Historia larga Amor se paga con Amor

Tema en 'Historias Abandonadas Originales' iniciado por Autumn May, 8 Abril 2016.

  1.  
    Autumn May

    Autumn May Entusiasta

    Tauro
    Miembro desde:
    18 Abril 2013
    Mensajes:
    66
    Pluma de
    Escritora
    Título:
    Amor se paga con Amor
    Clasificación:
    Para todas las edades
    Género:
    Drama
    Total de capítulos:
    37
     
    Palabras:
    1271
    Capítulo 18
    ¿Planes de luna de miel?

    Unas tres horas y un poco más después, ella se despertó con hambre. Para cuando se despertó, Keith ya estaba durmiendo a su lado, miró el reloj de mesa que marcaba la medianoche.

    Salió de la cama muy despacio, y se acercó a la pequeña heladera de la suite, la abrió, y revisó lo que había dentro.

    Tomó una lata de gaseosa y dos paquetes de snacks de queso.

    Se sentó en la silla, y abrió uno de los paquetes y la lata también. Aunque no quiso hacer ruido, al abrir la gaseosa, fue inevitable.

    —¿Qué haces despierta?
    —Me has asustado, tengo hambre.
    —¿Por qué no pides comida, al restaurante?
    —¿Está abierto a ésta hora?
    —Si mal no recuerdo, hasta la una y media de la madrugada lo está.
    —No, me arreglaré con esto que tengo —le contestó la joven, él se levantó de la cama, y se puso el pantalón largo del pijama.

    Salió de la habitación, y volvió un rato después con un carrito de comida.

    —Como tú no ibas a llamar, lo he llamado por ti, me entregaron lo primero que tenían disponible —le dijo rotundamente y posó un plato frente a ella y quitó la tapa del plato.
    —No te pedí que lo hicieras.
    —Yo tampoco cené, así qué, sería muy bueno cenar tranquilamente.
    —¿Por qué no cenaste?
    —Porque no me gusta comer solo y porque no lo creí apropiado.
    —No comes con mi boca y ni tampoco viceversa, y no es la primera vez que cenas solo, en la empresa almorzabas solo.
    —Es diferente, ahora nos llevamos bien, y estás aquí y no quiero comer más solo —le dijo y ella agachó la mirada hacia el plato.
    —¿Seguro que estamos bien? Porque hasta hace unas horas atrás, seguías enojado conmigo.
    —No estoy enojado, estoy molesto, porque tendrías que habérmelo dicho.
    —Es solo un número, nada cambia.
    —Me siento como...
    —¿Cómo qué? No me has hecho nada que yo no haya querido, Keith. Te amo, y me ha gustado mucho lo que me has hecho.
    —Pero no voy a tocarte hasta que cumplas veintiuno.
    —Quién contra ti, Keith —le dijo ella, moviendo la comida con el tenedor—, qué rico —comentó cuando degustó un pedacito de la comida servida en su plato.
    —¿Era verdad? —le preguntó él, mirándola a los ojos.
    —¿Qué cosa? —le preguntó mirándolo perpleja y sin entenderlo.
    —¿Que te hice pasar una noche maravillosa?
    —Sí, era verdad —le contestó sinceramente, sin poder mirarlo a sus ojos, y enfocó la mirada a la ventana.
    —Mírame a los ojos, Cassandra —le dijo.
    —¿Qué pasa, Keith? —le preguntó sintiéndose cohibida por demás y sintiendo sus mejillas y orejas arder de la vergüenza de aquel momento frente a él.
    —¿Te gustaría ir de luna de miel a París?
    —No lo creo para nada.
    —¿Algún otro país entonces?
    —No ha estado jamás en mis planes una luna de miel cara, mis planes en cuanto a luna de miel se refería, era de un solo fin de semana en algún lugar de Estados Unidos.
    —Cassandra, vas a tener que acostumbrarte a ser rica.
    —Lo sé, pero no es algo que esperé tener.
    —Me imagino que no, pero se te dio así y no puedes darle la espalda.
    —No me acostumbro al cambio.
    —Debes de acostumbrarte al cambio, ¿quieres París u otro país?
    —Prefiero Estados Unidos.
    —París entonces —le dijo zanjando el tema del viaje.
    —Yo no he dicho nada todavía.
    —Pues yo sí. Nos iremos a París, te mereces una luna de miel.
    —¿Por qué?
    —Porque yo lo quiero. Y porque te amo.

    La joven ni siquiera se atrevió a cuestionarle algo más, solo se dedicó a terminar de cenar, y luego volvió a la cama, él hizo lo mismo.

    Ella solo esperaba que por lo menos le pidiera disculpas por la manera que tuvo en reaccionar como lo había hecho cuando supo sobre su verdadera edad.

    —¿Por qué me miras así? —le preguntó ella.
    —Porque eres muy bonita.
    —¿No me dirás algo más?
    —¿Cómo qué?
    —Por ejemplo: como pedirme disculpas por la forma en que me hablaste antes, cuando supiste mi edad.
    —Mañana tengo que ir a la empresa —le dijo, evitando su comentario.
    —Veo cómo me ignoras —le contestó ella, molesta, y le dio la espalda.
    —¿No quieres saber? Tengo una empresa aquí también, y necesito ir a visitarla para ver cómo va todo, y de paso quedarme a trabajar un poco.
    —Buenas noches, Keith.
    —Buenas noches —le contestó él, acercándose a ella—, dulzura —le dijo al oído.

    De esa manera, él se quedó dormido, detrás de ella y abrazándola por la cintura, ella se terminó por dormir recordando las últimas palabras de él.

    A la mañana siguiente, alrededor de las ocho y media, sonó el despertador, avisándoles que debían levantarse. El primero, fue Keith, quién de inmediato entró al baño para ducharse, mientras que ella se estiraba en la cama y decidía si iba o no a la empresa con él. Unos minutos después, Keith salió duchado y ella entró al baño con la ropa en sus manos, cerró la puerta sin dirigirle la palabra, y él aprovechó en pedir el desayuno en la suite.

    Ella salió del baño, vestida con una falda tubo, una blusa, chaqueta, medias de nylon, zapatos de taco alto, y maquillada también. Se sentó frente a él, y se dispuso a desayunar con tranquilidad.

    —Buenos días.
    —Buen día.
    —¿Irás conmigo?
    —Primero decidí que no, pero luego lo pensé bien, y me dije que iría contigo, no quiero quedarme encerrada en la suite, me aburro y prefiero salir.
    —Puedes ir al centro comercial y pasear sino quieres acompañarme.
    —Prefiero ir contigo.
    —Está bien, creo que es hora que conozcas la empresa y el mundo donde me manejo —le dijo y miró detenidamente lo que estaba usando su esposa—, estás demasiado recatada.
    —Creí conveniente ponerme esto que algún vaquero.
    —Creo que quieres causarles buena impresión, ¿verdad?
    —No tanto por ellos, si no por ti, no quiero hacerte quedar mal.
    —Ya veo.
    —Es la verdad, por más que me vista bien, algo me delatará, y no quiero que te sigas enojando conmigo —le dijo y llevó un pedazo de omelet de queso a su boca.
    —Ya te he dicho que no estoy enojado contigo.
    —Pues parece que sí lo sigues estando.
    —No lo estoy, estoy algo molesto que es diferente.
    —Entonces, ¿por qué me sigues tratando con frialdad?
    —¿Cómo quieres que te trate entonces?
    —No lo sé, pero no así, no me gusta el trato frío hacia mí, si me compraste el pasaje para que viniera aquí era porque esperaba otra cosa de ti, no he venido para sentirme con la culpa de haberte dicho mi verdadera edad, creo que no fue bueno haber venido —le dijo seriamente y siguió comiendo.
    —Si quieres, puedo comprarte un pasaje de vuelta a Beverly Hills, y me dejas de fastidiar.
    —Estoy segurísima que lo harías.
    —¿Quieres o no?
    —No, no quiero.
    —Pues entonces, no me molestes más con eso.

    Ella terminó de desayunar unos minutos después, y volvió a entrar al baño para lavarse los dientes nuevamente y se puso por último el desodorante de frutas. Una vez que salió del baño, tomó un bolso rojo y metió sus cosas personales dentro.

    Rato después, ya estaban yendo a la empresa con el auto del hotel. Su empresa quedaba en el centro de Nueva Orleans, donde estaban las grandes empresas y los altos e imponentes rascacielos. Había un bullicio de gentío desde una hora temprana aquel lunes, y lo mismo estaba segura que lo sería durante toda la semana de trabajo.
     
  2.  
    Autumn May

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    Escritora
    Título:
    Amor se paga con Amor
    Clasificación:
    Para todas las edades
    Género:
    Drama
    Total de capítulos:
    37
     
    Palabras:
    2233
    Capítulo 19
    Perdón aceptado y cena de negocios

    Llegaron a la empresa a los veinticinco minutos de haber salido del hotel. Ella, se bajó del auto sin su ayuda y tomó el bolso en la mano. Cerró la puerta del asiento trasero, y esperó a que él fuera por delante de ella.

    Keith, la presentó ante los demás empleados y luego la llevó dentro de su oficina. Le dijo que me sentara donde más quería, y a partir de allí, él se dispuso a trabajar en el proyecto que estaba llevando a cabo.

    Si Cassie sabía que iba a ser de esa manera, le hubiera negado ir a su empresa, se sentía como una estatua sin poder hacer nada y solamente mirar alrededor de su bonita y muy masculina oficina.

    —¿Quieres que te ayude en algo?
    —No, gracias.
    —¿Una taza de café?
    —Me la traerá mi secretaria.
    —Pero puedo traértela yo también.
    —De acuerdo, tráemela tú, entonces.
    —Enseguida te la traigo —le dijo ella, y él se reclinó en su silla giratoria.

    Unos diez minutos después, ella volvió a su oficina.

    —Aquí tienes —le contestó apoyando la taza sobre una servilleta que había puesto en su escritorio.
    —Gracias.
    —No fue nada ¿quieres que te traiga algo más?
    —No, nada más, siéntate, por favor.
    —Está bien —le dijo y lo hizo.

    Ella, no sabía qué hacer, no hacia ruidos y ni tampoco se removía en el sillón como para llamarle la atención. Lo único que hacia era verse las uñas, tan pulcras que las tenía, pintadas de rojo y no tan cortas.

    —Cassandra.
    —¿Qué? —le preguntó, alzando la vista hacia él.
    —¿Me ayudas con algo?
    —Lo que quieras, Keith.
    —¿Ves el archivador de allí? Necesito que saques las carpetas del primer cajón, ¿puedes revisarlas y separarlas por fechas?
    —¿Por fechas?
    —Sí, algunas son del año pasado y otras de este año.
    —Está bien, lo haré.
    —Los necesito para hoy a la tarde.
    —Bueno ¿para qué hora?—le preguntó.
    —Para las cinco.

    Apenas él le dijo el horario, ella volvió a sentarse en el sillón de cuero negro, y se dedicó a realizar la tarea asignada por su marido. Unas horas después, ya eran casi las tres de la tarde, ni él y ni mucho menos ella habían levantado la cabeza en sus cosas. Cassie, ya estaba sintiéndose sofocada de calor, se desabrochó el moño de la blusa y desabotonó los dos primeros botones, se remangó, desabotonando los botones de los puños, y se abanicó con una de las carpetas vacías.

    —Keith… —lo llamó casi sin levantar la voz.
    —¿Qué pasa? Estás pálida —le dijo y de inmediato fue a sentarse a su lado y la abanicó con la carpeta vacía que tenía en una de sus manos.
    —Necesito algo de azúcar, o algo dulce, por favor, me siento muy débil.
    —Ya mismo te traigo algo dulce —le respondió y salió de su oficina.
    —Señor Astrof ¿está todo bien?
    —Mi esposa no se siente bien, enseguida vuelvo.
    —Sí, señor —le respondió ella y volvió a su trabajo.

    Keith, volvió a los pocos minutos, con una taza con azúcar dentro de la misma y una cuchara de café. Se volvió a sentar al lado de ella y le dio en la boca el azúcar para que lo comiera.

    —Estás demasiado abrigada todavía —le dijo quitándole él, el cinturón de su cintura y desabotonándole unos botones más la blusa.
    —No me siento tan débil ahora.
    —Aun así, creo que exageraste en vestirte así, no hace frío ya, dentro de poco empieza la primavera, ya casi se ha ido el invierno —le dijo y mientras tanto le quitó también las medias de nylon de los muslos.
    —Siento una languidez terrible en el estómago.
    —Son las tres y dieciséis, creí que era más temprano, no has comido nada.
    —Y tú tampoco.
    —Yo soporto sin comer por horas, tú no ¿qué quieres comer?
    —Cualquier cosa estará bien.
    —¿Hamburguesa?
    —Está bien, doble de cuarto de libra con queso.
    —A mí también me gusta esa, le diré a Alexa que las vaya a comprar.
    —Bueno.

    Un poco más tarde, volvió a sentarse a su lado nuevamente.

    —Ya casi termino con los papeles —le respondió ella.
    —Deja eso ahora Cassandra, no hay apuro.
    —Sí lo hay, los necesitas para hoy a la tarde, y ya es la tarde.
    —No me hagas enojar, Cassandra.
    —Creí haberte escuchado decirme que todavía lo estabas.
    —No empieces otra vez con eso.
    —Lo siento, en serio, lo siento por todo, por esto y por decirte mi edad, cuando creías que tenía la mayoría de edad, por favor solo dime si quieres que me vaya y lo haré —le dijo ella casi sollozando y le tocó su mejilla con una de sus manos.
    —No quiero que me pidas perdón, si vamos a dejar las cosas en claro, yo soy el que te tiene que pedir disculpas a ti principalmente, reaccioné muy mal cuando me dijiste la edad que tenías, no estuvo bien de mi parte, me cuesta creer que tengas veinte y no veintiuno.
    —Dentro de un par de meses los tendré.
    —Sí, lo sé, y no quiero que te vayas para Beverly Hills, me he portado como un bruto ésta mañana en el desayuno, lo siento.
    —Perdonado, no quiero que dejes de tocarme.
    —A mí me está matando no tocarte.
    —Hazlo, porque necesito que me toques, Keith, porque sinceramente, siento como si la primera vez contigo jamás la hubiera tenido —le expresó sinceramente y tocaron a la puerta.
    —Pase —respondió él.
    —Traigo las hamburguesas.
    —Gracias, Alexa.
    —De nada —le dijo ella, mientras dejaba la bolsa sobre la mesa—, ¿se siente mejor, señora Astrof? —le preguntó muy amable.
    —Sí, gracias, por favor, llámame Cassandra.
    —Está bien —le dijo con una sonrisa genuina—, buen provecho.
    —Gracias —le dijeron ambos y ella se retiró de la oficina.
    —Me gusta, es muy agradable —le comentó ella sobre su secretaria.
    —Lo es, hace años que la conozco, siempre ha sido así con las personas, incluso con Margot. ¿Te sientes mejor?
    —Sí, gracias, necesitaba comer algo.
    —¿Quieres irte ya?
    —Todavía no terminé con lo que dejé.
    —Mañana lo puedes seguir —le dijo y volvieron a tocar a la puerta—, pase.
    —Señor Astrof, el señor Marshall, está en la línea 5, necesita hablar con usted.
    —De acuerdo, gracias Alexa.
    —Con permiso —le dijo y se retiró nuevamente de su despacho.
    —Sí, señor Marshall, sí, calculo que dentro de una semana y media a más tardar dentro de dos semanas, ya estará listo todo, sí, no, no puedo, tendrá que esperar para más adelante, me voy de luna de miel, está bien, ¿en dónde? Sí, lo conozco, ¿y a qué hora? De acuerdo, a las ocho y media allí estaremos, hasta luego —le dijo y cortó la llamada—, hoy tenemos cena con uno de los empresarios que conociste en Beverly Hills.
    —No pude evitar escuchar que a más tardar dentro de dos semanas se termina el proyecto.
    —Sí, si hago que se apuren los empleados, en una semana y media ya estará todo listo.
    —¿De qué es el proyecto?
    —Un nuevo barco de gran tamaño. Éste empresario que acaba de llamar, es inglés, y ha venido aquí porque está interesado en llevar este barco al mercado inglés.
    —¿Y cómo hará para trasladar el barco a Inglaterra?
    —Primero hará una presentación mostrando el modelo y dando un detallado itinerario de las cosas que tiene, luego se verá si las personas de su circulo están interesados en mi barco o no.
    —¿Y si no es lo que esperabas? No quiero ser pesimista, pero si no lo aceptan, perderás mucho dinero en esto, Keith.
    —Si no arriesgo, no gano, y no es la primera vez que hago algo semejante, tuve pérdidas, pero tuve ganancias y muchas también, así qué, ya estoy curtido en esto.
    —Me parece bien entonces —le dijo sonriéndole.
    —¿Quieres que nos vayamos ya?
    —Como tú quieras.
    —Vámonos mejor, podemos ir caminando hasta el hotel si te sientes mejor.
    —Está bien, lo que tú quieras, Keith—le dijo poniendo las medias dentro del bolso y volvió a colocarse la chaqueta.

    Unos minutos después, salieron de su empresa, y caminaron por el centro de Nueva Orleans.

    —¿Vamos a comprarte algo para ésta noche?
    —Tengo ropa ya.
    —Quiero comprarte un bonito vestido.
    —¿Acaso no puedo ir con falda y blusa?
    —Me gustan cómo te sientan los vestidos.
    —Me gustan las faldas y los pantalones también.
    —Me gustan tus piernas, Cassie.
    —No estás más enojado conmigo.
    —No.
    —¿Sabes algo? Los que me han visto antes de entrar a tu empresa creerán que entre tú y yo ha pasado algo, porque no tengo más puestas las medias de nylon.
    —Pueden pensar lo que quieran, al fin y al cabo somos marido y mujer.
    —Pero solo una vez lo hemos hecho, y no quiero eso.
    —Sabes lo que sigo pensando.
    —¿Piensas llevarme de luna de miel y no me tocarás?
    —Puede que vayamos luego de tu cumpleaños.
    —Eso no es justo, Keith, juegas muy sucio.
    —Lo sé y me gusta —le dijo riéndose perversamente.
    —Cretino.
    —Insistente y acosadora.
    —Me haces desear.
    —¿Qué te hago desear?
    —Estar otra vez entre tus brazos —le expresó sinceramente, ella se puso toda colorada y él le esquivó la confesión para preguntarle otra cosa fuera de tema.
    —¿Te gusta ese vestido? —le preguntó para que mirara el escaparate.
    —Es lindo.
    —¿Quieres ver si tienen talla para ti?
    —Parece caro.
    —Nueva Orleans de por sí ya es cara, ven, entremos al local —le dijo y la hizo pasar a ella primero.
    —Buenas tardes ¿en qué puedo ayudarte?
    —He visto el vestido verde de la vitrina ¿quería saber si habría alguna talla para mí?
    —No creo que haya talla para ti.
    —¿Hasta qué talla viene?
    —Hasta el seis.
    —Soy un seis.
    —Es tamaño normal.
    —¿A qué te refieres con tamaño normal?
    —Es un seis, pero medida chica.
    —Quiero probármelo igual.
    —Veré qué puedo hacer —le respondió casi de mala manera y fue al depósito.
    —Prefiero que nos vayamos del local —le dijo Keith.
    —No, no me iré hasta no probármelo —le contestó y la dependienta volvió.
    —Lo siento, no me queda más ese talle.
    —Gracias —le contestó y se fueron de allí.
    —Te dije que era mejor irnos.
    —Tú insististe en entrar.
    —Porque creí que tendrían tu talla.
    —Tienen mi talla, el problema es que no le he caído bien.
    —¿Por qué lo dices? Sí ni siquiera te conoce.
    —¿Por qué lo digo? Es obvio ¿no? Te comen con los ojos, Keith, y odian verte conmigo.
    —Me doy cuenta de eso, pero no puedo hacer nada al respecto, ven, vayamos a la próxima tienda.

