Amnesia

Tema en 'Historias Abandonadas Originales' iniciado por Jaizmar, 30 Julio 2016.

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    Jaizmar

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    Título:
    Amnesia
    Clasificación:
    Para todas las edades
    Género:
    Romance/Amor
    Total de capítulos:
    7
     
    Palabras:
    1063
    Prólogo

    Los recuerdos son mi peor enemigo. Porque sin importar cuanto intente sacarte de mi mente, vuelves a mí. Como sí nunca te hubieras ido, pero abro lo ojos y caigo en cuenta de que no es así, la realidad es otra. Tú no estas y yo te he perdido.


    Mi conciencia pesa y mi mente me traiciona.

    «Conduje a todos los lugares en los que solíamos pasar el rato perdiendo el tiempo».

    Recuerdos que nunca se irán con el pasar del tiempo. Porque es inevitable no rememorar tu rostro en cada lugar en el que estuvimos juntos. La manera en la que sonreías junto a mí... Todo eso se esfumo. Diste todo de ti para que no me perdiera en la oscuridad, en la soledad que me carcomía... Y no lo aprecie —al menos no lo suficiente—. Perdí mi oportunidad.

    «Pensé en nuestro último beso, cómo se sintió y la forma en la que tú sabias».

    El sabor de tus labios sobre los míos, el más pequeño roce de ellos... Era como sentir el cielo. La dulzura y suavidad características de ti, nuestras respiraciones entremezclándose, ¿Cómo quieres que olvide eso? Si es uno de los recuerdos más bellos que tengo de ti, pero también el más amargo. Ese beso que se sintió como un adiós...

    «A veces me pongo a pensar... ¿Todo esto fue una mentira?»

    Porque sí no es así... ¿Por qué siento que lo fue?


    Mis sentimientos se fueron hundiendo en un oscuro pozo sin salida. Parece que todo hubiera sido un engaño en el cual me vi sumergido durante todo este tiempo; como sí nada hubiera sido real... Una mentira. En la cual yo salí lastimado.

    «Porque no estoy del todo bien».

    Mis amigos me miran con tristeza, dándose cuenta de algo que yo mismo me he querido negar; sólo soy una sombra de lo que fui, porque mis ojos ya no transmiten ese brillo que solo existía cuando estaba contigo. Y vuelvo a caer en cuenta de que aunque quisiera, no puedo odiarte por todo lo que me has hecho sentir.


    Nunca espere recibir compasión de nadie y todos lo saben. Soy demasiado orgulloso para aceptar la lastima de los demás.

    «Desearía despertar con amnesia. Olvidarme de todas las estupidas pequeñas cosas; como la forma en la que se sentía quedarme dormido a tu lado y los recuerdos de los que nunca voy a poder escapar».

    ¿Sabes cuál es realmente el problema? Que no puedo. Lo deseo, lo deseo con todo mi ser; olvidarte y fingir que nada de esto sucedió, pero no puedo. Algo dentro de mí simplemente se niega a dejarte ir; y se que más allá de todo lo que hemos pasado... yo tampoco quiero soltarte. ¿Cómo dejar ir a alguien que significó tanto para ti?


    Me resulta estupido tener que hablar de ti en pasado, porque quisiera que aún fueras mi presente y mi futuro.


    Quisiera sufrir de amnesia, para enterrar todo este dolor en donde nadie pueda encontrarlo.

    «Las fotos que tú me enviabas, están todavia en mi teléfono. Admito que me gusta verlas todo el tiempo cuando me siento solo».

    Aún conservo lo que me quedó después de tu partida. Y sé que sólo me estoy aferrando a algo que ya no existe entre nosotros; pero no lo puedo dejar ir así como así. No tengo las fuerzas para deshacerme de este recuerdo... Aunque a veces quisiera.


    Repetidas ocasiones estuve cerca de hacerlo, de romper aquella conexión que me había quedado. Porque eso eran... era lo único que me conectaba a ti; cada objeto tenía su historia y yo no quería tener que aferrarme a esas historias, pero tampoco olvidarlas.

    «Mis amigos me preguntan por qué no quiero salir; me duele saber que eres feliz y que no eres mía».

    Tal vez... Eso es lo que más me dolía.


    Que todos se daban cuenta de que yo me estaba muriendo por dentro y no encontraba la manera de avanzar sin ti; mientras tú... habías iniciado sin problemas. Sentir que de verdad pude haber significado tan poco para ti como para que ahora fueras feliz como si nada hubiera pasado. A veces me preguntaba si tú estabas sintiendo lo mismo que yo, y luego me daba cuenta de que no era así.


    La sangre hervía en mis venas al imaginarte en unos brazos que no fueran los míos, recibiendo caricias que no fueran hechas por mí y profesando tu amor a alguien que no fuera yo. Te había perdido y lo peor es que no podría recuperarte, y dude de ti; mientras la realidad era otra.

    «Duele escuchar tu nombre cuando no te he visto en mucho tiempo. Es como si lo nuestro nunca hubiese pasado».

    Aunque lo intento, no puedo escapar para siempre de tu recuerdo. Escuchar tu nombre enciende la curiosidad en mí. ¿Me extrañas? Porque yo a ti sí, y mucho. Es como sí yo fuera un extraño en tu vida que nunca existió y al que nunca conociste.


    Tu nombre se escucha tan lejano... Como si solo hubiera sido un sueño todo lo que vivimos. Como si nunca hubiese pasado...

    «Si hoy me despierto contigo a mi lado, como sí todo esto fuese solo un mal sueño... Te sostendría más cerca mío de lo que nunca he hecho antes y tú nunca te escaparías».

    Desearía tener otra oportunidad, para demostrarte lo que realmente siento por ti. Despertar como si esta hubiera sido una falsa realidad que mi mente inventó para atormentarme, una pesadilla de la que quería despertar.


    Si pudiera regresar el tiempo, lo haría para no dejarte ir nunca más; para retenerte a mi lado como si mi vida dependiera de ello y hacer que cada uno de tus días, fuera más especial que el anterior. Me embriagaría del dulce aroma de tu piel, y te diría todas las mañanas... que eres lo más importante de mi vida.


