es a mí a quien mira si no a la meta que aspira alcanzar. Yo solo represento un ideal; mas su interés en mí no es más que un espejismo. Un sueño pasajero jamás debe interponerse en lo que verdaderamente desea el alma.

    Era transparente como un cristal y al mismo tiempo atolondrado y confuso. Me preguntaba si Poly sabría del daño que infligía su actitud en la persona más cercana a él. Si su interés en mí había cegado su juicio, yo me disculparía en su lugar. Pero me inclinaba más a creer, probablemente con toda certeza, que Poly no sabía nada.

    No tenía forma de asegurarlo, por supuesto. Me gustaba observar, era particularmente perspicaz por este mismo motivo. Pero observar no te daba todas las piezas del puzzle y a veces rellenaba los huecos faltantes con mis propias impresiones y conjeturas.

    >>¿No crees que estás siendo egoísta al pensar que sabes qué es lo que quiere cuando ni siquiera le has pedido su opinión?—Aunque podría parecerlo en mi voz no había ni enojo ni reproche, era si se quiere un consejo, una guía que podía o no seguir. Yo no podía ni tenía intención alguna de elegir por ella, eso era algo que le correspondía solo a Dianthus. Pero si me lo permitía no tendría reparo alguno en ayudarla a elegir— ¿Crees de verdad que está bien decidir en su lugar? ¿Especialmente algo con tanta transcendencia como esto? Me siento halagada, pero no puedo aceptar algo así.

    Apoyé mi mejilla sobre su coronilla. Buscaba transmitirle cierto consuelo, calor ahora que verdaderamente parecía necesitarlo.

    Además de guiar también sabía sostener. Si las flores me habían instruído en algo, entre sus múltiples enseñanzas destacaban por encima de todo el cuidado y la paciencia.

    —Si su lugar estuviera a mi lado sabría que debo leerle cuentos para que tenga sueños pacíficos, o que su medicina debe tomarla dos veces al día—hablé con suavidad—. Sabría qué cosas le gustan y cuáles no, cual es su chuche preferida... tal vez incluso qué tipo de cuentos prefiere escuchar antes de dormir.

    >>Pero no soy yo quién lo sabe. Eres tú. ¿Dónde si no estaría Poly mejor que con la persona que más lo conoce?


    ☆゜・。。・゜゜・。。・゜★​


    ★『Mimi Honda』★

    Era... extraño, tal vez. Pero me sentía verdaderamente feliz por este niño. Verle sonreír e intensificarse el brillo apagado de sus ojos hacía que mi pecho se llenase de calor. Generalmente los niños me parecían más una molestia que otra cosa... me costaba verme a mí misma como madre. No tenía paciencia ni la actitud adecuada para tratar con mini personitas con sus propias agendas. Pero cuanto más miraba a Dylan, más sentía esa llama perdida titilar en mi interior.

    Quizás podría ser una buena madre y todo.

    Cuando comprendí las intenciones de Liz, una sonrisa resuelta se extendió en mis labios y ambas impulsamos a Dylan por los brazos. Pareció gustarle y especialmente logró relajarle, que era justo lo que Liza pretendía hacer. Había logrado despejar su mente.

    Pero los niños de alrededor de Aika eran todos unos caprichosos. Por mucho que Izumi quisiera complacer sus demandas, no tenía tantos brazos. Pronto se vio superada por la situación.

    —Sí, sí—le asintió al grupito de niños, liviana, pero pude ver una gota de sudor frío deslizarse por su mejilla—. ¡Lizachi, voy a necesitar una ayudita por aquí!

    Cuando finalmente alcanzamos la tirolina, la monitora no tardó en fijarse en nosotros. Aika y Liza estaban jugando con los niños y los únicos en la fila éramos Dylan y yo.

    —¿E-eh...?—solté.

    —¿Te da miedo también?—Dylan preguntó buscando apoyo en mí. Pero yo, porque soy esa tonta orgullosa, repliqué sin pensar:

    —Claro que no. Un salto así no es nada para mí—aseveré—. Lo he hecho cientos de veces.

    Dylan asintió con inquietud y sus dedos se cerraron con más fuerza sobre mi pierna. Sus ojillos iban y venían entre la tirolina y yo.

