Alice... ¿En el país de las maravillas?

Tema en 'Historias Abandonadas Originales' iniciado por HoneyLetters, 11 Julio 2012.

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    HoneyLetters

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    Piscis
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    9 Julio 2012
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    Escritora
    Título:
    Alice... ¿En el país de las maravillas?
    Clasificación:
    Para adolescentes. 13 años y mayores
    Género:
    Romance/Amor
    Total de capítulos:
    3
     
    Palabras:
    4301
    [​IMG]
    Les dejo un three-shot (no se si lo dije bien) que estoy escribiendo para la actividad "Una tentación prohibida" ​
    Esta es la primera parte, más adelante subiré la segunda, por ahora, ¿qué les pareció?​
    Alice era una niña muy extraña. No le gustaba jugar con los demás niños de su edad, no le gustaba hablar y nunca había apreciado los chistes ni espectáculos para chicos. No reía nunca, pero tampoco lloraba. Si se caía o lastimaba, lo cual era difícil que ocurriera ya que nunca hacía nada en donde se viera expuesta a heridas, ella simplemente miraba hacia todos lados buscando a un mayor que la curara y volvía a donde siempre: ese lugar debajo de aquel manzano que tanto le gustaba. Alice era rubia, de ojos celestes y piel pálida. En el orfanato donde vivía, era una de las pocas que resaltaba de esa manera. Todas las tardes luego del almuerzo, Alice tomaba su libro favorito “Alicia en el país de las maravillas” y se sentaba al pie del manzano a leer. Era muy pequeña para lo que leía, pues apenas tenía cinco años cuando sacaba el libro, y otro siempre distinto por si se aburría y allí pasaba todo el día hasta que llegaba la hora de cenar. Las personas que la no la conocían, no creían del todo que Alice supiera leer, pues quien se le acercara y pidiera que leyera en voz alta, se llevaría la sorpresa de que Alice no hablaba. Sabía hacer ambas cosas, por supuesto, si necesitaba algo y se le acababan las opciones de conseguirlo por ella misma, con mucha timidez tiraba de la pollera a la directora y dueña de la institución, la señora Adriani. Esta mujer era una de las pocas con las que Alice se daba, con quien podía intercambiar más de algunas palabras. La segunda señora con la que Alice hablaba, aunque menos, era la bibliotecaria, quien le parecía una ternura que una niña tan pequeña devorara tantos libros como ella, y se llevara con ella sin falta “Alicia en el país de las maravillas”. Tanto fue así que la señora compró un segundo libro a Alice, más nuevo, con más dibujos y a color, y se lo regaló a la pequeña el día en que abandonó el orfanato, coincidiendo con el día que consideraban su cumpleaños.​
    Justo caía un día sábado; La ciudad de Florencia resplandecía en la primavera, y era en el mes de abril, en el décimo sexto día que Alice dejaba el orfanato tomada de la mano de un matrimonio. Ella, una mujer despampanante, de vestido, zapatos, labios y cabello de un rojo vivo, él, un señor cordial, simpático, de camisa y pantalón de vestir, con un reloj de bolsillo que colgaba elegantemente de su pantalón.
    Alice los había visto entrar al patio que daba a la puerta principal, caminar atravesándolo y meterse en la oficina de la directora. Los siguió con la mirada, mirando su libro y volviendo a observarlos a ellos varias veces. Luego de varios minutos, media hora pasada, el matrimonio salió junto con la directora. Los vio acercarse y corrió la mirada a su libro.
    - Alice – le dijo dulce la directora. La pequeña levantó la mirada – Estas personas quieren conocerte Alice – siguió la mujer – Te los presentaré, ella es la señora Montalbetti, y su nombre es Regina, y el nombre del señor Montalbetti es Pietro. A ambos les gustaría hablar contigo, ¿por qué no los saludas? –
    Alice los miraba y miraba a la directora repetidas veces, sus ojitos vacilaban de un lado a otro. Finalmente bajó su mirada y con voz suave y tímida saludó: “Chiao”.
    - Supimos que hoy es tu cumpleaños – habló el hombre – Feliz cumpleaños. ¿Cómo estás pasando? –
    - Bien – contestó rápido la pequeña sin levantar su mirada.
    - Alice – se agachó la mujer - ¿Quisieras que te compráramos un regalo? –
    - No – volvió a contestar de la misma manera. Los tres adultos rieron.
    - ¿Segura? Dinos ¿qué te gusta? – prosiguió el señor.
    Alice no contestó. Los adultos se miraron; Se notaba la incomodidad de la directora quien les había advertido ya de la particularidad de la niña.
    - Tal vez… si quieren más tiempo para pensarlo mejor – dijo un poco entre dientes la señora Adriani.
    - Nada de pensarlo de nuevo – la interrumpió Regina – Ahora mismo terminamos de firmar los papeles –
    - ¿Están por completos seguros? – insistió la directora, apartando al matrimonio lejos de Alice – Una hija no es una prenda de ropa que se pueda devolver – dijo por lo bajo – No tienen por qué apresurarse, tampoco tienen porque encapricharse con una sola niña; No digo que Alice sea mala, sino que ustedes lo notaron, le cuesta mucho abrirse, sería un cambio muy grande en su vida, ¿porqué no esperan a ver un cambio en ella y así sí deciden adoptarla? –
    Alice escuchó estas últimas palabras y miró rápidamente hacia los tres mayores. Cerró su libro y despegó su espalda del árbol. Caminó hacia la directora, tiró de su pollera y en cuanto la mujer paró de hablar y la miró, con voz suave, y más tímida aún que antes se animó a hablar por su cuenta.
    - ¿Me van a llevar? – preguntó aparentemente tranquila. Los adultos no supieron qué responder. El hombre, quien parecía ser el más suelto para tratar con niños se agachó a la altura de Alice que se escondió en parte detrás de la señora Adriani.
    - Alice, ¿te gustaría ser parte de nuestra familia? – preguntó sonriendo – Regina y yo tenemos también un hijo llamado Giovanni, ¿te gustaría tener un hermano? –
    - ¿Tienen un conejo? – preguntó la niña. El hombre rió.
    - No, pero podemos regalarte uno por tu cumpleaños y como bienvenida, si aceptas venir con nosotros, ¿qué dices? Será divertido. Conocerás muchos tíos, tías y primos, también abuelos y tendrás muchos amigos en tu nueva escuela –
    Alice miró a la directora y al señor de nuevo.
    - ¿Te gustaría eso? – insistió esta vez Regina.
    Alice sorprendentemente asintió con la cabeza. La señora Adriani se sorprendió ante la respuesta de la pequeña y la alzó sonriente en sus brazos.
    - Muy bien Alice – le dijo – Tendrás una familia como regalo de cumpleaños número 6, ¿estás contenta? –
    - Y un conejo – insistía la pequeña, haciendo reír a los mayores.
    - Claro que sí, y un conejo blanco y suavecito como el que Alice persigue en el cuento, ¿verdad? – la animaba más la directora. Alice asentía con la cabeza.
    Luego de terminar el papeleo y juntar las pocas pertenencias de la pequeña, Alice salía el 16 de abril, con seis años recién cumplidos, y una nueva casa en la cual vivir, con una familia a la cual empezar a conocer. Al salir del orfanato, no se esperaba encontrarse con un auto muy lujoso, aunque no entendiera de estas cosas, ella nunca había andado en uno de esos. Se subió emocionada por dentro al coche, aunque por fuera su cara seguía siendo inexpresiva.
    - Ahora iremos a buscar a Giovanni que está en sus clases de guitarra y luego iremos a almorzar, Alice – decía Pietro mientras manejaba las calles de Florencia. Alice nunca contestaba, se limitaba a asentir con un pequeño sonido y bajando su cabeza.
    El coche se frenó luego de varios minutos de viaje. Regina indicó a Alice que dejara sus cosas en el auto.
    - Alice, ¿traerás el libro contigo? – preguntó un poco extrañada la mujer al verla dejar todo menos su pertenencia más preciada – Será una carga si lo llevas a todos lados – le dijo un poco más seria – Mejor déjalo –
    Alice vaciló unos momentos mirando a su libro como si fuese la última vez que lo tendría en sus manos.
    - Aparte no podrás abrazar a tu conejo – la convenció Pietro.
    Luego de esto, el matrimonio se encontraba caminando con Alice entre medio de la mano de ambos, por el centro de la ciudad donde había bastante gente de compras, otras de paseo, entre vendedores ambulantes y demás, que hacía que la visión de la pequeña fuese muy corta. Se frenaron un segundo. Regina se soltó y miró a Alice.
    - Iré a buscar a Giovanni, ustedes si quieren vayan a comprar el conejo y nos encontramos en la tienda de mascotas dentro de unos diez… quince minutos – dijo mirando ahora su reloj de pulsera. Su esposo sacó su reloj de bolsillo.
    - Ah, sí. Todavía no es hora de que Giovanni salga pero es mejor que lo esperes en la puerta, aparte ganaremos tiempo – contestó – Vamos Alice, a conseguir tu conejo, ¿quieres? –
    - Sí – contestó apenas dejando ver una sonrisa.
    Caminaron varias cuadras, justo del lado contrario por el que se fue Regina, hasta llegar a la tienda de mascotas de la que Alice supuso que hablaban. Alice era una pequeña simple y para nada quisquillosa. Ni bien entró a la tienda, divisó un conejito pequeño, que al parecer era de temprana edad, el que quiso desde el primer momento, y no se preocupó si quiera por ver otros, por más que el dueño le mostrara toda clase de conejos. Sin más ni menos, Pietro pagó la mascota junto con una jaula y salió llevando él el artefacto y Alice su conejito. Ahora sí, la niña dejaba ver mucho más una sonrisa que más bien se podía notar en sus ojos. Esperaron varios minutos; El señor Montalbetti era el único que al parecer podía lograr entablar conversación Alice.
    - ¿Y qué nombre le pondrás al conejito? – preguntaba ahora minutos antes de que Regina llegara.
    - No sé – contestaba Alice – El mío tiene las orejas caídas, ¿eso significa que está triste? – preguntaba dejando el tema del nombre de lado.
    - No, claro que no, el seguro está contento de encontrar un hogar, como tú, ¿No es cierto? –
    - Sí… Entonces lo llamaré Happy. Mi señorita dice que eso significa contento –
    - Es un muy buen nombre – contestaba el hombre – Ah mira – viendo a lo lejos – Allí vienen Regina y Giovanni –
    Al acercarse más, se podía escuchar la voz del pequeño hablar emocionado.
    - ¿Entonces voy a tener una hermana? ¿Y es más chica o más grande? – preguntaba – ¡Que se más chica mamá! –
    - Sí, es más chica que tú, hoy es su cumpleaños número seis así que salúdala –
    - ¿Y es linda? –
    - ¿Por qué no lo compruebas por ti mismo? – sonreía la mujer mientras miraba a Alice para que su hijo se diera cuenta de que ella estaba allí.
    - Chiao, Giovanni – lo saludaba su padre.
    - Chiao, papá. ¡Chiao, Alice! Feliz cumpleaños – exclamaba el pequeño con alegría.
    - C-chiao, gracias – contestaba Alice, un poco aturdida ante la actitud eufórica del joven.
    - Waaaa, ¡tiene un conejito! Seguro que va a hacerse amigo de “el señor Da Vinci” –
    - “El señor Da Vinci” es el gato de Giovanni, a él le gustan mucho sus pinturas, por eso le puso así –
    - Pietro – se acercaba Regina hablando por lo bajo mientras Giovanni socializaba con Alice - ¿No crees que el gato intentará comérselo? –