    . . .​



    Nota: Esta historia está basada en la canción, "Amnesia" de 5SOS. Con ello no quiero decir que escribí la historia basándome en todo lo que dice la canción; sino que me inspire en ella, y cree mi propia versión de los hechos.
     
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    Amnesia
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    Romance/Amor
    Total de capítulos:
    7
     
    Palabras:
    867
    Aclaración: Lo escrito en cursiva puede hacer referencia a pensamientos; sueños, frases o palabras resaltantes en la historia. Además, los recuerdos no serán narrados por el personaje principal, sino en tercera persona. Todo fuera de los recuerdos, sí será narrado por él.

    ...


    Capítulo 1: Iniciando sin ti

    Hace mucho tiempo que dejé de prestarle atención al pasar del tiempo a mí alrededor. No recuerdo que día es y mucho menos la fecha. Sólo sé que los segundos, los minutos e incluso las horas pasan y yo aún siento que no salgo de mi ensimismamiento. Por más que sé y estoy consciente de que el tiempo pasa y transcurre a mi alrededor, no lo siento.

    He dejado de contar los días y las semanas, para saberme encerrado en mi propio mundo de soledad. Las cortinas de las ventanas de mi apartamento siempre se encuentran cerradas; por ello, no estoy al tanto de qué astro se encuentra en la cúspide del cielo en éste momento; sí el sol o la luna, y para ser sincero, no me importa. Solo quiero cerrar los ojos y dejar de pensar.

    Aún recuerdo detalladamente cada rasgo de aquella chica que se roba mis pensamientos. Su sonrisa; el brillo inocente en su mirada y la manera en que un tierno sonrojo cubría sus mejillas cuando estaba nerviosa, muy comúnmente en mi presencia. La consideraba simplemente hermosa, y sé que a pesar de todo... lo seguiría siendo de algún modo. Aunque no pueda verla, ella siempre será hermosa a mis ojos.

    Nuevamente me encuentro acostado en mi cama, mientras intento conciliar el sueño sin éxito alguno. Ya es rutina para mí el permanecer despierto hasta largas horas de la noche a la espera de que el sueño llegue a mí sin ningún resultado.

    . . .​

    Abrí los ojos cerrándolos casi de inmediato, acostumbrándome a la luz del día que me encandilaba la visión. Un momento... ¿Luz?

    — ¿Qué rayos...? —escuché los pasos de alguien que se acercan cada vez más a mí; pero aún sin reconocer de quién se trata, debido a que no distingo nada. Después de tanto tiempo sin haber visto luz alguna, la falta de ella me pasa factura.

    — ¡Vamos, de pie! Es un lindo día y ya sobrepasaste el tiempo de sufrimiento permitido —me «animo» —o al menos eso intentó— una voz muy conocida para mí, al instante que siento como me desarropaba. Era Neil, mi mejor amigo.

    — Púdrete. — No tengo ganas para este tipo de discusiones, así que me vuelvo a cubrir con las cobijas para intentar volver a dormir.

    — Ni que fuera fruta. Así que andando, mueve tu asqueroso trasero de la cama; que estoy seguro de que hasta tu silueta le has dejado marcada. — Volví a pasar por alto sus comentarios y me dedique a ignorarlo, como casi siempre hacía.

    — Mierda, Neil. Deja de joder y lárgate —comenté.

    — Lo siento amigo, lo intenté por las buenas.— No entendí a qué se refería con eso, ¿qué habrá querido dec...?

    — ¡Levántate!

    La sensación de mi cuerpo estrellándose contra el suelo de mi habitación me sorprendió. Mierda, debo admitir que no me espere eso; era de aguardarse que Neil hiciera algo así, pero mi cuerpo no estaba preparado físicamente para el doloroso golpe. El muy maldito no se compadecía de mí ni siquiera por estar agonizando internamente.

    — Genial, ahora además de estar jodido psicológica y sentimentalmente, también lo estoy físicamente. ¿Feliz? —comenté con sarcasmo aún en el suelo.

    — No hay tiempo para tu sarcasmo, así que andando. — Sentí como me tomaba del brazo en un intento de levantarme del piso, pero yo me rehusaba. Simplemente no quería moverme—. Amigo, no puedes seguir así por más tiempo, te estas matando tú solo.

    Primera vez que lo escuchaba decir algo inteligente en su vida y era solo para sermonearme como a un niño. Que irónico, normalmente cualquiera habría pensado que de suceder algo así, sería con los papeles invertidos. Nadie en su sano juicio hubiera pensado que yo estaría en ésta situación. Supongo que es porque nunca fui el tipo de persona que se dejaba llevar por las emociones y los sentimientos.

    — ¿Si voy contigo dejaras de joderme la vida después? — No era tiempo para ponerme a recordar lo mucho que había cambiado todo en los últimos meses.

    — Nop —resaltó la «p» al final—. Lo más seguro es que te siga jodiendo la vida hasta que estemos viejos y arrugados como una pasa.— Su sonrisa hizo que hiciera algo que pensé que no haría en mucho tiempo, sonreír.

    Hace mucho que una sonrisa no se mostraba en mi rostro, y se lo agradecía. Por eso era mi mejor amigo, él siempre tenía el efecto de mejorar —o en su caso empeorar— mi humor con su manera tan característica de animarme.

    Era todo lo contrario a mí, sobretodo en su personalidad. Era hiperactivo, alegre y parecía que nunca se desanimaba por nada; pero así como su personalidad era lo que más resaltaba de su forma de ser, también lo era lo increíblemente tonto que podía llegar a ser. Tal vez por eso éramos amigos, porque nuestras personalidades eran completamente opuestas.

    Y también porque nadie más que yo lo soportaba.
     
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    Palabras:
    947
    Capítulo 2: Recuerdos

    — ¿Y qué haces aquí? —cuestioné una vez que me incorporé sobre mis pies.

    — ¿Yo? Nada. Sólo asegurándome de que no te hayas suicidado en éstas últimas semanas.— Levanté una ceja en su dirección, ¿no pudo ser un poco más sutil?