    Ugh, era una completa bocazas. ¿Por qué no podía mantener la boca cerrada? ¿Es que no había aprendido nada en los seis años que llevaba en Galeia?

    —¿Saltarías conmigo?—preguntó tímidamente, temiendo una negativamente taxativa—. M-me daría menos miedo así...

    Mi corazón dio un pequeño brinco.

    —¿H-huh?

    Miré a Dylan como si lo viese por primera vez. Sus ojos verdes parecían transpasarme brillando con ligeras lágrimas atrapadas en las pestañas. ¿Quién le había enseñado a poner esa expresión? ¡Liza no había tenido tiempo!

    Por un instante me pregunté si no había otra persona más adecuada para hacer esto. Pero Aika estaba ocupada con el grupo de niños tratando de no ser avasallada con la insistencia de todos ellos y tenía la impresión de que Liza me observaba, esperando que fuese yo quién saltase con él. Me había puesto en una encrucijada sin saberlo.

    Jackie sobre mi hombro agachó las orejas.

    —Pi...

    No me gustaba esa situación, me habían acorralado entre la espada y la pared. Pero tampoco tenía corazón como para negarme a saltar con él y mi orgullo me impedía recular y retroceder. No había salida posible: Ese era un camino de un solo sentido.

    Solo quedaba seguir hacía delante.

    —De acuerdo—acepté sin remilgos y me acerqué a la monitora para que nos ajustara el arnés de seguridad—. Dylan, agárrate fuerte. Vamos a hacer esto juntos.

    Los ojos del niño parecieron iluminarse como pequeñas estrellas animado por tener compañía y asintió un par de veces antes de tomar mi mano. No íbamos a poder saltar así, pero igualmente le devolví el apretón, cómplice.

    —Ya lo has hecho antes, ¿verdad?—inquirió—. Cientos de veces.

    Le dirigí una sonrisa de disculpas. Le había mentido. Ugh, era de lo peor.

    —La verdad es que no—me disculpé sintiendo un regusto amargo en la garganta—. También es la primera vez.

    Me contuve para no gritar cuando saltamos con el corazón latiéndome acelerado en el pecho... y la tirolina se deslizó por el cable a toda velocidad.
     
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    Andysaster

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    ✵『Miki Chigusa』✵

    Noté sus brazos rodeando mi cuerpo y aunque mi primer impulso fue apartarme, las fuerzas me traicionaron. Repentinamente mis músculos no respondían, y entonces entendí sus palabras.

    Mi cuerpo llevaba demasiado tiempo cansado, mucho antes que mi corazón.

    La escuché hablar con los ojos cerrados, luchando inútilmente contra las lágrimas que me ardían detrás de las cuencas. La escuché y quise replicar, consciente de que aquel no era un sueño pasajero, ni mucho menos un capricho. Era algo que le había acompañado toda su vida, y que probablemente lo hiciese hasta el día que expirase su último aliento.

    Pero mi voz también me traicionó. Separaba los labios y nada salía; el nudo en mi garganta retenía mis palabras. Apoyó su mejilla sobre mi sien y aunque mi cuerpo se tensó irremediablemente, sentí una mezcla de emociones contradictorias. Quería apartarla y a la vez su calor mitigaba parte de esas sensaciones desagradables. Deseé que las silenciase todas.

    No quería sentir.

    No así.


    Permanecimos así unos minutos, aunque en realidad Ai ya hubiese terminado de hablar. Ella no se apartó y yo no hice el intento. Era una mujer extraña. Sibilina y taimada, pero sorprendentemente cálida. Hacía tiempo que no recibía un abrazo así; solía rechazar el contacto físico en general. Quise creer que eran parte de sus métodos para engatusar a los demás, pero resolví que podía quedarme allí unos minutos más. Para mantenerla vigilada. "Mantén a tus amigos cerca, y a tus enemigos aún más", o eso decían.

    Entonces, contra todo pronóstico, algo sucedió.

    Sobrevolando las nubes, Poly descendió al aproximarse a la zona de los merenderos, batiendo sus alas hasta posarse sobre la mesa. Lo miré con los ojos abiertos y rápidamente me sequé las lágrimas, desviando la mirada con contrariedad. El ave parecía tan agotado por el vuelo que no pareció percatarse de eso.