    Caminaron unas calles más al centro de la ciudad bulliciosa, y entraron a una tienda prestigiosa y cara. Los atendieron muy bien y Cassie revisó las perchas de los vestidos de cóctel, y Keith le mostró otro que tenía en su mano sostenido de una percha.

    —¿Qué te parece este? Es bonito, me gusta el color para ti.
    —¿Estás loco? Es un Lanvin y es carísimo encima.
    —Cassandra, todo aquí dentro es caro.
    —Lo sé, pero no puedo dejarte que me compres el vestido, deja que vaya con una falda y una blusa de las que me has comprado antes.
    —Yo quiero verte con un vestido corto —le contestó él y ella se sorprendió.
    —Está bien, tú ganas.
    —Pruébatelo y me lo muestras.
    —Está bien.
    —Ven, por aquí, querida —le dijo la mujer que la estaba atendiendo tan amablemente.

    Entró al probador, se desvistió y se colocó el vestido corto de color verde oscuro tirando a un color petróleo. Apenas se lo terminó de ajustar por el cierre hasta la mitad que tenía en la espalda, ella salió del vestidor con los zapatos puestos también.

    —Me gusta mucho cómo te queda ¿y a ti?
    —Sí, es lindo.
    —Cassandra, deja que te lo compre, por favor.
    —De acuerdo, Keith.
    —Gracias —le dijo él y ella volvió a entrar al vestidor para quitárselo.

    Apenas salió del mismo, con la ropa puesta, le entregó el vestido a la dependienta y ésta misma lo llevó a la caja registradora para envolverlo en un bonito paquete y meterlo dentro de una bolsa de cartón con el nombre de la marca, mientras que otra mujer le cobraba a Keith tres mil trescientos cuarenta dólares por el vestido.

    Cassie, se sentía como si habría cometido algún asesinato y sería la culpable. Aquella compra tan elevada y exagerada de Keith hacia ella por un vestido que solamente pagabas la marca en sí, la había hecho sentir miserable.

    —Faltan los zapatos, la cartera, y los accesorios.
    —Por favor, Keith, ya no más, de veras, te agradezco el vestido, pero no quiero más cosas.
    —Por favor, acéptamelas como una disculpa por todas cosas que te he…
    —No, no vuelvas otra vez a lo mismo, Keith, no quiero volver a ese tema nuevamente, ya te has disculpado conmigo y he aceptado tu disculpa, ya no sigas, por favor.
    —Pero te faltan más cosas.
    —No me falta más nada, me arreglaré con las cosas que puse en la maleta, ¿de acuerdo?
    —De acuerdo, Cassie.

    Llegaron al hotel, subieron a la suite una vez que su marido le dieron la llave magnética, y ella entró primero por la caballerosidad de él.

    Keith, dejó que ella se diera una ducha primero, y a los quince minutos, salió con una toalla y otra como turbante en su cabeza.
     
  3.  
    Autumn May

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    Pluma de
    Escritora
    Título:
    Amor se paga con Amor
    Clasificación:
    Para todas las edades
    Género:
    Drama
    Total de capítulos:
    37
     
    Palabras:
    3229
    Capítulo 20
    Reconciliación

    Mientras él estaba duchándose, ella terminaba de vestirse, solo le faltaba calzarse el par de zapatos después de dejarse secar sus uñas y, luego los accesorios y cartera. Cuando su marido salió del baño, ella se estaba secando el pelo para pronto, peinárselo. Al estar ya maquillada muy natural, lo único que debía de hacer, era esperar a su marido que terminara de vestirse, y lo hizo en el comedor principal.

    —Estás muy linda —le dijo sincero, cuando salió de la alcoba.
    —Gracias. Te dije que iba a encontrar accesorios y zapatos en la maleta.
    —Sí, ya veo —le dijo riéndose— ¿vamos ya?
    —Sí —le contestó y los dos salieron de la suite.

    Una vez que bajaron al hall principal del hotel, un auto los estaba esperando para llevarlos al restaurante donde se había hecho la reserva con antelación. Keith, sin atisbo de dudas, tomó la mano de la joven entre la suya, ella lo miró sorprendida, y volvió la vista al frente cuando sintió que su marido la estaba por mirar. Ninguno de los dos habló, y se dedicaron a contemplar la ciudad en donde estaban. El chofer condujo con lentitud y profesionalismo, y pocos minutos después, los dejó frente al restaurante. Él se bajó primero, y luego ella se bajó con su ayuda. El hombre le dio propina al chofer, y terminó dándole las gracias. Ambos entraron al lugar y el señor que había hablado por teléfono con Keith ya estaba ya esperándolos. A su lado estaba su esposa y una jovencita de la misma edad que Cassandra, a la cuál, el hombre mayor, la presentó como su nieta recién llegada de Francia. La joven pareja se sentó, y pronto comenzaron a charlar.

    Los hombres, de negocios, y ellas tres de todo un poco.

    —He llegado recién ayer de Francia, la ciudad es encantadora, ojalá que algún día vayas —le dijo la nieta de la pareja, llamada Chloé.
    —Iremos pronto de luna de miel a París, seguro que me gustará.
    —¿Estás casada? —me preguntó asombrada Chloé.
    —Sí —le respondió sonriéndole.
    —Pareces muy joven —le respondió la joven.
    —Veinte.
    —Un año más que yo ¿y ya casada? Te compadezco.
    —¿Por qué? No es tan malo el matrimonio.
    —No, salvo por la falta de diversión que te pierdes.
    —Yo opino lo contrario, puedes tener la diversión estando casada igual, no necesitas mucha gente para pasarla bien, si tienes un compañero divertido, la pasas bien de todas maneras.
    —No veo a tu marido tan compañero contigo y menos divertido.
    —Disiento contigo, Chloé, Keith es muy divertido, salvo que no lo hace notar.
    —Creo que es más seco que una pasa de uva —le terminó de decir y Cassie se rio a carcajadas.
    —No te creas que es tan así.

    La conversación derivó a otra cosa, y así sucesivamente. Ya más entrada la noche, la pareja volvió caminando por el centro de la ciudad, tomados de la mano.

    —¿Vamos a tomar algo? Es temprano todavía.
    —¿Mañana no tienes que trabajar?
    —Sí, pero recién a las diez tenemos que ir.
    —Está bien, como quieras entonces, por mí sabes que no hay ningún problema.
    —Vamos entonces ¿dónde quieres?
    —Estoy falta de ideas.
    —Creo que ya sé dónde podríamos ir.
    —¿Dónde?
    —Al centro de la ciudad.
    —Estamos yendo hacia allí, la ciudad es grande, dime dónde.
    —Al Bombay Club.
    —Suena raro.
    —Sí, lo es. Pero el ambiente me gusta mucho.
    —Bueno, vamos allí entonces —le dijo dándole un beso en una de sus mejillas.

    Luego de pasar casi dos horas dentro del bar y con un lindo ambiente, volvieron al hotel a pie, ésta vez, ella con el saco del traje de Keith puesto en sus hombros, porque la joven tenía frío y él se lo colocó sobre ella luego de darle un beso en su frente. Pronto llegaron donde se hospedaban, y subieron a la suite luego de pedir nuevamente la llave magnética.

    —Ha estado muy bonito el bar al que me llevaste —le contestó ella, contenta.
    —Me alegro que te haya gustado.
    —Sobre todo, el ambiente.
    —Mejor así.

    Cassandra, fue a la recámara y se dispuso a sacarse la ropa para luego ponerse el camisón. Él, entró siguiendo sus pasos.

    —¿Qué te parece si cuando termino este proyecto, nos vamos de luna de miel?
    —Es lo que le habías dicho al señor Marshall ¿o no?
    —Sí, es verdad, entonces lo ideal sería ya ver hoteles en París.
    —¿Puedo verlos contigo?
    —Me gustaría que sea sorpresa.
    —Prefiero que no, sé la clase de hotel que querrás y no quiero eso, sabes que no me siento cómoda con los lujos en los que estás acostumbrado tú.
    —Será nuestra luna de miel, tiene que ser perfecta, para ti lo tiene que ser, Cassie.
    —No me importa que sea lujosa, solo quiero pasarla bien contigo, en todos los sentidos.
    —Lo sé, pero quiero algo único y que sea inolvidable para ti.
    —Lo será de cualquier otra manera, Keith.
    —No me convencerás, Cassandra —le dijo riéndose y besando el costado izquierdo de su cuello.
    —Ya me doy cuenta que no —le expresó y ella terminó poniéndose el camisón.
    —¿Ya te vas a dormir?
    —Sí, tengo un poco de sueño, a no ser que quieras hacer otra cosa más —le contestó insinuantemente hacia él.
    —Es lo que quisieras, pero te dije que no, hasta que cumplas veintiuno.
    —En dos semanas vamos de luna de miel ¿qué piensas hacerme allí?
    —Puedo hacerte muchas cosas sin intimar contigo.
    —¿Estás muy seguro?
    —Claro que sí. Sé bien que puedo volverte loca con tan solo estar cerca tuyo.
    —Eres un cretino —le contestó ella, arrojándole un almohadón, el cuál impactó en el rostro masculino.
    —No juegues con fuego, Cassandra, porque puedes quemarte.
    —Tú, si esperas te chamuscarás, Keith —le dijo riéndose a carcajadas y él se rio con ella también.

    Ambos se fueron a dormir.

    La mañana del siguiente día, en el desayuno, mientras charlaban de todo un poco, se gastaban bromas mutuamente también.

    —Me gusta que estés así conmigo —se sinceró con él.
    —Eres muy divertida, y simpática por demás—le dijo y ella se ruborizó por completo.
    —Gracias, Keith.
    —De nada, Cassie, en serio te lo digo, no pensé que llegarías a ser así como ahora.
    —Siempre me dijiste que era aburrida.
    —Estaba equivocado, eres increíble —le confesó y la joven se lo quedó mirando más que sorprendida.
    —No me esperaba esto.
    —Ya lo sé que no, pero no puedo negártelo, en serio, eres encantadora, y cometí un tremendo error cuando te dije de un principio que eras aburrida, no lo eres para nada, eres todo lo contrario.
    —Gracias, en serio, es el mejor halago que podías haberme dicho jamás.
    —Gracias a ti por ser como eres conmigo —le contestó, ella se levantó de la silla que tenía frente a él, y se sentó en su regazo.

    La muchacha lo besó, y fue hacia su cuello y garganta. Mordisqueó esta última, y sintió cómo su marido se removía en la silla, mientras que la tenía abrazada de su cintura y la mano izquierda de él, yacía sobre los muslos de su esposa.

    —Será mejor que vuelvas a sentarte.
    —¿Por qué?
    —Sabes bien porqué, Cassandra.
    —Por favor, ya tuvimos intimidad ¿qué más da ahora o más tarde, Keith?
    —Por favor, es en serio Cassandra, no me hagas desear esto.
    —Tú fuiste el único que pidió no tocarme.
    —No me lo eches en cara, estoy haciendo un esfuerzo enorme para no llevarte a la cama.
    —Tenemos media hora por delante —le dijo dándole besos en el camino que formaba la masculina mandíbula, la cuál, estaba áspera por su barba de días.
    —Estás un poco osada ¿no?
    —Sí, un poco —le dijo riéndose por lo bajo.
    —Guarda la osadía para más tarde, terminemos de desayunar y vistámonos, Cassandra.
    —De acuerdo, Keith, aguafiestas —le terminó de decir, le dio un sonoro beso en su mejilla y luego se levantó de su regazo para ir a sentarse a la silla frente a él.

    Luego de terminar de desayunar, ella se puso algo menos formal. Una falda escocesa corta, zapatos amarillos, remera de abrigo de mangas largas de color gris, accesorios al tono, y una cartera tostada.

    Se maquilló muy natural, y luego se peinó. Terminó por perfumarse y luego salieron de la suite para irse una vez más a la empresa.

    Una nueva pero pequeña discusión volvió a armarse entre los recién casados, quiénes conversaban sobre una prenda de ropa que ella tenía puesta.

    —Esa falda está muy corta.
    —Tú me la compraste, y ya lo sé, intento bajarla más, pero me es imposible con el trasero que tengo.
    —Por lo menos cuando caminas no se te ve nada, pero ni siquiera intentes agacharte porque se te verá todo.
    —Te lo repito, tú me la compraste, no te quejes ahora.
    —No me estoy quejando de lo corta que es.
    —Me dijiste antes que lo estaba, que estaba corta.
    —Sí, lo está, pero si no te agachas no se te verá absolutamente nada.
    —Está bien, no intentaré agacharme, pero en verdad tan corta no me gusta usar una falda, no me siento cómoda para nada.
    —Eso te pasa por mentirme con tu edad —le dijo riéndose y burlándose de la situación.
    —Cretino.
    —Mentirosa.
    —Embustero.
    —Infantil.
    —Viejo.
    —Eso no me gustó.
    —Ah ¿no te gusta? Pues te jodes.

    Él se rio por lo bajo, y luego entraron al coche del hotel para que los llevara a su empresa. Tiempo más tarde, ya estaban dentro de su oficina, él con su proyecto y ella volviendo a separar los papeles por fechas como lo había estado haciendo el día anterior por la mañana y parte de la tarde también. Alrededor del medio día, Keith prefirió cortar el trabajo para almorzar, y posteriormente lo retomaron. Y una vez más, alrededor de las cuatro de la tarde, Alexa, después de golpear la puerta del despacho de su jefe, entró diciéndole a él, que la nieta del señor Marshall, estaba en la recepción, esperando para invitar a Cassie a ir de compras.

    —No lo sé, está aquí por Cassandra, me dijo que le dijera si quiere ir con ella de compras —contestó su secretaria.
    —No me gusta ir de compras.
    —Hazle entender eso a una chica de diecinueve años, Cassandra.
    —Tengo un año más que ella, y sinceramente no son de mi agrado las compras, y aún así tengo que terminar éstas cosas.
    —Ve con ella, Cassie —le dijo Keith.
    —No, no tengo ganas de ir y tengo que terminar esto.
    —Mañana lo podrás seguir, Alexa —le emitió Keith—, dile que en unos minutos, Cassandra, irá de compras con ella.
    —De acuerdo, señor Astrof —le dijo y cerró la puerta detrás de ella.
    —No quiero ir, Keith.
    —Ve, te distraerás, y a mí me distraerás también, porque al tenerte aquí dentro, no dejas que me concentre como es debido.
    —Bueno, está bien, iré, por lo menos me voy contenta de saber que te estoy surtiendo el efecto deseado —le dijo riéndose a carcajadas.
    —Sí, lo estás haciendo y no deberías estar haciéndolo tan rápido el efecto en mí, es peligroso.
    —¿Por qué es peligroso? —le preguntó ella con picardía.
    —Porque me haces imaginar cosas que no son inocentes contigo.
    —Es bueno saberlo —le respondió volviendo a reírse—, me iré con ella entonces ¿cómo nos volvemos a encontrar? —le preguntó ya que ella no tenía teléfono móvil.
    —Estaré aquí, esperándote.
    —Ojala que no se tarde tanto, y a la hora estar volviendo.
    —Son recién las cuatro, creo que a las seis terminarás como temprano, si ella te hace recorrer toda Nueva Orleans.
    —Qué aliciente que me das, Keith, eres un amor —le dijo sarcásticamente.
    —Por lo menos te vas a distraer.
    —Tú tendrías que ser el que se esté distrayendo, y no yo.
    —Cassie, en serio, vete con Chloé, parece buena chica, estoy seguro que la pasarán bien las dos juntas.
    —Sí, parece buena chica, está bien, iré con ella, y gracias.
    —No hay de qué, toma —le expresó él, entregándole dinero—, cómprate algo, lo que quieras.
    —No, Keith, la acompañaré, pero no me compraré nada.
    —No seas tonta, por favor, acepta el dinero que te doy, Cassandra.
    —Keith, por favor, no me siento cómoda cuando me des dinero.
    —En serio, tómalo y cómprate algo, por favor ¿sí? —le dijo mirándola detenidamente a sus ojos.
    —Está bien —le contestó sin quitar su mirada de la suya—, muchas gracias.
    —De nada —le dijo sonriéndole y apenas terminó de correr un mechón de pelo sobre su frente, le dio un beso en sus labios, el cuál la muchachale correspondió también.

    La joven, tomó su cartera, se la colgó en el hombro izquierdo y salió de la oficina. Una vez que bajó a la recepción, ambas se saludaron y se fueron las dos a pasear por las calles de Nueva Orleans. A pesar de haberle dicho a su marido que no iba a comprarse nada, había estado equivocada, ya que cuando entraron a una tienda de ropa interior, ella terminó por elegir un bonito y femenino conjunto de ropa íntima.

    —Veo que te gusta mucho ésta tienda —le dijo Cassie.
    —Es una de las mejores en cuanto a lencería fina, deberías comprarte un conjunto.
    —No acostumbro a comprarme cosas, y ni tampoco ropa interior, pero me gustó mucho este —le contestó mostrándoselo—, y me lo compraré.
    —Mal hecho que no te compras ropa interior o prendas de vestir, con ese marido que tienes, yo me pondría cada cosa pervertida que jamás te podrías llegar a imaginar —le dijo y Cassie de la vergüenza enrojeció, aunque se quedó descolocada en cierta forma por lo que había dicho sobre su marido—, pero me gusta mucho que te hayas decidido en comprarte un conjunto, es muy bonito.
    —Estás hablando de mi marido, Chloé. Y gracias.
    —Sí, lo sé, y por eso mismo te lo digo, Cassandra, no querrás que otra te lo saque.
    —Estoy muy bien con él.
    —Sí, al principio, pero en la calle se puede conseguir cualquier cosa, tú misma lo sabes.
    —Bueno, sí, sé que hay cualquier mujer en las calles, pero no creo que Keith sea de esos hombres que se conforman con cualquier cosa que ven.
    —Todos los hombres son iguales a la larga, Cassandra, tu marido no es la excepción a la regla.
    —No me gusta que hables así de mi marido, no lo conoces cómo es en lo absoluto —le dijo un tanto molesta, haciéndoselo notar.

    Una vez que ambas pagaron sus conjuntos, salieron de la prestigiosa tienda.

    —Tengo que irme, ya es demasiado tarde, gracias por la salida —le respondió, Cassie.
    —De nada, y en verdad te pido disculpas por haberme ido de boca.
    —No te preocupes, ya pasó —le dijo sonriéndole y ella le sonrió también—, nos vemos —contestó la joven Cassandra, dándole un beso en la mejilla, el cuál Chloé correspondió también.

    Cassandra, volvió a la empresa mediante un taxi. Y segundos después entró nuevamente a su oficina.

