Mini-rol Arcadia Nova | Pokémon Rol Championship

Tema en 'Salas de rol' iniciado por Andysaster, 4 Septiembre 2025.

  1.  
    Andysaster

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    Fruncí ligeramente la nariz, ahogando mis penas en papitas mientras se sucedía la actuación. Los concursos no me llamaban la atención, pero para Poly eran todo un mundo. De pequeña lo habíamos intentado, motivados por mi abuela, quien estaba cansada de escucharlo gimotear frente a la televisión para que le llevásemos a uno.

    Por supuesto que fue un desastre. Poly se marchó de allí indignado con las valoraciones sobre mí, si bien su actuación gustó a los jueces en general. Tenía esa vibra dramática, el teatro y la actuación corrían por sus venas. Pero era cosa de dos. Y estaba claro que mi impasibilidad no había sido plato de buen gusto para nadie.

    Usualmente eran pocas las cosas que me generaban algo, pero ese tema me enviaba un pinchazo feo en la boca del estómago. Ligero pero persistente. Me pregunté si Poly sería más feliz con un coordinador que cumpliese su sueño.

    Tal vez así dejaría de mirar el escenario con esa mezcla de admiración y tristeza.

    Estaba demasiado ocupada comiendo y fulminando a los tipos que se iban subiendo al escenario con la mirada cuando Aika se volvió hacia mí. La miré sin comprender, con migajas en la mejillas.

    —¿La actuación? Sí —Entonces me corrigió, señalando a Liza y a Mii-chan con la cabeza. Una parecía embobada con la mujer del escenario y a la otra se le había ensombrecido la mirada. Parpadeé. ¿Discusión de pareja, justo en frente de mis papitas?—. Tal vez esa mujer sea una rival. De esas de las telenovelas de la tarde.

    ¿Iba a seguir con eso aún cuando Mii-chan había dicho que no eran nada? Sí. No por terquedad ni por desear tener la razón, si no porque todo se volvía mucho más entretenido con algo del dramatismo de las telenovelas de la tele.

    Poly daba fe de ello. Las adoraba.

    Hmpf.

    Estúpidos coordinadores roba-aves de compañía.


    Liza White

    La actuación de Ai finalizó en un parpadeo. De repente tenía a Aika agitando su mano sobre mi rostro y volví en mí, sin saber cuánto tiempo exactamente llevaba haciendo eso.

    —Ah, eh... ¿Sí? —Solté una risita, avergonzada por ese desliz—. Perdona. La actuación me atrapó por completo.

    Claro, la actuación.

    Cuando la mujer se retiró del escenario la seguí con la mirada por reflejo. Entonces sus ojos volvieron a encontrarme y me pidió con una sonrisa enigmática que la siguiera.

    Oh... ¿Ahora?

    Busqué al grupo con la mirada. Tal vez podría invitarles a venir a saludarla también. No me parecía demasiado apropiado marcharme y dejarles allí, aunque fueran solo dos minutos. Habíamos venido todos juntos a esto.

    —Conocí a Dionaea el mismo día que te conocí a ti, ¿sabes? —Le conté a Aika entonces, levantándome de mi asiento. Me crují la espalda con un estiramiento rápido—. También fue mi rival en el parque. No esperaba verla hoy aquí.

    >>¿Y si vamos a felicitarl...?

    Mis palabras murieron en mis labios cuando mis ojos se encontraron con Mimi. La ilusión desapareció y fue sustituida por preocupación y desconcierto. Tenía la mirada ensombrecida y sus dedos se apretaban sobre su regazo, tensos, al igual que sus labios. Como un chispazo repentino recordé aquella conversación de hacia días; su mirada lucía igual que entonces y volví a replantearme aquel pensamiento, insidioso y ególatra, que envié en su momento a algún lugar recóndito de mi mente.

    ¿Mimi... sentía celos de Ai? ¿Era eso? Pero eso no...

    No tenía ningún sentido. ¿Verdad?

    —Mimi —La llamé, despacio. Volví a tomar asiento en las gradas de madera y giré el cuerpo en su dirección. Abrí y cerré la boca varias veces, buscando bien qué decir. O más bien cómo decirlo, con tantos ojos posados sobre nosotras—. ¿Todo... bien? Podemos quedarnos a ver la última actuación si es lo que quieres. Solo queda un concursante, ¿no?

    —Puedo grabarte la actuación —Me sugirió Miki, alzando el pulgar con una expresión de "Déjamelo todo a mí".

    ¿Me... Me estaba animando a ir, a pesar de todo? Tragué saliva, volviendo la mirada hacia mi izquierda con temor, donde Honda se encontraba.

    ¡No estás ayudando, Miki!
     
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    Parpadeé con lentitud.

    —Una... ¿rival?

    ¿En qué sentido? Por mucho que intercambiaba miradas entre Lizachi, Mii-chan y aquella mujer no lograba encontrar hilos de los que tirar. ¿Iban a participar también en el concurso? O... ¿era algo así como una rival romántica?

    ¡Ah! Era eso último, ¿verdad?

    Si lo que Michin decía era cierto, eso explicaría muchas cosas. Al menos daría respuesta a la sombría expresión de Honda. Me gustaría saber por qué Mii-chan no era honesta consigo misma. Es decir... ¿qué tan difícil podía ser?

    Yo no sabía mucho de eso de todos modos, seguía sin ser el lápiz más afilado del estuche. Claro que había leído mangas y visto muchísimas películas, tal vez demasiadas... pero nunca había tenido que verlo en vivo y en directo, mucho menos de amigas.

    ...

    Tal vez porque hasta ahora no había tenido amigas nunca... ¡pero ese no era el punto! El asunto aquí es que no sabía cómo actuar. Me preocupaba que esta situación pudiera poner su relación en riesgo.

    Lizachi la conocía. De hecho, decía haberla conocido el mismo día que yo.

    Mimi Honda

    "No me interesa la actuación"

    No, no podía ser tan áspera. No tenía ese derecho. Por mucho que la situación me crispase, no éramos nada más que amigas. Impedirle ir con ella sería egoísta y estaba completamente fuera de cuestión.

    Ya habíamos tenido problemas con esto antes. Con esa voz insidiosa en algún lugar, recordándome que el tiempo que teníamos era prestado, una vil ilusión pasajera y que tarde o temprano la burbuja explotaría.

    Y no tenía derechos ni motivos para sentir celos. ¡Era completamente ridículo! Así que cuando Liza se acercó a mí y me cuestionó supe exactamente que decirle, incluso si las palabras tardaron un poco en materializarse.

    Separé apenas los labios buscando dentro de mí una templanza que no sentía.

    —Te ha pedido que vayas, ¿no es así?—inquirí con tranquilidad, casi con pasmosa calma. Desvié la mirada de sus ojos y jugueteé desinteresadamente con un mechón de cabello enredándolo y desenredándolo en mi índice—. ¿Por qué no lo haces? Quizás sea importante.

    Al menos era una buena mentirosa.

    —¡Yo quiero ir a conocerl—!

    Sujeté a Aika de la manga de su camiseta. Entendió el gesto y volvió a sentarse.

    —O... ¡o también puedo quedarme aquí y ver al último concursante, claro...!—se rió con nerviosismo, de forma estruendosa.

    No me interesaba lo que tuviera que hablar con Ai y no debíamos inmiscuirnos. Era una asunto privado entre ellas dos.

    Le dirigí a Liza la sonrisa más genuina que pude fingir. Si mi sueño de ser actriz servía de algo, probablemente se vio lo suficientemente convincente.

    —Miki grabará la actuación así que no te preocupes por perdértela.
     
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    Andysaster

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    Liza White

    Aguardé, inquieta tras el innecesario aporte de Miki, a que Mimi me diese una respuesta. Esperaba que su actitud se recrudeciese por su culpa y lo pagase conmigo o algo… pero en su lugar relajó sus facciones y me invitó a seguir a Ai con aparente serenidad. Parpadeé, tomada por sorpresa.

    Volví a buscar sus ojos, sin sacudirme del todo aquella sensación de malestar que se me adherió al cuerpo al verla. Como si hubiese algo mucho más profundo gestándose, pero sin ninguna prueba real a la que poder aferrarme.

    Era pura y dura intuición.

    —¿Segura? —insistí, cautelosa. Fruncí ligeramente el ceño, con convicción en lo que decía—. Si me lo pides no me importa quedarme.

    Se lo había dicho, ¿no? Prefería mil veces pasar mi día con ella que con una cita cualquiera.

    No obstante, y dispersando cualquier clase de duda que pudiese quedar, me sonrió. Fue una sonrisa resuelta y aparentemente genuina, que relajó mis músculos y me hizo respirar aliviada. La tensión fue sustituida por una repentina oleada de vergüenza y me llevé la mano a la nuca, sintiendo las mejillas arder del propio bochorno.

    Era idiota. Por supuesto que Mimi no estaba celosa. ¿Qué demonios tenía en la cabeza, un nido de Bombirdiers acaso?

    —Claro. Lo siento —Me disculpé por sacar las cosas de quicio, con una sonrisa nerviosa. Me estaba tragando de lleno su actuación, de modo que mis reacciones fueron genuinas y naturales—. Entonces cuento contigo, Miki —Amplié el gesto, recuperando el brillo deslumbrante en mi sonrisa, y les hice un saludo militar antes de irme—. ¡Sois las mejores! ¡Nos vemos ahora!