    —Uf, esas tres no paran quietas. ¡Ahora tienen un ejército de niños siguiéndoles los pasos, cruack! —Se adecentó algunas de sus despeinadas plumas y nos miró, recuperando a duras penas el aliento—. Decidí esperarlas directamente aquí. Tengo que conservar las energías para la... —Entonces notó que algo se salía fuera de lo común. Tal vez mi mirada enrojecida, o el hecho de que Ai me estaba conteniendo. Su expresión mutó en genuina preocupación—. ¿Miki...? ¿Señorita coordinadora? ¿Sucedió algo en mi ausencia?

    El corazón me golpeó con urgencia en el pecho y tensé los labios. La mirada de Poly me atravesaba el alma y su insistencia por comprobar mi estado me hizo recular.

    Debía decírselo, ¿no? Debía preguntarle qué es lo que deseaba hacer él. Sin asumir nada en su lugar.

    Entonces... ¿Por qué no me salían las palabras?




    ☆゜・。。・゜゜・。。・゜★​



    ˙✦『Liza White』✦˙

    —¡Otra vez!

    —¿Ehh? —Una de las niñas exclamó con indignación—. ¡Yo iba después!

    —Ya va, ya va~ —aseguré, indulgente, e intercambié una mirada rápida con Aika. Le dirigí una sonrisa de circunstancias—. ¿No crees que les estamos consintiendo demasiado?

    Bueno, fuera cual fuera la respuesta, ya era un poco tarde para eso, ¿no?

    Permanecimos unos minutos extenuantes replicando el juego con cada uno de los niños, tal vez más veces de las que me gustaría admitir. Estaban por todos lados, aparecían de la nada y nuestro corazón era débil ante la mirada de los infantes.

    Era una trampa mortal. No teníamos escapatoria.

    En determinado momento, mientras levantaba en el aire a un niño por duodécima vez, les dirigí una mirada fugaz a Mimi y a Dylan. El niño se había aferrado a su pierna, les escuché hablar sin comprender lo que decían, pero podía asumirlo por el contexto. Tal vez Dylan no se animaba a descender solo y, por la expresión de Mimi, algo me decía que no era el único que sentía animadversión hacia la tirolina.

    Me descubrí a mí misma observando el desenlace de la escena con algo que rozaba la fascinación. Desde el momento en el que Dylan le puso ojitos (¿Me había visto hacer eso acaso? ¡Tenía talento!) hasta el instante en el que Mimi accedió. El lenguaje corporal hablaba por sí solo y un sentimiento cálido se extendió por mi pecho al verles darse la mano, dispuestos a superar ese miedo juntos. Seguí los movimientos de Mimi, abstraída, y fue imposible no pensarlo.

    Lo mona que se veía así. Siendo solo ella.

    En determinado momento Aika me sacó de mi trance, pues requería asistencia, y enrojecí al darme cuenta de mi breve lapsus.

    —¡Ah, sí, perdón! —resolví con urgencia—. ¡Ya va!

    Mimi y Dylan no tardaron en deslizarse por la tirolina y los niños soltaron una exclamación de asombro al verlos hacerlo juntos. El pequeño que esperaba a ser impulsado el siguiente se cruzó de brazos, con una expresión de suficiencia, y le dirigí una mirada de soslayo cuando pareció hablar al aire.

    —Pft —Se mofó—. Ese niño es un cobarde. Yo me he bajado solo cinco veces.

    Fue irremediable no sentir la molestia como mía, aún si su comentario no iba dirigido a mí como tal. No supe si se trató de la forma despectiva con la que hablaba, creyéndose mejor que el resto, o tal vez porque se trataba de Dylan y de nadie más. Pero al terminar con la niña que lo precedía respiré hondo, me acuclillé a su lado, e hice de tripas corazón para dirigirle una sonrisa paciente, si bien se notaba cierta tensión en la forma en la que elevaba la comisura de los labios.

    —Eso no es cierto —desestimé sin miramientos—. Ese niño es el más valiente de todos por ser capaz de enfrentarse a sus miedos.