    — "¿Sutil?, esa palabra no existe en su diccionario."— Me recriminó mi conciencia como sí fuera lo más obvio del mundo. Esa odiosa voz interna últimamente no hacía más que matar mis pensamientos cada vez que me sumía en mi soledad.

    — Ya viste que estoy bien, ¿qué esperas para irte?— No estaba de animos para visitas, por más que se tratara de mi mejor amigo.

    — Eres un maldito malagradecido; todavía que me preocupo por ti y así es como me pagas.— Lo mire con desconfianza, por alguna razón no me creí eso. Es cierto que es mi amigo y sé que sí se había preocupado, pero también es cierto que lo conozco. Y habría venido a verme desde mucho antes, de ser así. Así que algo se traía entre manos.

    — Vale, respeté tu decisión y te di tu tiempo para que estuvieras solo y asimilaras todo. Pero ya es suficiente encierro para ti.— Me quede esperando lo que quería escuchar, soltó un suspiro de rendición —o al menos así lo interpreté— para luego continuar hablando.

    » Y también vine porque los chicos habían apostado a que ya debías de estar del otro lado mientras yo aposté a que de seguro estabas moribundo pero no muerto.— Se encogió de hombros restándole importancia al asunto.

    No me podía ver la cara, pero estoy seguro de que tenía un tic nervioso en la ceja. ¿Habían apostado? Mierda, no me sorprende de esos idiotas que se dicen ser mis amigos pero mínimo hubieran tenido un poco más de discreción. No quería compasión de nadie pero ellos eran simplemente increíbles.

    Aunque estoy seguro de que de haber sido otro, yo también hubiera hecho lo mismo; así que no le tome mayor importancia. Menudos amigos que me gastaba, con amigos así ¿para qué enemigos?, con ellos tenía de sobra y para regalar.

    — Ahora ve y báñate; hueles peor que el vagabundo de la esquina.— Me empujó en dirección al baño mientras yo me dejaba guiar sin animo alguno. Tenía la esperanza de que se fuera pero el muy maldito no tenía intenciones de salir por la misma puerta por la que entro.

    Al poco rato me quede solo en el baño sin siquiera hacer un ademán de abrir la llave del agua, no tenía ganas ni de bañarme. Y eso era extraño; podría ser un hombre pero no era del tipo que tenía su departamento vuelto un asco y no tenía higiene, era todo lo contrario, pero últimamente no le había tomado mucha importancia a ese hecho.

    — Neil es un completo exagerado, no creo que huela tan...— Mierda, tenía razón. Apestaba más que el vagabundo de la esquina y eso ya era mucho decir.

    Abrí la llave del agua caliente y me adentré bajo la ducha. Hacia mucho que no sentía mi cuerpo relajarse de esa manera; el agua caliente hacía maravillas con mis músculos tensos. Aún así, hay cosas que un buen baño no resuelve, y eso eran lo recuerdos.

    En ese ambiente de relajación me permití ser débil una vez más ante los recuerdos que regresaban a mi mente; quería olvidar, pero no podía hacerlo por más que lo intentara.

    . . .​


    —¡Mírame, Elliot! —exclamó. Una pequeña y sincera sonrisa se asomó por su rostro. Él adoraba verla actuar de ese modo; como una niña pequeña, inocente e ignorante de todos los peligros del mundo exterior.

    Quería mantenerla así por siempre, alegre y sencilla. Porque —para él— ella era así, su sonrisa reflejaba la inocencia de su corazón.

    Se encontraban en un pequeño prado de flores dentro del bosque; habían decido salir un rato de la monotonía de la ciudad, y fueron a un día de campo. Él no solía ser romántico, ni mucho menos era del tipo de hombres que solía tener esa clase de detalles, pero con ella era diferente, lo hacía querer ser una mejor persona.

    — Ten cuidado, te podrías hacer daño —advirtió.

    Ella se encontraba bailando al compás del viento alrededor de las flores con los brazos extendidos; como si pudiera volar, como si fuera libre como el viento... y se dejara llevar por el. Pero no le prestaba atención a sus pies ni donde pisaba, así que podía caer.

    Y digamos que a su vista —y a la de cualquiera que la conociera en realidad—, ella no tenía tan buena coordinación.

    Como sí sus pensamientos hubieran sido invocados; tropezó con una pequeña piedra y en un acto de reflejo, él la tomo fuertemente de la cintura para evitar su caída.

    —"Esto parece cliché de telenovela" —pensó Elliot involuntariamente.

    — No tengo miedo de lo que pueda suceder, porque sé que tú siempre estarás ahí para protegerme, ¿verdad?—susurró sólo para que él la escuchara; aunque no hubiera nadie en los alrededores, como si fuera un secreto entre ellos dos.

    Ambas miradas se encontraron, y Elliot sólo podía perderse en esos profundos ojos azules que de cierta manera, lo hechizaban.

    — Siempre te protegeré.— Los labios de ambos se encontraron tímidamente, buscando profundizar el beso y expresar todo lo que sentían en ese momento pequeño pero perfecto...

    . . .​

    — ¡¿Elliot, estás listo?!— El grito de Neil me sacó de mis pensamientos; y mientras cerraba la llave del agua para salir del baño, solté un sonoro suspiro. No quería seguir recordando esos momentos; quería que volvieran esos días, pero no volverían... ya no más.
     
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    1474
    Capítulo 3: Amigos

    Me envolví una toalla alrededor de la cintura y después de tanto tiempo, mire mi reflejo en el espejo. Ciertamente, estaba fatal; tenía unas ojeras de aquí a China que parecía que pronto se arrastrarían y llegarían al piso de lo marcadas y grandes que eran, la expresión de mis facciones eran cansadas y tristes; de seguro sí fuera a un funeral y no conociera al fallecido, me confundirían y pensarían que era yo quien había perdido a alguien. Así de mal me veía.

    Hice una mueca ante mi propio reflejo y despegé la mirada de el sino quería seguir odiándome por haber dejado que todo llegara tan lejos.

    El rostro que antes era adorado por casi todas las chicas que me veían pasar y era causa de coqueteos e insinuaciones, ya no existía. Solo era una sombra de lo que solía ser.