    Me alejé escaleras abajo, perdiéndome fuera del recinto. Poly regresó en sí mismo en ese entonces, habiendo estado siguiendo la actuación boquiabierto, y parpadeó al ver que faltaba alguien.

    —¿Cruack? ¿Y la señorita agente?

    Miki le palmeó la cabeza, comenzando a grabar con el móvil en su mano libre.

    —En una misión muy importante para el capítulo de hoy —Murmuró en confidencia—. Necesitamos más papitas, camarada.
     
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    Mimi Honda

    Mis dotes interpretativas superaban mis propias expectativas. Liza pareció relajarse, sus músculos se destensaron y se permitió sonreír.

    Fue como si hubiera retorcido aún más esa espina clavada en el pecho. Realmente quería ir con ella... ¿verdad? Bueno, no podía culparla. No me atraía el físico de la gente como tal pero sabía apreciar la belleza estética como quien observa un cuadro impresionista o una hermosa puesta de sol. Y aquella mujer, éterea, era jodidamente hermosa.

    No solo su físico. Sus ademanes, su saber estar en el escenario. Parecía el personaje de un cuento, de esas historias de fantasía que había leído de niña.

    Liz se marchó sin mirar atrás y yo traté de centrar mi atención en la actuación. Había hecho lo correcto, eso era suficiente para mí.

    —Mii-chan, ¿estás seg—?

    Hice de tripas corazón.

    —Aika, ¿puedes dejar de llamarme así?

    —¿¡Eeeh!?

    Ai Mamiya


    Ah, Lillium... te marchaste de forma tan apresurada. Pero esta jovencita me recuerda a ti. Especialmente sus ojos, aparentemente tan transparentes, tan vivos, pero qué guardan mil secretos que ansío descubrir.

    Ya me conoces, ¿verdad? Soy ese tipo de persona. Un alma inquieta y curiosa por naturaleza.


    Aguardé en silencio fuera del recinto que delimitaba el escenario, entre los setos y las flores que habían encargado a Edén. Las hortensias eran unas flores perfectas para embellecer cualquier entorno: Simbolizaban la gracia, la gratitud y la abundancia. Las que bordeaban los setos, en particular, eran hortensias blancas.

    No había elegido detenerme aquí por casualidad. Mis movimientos rara ver eran arbitrarios.

    La ropa que había elegido para ese día tampoco lo era. Había optado por un vestido de corte victoriano porque la belleza de aquella época me atraía como un imán, escenario imperecedero de mis novelas predilectas. Y particularmente no había podido desaprovechar la oportunidad cuando el señor Anderson, el organizador del evento, nos dijo a los participantes que podíamos asistir como quisiéramos.

    ¿Cómo no lo haría? No importaba si era anacrónico o no, no me importaba la opinión de la gente, era un espíritu libre. Aún si ser coordinadora era tan solo un pasatiempo más, no podía decir que no a algo así.

    Mi verdadera pasión eran las flores, por supuesto. Las plantas en todas sus formas. La naturaleza en toda su extensión.

    La música durante la actuación era una pieza de violín interpretada por mí misma. Marriage d'Amour de Paul de Sennevile. Creada originalmente para ser tocada en un piano tenía una musicalidad excelsa en el violín. No era particularmente virtuosa, pero me gustaba el sonido y la sensación del arco entre mis dedos. A menudo acompañaba mis tardes en Edén con su música.

    —Clematis, cariño—le sonreí nada más la vi aparecer y se me escapó una pequeña risa, encantada con que hubiera acudido a este furtivo encuentro—. No esperaba encontrarte aquí. Parece que nuestros caminos tienen a cruzarse. Como raíces entrelazadas en un fresno o como las propias clemátides que te dan nombre.

    Me llevé la mano a la mejilla y suspiré con exagerado pesar dirigiéndole una mirada de soslayo. Pero todo en mi actitud evidenciaba jocosidad, como si se tratara de una simple broma.

    >>Estos días estuve esperándote en Edén. Pero no apareciste...
     
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    Liza White

    El murmullo del público se mantuvo, si bien suavizado por la distancia a medida que atravesaba los vistosos jardines. El corazón me latía emocionado, pues la fortuna y el carácter furtivo del encuentro me hacían sentir parte de algo que rozaba lo prohibido.

    No era el caso, pero a veces resultaba inevitable dejarse influenciar por las historias que nos habían acompañado a través de los años. Esa romántica empedernida continuaba acurrucada, dormitando en algún lugar de mi ser, aún si las circunstancias en el exterior habían cambiado.

    La encontré aguardando por mí bajo un arco rociado de flores. El sol se filtraba entre las hojas de los árboles, arrancando destellos dorados de su hermosa cascada de sol. Iluminó las motas de polvo que flotaban a su alrededor, dotando a la estampa de un marcado componente onírico. Me sonrió, una de esas sonrisas gráciles y comedidas, y yo no pude si no hacer lo mismo.

    ¿Cómo no hacerlo, cuando alguien como ella se mostraba así de encantada de verme?

    —Tal vez el destino tenga algo que decirnos —sopesé, mostrándome en sintonía con su actitud. Caminé hasta ella con liviandad, descansando las manos en los bolsillos—. ¿Deberíamos escucharlo? ¿O tal vez eres de las que no quiere darle ese poder a algo tan arbitrario?

    Mi actitud se tambaleó ligeramente cuando bromeó acerca de su eterna espera en Edén. El rubor en mis mejillas delató mi vergüenza y cerré los ojos, con una sonrisa culpable dibujada en los labios.

    —Lo siento —me disculpé—. La visita aún sigue en pie, pero los astros decidieron alinearse y estoy pudiendo pasar algo más de tiempo con mi mejor amiga. Hacía mucho que no nos poníamos al corriente —Busqué sus ojos, aquel bosque de vivos colores que refulgían con mayor intensidad bajo la luz del mediodía. Alcé las cejas entonces—. No esperaba encontrarte aquí, y menos subida en un escenario. ¿También eres coordinadora? —cuestioné, sin molestarme en ocultar la admiración en mi voz—. ¿Desde cuándo?

    Era la clase de persona de la que nunca conocías lo suficiente, podía intuirlo. Quizás era parte del misticismo que la rodeaba, tan enigmática y atrayente.

    Mis labios se movieron solos cuando, tras observarla en silencio por unos segundos más, sentí la necesidad de hacerle saber lo evidente. A diferencia de otras personas, con las que habría interactuado casi con total seguridad, no había ningún motivo oculto detrás de mis palabras. No eran vacías ni buscaba endulzarle los oídos. Tal vez era eso lo que me distinguía del resto.

    En su lugar era franca, brutalmente honesta quizás, motivada únicamente por lo que me dictaba el corazón. Ni siquiera parecía ser del todo consciente del poder que residía en algo que me resultaba tan banal en apariencia. Del impacto que podía llegar a tener en otros.

    Avancé un par de pasos hacia ella, reduciendo lentamente las distancias.

    >>Te queda muy bien ese traje —Le hice saber, suavizando mi mirada. Mi voz se redujo en intensidad, adquiriendo un tinte casi contenido. No había necesidad de alzar la voz, no cuando estábamos solas allí—. Estás preciosa, Ai.
     
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    Yugen

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    Ai Mamiya

    Era como un espejo, transparente como el agua más clara de un arroyo de alta montaña. Sus mejillas tomaron color y mi sonrisa se ensanchó, aunque mantuve siempre esa dulzura templada y la deferencia. Aunque podía jugar con la situación y ciertamente disfrutaba de hacerlo, no quería terminar por incomodarla. Conocía los límites y sabía respetarlos.

    Pero... ¿Clematis se incomodaba con facilidad? Había flirteado conmigo en el parque, enredándose despreocupadamente entre las fauces de la Dionaea. Alguien que me seguía los pasos con tanta soltura no podía ser una simple hoja en blanco.

    —Oh, el destino es un ente ciertamente caprichoso—convine con liviandad—. No considero que gobierne plenamente nuestras vidas, pero sí creo en él a mi propia manera.

    Me habló de su amiga y sentí aquella pequeña chispa de interés. Clematis era una persona encantadora. Me preguntaba qué tipo de persona podría ser alguien tan cercano a ella. ¿Alguien tal que así, tan aventurera y aguerrida como una clemátide? ¿Quizás completamente opuesta, como una lobularia maritima? Intrigada, sentí el impulso de indagar un poco más. Pero su pregunta y la innegable admiración en su voz me distrajeron momentáneamente.

    Reí.

    —Así como el destino, yo también soy un ser caprichoso—confesé con innegable diversión en la voz, y entrelazando las manos tras mi espalda me incliné ligeramente hacia delante—. No me identificaría como coordinadora plenamente, no. Aunque es algo que disfruto, mi mayor pasión son las flores. Especialmente aquellas que son como tú.

    No era una persona reservada en cuanto a sus propios gustos, lo había sido antaño y el roce gentil de una flor pasajera me sacó de mi cascarón. Dionaea fue en su momento un brote inocente que apenas conocía el mundo.

    Me preguntaba... si este pequeño brote de verano que tenía frente a mí era inocente o si esos intensos ojos azules habían visto más de lo que yo podía siquiera comprender. Necesitaba saber, era esa persona naturalmente curiosa.