    >>Porque tú también los tienes, ¿no es cierto?

    El niño pareció sorprendido por mis palabras. Procesó con cautela la información, y asintió con cierto desgano al poco tiempo, confirmando lo que decía. Mi sonrisa se suavizó, victoriosa.

    —A mí me da miedo la oscuridad —Agregó otro de sus amigos, alzando la mano.

    —A mí los Spinarak. ¡Iugh!

    Uno por uno fueron revelando sus miedos, y Aika y yo los escuchamos con una mezcla de ternura y comprensión. Entonces, uno de ellos me tironeó de la camiseta, y busqué sus ojos con curiosidad.

    —¿Tú también tienes miedo a algo, Liza?

    Aquella pregunta, en apariencia inocente, tuvo la contundencia suficiente como para hacerme trastabillar. Fue como explotar la burbuja de paz en la que me había sumergido desde que habían iniciado mis vacaciones. Era fácil olvidar la fragilidad humana cuando mantenías la mente distraída. Pero por más que uno se esforzase en engañarse a sí mismo, jamás se podía huir de uno mismo del todo.

    Mi mirada se ensombreció en contra de mi voluntad.

    Sí, cielo.

    Vivo aterrada de mi propia mente
    .

    —¡Timmy, mira lo que hiciste! —El reproche de una de las niñas me sacó de mi ensimismamiento—. ¡Has puesto triste a Liza!

    —¿Eeeh? Pero si yo no... —El pequeño agachó la cabeza, apenado—. Lo siento mucho.

    Sintiéndome culpable negué con la cabeza, acariciando su cabello con mimo. Ojalá tuviese las cualidades de actriz que tenía Mimi. Tal vez así pudiese evitar una vez más la preocupación en los ojos de los demás.

    No la soportaba.

    —No has hecho nada, tranquilo. Tan solo necesitaba pensar la respuesta —Volví la mirada hacia la tirolina, indicándole a la monitora que yo sería la siguiente en bajar. Al asomarme agité mi mano hacia Dylan y Mimi, quienes esperaban por nosotros abajo. La brisa me meció el cabello y entonces me volví hacia el niño para encarar su pregunta, teniendo clara la respuesta.

    Asentí.

    >>Sí. A mí también me dan miedo muchas cosas, cielo.
     
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    Yugen

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    El tiempo pasó sin prisa y Dianthus no hizo ademán alguno de querer alejarse. En el momento en que me apoyé sobre su cabello pude sentir la tensión en un músculos y retrocedí apenas, al menos lo suficiente hasta que volvió a relajarse y se hundió entre mis brazos buscando un calor que parecía escapársele. Simplemente me mantuve allí en silencio, sosteniéndola, porque a veces este era más explicativo que las propias palabras.

    Ninguna de las dos dijo nada más, pero tampoco parecía ser necesario. Entendía la situación, entendía su disyuntiva interna y su temor como si fuera propio. Especialmente entendía su impotencia cuando llevaba tanto tiempo conviviendo con Poly, pasando tiempo con él y conociéndole, pero siendo incapaz de darle su más anhelado deseo. La notaba exhausta. Y me pregunté cuanto tiempo llevaba guardando esos sentimientos, ese temor para sí.

    No negaría la impresión que Miki tenía de mí. Era sibilina y taimada, aunque no de un modo hiriente. Mi intención no era lastimar. Podía, si se quiere, ser todo lo opuesto. Ni siquiera a pesar de las muchas peticiones que había recibido a lo largo de los años había podido lastimar a nadie ni pidiéndomelo. No era ese tipo de sádica, ni siquiera me consideraba una sádica como tal. Hacer daño no era algo que disfrutaba hacer.

    ¿Cómo lo haría, cuando adoraba cuidar y proteger? ¿Cuando mi trabajo como florista me impulsaba a asegurarme de que los pequeños brotes crecieran fuertes y hermosos?

    No. Mis gustos podían ser parecidos pero eran a la vez muy distintos. Era el tipo de persona a la que le gustaba jugar con las situaciones, amagar y tentar... ofrecer algo y negarlo en último momento. Tenía esa personalidad juguetona y al mismo tiempo era generosa y atenta cuando sentía que debía serlo. Situaciones así eran para mí como respirar.