    - No pasa nada, el conejo estará en una jaula, y el gato todavía es chico – le contestaba el hombre – Bueno, ¿Quién quiere ir a almorzar? –
    - ¡Yo! – exclamaba Giovanni - ¿Tienes hambre, Alice? –
    - S-sí – contestaba la pequeña - ¿En dónde se va a quedar Happy? – preguntaba luego preocupada.
    - Happy se quedará en su jaulita e irá al auto, le dejaremos comida y agua – contestaba Pietro.
    Alice aceptó la oferta luego de que Giovanni insistiera en que irían a comer a un restaurant donde los dueños eran amigos de la familia. “¡Iremos a lo de los tíos Tom y Tim!” repetía Giovanni.
    Los hombres eran gemelos idénticos, lo que le causaba gracia a Giovanni ya que siempre venían con historias nuevas de cómo se cambian de papales en la escuela. Sus verdaderos nombres eran Thomas y Timothy Ashdown; Venían de Britania, y se les había ocurrido trasladar el negocio de la familia a Italia para expandir sus ganancias. Conocieron al señor Montalbetti ya que éste era bastante conocido en la zona, pues trabajaba en uno de los bancos más prestigiosos del país y fue él quien dio el crédito para el proyecto de los hermanos.
    Llegaron al restaurant, que también era un hotel, y la pequeña Alice no podía esconder su asombro al ver tanto lujo a su alrededor. Ella iba vestida aún con su vestido celeste, largo hasta los pies y unos zapatitos de charol blancos. Ese vestido era su favorito, y le gustaba por supuesto porque se parecía al de Alicia. Giovanni la tomó de la mano y la llevó corriendo, cosa que ella nunca hacía mucho menos en un lugar con tantos mayores, hasta una pecera donde tenían calamares, pececitos y adornos de colores.
    - Mira – le dijo señalando a un pez gordo y negro, de ojos saltones – A ese le puse nombre yo y se llama “lagartija” porque ve para todos lados. Tú también puedes ponerle nombre a uno si quieres –
    - Giovanni, Alice – los llamaba Regina – Nos sentaremos aquí, no se tarden – advirtió.
    - Claro, mamá – contestó Giovanni – Mira, mira – seguía señalando los peces – Invéntale un nombre a ese naranja –
    - ¿Yo? – preguntó tímida Alice.
    - ¡Sí, tú! – reía Giovanni. Alice miró al inquieto pez por varios segundos. Era de color naranja y marrón, era pequeño y parecía nervioso.
    - Se parece a ti – dijo al fin, algo avergonzada.
    - ¿A mí? – se extrañó Giovanni – ¡Ah claro por mi cabello! –
    - ¿Entonces se llamará Giovanni? –
    - No, es muy largo. ¿Qué tal Gio? ¿Te gusta? –
    - S-sí –
    Luego de estar unos minutos más observando los peces, Giovanni vio a los amigos de su padre acercarse a la mesa a saludarlos. De nuevo tomó a Alice de la mano y corrió con ella a rastras a saludar a los hombres.
    - ¡Tío Tom! ¡Tío Tim! – exclamó el pequeño.
    - Hey, ¿cómo está nuestro sobrino favorito? – dijo uno de ellos, Alice se preguntaba cuál.
    - ¡Bien! ¿Ya conocieron a Alice? –
    - Oh, ¿qué tenemos aquí? – preguntó el segundo – ¿Quién esta niña hermosa? – Alice se sonrojó.
    - Alice es parte de nuestra familia ahora – explicó Regina.
    - ¡Y hoy es su cumpleaños! – se metía Giovanni de nuevo.
    - ¿En serio? ¡Pero qué gran noticia! Entonces deberán de comer pastel luego del almuerzo, ¿quieres Alice? – volvió a hablar el primero. La pequeña asintió con la cabeza.
    - Bueno, siéntense los dos, veamos… ¿Qué quieren comer? – preguntó Pietro.
    - Yo quiero una Focaccia al rosmarino – dijo Regina dejando la carta de lado.
    - Lo mismo que ella – la siguió su esposo.
    - Yo quiero espagueti – dijo Giovanni.
    - ¿Y la pequeña? – preguntó uno de los gemelos.
    - ¿Qué te gusta comer Alice? – le preguntó ahora Pietro.
    - Eh… - vaciló la pequeña – Lo mismo que Giovanni – contestó al fin.
    - ¡Ah! A Alice le gusta el espagueti como a mí – comentaba Giovanni.
    Luego del almuerzo, los hermanos Ashdown dieron una porción de torta a cada uno de los pequeños, con una velita para Alice por el cumpleaños de la misma. “Va por la casa” dijo uno de los hombres cuando Pietro quiso pagar el postre. Por consiguiente Regina, Pietro, Giovanni y los gemelos le cantaron el “feliz cumpleaños” a la pequeña Alice que los miraba maravillada, enrojecida y sintiendo una gran alegría dentro suyo, además de los nervios de que todas las miradas estuvieran sobre ella.
    Todo parecía maravilloso, tenía de un momento para otro una familia que la había aceptado en su hogar con tal facilidad, que casi no creía que estaba pasando. Se sentía como perdida en algunos momentos. Miraba a su alrededor y se encontraba con todas estas miradas y sonrisas hacia ella que no terminaba de darse cuenta de que su vida cambiaría de ese momento en adelante. Era muy pequeña para tal cambio brusco de repente, pero con el tiempo se fue acostumbrando a todo ese extraño entorno, el cual de pasar de ser eufórico y alegre, de a poco iba notando las verdaderas personalidades de cada miembro de la familia. No era algo por lo cual preocuparse porque por supuesto, como todo, no podía ser exactamente perfecto. Los retos, las peleas con los niños en la escuela, los llantos y demás, siendo ya más grande la hacían sentirse en una familia de verdad.
    Su nueva casa era enorme y lujosa como todo lo que había visto hasta el momento. La ropa que le compraron también lo era, junto con zapatos, prendedores, el nuevo uniforme escolar, y un colgante en forma de corazón que le compró su hermano con sus ahorros como bienvenida. Alice logró acomodarse a su nueva vida, y pronto se convirtió en una niña más suelta y viva, aunque mostraba esta personalidad solo con Giovanni, Lorenzo, un primo igual de enérgico que su hermano, y Martiniano, un segundo primo con el cual no se llevaba muy bien.
    Lorenzo era hijo de una tía soltera que adoraba, hermana de Regina. Al contrario de ella, esta mujer era suave, tierna, y siempre vestía colores como blanco, beige y otros tonos claros. Se llamaba Bianca, y era bastante más joven que Regina. Luego estaba Martiniano, un niño un poco obeso, que era hijo de un segundo hermano de Regina. Tanto padre como hijo eran iguales de molestos, en la reuniones familiares el más chico siempre molestaba a Alice con el tema de su adopción.
    Los años pasaron y los chicos crecieron, y a Alice dejó de importarle el tema de ser adoptada. Aún no se acostumbraba -y no creía que lo hiciera- a llamar “mamá, papá” a Regina o Pietro, y cuando preguntaban si Giovanni era su hermano o qué relación tenía contestaba que vivía en una misma casa, que compartían tutores, pero que no llevaban la misma sangre.
    Alice cumplía ahora 15 años, y como habían prometido harían una fiesta un poco más grande de lo común, con todos sus compañeros, amigos, familiares y demás conocidos. Esta fiesta no corría por capricho suyo, sino por capricho de su madre quien insistía en que llevara un vestido hermoso de color rosado con detalles plateados, zapatos altos haciendo juego, se maquillara y que la fiesta fuese a lo grande.
    Alice se encontraba en su habitación, preparándose para darle el gusto a Regina mientras se colocaba unos aros grandes de color plateado. Su cuarto, así como también el de Giovanni, se encontraban en la parte de arriba, en el segundo piso de la casa, así su entrada sería por la gran escalera de mármol.
    Sentada en un banquito, frente a una cómoda con espejo, Alice ahora se pintaba los labios con un brillo muy tenue que resaltaba el rosado de su boca. Golpearon la puerta y la joven se exaltó. Miró hacia ésta callada unos segundos y preguntó “¿Quién es?”.
    - Soy yo – se escuchó del otro lado. Inconfundiblemente era la voz de Giovanni. No se lo escuchaba contento, pues esa noche irían a su casa un montón de compañeros de Alice que pretendían demasiado con ella, y Giovanni como buen hermano no quería que nadie se le acercara a la joven.
    - Pasa, está abierto – contestó Alice.
    Giovanni abrió la puerta, y se encontró con su hermana con el vestido puesto y la cremallera bajada hasta el tope de su cadera.
    - Oh, que linda estás, pero… ¿Aún no estás lista? Mamá está enloqueciendo a los invitados –
    - No puedo yo sola con el vestido – contestó Alice, parándose y caminando hacia él – Ayúdame – agregó dándose la vuelta, corriéndose el largo cabello rubio y dejando ver su delicada espalda. Giovanni tomó el cierre y lo subió. Alice volvió a darse la media vuelta y en el acto se dobló el pie cuando resbaló con su zapato; Estuvo a punto de caer al suelo, pero su hermano la tomó en sus brazos antes de que esto pasara.
    - ¿Estás bien? – preguntó preocupado el joven.
    - No lo sé… Ayúdame a sentarme, me doblé el pie – contestó la joven. Giovanni obedeció. Alice se sentó en la cama y el joven se agachó junto a ella para mirarle el pie y masajearlo un poco para quitar el dolor.
    - Deberías apurarte –
    - No quiero ir – lo interrumpió – No quiero usar este vestido enorme, no quiero usar zapatos ni maquillaje, que se los ponga Regina si tanto lo desea –
    - No seas así, tus familiares y amigos están esperándote –
    - No son del todo mis familiares, por más que los quiera, no termino de pertenecer a esta familia. Y amigos… no tengo más amigo que Lorenzo –
    - ¿Qué ocurre conmigo? ¿Acaso no soy tu hermano y tu amigo? –
    - Ni mi amigo, ni mi hermano. No tengo tu misma sangre –
    - De por sí eso no debería importar. ¿Y por qué no soy tu amigo? Has estado extraña últimamente… En realidad, desde que tienes como trece años que has comenzado a decir que no eres mi hermana. Ahora resulta que tampoco soy tu amigo –
    - Tú… eres tú y ya. No necesito etiquetarte. Las etiquetas siempre destruyen las relaciones cuando uno no ve de esa manera a esa persona. No puedo decir que Regina es mi madre si yo no la veo así –
    - Pero ella si te ve como una hija –
    - Ella me ve como la niña de la que está orgullosa mostrar a todos. So como un maniquí que usa para levantar su ego y fama –
    - ¡Basta Alice! Sé que mamá es un poco pedante y orgullosa, pero no es una mala mujer, ella te ama igual que todos, estás siendo muy egoísta al decir que no perteneces a esta familia, y encima lo haces sin razones aparentes – se enojó Giovanni levantándose de golpe.
    - ¿Qué sabes tú cuales son mis razones? Aparte no me digas que tú también estás muy cómodo diciendo que eres mi hermano, si cuando te preguntan te pones tenso y no sabes cómo contestar. Mírame a los ojos y dime con exactitud cómo me ves. ¿Como a una hermana, como a una amiga, o como a una chica más? –
    - ¿A qué te refieres como “una chica más”? – preguntó extrañado.
    - Como las palabras lo dicen, como una chica, una mujer. De verme como tu hermana no deberías verme como una chica atractiva, y no en el sentido de considerarme linda o no, sino tú sabes, atractiva… en otro sentido –
    - No entiendo una palabra de lo que dices, y no discutiré más contigo – concluyó Giovanni yendo hacia la puerta y saliendo al pasillo – Apresúrate y terminará más rápido – cerrando ahora la puerta de un golpe.
    - ¡No me has contestado! – exclamó Alice viéndolo irse - ¡Giovanni! – insistió, pero el joven ya se había ido…
     