    Acortó las distancias y su mirada se suavizó. Era un profundo mar en calma, ignoto y transparente al mismo tiempo. Unos ojos que despertaban en mí un sinfín de preguntas.

    —Gracias cariño—le respondí en el mismo tono de voz cuando felicitó mi atuendo. Alcé mi mano aprovechando su repentina cercanía y deslicé un mechón castaño tras su oreja con dedos gentiles—. Algunos podrían pensar que es anacrónico y desfasado, pero lo antiguo tiene cierto encanto místico que no muta con el paso del tiempo. Cierta... magia intrínseca.

    Es una copia a carbón tuya, Lillium. ¿Puedes culparme?

    >>Normalmente no voy vestida así, pero hoy era un día especial. El señor Anderson nos dio permiso.
     
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    Ai tenía una facilidad absurda para decir lo que pensaba sin contenciones de ningún tipo y eso, sabiendo que era una cualidad poco usual, era digno de elogio. Resultaba vergonzoso en ocasiones, y era evidente que disfrutaba especialmente de esa clase de reacciones, pero tenía su propio encanto.

    Deslizó un mechón castaño tras mi oreja con delicadeza y mi sonrisa se amplió, encantada con sus atenciones, si bien el rubor ligero también se mantuvo allí. Me habló de la coordinación como un hobbie secundario y de su afán por los atuendos de época y la escuché con interés.

    Algo me decía que, de querer dedicarle todo su tiempo a esto, podría llegar muy lejos. Pero las flores seguían siendo su devoción.

    —El hecho de que sea poco usual lo vuelve mucho más llamativo. Tal vez porque te atreviste a algo que otros no —convine con honestidad. Le guiñé uno de mis ojos, risueña—. Yo digo que ha sido un gran acierto.

    Me comentó que recibió el permiso de alguien externo para escoger su atuendo y me pregunté si ese señor Anderson era el dueño de aquel parque de atracciones. Lo cierto es que conocía entre poco y nada sus orígenes. Me enteré hacía apenas días de su existencia y aquí estaba, atraída como un Mothim hacia la luz. Era una criatura simple cuando quería.

    >>Bueno —Sostuve sus manos con suavidad, alzándolas entre nosotras mientras hablaba. La chispa de una idea repentina y emocionante brilló en mis ojos cuando busqué los suyos con decisión—. Imagino que habrás traído ropa de cambio, ¿no es así? De ser el caso te invito cordialmente a que pases una agradable mañana con nosotras en el parque. Las chicas se quedaron con ganas de conocerte.

    Le di un ligero apretón, jovial. En mi voz se filtró cierta jocosidad añadida, consciente de que no tenía la obligación de devolverle nada. Lo hacía porque me salía del corazón, simple y llanamente.

    >>Y te debo una compensación por haberte dado plantón estos días. Así que no puedes faltar.
     
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    Yugen

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    Ai Mamiya

    Solté una pequeña risa. Apreciaba sinceramente el apoyo de Clematis, por supuesto. La opinión ajena nunca había sido de mi atención, no me interesaba lo que terceros pudieran o no pensar de mí. Pero apreciaba el apoyo que me mostraban.

    En cualquier caso si era cierto que tenía ropa de recambio. Elegir este atuendo había sido un capricho escénico, pero no pensaba pasearme con él por ahí. Especialmente porque no pretendía quedarme mucho tiempo en Arcadia Nova. Sin embargo, había cerrado Edén ese día y no tenía más planes a parte de participar en el evento del señor Anderson.

    Quizás podría aceptar esa desinteresada propuesta. Si Clematis abría voluntariamente las puertas de su mundo, ¿por qué habría de negarme a echar un vistazo?

    Solo uno nada más.

    —Oh, no estoy acostumbrada a tener citas grupales...—comenté con fingido pesar solo por el simple placer de hacerlo. Disfrutaba de las reacciones de mis delicadas flores a mis comentarios tanto como el simple hecho de pasar tiempo con ellas. Le di un ligero apretón a sus manos—. Será un honor.

    Por supuesto que no me debía nada. No era su obligación visitarme, aunque probablemente fuera un momento grato para ambas. Si quería, Dionaea podía mostrarle muchas cosas. Algunas que probablemente ni siquiera podría imaginar de mí. El mundo que Lillium me mostró.

    Solo debía confiar. Yo conocía el camino de sobra.

    >>Así que una cita...—cerré los ojos, reflexiva—. Solo falta el ramo de flores. ¿Que tal gerberas rojas?
     
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    El rubor, lógicamente, se intensificó cuando buscó jugar con la situación a su manera. Años atrás me habría mostrado mucho más nerviosa y avergonzada con aquel tipo de acercamientos, pero las experiencias que había estado viviendo en los últimos meses me habían acostumbrado lo suficiente como para no quedarme fuera de juego a la más mínima.

    Solté una risa nasal, incrédula y algo abochornada ante su curioso comentario.

    —Ai~ —reproché su clara intención de avergonzarme con un quejido lastimero sin importancia, resultaba casi cómico. Fruncí ligeramente el ceño, pero no había molestia alguna reflejada en mi voz. Tal vez porque en el fondo comenzaba a asociar esa clase de comportamientos con su persona—. Lo haces a propósito. Ten un poco de piedad con esta frágil florecilla.

    Le sostuve la mirada espaciando el silencio unos segundos, tras finalizar mi frase, y entonces solté una risa baja y desenfadada, soltando finalmente sus manos. Era evidente que "frágil" no era una palabra que se asociase conmigo, incluso para quienes aún no me conocían del todo. Le estaba devolviendo, si se quiere, parte de aquella broma.

    >>Sabrás qué ramo te traeré cuando nos veamos en Edén —Me llevé el índice a los labios, comenzando a caminar junto a ella hacia los vestuarios—. Mientras tanto tendré que guardar el secreto.

    >>Tal vez merezca la pena la espera.


    Miki Chigusa

    —Oh por Arceus. ¡Oh, por Arceus! ¿¡Estáis viendo lo mismo que yo!? ¡Esa Mismagius es la descripción de la elegancia hecha Pokémon!

    Hice un mohín.

    —No es para tanto, Poly.

    No tuvo caso. El pajarraco se pasó toda la actuación elogiando las cualidades del coordinador y su pokémon, mientras yo lo grababa todo para Liza. Honestamente me traía sin cuidado la escena, pero tenía una promesa que cumplir.

    Qué remedio.

    En determinado momento, mientras observaba aburrida la pantalla, a Mimi le llegó un mensaje. Al parecer, la chica le decía muy emocionada a su amiga que la mujer de antes se unía a nuestro grupo durante un tiempo. Mi expresión y la de Mii-chan fueron similares en cuanto al desagrado que nos produjo la noticia.

    Esa dichosa roba aves de compañía... ¿pasando el día con nosotras? Le iba a mirar feo hasta que de mis ojos saliesen rayos láser o algo así. A ver si así aprendía a no inmiscuirse en las familias de los demás.

    Evidentemente a Poly y a Aika les hizo ilusión, así que no quedaba más remedio que ir a su encuentro. Apagué la cámara cuando finalizó la puesta en escena y seguí a las demás, practicando por mi cuenta mi expresión más amenazante.

    Claro que, siendo yo de la que hablábamos, eso estaba difícil.

    La pobre Ai tiene dos enemigas ya... Cada una por cosas distintas xDDD

    #RobaAvesDeCompañía
    #RobaNovias
     
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    Mimi Honda

    La actuación fue sosa hasta decir basta. Poly estaba eufórico y Aika soltaba exclamaciones de asombro y aplaudía como un Sealeo usando Otra Vez de tanto en tanto, pero yo tenía una absoluta expresión de hartazgo.

    —¡Ah! ¿Viste ese giro, Mii-chan? ¡Nunca había visto una Bola Sombra de ese color!

    En realidad mi mente no estaba plenamente en la actuación.

    ¿Cómo iba a estarlo? Tenía esa sensación rara en la boca del estómago. Liza se había ido con esa mujer a hacer Arceus sabría qué cosa y yo tenía que recordarme a mí misma que tenía que estar bien con eso porque no éramos nada. Si decidía tener algo con esa tipa, fuera lo que fuere, no sería una infidelidad. No teníamos ningún compromiso la una con la otra. Entonces... ¿por qué sentía esa sensación de pesadumbre?

    Algo en mí no simpatizaba con esa mujer. Y no eran solo celos, era como si... escondiese algo. Como un Lycanroc medianoche con piel de Wooloo.

    —¿¡Ah!?

    Aika dio un brinco. Había estado tan sumida en la actuación que cuando escuchó mi reacción al mensaje que acababa de mandarme Liz, no pudo ni siquiera preguntar.

    —¿Es una broma?—bufé con tensión, soltando una rosa irónica y apretando mis dedos sobre el pantalón blanco hasta que mis nudillos palidecieron.

    —¿Qué es, qué es?—Aika inquirió tratando de ver el mensaje por encima de mi hombro—. ¿Le ha pasado algo a Lizachi? ¡Cuéntame la broma, Mii-chan!

    ¿Qué pintaba esa mujer con nosotras? Ya tenía suficiente con esta situación como para que se nos uniese una persona más. ¿Y además tenía que ser... ella?