    Pero jamás dañaría ni un solo pétalo de mis amadas flores.

    En algún momento un ligero aleteo llamó nuestra atención. Miki se tensó entre mis brazos y apartándose, se apresuró a secar sus lágrimas, angustiada. La dejé hacer y dirigí mi atención hacia el Chatot recién llegado. Pareció contrariado al percatarse de la situación.

    Decidí interceder.

    —Tranquilo Poly, todo está bien—aclaré con tranquilidad, liviana. No era del todo mentira pero tampoco era cierto en su totalidad.

    Miki tenía que hablar con él y preguntarle qué quería hacer exactamente, solo entonces sabría con certeza como proceder. Sabía que la situación no era fácil, que arriesgaba algo imprescindible e irremplazable, y también sentía la inquietud de Dianthus, su temor a una respuesta lapidaria que sentenciaría su relación. Si no había sacado antes el tema era simplemente porque temía su desenlace. Pero a mi modo de verlo, era necesario. Sea cual fuere la respuesta.

    Solo entonces se quitaría ese peso del corazón.

    —Voy a por algo de comer. Después de todo, parece que sí tenía un poco de hambre—solté una pequeña risa, afable, buscando relajar el ambiente repentinamente tenso y al alejarme de Miki, apreté suavemente sus hombros con complicidad. Hablé cerca de su oído con un tono lo suficientemente cálido como para infundirle valor—. Estoy por aquí cerca, ¿vale?

    Era algo que debía hacer sola. Sin embargo, le vendría bien saber que si lo requería contaba con mi apoyo. Que podía sostenerse en mí.



    ☆゜・。。・゜゜・。。・゜★​


    ✧『Aika Izumi』✧

    Me gustaba jugar con los niños como a la que más pero mis brazos empezaban a estar un poquitín doloridos con tanto movimiento. Lo disimulada con sonrisas y risas y ver esas caritas sonrientes hacía que todo mereciese la pena... pero iba a necesitar una vacaciones después de esto.

    —Si no los consentimos ahora que son pequeños...—le respondí a Liza esforzándome por alzar a un... había perdido la cuenta. No tenía tanta capacidad de atención. Me reí por no llorar, tratando de ignorar la tensión en mis brazos— imagínate hacer esto cuando sean grandes... necesitaría los brazos de un Machamp, Lizachi. ¡De un Machamp, te digo!

    Estuvimos un rato más jugando con los niños incapaces de negarles nada. Me recordaban a mis hermanos y tenía la misma problemática con ellos. Decirles 'no' era todo un mundo para mí. ¿Quizás porque a mí me había dicho que no un montón de veces? No lo sabía con certeza, pero reconocía esa impotencia y frustración cuando no estaba justificada. Nunca había sido la consentida de nadie.

    —¡A mí me da miedo mi jefe!—exclamé pálida y me abracé a mí misma recordando todas las veces que me había regañado por llegar tarde. Geh—. Es terrorífico.

    —¿Cómo de terrorífico?—preguntó uno de los niños, un pelirrojo pecoso— ¿Como Giratina?

    —¡Peor!

    —¡W-woah!

    —No pueden ser peor que las tareas del cole... esas cosas sí que dan miedo.

    Estaba completamente de acuerdo. Siempre se me habían dado mal. Todo lo que tenía que ver con los estudios, memorizar conocimientos y hacer exámenes era como pisar el infierno para mí. Al principio me había esforzado todo lo que podía pero al ver que no rendía frutos, intentaba escaquearme cada vez que tenía la oportunidad. Era un caso perdido, ¿eh?

    Crucé las manos detrás de mi cabeza.

    Minato era la verdadera estrella de la familia. Yo solo era... bueno, yo.

    ... ¡P-pero no era momento de estar pensando en eso! Nos estábamos divirtiendo y no podíamos tener esas caras largas estando rodeadas de tantas almitas inocentes. ¡Hora de sacar tu mejor sonrisa, Aika! Go, go!

    Me acerqué a Liza por la espalda y le eché los brazos sobre los hombros. Parecía un poco triste y no encontré mejor forma de distraerla. Al menos eso se me daba bien. Escurrir el bulto era mi especialidad.