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  2.  
    CandyCandy

    CandyCandy Iniciado

    Sagitario
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    hiooo prime en comentar! bueno como critica mala solo una pequeña tontería, creo que si separases más los párrafos sería mucho más fácil de leer. y como cosa buena casi todo, la ortografía muy buena, me encanta como has escogido los nombres, muy acordes y me gusta mucho el lado filosófico de la historia que has plasmado de alicia en el país de las maravillas. te animo a seguirlo será interesante leer la continuación.
     
  3.  
    HoneyLetters

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    Piscis
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    Gracias por leer y comentar. Tienes razón, debería separar los párrafos. Es que lo copio y lo pego desde word entonces queda así xD Pero lo tendré en cuenta para el próximo capítulo :D
     
  4.  
    Tears of demon

    Tears of demon Iniciado

    Géminis
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    Me encanto tú historia, ya que yo amo a "alicia en el país de las maravillas" :).
    Pues errores ortográficos noté muy pocos, tu forma de narrar es muy buena y clara.
    Espero con ansias leer el próximo capítulo.
    Cuídate.
     
  5.  
    Any Shinima

    Any Shinima abstracta.

    Leo
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    Holaa ~ .

    Creo recordar que ya leí una historia tuya è.e. De igual manera, ¿eso qué importa? x3

    Faltas ortográficas encontré muy pocas, al igual que tal vez en una frase sobre una palabra y en palabras falten letras, pero nada importante, ya que con una leida rápida a fondo se soluciona todo nwn. Y bueno, sobre las tildes no encontré ningún error, pero de igual manera no te tomes a la ligera mis palabras, ya que me profundicé tanto en el escrito que ni cuenta me di.

    Con esto quiero decir que me encanta como narraste la historia, como describiste cada lugar, como idealizaste cada personaje, así como lugar, y en conjunto, historia. Sobre todo me ha encantado cada persona, y no sé, me atrajo bastante el hermano, refiriéndome... No sé, pero estoy casi segura de que comprendió bien la frase pero no la quiso contestar por o bien no enojar a la "hermana" o bien no lastimarla. Yo me entiendo x3.

    Te aconsejo sobre todo de que utilices guión largo (Alt + 0151 del teclado numérico de la derecha), puesto que se debe de utilizar en casos de diálogos.
    Y bueno, concuerdo en que se deban separar los diálogos para mejor lectura, ya que varias veces he notado que me he saltado una linea o que a la vez la he vuelto a leer x3.

    Bueno, espero la tercera parte del three-shot, por lo que espero que me invites por mi perfil a leerla, sino es mucha molestia Ü.

    Au revoir ~ *w*.
     
  6.  
    HoneyLetters

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    Piscis
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    ¡Ah, ya entendí! Me habían dicho ya que use el guión largo pero no sabía bien a qué se refería (0 computadora, empecé a escribir y transcribir historias en pc hace muy poquito tiempo) :3 Ahora sé como hacerlo, ¡Gracias! También agradezco que se hayan tomado el trabajo de leer y comentar ^^
    Ahora tendré en cuenta lo del guión largo para cuando copie y pegue desde word :P
     
  7.  
    HoneyLetters

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    Piscis
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    Alice... ¿En el país de las maravillas?
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    Tal vez debería esperar un poco más para subir el segundo capítulo pero como la actividad termina el 29 quisiera subir los dos primeros un poco rápido, y luego sí esperar un poco más para el final/tercero :3

    ~ Alicia... ¿En el país de las maravillas? Parte dos ~​

    Alice volvió a ponerse los zapatos e intentó caminar con ellos. Ahora estaba aún más fastidiada y no soportaba la más mínima molestia. La joven dejó los zapatos de lado, y se colocó unos chatos con apenas un taquito cuadrado que, si bien no era los que Regina había comprado, combinaban con el vestido a la perfección. Se colocó el último detalle, el colgante con dije en forma de corazón que aún conservaba, y que se preocupaba por limpiar y mantener brillante todo el tiempo. Entonces una vez estando lista, suspiró, inhaló hondo para relajarse y salió de su pieza intentando poner la mejor cara.
    Al llegar a la escalera que daría al salón donde estaría la gente, Alice pudo escuchar varias voces diciendo que había llegado, aplausos, música tenue y varias cámaras de fotos chistando sin parar. Estaba un poco mareada ante tanto alboroto, y entre la gente pudo distinguir la mirada de Giovanni sonriendo, con una copa de sidra en su mano. Luego de esto dio varios pasos más, y todas las copas se levantaron en el aire mientras escuchaba a todos exclamando enérgicamente “feliz cumpleaños”. Por fin llegó puso un pie en el último escalón, donde todos comenzaron a saludarla y felicitarla, decirle que estaba hermosa, y demás adulaciones, mientras Alice solo se preocupaba por buscar entre las miradas, los únicos ojos que le importaban. La chica volvió a la tierra cuando escuchó la voz de quien ella llamaba secretamente: “la reina de corazones”.

    —Alice, ¿y los zapatos que te compré? –
    —Ah... Perdón Regina, es que no puedo caminar con ellos – contestó la chica un poco nerviosa.
    —Alice ve inmediatamente arriba y ponte los zapatos –
    —Regina – se escuchó detrás – Déjala, todavía es chica. Alice, estás hermosa –
    —Gracias, Pietro – contestó la joven.
    —Pero Pietro, mírala nada más con esos zapatos chatos –
    —Regina… por favor – la calmaba el hombre, quien era el único que podía controlar un poco a la bestia – ¿Por qué no comenzamos el banquete? – subió la voz el señor, dando dos palmadas y captando la atención de todos – Por favor, los invitamos a pasar a cenar, siéntense donde deseen, y que disfruten la comida –

    Alice tuvo que sentarse en la punta, siendo el centro de atención de todos. El banquete empezó espectacular, con todo tipo de comidas, siendo el espagueti el único plato que quería Alice. Charlaba con Lorenzo y Giovanni, aunque más con el primero ya que el segundo estaba bastante callado. Lorenzo era una persona alocada y divertida, bastante parecido a Giovanni. Era quien siempre hacía reír a todos en la familia diciendo chistes o haciendo payasadas. Era un joven apuesto y en el colegio era bastante popular entre las chicas. Siempre andaba con aire simpático. A decir verdad, era casi igual que Giovanni, pero con un estilo un tanto más alocado; entre ellos, vivían discutiendo en forma de bromas, y muchas veces se complotaban para molestar a Martiniano, que terminaba deprimiéndolos con solo abrir la boca. Por lo general, les decía que maduraran, entre otras cosas, aunque lo hacía desde un punto sarcástico e indirecto que tanto ellos como Alice captaban muy bien.
    En la cena Martiniano estaba alejado y para suerte de los tres, entretenido con otra cosa.
    Alice reía divertida con Lorenzo y Giovanni se esforzaba para sonreír. En una broma, en medio de la cena, Lorenzo hizo que Alice mirara hacia afuera para quietarle y esconderle los cubiertos con gran rapidez. En ese momento, Alice divisó entre unos grandes ventanales que daban al patio, la jaula de su conejo que aún estando viejo y un poco arruinado, vivía como podía, siendo acosado constantemente por el señor Da Vinci que había intentado comérselo varias veces, hasta que desistió un poco cuando notó que el animal ya lo alcanzaba en tamaño.