    A Aika le pareció una idea genial, por supuesto. Tenía la impresión de que a Aika todo le parecía genial. Era como una niña pequeña descubriendo el mundo. Solo le faltaba preguntar cada cinco segundos por cualquier cosa.

    La única que parecía compartir mi desagrado era Miki. Aunque las razones eran completamente distintas, al menos teníamos algo en común.

    ***

    —¡Señora de las flores!

    ¿Señora de las flores? Como descubriría poco después, ese apodo era perfecto para Ai. No solo por su actuación, si no porque parecía tener una curiosa relación con estas. Independientemente de que fuese florista o no.

    Aika se le acercó correteando como un Rockruff hiperactivo—lo cual encajaba a la perfección con Izumi. Solo le faltaban las orejas y la cola— y Poly la siguió volando. Miki y yo nos quedamos atrás. Una sensación amarga escaló mi garganta y contrajo mis facciones cuando la vi parada al lado de Liza.

    La mujer sonrió al vernos con la gentileza de una figura de cuento. Llevaba una ropa completamente diferente, más casual. Un vestido blanco de verano que, si me importase un mínimo, comentaría que resaltaba el verde intenso de sus ojos. Pero si pretendía reflejar pureza, ese era el último adjetivo que yo usaría para describirla.

    —¡Señora de las flores!—Aika prosiguió con una emoción pueril—. ¡Me encantó su actuación! ¡Fue increíble...! ¡Y las flores...!

    Ai no pareció contagiarse de la emoción ajena, ni siquiera parecía un poco crispaba por la avalancha de energía repentina. En lugar de eso mantuvo una templanza difícil de definir.

    —La flores son hermosas, ¿verdad?—dijo apoyando la mano sobre su propia mejilla y cerró los ojos. Su voz sonó encantada, casi soñadora—. Ah~ Tantas diferentes. ¿Puedes una sola persona ser tan feliz?

    ¿De qué demonios estaba hablando ahora? ¿Y por qué tenía la impresión de que no hablaba de flores en sí?

    Me crucé de brazos, tensa. No compartía la emoción de Aika ni de Poly, ni mucho menos la de Liz. Nada en esta mujer, que era claramente mayor que todas nosotras, simpatizaba conmigo.

    —El placer es mío si disfrutaste mi actuación, Bellis—extendió la mano y en un gesto que se sintió casi maternal deslizó un pétalo de los cabellos de Aika. Izumi parpadeó con contrariedad, sorprendida, y entonces se sobó la nuca enrojeciendo visiblemente con una carcajada nerviosa. "Ah, ¿estaba ahí? No me di ni cuenta..." Pude ver como Ai estrechó los ojos al sonreír—. Aunque el mérito no es solo mío. No podría actuar sin Prímula.

    —¿Prímula?—enarqué una ceja, inquisitiva.

    —Mi Roserade. Clematis la conoció en el Parque Batalla cuando era una Roselia, ¿no es así?

    ¿Clematis...?

    Ugh, ¿Por qué Liza se rodeaba siempre de personas tan extrañas?

    Yo no estaba incluida en esa definición.

    Ai se lo está pasando pipa xDD
     
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    Andysaster

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    Miki Chigusa

    —¡Ahhhh! ¡Señorita coordinadora, soy un humilde admirador suyo! —Poly batió sus alas, eufórico—. ¡Adópteme, por favor!

    Aika y Poly invadieron a la mujer con una energía desbordante, que claramente no compartíamos Mii-chan y yo. Cada una por su propio motivo, pero que parecieron alinearse sin siquiera planificarlo. Nos mantuvimos atrás en la caminata, casi como si los pies nos pesasen a medida que nos acercábamos a esa presencia floral tan opresiva.

    Entrecerré los ojos cuando posó la vista en nosotras, fulminándola como lo haría un ave recién nacida y desplumada probablemente. El hecho de que solo nos sonriese con excesiva calma en respuesta hizo que el fuego de mi ira se avivase.

    Y Poly y su visible entusiasmo, revoloteando a su alrededor sin parar, no ayudaba.

    Liza nos recibió con una expresión despreocupada y las manos en la nuca, apoyando el peso de su cuerpo en una de sus piernas. Parecía la mar de satisfecha con el encuentro y con la emoción que la mitad del grupo compartía, probablemente tan distraída con el intercambio que no reparó en nuestro descontento.

    —Su Roselia ya era lo suficientemente fuerte cuando la enfrenté en el parque batalla —Intercambió una mirada cómplice con la mujer, ufana—. Si hubiese sido una Roserade el resultado habría sido muy distinto, no lo dudo.

    >>Ah, sí. Estas son Aika, otra de mis rivales en el parque y una nueva amiga —Comenzó con las presentaciones de rigor, extendiendo la palma de su mano para señalar a cada uno de los presentes—; Poly es el inteligente Chatot de Miki, y por lo que vemos tu nuevo fan número uno —Hice un mohín, mis ojos fijos en ella de manera amenazante. Soltó una risa suave en respuesta, y relajó los gestos al volverse hacia Mimi. Su mirada adquiría cierta dulzura añadida cada vez que se trataba de ella—. …Y ella es la amiga de la que te hablé antes. Su nombre es Mimi. Mimi Honda.

    —Es todo un honor tenerla con nosotros, señorita coordinadora —Poly, zalamero como él solo, no desaprovechó la oportunidad de adularla. Fruncí el ceño de nuevo—. ¡Señorita agente, rápido! Saque su todopoderoso mapa para decidir dónde la llevaremos en primer lugar.

    —Ya va, ya va∼ —El ave se le subió al hombro, asomándose para ver el mapa mientras la castaña le apartaba entre risas—. ¡Pero quita, que tus plumas me hacen cosquillas!

    La estampa, lejos de parecerme encantadora, me resultaba molesta. Por eso me quedé cerca de Mimi. Porque la energía que irradiaba era como un soplo de aire fresco entre tanto sentimiento positivo.
     
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    Yugen

    Yugen D e p r e s s e d | m e s s

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    —Oh, claro que lo hago a propósito—resolví—. ¿Cual sería la gracia si esos lindos rubores tuyos fuesen tan solo consecuencia del azar?

    Frágil florecilla no era un término que usaría para describirla. Al menos Clematis tenía la desenvoltura suficiente para acoplarse a mi juego como un esqueje, y eso ya era más de lo que muchas personas podían decir. Mi comportamiento juguetón y seductor me había regalado todo un abanico de reacciones.

    Y amaba todas y cada una de ellas.

    >>Tanto misticismo...—comenté con un suspiro de fingido pesar—. ¿Mantenerme intrigada es tu estrategia de seducción? Quien pensaría que las clemátides podían ser tan retorcidas...

    El primero en acercarse fue un efusivo Chatot—su emoción difícilmente contenida me arrancó una pequeña risa del pecho—, y una jovencita tan apasionada como él. Al fondo de la comitiva se encontraban otras dos muchachas. Ambas parecían tensas, como si el solo hecho de encontrarse con mis ojos fuese en sí una amenaza.

    Me causaba... genuina curiosidad. Y me aboqué a la tarea de descubrir el por qué de su resquemor compartido. ¿Era por Poly y su entusiasmo? ¿Quizás por la propia Liza, que enseguida estaba presentándonos? Era perceptiva y notaba ese tipo de cosas aún si eran muy sutiles. No era el caso en esta ocasión.

    —¡Esa soy yo, ehe~!

    La muchacha que respondía al nombre de Aika cruzó las manos tras su nuca y esbozó una sonrisa radiante cuando Clematis la presentó. Todo en su actitud me reflejaba pureza, candor y jovialidad.

    Bellis la había llamado. Margarita. Una flor que representaba la inocencia. Esa fue la primera impresión que me causó: Vivaz, resplandeciente, alguien que parecía requerir la protección de otros.

    —Mimiko—se apresuró a aclarar la otra joven. Enseguida noté que buscaba alzar una clara distancia entre nosotras.

    Fijé mis ojos en ella y la observé en silencio durante un breve instante. Físicamente éramos similares aunque su aspecto evocaba cierta dignidad aguerrida y rebelde, como la de una princesa contestataria. ¿Esa era la amiga que suavizaba la voz de Liza cuando la nombraba?

    Ah~.

    Se cruzó de brazos y apartó la mirada en un gesto desdeñoso que me arrancó una pequeña risa. ¿Había dicho ya que apreciaba la más mínima de las reacciones que generaba en otros? Era sencillamente fascinante para mí. Y era, además, en referencia a estas que podías encajarlas en la definición de alguna flor: su más pura esencia.

    —¿Por qué le pones nombres de flores a la gente?—dijo—. Me parece perturbador.

    —¿Por qué no?—repliqué con calma—. ¿Acaso hay algo más hermoso que una flor?

    —Hmph.

    Encantador.

    Paeonia. Peonía. Una flor asociada con la riqueza y el honor. En otros contextos, también implicaba fiereza y la dualidad existente entre el ying y el yang. La integración entre opuestos.

    Y finalmente aquella muchacha menuda de mirada tensa. Había estado fulminándome con sus ojos grises desde que llegó. Ah, tan adorable.

    Miki.