    Con todo el relajo del mundo sequé mi cabello con otra toalla y me vestí. No veía por qué debía apresurarme, no tenía nada que hacer y si yo quería me daría mi tiempo así fuera solo para vestirme. Aunque conociendo muy bien a cierto rubio de seguro debía de estar desesperado esperando a que saliera, sonreí ante ese pensamiento y la imagen de Neil jalándose los pelos frustrado por la espera.

    Salí después de un largo rato encontrándome con la imagen de mi amigo despeinado y mirándome mal. La paciencia no era una de sus virtudes.

    — Joder, lo haces a propósito —me acusó.

    — No sé de qué hablas.— Pasé de largo por su lado sin prestarle atención, pero con una sonrisa burlona en mi rostro. Sí bien no me sentía con muchos ánimos, debía admitir que su presencia y su apoyo me habían mejorado —solo un poco— el animo.

    Sé bien que Neil no es bueno con las palabras de aliento, pero estaba allí para apoyarme de la mejor manera que conocía. Jodiendome la vida. Y eso era lo único que importaba.

    — Alice te manda saludos, por cierto.

    Asentí con la cabeza dirigiéndome a mi habitación nuevamente; y solo en ese momento noté todo el desastre que había en mi departamento. En todo el tiempo que había estado aquí encerrado no había notado que todo el lugar estaba en tal mal estado, pero tampoco es como si ese fuera un tema de gran relevancia. Con solo un poco de limpieza estaría resuelto.

    Alice es la novia de Neil. Nunca la he tratado mucho pero me agrada; es una chica muy atenta y dulce por lo que he notado, además de inteligente, por lo cual me sorprende que esté con ese cabeza hueca, y aún más me sorprende que sigan juntos y no lo haya mandado a volar por lo estupido que puede llegar a ser éste. Pero en el fondo sé que esa chica no es así, y que siente una gran atracción por Neil, se nota por la manera en que lo mira cuando están juntos.

    Y en cierta forma, me alegro por él. Encontró a alguien que no estuviera con él de forma superficial y falsa solo por apariencias y por querer llevárselo a la cama. Como era muy común; ya que las chicas solo querían estar con ellos por eso, para ir directo a la cama y luego intentar ser la envidia de todas las chicas al haberlo logrado.

    Yo también lo llegue a ver de esa forma por mucho tiempo y solo las veía como un objeto, ya que al final solo eran un trofeo del que alardear frente a mis amigos. Pero ella cambió muchas cosas en mi vida, y una de ellas había sido mi forma tan inmadura de pensar. A ella la vi de una manera diferente a las demás, y me di el lujo de enamorarme sabiendo que esa podría ser mi perdición.

    Neil aún me seguía y ambos estabamos en completo silencio.

    Ninguno quiere ser el primero en hablar. ¿Y qué dirían?, "¿Te sientes bien?" Porque es obvio que no, las palabras sobraban. Nadie necesitaba ser un genio para saber que no estaba en mi mejor momento y todo en mí me delataba; además de los rasgos cansados en mi rostro, mis ojos eran otra señal. Estaban opacados y no poseían brillo alguno.

    Además de que muy seguramente en ellos se podía leer la frase: «No quiero hablar».

    — Ven conmigo —me llamó, encaminándose hacia la salida.

    — ¿Para qué?— Lo menos que quería era salir de mi apartamento. Por favor, si no estuve dispuesto a salir de la seguridad de mi cama, ¿cree que saldría del apartamento? Ni pensarlo.

    — Solo ven, ya es hora de que salgas de aquí.— No importaba lo que hiciera, yo no iba a ceder ante lo que me pedía. No quería salir y punto. Que fuera mi amigo no le daba el derecho de querer darme órdenes como sí fuera mi madre, ni que fuera un puto crío que no se sabe valer por sí mismo.

    — Ya es hora de que salgas de aquí, Elliot. ¡No te puedes quedar encerrado para siempre!—

    — Obsérvame.— Lo reté devolviendo mis pasos hacia la sala para aplastarme en el sillón.

    — Eres un cobarde.

    Detuve mis pasos y lo fulmine con la mirada. Apreté los puños fuertemente.

    — ¿Un cobarde? —repetí—. ¡¿Tienes alguna puta idea de cómo me siento?! —exclamé enojado—. No, claro que no. Porque estás tan ocupado pensando en tú vida que no te detienes a pensar en como me siento.

    Era la primera vez que me abría de esa manera. Había demostrado cuánto me dolía el no tenerla más a mi lado, porque me había enamorado completamente.

    — ¿Crees qué no lo sé?— Pese a todo, su mirada era triste, demostrando al parecer los sentimientos que también había querido ocultar, ó habría sido mi imaginación—. ¡Era mi mejor amiga!, y no me gusta el verte así. Ahora ven, mueve tu asqueroso trasero por las buenas antes de que me arrepienta y te saque de aquí a patadas.

    No quería hacerlo, la idea de salir no me agradaba para nada; pero tampoco quería quedarme aqui y prolongar ésta conversación mucho más tiempo, porque sabía que saldrían cosas al aire que me terminarían hiriendo más de lo que ya estaba. Tomé las llaves del apartamento y lo seguí hasta la salida.

    Íbamos en silencio nuevamente, y esta vez era mucho más incómodo y más tenso que el anterior. Miraba atentamente el piso como sí fuera lo más entretenido del mundo junto a mis converse negras. Una vez que me bañe solo me vistí con lo primero que había encontrado; converse, un pantalón negro y una camisa azul oscuro. No le tome gran importancia a mi apariencia y seguía sin importarme.

    Una vez fuera del edificio lo vio dirigirse hacia su auto, haciéndole un ademán con la cabeza para que subiera en el. Suspire con resignación, maldiciendo el momento en el que decidí tener un mejor amigo tan insistente.

    — ¿A dónde vamos? —pregunté; aunque realmente no lo quería saber, solo quería distraer mi cabeza antes de que comenzara a rememorar cosas que no quería que salieran a flote en mis recuerdos.

    — Iremos a dar una vuelta por ahí.— Ésta vez me respondió con una pequeña sonrisa.

    Y recordé lo sucedido en mi apartamento.