    —¿Qué ocurre prima? – le preguntó Lorenzo, que dejaba de jugar con las cosas de la mesa para mirar extrañado a Alice, quien llevaba una expresión de preocupación y casi hasta enojo, y se movía de un lado a otro intentando divisar a su mascota.
    —Happy – dijo apenas - ¿Dónde… –
    —¿Da Vinci lo está molestando? – preguntó preocupado Giovanni, siendo ésta una de las frases más largas que había dicho hasta el momento, mientras se daba la vuelta para mirar también entre los ventanales.
    —Regina, ¿Dónde está Happy? – preguntó sin más ni menos Alice, parándose para que la mujer pudiera verla ya que se encontraba bastante lejos.
    —Ah… Alice – dijo incómoda la señora; La gente comenzó a hablar más bajo para ver qué ocurría.
    —Alice… Happy... Él no aguantó más – explicó Pietro – No te dijimos nada porque no queríamos arruinarte el cumpleaños –
    —¿Qué? – se exaltó la joven – ¡No me dijeron nada porque necesitaban que hiciera buena letra! – les gritó alejándose de la mesa.
    —¡Alice! – se enojó Regina - ¡Vuelve aquí! ¡Alice! –

    Se hizo un silencio escalofriante en la sala. Pietro se paró y pidió por favor que olviden lo ocurrido, que sería un enojo temporal y que por el momento siguieran disfrutando de la cena.
    Giovanni fue el único que se paró junto a su padre y salió corriendo detrás de Alice que le cerró la puerta de la habitación en la cara, y echó llave a la puerta sin que Giovanni pudiese hacer nada.

    —Alice, abre – dijo el joven golpeando la puerta.
    —¡Vete! – le gritó ella.
    —¡Abre la puerta! – se estresó el chico. Se hizo silencio del otro lado.
    —¿Tú lo sabías? – preguntó Alice luego de unos segundos.
    —Claro que no – contestó Giovanni.

    Alice abrió la puerta, y dejó ver su rostro triste y las pocas lágrimas que caían por sus ojos.

    —¿Para qué me seguiste? – preguntó la chica.
    —No te pediré que vuelvas a la fiesta si es lo que crees –
    —¿Entonces por qué estás aquí? –
    —Sólo vine a acompañarte ¿Puedo pasar? –
    —No –
    —¿Por qué no? –
    —No mientras no me contestes la pregunta que hice hoy –
    —¿Seguirás con eso? –

    Alice cerró la puerta a Giovanni luego de ese comentario. Se recostó sobre la madera dándole la espalda a donde estaría su hermano, y Giovanni sin saber esto, hizo lo mismo desde afuera.

    —Me caías mejor cuando eras tímida y no hablabas – bromeaba Giovanni.
    —¡Pues no me escuches! – se enojaba Alice.
    —Es broma, es broma – aclaraba él. Pasaron varios segundos de silencio incómodo, hasta que Giovanni sintió que la puerta se abría y sin poder reaccionar velozmente cayó hacia atrás sobre los pies de Alice – Au – dijo quejándose – Hubieras avisado –
    —Necesito ayuda – dijo la chica, ignorando las quejas de Giovanni – Pasa ahora antes de que me arrepienta –

    Giovanni entró y Alice volvió a cerrar la puerta con llave. Justo como había hecho antes, se paró delante del joven dándole la espalda y corriéndose el cabello le pidió que le bajara la cremallera. El chico aceptó, y obedeció con toda calma. Luego, la pelirrubia caminó hacia su cama y tirando un poco de la tela se quitó el vestido quedando en ropa interior delante de su hermano.

    Giovanni corrió la mirada sorprendido, pero aún así no era tonto, suponía a donde quería llegar Alice con todo esto. Ella había comenzado a actuar extraña desde los trece como él había dicho. Desde pequeña, ni bien habiendo llegado a la casa, no le había costado para nada encariñarse con Giovanni. Hasta los diez, su hermano era el mayor superhéroe que conocía. Era según ella el más fuerte, el más inteligente y el más bueno de todos, pero con el pasar del tiempo de a poco comenzó a darse cuenta que ya no le parecía solo el más fuerte, ya no era solo el más inteligente, ni sólo el más bueno, sino que aparte le parecía el más guapo entre todos. Le gustaba que la protegiera, que la cuidara y que se enojara cuando alguien la molestaba. Aún así, ella nunca había terminado de adaptarse a la idea de “hermano”, por más que de chica si lo llamaba así.

    A los once Alice hizo un cambio bastante drástico. Fue cuando comenzó a darse cuenta de que Regina la mostraba como un trofeo, que todo el mundo adulaba su cabello rubio y sus ojos celestes, y siempre decía a todo que había aprendido a leer temprano, que le iba excelente en el colegio, que era una niña muy educada y que ella no tenía que lidiar con peleas entre hermanos pues Giovanni y Alice se llevaban muy bien. Pero a los once la actitud de niña buena de Alice comenzó a cambiar un poco. Comenzaba a oponerse de a poco a los mandatos de su madre, a como vestirse o como usar el cabello. Ya no le agradaba la idea de salir a comprar ropa ni zapatos con ella, ni mucho menos cuando de ropa interior se trataba. Su cuerpo había comenzado a cambiar, y Alice comenzaba a tener otros intereses.

    A los doce y era bastante llamativa al lado de sus compañeras, y los chicos y chicas la molestaban por eso. A los trece fue cuando comenzó a contestarle mal a Regina y ya no se llevaba tan bien con su hermano. Había comenzado a tener pudor de que la vea despeinada o en pijama, y ni hablar cuando en las juntas familiares alguno de sus tíos o tías mencionaban el que cuando eran chicos se bañaban juntos mientras jugaban en el agua.
    Ahora Giovanni, viéndola desvestirse delante suyo, debía arreglárselas para salir de esa situación, esperar que lo que suponía pasaba por la cabeza de su hermana no fuese cierto, y que los pensamientos que rondaban en su cabeza de hace tiempo se disiparan.

    —¿Qué haces? Me hubieses dicho que salga – dijo el joven apoyándose contra la pared, con sus ojos cerrados.
    —¿Por qué? Somos hermanos, ¿no? –
    —Por supuesto, pero tú ya tienes quince años, ya no eres una niña. Aparte me echaste bastante exasperada el otro día cuando entré y estabas en pijama y despeinada, creí que te daba vergüenza –

    Alice no contestó, simplemente se limitó a caminar hacia Giovanni que ahora estaba dándole la espalda, mirando hacia la pared. La joven llevó sus brazos alrededor de Giovanni y lo abrazó por detrás, apoyando suave su rostro en la espalda del chico. El joven quedó helado, de no ser porque ella habló antes no habría sabido que decir, solo hubiesen salido balbuceos de su boca antes que palabras con coherencia.

    —No me has contestado – insistió Alice una vez más - ¿Cómo me ves? ¿Como una hermana, una amiga… o una mujer? –

    Giovanni no contestó. No sabía cómo hacerlo. No entendía qué ocurría. ¿Por qué le costaba tanto contestar una pregunta simple? ¿Por qué no se sentía conforme al decir “eres mi hermana”? El joven se dio la vuelta despacio, tomando de los brazos a Alice. Se sentía un cobarde por no poder enfrentarla, por querer evadir la pregunta, querer hacer como si nada pasaba. Ella lo miraba con tristeza y vergüenza, él casi de la misma forma, solo que más sorprendido y estupefacto.

    —Alice, vístete – fue lo único que pudo decir – Tú… eres mi hermana – decía indeciso.
    —¿Así es como me ves? – preguntaba ella aún con la esperanza de que dijera que no.
    —Estás confundida, Alice. Todo ese tema de la adopción y- –
    —¡No es por eso! ¡No me importa si tu si eres hijo de Regina y yo no! ¡No es por eso que siento cosas por ti! – se confesó la chica, mirando hacia abajo, con sus ojos fuertemente cerrados – Hermana o no, me hubiese enamorado de ti de todas formas –
    —¡Estás confundida! S-si fuésemos hermanos de sangre… –
    —Está bien, cállate… Te creo. Tal vez si fuésemos de sangre… Tal vez si me hubiesen adoptado más de pequeña, tal vez así esto no estaría pasando… ¡Pero no es así, Giovanni! Yo no soy de esta familia, y nunca voy a pertenecer. Yo nunca aceptaré a tus padres como míos, ni a tus tíos, ni primos… Ni a ti como mi hermano… Tampoco como un amigo… Giovanni… Y-yo… Lamento que tuviera que ser así – decía la chica agachándose de a poco, mientras sus rodillas perdían fuerza para mantenerla en pie, y las lágrimas que llevaba conteniendo desde años comenzaban a brotar por sus ojos – Después de todo… este no es un mundo de maravillas… Y entre Alicia y el sombrero nunca hubo romance –
    —Qué curioso… Siempre me pregunté qué personaje ocupaba en tu mente… ¿Así me ves? ¿Como el sombrero? – preguntó Giovanni agachándose junto a ella mientras le secaba las lágrimas que corrían por sus mejillas.
    —Siempre tan feliz, tan loco, tan lleno de vida… El sombrero del que me enamoré cuando era pequeña… no es más que un personaje de ficción… Y yo no puedo pretender ser tan madura como Alicia –

    Giovanni sintió que su alma se partía en dos al escuchar estas palabras. Siempre habían dicho que Alice era muy madura y responsable, pero no entendían en que mundo vivía. Alice se había encerrado en su planeta de fantasía y lo había mezclado con la realidad, justamente para poder escaparse un poco de esta. La abrazó fuertemente mientras miraba por arriba de su hombro. Alice temblaba y sollozaba intentando contenerse, pero las emociones reprimidas podían contra ella. La chica seguía hablando, martirizándose con sus propias palabras, y torturando sin saberlo a Giovanni.