    Dianthus. Clavel. En el lenguaje de las flores el clavel amarillo tenía una connotación negativa. Implicaba rechazo y desdén. Era de hecho la flor que aquel joven había tomado del cesto en esa ocasión en la Torre Desafío y que le había generado desilusión.

    Le sonreí como si fuera completamente ajena a su tensión solo porque necesitaba más de sus reacciones. Era ese tipo de persona, me gustaba ser una presencia que no dejaba indiferente a nadie.

    Iba a ser un día interesante.

    —El honor es mío, por supuesto.

    Bellis se echó sobre los hombros de Clematis para poder ver el mapa.

    —¿Vamos a la montaña rusa?—inquirió con ilusión en los ojos— ¡Tengo muchas ganas de probarla!

    Me sentí palidecer.

    La... ¿montaña rusa?
     
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    Andysaster

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    Liza White

    Había algo ciertamente entrañable en el hecho de juntar personas de círculos diversos, de unificar mundos y que estos forjasen nuevos lazos entre sí. Era similar a cuando invitabas amigos que no tenían nada que ver entre sí a tu fiesta de cumpleaños, y que las cosas fluyesen como un río en calma.

    La gran mayoría eran personas a las que recién les había abierto las puertas de mi mundo, o con las que me encontraba aún en proceso de hacerlo. Pero el sentimiento era el mismo.

    Se sentía tan cálido.

    Aika escogió la montaña rusa y yo secundé la propuesta con el entusiasmo que se esperaba de mí. Ambas parecíamos igual de adictas a la adrenalina, tal vez amantes de los deportes de riesgo. Poly no era como nosotras, pero quería lucirse frente a Ai y fingió una emoción que no sentía, lo cual resultaba bastante cómico a decir verdad.

    —N-No se preocupe, señorita coordinadora —le aseguró el Chatot, temblando como una hoja sobre el hombro de la florista—. S-Si tiene miedo puede sujetarse de mi ala.

    Tensé los labios, conteniendo la risa al pasar por su lado. Intercambié una mirada fugaz con Ai, claramente divertida.

    ¿Quién tenía que calmar a quién, en realidad?

    Al llegar a la atracción no nos quedó más remedio que aguardar en la cola, esta vez durante más de diez minutos. Era la atracción estrella del parque, y con razón. Los gritos de sus pasajeros no dejaban indiferente a nadie. La subida, la curva pronunciada, ese giro de trescientos sesenta grados... ¡Me moría de ganas de probarlo!

    Aika y yo estuvimos haciendo el idiota un rato. Ambas éramos igual de gymrats al parecer y estuvimos comparando quién podía sujetar a quién en brazos durante más tiempo, para pasar el rato. Ella era más alta que yo, de modo que pese a ser una joven de complexión delgada, pesaba un poco más. Izumi sostuvo por mí el teléfono con el cronómetro y empecé a pasearme con la chica en brazos, en mitad de nuestra estupidez.

    —No subestimes el entrenamiento de un Ranger —alardeé, orgullosa por una vez de esa tortura medieval a la que estaba siendo expuesta desde hacía cuatro meses—. Ya se me va notando en los bíceps, ¿ves, ves? ¡Y el abdomen se empieza a ver algo más definido! —murmuré algo más a continuación, desviando la mirada por espacio de unos segundos—. Si se le puede llamar eso a unas lineas apenas visibles, pero nimiedades.

    En mitad de nuestra tontería, dando vueltas para matar el tiempo sin rumbo fijo, pasé por el lado de Mimi y Miki. Aproveché para hablar un poco más con Honda, pues con tantas idas y venidas apenas estaba pudiendo intercambiar más de dos palabras con ella.

    No me había pasado desapercibida su tensión desde la llegada de Ai, pero lo atribuí a su comportamiento usual ante la llegada de un nuevo desconocido. Así se había comportado al inicio con Aika y con Miki y la cosa parecía mucho más ligera entre ellas con el transcurrir del tiempo.

    Confiaba en que sucediese lo mismo con ella.

    —Hey~ ¿Disfrutando del solecito? —bromeé, dedicándole una media sonrisa. Acomodé a Aika entre mis brazos, impulsándola por un instante hacia arriba. Aproveché para revisar el cronómetro: cinco minutos y contando. Já, supera eso—. Por cierto, Mims. Si no te apetece subir en esta atracción, hay bancos en la sombra justo aquí al lado.

    >>Miki también se quedará, así que no estarías sola. Dice que le duele un poco el estómago.

    Le dediqué un vistazo a Chigusa, quien se limitó a asentir, queda, volviendo la vista a su teléfono. Había tensado los labios tras dedicarle un vistazo fugaz a Poly y a Ai y me pregunté si le pasaba algo. Estaba... actuando más raro de lo habitual.

    Hm...

    Nah. Seguro que volvía a sacar las cosas de quicio. Debía ser eso.
     
    Última edición: 1 Octubre 2025
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    Yugen

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    Mimi Honda

    En serio... ¿qué pasaba con esta mujer? No solo aparecía de la nada si no que actuaba como una presencia irreal. Si el grupo ya era lo bastante extraño entre los chanchullos de dudosa legalidad de Miki y el cociente intelectual severamente reducido de Aika, ahora parecíamos un sketch cómico o un mal chiste.

    Por el rabillo del ojos vi como Ai tomó el ala de Poly entre sus dedos.

    —Ah, gracias cariño—agradeció con una sonrisa tensa. Acarició las plumas, las pocas que le quedaban, y suspiró con algo que asumí era resignación. Era evidente que la idea de la montaña rusa no le hacía ninguna gracia—. Eres un encanto.

    ¿Miss jardín del Edén tenía miedo a las alturas? Ese era un dato interesante. Pude sentir una chispa de siniestro placer al imaginarla subida allí arriba, pálida como un fantasma.

    Mientras esto sucedía escuché a Aika reír mientras Liza la cargaba solo... ¿solo porque sí? No importaba lo mucho que me estrujara el cerebro, a veces simplemente no entendía que tenían en la cabeza esas dos. ¿Era mucho pedir que simplemente esperasen en la cola como personas civilizadas? Probablemente estaban molestando a todo el mundo. Pero incluso si quise reprocharles su comportamiento tenía la impresión de que no serviría de nada. Buscarían cualquier otra forma, quizás incluso una más boba, para matar el tiempo.

    —¡Fight, Lizachi!—Aika exclamó alzando triunfantemente el puño al aire animándola con una energía portentosa—. Aguanta un poco más, a ver si me ganas. Go, go go!

    ... Oh, Arceus.

    Miki y yo nos habíamos apartado un poco, decididas a esperar nuestro turno bajo la sombra de un árbol. Chigusa tenía los ojos fijos en su móvil, aparentemente ajena a todo lo que sucedía a nuestro alrededor. Pero era evidente y tampoco hacía mucho por ocultarlo, que nuestra opinión respecto a la nueva incorporación al grupo era similar. Era una sombra pesarosa, una tensión tan evidente que podría cortarse con un cuchillo. Pero yo parecía ser la única en notarlo.

    Se había pasado los últimos minutos fulminándola con una mirada que no tenía nada de amenazante y cada vez que sus ojos se cruzaban, Ai se limitaba a sonreírle como si no se diera cuenta de nada. Era como ver a un Pichu haciendo pucheros. Solo le faltaban las chispas de electricidad en las mejillas.

    Era un poco adorable y todo.

    —Subiré. ¿Por qué no habría de hacerlo?—le respondí a Liza como si fuera algo obvio, jugueteando con fingido desinterés con un mechón de cabello—. Un giro de trescientos sesenta grados a varios metros del suelo en un armatoste de metal que puede matarme en cualquier momento no es nada para mí.

    Tenía que ser una estúpida orgullosa justo en los peores momentos. Pero si miss perfecta iba a subir sobreponiéndose a su miedo, yo no iba a ser menos. Esta era una batalla silenciosa y todo se valía en el amor y en la guerra. Nadie iba a poner en jaque mi sitio al lado de Liz, me negaba sistemáticamente.

    —¿Te duele el estómago, Michin?—Aika se bajó de un salto de los brazos de Liza y se acercó para comprobar el estado de Miki. La miró con evidente preocupación en los ojos—. ¿Tienes hambre? Tal vez te sentó mal el algodón de azúcar...

    Dudaba que siquiera le doliera el estómago en primer lugar. Tenía la impresión de que solo era una excusa para no subir con Ai ni con Poly a la atracción.

    —Ya dije que era demasiada azúcar—comenté solo porque sí—. Eso no podía ser bueno.

    Aika se rascó la mejilla con el índice.

    —Tú te comiste un crêpe con fresas.

    —Y tú también—repliqué—. ¿Eso que tiene que ver?

    Aquella conversación no iba a ninguna parte. Los Magikarp tenían conversaciones más productivas entre ellos.

    —Lizachi, yo me quedaré con ella—Aika declaró con firmeza poco después—. Ve Mii-chan, disfrútalo por mí.

    —¿¡Huh!?

    —Dijiste que no era nada para ti, ¿no?

    —¡P-pero...!

    Ai se acercó a nosotras entonces.

    —No te preocupes, cielo—su voz tuvo un tono templado y casi maternal. Quizás se sentía un poco así por ser la mayor entre nosotras. Y podía ver que no lo estaba fingiendo—. Si te sientes muy mal puedo prepararte más tarde una tisana de manzanilla. Tiene propiedades que calman el dolor de estómago.