    Era cierto, nosotros dos éramos los mejores amigos; pero ella era el complemento que siempre nos hizo falta, y cuando llego a nuestras vidas estabamos completos. A pesar de ser inocente en muchos aspectos y de mirada alegre; también era una chica muy inteligente y con un carácter que asustaría a cualquiera cuando se enojaba, pero aún así a mí me encantaba. Tal vez porque nunca hubo una chica que me hablara tan directamente como lo hacia ella y me dijera las cosas sin rodeo alguno.

    La mayoría solo decían lo que yo quería escuchar y no tenían opiniones propias cuando de mí se trataba, pero a ella no le importaba llevarme la contraria con tal de defender sus puntos de vista. Era auténtica y estaba conmigo de manera incondicional y no de forma interesada. Además; como me encantaban nuestras peleas sin sentido, hacerla enojar era uno de mis pasatiempos favoritos, y luego solucionarlo todo sobornándola con una cena y un beso —aunque de vez en cuando me ganara un golpe—.

    Ese era el método más efectivo con ella, cualquier otra chica se hubiera preocupado por su cuerpo y por mantener su figura con dietas ridículas; pero la verdad es que nada de eso le importaba, disfrutaba de lo que muchas chicas se negaban a disfrutar... la comida, y aún así mantenía un cuerpo que a mí simplemente me fascinaba. Era hermosa en todos los aspectos, para mí... era perfecta.

    "Julie..."—resonó su nombre en mi cabeza antes de desviar la mirada en dirección a las calles que dejábamos cada vez más atrás.
     
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    Palabras:
    1586
    Capítulo 4: Negros de dos metros (Parte 1)​


    En este momento además de pensar en ella, estaba recapitulando en mi situación. Ésta mañana —sí es que era de mañana porque no recuerdo la puta hora— estaba aplatanado en mi cama como un chicle a un zapato; Neil llego a joderme la poca paciencia que poseo y ahora estoy con él en el auto, camino a no sé dónde para hacer no sé qué cosa.

    "¡¿Y sí te lleva a prostituirte para así poder mantenerse sin la necesidad de trabajar?!"— Mierda, maldita voz interna que jode en los momentos menos indicados—. "¡O peor aún! ¿Y sí te lleva a un lugar en lo oscurito para que un negro de dos metros te viole?"—.

    "¿Qué mierda?"—pensé. No sé que he hecho para ganar a una voz interna así; de seguro el día que las asignaron no habían más y solo quedo ese intento defectuoso de conciencia y razonabilidad. No soy racista y no tengo ningún problema con los negros, pero aún así, la idea no me es para nada atractiva.

    "Dime lo que quieras, pero al final, soy tú. Y solo soy una manifestación de tus más profundos y oscuros pensamientos; además, aún no descartes la idea. Bien sabes que los métodos de Neil por animar a alguien son poco convencionales y está de más decir que estupidos."— En eso... sí tenía razón.

    "Ni me lo recuerdes, aún no lo supero"—me respondí a mí mismo. Era extraño mantener una conversación con mi «yo» interno.

    La última vez que Neil intento animar a alguien por su estado de animo con la excusa de que necesitaba despejarse y olvidarse de todo, terminamos en un jodido bar gay. Al principió no lo habíamos notado, pero si había tenido mis sospechas. Es decir, ¿un bar repleto de hombres comiéndonos con la mirada y sin ni una sola chica? No había que tener más de una neurona funcionando para darse cuenta; y más sí a eso agregaba que me tocaron el culo con "disimuladas" nalgadas en más de una ocasión.

    Qué asco. Sí hubiera sido una chica, se pasa. ¿Pero... un chico? Me sentí violado.

    Los gays me dan igual; no tengo nada en contra de ellos, pero eso es muy diferente a interactuar con ellos de esa manera y más en un ambiente como aquel. Sin duda, desde ese día no me quedaron más ganas de conocer las formas de animar de Neil, ya que era muy probable que ésta vez sí termináramos en un prostíbulo y me obligaran a venderme...

    "Y ahí aparecería el negro de dos metros" —culminó la frase mi conciencia.

    "Y dale con el negro de dos metros"— Pensé con resignación. Mi voz interior tenía un problema muy serio con los negros de dos metros; tal vez necesitaré terapia después de esto.

    Las conversaciones de este tipo con mi conciencia no eran muy buenas, además parecía paranoico. Julie me pegó su maña de exagerar a veces la situación.

    — ¡Llegamos! —gritó Neil sacándome de mis divagaciones.

    Presté más atención a mi alrededor y me fijé bien en dónde estábamos.

    Reconocí el lugar, mis amigos y yo solíamos pasar tiempo aquí después de clases; fines de semana, tiempos libres, en fin... Prácticamente nos la pasábamos aquí todo el tiempo. Y no, por sí lo están pensando, no era un callejón alejado en lo oscurito.

    Era un bar, —no de esos de mala muerte— muy bien equipado y moderno. Normalmente la mayoría de personas que veíamos por aquí eran adolescentes o universitarios —como nosotros—; ya que para eso estaba amueblado. Para recibir a todos esos jóvenes —nuevamente, como nosotros— que quisieran abandonarse a los placeres del alcohol; aunque claro, siempre seguía siendo un lugar agradable a pesar de las cosas extrañas que podían suceder. Porque sí, podían pasar cosas extrañas en un lugar así, a veces me sorprendía del efecto de la bebida en las personas.

    Caminamos a paso firme adentro, conociéndonos el camino de memoria. Al entrar visualice a muchos de mis amigos hablando entre ellos y a una que otra persona desconocida por ahí; aún a pesar de ser apenas como las 6:30 de la tarde —sí, descubrí que era tarde en lugar de ser de mañana en el camino hacia acá ya que estaba oscureciendo; «Y porque hay un reloj con la hora marcada en una de las paredes», me recordó mi yo interno— en el lugar había bastante gente.

    Me acerqué a ellos a la barra, y estos voltearon a verme.

    — ¡Elliot, que sorpresa! —me saludo Jared (un castaño con ojos del mismo color) con el típico saludo de hombres al chocar nuestros puños. No todos estaban reunidos, pero sí la gran mayoría.