    —Si tan solo te hubiese conocido… en otro contexto… podrías verme diferente – dijo apenas la chica – Lo siento –
    —No, no pidas perdón – la contuvo Giovanni.
    —No deberías abrazarme… No deberías secar mis lágrimas ni haberme seguido desde un principio… ¿Por qué eres así conmigo? ¿Por qué no eres como los que me molestan y me tratan mal? –
    —No podría hacerlo –
    —Si tan solo… me vieras de otra manera… –
    —Basta… ya no hables… El tan solo escucharte me hace sentir un hipócrita –

    Alice levantó su vista hacia Giovanni y lo miró extrañada, sin entender a qué se refería.

    —No puedo pedirte que me veas como a un hermano… Si yo no te veo como tal –
    —¡G-Giovanni! – balbuceó Alice – ¿L-lo dices… en serio? –
    —Sí… pero mamá y papá si te ven como a una hija, y no puedo ir contra ellos –
    —P-pero, yo- –
    —Sé cómo te sientes, y me aterra, pero te correspondo. Pero ¿sabes cuánto sufrió mamá cuando se enteró que luego de mi parto no podría tener más hijos? Ella siempre quiso una niña como tú. Tú eres la luz de sus ojos. Papá también buscaba una princesa a la cual mimar. Sería muy egoísta no corresponder a quienes te dieron un hogar, ¿no crees? –

    Se hizo silencio por unos segundos.

    —Entiende… que nunca me sentiré parte de esta familia –
    —¿Qué es lo que harás al respecto? ¿Buscar a tu familia biológica? –
    —Admito que lo he pensado… Pero no tendría sentido si lo hiciera y no consiguiera nada de ti –
    —Si lo vas a hacer, hazlo por decisión tuya personal. No te fijes en como responderán los demás, y tampoco busques que mucha gente te apoye… No bases tus decisiones en los pensamientos de otros… –

    La charla concluyó de esta manera, cuando Alice separó apenas sus labios para contestar, pero fue interrumpida por Regina, que golpeó la puerta energéticamente.

    —“¡Alice, Giovanni!” – se escuchó desde el otro lado – “¿No piensan bajar? ¡Los invitados están preguntando por ustedes! Que descortesía, por Dios” –
    —Ya vamos – contestó Giovanni desde adentro.
    —“Apresúrense” – concluyó la mujer, escuchándose pasos de tacos acelerados irse del lugar.
    —¿Irás? – preguntó Giovanni acercándose a la puerta, mientras Alice se tapaba con una bata. Miró hacia otro lado al escuchar la pregunta y negó con la cabeza – Está bien… les diré que te dormiste, ¿vale? –

    Alice volvió a contestar con un gesto, ahora asintiendo. Giovanni dio dos vueltas a la llave y abrió un poco la puerta. Amagó a salir, pero se detuvo, volviendo a mirar a Alice – No sientas que te estoy juzgando… Así como tú debes decidir qué es lo que quieres… Yo también… – concluyó el joven, dejando apenas una pizca de esperanza en la joven que ahora, no se atrevía a llamar su hermana.

    La noche pasó y por más que Regina intentó e intentó no pudo sacar a Alice de su habitación. El siguiente día, amaneció agitado. Alice pudo escuchar desde su habitación, la voz de Regina gritar en la cocina, y estos dos lugares estaban considerablemente lejos como para que se escuchara a ese tenue volumen, así que supuso que se vendría una oleada de retos cuando llegara. Se cambió rápidamente antes de bajar. Se peinó como pudo y se vistió con la primera pollera y remera que encontró a mano. Se calzó sus típicos zapatitos cómodos y bajó.
    Llegando al comedor, los gritos de Regina se hacían más claros y fuertes.

    —¡Deberías haberme ayudado a bajarla anoche! ¡El problema es que tú nunca le dices nada, Pietro! –
    —¿Qué querías que hiciera? – le contestaba su esposo con toda tranquilidad, aunque denotaba por supuesto cierto fastidio en su voz – La exiges mucho, y no debiste obligarnos a que no le dijéramos acerca de su conejo. Tú sabes cuanto lo- –

    El hombre se interrumpió al ver a Alice llegar sumisa al comedor y acercarse a la mesa, mientras Giovanni la miraba de reojo. La cocinera entró casi de la misma forma que Alice al comedor, y dejó las cuatro tazas, panes, algunas mermeladas todo en dos bandejas que manejaba perfectamente, para luego irse rápidamente de vuelta a la cocina.

    —¿Me quieres decir por qué no bajaste anoche? – preguntó furiosa Regina a Alice, sin siquiera saludarla.
    —N-no estaba de humor – se animó a contestar la joven.
    —¿No estabas de humor? Yo me esfuerzo para hacerte una fiesta perfecta y tú no estás de humor. Ni siquiera te dignaste a usar los zapatos que te compré –
    —Regina… Yo nunca quise esa fiesta. Te lo dije cuando me propusiste la idea –
    —¡Eres una desagradecida! Aún con quince años me sigues llamando Regina, ¿¡qué es lo que te ocurre!? –
    —Mamá, tranquilízate – se metió Giovanni.
    —Regina por favor, bien le dijimos a Alice que si no se sentía cómoda diciéndonos papá o mamá estaba bien – la defendió Pietro.
    —¡Lo sé! ¡Pero nunca creí que duraría para toda la vida! – gritaba la mujer, fuera de sí - ¿Por qué me tratas así? ¿Qué te hice yo? –
    —¡Regina, basta! – se exaltó su esposo.
    —Exiges demasiado a Alice mamá – volvía a meterse Giovanni.

    Aún con su esposo e hijo en contra, Regina seguía en su ataque de nervios gritándole a Alice. Repetía que era una desagradecida, que ella le había dado todo y seguía sin entender que era ella quien pretendía ciertas cosas que tal vez a su hija no le agradaban. El punto crítico llegó cuando en medio de la bronca Alice se exaltó de la misma forma y gritó a Regina algo que nunca debía haber dicho.

    —¡Yo nunca seré tu hija! ¡No pertenezco aquí! ¡Entiende! – exclamó la joven. Seguido de esto se hizo un silencio de unos segundos, y por consiguiente Alice vio avecinarse una bofetada que recordaría para toda su vida.
    —Si no eres mi hija… Entonces vete de esta casa – concluyó la mujer, que la miraba con ojos de odio.
    —Regina ¿qué estás diciendo? – la reprendió su esposo – Alice no se va a ningún lado, ella vive aquí –
    —¡Ella misma dijo que no pertenece aquí! –
    —¡Eso no interesa! – la enfrentó como nunca el señor – Nosotros decidimos cuidarla y nos hicimos cargo de ella. Le prometimos quererla sin importar como ella nos viera a nosotros. Si Alice no se siente nuestra hija, no podemos obligarla a hacerlo. Tampoco significa que no nos aprecie, ¿verdad Alice? –
    —C-claro que sí – tartamudeó la joven, rompiendo a llorar – Yo los aprecio… Aprecio todo lo que hicieron por mí pero… – Alice no pude terminar la frase.
    —No tienes que obligarte a vernos como nosotros queremos, tampoco pretender que seas como nosotros queramos. Es la función de ser padres de alguien, ¿no crees? – la animó el hombre acercándose a ella y abrazándola.
    —G-gracias – pudo apenas pronunciar Alice.

    Regina ya estaba más calmada para ese momento. Acercó despacio su mano a Alice y la apoyó donde la había golpeado.

    —Lo siento – dijo la mujer acariciándola apenas.
    —Regina… – habló Alice en el silencio – Sé que me has dado todo. Sé que has sido excelente conmigo, que nunca me faltó nada y siempre hasta me sobraron cosas… Pero… Nunca fuiste una mamá… Nunca me hiciste una caricia o me diste un beso de buenas noches. Nunca me abrazaste ni me dijiste que me querías – hizo una pausa unos segundos – Ninguno de los dos lo hicieron, tampoco creo que lo hayan hecho con Giovanni. Mi punto es… Que él si es hijo de ustedes… y por menos caricias o abrazos que le dieran el siempre seguiría siendo su hijo. En cambio yo… Yo siempre fui la invitada de lujo – concluyó al fin.

    Giovanni escuchó con atención las palabras de Alice. Se paró lento e hizo unos pasos hacia sus padres y “hermana”.

    —Mamá… Papá… Alice… tiene razón – se animó decir.
    —Lo siento – susurró Regina, dejando escapar un par de lágrimas – Lo siento – repetía ahogada, yéndose del lugar.
    —¡M-mamá! – exclamó Giovanni.
    —Tranquilo, hijo. Necesita un tiempo para descansar y pensar. Si me disculpan… – concluyó el hombre saliendo detrás de su esposa…
     
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  8.  
    Any Shinima

    Any Shinima abstracta.

    Leo
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    Pluma de
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    Holaa de nuevo ~ .

    Mucho mejor a la hora de leer ~ x3.
    Dejaré esa crítica, ya que estéticamente se ve genial: separados los párrafos, con guión largo... Está genial n.n.

    La narración... Como ya te expliqué anteriormente, me encanta. Esa sencillez, esa manera de expresarte que cautiva al lector, haciendo que se imagine a la perfección la escena. Mucho que decir sobre eso no hay x3.
    Faltas ortográficas... Menos que el anterior, mucho menos, por lo que leyéndolo de nuevo todo se soluciona.

    Y la verdad es que no tengo nada más que decir respecto a todo ese... rollo x3, puesto que todo está perfectamente ^^.

    Luego, sobre la trama... Wou, ¿quien se iba a pensar que la madre iba a ser tan exigente? Y más aún esa escena principal del escrito entre Giobanni y Alice... Ahí es donde verdaderamente entra "Alicia en el país de las maravillas" con el Sombrerero y demás nwn. Pero... ¿Ese es el verdadero personaje que interpreta Giovanni en el cuento? Intriga, dejaste con mucha intriga, eso era lo que quería darte a entender, así que... Tercera parte ya ¬¬(?).