    Me crucé de brazos, tensa, y solté el aire de golpe por la nariz. ¿Es que no tenía ninguna cualidad mala esta mujer?
     
    Última edición: 2 Octubre 2025
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    Andysaster

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    Miki Chigusa

    Alcé la mirada del teléfono en algún momento, justo para recibir varios pares de ojos sobre mí. Parpadeé. De repente Aika se mostraba preocupada, Poly lucía alarmado por culpa de su hipocondriaquía, imaginado todo un catálogo de enfermedades terminales cirniéndose sobre mí, y aquella malévola mujer me ofreció una tisana.

    Fruncí el ceño en respuesta, tensando los dedos alrededor del teléfono.

    —No quiero nada. Gracias.

    Seguro buscaba envenenarme y quedarse con Poly. Debió ser su plan desde el principio, pero no contaba con mi astucia.

    Agradecía la intención de Izumi, pero... lo cierto es que no era lo que necesitaba en ese momento. El ambiente me agobiaba, y necesitaba algo de tiempo a solas. Si tuviese que escoger a alguien, la única que no me importaba tener cerca de mí en esos instantes era a Mimi. Irónicamente estar en sintonía con su actitud me brindaba cierta paz.

    Y así lo resolví.

    >>Creo que prefiero quedarme con Mii-chan.

    El grupo reaccionó al instante de maneras diversas.

    —¿...Oh? —Liza parpadeó, tomada por sorpresa. Quizás se esperaba cualquier nombre menos ese—. ¿Con Mimi?

    —¿¡Eeeeh!? ¡Pero si YO soy tu más fiel compañero, Miki! —me recordó el Chatot, ciertamente dolido—. ¡Déjame quedarme contigo!

    Desvié la mirada, apesadumbrada. No, rodearme de Poly tampoco era lo que necesitaba en ese momento. Todas parecieron sorprendidas con mi inesperada elección, Mimi la que más. Pero la tristeza y desilusión en los ojos de Aika fue tan visible y evidente que pude notarla hasta yo.

    Sentí una ligera punzada de culpabilidad en el pecho. No sabía qué tenía, pero algo en sus ojos volvían casi imposible la tarea de decirle que no a algo.

    ...Por eso decidí sacar mis habilidades para los negocios a relucir. Tal vez no era buena con las normas sociales, pero cuando se trataba de obtener algo sabía muy bien cómo mover los hilos.

    Le hice un gesto a Aika para que se acercase y le susurré al oído, en tono confidencial.

    —Mii-chan me contó que tiene una enfermedad rara que hace que lo pase muy mal en esas atracciones —Le mentí, con toda la tranquilidad e impasibilidad del mundo. Era literalmente imposible saber cuándo mentía y cuándo no; esa era mi mejor baza—. Le apena decirlo en voz alta, por eso estaba decidida a subirse con nosotras y hacer un esfuerzo.

    Entonces me volví hacia las demás, especialmente hacia la oriunda de Sinnoh. Su mirada lucía tan desconcertada como antes, tal vez incluso más.

    >>Mimi se ofreció amablemente a acompañarme hace unos minutos —La miré fijamente por espacio de unos segundos, buscando que captase la indirecta—. Estaremos bien.

    Liza pareció emocionarse al instante con mis palabras. Miró a su amiga con ojillos vibrantes, tomándola de las manos.

    —¿De verdad hiciste eso? —inquirió, con orgullo y emoción en la voz—. ¡Ah, eres la mejor~! ¡Mírate, tan amable y servicial!

    Parecía que había logrado salir del paso, y los ánimos se calmaron al poco tiempo. El único, quizás, que no estaba del todo convencido, era irónicamente el propio Poly.

    Se acercó a mí por última vez, dudoso. Pero no pude siquiera sostenerle la mirada como antes.

    —B-bueno, si es lo que quieres... —murmuró, un tanto triste aún. Ladeó el rostro en mi dirección, intentando encontrar mis ojos sin éxito—. Estarás bien, ¿verdad?

    —...Sí. Estaré bien.

    Otra mentira más para la colección.

    —Bueno, pues eso lo soluciona todo, ¿no? —Liza, recuperando los ánimos, le echó el brazo a Aika por los hombros, alzando el brazo libre en el aire con júbilo—. Os saludaremos desde arriba. No nos perdáis de vista, ¿sí?

    El grupo se separó así. Poly nos dirigió algunas miradas más, inseguro, antes de posarse nuevamente en el hombro de Ai, retomando alguna conversación sin importancia.

    Quedamos así tan solo Mimi y yo. El silencio se extendió entre ambas y tomé asiento, soltando un suspiro largo y apesadumbrado.

    Transcurrieron unos segundos, y abrí uno de mis ojos para mirarla, antes de cerrarlos nuevamente. En vistas de que aquello no llamó su atención volví a suspirar, otro suspiro exagerado y ciertamente teatral.

    Sigh~
     
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    Yugen

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    Aika Izumi

    —¡Arriba!

    Exclamé sosteniendo a Lizachi sobre mis hombros. Quizás ella era Ranger, pero yo tenía mi propio entrenamiento. ¡Tenía que correr siempre que llegaba tarde a cualquier sitio! Y tenía piernas atléticas y fuertes, sostener su peso no era nada para mí.

    Era como una plumita en mis brazos.

    Correteé por ahí entre risas mientras las otras personas en la cola nos dirigían todo tipo de miradas. No muy... agradables, la verdad. Pero no era como si estuviera prestándoles atención. En realidad me estaba divirtiendo haciendo un poco el tonto y cargando a Lizachi como a mis hermanos. A veces, de hecho, sentaba a Tohru sobre mis hombros y extendía los brazos fingiendo ser un avión mientras corría por ahí haciendo ruidos de motor. Era una tontería, pero a mis hermanos les encantaba.

    Una de las pocas cosas que podía hacer por ellos.

    Me llenaba de emoción poder hacer cosas por los demás. Era mi devoción y mi alegría... Me hacía sentir útil, y pocas cosas lograban ese efecto en mí. No era la persona más lista ni la más avispada, era un completo desastre. Jamás sería como Minato. Pero al menos podía sacar sonrisas a aquellos que me importaban. Eso se me daba bien.

    Y era suficiente para mí.

    —Casi cuatro minutos, agente White—alardeé con una risotada— ¡Intenta superar eso!

    Los minutos se pasaron casi sin notarlo, entre idas y venidas y risas, pero entonces algo sucedió. O en realidad, yo me enteré de que algo estaba sucediendo. Miki no subiría con nosotras porque le dolía el estómago y lo primero que pensé es que era una lástima que no pudiéramos subir todos juntos a la montaña rusa.

    No quería dejarla sola si se sentía mal. Por mucho que la adrenalina me estuviese llamando, el bienestar de Michin era más importante. No podía olvidar como se había preocupado por recuperar mi mochila del Gengar.

    Las reacciones fueron diversas cuando Miki nos dijo con quién quería quedarse.

    —¿Con Paeonia?

    ¿Con quién?

    —No necesito otro apodo más.

    Ai se llevó una mano a la mejilla y cerró los ojos con pesar. Arrastró ligeramente la voz y sonó como un murmullo quejumbroso.

    —... Vaya.

    ¿Con Mii-chan?

    No tenía nada de malo, pero... ¿de verdad estaría bien? Pensé que Mimi quería subir con nosotros en la atracción. Fue... extraño. Como una chispa repentina o un pequeño dolorcito en el pecho, pequeño pero presente. Era una sensación que había experimentado antes.

    Rara vez no la experimentaba, en realidad. El rechazo y yo éramos viejos conocidos. Sabía que no era la persona más confiable... y por supuesto que cualquiera preferiría estar con alguien que no pareciese perdido veinticuatro/siete. ¿Por qué confiaría Michin en alguien como yo?

    Me esforcé por mantener la sonrisa, por recordarme a mí misma que no era la gran cosa y que todo estaba bien. Pero cada vez que lo pensaba volvía a verme a mí misma en ese mar profundo e insondable, tratando de alcanzar el resplandor brillante en el fondo... pero jamás rozándolo ni tan siquiera con la punta de los dedos.

    Ese brillo no era para mí.

    Miki me llamó y me confió algo al oído.

    Parpadeé.

    ¿Mii-chan... estaba enferma? Le dirigí una mirada cargada de compasión. Nunca había escuchado de una enfermedad así, pero Miki era mucho más inteligente que yo, ¿por qué iba a ponerla en duda?

    Pobre. No poder subirse a ese tipo de atracciones y obligarse debía ser un infierno...

    Mimi nos miraba sin comprender.

    —No te preocupes, Mii-chan. No tienes que hacer ese esfuerzo por nosotras—traté de mantenerme estoica, de apoyarla con firmeza y decisión pero el corazón se me apretó en el pecho dolorosamente. Me eché el antebrazo sobre los ojos—. ¡Yo siempre te apoyaré!

    —¿¡Huh!? ¡¿A qué viene eso ahora?!

    ...

    Mimi Honda

    De algún modo terminé sentada en un banco a la sombra junto a Miki, bajo el murmullo de las hojas con la brisa y los chillidos de los visitantes subidos en la montaña rusa. El ambiente era fresco y agradable, pero había una pesadez innegable que no tenía nada que ver con ninguna de las atracciones del parque.