    —¿Te divertiste?
    —Creo que sí.
    —Mejor así ¿no? —le preguntó queriendo saber.
    —Eso creo.
    —¿Cómo estuvo su nieta?
    —Supongo que bien, es agradable su manera de ser y cuando habla —le expresó no tan convencida al respecto.
    —Por lo menos tienes a alguien más casi de tu misma edad con la que puedes salir ¿no?
    —Sí, seguro —le dijo sin importancia y hurgó dentro de su cartera—, toma —le entregó el dinero—, lo que sobró de lo que me he comprado.
    —Guárdatelo, Cassandra —le dijo y ella se lo quedó mirando sorprendida a sus ojos—, en serio, guárdatelo y cómprate lo que quieras.
    —¿Por qué?
    —¿Por qué, qué, Cassandra?
    —¿Por qué me das lo que sobró de lo que me diste antes?
    —Porque quiero dártelo, eso es todo.
    —Gracias, no tenías porqué hacerlo, Keith.
    —Lo quise hacer.
    —Me es raro que quieras darme dinero y bastante, cuando antes no me dabas ni siquiera cien dólares ¿por qué, ahora?
    —No quiero que pienses que soy un tacaño.
    —Antes lo pensaba, ahora tengo mis dudas al respecto, me sorprende que me hayas dado dinero y más para comprarme algo que no ha salido de ti, es decir…
    —Sí, lo sé, Cassandra, sé a lo que te estás refiriendo, y quiero compensarte.
    —No tienes que hacer eso, no te pido nada a cambio.
    —Sé muy bien que no me pides nada a cambio, pero yo sí quiero dártelo, te abriré una cuenta bancaria a tu nombre, te depositaré todos los meses dinero.
    —No, por favor, no quiero eso.
    —Lo tendrás aunque no lo quieras, dispondrás de ese dinero que te depositaré para que hagas lo que quieras con él, quiero que te sientas cómoda.
    —Eso no me hace sentir cómoda y lo sabes bien, Keith.
    —Sí, lo sé, pero tendrás que acostumbrarte a eso.
    —Sí lo acepto, quiero algo a cambio.
    —Lo que quieras, Cassandra —le dijo él, acercándose a ella, y tocando sus mejillas con suavidad.
    —¿Seguro, Keith? Quiero intimidad contigo.
    —No hasta tu mayoría de edad.
    —Ya me has tocado y si mal no recuerdo fue más que tocarme.
    —No me digas lo que mantengo en mi memoria como algo extremadamente hermoso.
    —Pues entonces, si así lo sientes, quiero intimidad contigo.
    —No, Cassandra, eso está fuera de discusión.
    —Entonces no quiero que me abras ninguna cuenta bancaria, porque no usaré tu dinero.
    —¿Por qué eres tan testaruda?
    —Porque no quiero que me veas como una nena de quince años, Keith, quiero que me veas definitivamente como tu mujer y esposa, y siento que te culpas por haberme tocado íntimamente cuando supiste mi edad verdadera, da lo mismo la edad que tenga, yo no me arrepiento de haberme acostado contigo, no cuando eres mi marido.
    —Está bien, lo acepto, pero hasta la luna de miel, no te tocaré más.
    —Tú eres el que la está complicando ahora, Keith, pero está bien.
    —Y aceptarás esa cuenta bancaria a tu nombre.
    —De acuerdo también con eso, lo que quieras.
    —¿En serio lo que quiera? —le preguntó él, mirándola con fijación a sus ojos.
    —Sí, en serio —le respondió ella con total sinceridad, sin apartar la mirada de la masculina.
    —Muéstrame lo que te has comprado.
    —¿Seguro?
    —Sí, seguro, Cassandra.
    —No es algo que se pueda mostrar dentro de una oficina.
    —¿No? —le volvió a preguntar él, ésta vez muy curioso.
    —No, pero si quieres, espíalo desde dentro de la bolsa —le dijo entregándole la bolsa en sus manos.
    —Tiene caja también.
    —Sí —dijo ella, él la sacó de la bolsa para apoyarla sobre su escritorio y ella comenzó a preocuparse por si alguien más entraba al despacho.
    —No te preocupes, Alexa ya se ha ido a su casa.
    —Ok —le dijo sonriéndole, mientras se sentaba en una de las sillas de cuero negro y acero, frente a su escritorio.
    —Lindo conjunto, sinceramente esa tienda de lencería sabe lo que a un hombre le gusta sobre el cuerpo de una mujer, es muy tú el conjunto.
    —¿Por qué?
    —Porque es delicado, bonito, dulce, y femenino también.
    —Como una niña ¿no?
    —Cassandra, no empieces otra vez.
    —Lo siento, Keith.
    —El conjunto es precioso, y quiero vértelo puesto alguna noche en nuestra luna de miel —le contestó con absoluta decisión, clavando su mirada en la de la joven mujer, y ella se quedó flotando en el aire ante tal declaración por su marido.
    —Está bien —fue lo único que le pudo responder.
     
  4.  
    Autumn May

    Autumn May Entusiasta

    Tauro
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    18 Abril 2013
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    Pluma de
    Escritora
    Título:
    Amor se paga con Amor
    Clasificación:
    Para todas las edades
    Género:
    Drama
    Total de capítulos:
    37
     
    Palabras:
    1637
    Capítulo 21
    Luna de miel esperada

    Dos semanas y media después, la pareja estaba acomodando su pequeño equipaje de mano en el cubículo superior del asiento en primera clase del avión con destino a París. Como siempre, Keith se aseguró de que ella no viera en ningún momento la estadía de su luna de miel, y eso era un pequeño problema para Cassie, ya que a la joven no le gustaba, y no se sentía cómoda con tantos lujos. Ella, se sent[o en el asiento del lado del ojo de buey y se abrochó el cinturón de seguridad, Keith hizo lo mismo que ella también.

    —Como siempre te volviste a salir con la tuya.
    —¿A qué te refieres?
    —A la estadía del hotel que jamás quisiste que viera.
    —¿Crees que es un hotel?
    —Pues supongo que sí, pero no lo sé en verdad ¿me darás pistas?
    —Penthouse, es lo único que te diré.
    —¡¿Penthouse?! —le gritó casi a lo alto.
    —Sí, penthouse ¿por qué el asombro?
    —Porque te habrá costado una fortuna.
    —Puedo solventarlo.
    —No es el hecho, si no la manera en cómo lo gastas.
    —¿Te molesta que quiera gastarlo en nuestra luna de miel? Cassandra, ya te lo dije bien claro, tendrás y deberás acostumbrarte a ser rica, y quiero que tengas una luna de miel como corresponde, con sus lujos y todo lo demás.
    —¿Qué es para ti todo lo demás, Keith?
    —Paseos, vistas a lugares, de todo.
    —¿Cuántos días piensas tener de luna de miel?
    —Sinceramente, estoy de vacaciones, he terminado el proyecto, y como aceptaron llevar el barco a Inglaterra lo celebraremos también, y de paso, disfrutaremos de una merecida luna de miel como nos merecemos, Cassandra, así qué, prepárate para una luna de miel soñada por ti, París, y Cabo San Lucas.
    —Eso es México.
    —Así es.
    —Es demasiado, y lo sabes.
    —Calla y dame un beso —le dijo persuadiéndola y luego de posar sus labios sobre los de ella, escucharon al capitán a cargo.

    Unos momentos después, estaban volando rumbo a París. Les dieron manta y almohadas individuales para dormir, luego de haber cenado en el avión también. Y se dispusieron a dormir, pero, aunque la muchacha trataba de dormir, no podía.

    —Duerme, Cassandra.
    —No puedo.
    —Me pasó lo mismo cuando viaje en un avión por primera vez, entiendo cómo debes de sentirte.
    —Por favor, habla conmigo.
    —De acuerdo, pero bajito ¿de qué quieres hablar?
    —No lo sé, pero puedo decirte que me gusta mucho cuando te me pegas así cerca de mi rostro.
    —¿No te da miedo?
    —¿Por qué habría de darme miedo? No eres malo.
    —No, pero puedo llegar a ser perverso contigo, y más cuando estamos solos en dos países diferentes, no podrás escaparte de mí aunque quisieras.
    —No tengo intenciones de escaparme de ti, ya he visto y sentido lo que puedes hacerme, y me gustó y mucho, y si sientes que me pongo incómoda o con vergüenza, no es porque no me guste, si no, porque no estoy acostumbrada a eso.
    —Lo sé, y eres muy valiente diciéndome esto, y quedándote desnuda frente a mí a pesar que jamás lo has estado frente a un hombre.
    —¿Crees que soy valiente por quedarme desnuda por completo frente a ti?
    —Sí, lo eres, para mí, sí lo eres, Cassie.
    —Gracias entonces, Keith.

    Un rato después, ella se quedó dormida, y Keith se durmió también, apoyando su mejilla sobre la cabeza de la joven, mientras que ella, estaba durmiendo entre medio de su brazo y hombro, ya que él la estaba abrazando por sus hombros. Durmieron durante todo el viaje, y ya por la mañana, les dieron el desayuno, alrededor de las ocho y media de la mañana. Desayunaron tranquilos, luego se lo retiraron y mientras les quedaban unas pocas horas más de vuelo, les pasaron una película, la cuál, vieron muy entretenidos. Alrededor de las once de la mañana, aterrizaron en suelo parisino. Y luego de pasar la aduana, con un taxi se fueron hacia el hotel. El mismo, era el Four Seasons Hotel George V, de la ciudad de París. Apenas terminaron de atenderlos, el botones los condujo hacia su penthouse, y cuando estuvieron allí, Keith le dio una buena propina por traer los equipajes. Cassandra, más miraba, y más incómoda se sentía. Miró todos los lugares y rincones del penthouse, era una belleza y un encanto único, pero todavía sentía que no estaba cómoda y familiarizada con el lujo total que Keith quería darle en su luna de miel.

    —¿Qué te parece?
    —Es precioso —le contestó ella.
    —¿Pero?
    —Pero ya te dije que no me siento cómoda con tantos lujos.
    —¿Va a ser siempre así, Cassandra? ¿Qué en cada hotel que estemos habrá un pero tuyo o qué? —le preguntó molesto y ella se quedó asombrada y se avergonzó también.
    —No, bueno, no lo sé en verdad, por favor no te pongas así conmigo, no es a propósito que lo hago.
    —Cuando estés más calmada, si quieres, hablamos —le dijo, yéndose hacia la puerta de entrada del penthouse.
    —¿A dónde vas?
    —Por ahí, para que te calmes y pienses.
    —No tengo nada que pensar, eso es lo que pienso, y sé que no lo puedo cambiar.
    —Es mejor que vuelva en un rato.
    —¿Dónde vas?
    —No es de tu incumbencia, quiero estar solo.
    —Vuelves al principio ¿no?
    —Eso es precisamente al parecer lo que quieres de este matrimonio.
    —Por favor, no, sabes que no quiero otra vez lo mismo.
    —Porque siempre que pague cosas caras para los dos, más para ti, siempre tú me lo echarás en cara, y ahora mismo estoy bastante furioso, y es mejor que me vaya.
    —Keith, espera, por favor —le dijo, pero él ni se dio vuelta y ni le contestó, salió de la habitación y cerró la puerta a su espalda.

    Cassandra, no sabía qué hacer, y prefirió darse un baño dentro de aquella tina que parecía sacada de alguna revista de decoración lujosa. Preparó todo, incluyendo su ropa interior, la ropa que se pondría, y el par de zapatos también. Hizo correr el agua de la tina, para que se llenara, y mientras tanto se desnudaba también. Se metió dentro de la bañera luego de cerrar la puerta del baño. E intentó relajarse, dejando las velas encendidas y las dos luces que estaban arriba de los dos cuadros que estaban al lado izquierdo de la tina. Todas las demás luces del baño las apagó. Apoyó la nuca sobre el borde de la bañera y cerró los ojos. Una hora y algo después, alguien más entró al baño. Y sabía bien que era Keith. Se le acercó por detrás y le habló.

    —¿Me haces un lugar?
    —Ya salgo.
    —No, quédate, quiero que me hagas un lugar.
    —No entraremos los dos en el mismo lugar.
    —Me pondré del otro lado entonces —le dijo, y ella volvió a cerrar los ojos mientras él se metía dentro de la bañera—, ¿hace mucho que te metiste aquí?
    —Sí, más o menos.
    —Ven para aquí —le dijo, sujetándola de su cintura con sus dos manos y ella se quejaba mientras la llevaba para su lado—, no te hagas la difícil conmigo, niña —le respondió riéndose mientras ella se ponía sobre él.
    —Déjame tranquila, te fuiste enfurecido y ahora no estoy para tus cariñitos —le dijo molesta y poniendo su cara para el otro lado, y no escondiéndose en su cuello.
    —En serio, perdóname, no quise irme así, pero no puedo manejarme de otra manera, siempre tienes un pero cuando hago algo para los dos.
    —El único pero que yo tengo, es el porqué tienes que pagar cosas tan lujosas y caras, ese es mi único pero hacia ti, no tengo más peros.
    —Lo sé, lo sé, sé que no tienes más peros, pero no me gusta que te pongas así conmigo, Cassandra.
    —No es por mala que sea contigo.
    —Claro que no, pero no quiero más peros tuyos con respecto a lo que pago para los dos o mismo para ti.
    —Está bien, y perdonado —le respondió poniendo su cara del lado de su cuello, ella se lo besó y luego besó su mejilla también.
    —¿Vamos a la cama? —le preguntó con una enorme sonrisa.
    —Todavía no, espera un poco más.
    —Vamos ahora —le respondió.

    Primero salió él, y se puso una toalla blanca y esponjosa alrededor de su cintura, y luego la ayudó a salir de la tina, y la enrolló en una enorme toalla blanca y esponjosa alrededor de su cuerpo. La tomó de su mano, y salieron del baño, entraron a los segundos a la habitación, ya que estaba el baño dentro de la suite. Desarmó él mismo la cama, y la hizo meter a ella primero.

    —Cassandra, tranquila ¿entendiste?
    —Sí, entiendo, lo siento, Keith.
    —No pasa nada, pero relájate, no te quiero como la primera vez en donde estabas nerviosa e incómoda.
    —Lo sé, pero aún así fue maravilloso para mí.
    —Y también lo fue para mí, Cassandra, pero tienes que relajarte del todo y disfrutarlo.
    —Lo intentaré.
    —Esa es mi chica.

    El cuarto del penthouse, se había llenado de amor por ambas partes. Y no fue hasta un buen tiempo después en donde volvieron a razonar adecuadamente.

    Quedaron abrazados y mirándose a los ojos.

    —¿Vas a seguir molesto conmigo? Quiero pasarlo bien —le dijo ella, acariciándole la mandíbula.
    —No volveré a molestarme contigo con una condición.
    —¿Cuál?
    —Que tú dejes que pague lo que yo quiera, sin importar si sale mucho o poco, lo que hago, lo hago por ti, Cassie.
    —Lo sé, sé que lo haces por mí.
    —¿Entonces?
    —De acuerdo, haz todo lo que quieras hacer. No te lo impediré y ni tampoco me molestaré contigo.
    —Me parece perfecto —le respondió él con una sonrisa en sus labios, sonrisa que ella le correspondió también.
     
  5.  
    Autumn May

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    Drama
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    37
     
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    1063
    Capítulo 22
    Una noticia inesperada

    Luego de una luna de miel idílica y que la pareja terminó por relajarse y establecerse en todos los sentidos, volvieron al bullicio de Beverly Hills, y a la rutina. Al pasar el tiempo, su marido jamás supo sobre su verdadera madre, y ella tenía miedo que cuando lo supiera, terminaría por odiarla al habérselo ocultado, pero no estaba en ella confesarle semejante verdad, solo le correspondía a los padres de él y a su verdadera madre.

    Dos años después, la pareja quería construir algo juntos, y planearon tener un bebé.

    Aquella tarde, Cassie tenía cita con el ginecólogo, porque ambos habían hablado sobre la posibilidad de tener un hijo.

    Keith, no sabía de aquella cita, puesto que Cassandra la había concertado el mismo día, luego de que su marido se fuera a la empresa.

    La cita con el ginecólogo había sido puntual, y ya estaba sentada frente a su escritorio.

    Por los rápidos exámenes que aquel hombre le había hecho, ya que la joven le había dicho que con su esposo querían tener un hijo, los resultados llegaron a la hora de haber esperado fuera del consultorio. La muchacha estaba demasiado nerviosa, y con mucho miedo, pero cuando el ginecólogo la llamó de vuelta, ella respiró hondamente y caminó hacia el consultorio nuevamente.

    —Señora Astrof, por los resultados que estoy viendo, va a ser bastante difícil que quede embarazada.
    —¿Perdón? —le preguntó confundida.
    —Sé que jamás pensó esto, pero debo decirle que no puede tener hijos —le respondió y ella palideció.
    —Tengo apenas veintitrés años, es imposible, solamente me acabo de hacer un análisis para ver si mis ovarios estaban bien, para poder quedar embarazada, ¿y ahora sé ésta noticia?
    —Lo sé, señora Astrof, pero los análisis no se equivocan.
    —¿Cómo le digo a mi esposo que jamás podré darle un bebé?
    —Hay un montón de niños y bebés que necesitan el amor de una pareja.
    —A mí no me importa si adopto, pero no sé si mi marido querrá, nunca hemos hablado de adoptar niños o bebés.
    —Háblenlo, por el bien de la pareja, háganlo, y dígale la verdad, él lo entenderá.
    —Ojalá que lo entienda.
    —Conozco a la familia, su madre y hermana vienen aquí también, son excelentes personas las dos, y la familia entera lo es también, y su marido es un gran hombre y comprensivo también.
    —Lo sé.
    —Pues entonces, no tiene nada que temer, señora Astrof.
    —Muchas gracias, doctor.
    —De nada —le dijo y ella lo saludó con un beso en su mejilla izquierda, saliendo luego de su consultorio, y yéndose hacia la casa.

    Cassandra llegó a la casa, y se quedó charlando con Corina, contándole lo que había pasado en la cita y solo esperaba que no se lo contara a Keith.

    —Yo no tengo porqué decírselo, tú se lo dirás cuando lo creas conveniente, porque debe saberlo, Cassie.
    —Lo sé, pero aún es muy difícil asimilar lo que supe recién. Me costará mucho decírselo, y no creo que en los próximos días se lo pueda decir tampoco.
    —Tienes que buscar el momento adecuado para contárselo. Merece saberlo.
    —Sé que debe saberlo, pero todavía es muy pronto.

    Ambas terminaron por hablar otra cosa, cuando escucharon la puerta principal abrirse, señal de que Keith había llegado de trabajar.

    Dos semanas más tarde, se encontraban en Inglaterra, y la muchacha, aún seguía sin poder confesarle a su esposo, su esterilidad. Y eso en parte, hacía estragos por dentro en ella. A veces, no prestaba la suma atención en las cosas que él le contaba, o se olvidaba de otras cosas también.

    Uno de aquellos días, Keith llegó un poco más tarde de lo habitual en él, y vio a su esposa en la sala, leyendo una revista.

    —¿Cassie, no te cambiarás?
    —¿Para qué?
    —Tenemos una cena de negocios, te lo había comentado hace dos días atrás. Creí que ya estabas lista.
    —Lo siento, me lo olvidé.
    —Hace días que te olvidas de las cosas, ¿te encuentras bien? —le preguntó mirándola a los ojos—. Es como si tu mente no estaría aquí.
    —Sí, estoy bien. Perdóname. Enseguida iré a cambiarme de ropa.

    Mientras se vestía con una linda ropa, su mente divagaba en varias cosas, entre ellas, el temor a que él terminara despreciándola por no darle un hijo. El matrimonio desde un principio no había sido el de los mejores, pero con el tiempo las cosas habían sido acomodándose, y llegaron a consolidar el vínculo marital, pero temía que al decirle lo que el ginecólogo le había dicho hacía un par de semanas atrás, aquel amor que su marido le profesaba todos los días y todas las noches, se fuera por la borda con la simple palabra estéril.

    Cassie terminaba de perfumarse cuando sintió los brazos y manos de su marido alrededor de la estrecha y curvilínea cintura.

    —Estás fabulosa —le dijo besando el costado de su cuello.
    —¿Tú crees que está bien esto? —le preguntó ella.
    —Sí, es encantador el escote —le dijo pasando sus dedos por el escote de la musculosa.
    —Gracias.

    Para aquella cena de negocios, ella se había puesto una falda corta, una musculosa, un abrigo, un par de sandalias, un collar, un par de aros, un brazalete y una cartera de mano.

    Se había peinado muy natural, con el pelo suelto, y una banda elástica para que combine con lo que llevaba puesto. Y maquillada muy natural.

    Cuarenta y cinco minutos después ya estaban en el restaurante inglés Shepherd’s. Entraron, se sentaron con los demás luego de saludarlos. Y allí, comenzó la cena de negocios para los hombres, y la cena del chismorreo para las mujeres. Pero Cassie, aquella noche y durante las anteriores veces también, estaba en su mundo. Casi siempre estaba distraída y no se podía concentrar bien en las cosas que Keith le pedía que hiciera en su empresa. Y se sentía muy culpable por no poder darle un bebé.

    Durante lo que duró la cena, la muchacha estaba abstraída y casi ni le importaban las conversaciones de aquellas mujeres, si bien les prestaba atención de vez en cuando, la mayoría del tiempo no estaba al tanto de lo que se decían entre ellas. Keith se había dado cuenta de su actitud y se lo hizo saber cuando llegaron a la suite del hotel Four Seasons en donde estaban hospedados.
     