    — ¿Cómo te ha ido amigo? —inquirió Leo saludándome, que a diferencia de Jared era un albino de ojos azul oscuro. Solo pude reaccionar a su pregunta con un levantamiento de ceja como respuesta. "¿Es en serio?", pensé—. ¿Una pregunta muy estupida verdad?— cuestionó nuevamente, ésta vez al parecer dándose cuenta de lo obvio de la situación.

    — Tú lo has dicho.— Le confirmó Daemon. El resto solo asentía con la cabeza en afirmación.

    Además de ellos estaban varías de las amigas de Julie.

    "Pero no ella" —me decía a mí mismo internamente.

    — Vamos, olviden eso. Ahora sí, a lo importante —intervino Neil mirando seriamente a los presentes; ganándose la atención de todos, incluyendo la mía—. ¡Mi dinero, gane la apuesta!— Con esa sonrisa que tenía en el rostro de seguro le causaría envidia hasta al gato de Alicia en el país de la maravillas—. Elliot no se fue al otro mundo en donde ni los negros de dos metros llegan, sigue vivo. Moribundo pero vivo, así que yo gane.

    Lo bueno de todo esto era que... al menos ya sabía de dónde había salido lo de los negros de dos metros.

    — Neil, todos van al mismo lugar; incluso los negros de dos metros.— Joshua estaba que se moría de la risa ahí mismo al igual que los demás; solo que él y Daemon se contenían y solo mostraban un pequeño atisbo de sonrisa al igual que yo, no éramos de expresar mucho nuestras emociones; aún con las grandes estupideces que podrían salir de la boca de nuestro rubio amigo.

    — ¿De verdad? No lo sabía.— Su expresión de sorpresa e ingenuidad basto para que todos lo miraran fijamente. Al menos no era el único que pensaba que no se podía ser más idiota que Neil. Claro a excepción de Alice que también estaba ahí al lado de él, como queriendo darle ánimos ante nuestras miradas. Aún no comprendía como una chica como ella termino con él.

    — Bueno, eso no importa.— Aún con gran pesar vi que todos estaban vaciando sus carteras para pagarle a Neil, increíblemente era mucho dinero e incluso las amigas de Julie participaron.

    "¿Qué no había alguien que respetará mi situación y no hubiera participado en la apuesta?"— Ah, sí claro. La respuesta: Alice. Fue a la única a la que no vi desembolsando sus bolsillos; además de que no parece el tipo de persona que participara de estas cosas, o al menos eso creo por lo poco que la conozco—. "Al menos alguien tiene decencia en este lugar".

    — Dame lo más fuerte que tengas.— Le pedí al cantinero mientras tomaba asiento junto a los demás del grupo, al poco rato me dejo la bebida en la barra. Tenía un color oscuro y su olor era intenso, pero no le tome importancia, eso era justo lo que necesitaba—. La cuenta corre a manos de él.— Apunte a Neil con un movimiento de cabeza y el cantinero asintió.

    — ¡¿Qué?! ¿Mía, porqué?

    — Porque indirectamente ese dinero que ganaste también es mío, ya que la apuesta era sobre mí. Y además de eso; tú me trajiste aquí, así que asume las consecuencias.— En respuesta solo pude escuchar como mascullaba entre dientes incoherencias, que de seguro de escucharse bien serían insultos lanzados hacia mi persona.

    — Tiene razón.— Me apoyo Ciara, una de las amigas de Julie encogiéndose de hombros.

    Todo lo que resto del día estuvimos perdiendo el tiempo hablando de temas triviales y cosas sin sentido, trago tras trago. Eran ya las dos de la madrugada y casi no me podía mantener en pie, al igual que Neil. Ibamos a mi apartamento, Alice seguía detrás de nosotros. Nos acompañaría y luego ella se iría a casa con su primo Daemon.

    Claro que solo lo hacía para comprobar que no termináramos desnudos debajo de un puente con un negro de dos metros en el estado en el que estábamos.

    — "Y dale de nuevo con el negro de dos metros"— Me recriminaba mi conciencia; que de seguro estaría bailando alrededor de un tubo con un par de cocos por sostén y una falta hawaiana, ya que se encontraba en el mismo estado de ebriedad que yo.

    — ¡S-somos los borra-hip-chitos...!— Cantaba Neil a mi lado; ambos agarrados del otro del cuello, y él con una botella vacía en mano. Estaba ebrio; pero aún así seguía lo suficientemente cuerdo como para reconocer que en lugar de un canto parecía el sonido de una vaca pariendo, ó peor, un gato agonizando después de ser atropellado—. ¡Y n-no hip se qu-e s-sigue des-pués!

    Atrás Daemon y Alice venían riéndose de nosotros, ella no bebió así que estaba en perfecto estado, mientras que Daemon sólo tomo unos cuantos tragos y también estaba intacto.
     
  6.  
    Jaizmar

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    Capítulo 5: Negros de dos metros (Parte 2)​

    Al poco rato de llegar a mi apartamento fui directamente a mi habitación, mientras que Neil fue llevado por Daemon y acompañado por Alice a la habitación de huéspedes. Escuché la puerta cerrarse después de eso, así que asumí que ya se debían de haber ido.

    No sentía ganas de dormir, así que me levanté y abrí las persianas para observar a través del vidrio de la ventana como se alzaba la noche en el cielo. Habían una cuantas nubes grises y poco se podían ver las estrellas, pero aún así la luz de la luna seguía reluciendo a pesar de todo.

    Abrí la ventana permitiendo que la suave brisa de la noche se colara a la habitación y poco a poco comencé a recobrar gran parte de mi conciencia. Estaba pasado de copas físicamente, pero aún seguía teniendo pensamientos razonables.

    Tan ensimismado estaba en la sensación del frío viento de la noche que no me percaté de las pequeñas gotas de agua que se adentraban a través del marco de la ventana. Comenzaría a llover pronto. Y sonreí tristemente ante ese hecho.

    La lluvia me traía un gran recuerdo consigo, y por eso quería disfrutarla cuanto pudiera.

    . . .​


    — ¡Alice, espera!—la llamó. Siguió corriendo detrás de ella intentando poder alcanzarla, pero la lluvia opacaba la poca visibilidad que tenía.