    Era una sombra de desasosiego, el Donphan en la habitación del que nadie quería hablar. Ai era un elemento disruptor para ambas.

    Miki no me había elegido por simple cuestión de azar. Y si acaso lo había supuesto en algún momento, sus teatrales suspiros fueron prueba suficiente para descartar la sospecha. Parecía un Remoraid que se había quedado sin agua. No era la persona más disimulada del mundo cuando no quería serlo, ¿verdad?

    Enarqué una ceja.

    —Sí, sí. Lo pillo—resolví cruzando una pierna sobre la otra, indulgente. Bueno, qué remedio—. Puedes dejar de suspirar ya.

    Me recliné contra el respaldo del banco y alcé la mirada hacia la copa del árbol. La cálida brisa del verano hizo susurrar las hojas.

    >>¿Qué le dijiste a Aika para convencerla?
     
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    Miki Chigusa

    Dejé de suspirar cuando me lo pidió. De todas formas ya tenía su atención. El grupo se había alejado por completo para ese entonces y la tranquilidad repentina me hizo escurrirme en el asiento, casi derretida sobre el respaldo como, qué se yo, un Ditto bajo el sol.

    “¿Qué le has dicho a Aika para convencerla?”

    Ku, ku, ku —Me tapé los labios con los dedos, conteniendo apenas una risita maliciosa. Ni siquiera dudé en ocultárselo; estaba orgullosa de mi proeza—. Que tenías una enfermedad rara. Una anti-montañas rusas.

    En realidad no me había dado cuenta de que no le hacía ilusión subir, no llegaba a tanto. Había sido una simple coincidencia, nada más.

    Cerré los ojos, sintiendo la brisa veraniega acariciar mi cabello de nube. El viento trajo consigo el aroma de un kiosko cercano, y mi tripa rugió entonces, en mitad del silencio que se había extendido nuevamente entre nosotras.

    ...

    ...

    —Piedra, papel o tijeras para ver quién va al kiosko —Le propuse a Mimi descaradamente. La miré con decisión, girando el torso en su dirección con las manos listas—. Al mejor de tres.

    —¡Ah, Mims! ¡Espera!

    Liza regresó de manera inesperada y rápidamente recuperé la postura de antes, sosteniendo dramáticamente esta vez mi estómago para hacer hacer un mejor papel.

    —...Ay, mi tripa.

    —¿Aún te duele? —cuestionó, torciendo los labios con preocupación en su semblante—. Tengo pastillas en la mochila. Puedes tomarte alguna si lo necesitas —Se volvió hacia Mimi entonces, dejando a su lado la mochila y la gorra con la que cargaba, así como las pertenencias de Aika—. Si subo con esto igual sería todo un problema. Os lo dejo por aquí, ¿sí? ¡Nos vemos ahora!

    Así como vino se fue, correteando incansablemente hacia sus amigos. Mantuve la vista en la distancia, sospechando que regresase y descubriese la verdad en cualquier momento.

    Fruncí el ceño, viendo mis planes frustrados.

    Ya ganaría ese jan, ken po más tarde.
     
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    Yugen

    Yugen D e p r e s s e d | m e s s

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    Estaba convencida de que Aika no hubiera accedido a su petición sin una buena razón. A pesar de que le fascinaba la idea de la montaña rusa, estaba dispuesta a quedarse con Miki porque creía genuinamente que se sentía mal.

    —¡¿Y se lo creyó?!—exclamé pasmada. Bueno, era Aika de quien hablábamos, esa pregunta estaba fuera de lugar. Solté el aire en un amago de risa irónica y desvié la mirada—. Da igual. No respondas a eso.

    Quizás tenía menos luces que un barco vikingo, pero no era una mala persona. De hecho su actitud me recordaba a veces a Alpha. Despreocupada, indefectiblemente boba, con esa inocencia propia de los niños. Otras veces a Nikolah. Era, honestamente, como si hubieran tenido un amorío secreto—suponiendo que dos hombres pudiesen concebir—, y hubieran tenido una hija.

    En cualquier caso que Aika pensara que tenía una enfermedad que me impedía subir en ese tipo de atracciones era beneficioso para mí. Y a parte, hacía la situación menos incómoda.

    De lejos me llegaban los gritos de las personas subidas en la montaña rusa. Era una cacofonía de chillidos de terror y emoción, o de una mezcla discrepante de ambas. El grupo aún no había entrado, seguían esperando en la cola que estaba por terminarse.

    Miré a Ai de soslayo. Pareció notarme y me sonrió entrecerrando los ojos en un gesto licencioso. Me tensó todos los músculos del cuerpo. Era imposible que no notara mi resquemor, parecía simplemente ignorarlo. O se recreaba en ello, como si las reacciones de Miki y las mías a su persona le resultasen de lo más entretenidas.

    Qué perra odiosa.

    ¿Cómo Liza no se daba cuenta? ¿O lo notaba y prefería ignorarlo? ¿Qué tipo de relación tenían esas dos y por qué me importaba tanto?

    Hubo un breve silencio donde el tiempo pareció detenerse. O al menos hubiera parecido detenerse si no siguieran escuchándose los gritos y las risas de las atracciones aledañas. El aire olía a algodón de azúcar y crêpe con fresas.

    Miki rompió el silencio entre nosotras con una propuesta inesperada.

    —¿Qué te hace pensar que voy a—?

    Liza se acercó apresuradamente a dejarnos sus cosas y las de Aika y Miki siguió en su papel del dolor de estómago. Al menos fingía mejor que Liz. Probablemente saber mentir era indispensable para su... eh, "trabajo". Seguía mereciendo un premio Razzie de todos modos.

    White se fue tan rápido como vino. La seguí con la mirada hasta que desapareció. A veces tenía la impresión de que era demasiado despreocupada o ingenua, o ambas. Era como una versión más chill de Aika.

    Entonces me dirigí a Miki, hablándole solo a ella en específico. Todo este show me parecía innecesario, pero no sería yo la que descubriera el pastel.

    —No tenías que fingir que te dolía el estómago—le dije—. Era suficiente con haber dicho que no te apetecía. Nadie te iba a obligar a subir.

    Mira quién habla.

    Yo, que había hecho méritos por aparentar que la montaña rusa no me aterraba tanto como lo hacía. Yo, que también buscaba excusas. Como cuando le dije a Liz que podía ir con Ai porque Miki grabaría la actuación aunque la idea me quemaba por dentro. La actuación importaba una mierda, solo no quería reconocer que estaba celosa.

    Constantemente buscaba excusas para ocultar como me sentía realmente.

    Apoyé el mentón sobre el dorso de la mano y la miré, abriendo vagamente uno solo de mis ojos.

    —¿Y? ¿Para qué querías que me quedara?—inquirí como quien no quiere la cosa—. Solo para que lo sepas: no importa si ganas al piedra, papel o tijeras. No voy a comprarte nada en el quiosco.
     
    Última edición: 3 Octubre 2025
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  19.  
    Andysaster

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    —No quiero que me compres nada. Ahora tengo dinero —Alcé el mentón, satisfecha con mis ganancias en un Mime Donalds corriente. Quizás era poco para ella, pero a mí me daba para mucho—. Pero me da pereza ir. Y es ahí donde entras tú.

    Volvió a negarse, sin siquiera dejarme acabar la frase, e hice otro más de mis mohines. Con la presencia de Ai rondando cerca, iba a volverse algo típico. Casi como mi nueva cara neutra.

    El caso es que me cuestionó el motivo por el que estaba allí ahora, conmigo. No había ninguno en principio, en realidad me hubiese bastado con quedarme sola. Pero ante la preocupación extendida del grupo, tener a alguien cerca parecía relajar las aguas.

    Y Mimi, de entre todas, era la mejor opción.

    —Porque eres la única que no me agobia ahora mismo.

    No tenía problemas en decir la verdad. De hecho, era demasiado directa siempre. Tal vez en ocasiones pecaba de sincericidio. Solo usaba mis habilidades con las mentiras para obtener lo que quería o lo que necesitaba en un momento concreto. Poco más.

    Posé la mirada a lo lejos. El grupo finalmente estaba a punto de internarse en el vagón de metal y notar la sonrisa de Ai, a la par que Mimi, me hizo revolver el estómago. Sobre todo sabiendo que tenía a Poly protegido entre sus brazos.

    Suspiré, esta vez de verdad. Un suspiro corto, transparente y melancólico.

    >>No me gusta esa mujer, Mii-chan —murmuré. Mi mano se cerró en torno a mi camisa, justo en el lugar donde se encontraba mi corazón. Agaché la cabeza, y el cabello cubrió mis ojos. Mi voz sonó frágil por primera vez. Vulnerable—. Hace que se me apriete el pecho al verla. Me duele.


    Liza White

    Me despedí de las chicas con una sonrisa despreocupada y eché a correr, de vuelta a la cola. A medida que nos alejábamos mi expresión se ensombreció, lejos ya de la mirada de cualquiera de las dos. Reduje la marcha, mis piernas se detuvieron, y tensé los labios en una fina línea.

    Claro que me daba cuenta, Mimi.