  6.  
    Autumn May

    Autumn May Entusiasta

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    Título:
    Amor se paga con Amor
    Clasificación:
    Para todas las edades
    Género:
    Drama
    Total de capítulos:
    37
     
    Palabras:
    986
    Capítulo 23
    La noticia develada

    Una vez que la pareja entró a la suite, él le habló con claridad.

    —No seas tan distraída en las conversaciones con las demás esposas de mis colegas.
    —Ay Keith, siempre hablan de lo mismo, me cansa tener que escuchar ciertas estupideces que salen de sus bocas, lo único que tienen en mente son ropas caras, joyas, zapatos y cuanta estupidez vean junta.
    —Aún así, por favor, préstales atención un poco aunque sea.
    —Tú haces negocios con sus maridos no con ellas, y yo no pretendo ser la amiga de ninguna de ellas.
    —No quiero que forjes una amistad inquebrantable con ellas, solamente ponte más amable en las conversaciones.
    —Me da fastidio tener que hacer eso y lo sabes muy bien.
    —Sí, lo sé, pero tú también sabes que ésta es mi vida laboral, y no quiero que volvamos a lo que fue un principio nuestro matrimonio, Cassie.
    —Está bien, Keith, tú ganas.
    —Cass ¿por qué estás así?
    —¿Así cómo?
    —Desde hace más de dos semanas atrás que no te noto bien, te distraes, no prestas atención, casi la mayoría de las veces te pesco abstraída en quién sabe qué, parece como si volaras, y siento que me ocultas algo importante —le dijo y ella no supo qué decirle, ni siquiera cómo empezar a decírselo a él.
    —No tengo nada importante que decirte —le dijo y desvió su mirada de la suya tan intensa y penetrante.

    La joven, tuvo que parpadear varias veces para no derramar varias lágrimas que se le habían acumulado en los ojos.

    —No me mientas, Cassie.
    —No te miento, Keith, no me pasa nada en lo absoluto.
    —Hace más de dos semanas que no quieres hacer el amor conmigo.
    —Antes no lo hacíamos seguido.
    —Lo sé, pero últimamente tampoco lo hacemos seguido, y en verdad necesito estar contigo, Cassie ¿o tú no?
    —Sí, yo también quiero estar contigo, Keith.
    —Pues entonces ¿por qué me rechazas?

    Cuando su marido le dijo aquello, se le pusieron por completo los ojos llorosos. Y no sabía si había llegado el momento de decírselo.

    —¿Sabes algo? En verdad hay algo importante que tengo que decirte, pero verdaderamente me es demasiado difícil contártelo.
    —Cassie, por favor, dímelo —le dijo, sujetándola de su mano con la suya y la llevó al sillón largo de la sala de estar de la suite.
    —Hace más de dos semanas que me enteré de algo que jamás llegué a pensar que me pasaría a mí, sin embargo sucedió.
    —Por favor, me estás asustando.
    —He ido a ver al ginecólogo de tu madre, me saqué unos análisis para saber si estaba en fecha fértil como para ya poder empezar a tener un bebé como lo habíamos hablado con anterioridad.
    —¿Sí? —le preguntó, de manera incentiva, como para que ella continuara contándole todo los demás.
    —El caso es que tuve los resultados del análisis, y no salieron como yo los esperaba.
    —Cassie, por favor, solo dímelo —le dijo, mirándola intensamente a sus ojos.
    —Soy estéril —le terminó de decir y ella se levantó del sillón, pero en cuanto quiso cruzar el umbral de la puerta para irse a la alcoba, él se interpuso en su camino.
    —No huyas como una cobarde.
    —Keith, por favor, no me hagas esto ¿sí?
    —¿Por qué me lo ocultaste?
    —Porque no quería que volvieras a despreciarme.
    —¿Piensas que te despreciaría por algo así? Estás bien equivocada entonces, no eres la única que no puede embarazarse.
    —Lo sé, pero sé también que hay parejas que por decirle eso a sus maridos, a la larga les piden el divorcio por no darles un hijo.
    —¿Me crees capaz de algo semejante?
    —No lo sé.
    —No soy la clase de hombre que una vez pensabas creías que era para ti, hay hombres que son estériles también, y yo no me casé contigo para que me dieras hijos.
    —Pero habíamos hablado de tener hijos.
    —Pero no es obligación tenerlos, Cassie, te amo a ti y no me interesa si no los tenemos.
    —No puedes hablar así, Keith.
    —¿Por qué no? Olvídate de lo que te ha dicho el ginecólogo, eres muy joven todavía, y yo me considero joven también —le dijo con una sonrisa—, y más adelante pueden llegar a cambiar tus hormonas, así qué, no pienses siempre en eso.
    —No es fácil.
    —Pero tampoco es imposible dejar de pensarlo.

    Atrajo a su esposa hacia su boca, posando sus mano en las mejillas femeninas, y le dio un bonito beso enternecedor. A ella, más se le pusieron vidriosos los ojos, y no pudo evitar llorar desconsoladamente.

    La abrazó fuertemente contra su cuerpo cuando él la sintió llorar. La llevó a la habitación, luego de apagar las luces de la sala de estar y cerró la puerta de la alcoba detrás de ellos. Se sentaron en el borde de la cama, del lado donde ella dormía, y dejó que Cassie llorara abiertamente.

    —Ven, vamos que te ayudo a desvestirte.
    —Está bien.

    La ayudó a desvestirse y luego le puso con su ayuda también, el camisón. Se quitó con el aceite desmaquillante y algodón el poco maquillaje que tenía encima y luego se metió dentro de la cama matrimonial.

    Él, se metió en la cama también, y la abrazó por la cintura por detrás, estrechándola contra su macizo cuerpo.

    La mujer dormitó entre sus brazos, pero Keith le habló sacándola de su ensoñación.

    —¿No quisieras hacer algo?
    —¿Hacer algo?
    —Sí ¿estudiar por ejemplo?
    —¿Y qué quisieras que estudie?
    —Lo que tú quieras.
    —No lo sé, no lo he pensado, mi cabeza está en otra cosa en estos momentos.
    —Lo sé, pero tienes que tratar de ocuparla en otras cosas mejores.
    —Me gustaría decorar o ayudar a decorar el nuevo barco que estás por terminarle a tu amigo.
    —Veremos entonces, el lunes tengo que ir al puerto para ver cómo siguen las cosas, así qué, podrías venir conmigo.
    —Está bien entonces.
     
  7.  
    Autumn May

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    Amor se paga con Amor
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    Para todas las edades
    Género:
    Drama
    Total de capítulos:
    37
     
    Palabras:
    937
    Capítulo 24
    Buscando discordia

    Dos días después, por la mañana, desayunaron en el comedor de la suite, mientras que su marido le mostraba fotos del barco que había diseñado y realizado para el cliente, a Cassandra, le había encantado la decoración, y solo esperaba que la decoradora que Keith había contratado, fuera amable con ella para que la ayudara en la decoración del nuevo barco.

    Para aquel día, se había puesto un vestido suelto corto, de mangas largas, y de verano. En color rosa claro con un degradé más oscuro en el ruedo desnivelado del vestido, con sandalias, un bolso rosa, y accesorios al tono.

    Casi una hora después, su marido, la estaba ayudando a subir al barco. Ella caminó detrás de él hacia donde estaba la decoradora de interiores.

    Aquella sonrisa que le había dedicado a Keith había sido avasalladora, dientes perfectos y blancos, labial rojo y una pulcra línea por dentro de sus ojos en negro y máscara de pestañas en abundancia. Su pelo, rojo como el fuego, caía en sus hombros como llamas. Su traje de sastre le quedaba como guante, en color melocotón y zapatos de tacos altísimos, en negro, eran el contraste perfecto para aquella mujer elegante y sofisticada, de ojos verde oscuro.

    Uñas y manos por demás femeninas, y sus modales eran increíblemente delicados.

    —Encantada de conocerlo en persona, señor Astrof —le dijo estrechando su mano derecha.
    —Igualmente, señorita…
    —Dune, Donatela Dune —le decía sonriente—, pero puede llamarme Donatela, me ha sorprendido su llamada la semana pasada, y es un halago para mí poder ayudarlo en su barco para la realización de su decoración.
    —Eso espero, le presento a mi esposa, Cassandra.
    —Encantada —le dijo la joven y estrecharon sus manos.
    —Lo mismo digo.
    —¿Tiene hechos los bosquejos de las decoraciones? —preguntó él.
    —Sí, sí, aquí mismo están —le dijo abriendo una carpeta y sintiéndola algo nerviosa y torpe, mientras se los entregaba en sus manos.
    —¿Qué te parecen? —le preguntó a su esposa, dándole los bosquejos de cada habitación.
    —Son muy bonitos, pero no me gustan los colores que se combinaron.
    —Creo que los colores van acordes a la náutica.
    —Puede que sí, pero es bueno también salir de lo rutinario en cuanto a colores náuticos.
    —Haz más bosquejos con otros colores, por favor ¿qué colores te gustarían? —le preguntó a su mujer.
    —No lo sé, me has dicho que a su marido le gustan los verdes, y Dorothy me dijo que le gustaban los naranjas, salmones, con blanco o manteca, dijo que quedarían bien.
    —Una pequeña pregunta ¿el barco será de ustedes? Porque, por lo que tengo entendido se venderá al dueño de una empresa de autos muy famosa —les contestó Donatela.
    —Y lo es, será de ese dueño —le dijo Keith.
    —¿Entonces por qué tanto problema por los colores?
    —¿Por qué? Porque los dueños del barco quieren esos colores.
    —Oh, de acuerdo entonces.
    —Creo que la habitación principal quedaría bien con blancos y mantecas, se vería espaciosa más de lo que ya es —acotó Cassie.
    —Seguro que sí —le comentó Keith— ¿has traído algo ya para comenzar con la decoración? —le preguntó a la decoradora.
    —Sí, he dejado las cosas en el camarote principal y parte en la sala de estar.
    —De acuerdo entonces, creo que mi mujer querrá ayudarte con todo.
    —Está bien —le contestó y apenas él se dio vuelta, la expresión en los labios de la decoradora, era una línea de desagrado.

    Ambas caminaron hacia la entrada del barco, bajaron un par de escalones para adentrarse más a la sala de estar, y mientras tanto, Donatela le dio un poco de charla a Cassie, más que nada para averiguar más cosas que le interesaban.

    —¿Hace mucho que están casados?
    —Hace dos años ya.
    —No tanto.
    —No, no tanto.
    —Parece joven.
    —Parezco quizá, pero no lo soy tanto.
    —¿Cuánto tiene?
    —Veintitrés.
    —Le lleva bastantes años —le respondió y dedujo que ella sí sabía la edad de su marido.
    —Quizá.
    —¿No le da asco?
    —¿Por qué tendría que darme asco?
    —Pues, usted es demasiado joven para un hombre como él, casi está entrando en sus cuarenta, cuando usted entrará en sus veinticinco en pocos años más.
    —Sinceramente no me da asco en lo absoluto.
    —Creo que si tendría su edad, no podría acostarme jamás con un hombre que me lleva tantos años por delante.

    Lo dudo —pensó Cassie.

    —¿Y usted, cuántos años tiene?
    —Treinta ¿es usted decoradora?
    —No, pero intento decorar algunas cosas.
    —Creí que se dedicaba más a pasar el tiempo paseando y almorzando con amigas, o bien yendo a tomar el té de las cinco de la tarde, no lo sé, no la veo metida en asuntos de su marido, ni menos en lugares donde los mayores están también.
    —No me gustan los almuerzos con amigas y tampoco los té de las cinco, y ni mucho menos los paseos de derroche de dinero para ropa.
    —Es usted una señora de sociedad, no pueden verla aquí trabajando ¿las esposas de los amigos y los empresarios que el señor Astrof conoce qué dirán de usted?
    —Sinceramente me tienen sin cuidado, no hago las cosas para el agrado de los demás, y creo que es una falta de respeto las cosas que me está diciendo, señorita Dune.
    —Lo siento, señora Astrof.

    Durante todo el día, Cassandra y Donatela no se hablaron, la muchacha pensaba que la decoradora era una boca floja, y se metía en donde no la llamaban. Le hacia ojitos y sonrisitas a Keith, y la joven estaba que echaba humo de las orejas. Donatela Dune era un terrible grano en el trasero.
     
  8.  
    Autumn May

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    Género:
    Drama
    Total de capítulos:
    37
     
    Palabras:
    833
    Capítulo 25
    Donatela jugó sucio

    Cada decoración que Cassandra hacia o ponía, Donatela con discreción se las cambiaba de lugar, y de zona. Esa tarde salieron relativamente temprano de allí.

    La pareja saludó a la decoradora, y al salir del barco, caminaron por el puerto. La brisa de verano estaba golpeándoles en la cara como un cálido susurro.

    Keith la tomó de la mano, y se sonrieron.

    —No te gusta Donatela, ¿verdad?
    —No, pero no puedo hacer nada al respecto.
    —Puedo echarla.
    —No quiero que pierda su trabajo por cosas sin importancia.
    —Escuché algo de las preguntas que ella te hacia a ti.
    —¿Y?
    —Y me parece que has sido excelente en las respuestas, sobre todo en la última respuesta, que le dijiste que era una falta de respeto en como se metía demasiado en la pareja.
    —Y es lo que sigo creyendo, Keith, y realmente es un grano en el trasero —le respondió y él se partió de la risa, echando su cabeza hacia atrás y riéndose estruendosa y abiertamente también.
    —Seguro que lo dices por lo molesto que puede llegar a ser uno, ¿verdad?
    —Obviamente que sí —le dijo ella y él le dio un tirón para apretarla contra su cuerpo macizo.
    —¿Sabes algo? Billy quiere que cuando el barco éste terminado, nosotros estemos con su esposa y él en un fin de semana navegando, ¿qué me dices?
    —Suena bien —le dijo pasando sus brazos y manos alrededor de su cintura.
    —¿Verdad que sí suena bien? Suena muy, pero muy bien.
    —Así es, Keith.

    Siguieron caminando, hasta el centro de la ciudad para tomarse un taxi y volver al hotel Four Seasons.

    Los días iban pasando, y con los mismos seguía la decoración del barco. Una tarde, en donde ambas mujeres seguían decorando el barco y viendo la mala actitud y la poca profesionalidad con que Donatela trabajaba, Cassandra terminó por cansarse de ella.

    —¿No crees que ya fue más que suficiente el estar poniendo cada cosa que yo acomodo o ubico en otro lugar, Donatela?
    —Yo no estoy haciendo eso, Cassandra.
    —No mientas, te vi varias veces hacerme eso, no te hagas la estúpida conmigo.
    —No me faltes el respeto porque yo no te lo estoy faltando a ti.
    —De un principio me faltaste el respeto, desde tus preguntas, pasando porque te comes con los ojos a mi marido, hasta hacerle sonrisitas. Más te vale que te quedes en donde estás, porque si intentas algo con él soy capaz de arrancarte los ojos, y tú misma te estás faltando el respeto fijándote en un hombre casado —le dijo muy seria y sin alterarse.
    —Careces de varias cosas que hacen a una mujer femenina.
    —Puede que tengas razón, pero lo que a mí me sobra a ti te falta.
    —¿Lo qué?
    —Sentido de la ubicación, decencia y amor, Donatela, sobre todo, te falta amor.
    —No me digas que tú te casaste con él por amor.
    —Así es.
    —No me lo puedo creer, ¿una joven casi adolescente enamorada de un hombre mucho más grande que ella? Es increíble, cualquier mujer mataría en tu lugar, y no solo por la intimidad, sino por todas las cosas que se podría comprar a costa del dinero de su marido.
    —Creo que te has desubicado, Donatela, no hablaré de esto contigo, no te conozco, y tampoco quiero conocerte, sinceramente no me caíste bien apenas te conocí.
    —Eres muy poco femenina, eres por demás vulgar, y el sentimiento es mutuo, arrastrada —le dijo, y Cassadra le dio vuelta la cara de una fuerte cachetada.
    —Primero: te lavas la boca bien con agua y jabón, segundo: no sé por qué me dices éstas cosas, y tercero: será mejor que te vayas de aquí.
    —No eres la dueña de esto, y tú no me pagas el sueldo —le respondió, y Keith bajó a la sala de estar del barco.
    —Ya has escuchado a la señora Astrof, Donatela, junta tus cosas y vete de aquí, te haré llegar el resto del dinero.

    Ella no tuvo más alternativa que juntar sus cosas e irse de allí con mucha vergüenza. Y él volvió a girar su rostro hacia su esposa.

    —Y tú, gracias.
    —¿Por qué? —le preguntó confundida al respecto.
    —Por no considerarme jamás una mina de oro —le dijo y ella fue corriendo hacia él.
    —Te quiero —le dijo ella, abrazándolo por su cuello.
    —Y yo a ti —le contestó dándole un beso en sus labios y Cassie se lo correspondió.
    —Gracias a ti también —le confesó mirándolo a sus enigmáticos ojos.
    —¿Por qué?
    —Tú sabes bien por qué, por no abandonarme, y por no alejarte de mí tampoco.
    —Te adoro, te adoro demasiado como para alejarme de ti y como para dejarte abandonada —le dijo besándola—, ¿lista para terminar de decorar el barco?
    —Eso creo.
    —Ve entonces, creo que en unos pocos días más, ya todo se terminará, ¿verdad?
    —Así es, en muy pocos días ya estará listo todo.

    Se separaron y cada uno volvió a su trabajo.
     
  9.  
    Autumn May

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    Amor se paga con Amor
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    Para todas las edades
    Género:
    Drama
    Total de capítulos:
    37
     
    Palabras:
    815
    Capítulo 26
    Una semana en barco

    Tres días después habían terminado todo, y estaban brindando en la sala de estar del barco del dueño.

    —Por la felicidad —dijo Keith.
    —Por la felicidad —le siguió Cassie también.
    —Por lo mismo —dijo Dorothy.
    —Igual —dijo Anthony.

    Bebieron un sorbo de champagne Bollinger y Cassandra como no bebía dejó la copa sobre la mesa baja de la sala de estar. Al final, Anthony le dijo a Keith que en vez de un fin de semana, los invitó a quedarse una semana entera, arriba del barco navegando. Ella fue a la popa a ver el horizonte.

    —¿Qué haces aquí? —le preguntó su marido.
    —Viendo el atardecer, es hermoso desde un barco.
    —Los atardeceres son hermosos en cualquier parte, pero me gustan en la playa mucho más.
    —A mí también ¿qué piensan hacer ellos?
    —Creo que tienen pensado recorrer toda la costa, Essex, Kent, E. Sussex, W. Sussex, Isla de Wight, Dorset, Devon y Cornwall.
    —¿Por qué a tantas ciudades?
    —Porque quieren disfrutar de las cosas, Cassie, y lo quieren junto con nosotros también.
    —Está bien, por lo poco que he visto me ha gustado mucho Inglaterra.
    —Me alegro mucho.
    —Oigan ustedes dos —les dijo Dorothy—, pronto estaremos en Essex, comeremos allí mismo ¿les parece bien?
    —Sí, estamos de acuerdo —le contestó Keith.
    —Está bien entonces, los dejo solos.
    —¿Siempre está nuboso en Inglaterra? —le preguntó ella.
    —La mayoría de las veces sí.
    —Pero hace muchísimo calor de todas maneras —le comentó.
    —Sí, Inglaterra es calurosa igual ¿estás bien?
    —Sí, un poco, me gira la cabeza.
    —Es el agua.
    —¿Dura mucho?
    —Depende de cada persona ¿qué sientes?
    —Me mareo y languidez en el estómago.
    —Será mejor que te recuestes un rato, vamos que te ayudo a ir al camarote.
    —Está bien, gracias.
    —De nada —le dijo él, sujetándola con el brazo su cintura y con la mano libre tomó la de ella.

