One-shot de Inuyasha - Aquí en mi corazón [Ranma 1/2]

Tema en 'Inuyasha, Ranma y Rinne' iniciado por ElisaAckles, 19 Noviembre 2012.

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    ElisaAckles

    ElisaAckles Iniciado

    Virgo
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    11 Enero 2011
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    30
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    Escritora
    Título:
    Aquí en mi corazón [Ranma 1/2]
    Clasificación:
    Para adolescentes. 13 años y mayores
    Género:
    Drama
    Total de capítulos:
    1
     
    Palabras:
    1275
    Derechos de autor: Ranma ½ es obra de Rumiko Takahashi y ninguno de sus personajes me pertenece.
    Aquí en mi corazón
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    Odiaba quedarse dormido en casas ajenas, pero muy a menudo terminaba sucumbiendo ante la sabia naturaleza, y al único y bendito beneficio que despertar en otras sábanas tenía.

    Ranma detuvo un largo rato su mirar sombrío y perpetuo en aquella hermosa y desnuda mujer que descansaba sobre su, también, desnudo regazo.

    El largo cabello castaño claro de ella, caía en sedosa cascada sobre su rostro, más no le hacia falta verla para recordar lo bella que era, con su fulgor aceitunado languideciendo bajo el calor de su cuerpo. Sus manos acariciaron las hebras marrones y la joven mujer despertó de su reconfortante letargo.

    —Disculpa mi atrevimiento, no quise despertarte —Suspiró, mientras seguía enredando los dedos en su melena— No lo resistí.

    —Encontraré la manera de que pagues tu descortesía— La dama le dedicó una sonrisa placentera, incorporándose lo suficiente para despegar sus mejillas del moreno pecho; no así sus manos. La sábana de algodón coral les tapaba hasta un poco más abajo de los hombros, pero las manos femeninas se las arreglaron para deslizarse bajo la manta, deslizándose por la piel desnuda de él

    —Ese no es un castigo— Gimió con las reservas que la excitación por el tacto que las caricias femeninas le provocaban.

    Su nombre era Rei, Mei, poco le perturbaba memorizar un nombre o apellido. Al terminar de caer el ocaso en Nerima, él abría vuelto a su hogar, y rostro y apelativo de esa chica quedarían en el olvido.

    — ¿Qué más da? —Insinuó con sensualidad— Sólo quiero que vuelvas a tocarme como lo hiciste hace unos momentos. Fue maravilloso.

    —Será mucho mejor— Orgulloso, como él sólo, le dedicó su mejor sonrisa seductora, la atrajo hacia su cuerpo y mordisqueó sus labios con el sabor del sake bebido horas atrás.

    Él tomó su rostro entre sus manos, tan delicada, con su nariz recta, labios carnosos y ojos pequeños, dotados de un brillo aventurero por los placeres de la vida.

    Jamás, ninguna chica, sería como Akane.

    Ranma bajó sus párpados un momento, para renacer de nuevo de aquel martirio que era su mente, se giró sobre la cama para quedar sobre ella y transformó la habitación de la fémina en una hoguera, saboreando palmo a palmo el sabor de su nívea piel, mientras le separaba los muslos para adentrarse en ella y formar parte de un solo ser.

    No sería esta noche, ni ella, quien hechizara su corazón, pero era un débil crédulo, deseando con toda su alma que hubiera alguien, en algún lado, que pudiera hacerlo, para olvidarse de una vez por todas de la mujer de ojos marrones de la que estaba enamorado.

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    La casa de los Saotome era una vivienda modesta. Con la llegada de los años setenta, la mayoría de las casas habían modernizado sus construcciones a un estilo más vanguardista, pero la de ellos seguía teniendo aquel modelo que transpiraba antigüedad, nostalgia por conservar el pasado y plantarse, a modo de libro abierto, ante la nueva era.

    La vivienda era de dos pisos, con los cuartos suficientes para los pocos inquilinos que la habitaban. El patio se hallaba cubierto de húmedo pasto, árboles frutales y el estanque de agua cristalina. Todo aquello, le dotaba de vida y frescura a ese lugar que los vecinos insistían en llamar un vejestorio, incluido el Dojo familiar, que los curiosos solían confundir con una bodega vacía.