    —¡Liza~chi!—casi canturreé con genuina diversión y sonreí entre dientes—. ¿Bajamos juntas? ¿No te apetece ser un Kangaskhan hoy?

    >>Oye, hablando de eso... ¿Por qué Kangaskhan nace de un huevo ya con la cría? ¿De dónde sale esa cría? ¿El Kangaskhan bebé no debería ser su preevolución?—suspiré con dramatismo practicamente derritiéndome sobre su espalda—. Estas cosas no me dejan dormir de noche.
     
    Última edición: 4 Noviembre 2025 a las 6:58 AM
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    ˙✦『Liza White』✦˙

    Había adquirido un comportamiento que rozaba lo insalubre desde que mi estado anímico mejoró. Como un Spoink que saltaba sin descanso para evitar su funesto destino, detenerme significaba darle espacio a mis pensamientos para que tomasen el control.

    No quería pensar, aún si eso a la larga resultaba insostenible. Por eso no podía detenerme.

    Muévete, maldita sea.

    “¡Liza~chi!”

    —¡W-Woah! —Sentir los brazos de Aika sobre los hombros fue algo que no vi venir. El peso de su cuerpo me hizo dar un paso hacia delante y me erguí para sostenernos a ambas, con una mezcla de desconcierto y sorpresa—. ¿Un... Kangaskhan? —La confusión pronto dio paso a la jocosidad. Nuestra dinámica era adaptable y natural; me sentía muy cómoda teniéndola cerca—. No, en realidad no es algo que tuviese anotado en mi lista de cosas por hacer el día de hoy, la verdad.

    Me habló sobre la extraña anatomía de los Kangaskhan y de las dudas existenciales que no le dejaban dormir por las noches, haciéndome enarcar una ceja con extrañeza mientras la escuchaba. Para cuando quise ser siquiera consciente esa voz insidiosa que tanto me atormentaba remitió. El calor de su cuerpo y la liviandad de su desinteresado gesto fueron suficientes como para traerme de vuelta a la realidad.

    Y repentinamente yo también tenía ganas de bromear.

    >>¿...Y si quizás el Kangaskhan y su cría en realidad son gemelos, pero uno de ellos es el gemelo malvado y le roba los nutrientes al otro dentro del huevo? —teoricé al aire, distraída, inclinándome un tanto hacia delante para levantar durante unos segundos sus pies del suelo. Solté una exclamación ahogada, irguiéndome como un resorte ante semejante realización—. Qué cruel, Aika. Ya nunca veré a ese pokémon como antes.

    Me había propuesto bajar juntas por la tirolina y no se lo negué. Me parecía divertido... y probablemente bastante peligroso. Ese sistema de cableado no debía estar diseñado para que se deslizasen dos adultos, si no más bien un adulto y un niño en el peor de los casos.

    ¿Pero qué era la vida sin un poco de riesgo?

    —Esto... —La monitora nos miró sin ocultar su perplejidad cuando hicimos nuestra petición, sonriendo de oreja a oreja con inocencia. Parpadeó, creyéndose parte de una cámara oculta bastante mal hecha, si le preguntaban—. Me temo que el peso máximo son 80 kilogramos...

    —Eso es un poco grosero de tu parte —Me hice la indignada, cuz you go big or go home. Oh, Teselia y sus grandes enseñanzas—. ¿Estás sugiriendo algo, acaso?

    —No, yo...

    —Ambas estamos en muy buena forma, no pasamos ese peso. De hecho, lo clavamos. Ochenta exactos; ni un gramo más, ni un gramo menos —Le di un codazo a Aika; la comisura de mis labios empezaba a temblar, mi tono agudizándose irremediablemente—. ¿A que sí?

    Honestamente no sé cómo lo hicimos. Tal vez la joven tenía demasiado cansancio acumulado como para encargarse de dos estúpidas con demasiado tiempo libre, pero la cosa es que aún a pesar de mi paupérrima actuación, allí estábamos. Con los arneses colocados y listas para lanzarnos al vacío.