    — ¡No, déjame en paz! —la escuchó gritar.

    Intentó guiarse por el sonido de su voz. Al poco rato la perdió completamente de vista y comenzó a buscarla con desesperación entre las figuras de las casas; tiendas y edificios que allí se encontraban.

    Era tarde, y a esas horas de la noche no había absolutamente nadie en las calles; además de él, y claro, también de ella. Así que le preocupaba en dónde podría estar, ya que sí encontrabas a alguien a esas horas era seguro que no sería una persona decente a quien solo le preocupara el bienestar de una desconocida en medio de una noche lluviosa como esa.

    Se preocupó aún más cuando escucho un grito provenir desde un lugar un poco más adelante de donde él se encontraba. Así que en la espera de que no fuera lo que él estaba pensando corrió hasta poder acercarse y ver la escena que frente a sus ojos se llevaba a cabo.

    En efecto, era Julie. Pero estaba tirada en el suelo intentando fallidamente forcejear con un hombre que se encontraba encima de ella. Éste para mantenerla inmóvil le propinó una cachetada, y su sangre comenzó a arder.

    — ¡Maldito hijo de...— En ese momento Elliot solo quería verlo retorcerse en el suelo del dolor. Se había lanzando en contra del agresor y no pensaba detenerse en cuanto a golpearlo se refiriera; sentía una ira terrible hacia aquel hombre que obviamente estaba ebrio pero aún así no le importo. Asco, solo podía darle asco la gente como él.

    El hombre —o más bien el viejo— porque ya tenía sus años al parecer; estaba inconsciente en el suelo mientras él seguía golpeándolo, hasta que algo lo detuvo.

    — Elliot...— Regresó la mirada hacia atrás y Julie se encontraba de pie mirándolo con lágrimas en los ojos —o al menos eso supuso él en sus pensamientos por los sollozos que emitía y sus ojos hinchados, ya que la lluvia se entremezclaba con ellas—; tenía la mejilla roja en el lugar en el que la habían abofeteado, y aunque sintió unas ganas inmensas de seguir golpeando hasta matar al mal nacido que le hizo eso, lo dejo allí para acercarse a ella.

    Avanzó hacia ella y a unos pasos de distancia Julie se abalanzó sobre él, sollozando en su pecho. Rodeó su cuerpo con sus brazos acercándola más hacia sí mismo y la abrazó para transmitirle seguridad. Lo mataba verla así.

    — G-gracias —susurró débilmente y él solo pudo apretar su agarre en ella.

    Esperó a que se calmara un poco y caminó con ella en busca de un lugar en donde refugiarse de la lluvia. Estaban aún en el callejón —sí, en lo oscurito para los que lo pensaron—; y él no quería verla enfermarse después, aunque muy probablemente enfermarían ambos ya que habían estado bastante tiempo bajo la lluvia. Sus ropas estaban mojadas y se encontraban lejos del apartamento de él o el de ella. Y para rematar había dejado su auto porque Neil lo había ido a buscar. Perfecto.

    — ¿Te encuentras bien? ¿No te hizo nada? —preguntó, inspeccionándola para asegurarse de que el muy hijo de la fruta no le hubiera hecho nada más. Ella negó con un débil movimiento de cabeza ante su pregunta.

    Fijó su atención en la mejilla de ésta, y posó cuidadosamente su mano en ella. Acariciando la zona afectada. Ella se estremeció bajo su roce alzando a su vez la mirada para verlo con esos hermosos ojos azules que a él le encantaban. Se fue acercando lentamente a Julie acortando la distancia entre ambos, pero ella desvió la mirada al igual que su rostro apartando la mano de él de su mejilla.

    — A-Aléjate, p-por favor —tartamudeó nerviosa, aunque él no sabía sí era por el frío o por otra cosa ya que no lo miraba directamente a los ojos; apartaba su mirada azulada de la él.

    —Julie, mírame —ella negó nuevamente con un movimiento de cabeza—. Aunque me pidas que me vaya; tu cuerpo me pide lo contrario.

    Se sonrojó, de esa manera que a él le encantaba y agacho la mirada. Para Elliot, ella era un libro abierto; era muy expresiva y sabía que en realidad no quería que se fuera.

    Colocó su mano en su quijada y la levantó levemente para que sus ojos se encontrarán.

    — N-No, esto... es tú culpa —dijo, y en respuesta éste se sorprendió.

    — ¿Mi culpa? —preguntó aún sin poder creérselo.

    — S-Si.— Desvío la mirada nuevamente—. Sí tú no me hubieras tomado por idiota y no me hubieses mentido, esto no hubiera pasado. Y-yo... No habría salido corriendo y...— Aún estaban bajo la lluvia; aunque ésta se hacía cada vez más débil apaciguándose. Así que pudo notar como algunas lágrimas comenzaba a caer de sus ojos.

    — Pero Julie, déjame explicarte lo que sucedió.— Él adoraba como era ella; pero sabía que no daría su brazo a torcer tan fácil.
     
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    Capítulo 6: Negros de dos metros (Parte 3)

    — ¿Explicarme qué? —replicó molesta—. ¿Me vas a decir que tus manos aterrizaron accidentalmente en el trasero y en los pechos de Amber por casualidad, ah? ¿Ó qué ella estaba sentada en tus piernas a falta de alguna silla y tú muy "caballerosamente" le ofreciste tu regazo? —comentó sarcástica. Él frunció el ceño ante aquellas aseveraciones.

    Cosa que era cierta; había sucedido pero no era lo que exactamente lo que estaba pasando por la cabeza de ella en esos momentos. Estaba molesta, muy molesta y desde el punto de vista de Elliot; sabía que no podría culparla por estar así después de haberse llevado semejante sorpresa apenas al haber llegado al bar.

    — No es lo que crees...

    — ¿Ah, no? Entonces explícamelo tú, porque obviamente yo no lo entiendo.