    -Os vuelvo a rogar que mi atrevimiento no haya sido considerado como un agravio —Kuno Tatewaki hizo una reverencia, ante Nodoka y Akane, las únicas que se encontraban en casa—. El amor es una vil enfermedad que hace enloquecer hasta el más fuerte de los guerreros, y aquí me tienen, deseando que el corazón de la dulce señorita Saotome, se compadezca del mío.

    —Por mí parte, vos podéis ir a buscar a otra parte— Respondió la muchacha imitando su manera de expresarse, con total desaprobación a la actitud del joven.

    —Akane, quiero que le ofrezcas una disculpa a este buen hombre en este momento—Demandó la mayor, diciéndole con un discreto gesto que se comportara.

    La chica de ojos marrones apuñó la tela de su kimono rojo con bordados de colores rosados y azules. Deseaba haber nacido en otro lugar, con otra familia que no fuera tan interesada, que quisiera venderla al mejor postor.

    —No es necesario —Intercedió el agraviado, quien vestía un ridículo traje de dos piezas color azul cielo con blanco, lleno de adornos dorados y lentejuelas, en lo que el creía, era un elegante traje—. Os puedo entender perfectamente su nerviosismo.

    —Disculpe… joven Kuno— Se mordió la lengua. El largo cabello negro, con reflejos azulados, cubrió la frustración que sintió cuando debió pedir perdón.

    — A manera de agradecimiento, espero que acepte compartir otra taza de té con nosotras —Respaldò Nodoka con una amable sonrisa, empujando a la pelinegra para que se aprestara a tomar la tetera y llenara de nueva cuenta el tazón de Kuno.

    El descendiente mayor de los Kuno no pudo ver más bendecida su suerte.

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    —¿Qué haces despierta a esta hora, Akane?— El ojiazul arribó a la casa, y encontró a la chica aún sentada en la mesa del té, con la mirada perdida hacia el jardín.

    —El idiota de Kuno vino a visitarme otra vez —Expresó molesta, gesticulando con las manos su desprecio por él—. Es insoportable y me tiene harta.

    —¿Y ella lo sabe? ¿Ya se lo dijiste?— Se acercò Ranma, sentándose junto a Akane, para escucharla mejor.

    —No le interesa en lo más mínimo lo que yo sienta —Rebatió con amargura—. Creo que nunca le he importado. Los ojos se le iluminan cada vez que piensa en los miles de yenes que le tocarán de tributo si me caso con ese remedo de poeta.

    —No te sientas mal, Akane, así deben ser todas las madres—Añadió, solidario como pocas veces— Sólo quiere lo mejor para ti

    —Desde luego —Refunfuñó la dueña de los ojos oscuros—. Desearía que se preocupara de igual forma contigo, pero ve, no va a decirte un bledo por llegar a estas horas; mucho menos, se tomará la molestia de preguntar la descripción de la cama en la que pasaste la tarde.

    —Yo soy un hombre —Respondió sereno— Es muy diferente. No necesito dar esa clase de explicaciones.

    —Si vas a ponerte de su lado, hazme un favor y desaparece de mi vista —Siseó agresiva, girándose para quedar frente a frente con Ranma—. Justo ahora, no me encuentro de humor para escuchar más idioteces de otro niñato malcriado, como tú.

    —Deja de regañarme como cuando éramos niños —Fue ahora él, quien suspiró fastidiado, mirándola con reproche—. Tienes cuatro siglos más que yo, sin embargo, ya soy un adulto. No sé en qué túnel de gusano te perdiste, pero ya crecí y puedo tomar mis propias decisiones.

    —Lo voy a hacer cuando te comportes como el adulto que dices ser, no antes— Bufó enojada. Se estaba conteniendo para no darle el puñetazo que se merecía.

    —¿Es eso, o estás celosa?— Contraatacó Ranma.

    —¿Celosa, yo? ¿Por qué habría de estarlo?— Tartamudeó sonrojada.

    —Sabes, hermanita —Le sonrió con arrogancia— Tal vez si deberías de corresponder al tarado de Tatewaki, o al menos, aceptar sus favores, a ver si así se te quita un poco lo amargada y dejas de envidiar mi estupenda vida privada.

    Al segundo siguiente, Ranma se encontraba inconsciente, debajo de la pesada mesa del té.

    —!Los odio!— Gritó furiosa, con lágrimas en los ojos. Nadie en esa maldita familia la comprendía.

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