    Para aquella tarde tan amena, Cassie se había puesto una falda roja, una musculosa blanca, un par de sandalias de plataformas, bolso, y aros al tono también.

    —No creí que mareara tanto la navegación, me gira muchísimo la cabeza —le comentó entrando con su ayuda al comedor.
    —¿Te encuentras bien? —le preguntó Dorothy.
    —Más o menos, se siente mareada.
    —He traído unas pastillas conmigo, suelo estar igual que tú, si quieres puedo darte una.
    —Te lo agradezco mucho, Dorothy.
    —Te la llevaré al camarote, es mejor que te acuestes un rato, enseguida se te pasará.
    —Está bien, y muchas gracias otra vez —dijo sonriéndole abiertamente y ella le correspondió a la sonrisa.
    —No hay de qué, querida.

    Su marido la llevó al camarote, la ayudó a recostarse, y se quitó las sandalias.

    —Vaya, vaya… vaya —le dijo arqueando su ceja izquierda.
    —¿Qué pasa? —le preguntó con sus ojos cerrados y esperando que se le pasara el terrible mareo y malestar.
    —Linda ropa interior.
    —Curioso —le dijo bajando más la falda corta y tapándose el trasero.
    —¿Puedo tocar o tengo que pedirte primero permiso y presentarte un papel con autorización para poder tocarte?
    —Sabes que puedes tocarme sin mi permiso, Keith.
    —Lo estaba dudando ya.
    —Tonto —le respondió, y sus manos fueron acariciando las piernas y muslos de la joven.
    —Me gusta la tela de tu ropa interior.
    —Encaje.
    —Una de mis telas favoritas en los conjuntos de ropa íntima de mujer.
    —Mi favorita también, a parte del satén, la seda, y la gasa —le dijo—, basta ya, están tus amigos allí fuera, y nada de eso, no te he dado ninguna invitación, así qué, será mejor que no te ilusiones para nada —le contestó sentándose en la cama y sintió que se iba hacia un costado del mareo, segundos luego tocaron a la puerta.
    —Permiso, te traje la pastilla con un vaso de agua —le dijo Dorothy.
    —Muchas gracias, Dorothy —le dijo tomando el vaso y la pastilla en sus manos.
    —De nada, Cassandra —le dijo y se volvió a ir.
    —Será mejor que te vayas, Keith, no quiero que tus amigos piensen mal de mí —le dijo dejando el vaso de agua por la mitad sobre la mesa de noche.
    —Como si ya no te conocieran, Cassandra.
    —No me importa, no quiero que deduzcan cosas que no son.
    —Quién te entiende mujer.
    —Yo misma.
    —Sabes que no es así Cassandra, no hagas que me enoje otra vez contigo, y no quieras volver otra vez a lo mismo de hace dos semanas atrás y un poco más —le dijo molesto con ella y ella agachó la cabeza—, antes que se me olvide, ésta noche hay ópera, a Dorothy le encanta, así qué, cenaremos aquí y luego iremos a la ópera.
    —Está bien —le dijo sin llevarle más la contra y acostándose despacio nuevamente sobre la cama y apoyando lentamente la cabeza en su almohada.

    Keith, la dejó dormir tranquila una siesta. Y se fue del camarote.
     
  10.  
    Autumn May

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    Título:
    Amor se paga con Amor
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    Para todas las edades
    Género:
    Drama
    Total de capítulos:
    37
     
    Palabras:
    1228
    Capítulo 27
    Nuevos planes juntos

    Luego de dejar dormir con tranquilidad a su esposa, Keith subió a la proa para quedarse con sus amigos, mientras que él bebía un whisky rebajado con hielos.

    —Keith, sé que no debo preguntártelo, pero siento que Cassandra se ve muy diferente —le dijo Dorothy—, la conozco desde el día en que tú me la presentaste como tu novia, con el tiempo ha ido cambiando de carácter y de persona, pero siento que desde hace quizá un año atrás tiene confianza en sí misma y todo, pero últimamente por las pocas veces que la he visto aquí, no la noto con los ánimos elevados.
    —Creo que no es de tu incumbencia eso, Dory —le dijo cariñosamente su marido.
    —No te preocupes Tony, no pasa nada con que me haya dicho eso —le contestó Keith—, Cassie no está muy bien desde hace dos semanas atrás y poco más, la familia lo sabe, pero ella sé que siempre o la mayoría de las veces tiene la mente en ese asunto.
    —Cassie es una excelente chica y persona, pero no me gusta verla como la veo, Keith —le respondió Dorothy.
    —Y ni a mí me gusta eso, se lo he repetido miles de veces pero espero que con el tiempo deje de lado todo lo que piensa ahora, es posible que Cassie no pueda tener hijos.
    —No lo sabía, Keith, perdóname por preguntarte.
    —No pasa nada, Dorothy, le he dicho que más adelante su cuerpo puede cambiar y tener la posibilidad de un embarazo, pero no me lo ha querido entender.
    —¿Ha visto más especialistas? —preguntó ésta vez Tony.
    —No, se ha quedado con el de la familia solamente.
    —¿Por qué no le dices que consulte a otro? —le repitió Tony.
    —Porque no quiero que recaiga otra vez, ni siquiera le he dado tiempo a que recaiga cuando me lo contó, una segunda vez no lo quiero.
    —Te comprendo, amigo.
    —¿Quieres que hable con ella?
    —No lo sé, Dorothy, no quiero que se enoje más conmigo por lo que les he contado, tiene miedo que le pida el divorcio o la abandone.
    —Piensa muchísimas tonterías, Cassandra —comentó Dorothy.
    —A lo largo de estas dos semanas y algo, ya le he repetido miles de veces que no me casé con ella por la cantidad de hijos que me iba a dar, que no me importaba si no me daba ningún hijo tampoco, la amo por ser ella misma, no por si tiene o no una matriz fuerte para fecundar un hijo mío —le dijo y bebió un sorbo grande de su whisky con hielos.

    Charlaron vario tiempo más, y luego él fue a despertar a su esposa. Ella se sentó muy despacio en la cama, y se movió con lentitud. Él la ayudó a bajarse de la cama, y le habló.

    —¿Cómo te sientes?
    —Mejor, gracias por preguntarme. Quiero darme una ducha.
    —Está bien, entonces nos la daremos los dos juntos, y sin protestar.
    —Ya no me siento mareada para nada.
    —Dije sin protestar, Cassandra.

    Entraron al baño, y su marido la ayudó a desvestirse por completo. Cassie, aún se sentía un poco mareada, pero era soportable, no era nada parecido a como se sentía anteriormente y con malestar estomacal.
    Abrió los grifos de la ducha, y él, la hizo entrar primero.
    Él se desvistió, y entró también a la ducha, cerró la mampara entera y comenzó a enjabonarle la espalda a su esposa. Lo mismo le hizo Cassie a él.

    —No quiero que bajes o te agaches, es posible que te marees más a pesar de haberte tomado la pastilla.
    —Me siento mejor.
    —No me interesa, Cassandra, no te agachas ni te bajas.
    —Ay de acuerdo, Keith.

    Unos minutos después, salieron de la ducha y Keith la ayudó a secarse también.

    —Puedo secarme sola.
    —Te secaré los pies y las piernas y el resto podrás hacerlo tú sola.
    —Está bien, ¿quién contra ti?
    —Diría que tú, ¿no? —le preguntó mirándola a los ojos y arqueando su ceja izquierda.
    —Así es —le dijo casi de mala manera y terminó de secarse el resto del cuerpo por cuenta propia.

    Con la toalla, se envolvió el cuerpo, entró al cuarto, y se elegió la ropa interior, la misma iba a ser roja.

    —No he traído ropa adecuada para la ópera, no traje ningún vestido largo, sabes que no los encuentro cómodos, así qué, me pondré pantalón de vestir.
    —Las mujeres, para una ópera se ponen vestidos de gala y los hombres usan esmoquin, ahora te pones lo que quieras para cenar, luego de la cena te pondrás el vestido que te compré.
    —¿Me compraste un vestido?
    —Varios.
    —¿Varios?
    —Así es, varios, todas las noches iremos a óperas, Dorothy ama la ópera, y el ballet, así qué, tenemos que ir también con ellos.
    —No quiero ir, no me gusta la ópera.
    —Ya he comprado los boletos, estaremos en el mismo palco que ellos siempre tienen aquí en Inglaterra.
    —No soy de tu mundo.
    —Una vez te dije que te tenías que acostumbrar a ser rica, Cassandra, no quiero volvértelo a repetir otra vez, por favor te lo pido, yo no creo que estás así porque no quieres ir a la ópera, ¿verdad? —le preguntó viendo que no le respondía mientras se calzaba las sandalias bajas sentada en el borde de la cama—, deja que te las ate yo.
    —Gracias.
    —¿Te sientes aún mareada o mal del estómago?
    —No, nada de esas cosas.
    —Mejor así.
    —Sí, es horrible la sensación de náuseas.
    —Oye, ánimos, Cassandra, no permitiré que te me deprimas, sé bien que parte de tu mente siempre piensa en lo mismo, pero no voy a dejar que te sigas angustiando o entristeciendo, te he traído aquí por negocios, pero ahora mismo, estamos disfrutando de unas pequeñas vacaciones en la costa de Inglaterra, así qué, no voy a dejar que te me pongas triste.
    —A pesar de que hace dos años que nos casamos, y que al parecer todo está bien entre nosotros dos, a veces me sigo sintiendo un estorbo para ti, tienes viajes planeados de negocios por tus barcos, desde hace un año atrás hasta ahora, prácticamente son más seguidos tus viajes, me llevas contigo, y te lo agradezco mucho, pero en serio, casi siempre me siento como que voy contigo porque no te queda de otra más que traerme, siento que me invitas por compromiso más que porque lo quieres así.
    —Te equivocas, Cassandra, me encanta que vengas conmigo, si no te lo pediría, es porque yo sentiría que no vale la pena invitarte, es más, ya ni siquiera te invito, cuando te digo de un viaje, ya sabes bien que tú también debes de empacar ropa y cosas necesarias, quiero tenerte conmigo en los viajes porque me gusta mucho y porque quiero tenerte cerca junto a mí, si sería de otra manera, prácticamente, no estaría casado.
    —Lo siento, Keith —le dijo acariciando su mejilla y se acercó a él para darle un beso en su boca.
    —No lo sientas —le dijo separándose de ella a escasos centímetros de su rostro—, ¿qué te parece si luego de éste viaje, nos instalamos un tiempo en Hamptons, solo los dos, sin nadie que nos moleste, sin teléfonos móviles, ni nada, solos tú y yo?
    —¿Harías eso por mí? —le preguntó asombrada.
    —Haría cualquier cosa por ti, Cassie.
     
  11.  
    Autumn May

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    Amor se paga con Amor
    Clasificación:
    Para todas las edades
    Género:
    Drama
    Total de capítulos:
    37
     
    Palabras:
    900
    Capítulo 28
    Noche de Ópera

    La manera en que su marido tuvo en decirle todo aquello la había más que sorprendido, y simplemente le sonrió enormemente. Aquella sonrisa fue un sí mudo por su parte hacia él.
    Decidieron salir del camarote, y apenas abrió la puerta Keith, Dorothy estaba por golpear a la puerta.

    —Los he venido a buscar para cenar.
    —Estábamos saliendo —le dijo Keith.
    —¿Te encuentras mejor, Cassie? —preguntó preocupada la mujer.
    —Sí, gracias. Esa pastilla que me has dado me ha calmado el mareo terrible que tenía —le respondió con una sonrisa.
    —A mí la pastilla me saca de apuros, cuando Anthony quiere salir a navegar en lancha suelo tomarla antes de subir, así no me siento para nada mareada, ahora que tiene barco, creo que todos los fines de semana querrá zarpar y anclar en el medio del océano o ir a otras ciudades de la costa inglesa.
    —Seguro que sí.
    —Ya sabes que para lo que quieras hablar, aquí tienes una amiga, Cassie —le expresó ella, tomando la mano de la joven mujer, mientras la miraba a los ojos, cuando se quedaron a solas antes de subir a cubierta para cenar.
    —Muchas gracias, Dorothy.
    —De nada, querida.

    Algo le decía a Cassandra que Keith había abierto la boca de más, pero no le dijo nada al respecto a la mujer.
    Se sentaron en las sillas alrededor de la mesa que estaba en la cubierta, y comenzaron a cenar tranquilamente, luego de cenar, y acomodar todo, cada pareja entró a su camarote correspondiente, y se prepararon para ir a la ópera.
    Mientras Cassie y Keith, se vestían, ella le preguntó a su marido algo que le estaba rondando por la mente.

    —¿Por casualidad tú le has dicho algo a Dorothy?
    —¿Algo como qué?
    —Tú bien sabes bien qué, Keith.
    —Sí, a ambos.
    —Eso se debía quedar entre nuestra familia, tú y yo —le dijo mientras le propinaba una fuerte cachetada en su mejilla.
    —Escúchame bien —le dijo sujetándola de sus brazos—, no es una deshonra ser estéril, ¿o te piensas que siendo madre te hace ser más mujer? Por favor mujer, ya deja a un lado ese tema, ya basta, por favor, Cassandra, no se es más mujer por tener un hijo ninguna mujer, eso quítatelo bien de la cabeza, ¿sí? Ninguno de ellos se rió cuando se los conté, no todos mis amigos son basuras como tú crees que lo son.
    —Yo no creo que sean basuras tus amigos.
    —Pero lo piensas igualmente.
    —Solo que algunos no me caen del todo bien.
    —Sí, lo sé, varias veces me has puesto muchas caras.
    —Obvio, ¿no?
    —Pero te la tienes que aguantar, Cassandra, no puedo dejar de tratarlos, han sido mis amigos de toda la vida.
    —Para tener amigos como los que tienes, prefiero tener muy pocos o ninguno, Keith, algunos te quieren solamente por las cosas materiales que tienes, no porque les gusta estar contigo.
    —¿Y tú? ¿Por qué me quieres? —le preguntó ardido de tanto discutir entre ellos dos.
    —Te desubicaste muy feo —le dijo y fue a calzarse los zapatos rojos.
    —Es preferible que termines de arreglarte —le contestó y entró al baño.

    Ella por su parte terminó de ponerse el par de aros, la cadena con el colgante, y salió del camarote. Era preferible salir, antes que decirle algo por lo que luego se iba a arrepentir.
    Para la ópera, se había puesto un vestido negro con nude comprado por Keith. Sandalias al tono, una cartera de mano, y un conjunto de joyas al tono también.
    Pelo semi-recogido y maquillada muy natural.
    Cassie se sentó en uno de los asientos con almohadones de la cubierta, y esperó a los demás. Se agachó, apoyando la barbilla contra sus manos, una sobre la otra, que las había puesto sobre la baranda, y miró a la oscuridad del mar. No se distinguía el agua del cielo. Solamente se veían las luces de los faroles del puerto y de yates anclados en el muelle.

    —Ya van tres veces, con ésta vez, que te digo que no te agacharas.
    —¿Ya están ustedes dos? —les preguntó Dory.
    —Sí, Dorothy —le respondió Keith.
    —Estás hermosa, Cassie.
    —Tú también.

    Tony ayudó a bajar del barco a su mujer, y Keith la ayudó a ella a bajarse del barco también. La pareja amiga, fue delante de ellos, Dorothy lo abrazó por el brazo y Cassie al ver la escena, ni siquiera intentó hacer lo mismo. Tomaron dos taxis. El suyo seguía al de ellos. Ninguno de los dos habló durante el trayecto y para Cassie era terrible no conversar con él.
    Llegaron alrededor de las once de la noche al teatro. Había una multitud de gente. Y el encargado de las entradas, saludó amablemente a Tony y Dorothy.

    —Buenas noches.
    —Buenas noches, Billy, ¿cómo estás? —le preguntó Anthony.
    —Muy bien, señor, ¿y usted?
    —Muy bien también.
    —Por aquí, por favor —les dijo y los condujo hacia unas escaleras del costado derecho.

    Los ubicó en el palco que la pareja tomaba siempre, y Keith la hizo sentar del lado de la pared, para así él, sentarse en el sillón de al lado que daba hacia el pasillo. La pareja amiga de Keith se sentó en el mismo palco, pero dejando un espacio entre las parejas.
    Momentos luego, las luces comenzaron a atenuarse hasta apagarse del todo. Y pronto comenzó la ópera.
     
  12.  
    Autumn May

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    Título:
    Amor se paga con Amor
    Clasificación:
    Para todas las edades
    Género:
    Drama
    Total de capítulos:
    37
     
    Palabras:
    1172
    Capítulo 29
    Las cosas claras

    Durante la ópera, varias veces, Keith la tomó de la mano. Pero Cassie ni siquiera volteó para mirarlo a la cara. Su marido, le envió un par de mensajes de texto a su amigo de al lado, y posterior a eso, Keith se levantó del sillón, y la hizo levantar a ella también del asiento.

    —Nos vamos —él le dijo despacio y en un susurro.
    —¿Por qué? —le preguntó confundida, una vez que salieron del palco.
    —Porque le avisé a Tony que prefería estar en otra parte, y me lo ha entendido.
    —¿En dónde quieres estar?
    —Prefiero volver al barco, así qué, nos tomaremos un taxi de regreso al mismo.
    —Está bien —le respondió.

    Caminaron una calle y media y encontraron un taxi libre, la hizo entrar a ella primero y luego entró él. Le dio la dirección y emprendieron el viaje rumbo al puerto nuevamente. Un rato después, luego de pagarle el viaje al taxista, fueron caminando al yate de su amigo.

    —¿Por qué querías hablar?
    —Me gustaría aclarar bien las cosas entre los dos, yo no te estoy exigiendo nada a cambio, solo que disfrutemos el viaje y todo lo que se nos presente, ¿de acuerdo? —le dijo él de manera rotunda.
    —Sí, de acuerdo. Te lo entiendo, y discúlpame si en algún momento te hice sentir mal por cómo estoy actuando, suelo ser una pesadilla la mayoría de las veces, lo reconozco, sobre todo con el tema del embarazo.
    —A eso mismo voy, Cassandra. No puedes estar pendiente de eso, y si no los tenemos, pues no los tenemos. No es una obligación tenerlos.
    —Había pensado tener aunque sea uno para afianzar la pareja.
    —Un bebé no afianza una pareja. El día a día afianza la relación, no una criatura de por medio. ¿Cuántas parejas que tienen bebés se terminan separando? Y un bebé no los termina uniendo de nuevo tampoco.
    —Tienes toda la razón, tengo que ponerme firme en dejar de pensar en eso, pero todavía no entiendo cómo es que sigues queriéndome sin haber quedado embarazada.
    —¿Volvemos a lo mismo, Cassie? Ya te lo expliqué, te quiero, aprendí a quererte desde el momento en que supe que no eras como las demás, y eso es algo que se va acrecentando todos los días, te amo, y esa es la verdad. Y quiero que disfrutemos todo juntos, los viajes, el día a día, las pequeñas cosas, quiero compartir todo contigo.

    Cassandra, lo abrazó por su cuello y le dio un beso en sus labios, Keith se lo correspondió con vehemencia.
    La pareja había quedado absorta en su mundo, cuando la joven sintió una botella rodar por el pavimento. Se separó de los labios de su marido, y miró en su dirección.
    Alguien venía frente a ellos, y por su manera de caminar, Cassie comprobó que estaba ebrio.

    —¿Por qué no aligeramos el paso? No me gusta nada el hombre —le contestó aún abrazada a él y con miedo.
    —Creo que han llegado en un muy mal momento —les dijo alguien de atrás, y Cassie giró su cabeza para mirarlo con suma atención.

    En una de sus manos sujetaba una afilada navaja.

    —Keith, vayámonos enseguida —le volvió a decir ella.
    —Sí, Eddy, creo que la parejita ha salido de algún pomposo lugar y creo que el grandote tiene la billetera llena de dinero —le decía a su cómplice.

    Keith puso detrás de él a su esposa, y ella reaccionó para quitarle el anillo de bodas a él y a ella misma también, poniéndolos dentro del sujetador.