    — ¡No fue mi culpa, Julie! No te he mentido, y lo sabes —dijo acercándose un poco más a la ojiazul—. Ella llegó y comenzó a seducirme esperando que yo cediera ante sus... "encantos".— Frunció aún más el ceño a falta de otra expresión que utilizar y ella lo miro con cierta burla en sus ojos por su expresión—. La rechacé y aún así Amber siguió insistiendo; se sentó en mis piernas un poco antes de que tú llegarás y tomó mis manos para posicionarlas sobre ella, alegando algo sobre que nadie me daría lo que ella sí.— Interrumpió su explicación al notar que ella lo veía con un ceja alzada, de seguro por la mueca de asco que tenía en el rostro—. Y cuando intenté quitarla de encima ya habías llegado tú y lo mal interpretaste todo.

    — ¿Y cómo esperas que te crea? —cuestionó.

    — Pregúntale a los demás, ellos estaban presentes y observaron toda la escena.

    — Oh, vamos Elliot. Estoy segura de que estabas muy cómodo con tus manos en sus pechos de plástico.

    — No, en realidad los prefiero naturales.— Se acercó aún más a ella y a cada paso que daba, retrocedía. Sonrió con suficiencia; le gustaba ese juego del cazador y la presa, y más porque sabía el efecto que él tenía sobre ella.

    — Eres un... Prostituto barato.— Alzó las cejas en su dirección y ella se encogió de hombros.

    Con ella nada era fácil y eso le encantaba; era diferente y aún cuando acababa de salvarla de un suceso horrible, ella mantenía su orgullo y seguía recriminándole aún a pesar de que sabía que no mentía.

    — Adoras a éste prostituto barato.—Sonrío acercándose aún más a ella.

    — N-No... ¿Por qué habría de adorarte? —Desvío su mirada a lo que él amplió su sonrisa aún más—. No tienes nada que no pueda encontrar en otra parte

    Ouch, eso sí dolió. Claro que él sabía que solo lo decía por el calor del momento y la situación, pero aún así. Dos también podía jugar este juego.

    — ¿Eso crees? Pues no piensas eso cuando te quedas mirando fijamente mi trasero.— Un gran sonrojo cubrió sus mejillas nuevamente, haciéndola ver más tierna de lo que ya era para él.

    — Es que cada vez que lo veo me recuerda al de mi abuela, flácido y arrugado.

    — "¿Con qué en esa estamos, eh?"—pensó—. ¿Le has visto el trasero a tu abuela? —respondió con burla.

    — No, pero no hizo falta. Supuse que debía ser como el tuyo.—Arremetió contra él acercándosele con una mirada retadora y los brazos cruzados.

    — Pues si tiene el trasero como el mío, me imagino que debe de tener igualmente un proporcionado busto. No como el tuyo.— Él sabía que eso daría por terminada la discusión, o al menos lo intuía.

    — Idiota, grandísimo hijo de la fruta —susurro—. Pues sí; pero ya deberías saberlo, te has llevado a media ciudad a la cama. No me sorprendería que a ella también.

    — Plana —contestó—. Aunque... a la única a la que en realidad quiero llevarme a la cama es a otra...—En todo lo que habían discutido, quedaron cerca el uno del otro, lo suficiente para sentir la respiración que cada uno despedía.

    — Te odio.

    — Yo también te amo.—Acortó la poca distancia que los separaba para juntar sus labios con los de ella.

    Al principió solo fue un roce, cálido y suave, pero luego fue subiendo de tono. La lluvia se entremezclaba con el sabor de sus labios y cada segundo deseaban saborear los del otro aún más.

    Él colocó sus manos en su pequeña cintura atrayéndola más hacia sí mismo, sintiendo como los latidos desbocados de su corazón se entremezclaban con los suyos. No quería que se separase de él ni por un segundo; y tal como le sucedía a él, ella también lo deseaba. Sintió las manos de ella colocándose alrededor de su cuello acercándolos aún más —si es que eso era posible—, mientras jalaba de sus cabellos de vez en cuando y los acariciaba lentamente. Estaba seguro que de poder, se fusionarían ambos de lo pegados que se encontraban.

    Pronto la falta de aire los hizo separarse y se miraron fijamente a los ojos una vez que lo hicieron. Elliot veía en ella ese brillo en su mirada que solo aparecía cuando estaba con él y eso lo hacía sentir completo; estaba seguro de que ella podría ver el mismo brillo en él.

    — Sabes que no te miento. Eres la única chica en mi vida que me ha importado tanto alguna vez, y deseo estar contigo así para siempre.

    — ¿La única chica? ¿Eso quiere decir que hubo un chico antes que yo?— La sonrisa burlona en su rostro lo hizo negar con la cabeza por sus ocurrencias. Definitivamente, Julie arruinando momentos románticos desde tiempos inmemoriales; según él.

    » Lo sé, y siento mucho haberte dicho todo eso es solo que... Al verte con Amber sentí mucha rabia y al final termine desquitándome contigo.

    — ¿Celosa?

    — Ya sabes la respuesta.— Ocultó su mirada mientras se volvía a sonrojar. ¿Ya había dicho que él adoraba sus sonrojos? Le dio un casto beso en los labios que hizo que volviera a mirarlo—. Tú también eres el único que me importa, y no quisiera que esto se acabe nunca.

    Se besaron nuevamente sin darle mucha importancia al hecho de que seguía lloviendo y que se encontraban en medio de la calle a altas horas de la noche, en ese momento solo estaban ella y él; nada más importaba.

    . . .​


    En éstos momentos ya el sueño me estaba ganando así que cerré la ventana para no encontrarme un desastre de agua en la habitación al despertar y me acosté en la cama. De seguro mañana estaría muerto de la resaca que tendría y ni mencionar mi apariencia, si antes parecía un muerto viviente no imagino como terminaré después de esta noche bebiendo sin parar.

    Y por sí se lo preguntan; ese día terminamos ambos enfermos por haber estado más tiempo del indicado bajo la lluvia y con la ropa mojada, pero aún así no hubiera cambiado nada de lo que paso; excepto tal vez el mal rato en el callejón, pero lo demás fue simplemente perfecto.

    Luego de eso habíamos decidido por fin regresar a mi apartamento que era el más cercano, a cambiarnos por ropa seca y demás; y en el camino nos encontramos a un negro de dos metros deambulando por la calle, y salimos corriendo a casa.

    ¿Extraño no?
     

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