    Muchas gracias de nuevo por invitarme ~ Ü.
    Espero que lo hagas de nuevo con la tercera parte *u*.

    Au revoir ~ :3
     
  9.  
    HoneyLetters

    HoneyLetters Iniciado

    Piscis
    Miembro desde:
    9 Julio 2012
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    Pluma de
    Escritora
    Título:
    Alice... ¿En el país de las maravillas?
    Clasificación:
    Para adolescentes. 13 años y mayores
    Género:
    Romance/Amor
    Total de capítulos:
    3
     
    Palabras:
    3886
    Alice y Giovanni quedaron enfrentados unos segundos. El primero en hablar fue él, quien parecía bastante tranquilo ante todo.

    —Se va a enfriar tu malteada – fue lo único que se le ocurrió decir.
    —Ah, sí. La tuya también – reaccionó Alice.

    Ambos caminaron hacia la mesa y se sentaron enfrentados, junto a sus respectivos desayunos. Giovanni encendió el televisor para calmar un poco la tensión, y en las noticias se escuchó algo sobre algunos cambios que habría en el sistema escolar, cosa que por ser adolescentes les llamó la atención a ambos y se quedaron mirando la pantalla.

    Justo en el mismo momento, se les dio por tomar un pan, y al estirar las manos al centro de la mesa, sus dedos se tocaron suavemente. Alice corrió su mano con tal rapidez que no pudo esconder su sonrojo ni sus nervios. Giovanni también se incomodó, pero a diferencia de Alice, pudo esconderlo mucho más.

    —Sírvete primera – dijo cediéndole el plato con panes.
    —N-no. Sírvete tú – contestó Alice.
    —Insisto – acercándole aún más el plato.
    —G-gracias – aceptó la joven tomando uno y llevándoselo a su boca. Luego tomó uno Giovanni e hizo lo mismo.

    Pasados varios minutos, se escuchó sonar el teléfono y Giovanni corrió a atender. Alice aun seguía compenetrada en la televisión y apenas escuchó lo que decía el joven, sin entender una sola palabra.

    —Alice – llamó su atención Giovanni al volver – Era papá. Dice que pasará el día con mamá, que comamos afuera o pidamos comida por encargue, ¿qué quieres hacer? Después de todo ayer fue tu cumpleaños y no has disfrutado nada –
    —No es necesario – contestó Alice – Y… yo hago lo que tu digas – agregó.
    —No en serio, ¿no quieres comer espagueti? – preguntó bromeando. Alice sonrió apenas.
    —Ya comí ayer – respondió – Comeré lo que tú comas, no me pidas a mí que elijas porque me da igual – explicó.
    —Entonces cámbiate y ven conmigo. Vamos a conseguirte algo que te guste y almorcemos en lo de los tíos Tom y Tim, ¿qué dices? –
    —Ah – vacilo Alice – Pero… no hay nada que quiera –
    —Bueno seguro encontrarás algo cuando lo veas –
    —Giovanni, en serio, no quiero nada – repitió la joven.
    —Pero dijiste que harías lo que yo haga, y yo quiero salir a pasear y a comprarte un regalo por tu cumpleaños – terqueó Giovanni.
    —Ay, Dios. Ya, está bien – se enojó la chica – Pero tengo que bañarme y vestirme – advirtió – Tardaré –
    —Tómate tu tiempo, todavía es temprano –

    Alice fingió fastidio, lo que era normal que se viera así ante su hermano, aunque por dentro estaba emocionada y alegre por la salida con Giovanni. Estuvo varios minutos en el baño arreglándose el cabello luego de bañarse, así como estuvo varios más eligiendo la mejor ropa. Cuando por fin estuvo decidida, se colocó como siempre el colgante que llevaba todo el tiempo, se perfumó y bajó despacio las escaleras esperando encontrarse a Giovanni.

    —¡Gio! – exclamó llamándolo - ¿Gio? – se extrañó la joven al ver que no estaba allí.
    —Aquí estoy – escuchó a sus espaldas. Alice se exaltó y se dio vuelta rápidamente aún en la escalera.
    —¡Giovanni! – lo regañó – Casi me matas del susto – se quejó.
    —Lo siento – rió el joven - ¿Ya estás lista? – preguntó luego.
    —S-sí – contestó ella - ¿Cómo estoy? – interrogó tímida.
    —Estás muy bonita – respondió fresco su hermano.
    —Ah… G-gracias – se sonrojó Alice.

    Se sentía tan extraña. Apenas días atrás se torturaba pensando que era una locura lo que sentía, que quería arrancarse esas emociones de raíz, y le resultaba imposible imaginarse una vida sin Giovanni; Por otro lado, ahora, el joven había dejado esperanzas de nuevo en su hermana, y al haberse confesado que no se veían como tales, ambos se sentían incómodos, como si fuese una cita a lo que iban. Al mismo tiempo Giovanni se sentía un tonto; se preguntaba por qué estaba tan nervioso si era común que ellos salieran juntos; aún, el joven, no lograba entender qué era lo que pasaba. Sabía que no veía a su hermana como la palabra lo demandaba. Sabía que el verla arreglada, o peor aún, semi desnuda como en la anterior noche, le provocaba cosas que no podía ni quería explicar. Se negaba a aceptar del todo sus sentimientos, y no tenía idea de cuándo era que éstos habían comenzado a despertar.

    Giovanni bajó las escaleras junto a la par de Alice. Una vez en el salón principal, ambos tomaron sus llaves y salieron. La parte comercial de la ciudad, no quedaba lejos, así que no era necesario ir en vehículo.
    Estaban tan callados que el ambiente comenzaba a hacerse molesto. Alice pensaba que podía decir, pero no se le ocurría nada. Lo mismo pasaba con Giovanni. De a momentos se ojeaban, cruzaban miradas y volvían a clavarlas en el suelo o el horizonte. Cuando al fin pudieron sacar tema, costándoles a principio, comenzaron a soltarse de a poco, y terminaron hablando y riendo como acostumbraban. Al llegar a la parte de comercios de la ciudad, se pusieron a mirar las últimas novedades que había en la tienda de música que tanto le gustaba a Giovanni, entre tiendas de ropa a las que solía ir, y no se animaba a entrar con Giovanni, pero terminaba entrando igual empujada por éste; Pasaron por tiendas de aparatos electrónicos, mirando los nuevos artefactos y demás. En un momento dado, Alice se quedó mirando con atención el local donde daban mascotas en adopción. La chica recordó su conejo, y su rostro divertido cambió a triste y melancólico. Giovanni notó esa expresión en su hermanastra y se acercó.

    —¿Quieres que llevemos un conejito? – preguntó parándose a su lado.
    —No – contestó suave Alice – Happy fue un buen conejo, pero no quiero llevar otra mascota –
    —¿Segura? Podrías llevar un nuevo Happy – Alice negó con su cabeza.
    —Happy siempre será Happy, no creo que otro pueda reemplazarlo. Estoy bien así, aparte ya era hora de que se fuera ¿no? Ese conejo vivió nueve años cuando aquí donde lo compré me dijeron que el promedio era seis –
    —Eso es porque le diste todo el amor que pudiste, ¿no crees? –
    —Sí, así es. Ya estaba cansado y me dio todo lo que me pudo dar. No me enojo con él por haberse ido –
    —Entonces, ¿segura que no quieres otra mascota? –
    —Segura, segura –
    —Entonces ven, vi algo que te animará – sonrió Giovanni, tomándola de la mano y arrastrándola hacia otro negocio.
    —¿A dónde me llevas? – se sorprendió Alice que no tuvo ni tiempo de chistar, cuando quiso acordar ya estaba parada en frente a una joyería.
    —Mira eso – dijo señalando unos zarcillos. Éstos eran rosa y violeta, y tenían una forma muy particular, que Alice reconoció en seguida.
    —¡El gato de Cheshire! – dijo sorprendida. Pero en seguida se le vino a la mente a quien consideraba el gato de Cheshire, y la imagen linda se le borró – Aunque nunca me gustó tanto ese personaje… Me gusta más… Ese de ahí – explicó señalando. Esta vez se veían unos zarcillos con forma de sombreritos. Giovanni se incomodó.
    —Son pendientes del sombrerero, ¿verdad? – preguntó apenas sonriendo de lado.
    —Sí, fíjate que bien están hechos. Tienen muchos colores y hasta son altos, más como una galera –
    —¿Los quieres? – interrogó ahora Giovanni, ladeando la cabeza y viéndola de lado.
    —No lo sé – contestó Alice – Me da pena entrar – agregó sumisa.
    —Yo te los compro – se ofreció su hermanastro – Ven – dijo tomándola de nuevo de la mano y entrándola a la fuerza.
    —No, espera, Giovanni, no gastes tu dinero en mí – contestó Alice nerviosa.
    —Te dije que te debo un regalo de cumpleaños – la contrarió de nuevo el joven, quien ya había entrado al lugar.

    Alice miraba fascinada a su alrededor, un tanto avergonzada, mientras Giovanni hablaba con el dueño. En pocos minutos, ambos salieron con los aretes en su pertenencia. Giovanni abrió la pequeña cajita donde venían y los sacó. Alice los tomó entre sus delicados y finos dedos y al estar tan acostumbrada a ponerse y sacarse todo tipo de pendientes, tanteando suavemente la oreja, se quitó los que tenía y colocó los nuevos. Giovanni guardó los anteriores en el mismo paquetito donde venían los que acababan de comprar, y colocó este en su bolsillo. Levantó la mirada para ver como quedaban los aretes en Alice, y se encontró con la chica levantándose el pelo con sus manos para dejar ver los hermosos zarcillos que brillaban coloridos con el sol de frente. Se quedó unos segundos con la boca apenas abierta. Alice sonreía tiernamente.

