Aun recuerdo el día en que tus labios atraparon mis suspiros y tus manos recorrieron mi cuerpo masajeando mis carnes, enrojeciendo mis mejillas. Aun recuerdo la noche que humedeciste mi pecho, estremeciste mis nervios y empañaste mis ojos en busca del gozo. Aun recuerdo la luz tenue de aquella vez donde no solo te adueñaste de lo más profundo de mis entrañas, sino que también abrazaste mi corazón con todos los sentimientos que lo acompañan. No dejo de recordar esa noche, reposando sobre mi cama de espaldas a quien nunca llenará lo que tu creaste cuando decidimos ser más que amigos, porque nunca encontraré la valentía que me falta para jurarle lealtad a otro cuando contigo solo quedaron cristales rotos.