    —Deja de hacer estúpidos movimientos —le dijo el sujeto que estaba detrás de ella, y la tomó de los pelos haciendo que se soltara de su marido.

    Cassandra gritó ante la fuerza con la que aquel hombre la sujetó del cabello. Cayó de bruces contra el piso, y Keith se lanzó contra el hombre que atacó por detrás a la joven.
    El sujeto de la navaja, no pudo contra Keith, quién este último golpeaba con saña la cara del hombre. El segundo hombre, ante la escena que vio, retrocedió y salió corriendo de allí. El marido de Cassandra, se irguió y dejó en el piso, inconsciente al atacante. Ella, ya casi estaba levantándose cuando él la ayudó a incorporarse del todo.

    —¿Te encuentras bien?
    —Sí, gracias.
    —Vamos al yate.

    Ninguno de los dos habló sobre lo sucedido, una vez que estuvieron dentro del camarote, ella le entregó el anillo de bodas.

    —¿Los escondiste?
    —Sí.
    —¿Por qué? Es solo una argolla.
    —Lo sé, pero guardé los anillos por el valor sentimental que les tengo.
    —Te quiero, Cassie.
    —Y yo a ti también, Keith.

    La pareja se besó y luego compartieron una ducha para luego irse a dormir.
    A la mañana siguiente, los dos se despertaron al mismo tiempo, y cuando se miraron a los ojos, se sonrieron.

    —Buen día —le respondió él.
    —Buenos días —le dijo ella.
    —¿Cómo has amanecido?
    —Bien, ¿y tú?
    —Bien también, con ganas de tener una mañana esplendida —le contestó ella con una enorme sonrisa en sus labios.
    —Si todavía no zarpamos, podemos ir un rato a la playa.
    —Bueno, pero primero desayunemos algo.
    —Me parece bien. ¿Cassie?
    —¿Qué?
    —¿Cuándo quieres ir a Hampton?
    —Me habías dicho luego de este viaje.
    —Entonces está decidido ya, ¿no?
    —Sí, creí que ya lo habíamos acordado mucho antes.
    —Solo lo quiero afirmar.
    —Pues sí, iremos después de ésta semana como me dijiste —le respondió ella sentándose en la cama.

    El teléfono móvil de Cassandra sonó, y ella aún sorprendida, lo atendió al segundo timbrazo.

    —Hola.
    —Hola Cassie.
    —¿Corina? ¿Cómo estás?
    —Bien, ¿y tú?
    —Bien también. ¿Qué necesitas?
    —La verdad es que no sabía si llamarte a ti o al señor. Aquí está tu padre, ebrio y bastante golpeado.
    —¿Qué hace ahí en la madrugada? ¿Acaso no respeta nada?
    —Dijo que lo han golpeado, y que necesita de tu ayuda, dice que eres la única que puede ayudarlo en estos momentos —le expresó Corina, y la joven supo qué clase de ayuda necesitaba de ella.
    —Llámale un taxi, y mándalo a su casa. No lo ayudaré —le dijo en voz baja mirando de reojo a Keith, quién la miraba con atención y frunciendo el ceño.
    —¿Estás segura? No se ve nada bien, Cassandra. Apenas puede mantenerse en pie.
    —Yo no lo mandé a que jugara en exceso. No tengo la culpa que sea así.
    —Te entiendo, pero es tu padre, Cassie.
    —No le importo, esa es la verdad.

    Keith tomó el asunto en sus manos, y le quitó el teléfono móvil de la mano a su esposa. Cassandra quedó estupefacta ante la reacción de él.

    —Hola Corina. Dime, ¿qué pasa?
    —Hola señor, ¿de verdad quiere saberlo?
    —Lo exijo.
    —El padre de su esposa, no está bien económicamente. Por la manera en cómo ha llegado aquí, es seguro que se metió en algo raro.

    Keith miró a Cassie, y le respondió nuevamente a Corina:

    —Iremos para allá —le expresó serio, y ella lo miró sorprendida ante tal declaración.
     
  13.  
    Autumn May

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    Género:
    Drama
    Total de capítulos:
    37
     
    Palabras:
    1542
    Capítulo 30
    La cruda verdad

    La pareja guardó las ropas en cada maleta en silencio. Cassandra estaba frustrada y sobre todo enojadísima. No podía creer que por culpa de su padre, tenían que volver a Estados Unidos.

    —Quiero desayunar primero, y aunque quieras volverte rápido, es posible que no consigamos pasajes de regreso.
    —Con una pequeña diferencia de dinero, podemos conseguirlos, los pasajes ya los tenemos.
    —Todo es cuestión de dinero. Sabes bien lo que quiere mi padre.
    —Sí.
    —Es para lo único que me quiere y yo no voy a darle nada.
    —Pero se lo puedo dar yo.
    —Tú no tienes la obligación de darle nada. Él solito se buscó las cosas, no es tu culpa ni la mía tampoco.
    —Es un excelente empleado que jamás se quejó.
    —No se trata de la empresa. Se trata de que yo no quiero ayudarlo.
    —¿Por qué no quieres ayudarlo? Es tu padre.
    —Un padre que te golpea por antojo no es un padre, y que te pida dinero para sacarlo del apuro tampoco lo es.

    Keith, terminó por mirarla a los ojos y comprendió lo que ella le estaba diciendo.

    —Pero después de todo, sigue siendo tu padre. Mi padre también me golpeaba cuando era chico.
    —No creo que sin una razón —le respondió ella seriamente mientras metía sus cosas dentro de la valija, y él volvió a quedarse callado.

    Ambos salieron del camarote una vez que terminaron de acomodar todo, y entraron a la cocina para desayunar con la pareja amiga. Keith fue el que les dijo que volvían a Beverly Hills por un imprevisto que sucedió en la empresa, la pareja lo comprendió, y volvieron a invitarlos cuando terminara todo.
    Ya dentro del avión de regreso a Estados Unidos, Cassandra se comportó seria y distante con su marido, quedándose de brazos cruzados.

    —Pronto te enterarás de lo que es capaz de hacer Mark Albright.
    —¿De qué me estás hablando? —le preguntó intrigado.
    —De eso, ya sabrás que clase de cosas hace tu suegro.

    La pequeña conversación finalizó sin darle más vuelta al asunto, y ambos intentaron disfrutar del viaje de regreso a casa.
    Llegaron muy tarde a la casa, ya era de noche, y la única luz de la casa, provenía de la cocina.
    Ambos entraron, y la joven fue directo hacia la cocina en donde escuchó los llantos de su padre, y a Corina sentada frente a él, escuchando que le decía que debía medio millón de dólares a un grupo de empresarios que no estaban para nada contentos con las deudas de él.

    —¿Escuché bien? ¿Les debes medio millón? —le preguntó furiosa.
    —Hija... me alegro de verte otra vez —le dijo él, levantándose de la silla y acercándose a ella.
    —A ti, lo único que te alegra es ver tu deuda pagada.

    El teléfono móvil del padre de Cassandra sonó, y ella se lo arrebató de sus manos.

    —¿No me dejarás hablar con ella? —le preguntó con sarcasmo, y él abrió los ojos desmesuradamente—. Ya es hora que se saquen los trapitos al sol, papá.

    Cassandra, abrió el móvil y atendió:

    —Hola.
    —¿Hola? Creo que me equivoqué de número.
    —No lo has hecho, éste es el número de Mark. Si lo buscas, tendrás que venir por él.

    Luego de varios minutos, la mujer de la otra línea contestó:

    —De acuerdo ¿cuál es la dirección?
    —Ahora mismo te la daré.

    Cassandra cortó la llamada, y Keith preguntó qué estaba pasando.

    —Mi querido padre tiene otra mujer e hijo. Ahora sí sabes cómo es en verdad Mark Albright. Ejemplar empleado, pero pésimo padre y esposo —le dijo ella, con seriedad y sin remordimientos.
    —Nunca te traté así, hija.
    —No tienes justificación alguna, papá. ¿Nunca me trataste así? Me golpeabas sin motivo, y siempre me pedías dinero para jugar o para pagar alguna deuda, porque con el tuyo tampoco te alcanzaba. Era obvio que no te alcanzaba, debías mantener dos casas, ¿no es así? Por la edad que debe tener tu otro hijo, calculo que desde que mi hermano más chico, has tenido tu otra pareja.
    —Fue unos años antes que naciera tu hermano más chico. Peter tiene siete años, y tu hermano seis, no se llevan mucho, pero yo estoy con la madre del niño desde hace cuatro años. ¿Cómo lo supiste?
    —Unos de esos tantos días en los que no me quedaba tranquila en saber que siempre te quedabas sin dinero.
    —¿Tu madre lo sabe?
    —Yo sé que sí, y creo que es una tonta en no haberte pedido el divorcio. Porque si quiere, puede sacarte hasta tus calzones, por la sencilla razón que eres un adultero.

    Muy poco tiempo después, alguien tocó el timbre de la casa y Corina fue a abrirle la puerta a la persona que estaban esperando.

    —Que espere en la sala —le dijo Cassie a Corina—. Los tres saldremos de la cocina para que te enfrentes como un hombre a tu otra mujer. Porque no creo que ella sepa tu otra vida.

    El padre de Cassandra, quedó resignado ante lo inevitable, y salió de la cocina antes que ella y Keith.

    —Creí que te había pasado algo, cuando no llegaste a la casa —le respondió la mujer—. Tu cara ¿qué te ha pasado? —le preguntó muy preocupada.
    —Díselo —le insistió su hija.
    —¿Qué tiene que decirme, y quién eres tú? —volvió a inquirir la mujer.
    —Gabrielle, te presento a Cassandra, mi hija.
    —¿Tu hija? Me dijiste que no tenías hijos —le respondió ella con seriedad, y Cassandra quedó sorprendida con aquella declaración y sobre todo, resentida.
    —La tiene, y es la que ves, y tiene dos hijos más, y una esposa también. Un dechado de virtudes es Mark Albright —le contestó sin tapujos, Cassie.
    —¿Me mentiste todo éste tiempo? Me habías dicho que no estabas casado y que no tenías hijos, que el trabajo que tenías te impedía poder estar conmigo como querías, me mentiste y yo te creí —le dijo ella, con lágrimas en los ojos.
    —Lo siento, Gabrielle, es verdad lo que ella te dijo. Perdóname, por favor.
    —Puedes olvidarte de mí y de tu hijo, no te aguantaré una situación semejante.
    —Creo que ninguna de las dos se merece a mi padre, ni tú y ni mi madre —le dijo Cassandra a Gabrielle.
    —Creo que lo has dicho bien, no lo merecemos. Al fin de cuentas, creo que tengo que agradecerte por haberme abierto los ojos —le respondió Gabrielle a Cassandra.

    Gabrielle y el niño se retiraron de la casa sin decirse más nada sobre la situación en la que se habían encontrado.

    —No puedo creer que hayas hecho esas cosas, papá.
    —Me enamoré de Gabrielle, y no pude evitar mentir.
    —El matrimonio que tienes con mi madre es de terror, le hubieras pedido el divorcio de un principio si querías estar con aquella mujer, y dejabas tranquila a mi madre. Lo único que te digo, es que de ahora en más te las arregles solo, no te pagaré esa deuda, y no te ayudaré en nada y en vez de ir a la casa, vete a un hotel.

    Keith ante tal situación, lo único que le quedó por hacer fue ofrecerse para llevar a su suegro a un barato hotel.
    Cuando ambos hombres se fueron, Cassie se sentó en el sillón de la sala principal, y Corina aprovechó para prepararle una taza de té.
    Cinco minutos después, se la entregó en sus manos.

    —Gracias, Corina —le dijo con amabilidad y sorbió un poco.
    —¿Qué piensas hacer luego?
    —Le insistiré a mamá que le pida el divorcio.
    —Supongo que sería lo ideal.
    —Es lo correcto, Corina. Mi madre es una mujer muy buena que no se merece lo que le estuvo haciendo durante años mi padre. Le aguantó bastantes cosas, como se las aguanté en su momento a Keith.
    —Mi hijo jamás te engañó —le respondió Corina, y Cassandra se sorprendió al nombrarlo como tal.
    —Corina, creo que solo dos veces te escuché nombrar a Keith como tu hijo, ¿por qué no se lo dices?
    —Jamás podría hacerlo. No serviría de nada, me despreciaría.
    —Al contrario, Corina. Creo que sería muy bueno que se lo dijeras, es por el bien de Keith.
    —Tendría que preguntárselo primero a los padres de él.
    —No creo que te lo negarían. Recibiría más amor del que ya tiene, y para Keith sería bueno que lo reciba.

    Keith, quién escuchaba con atención detrás de la puerta de entrada de la casa, la abrió con fuerza, exigiendo una explicación.

    —¿Qué debo saber? ¿Qué es lo que me están ocultando las dos? ¿Cassandra, qué sabes tú? —preguntó, mirando a una y luego a la otra.

    A Cassie, se le volcó la taza sobre el piso, manchando la cara alfombra con la infusión.

    —Keith... yo... yo... —intentó articular palabra, pero no le salían.
    —¿De qué me tengo que enterar? —le preguntó sujetándola con fuerza del brazo y apretando sus dientes, mientras la miraba con furia contenida—. Corina, ¿por qué hablas tan abiertamente con mi mujer? ¿Por qué te tomas atribuciones que no te corresponden? —le preguntó mirándola con atención, sin dejar de sujetar el brazo de Cassandra.
    —No es manera de contestarle así, Keith —le dijo, su esposa.
    —¿Y por qué no? —le preguntó, matándola con la mirada.
     
  14.  
    Autumn May

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    Amor se paga con Amor
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    Para todas las edades
    Género:
    Drama
    Total de capítulos:
    37
     
    Palabras:
    1072
    Capítulo 31
    Ir a buscarlo

    Cassandra y Corina se quedaron mudas, y ante tal silencio, Keith comenzó a atar cabos en su cabeza.

    —Si Corina habla más de lo debido contigo, es por algo. Dime qué es —le exigió a Cassie.
    —A mí no me corresponde decirlo —le respondió y él de inmediato clavó sus ojos en el rostro de Corina, quién se encontraba callada.

    Corina, ante tal presión por saber Keith la verdad, terminó por contarlo.

    —Soy tu madre —le contestó.
    —¿Qué? Es imposible, no puede ser que seas mi madre.
    —Lo soy, eres mi hijo —le dijo Corina, intentando tocarle el brazo, pero Keith se apartó de ella.
    —No seas un animal —le respondió Cassandra cuando vio el rechazo.
    —¿Tú lo sabías? —volvió a preguntar con más presión en el brazo de su mujer.
    —Sí, lo sabía, pero no me correspondía a mí, contártelo.
    —Me traicionaste.
    —Yo no te he traicionado. Ya te he dicho que no tenía por qué contarte eso. No es de mi incumbencia.
    —Aún así, lo terminaste haciendo. Confié en ti, ¿y así me pagas? Eres igual a las demás.

    Keith, tiró a su esposa contra el sillón, y salió de la casa enfurecido, molesto y sobre todo sintiéndose traicionado por la única mujer que amaba.
    Cassandra y Corina se quedaron a solas, y en silencio.

    —Fue un tremendo error habérselo dicho —comentó Corina.
    —Corina, era cuestión de tiempo que se enterara, algo así no puede seguir oculto. No es bueno para nadie y ni mucho menos para ti y para él, tendrá que aprender a quererte como madre biológica que eres de él, tarde o temprano tendrá que aceptar la verdad —le dijo, tomando una de sus manos entre las suyas.
    —Es muy difícil, Cassandra. Lo mejor será irme —le emitió con sinceridad, y lágrimas en sus ojos.
    —Ni se te ocurra irte, porque yo no te lo permitiré.
    —Los únicos que pueden decidir sobre mí, son los padres de él.
    —Hablaremos con ellos, y luego hablaremos con Keith. Yo no quiero que te vayas, yo quiero que ocupes el puesto que te mereces, que es ser la madre de Keith.
    —La condición de sus padres era quedarme sin decirle la verdad a Keith y yo lo acepté.
    —Pasaron treinta años de esa condición, ¿no te parece que ya es tiempo de decirle la verdad?
    —No lo creo, Cassandra.
    —Yo creo que lo ideal es llamar ahora mismo a Sean y a Allison para comentarles lo sucedido —le expresó sinceramente Cassandra a su suegra.
    —Haz lo que te parezca mejor, ya no sé qué más hacer aquí en la casa —le contestó llorando.

    Cassandra contuvo a su suegra, y cuando la calmó, llamó a los padres de Keith, ellos y Pamela se presentaron en la casa minutos posteriores.

    —¿Qué ha pasado? —preguntó preocupada Allison a Cassie.
    —Hay un pequeño problema —dijo la joven—, y yo tuve la culpa.
    —En realidad ninguna de las dos tiene la culpa —acotó Corina—. Su hijo nos escuchó hablar sobre decirle la verdad de quién era yo para él —le contestó ella a Allison, tragando saliva con mucha dificultad.
    —¿Se enteró? —preguntó Sean.
    —Sí —le dijo Cassie—. Y no de una muy buena manera, yo saqué el tema cuando Corina y yo estábamos a solas, y él cuando llegó de otra parte, nos escuchó hablar del asunto, preguntó insistentemente qué le ocultábamos, y Corina terminó por decirle la verdad. No se lo tomó nada bien, creo que era de esperarse.
    —Mi condición era jamás decírselo a su hijo, y sin embargo falté a su palabra —les dijo a los Astrof, con mucha vergüenza.
    —Corina, esto no ha sido tu culpa, en un momento u otro Keith debía de enterarse. Se lo íbamos a decir en un momento apropiado pero no hubo tiempo, y decidimos esperar. Creo que en parte nosotros también tuvimos algo de culpa, por haberlo pospuesto sin ninguna necesidad, ahora hay que encontrarlo para hablar bien con él y contarle toda la verdad —le respondió con suma sinceridad, Allison.
    —Creo saber dónde se encuentra, pero no creo que quiera verme.
    —Eres la única que puede hacerlo recapacitar, a ti te escucha, y ha cambiado mucho su relación —le contestó Alison.
    —Lo sé, pero no se fue nada bien conmigo. Es seguro que se ha ido a Hampton, pero no sé dónde encontrarlo, supongo que tienen ustedes casa allí.
    —Sí, tenemos una —dijo Sean.
    —Van a tener que darme la dirección entonces. Allí era dónde íbamos a ir luego del viaje a Inglaterra, por un fin de semana a solas.
    —Te la daré —volvió a decirle su suegro.
    —Señora Allison, será mejor que empaque mis cosas y me vaya de aquí.
    —Nada de eso, tú no te irás de aquí. Eres su madre también, aunque él lo niegue rotundamente —le contestó directa, Allison.
    —De acuerdo, como usted diga, señora.
    —Creo que ya va siendo hora que me tutées, te lo he dicho mil veces, Corina. Nada de señora, siempre te consideré mucho más que una sirvienta, pero tú siempre has querido ocupar ese puesto, y yo no tenía problema en que me tutearas, si bien quisiste ser sirvienta, y yo de un principio te lo acepté, con el tiempo me di cuenta que no eras de esa clase de mujeres que cuando tienen un sueldo bueno, juntan sus cosas y se llevan a su hijo de los dueños que lo criaron.
    —Yo siempre he estado agradecida con ustedes, nunca me he quejado de la manera en cómo lo criaron, ha salido un excelente hombre, y con principios íntegros. Más de lo que yo podía darle —les respondió, Corina.
    —A partir de ahora mismo dejarás de ser una sirvienta, Corina. Es hora que ocupes el puesto que te corresponde, ser su madre. Tendrá dos madres, algo inusual, pero excelente a la misma vez. Cassandra, apronta una pequeña valija con lo necesario, y compra un pasaje de avión a Nueva York, pero hazlo recién mañana, para que le des tiempo en instalarse allí —le dijo, Allison.
    —Está bien.

