Microrrelato Aquellos que no llegan al amanecer

Pasar enfrente de la casa de alguien a quien no conoces y ver que todo está cerrado a veces da algo de intriga. Te acercas, investigas, intentas lo mejor que puedes ver a través de las benditas cortinas una señal de que hay gente viviendo allí. Pero entonces te dices "Tal vez esté en venta" o "Debe estar para rentar" y te olvidas. Sigues pasando por ahí todos los días, las cortinas cerradas como siempre, el pasto que crece sin que nadie lo corte, el silencio interminable de la calle cada vez que pasas por ahí. Una vez se te da por acercarte, tocar la puerta, las ventanas o el timbre y como nadie te atiende, otra vez te vas. "Muy bien" te dices, "Tal vez no estén a esta hora en su casa", te convences, y luego regresas por el mismo camino por el que viniste.

Por la noche te recuestas, la cama de tu cuarto te había estado esperando, el aroma y la sensación de aquello que conoces te hace olvidar esa casa, la gente que sabes o quieres creer que se encuentra allí. Lo tibio de tu cama lentamente te atrae, te duerme, y tú sueñas con la misma casa pero con gente allí. Te despiertas de repente, son las cuatro de la mañana, pero ya no puedes dormir. La curiosidad te come todo lo que te queda de paciencia y miras por la ventana, miras hacia la bendita esquina donde está la casa. Y la ves, a la chica que está saliendo de la casa en la que creíste que nadie había vivido desde que la notaste al pasar. Ella te mira y tú también a ella. Se esconde nuevamente tras las paredes de su hogar.

A la mañana siguiente, aún sin dormir, pasas con la excusa de ser un compañero de clases armada en la cabeza, pero al acercarte ves gente de negro afuera, tristes, deprimidos, pálidos y con los ojos cristalinos mirando a la nada. Cuando te acercas, te preguntas qué diablos fue lo que pasó, y te responden, casi como si pudieran leer tus gestos de confusión.

"Ella se fue... nuestra Adelaida, nuestra querida sobrina..." pero no es suficiente, aún tienes esa intriga que sentiste desde que pasaste en frente por primera vez.

"¿Qué fue lo que sucedió?" preguntas, esperando que te respondan, pero jamás lo hacen.

Pasaron días, pasaron noches, pasaron semanas, pero hoy se cumple un mes. Adelaida era la hija de la pareja que vivía en esa casa, lo sabes, y por ellos también sabes que decidió acabar con un pesar que traía desde el comienzo de su corta y penosa vida. No viste las marcas en sus muñecas, pero te acosan en tus sueños, no viste sus lágrimas, pero las sientes aún cuando estás despierto, y aunque no la conociste desearías que hubiera llegado al amanecer.

¿Por qué, Adelaida? ¿No ves que yo sigo aquí? Y voy a seguir aquí, deseando haberte conocido, deseando que hubieras visto la luz del día sólo una vez más. ¿No ves que aunque te fuiste yo voy a seguir aquí? Y seguiré viendo los amaneceres por ti, seguiré viendo las estrellas desvanecerse bajo los rayos de sol que ya jamás vas a sentir. Hubiéramos sido amigos, habríamos charlado, nos habríamos llevado bien.

Pero la vida fue injusta contigo, y por eso ya no quisiste ver lo que sería nuestro primer y último amanecer.