    Lo había notado desde el preciso instante en el que Ai apareció. La sombra en los ojos de Mimi, la tensión evidente en sus gestos. Me aseguró que nada ocurría, y yo la creí. ¿Por qué no iba a hacerlo? Su sonrisa lució genuina y confiaba en su persona. Si me decía que eran invenciones mías, que estaba sacando de quicio las cosas, no lo pondría en tela de juicio.

    Pero las señales eran claras, cada vez más evidentes. En un inicio me esforcé por obviarlas, creyendo que veía cosas donde no las había. Pero era observadora y perceptiva. Era difícil que pasase algo por alto. La tensión de Mimi se extendió a Miki y si bien a esta la conocía menos, mi intuición me decía que estaba en lo correcto. Que la presencia de Ai les generaba malestar a ambas. Reparar en sus expresiones cuando me acerqué al banco, en el momento en el que aún no se percataban de mi presencia, hizo que las piezas encajasen de golpe.

    Y entonces me sentí un poco dolida. Engañada, tal vez.

    —¡Señorita agente, justo a tiempo! —Poly agitó una de sus alas desde los brazos de Ai. Desde luego lo mejor era que alguien lo sostuviese en las alturas, si no quería salir volando—. ¡Somos los siguientes!

    >>¿...Le sucede algo?

    Parpadeé, tomada por sorpresa con su pregunta. No había sido consciente de la expresión que estaba haciendo en esos momentos. Tampoco hubiese sido buena disimulando. Agité la cabeza, negando y recuperando la sonrisa, si bien lucía distinta a la de antes.

    —Sí, todo bien —Me giré hacia Aika entonces, cambiando de tema—. ¿Quieres ponerte conmigo en el asiento, Aika? Ai y Poly pueden ir juntos, si les parece bien.

    No comprendía el motivo detrás de todo lo que estaba sucediendo. Pero si Mimi quería fingir demencia, o más bien mentirme descaradamente a pesar de no estar haciendo méritos por disimular, yo no iba a indagar. Quería creer que tenía sus razones, como las tuve yo con mi exabrupto comiendo pizzas, aún si la moraleja tras ese suceso había sido clara.

    "Si tienes algún problema solo dilo. Si algo te molesta dilo."

    "Si hay algo que quieras, dímelo."


    >>Oh, nos toca ya.

    Podía haber tenido mi apoyo, tal vez hubiésemos llegado a alguna solución juntas si me hubiese confiado la verdad desde el principio.

    Pero ese no había sido el caso. Y como era usual en la ley de acción-reacción decidí, yo también, fingir demencia.

    Al menos, hasta que supiese realmente qué demonios debía hacer en realidad.
     
    Última edición: 4 Octubre 2025
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  20.  
    Yugen

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    Mimi Honda

    —Rechazado.

    La corté tajantemente cuando mencionó que le daba pereza ir al quiosco. ¿Qué era ahora? ¿La chica de los recados?

    Tampoco estaba tan lejos. Solo necesitaba andar unos metros y podría comer todo lo que quisiera. Tenía dinero como había dicho. Cinco mil pokedólares no se gastaban en un día a no ser que fueras yo y tuvieras un momento de debilidad repentina comprando cualquier cosa bonita en una boutique de prestigio.

    Su confesión me hizo mirarla desde un prisma diferente.

    Que yo no la estuviese agobiando a preguntas y atenciones no era nada concluyente. Por lo general no me interesaban los asuntos de los demás y prefería mantenerme al margen y solo interferir cuando era necesario. Había aprendido de la experiencia. Pero quizás, en algún lugar, me alegraba que Miki hubiera encontrado cierto confort conmigo. Y quizás yo también lo encontraba en ella.

    Su propia reacción, sus palabras cargadas de vulnerabilidad ensombreciendo mi gesto y como una pesada losa cayendo sobre mis hombros fui plenamente consciente de la gravedad de la situación.

    >>No me gusta esa mujer, Mii-chan. Hace que se me apriete el pecho al verla. Me duele.

    La ironía de la situación me hizo apretar los labios.

    —Bienvenida al club—mi voz fue apenas un soplo, escasamente audible, pero estaba cargada de una rabia latente. Cualquiera podría darse cuenta si era lo suficientemente observador.

    No sabía casi nada de Ai pero no lo necesitaba. La información que tenía era suficiente. Su aparición había puesto en jaque mi confianza y colocado en tela de juicio una posición que con la existencia de Nikolah ya era lo suficientemente débil de por sí:

    Mi lugar al lado de Liz.

    Siempre había necesitado, como una maldita estúpida, sentirme la prioridad para alguien. No era un capricho, era una necesidad. Pero no lo era, no lo sentía así. No había garantías. Y la sola idea de que alguien pudiera simplemente aparecer y hacer peligrar eso era... aterrador. No era una cuestión de posesividad; esos celos no nacían de un sentimiento de pertenencia.

    Ai era mejor que yo en prácticamente... todo. Más atractiva, más madura, más elegante... ni siquiera tenía que fingir nada. Si Liza quisiera reemplazarme por esa mujer no lo tendría difícil. Menos aún después de nuestra discusión del día anterior. De ese ultimátum y de ser consciente del hecho de que quizás estaría mejor teniendo a su lado a una persona que pudiera ser verdaderamente sincera en lugar de buscar jodidas excusas todo el tiempo.

    >>Si de verdad quieres estar con esta idiota deshonesta, esta idiota deshonesta quiere dejar de ser deshonesta contigo.<<

    ¿Lo estaba siendo?


    Ai era maliciosa, pero transparente. No necesitaba excusas de ningún tipo. Tenía una confianza en sí misma que no necesitaba fingir y le importaba un cuerno de Tauros lo que pensara la gente. Y yo, aunque aparentaba todo lo contrario, vivía condicionada por la opinión de los demás. Por la idea de que no era suficiente. No lo era para mi padre, no lo era para Liz. Probablemente ni siquiera lo era para mi misma.

    Me preguntaba si ese sentimiento cambiaría alguna vez.

    En ese momento, sin embargo, no había gran cosa que pudiéramos hacer al respecto. No iba a inmiscuirme más, no me correspondía. Confesar que estaba celosa no tendría ningún sentido. No quería sentirme como una estúpida egoísta.

    >>... ¿Qué quieres que te vaya a buscar al quiosco?—le pregunté a Miki incorporándome del banco—¿Otro algodón de azúcar?

    Y si no había nada que hacer al respecto, lo mejor era centrar la atención en otra cosa.

    ***

    Ai Mamiya

    Lillium era salvaje e impredecible. Hacía lo que quería cuando deseaba hacerlo. Tenía el magnetismo que solo aquellos misterios más indescifrables podrían siquiera soñar con tener. ¿Era cuestión del azar? ¿El destino caprichoso, al que nunca le había prestado verdadera atención?

    A menudo la encontraba sola, leyendo en silencio a la sombra y me acercaba por detrás para ojear furtivamente lo que la tenía interesada. Cuando sus ojos se cruzaban conmigo me sonreía en un gesto que se me antojaba burlón, jocoso y cerraba el libro, dejándome con las ganas de saber qué era eso que la abstraía tanto. Tenía los ojos más azules que había visto nunca—el mar en calma, con olas suaves que se deshacían en la orilla en retazos de espuma blanca—, y el cabello castaño y largo cayendo en rebeldes bucles sobre sus hombros y espalda hasta la última vértebra dorsal. Me gustaba enredar mis dedos en él y observar como el sol se derramaba sobre sus rizos mientras la escuchaba hablar de cualquier cosa sin importancia.

    Fue la primera a la que le concedí la identidad de una flor. Del lirio negro. La primera del Jardín. Era misterio, elegancia profunda, rebeldía y renacimiento. En realidad no existía el lirio negro como tal, era una tonalidad muy oscura de rojo o morado, y esa era la parte más descriptiva de todo esto. No podía concederle a Lillium un solo color. Era un abanico de tonalidades.

    Y era fascinante para mí.

    La imagen se sobreponía a la de Clematis, a veces desdibujándose lo suficiente para punzarme el corazón como la espina de una rosa. Especialmente aquellos ojos. Una tonalidad de azul muy similar a la de Paeonia.

    Por lo general, era fascinación y atracción lo que despertaba en mí.

    Como espíritu disoluto no solía fijarme en esas cosas. Sentía atracción hacia las flores hermosas, todas ellas, y mi corazón latía al compás de alguna pieza interpretada en mi violín. Pero Clematis, particularmente, era diferente por muchos motivos.

    Por eso, cuando regresó a la cola y sonrió buscando restarle importancia a la situación, me di cuenta enseguida de que estaba forzándose a sonreír.

    Mientras sostenía a Poly entre mis brazos agradeciendo su presencia cuando iba a enfrentar un miedo tan visceral, extendí una de mis manos y la apoyé gentilmente sobre su hombro.

    Era esa figura maternal cuando quería serlo. El sentimiento me nacía de una genuina atención y cuidado y no respondía a pensamientos velados ni segundas intenciones.

    —Cariño—la llamé a media voz—. Puedes contármelo si lo necesitas.

    ...

    Parecía que no íbamos a poder hablar en ese momento. La montaña rusa nos permitió el paso y volví a sostener a Poly con fuerza entre mis brazos.
     
    Última edición: 4 Octubre 2025
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  1. Naiki
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