A lo lejos observaba tu silueta difuminarse entre la luz, el vago recuerdo de tu esencia que aún permanecía impregnada en mi suéter, así como esta sensación de intranquilidad que recorría por todo mi cuerpo, el cual trataba de engañarse así mismo. Sabía que tus sentimientos hacia mí no eran más que sutiles mentiras; pero la calidez de tus grandes manos era real, tan real que al tocarme me quemaba. Creando vagas ilusiones que se manifestaban en tontas y patéticas sonrisas, que luego solo dejarían un amargo sabor en mi paladar; revelando esta mascara que había estado ocultando, llena de agujeros, empapada de lágrimas. Y así este efímero deseo de poseerte acabaría; con un simple adiós.