    Los padres de Keith, su hermana, y Corina fueron a la cocina, mientras que Cassandra entró al cuarto matrimonial para preparar la maleta. Metió lo necesario, y la dejó en un rincón. Aquella noche, toda la familia se quedó a dormir en la casa, y a la mañana siguiente, Cassie ya estaba dentro del aeropuerto para comprar el pasaje de avión.
     
  15.  
    Autumn May

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    Amor se paga con Amor
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    Drama
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    37
     
    Palabras:
    1130
    Capítulo 32
    ¿Reconciliación?

    Cassandra llegó a la casa de los Hamptons luego de casi seis horas de vuelo. Había llegado a la tarde, y tomado un taxi que la dejó frente a la casa. La misma era imponente y majestuosa. Sencilla pero elegante, la fachada de color blanco y su jardín delantero llamaban la atención de cada persona que pasaba por allí.
    Su pequeña valija quedó a un costado cuando sacó las llaves de su cartera y la introdujo en la cerradura, cuando abrió la puerta, tomó la maleta en una de sus manos y entró al interior de la casa. Miró con asombro el interior, subyugándose con cada detalle que veía.
    Caminó hacia lo que debía de ser la cocina y lo encontró merendando con tranquilidad.
    Keith escuchó pasos detrás de él y giró su cuerpo mirándola con atención.

    —¿Qué haces aquí? —le preguntó bebiendo un sorbo de su café.
    —Tus padres me dieron la dirección.
    —¿Quién de todos? —le inquirió con sarcasmo.
    —No seas así. Agradece que tienes unos padres que te adoran.
    —En estos momentos lo dudo. No deberías estar aquí.
    —Eres mi marido. Tengo que estar donde tú estés.
    —¿Segura? Si eres mi esposa, tendrías que haberme dicho lo de la adopción.
    —Ya te he dicho que a mí no me correspondía —le dijo ella sentándose frente a él—. ¿No me vas a perdonar?
    —¿Debería de perdonarte? —le preguntó, observándola con suma atención.
    —Tendrías que hacerlo. No te traicioné, si lo habría hecho te hubiera mentido y no lo hice. Solo me callé porque no soy quién para decírtelo. ¿No crees que has tenido una mala actitud?
    —No me lo esperaba. Nunca me lo imaginé.
    —Me imagino que no, pero no puedes despreciarla, es tu madre también, aunque no te guste.
    —Siempre vi a Corina como a una sirvienta.
    —Ese pensamiento lo tienes que olvidar. No es bueno que estés así, te hace mal, a ti y a tus tres padres.
    —Quiero que me cuentes todo y se perfectamente que lo sabes.
    —¿Qué quieres que te cuente? —le preguntó ella.
    —Todo.
    —Yo lo supe hace muy poco tiempo también. Corina me lo contó cuando nos estábamos por separar y ella terminó por contármelo.
    —Hace mucho que lo sabes entonces.
    —Relativamente sí, pero no era yo quién te lo tenía que decir.
    —Me estoy dando cuenta de eso. Quiero saber porqué me dio a la pareja que son mis padres.
    —Tu madre llegó a la casa de los Astrof estando embarazada, la recibieron excelente y enseguida le dieron el trabajo de sirvienta. Como ella sabia que no podía quedar embarazada Allison y que ella no podía criarte como correspondía, decidió que lo mejor era darte a la pareja, y la pareja aceptó criarte con el apellido de ellos, siempre y cuando Corina estuviera viéndote crecer y que estuviera contigo en todo momento. No quisieron nunca alejarla de ti porque comprendían que Corina iría a sufrir. Y eso me parece perfecto. Posterior a eso, Allison quedó embarazada de Pamela.
    —Todas las madres cuando deciden dar a sus hijos, los dan sin importarles nada. No preguntan, no hacen nada.
    —Algunas no los quieren, pero Corina sí te quería, pero no podía mantenerte como quería, y sabía bien que con Allison y Sean podías tener todo, y lo consiguió, vio el bienestar tuyo y no el de ella.
    —¿Por qué tuvo que pasarme esto?
    —No te ha pasado nada. No tendrías que decir una cosa así, es muy bueno que tengas dos madres, ojala yo tendría una familia como la tuya, la mía dista de ser ejemplar.
    —Luego de haberme ido, ¿qué ha pasado con tu padre?
    —Nada. Su otra mujer lo abandonó, pero haré lo posible por decirle a mi madre que le pida el divorcio.
    —Como tú me lo pediste en su momento —le dijo él, mirándola.
    —Sí, como te lo pedí antes. ¿Qué piensas hacer ahora? —le preguntó ella, cambiando de tema.
    —No lo sé, me quedaré unos días aquí. Y tú deberías irte.
    —¿Quieres que me vaya? —le preguntó sorprendida.
    —Tendrías que irte. No has sido sincera conmigo, y eso no me lo esperaba de ti.
    —Ya te dije que no me correspondía decírtelo. ¿Eso quiere decir que no me perdonas? —le preguntó y volvió a inquirirle lo que tanto temía—. ¿Quieres seguir casado conmigo? —terminó por preguntarle, y él se quedó callado—. Obtuve la respuesta con tu silencio. No pensé que por no habértelo contado quisieras terminar el matrimonio. Pero no me importa, me quedaré aquí también, hasta que te haga reaccionar y te des cuenta que estuviste muy mal en despreciar a Corina, tu madre. Y hacerte entender que tienes que perdonarla también. Eres demasiado testarudo y no dejas que nadie se preocupe por ti y ni mucho menos puedes perdonar, no me gusta para nada que seas así, eres muy duro con los demás, no quieres que cometan errores y mucho menos yo, porque no puedes perdonar, esa es la verdad. No perdonas y viéndolo así, dudo mucho si alguna vez me perdonaste el no poder tener hijos.
    —Eso es completamente distinto. Sabes bien que no me interesa si puedes o no tener hijos.
    —Entonces perdona a los demás también, como en su momento, tú me perdonaste a mí.
    —Yo no tenía porqué perdonarte de algo que es impredecible, Cassandra. Esto es muy diferente, y no quiero que me insistas, porque terminaré por quedarme definitivamente aquí, y no volveré más a Beverly Hills.
    —De acuerdo, pero no creas que volveré a Beverly Hills, me llevó horas el viaje, no pienso volver sin ti.
    —Haz lo que se te plazca aquí.
    —Muy bien —le dije ella, levantándose de la silla y tomando a Keith por sus mejillas para darle un beso en sus labios, un beso que su marido no esperaba, pero que aún así aceptó sin poder enojarse con ella—. ¿Ves que cuando te pones así, eres muy lindo y bueno? —le dijo, formulando la pregunta mientras lo miraba a los ojos.
    —Ya basta —le dijo él, sonriendo aunque no quería, y quitándole las manos de su esposa de sus mejillas.
    —Te estás riendo —le contestó ella riéndose también.
    —No provoques, Cassandra.
    —¿Por qué? ¿Qué me harás? —le insistió ella.
    —Si provocas así, atente a las consecuencias.
    —¿Ah sí? ¿Y qué me harás?

    Cassie ni siquiera obtuvo respuesta de lo que le había preguntado, lo único que consiguió, fue sentir que la subía al hombro masculino y ser llevaba escaleras arriba. Ella, sonrió como una enamoradiza, mientras se sujetaba del cuello de su marido.
    Las últimas cosas que ella vio, fueron la puerta cerrarse con el pie de él, que Keith la apoyaba sobre el colchón de la cama matrimonial y a él encima suyo para besarla con ansias y pasión.
     
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    Autumn May

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    Amor se paga con Amor
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    Para todas las edades
    Género:
    Drama
    Total de capítulos:
    37
     
    Palabras:
    1291
    Capítulo 33
    Una familia feliz

    Ambos quedaron abrazados y mirándose.

    —¿Volverás conmigo a Beverly Hills?
    —No lo he decidido aún.
    —Hay personas que te esperan.
    —Tú, en vez de preocuparte por mí, tendrías que hablar con tu madre.
    —Mi familia puede esperar, pero la tuya, no.
    —Volveré contigo con una sola condición.
    —¿Cuál?
    —Que te quedes conmigo a pasar una semana.
    —Sabes bien que lo haré. No quiero que nuestro matrimonio fracase, no quiero alejarme de ti —le dijo ella abrazando su brazo y acurrucándose contra él.
    —No puedo creer que me ames tanto.
    —A pesar de todo, te amo, siempre te amé. Lo que ha pasado entre nosotros antes, para mí, quedó en el olvido, por el simple hecho de quererte y amarte.
    —Eres una excelente mujer, Cassandra. A pesar de todas las dificultades, siempre estuviste a mi lado y eso es indispensable para mí. Te amo por cómo eres conmigo —le respondió con absoluta sinceridad, y la besó de manera tierna y amorosa.
    —Eso es lo más lindo que podrías haberme dicho, Keith —le contestó ella, con una gran sonrisa en sus labios.

    La pareja de enamorados, luego de aquella breve charla, disfrutó de una semana única y romántica. Llegando a su final, el lunes por la mañana en dónde volvieron a la casa del joven matrimonio, y en la cuál los esperaban las cuatro personas que formaban la familia de Keith.

    —Yo subiré a acomodar las ropas en el cuarto —comentó Cassie, intentando dejar a su marido con su propia familia.
    —Eres parte de la familia, te quedas aquí también —le respondió Keith mirándola a los ojos.
    —Si tú lo dices —le dijo ella.
    —Antes que todos hablen, quiero decirles que Cassie ya me contó todo. Por lo tanto, Corina será mi madre también, pero me llevará tiempo quererla y saber cosas de ella.
    —Es lo más lógico —comentó Corina—. No pretendo que me quieras de un día para el otro, eso no sería bueno, tú tienes que saber cosas de mí, y me parece bien que de a poco me quieras preguntar todo, y llegues a quererme. No quiero imponerte las cosas, y no quiero que me quieras por obligación.
    —Me parece bien las cosas que me has dicho, Corina.
    —¿Estás enojado con nosotros? —le preguntó Allison.
    —No, no lo estoy en lo absoluto. Al principio lo estuve, pero cuando llegó Cassie allí, y me contó la verdad, con los días fui comprendiendo el porqué lo han hecho, y el porqué hizo, lo que hizo, mi madre biológica.
    —¿Podríamos tener un almuerzo en familia, no? —sugirió Pamela.
    —Sí, podríamos tenerlo —dijo Keith.

    Los cinco integrantes, acomodaron la mesa principal para un almuerzo en familia, pero la única que estaba consternada e incómoda, era Corina.

    —No tienes porqué estar así, deja que todo fluya, verás cómo Keith comenzará a hablarte más y a tratarte con soltura —le expresó Cassandra, abrazándola por sus hombros y yendo con ella a la cocina, para tomar algunos cubiertos y llevarlos a la mesa.
    —No quiero sentirme así, pero es inevitable.
    —Lo sé, pero a medida que pasen las horas, te acostumbrarás, eres una más de la familia, no lo puedes negar, y tienes tanto derecho como los demás aquí también, Corina.
    —Allison me acompañó a comprar ropa, me siento en deuda con ellos.
    —No tienes que sentirte así, si ella ha querido eso, entonces es porque no tiene ningún problema en que seas su segunda madre también.
    —Es todo tan extraño.
    —Puede que lo sea, pero estoy muy contenta por ti, Corina, eres una mujer excepcional, y tienes que tener el cariño y el amor de tu hijo también, por algo haz querido que lo criaran ellos, porque en verdad querías y quieres a tu hijo, de lo contrario, lo hubieras abandonado, y estoy segura que eso no te lo habrías perdonado jamás. Y lo bueno de todo esto, es que, los Astrof no te dejaron sola durante y después del embarazo, no todas las familias adineradas hacen lo que ellos hicieron.
    —Lo sé bien eso, siempre les estaré agradecida por todo lo que me han dado y más.
    —Vamos a llevar las demás cosas, y a almorzar con los demás, por un día, tenemos que ser una familia feliz, aunque sé que la de Keith fue siempre feliz —le respondió Cassandra.

    La familia almorzó con tranquilidad, y charlando entre todos también. No había preferencias, no había nada de soberbia o arrogancia por parte de Keith, algo que Cassie estaba preocupada por ver cómo actuaba su marido delante de Corina, ya que era la primera vez que estaba sentada con todos ellos y al verlo, se sorprendió por la manera en cómo charlaba y se desenvolvía delante de su segunda madre, sonrió por dentro, y terminó por almorzar sin miedos y sin preocupación.
    Las tres mujeres levantaron los platos de la mesa, y los llevaron al fregadero para lavarlos, secarlos y luego guardarlos, mientras que ambos hombres, se quedaron sentados, y charlando.

    —¿Cómo te encuentras luego de todo lo que ha pasado?
    —Tranquilo, supongo que más aliviado.
    —Por un momento, llegué a sospechar que nos ibas a despreciar.
    —Siempre me han criado, ustedes me dieron todo, no podría hacerles eso jamás, sé que soy cabrón y muy déspota cuando me lo propongo, pero en este caso, no. Me enojé en su momento, pero después, lo entendí todo.
    —Me alegro mucho que a pesar de todo, hayas comprendido todo lo que Cassandra te ha contado. Me pone muy feliz que de a poco comiences a aceptar a Corina, ella es tu verdadera madre, y con el tiempo debes quererla también, como quieres a Allison. ¿Qué piensas hacer de ahora en más?
    —Seguir con el trabajo, ayudar a Cassie con su familia, que está hecha un caos, y reafirmar mi matrimonio con ella.
    —¿A qué te refieres con reafirmar el matrimonio?
    —Pronto te enterarás —le contestó el hijo al padre.

    Padre e hijo siguieron charlando, mientras que dentro de la cocina, las cuatro mujeres, entre risas y conversación también, llevaron el postre y el café para terminar aquel hermoso almuerzo en familia.

    —Señora, antes que vayamos allí —le dijo Corina, deteniendo a Allison a mitad de camino—, me gustaría agradecerle todo lo que ha hecho por mí. Sinceramente, no tenía ninguna intención de ser parte de su familia, pero por circunstancias ajenas, el señor Astrof tuvo que enterarse de la verdad de una manera poco habitual.
    —Corina, ya lo hemos hablado con anterioridad este tema, ya está todo más que dicho. Sean y yo queremos que seas parte de la familia Astrof, siempre te insistí para que compartieras con nosotros todo, si bien, al principio lo tomé de otra manera, un poco más fría, porque no quería que te acercaras demasiado a él, con el tiempo supe la clase de mujer que eras. Ya después comencé a decirte que te integraras pero tú siempre mantenías el puesto de sirvienta y te conformabas con verlo crecer desde lejos. Lo que has hecho por él, no todas las madres lo hacen, y eso para mí, es valorable. No me importa si eres su madre biológica, solo quiero que seamos una familia, como siempre la hemos sido, incluyendo a una integrante más, su madre biológica. Y por favor, llámame Allison. Así como llamarás al padre de Keith, por su nombre, y a Keith, solamente como Keith, nada de formalidades, ¿me escuchaste?
    —Sí, Allison, te he escuchado.
    —Así me gusta entonces —le respondió con una enorme sonrisa, y Corina se la correspondió también.

    Ambas salieron de la cocina, ya que Cassie y Pamela estaban en el comedor repartiendo las porciones del postre, y ambas madres traían en sus manos la jarra del café y las tazas.
     
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    Autumn May

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    Título:
    Amor se paga con Amor
    Clasificación:
    Para todas las edades
    Género:
    Drama
    Total de capítulos:
    37
     
    Palabras:
    1410
    Capítulo 34
    Problemas resueltos

    Dos semanas después, en la casa, las cosas estaban yendo de maravillas, aunque Keith, aún se mantenía algo distante con Corina.
    Su marido, había aceptado que Corina estuviera con ellos compartiendo las cuatro comidas de cada día y Cassie le había dado el visto bueno en esa decisión.
    Estaban cenando, cuando Keith tocó el tema de los padres de su esposa.

    —¿Qué harás con tus padres?
    —Iré en estos días a hablar con mi madre, estoy bien segura que querrá divorciarse de él, sería lo más lógico.
    —Sería lo lógico, pero ella... ¿quiere? —le preguntó Keith.
    —No lo sé, espero que sí quiera y pueda rearmar su vida como más le plazca.
    —Yo pienso que tienes que hablar con ella y hacerla recapacitar si no piensa divorciarse de su esposo —comentó Corina.
    —Estoy de acuerdo con eso yo también —acotó Keith.
    —Lo mismo pienso, pero veremos luego —dijo Cassie.

    Terminaron de cenar, y las dos mujeres levantaron la mesa mientras que Keith se tiraba en el largo sillón para mirar un poco de televisión.
    Una vez que terminaron de acomodar todo, Corina salió de la cocina para retirarse a su habitación.

    —Buenas noches, Keith.
    —¿No me darás un abrazo? —le preguntó él.
    —¿Quieres un abrazo de mí?
    —Es lo más lógico y normal, ¿no?
    —Si tú lo dices.

    Él se levantó del sillón, y caminó hacia ella, se puso frente a la mediana mujer y la abrazó por sus hombros, abrazando al hombre por su cintura.

    —Buenas noches, mamá —le dijo él, al fin.
    —¿Me llamaste mamá? —le preguntó ella muy sorprendida.
    —¿Acaso no lo eres?
    —Sí, pero no creí que me lo dijeras tan rápido.
    —Para mí no es tan rápido, si quieres saberlo, desde siempre te he conocido, nunca has sido una mujer mala, y aunque era un mal hombre contigo, tú supiste llevarme con mis malos humores y feas contestaciones. Te admiro por todo eso, y admiro a Cassie también, lo que ustedes me aguantaron, no tiene nombre. Sobre todo, mi esposa, me ha soportado todo, desde mis horribles contestaciones y feos modales hasta ser un déspota con ella y aún así, estuvo siempre a mi lado.
    —Eso es el amor verdadero, Keith. Y no lo puedes esquivar, cuando toca a la puerta, hay que dejarlo entrar —le respondió su madre con una amplia sonrisa.
    —Lo sé, lo bueno de todo es que Cassie, siguió aceptándome.
    —Ella te ama, con locura, esa es la razón por la cuál te soportó todo, buenas noches, cariño —le dijo ella, acariciando su áspera mejilla.
    —Buenas noches, mamá —le contestó él, besando la mejilla de su madre.

    Cassandra, salió rato después de la cocina, apagando la luz principal de la misma. El joven matrimonio quedó a solas, y él la invitó a ir a dormir, algo que Cassie estaba más que encantada por aceptarlo.
    Una semana más había pasado en donde la misma, Cassandra planteó el tema del divorcio a la madre de ésta, en la casa de la familia Albright.

    —¿No crees que tienes que pedirle el divorcio? Te ha estado engañando por años.
    —Tengo noción de todo, Cassandra. Pero no puedo divorciarme de él. Lo quiero.
    —Entiendo que lo quieres, pero ten un poco de amor propio. No fue una aventura y volvió contigo, tuvo una mujer y un hijo dentro del matrimonio.
    —Tú no eres la indicada para decirme que le pida el divorcio, no cuando le pediste el divorcio a Keith, y terminaste quedándote con él.
    —Mamá, lo tuyo es muy diferente a lo mío, él no me engañó, él no tiene un hijo por ahí.
    —¿Y si lo tuviera? ¿Qué harías? —le preguntó su madre, y ella quedó completamente callada.

    Para aquellas preguntas, no había respuestas, o sí. Y eran las mismas de su madre, no abandonarlo porque lo quería y estaba enamorada de él. Terminó por irse de la casa, llegando muchos minutos luego en taxi a la casa de Beverly Hills.
    Keith era el único que se encontraba en la casa, ya que Corina había salido con Allison a merendar.