    —Bien… ¿cómo me quedan? – preguntó felizmente. Giovanni siguió en silencio por unos segundos más – ¿Giovanni? –
    —Eh – reaccionó el joven sacudiendo su cabeza rápidamente – Muy bien – contestó aún un poco embobado – En serio… quedas… muy hermosa – agregó avergonzado, aunque por afuera pareciera que su rostro era inexpresivo.
    —Gracias – contestó la chica poniéndose apenas colorada. Luego soltó su cabello que volvió a caer en forma de lluvia, con un movimiento suave, sobre su espalda, y parte en sus hombros y pecho, miró su reloj y cayó en cuenta que ya casi era mediodía – Giovanni, ¿tienes hambre? – preguntó levantando su vista hacia él.
    —Ah… sí algo – contestó él, ya no tan hipnotizado como antes – ¿Vamos al restaurant de los tíos Tom y Tim? –
    —Mnh.. – vaciló Alice – Mejor… ¿por qué no vamos a ese lugar que queda cerca de la iglesia? – propuso.
    —Claro, como gustes – aceptó el chico – ¿Pero porqué es que no quieres ir con los tíos? –
    —Pues… Tío Tim siempre dice a los cuatro vientos que estoy hermosa y todo me miran, y Tío Tom jala mis mejillas, también ambos estarán bastante con nosotros… Y… Yo… – vacilaba Alice sin terminar la frase – Pues… tú entiendes… Quiero… estar un poco a solas contigo – se animó a decir al fin.

    A Giovanni se le paró el corazón al escuchar esto. Ahora sí estaba del todo nervioso. Imaginaba por qué Alice quería estar a solas. Suponía que quería hablar de ciertas cosas que era obvio los tíos Tom y Tim no debían escuchar. Aún a pesar de los nervios, el joven ya había aceptado ir a donde ella había propuesto y estaban encaminándose hacia allí.
    Entraron al local mirando hacia todos lados, buscando donde sentarse. Alice divisó una mesa parados bastante apartada de las demás.

    —Gio, vamos allí – dijo tirando suave de la remera del joven y señalando el lugar.

    Giovanni siguió a su hermana. Llegaron a destino y tomaron asiento. Alice suspiró, sonrió y miró a su alrededor disfrutando de la agradable vista del lugar. En seguida luego de unos minutos de incómodo silencio, se acercó un camarero con dos cartas. Saludó formal y les indicó que les dejaría unos minutos para decidirse, luego volvería. Una vez pasado ese tiempo, Alice pidió por primera vez por su cuenta, sin decir “lo mismo que él” aunque al fin y al cabo Giovanni terminó pidiendo lo mismo que ella, pues tenían gustos parecidos. Comenzaron a comer, y hablaban y reían de temas triviales; estaban más sueltos de nuevo y la tensión había cesado.

    —Sabía que tú y Lorenzo eran de meterse en líos, pero no creí que también lo hacía en clases – decía entre risas Alice; su hermano le contaba las travesuras que hacía con su primo a los profesores durante el colegio.
    —Igualmente nunca nos descubrieron – reía pícaro Giovanni – Y dime, ¿con quién te juntas en los recesos ahora? Luego de esa vez que te enojase con tu amiga Lucía ya no supe más nada de tu vida – curioseó el joven.
    —Ah, bueno, desde que me lleve una sorpresa con Lucía comencé a juntarme con Irene – contestó la chica – Es una muy buena chica, pero ahora no tengo confianza en nadie – agregaba.
    —¿Y por qué fue que te peleaste con Lucía? Nunca supe –
    —Es que… nunca quise que supieras – respondió nerviosa – Ella… Tú sabes que era de tener muchos novios y demás, ¿recuerdas? –
    —Sí, lo recuerdo. Hasta estuvo con un amigo mío por un tiempo, luego lo dejó –
    —Bueno… Ella me pidió que te la presentara – explicó – Yo le dije que no me molestaba que estuviese un día con un chico, al otro con uno diferente, pero que no quería que tú sufrieras por ella – agregó avergonzada, bajando su mirada.
    —¿Ella se interesó en mí? –
    —S-sí – Giovanni rió suave.
    —Nunca habría salido con ella –
    —¿E-en serio? – preguntó Alice sorprendida.
    —Claro… Ella no me gusta –

    Alice no contestó. No se animaba a preguntar otra cosa ni seguir con el tema. Se limitó a cortar y enviar a su boca un bocado de la comida corriéndole la mirada a Giovanni. El tiempo se pasó lento. Pudieron volver a la conversación con algunos que otros comentarios descolgados de Giovanni pero aún así fue incómodo.
    Al salir del restaurant, caminaron tranquilos por un parque a unas cuadras de éste. Ambos iban callados; Sus pasos eran pesados y lentos; caminaban como si no tuviesen ninguna responsabilidad ni ningún apuro encima. Las agujas del reloj corrían y ya se habían hecho las tres y media de la tarde. Alice suspiró mirando hacia abajo, se notaba a leguas que quería decir algo, pero no podía parar de pensar qué palabras usar, qué decir, cómo terminaría todo.

    —Giovanni… – mustió ladeando la mirada de reojo. Él la miró y se limitó a esperar en silencio a que siguiera hablando - ¿Qué ocurriría si… si yo… – vacilaba.
    —Quieres buscar a tus padres biológicos, ¿verdad? – dedujo el joven, antes de que pudiese terminar la frase. Alice no contestó – Supongo que hablarás con mamá y papá luego, pero, dime, ¿Qué vas a decirles? –
    —Pues, ellos ya saben cómo me siento, pero… no saben toda la verdad –
    Giovanni la miró sorprendido. Paró de caminar unos segundos; Alice lo imitó.
    —¿Lo harás? –
    Segundos de silencio.
    —Alice… ¿Lo harás? –
    —N-no lo sé… ¿Qué ocurre si lo hago? –
    —Ya te dije que tomes tus decisiones de acuerdo a lo que tú piensas; Basa tus opiniones en lo que tú sientes y crees, no en lo que los demás te digan –

    No se habló más del tema. Reanudaron sus pasos mirando hacia direcciones distintas.

    La tarde pasó, y decidieron volver a su hogar.

    Al entrar vieron sentados en ese gran salón principal, sobre los sillones largos que lo adornaba, a Pietro y Regina. Ambos adultos dirigieron sus ojos hacia la entrada y cruzaron miradas con sus hijos.

    —Alice, ven aquí por favor – dijo Pietro señalándole el asiento que tenían en frente. La joven obedeció callada – Giovanni, necesitamos estar a solas con tu hermana – agregó.
    —Está bien – contestó el muchacho subiendo las escaleras – Estaré en mi habitación –

    Cuando escucharon la puerta de Giovanni cerrarse, se dispusieron a hablar. Regina y Pietro se miraron entre ellos y ella asintió.

    —Alice – dijo vacilando – ¿Cómo decirte esto? –
    —¿Qué ocurre? – preguntó la joven – No es que no tenga una idea de lo que me van a decir, pero ¿Por qué tanto misterio? –
    —Querida, entendemos tus sentimientos – siguió la mujer – Pero… Sabemos cómo aceptar tal cosa. No podríamos verte de otra manera, más que como nuestra hija –
    —¿D-de qué hablan? – balbuceó Alice, comenzando a preguntarse de si estaba en lo cierto cuando pensaba en lo que le dirían.
    —Creo que fue nuestro error haberte adoptado, sin habernos percatado de que ya eras… Tal vez… Un poco grande. Pero, quiero que sepas que no estamos arrepentidos – habló esta vez Pietro – Pero como dijo tu madre, entendemos que el pasar del tiempo te haya generado ese sentimiento… Dime, linda… ¿Cuán segura estás de que lo que sientes es verdadero? –
    —No entiendo, Pietro. Sean más específicos – contestó la joven. Regina suspiró y decidió tomar el mando de la conversación de nuevo.
    —Sabemos, o por lo menos creemos con bastante certeza… Lo que sientes por Giovanni –
    Los ojos de la adolescente bailaban de un lado a otro sin saber hacia dónde mirar.
    —Dinos… ¿Estamos equivocados? – preguntó Pietro. Alice tardó varios segundos en contestar, bajando su mirada, viendo sus pies moverse nerviosamente.
    —N-no – dijo a fin. Los adultos volvieron a mirarse.
    —¿Es ésta la razón por la cual no nos aceptas como padres? – siguió Regina. Alice negó con la cabeza – ¿Quieres decir, entonces, que ya no te sentías nuestra hija, inclusive antes de darte cuenta de tus sentimientos hacia Giovanni? –
    —S-sí – se limitó a contestar – Lo siento –
    —Linda… No te disculpes – suspiró el hombre.
    —¿C-cómo… – vaciló la chica.
    —Lo creímos desde siempre – contestó Regina – Pero… Hubo algo que nos lo confirmó… Y espero sepas entenderlo –

    Alice subió su mirada apenada. Sus mejillas, ruborizadas, se veían más coloridas que nunca. Sus ojos detonaban cierto sentimiento de angustia y apenas se le cristalizaron comenzó a temblar.

    —¿Q-qué… fue? –
    —Giovanni, querida – respondió Pietro.
    —¿G-Giova…nni? –
    —Y agradecemos que lo haya hecho, si no nunca hubiésemos tenido el valor de preguntarte, Alice – explicó Regina.
    —¿P-porqué lo hizo? Yo iba a decirles –
    —¿Segura? ¿Ibas a hacerlo? –
    —Sí, Regina. Y-yo… yo en serio… iba a hacerlo, créanme – decía suave, volviendo a bajar su mirada.
    —Tranquila, te creemos – la animó Pietro.
    —¿Qué ocurrirá ahora? – se animó a peguntar la chica.
    —Por el momento Alice… queremos – vaciló Regina – Queremos que pienses de nuevo todo. Tal vez, con el pasar del tiempo, te das cuenta de nuestros sentimientos hacia ti y nos aceptas, podrías olvidarte hasta de… Bueno, lo que sientes… por Giovanni – le costaba decir a la mujer.
    —Dudo que eso ocurra, Regina. Más viviendo en el mismo hogar –
    —Justamente… A eso íbamos – otra pausa larga. Alice los miraba desconcertada – Te enviaremos de pupilo a un colegio de mujeres –
    —¿Qué? – se exaltó la joven – ¡No pueden hacer eso! ¡No pueden separarme de todos así como si nada! –
    —Linda, los verás en vacaciones, para las fiestas y demás – la calmaba Pietro.
    —¡Esa no es la solución! –
    —¡Lo es y se terminó Alice! – exclamó su madre, comenzando a soltar un par de lágrimas – Por favor… Te lo pido por favor… ¡No lo hagas más difícil! –

    El silencio invadió el lugar, mientras de fondo, lo único por lo que se daban cuenta de que nadie los había congelado, era el “Sr Da Vinci” que maullaba para que le abrieran la puerta del patio. Ambas mujeres, paradas, enfrentándose, con lágrimas corriendo por sus mejillas, se miraban con tal furia y angustia que rajaba el suelo y helaba el aire. Regina estiró su mano suave hacia el rostro de Alice, quien la quitó con rapidez, mientras se iba del lugar. La adulta amagó a ir con ella, pero Pietro la frenó negando con su cabeza.