    —¿Sabes? —comenté al aire entonces. Aika iba delante y yo rodeé su cintura con las piernas, solo por hacer la gracia. La estrujé en un abrazo repentino desde atrás, divertida con la imagen que debíamos dar—. Más que un Kangaskhan, me siento como un Komala con su tronquito. Un tronquito suavecito y achuchable.

    Suponía que aquella era mi forma de darle las gracias. Aika debía haber notado algo raro y su idea, por más temeraria que fuese, me había ayudado a despejarme.

    Los niños nos animaban desde el otro lado y dibujé una media sonrisa, determinada a hacerlo. La monitora estaba temiendo por nuestra vida y su puesto de trabajo en ese momento, pero preferí fingir demencia.

    >>Muy bien —resolví, inclinándome hacia delante—. ¿Lista?




    ☆゜・。。・゜゜・。。・゜★​




    ✵『Miki Chigusa』✵

    Ai se marchó finalmente, dejándome a solas con Poly. El fantasma de su gesto permaneció en mis hombros durante un tiempo, impulsándome de alguna forma a encarar mi mayor miedo de una vez por todas.

    El Chatot la siguió con la mirada, intranquilo, regresando de nuevo a mis ojos. Por más que tuviese la cabeza llena de aire la mayor parte del tiempo, podía notar que algo no marchaba bien.

    El hilo que nos unía se había tensado desde uno de los extremos. Lo percibía.

    Dio otro saltito hacia mí, sobre la mesa de madera.

    —¿Miki?

    Separé los labios y volví a cerrarlos, dubitativa. Tomé aire, ignoré los dolorosos latidos de mi corazón y le extendí la bolsa de alpiste que llevaba en el bolsillo desde la mañana. Era su bolsa de alpiste, en realidad.

    No fue lo único que saqué de los bolsillos. Escarbé hasta sacar una pluma azul (mi pluma de la suerte), un sello, un clip, una chuche y una pelusa. La pelusa la volví a meter en mi bolsillo. Esa sí era mía.

    La confusión de Poly solo iba en aumento al observar el errático comportamiento de su compañera. Frustrado, hizo a un lado la bolsa de alpiste, buscando explicaciones de manera directa.

    >>¿Me vas a decir qué Flygon te ha pica...?

    —Ya te devolví todas tus cosas —Le corté al instante. Mi mirada nublada no era en absoluto explicativa por sí misma; se asemejaba al vaho que empañaba el cristal tras una ducha de agua caliente. No saber lo que pensaba o sentía le hizo removerse con inquietud, visiblemente ansioso por comprender hacia dónde quería llegar—. Las cosas que están en casa te las enviaré por correo. Tal vez tarde unos días, pero me aseguraré de regresarte todo.

    Mis siguientes palabras lo golpearon con contundencia. Fueron directas, implacables. Poly jamás lo vio venir.

    Tampoco creí nunca decir algo como esto.

    >>Ya no hay nada que te ate a mí —señalé. Me mantuve aparentemente neutra, impasible, a pesar de la trascendencia de mis palabras—. Puedes marcharte, Poly.

    El silencio que le sucedió fue desolador. Los ojos de Poly no tardaron en anegarse de lágrimas y me transmitió su dolor como si fuera mío. Hice de tripas corazón para mantenerme imperturbable, si bien no me sentía así en lo absoluto. Nadie dijo que ser un muro impenetrable, que saber mentir fuese una cosa buena en sí misma.

    Al Chatot le tembló la voz al hablar de nuevo.

    —Si esto es una broma no tiene gracia, Miki...

    A pesar de todo su voz aún cargaba un remanente de esperanza. Quería aferrarse a ese clavo ardiendo, tal vez regañarme por soltar una broma de mal gusto y lanzarme algún picotazo en la sien como reprimenda. Reiríamos al poco tiempo, restándole al asunto toda clase de importancia como siempre.

    El labio inferior amagó con temblar.

    —No es una broma.

    Pero esta vez no era así. Esta vez no era una broma, ni tampoco ninguna de mis excentricidades. Era real, visceral y tremendamente doloroso.

    Estaba pasando, y ya no había marcha atrás.

    —¿Marcharme? —cuestionó, con un hilo de voz—. ¿Por qué quieres que me vaya? ¿No somos los mejores amigos del mundo?