    —¿Y bien? ¿Qué te ha dicho?
    —No se divorciará.
    —¿Por qué?
    —Porque lo quiere y está enamorada de él, y no la puedo culpar. Me dio vuelta la conversación, poniéndote a ti en el lugar de su marido, y yo me quedé muda.
    —¿Por qué te quedaste callada?
    —Porque haría exactamente lo mismo que ella, te perdonaría, por la simple razón de amarte. Y creo no tener mucho amor propio por mí, porque a pesar de lo que me harías, seguiría contigo.
    —Nunca te engañé y lo sabes, y mucho menos tengo un hijo escondido por ahí.
    —Lo sé bien todo eso, Keith. Es solo una suposición, que si llegaras a hacérmelo, te perdonaría.
    —O sea que, ¿piensa volver con él, si vuelve a la casa?
    —Así es.
    —Creo que ya no tienes más nada que hacer con tus padres.
    —Diría que no. De ahora en más, que arreglen las cosas entre ellos, yo me metí demasiado como para intentar arreglar la familia, a partir de ahora, si ambos quieren volver, que vuelvan, yo no seré la que se los impida, y dudo muchísimo que mi hermana se meta en algo. Solo espero que mi hermano, no sufra con la familia.
    —No lo hará. Y si ves que las cosas se complican mucho entre ellos, cuando intenten volver, si vuelven, puedes traer a tu hermano aquí con nosotros.
    —¿Estás seguro? No quiero que mi hermano sea un inconveniente para ti.
    —Tu hermano, es mi cuñado, demasiado pequeño para serlo, pero lo es al fin de cuentas, y no, no será ningún inconveniente para mí, al contrario. Creo que te alegrará los días verlo aquí.
    —Puede que tengas razón, pero primero tengo que ver cómo van las cosas entre ellos dos.
    —Y me parece lo más justo.

    Los días posteriores, en la casa de los Albright, los padres de Cassie, se habían reconciliado, y reinaba la armonía en aquella casa que había comenzado de manera muy desastrosa.
    Uno de los días de la semana laboral, Keith había citado a su suegro en su despacho, para comentarle ciertas cosas referidas a él y a su hija.

    —Siéntese, señor Albright.
    —Tú dirás, Astrof. No sé para lo que me has llamado.
    —Solo quiero aclararte varios puntos que veo entre tu hija y tú. Primero que nada: a partir de ahora, no le tocarás un solo pelo a Cassandra, a menos que sea un buen trato y un cariño, si veo que intentas golpearla o insultarla, lo que yo haré será romperte todos los huesos, ¿está claro?
    —Clarísimo.
    —Perfecto, continúo, segundo: creo que ésta suma de dinero cubrirá todas tus deudas, ¿o me equivoco? —le dijo, entregándole un cheque con una gran suma de dinero.
    —Es mucho más de lo que adeudo.
    —Para que sepas que tienes un yerno muy comprensible —le contestó él con sarcasmo—, si es por mí, te dejaría con esas deudas de juegos que tienes, pero solamente lo hago por Cassie, se hace demasiados problemas con tus estúpidas deudas, para la edad que tiene. Y no me gusta ver preocupada a mi mujer y si realmente quieres a tu hija, intenta tratarla como se merece, yo era un estúpido como tú, en tratarla mal, me di cuenta casi demasiado tarde cuando supe la clase de mujer que tenía a mi lado, vale oro, y espero que tú, con el tiempo, la veas de esa manera también. ¿Alguna duda?
    —No, ninguna. Solo agradecerte todo lo que has hecho por mí —le respondió sumamente agradecido y avergonzado a la misma vez, mientras miraba con atención aquel cheque con seis ceros.
    —No me agradezcas nada, solo quiero que respetes a mi esposa. Por otra parte, eres un gran empleado, y nunca has estado en problemas, espero que te mantengas así, Albright.
    —No lo tienes ni que dudar.
    —Perfecto entonces, eso fue todo. Puedes retirarte.
    —De acuerdo, y muchas gracias nuevamente —le contestó el padre de Cassie, y se retiró de la oficina de su yerno.
    —Una última cosa.
    —Dime —le dijo él, girándose para mirarlo.
    —No volveré a pagarte una deuda más de juego, así que, piensa perfectamente lo que harás a partir de ahora.
    —Lo he entendido a la perfección.
    —Me parece perfecto que lo hayas comprendido. Buenas tardes, suegro —le expresó con total sinceridad, y volvió a bajar la vista en el proyecto de un nuevo y bonito yate.
     
    Última edición: 15 Noviembre 2016
  18.  
    Autumn May

    Autumn May Entusiasta

    Tauro
    Miembro desde:
    18 Abril 2013
    Mensajes:
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    Pluma de
    Escritora
    Título:
    Amor se paga con Amor
    Clasificación:
    Para todas las edades
    Género:
    Drama
    Total de capítulos:
    37
     
    Palabras:
    1276
    Capítulo 35
    Amor se paga con Amor

    Solo un mes después, el matrimonio de Cassie y Keith estaba yendo de maravillas. Y no le pareció nada raro cuando su marido la invitó a cenar, si no, todo lo contrario, estaba muy entusiasmada por volver a salir con él a solas.

    —Hace mucho que no me invitabas a cenar, ¿a qué se debe dicho acontecimiento?
    —Nada en especial. Es bueno volver a retomar ciertas costumbres, ¿no te parece? —le preguntó él, abrazándola por su cintura.
    —Me gusta y mucho la idea de volver a salir de vez en cuando a solas, ya lo extrañaba.
    —Bueno, pues de ahora en más un fin de semana de por medio, saldremos a cenar fuera, ¿te parece bien?
    —Me parece perfecto —le respondió ella, dándole un beso en sus labios.

    Cassie terminó por maquillarse un poco y perfumarse por último, para luego salir de la casa hacia la cena.
    Keith pronto le tenía preparada una gran sorpresa, cuando aparcó cerca del puerto, él se bajó, y ayudó a Cassie a bajarse del auto.

    —¿Cenaremos en el puerto?
    —Más o menos así.

    Caminaron hacia un bonito y muy pintoresco yate, el cuál estaba anclado.

    —¿Te gusta? —le preguntó él, mirándola con atención.
    —Es precioso. ¿Lo has hecho tú?
    —Sí, para ti.
    —¿Para mí? —le preguntó ella muy asombrada—. Keith... ¿por qué?
    —Porque lo he querido, quería regalarte algo, y sabía bien que te iba a gustar que tuviera tu color preferido.
    —Lo que más me sorprende es el nombre del yate: “El Ancla de Keith”. ¿Por qué?
    —Porque eso eres para mí. Eres mi ancla, y jamás me siento a la deriva contigo. Ahora, lo ideal es ir a cenar.
    —¿Dónde cenaremos? ¿Aquí? —le preguntó ella.
    —Sí, pero en tu yate —le dijo besando su cuello.

    Él ayudó a Cassie a subirse a cubierta, y le corrió la silla para que se sentara. Ella, luego de darle las gracias, él se sentó frente a ella.
    La cena transcurría de lo más normal y tranquila, cuando un delfín tiró hacia la cubierta una pelota de playa.

    —¿Eso fue un delfín?
    —Sí.

    El sonido del delfín despertó la curiosidad en Cassie, quién se levantó de la silla, y fue a verlo.

    —Es precioso, ¿no es raro que haya un delfín aquí?
    —Es posible, pero, ¿por qué no tomas la pelota que tiró?
    —Es solo una pelota de playa. No tiene nada de raro —le dijo ella, tomándola en sus manos y mirando con atención lo que estaba escrito—. ¿Qué es esto? —le preguntó, asombrada.
    —Supuse que era original pedírtelo de ésta manera.
    —Tiene algo dentro.
    —¿Sí? ¿Qué crees que será?
    —Quiero suponer que es el anillo —le dijo ella.
    —Podría ser, ¿no te parece? —le sugirió Keith.
    —Sí, es lo que pienso —le respondió ella, volviendo a sentarse en la silla—, no hay manera de abrirla, salvo pincharla.
    —Es lo que deberías de hacer. Pero antes, ¿leíste bien lo que dice el balón? ¿Que si quieres casarte conmigo?
    —Sí, ya lo leí, y sí, quiero casarme contigo.

    Cassie tomó el cuchillo con el que estaba cortando la carne cocida, y pinchó uno de los extremos del balón, de inmediato la pelota se desinfló, y ella comenzó a cortarla para poder meter la mano y quitar lo que tenía por dentro.
    Keith se levantó de la silla y se apoyó en una sola rodilla frente a ella. Él tomó la caja de terciopelo en sus manos, y la abrió, dejándole ver a su esposa un hermoso anillo de compromiso.

    —¿Quieres volver a casarte conmigo, pero ésta vez, para siempre?
    —Sí, quiero casarme nuevamente contigo.

    La pareja de enamorados disfrutó de la cena nuevamente, y se quedaron a dormir en el yate.
    Dos meses después, de aquella proposición, Keith entró al cuarto de ellos para encontrar a su esposa dándose una ducha.

    —Cassie, ¿podrías salir un momento?
    —Enseguida salgo —le gritó desde el baño.

    La joven, hizo lo más rápido posible en secarse, y taparse con la toalla, mientras que se hacía un turbante en la cabeza con otra toalla.
    Salió del baño, que daba al dormitorio, y se encontró con su marido y un bebé en brazos.

    —¿De quién es el bebé? —le preguntó ella sorprendida.
    —¿No es lindo?
    —Sí que lo es. ¿Es de algún pariente tuyo? ¿Ha venido alguien a visitarnos?
    —No, ninguna de las dos cosas, el bebé se llama Ethan, y es nuestro.
    —¿Nuestro? —le volvió a preguntar ella, y a medida que pasaban los segundos, comenzó a comprender lo que él le estaba diciendo, mientras que sus ojos se le llenaban de lágrimas—. ¿Por qué lo has hecho? —le inquirió ella, con un hilo de voz.
    —Es lo que siempre quisiste.
    —Pero debíamos charlarlo bien, y no tomar las cosas a la ligera. Yo no sé si tú lo querías, más sabiendo tu situación.
    —No tienes porqué pensar en esas cosas, ya toda la familia está bien y todo volvió a la normalidad, como tenía que ser. Y yo no soy reacio en adoptar un niño, ya ves que no, si no, no estaría con este hermoso bebé en mis brazos.
    —Lo sé, pero aún no creo lo que has hecho por mí.
    —¿Qué es lo que no crees? Te amo con locura, esa es la verdad, y haría lo que fuera por ti, ahora solo nos falta el casamiento.
    —Quiero saber del bebé. ¿Cómo te lo han dado?
    —Estuve en contacto con un orfanato, la directora del lugar siempre me mantenía informado de las cosas que pasaban, hasta que me avisó que había un nuevo integrante, Ethan, que había sido ingresado desde hacía poquito al establecimiento.
    —Pero esas cosas llevan su tiempo, incluso tienen que tener mi firma.
    —Firmarás mañana a primera hora de la mañana, pero tú y yo somos sus verdaderos padres —le respondió Keith, y ella terminó por llorar—. Si lloras así, es por felicidad.
    —Sí, lloro por felicidad. No puedo creer lo que hiciste, y sin embargo estoy más que contenta con este hermoso regalo que me has dado.
    —Me pone feliz verte feliz también, ahora hay que organizar la boda. Nuestra primera boda no ha sido como la hubieras querido, pero ésta vez, quiero que sea la soñada para ti, y que la disfrutemos junto con nuestro hijo.

    La pareja llenó de besos al niño, el cuál gorjeaba y tocaba con sus pequeñas manos, los rostros de sus nuevos padres, de contento.
    La organización de la boda, solo les llevó un mes y medio, un mes y medio en donde estuvo lleno de risas, un poco de discusiones también, pero por sobre todo, lleno de amor entre toda la familia, en especial, consintiendo al más pequeño de todos.
    Para el casamiento habían invitado a todas las personas que consideraban que debían estar con ellos para compartir la felicidad de ambos. Corina y Allison eran las madrinas de Keith, y aunque las cosas entre la familia de Cassie iban amoldándose de a poco, el padre, fue el encargado de llevar a la novia al altar. Pamela era la dama de honor principal de su cuñada, y la hermana de la joven era la segunda, junto con Dorothy. Los padrinos eran varios amigos de Keith, incluyendo a su padre y a Anthony.
    Una vez que el cura, volvió a declararlos marido y mujer por segunda vez, los novios, felices y tomados de la mano, salieron de la Iglesia, para ser felicitados por los invitados, en donde luego, tomaron a su hijo en brazos, para sellar el amor que se tenían.
    El amor se paga con el amor, y esa, es la máxima felicidad.
     
  19.  
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    Amor se paga con Amor
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    Para todas las edades
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    Drama
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    37
     
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    1250
    Epílogo
    Disney y el amor

    Cinco años después...

    Había tocado realizarle la fiesta de cumpleaños a Ethan, ya que el niño había querido un pequeño festejo con la familia y algunos amigos de su jardín de infantes.
    Ethan se encontraba en su cuarto, jugando mientras los padres del niño estaban en la sala organizando la fiesta.

    —¿Qué te parece si alquilamos juegos, y contratamos un servicio de animación, y luego lo llevamos a Disney?
    —¿A Disney? —le preguntó ella.
    —Sí, de paso, tú también lo conocerías.
    —Me encantaría conocerlo. Y me gusta mucho la idea que Ethan conozca Disney, ¿y con respecto a lo otro?
    —¿Qué cosa?
    —Lo que ya habíamos hablado con anterioridad, Keith.
    —¿Quieres decírselo?
    —Creo que es lo más justo. Lo tiene que saber, ¿o quieres que pase como lo que pasó contigo, que te enteraste hace cinco años atrás?
    —No, no quiero que pase lo mismo que pasé yo.
    —Yo prefiero decirle las cosas antes de su fiesta y de Disney —le contestó Cassie.

    El niño, en aquel momento, bajó con cuidado las escaleras, y se fue corriendo a los brazos de su madre. La joven mujer, lo levantó en brazos y lo sentó en su regazo mirando hacia el frente.
    Ambos padres se miraron a los ojos, porque sabían que aquel era el momento justo para contarle la verdad.

    —Ethan.
    —¿Qué pasa mami? —le preguntó él, levantando su cabeza y mirando a su madre.
    —Nada, cariño. Solo tenemos que contarte algo papá y yo.
    —Entonces dímelo —se lo pidió el niño, mirando a ambos padres.

    Ninguno de los dos sabía cómo empezar a contarle la historia de su pequeño hijo, hasta que Keith se armó de valor y empezó a hablarle a Ethan.

    —Me gustaría contarte una pequeña historia, ¿sabías que los bebés vienen de muchas maneras? —le preguntó y el niño negó con su cabeza—, algunos vienen de la panza de la mamá, y otros vienen del corazón.
    —¿Vienen del corazón? ¿Cómo?
    —Sí, tú has venido del corazón.
    —¿Y es lo mismo que de la panza de la mamá?
    —Algo parecido, nada más que mamá no sufrió dolor.
    —Yo no quiero que mamá sufra por mí.
    —Y no lo he hecho, Ethan —le dijo Cassie besando su pelo.
    —Entonces, ¿vine del corazón?
    —Sí —le dijo la madre.
    —¿Y quién me trajo entonces? —volvió a preguntar el niño.
    —Primero, viniste de la panza de una mamá, y luego para nosotros has venido del corazón, eres un niño del corazón, eso quiere decir que te trajimos desde bebé, aunque tú no lo recuerdes —le dijo su madre, mirándolo atentamente, mientras el niño la miraba a los ojos con asombro.
    —¿Mi mamá anterior no me quiso?
    —No lo sabemos eso, Ethan —le dijo Keith—, lo único que sabemos es que te buscamos porque te queríamos.
    —No me importa si la mamá anterior no me quiso, yo no quiero irme de aquí.
    —Y no te irás nunca de nuestro lado, cariño —le respondió Cassie.
    —Es muy lindo que me hayan traído con ustedes —les contestó sonriéndoles a ambos—, me gusta mucho que sean mis padres, porque no me siento alejado de ustedes, y me alegra saber que mamá no sufrió dolor —le expresó, mirando a su madre, y tocándole su panza.
    —Ethan... —fue lo único que pudo decirle Cassie, quién tenía sus ojos llenos de lágrimas—. Eres nuestro hijo, no podríamos nunca alejarte de nosotros.
    —¿Sabes que yo también soy hijo del corazón, Ethan? —le inquirió su padre.
    —No, ¿en serio?
    —Sí, en serio. Y me agrada mucho la familia que tengo, aunque mi mamá de la panza es la abuela que vive con nosotros.
    —¿Y por qué tienes dos madres?
    —Creo que eso es algo que más adelante tendré que contarte —le dijo él, mientras que dentro de la cocina, Corina escuchaba con atención y con una sonrisa en sus labios cada palabra que la pareja le decía al niño.
    —Bueno, está bien, papi. Pero me conformo con tener una sola mamá, ¿y saben porqué?
    —No, ¿por qué? —le preguntaron ambos.
    —Así le doy todos mis besos a ella —les respondió el niño, abrazando a su madre por el cuello, y dándole besos en sus mejillas y boca.
    —A mamá le tengo que dar besos yo también —le dijo su padre, levantándose de la silla y abrazando a ambos, mientras le daba un beso en la mejilla a su hijo y otro en los labios de Cassie.

    Corina salió de la cocina cuando su hijo la llamó, y se integró al abrazo familiar.

    —Ethan, mamá y papá te tienen preparada una sorpresa. Pero como es sorpresa, no hay nada que se pueda decir —le dijo Keith.
    —Me gustan mucho las sorpresas, pero me harán la fiesta de cumpleaños, ¿no?
    —Sí, cariño. Te la haremos —le dijo su padre confirmándoselo.

    Una semana posterior, luego de haberle hecho sus padres, una bonita y divertida fiesta de cumpleaños a Ethan, el matrimonio, Corina y el niño, estaban empacando las maletas para el viaje sorpresa de su pequeño hijo.

    —¿Ethan? ¿Quieres que te ayude con la valija? —le preguntó su madre.
    —No, mami. Ya soy grande, puedo solo.
    —¿No te llevarás el muñeco que tanto quieres? —le volvió a preguntar ella.
    —Ay sí, me lo olvidaba —le dijo, buscando el pequeño muñeco de toalla para ponerlo dentro de su maleta de color azul claro—, creo que necesito que me ayudes con lo demás, seguro se me olvidará algo.
    —Me lo suponía —le contestó con una sonrisa, su madre.

    Una vez que todo estuvo preparado, los padres de Keith y Pamela, junto con los demás, se encontraron en el aeropuerto, listos para tomar el avión rumbo a Orlando.
    Solo les llevó algunas horas para llegar al destino soñado por el niño y por el de Cassie y Pam también.
    Aquel mismo día, ya que llegaron relativamente temprano al hotel, decidieron darle la sorpresa a Ethan.

    —Ethan, vamos a tener que vendarte los ojos, para que luego puedas ver la sorpresa que te tenemos preparada mamá y yo —le contestó su padre.
    —De acuerdo, papi. Sabes bien que me gustan mucho las sorpresas, así que, no tengo problema —le dijo el niño con una sonrisa en sus labios.

    Posterior al vendaje de sus ojos, toda la familia, se metió dentro de una camioneta que habían alquilado, y Keith condujo hacia el parque principal de Disney.
    Solo les tomó una hora llegar al lugar por el tráfico de aquel día. El padre del niño estacionó la camioneta en uno de los estacionamientos del parque, y luego caminaron hacia la entrada principal. Allí fue en donde le quitaron el pañuelo de los ojos al niño.

    —¡¿Disney?! —gritó del asombro.
    —Sí, Disney —le dijeron sus padres.

    El niño saltaba de contento y feliz, con una enorme sonrisa en su hermosa cara. Abrazo por separado a sus padres por sus cinturas, y tomados de la mano, recorrieron el inmenso parque de Disney. La última parada, había sido la casa de Mickey Mouse, en donde toda la familia, se colocó orejas de ratón, y junto a los personajes principales, se sacaron una foto familiar, estando de fondo la preciosa casa del ratón más famoso.
    Keith y Cassie sostenían a su pequeño hijo, mientras sonreían a la cámara, sabían perfectamente que sus vidas habían cambiado por completo desde el momento en que su hijo había llegado a la pareja. Para colmarlos de felicidad, dicha, y por sobre todas las cosas, amor, mucho amor entre los tres.
     

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