    Alice subió las escaleras enojadísima, y al llegar a la puerta de su habitación, vio a Giovanni salir de la suya. Cruzaron miradas. La chica lo miró enojada mientras abría la puerta.

    —Alice – susurró su hermanastro – ¿Qué ocu-

    Un fuerte sonido de la puerta cerrándose lo interrumpió. Giovanni bajó la mirada y entendió todo, pues él ya estaba enterado de todo. Se sintió traicionar a su hermana, a su amiga, y por último a la mujer que amaba. Sí, la amaba, y esta vez no se lo negaría, pero también quería demasiado a sus padres, y esperaba que con la decisión tomada, los sentimientos por ella se fueran, así como los de ella por él.
    Volvió a su habitación, sin saber que ésa era la última vez que veía a la chica que le gustaba.

    Alice hizo las maletas y a medianoche bajó hacia la habitación de sus padres. “Estoy lista” les dijo; Sin tener que decir más nada, ellos entendieron. A la mañana siguiente, temprano, a eso de las cinco de la madrugada, cuando el sol apenas deseaba asomarse, Alice partió, comenzando por completo una vida nueva.

    No quiso volver a casa en navidad ni año nuevo. Tampoco para el cumpleaños de Giovanni, ni de Lorenzo. Sólo se encargaba de mandar regalos que contuvieran la dirección del colegio para que supieran que era ella, así como ellos en su cumpleaños. En especial, Giovanni enviaba recortes de imágenes que encontraba de Alicia en el país de las maravillas, y siempre incluía algún dulce y algún que otro regalo. Probó mandarle cartas, pero a la cuarta no respondida, desistió.

    Habían pasado ya tres años, y hacía días atrás, los tres Montalbetti estaban nerviosos de saber que ocurriría cuando llegara el último día de clases de Alice; El día que sí o sí, debía irse, sin más excusa.
    Giovanni, al ser un año más grande, había comenzado a estudiar profesorado de música, y se notaba en él, un cambio que lo hacía ver más maduro y menos alocado; O por lo menos eso notó la joven al llegar: su primer pensamiento fue “ya no se parece al sombrerero; En sí, yo nunca fui Alice”

    Su familia la miraba de lejos en la parada de autobuses; No podía ser otra, se distinguía a lo lejos lo que a cada uno lo hacía único. A Regina, esos zapatos, vestidos y labios rojos, que había dejado combinar con las pocas canas que de a poco iban saliendo; A Pietro, ese porte de persona seria, su traje impecable, y por supuesto, el reloj de bolsillo que era lo único que brillaba con el sol en su persona.

    Como Giovanni, Alice también se notaba cambiada, aunque siempre había sido bastante madura, ahora, con dieciocho años, se podría decir que lo parecía mucho más.

    Miró por entre las cabezas de la gente y vio un brazo levantándose. Lo reconoció en seguida vio una guitarra en su espalda y se dispuso a dirigirse hacia allí. Llegó sonriendo apenas; Saludó a los tres y cuando estuvo a punto de hablar alguien la interrumpió.

    —Disculpa – le dijeron tocándole el hombro – Alice, ¿verdad? Alice… –
    —¿Capriotti? –
    —Exacto. Este bolso es tuyo – dijo el hombre dándole una valija con su identificación en ella.
    —Oh, que distraída, muchas gracias – agradeció la chica.
    —Entonces – dijo Pietro viéndola sonriendo – ¿Te dieron el apellido tus abuelos? –
    —Sí – contestó la joven.
    —¿Y también te-
    —También me dieron el permiso de venir, Regina. Puedes estar tranquila –
    —¿Cuánto tiempo te quedarás en Florencia? – preguntó Pietro.
    —Pues, aquí estudiaré – respondió – Mis abuelos me costearán un departamento, y estudiaré filosofía –
    —Oh, filosofía – bromeaba Giovanni, siendo la primera vez que hablaba – Qué profundo –
    —Sí, sí. Lo es – le seguía el juego ella – Ni bien desocupen el departamento me llamarán, así que no estaré mucho en su casa – agregó.
    —Puedes quedarte el tiempo que sea – contestó Regina, con cierto tono de tristeza.
    —¿Por qué no se queda para siempre? – decía Giovanni.
    —Estaré en la misma ciudad, no sé por qué te alteras tanto – bromeaba la joven.

    Regina y Pietro se adelantaban varios pasos. “Iremos buscando el auto, ustedes esperen aquí” indicaba ella. Giovanni veía de reojo a Alice a su lado. No podía creer que pasado tanto tiempo, seguía usando ese collar de hacía tantos años, y los zarcillos con forma de sombrerito.

    —Quiero saber – decía el joven – Al final, ¿quién soy en el cuento? –
    —Nadie – contestaba ella con tono despreocupado.
    —¿Nadie? Creí ser el sombrerero. No me hace feliz saber que no ocupo ningún papel –
    —Alicia y el sombrero nunca estuvieron juntos – contestaba ella, con cierto sonrojo, viendo hacia abajo – Y después de todo soy una distinta Alice. No vivo en ese cuento, vivo en el mío propio… Yo decido como termina esto –
    —¿Y cómo termina? –
    —Con un final feliz, por supuesto –
    —¿Y “Alice” con quién se queda? –
    —Bueno… eso depende –
    —¿De qué depende? –
    —De si ocupo algún papel… En el cuento de la persona que quiero –
    —… –
    —… –
    —Estoy… seguro que sí –
     
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  10.  
    Any Shinima

    Any Shinima abstracta.

    Leo
    Miembro desde:
    30 Abril 2012
    Mensajes:
    112
    Pluma de
    Escritor
    0.0...
    ¡TE AMO!
    A ver, quiero decir... Ese final me enamoró, me asdf, ¿entiendes(?)?

    Vale, ahora hablando formalmente(?):

    Ante todo, gracias por invitarme a leer, linda; pues ya te dije que mi comentario aparecería seguro nwn.
    Tu narración sigue siendo perfecta, en referencia a como describes cada momento. Fallos prácticamente no encontré ninguno. Alguno de fondo, pero nada importante Ü.

    Y sobre la trama en sí... Verdaderamente, al menor yo, no imaginaba ese final. Quiero decir... Tal vez esperaba el típico de que Alice va a ese "Internado", por así decir, y que Giovanni se interpusiera o cualquier final similar. Pero no ese, que en partes deja con intriga, mientras que en otras es el perfecto. ¿Sabes? Aunque sea para un concurso/actividad (no me acuerdo lo que era) estaría bastante bien un Onee-shot, poniendo qué pasó en ese momento, pero en relato corto. Así atraerías más al lector con la intriga ya causada y pues la historia será con un verdadero final, y no a medias; ya que prácticamente, está así.

    Y sin nada más que decir me despido. De nuevo aclaro que me dejaste enganchada a tu three-shot. Me encanta como escribes, así que aunque haya acabado esta "Trilogía", espero ser de vuelta invitada a cualquier escrito nuevo publicado tuyo nwn.

    Au revoir ~ :3.

    [Crítica Convencional]
     
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  11.  
    HoneyLetters

    HoneyLetters Iniciado

    Piscis
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    9 Julio 2012
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    20
    Pluma de
    Escritora
    Aaah, a ver si entendí: tu idea es que haga un one-shot cortito, relatando brevemente que ocurrió luego de esto ¿verdad? Si es así, me gusta la idea, como para darle un cierre :D

    Ahora, ¡muchas gracias por leer y comentar! No te haces idea lo feliz que quedo luego de que alguien lee y comenta que le gusta mis historias xDD Quedo como una niña con un dulce o un juguete nuevo :3
     
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  12.  
    VeckeFer

    VeckeFer Usuario común

    Libra
    Miembro desde:
    8 Febrero 2012
    Mensajes:
    298
    Pluma de
    Escritora
    Ayy, me encantó! No hay palabras para describir lo asombroso que está tu historia! Me atrapó desde el primer parrafo, simplemente me fascinó, esa trama tan profunda, me perdí dentro de la historia y sentía que era parte de todo esto.
    Me enamoré de Giovanni, es tan lindo, tan alocado y aghakjh me encanta ese pibe! Y te felicito, porque hiciste que el personaje cobrara vida en mi mente, ahora seré Victoria de Montalbetti <3 Queda bien, no? Bueno, te felicito por tan asombrosa historia, en serio, me quedé sin palabras, me encanta! Amé cada parte de tu historia, y el final....INCREIBLE!! Que romántico y a la vez indirecto <3 Bueno, me despido, obviamente te sigo, ahora quiero saber más de vos como escritora y leer mas historias tuyas. Victoria de Montalbetti se va.. Graciass por tu historia!
     
  13.  
    Kei

    Kei Usuario popular

    Virgo
    Miembro desde:
    7 Enero 2012
    Mensajes:
    823
    Pluma de
    Escritor
    Pequeña, recuerda que no se debe contestar a cada comentario que te dejen. Solo puedes escribir un comentario por capítulo que hagas. Recuerdalo bien, ¿vale? Si les quieres decir algo, para algo estan los perfiles :D

    Buena historia, la trama me atrajo bastante :3
     
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