    No respondí. Agaché la mirada, sintiendo que me ahogaba con cada segundo que pasaba. Mi falta de respuesta lo entristeció aún más. Había frustración e impotencia en su mirada.

    >>¿Es porque siempre me como tus galletas cuando no miras? ¿O porque te dejo la casa llena de plumas? —Desesperado, Poly siguió tratando de entender. Quería comprender qué había hecho mal, buscarle alguna solución—. ¿Es porque hablo muy alto y molesto a los vecinos, acaso? Porque si es así me esforzaré por cambiar, Miki, te lo prometo —Las lágrimas brotaron sin contenciones de sus ojos—. ¡Pero no me abandones, por favor!

    No lo entendía. ¿Abandonar? Le estaba liberando de sus ataduras. Si se sentía en deuda conmigo, si había algo que tuviese de él y que aún le ataba a mí, le había devuelto todo. Le estaba dando vía libre para cumplir su sueño.

    Entonces… ¿Por qué no se iba? ¿Por qué seguía aquí?

    ¿Por qué se veía tan triste?

    —No te estoy abandonando —Me costó reconocer mi voz como mía. Me tembló, fue irremediable. Ya no podía verle a los ojos, o yo misma rompería a llorar—. Tan solo digo que eres libre. Eres un ave adulta, tienes permiso de volar del nido y venir a visitarme cuando quieras.

    Cerré mis dedos sobre la tela de mi pantalón bajo la mesa.

    >>...No estarás solo. Ai podrá adoptarte. Ella te enseñará incluso acerca de los concursos… ¿No es lo que quieres?

    ¿No es mejor así?

    Poly se congeló entonces. Me miró entre lágrimas, como si lo hiciese por primera vez. Su desconcierto me tomó por sorpresa y sentí que el mundo se paralizaba a nuestro alrededor.

    —¿La señorita coordinadora? —repitió mis palabras—. ¿Adoptarme?

    Ahí estaba. La respuesta que no deseaba escuchar. Había formulado todo de tal forma que no debía responder a la pregunta, y aún así…

    Contuve el aliento y apreté los ojos con fuerza.

    >>Miki… Yo no quiero que Ai me adopte como entrenadora.

    Sus palabras me abrieron los ojos. Me golpeó con tanta contundencia que los abrí como platos, sin creer lo que estaba escuchando. Podía sentir mis propios latidos en los oídos, las lágrimas me ardieron detrás de las cuencas, pero no dejé de mirarle. Ahora era yo quien quería entender.

    —Pero… Tú dijiste…

    —¡Dije que quería que me adoptase, pero me refería como a un pupilo! —Su expresión se contrajo en un rictus de dolor, y aún así se siguió explicando entre lágrimas—. Quería que fuese mi mentora en el arte de los concursos. Participar con ella en alguno, o tal vez que me enseñase su técnica, quedando con ella de vez en cuando. ¡Pero eso sería todo!

    El ave dio un saltito más hacia mí. Me llevé la mano al rostro, ocultando mis propias lágrimas. Mis hombros se contraían de vez en cuando entre hipidos, pero el pokémon sonrió entre lágrimas, habiendolo entendido todo.

    Su tono se suavizó considerablemente, indulgente. Posó una de sus alas sobre mi brazo en un gesto conciliador.

    >>¿Cómo crees que se me ocurriría irme siquiera de tu lado, cabeza de chorlito?
    La máscara cayó así con un ruido sordo.

    —Poly~

    —¡Miki...! ¡Buah...!

    Lo atraje hacia mis brazos, alargando las palabras con un quejido bajo. El ave me rodeó con sus alas y nos quedamos allí, llorando como un par de críos. Me sentía tan tonta por haber creído como cierto un simple malentendido… Pero, por sobre todo, dentro de mí primaba el alivio. De saber que nada de eso era cierto, que Poly me quería,
    y que me seguía prefiriendo a mí por sobre todo.

    En ese momento, tal vez, me alegré de poder sentir.

    Me sentía enormemente aliviada y feliz.
     
    Última edición: 4 Noviembre 2025 a las 8:14 AM
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  1. Naiki
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