One-shot Algodón de azúcar [Laila&Rico || AU]

Tema en 'Mesa de Fanfics' iniciado por Zireael, 30 Mayo 2019.

  1.  
    Zireael

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    Escritora
    Título:
    Algodón de azúcar [Laila&Rico || AU]
    Clasificación:
    Para todas las edades
    Género:
    Amistad
    Total de capítulos:
    1
     
    Palabras:
    1791
    Me: vamos a escribir algo cortito de Laila y Rico bc son demasiado hermosos.
    Also me: *se avienta 1700 palabras*

    Viva el OoC xdxdxd

    The Pacman SweetSorrow Liza White
    Las etiqueto porque menciono a sus bebés uwuwuw





    Algodón de azúcar






    La muchacha de cabello lila corría cargando sus pertenencias con una brillante sonrisa adornándole el rostro.
    Si había una cosa que adoraba casi tanto como pasar tiempo con Shawn, era poder ver al que en poco tiempo se había convertido en uno de sus mejores amigos.

    El chico se había unido hace poco al club y por falta de tiempo del instructor, que estaba ocupado con los más jóvenes, Shawn había recibido la orden de enseñarle lo básico junto con ella.
    Aprendía rápido, a pesar de su naturaleza tímida y lo cierto era que le recordaba un poco a sí misma.

    Continuó corriendo a pesar de que le ardían los músculos de las piernas. Se le hacía tarde.
    Cruzó el paso de cebra con el cabello ondeando a su espalda, el sol de invierno arrancándole reflejos plateados.

    Atravesó el parque, hasta que divisó una cabellera oscura conocida, sentado en una banca dándole la espalda.
    Cuando llegó hasta él, juró que el muchacho estuvo al borde de sufrir un infarto.

    Apretó sus pertenencias contra su pecho y se inclinó ligeramente, demostrando su arrepentimiento.


    —¡Lo siento! —habló más fuerte de lo esperado, con voz ahogada por la carrera—. ¡Perdona por hacerte esperar, estuve ayudando a Aimi a estudiar!


    El chico se puso de pie y tomando a la joven por los hombros, la obligó a sentarse.


    —N-no ti-tienes por qué dis-disculparte. —A pesar de su amistad, Ricochet aún tartamudeaba en presencia de Laila—. ¡Y ta-tampoco debías a-a-apresurarte!


    La muchacha aún respiraba rápidamente cuando se levantó de la banca y tomó a su amigo del brazo, para arrastrarlo consigo.


    —¡Vamos, Rico! —Comenzó a correr de nuevo—. ¿Te gusta el algodón de azúcar? Podemos ir a la feria que está a unas calles, ¡Aimi y Shawn llegarán más tarde!


    —M-mis hermanos di-dicen que no de-de-debería comer tanta azúcar —murmuró, apenas logrando seguirle el paso.


    —¡Qué le den a tus hermanos! —Estaba particularmente feliz ese día, el muchacho lo notaba y de hecho se contagiaba de esa felicidad. No se dio cuenta de que sonreía también— ¡Comeremos algodón de azúcar, dulces y manzanas caramelizadas!


    ¡¿Qué nos den?! What the fuck is wrong with this chick? ¡Debería darnos ella, en vez de ser tan insufrible!

    DJ, guarda silencio. Deja que el chico disfrute la feria con su amiga.

    Oh, vamos. ¿Acaso no concuerdan? Solo mírenla. No poder colocarla en…

    DJ, es suficiente. No es más que una chiquilla.



    —¿Man-manzanas? —inquirió, curioso—. Ha-hace mucho tiempo n-no co-como una.


    Una risa delicada brotó de su amiga, quien continuó guiando el camino.
    Cuando estuvieron cerca, el olor a caramelo los golpeó con fuerza. Laila continuó avanzando, adentrándose en medio de la gente y los juegos mecánicos, hasta que logró llegar a los puestos de comida.

    Deslizó su agarre del brazo del chico a su mano, sosteniéndolo con algo de fuerza, como una madre que teme que su niño se pierda entre la multitud.


    —Buenas tardes —saludó con la educación que la caracterizaba, sonriendo como una chiquilla—. Podría darme… a ver, un algodón de azúcar y una manzana caramelizada.


    Laila se volteó hacia Rico, quien tenía la vista clavada en los coloridos algodones.


    —L-Laila. —La llamó a pesar de notar que lo miraba—. ¿P-podrían d-darte uno a-azul?


    —¿Azul? Claro. Aquí entre nos, el amarillo y rosa me parecen aburridos —dijo, cubriendo su boca con la mano, como si estuviera contándole un secreto. Inmediatamente después le extendió sus cosas— ¿Podrías sujetar esto por mí un momento?


    El chico accedió y ella empezó a esculcar en sus bolsillos hasta que encontró su dinero.
    El hombre del puesto le alcanzó un algodón de azúcar azul y la manzana, para luego recibir las monedas de la pálida mano de Laila.


    —Gracias —dijo mientras se las arreglaba para sujetar las cosas con una sola mano. No iba a soltar a Rico en medio de tanta gente.


    Retomó la marcha, dirigiéndose a unos pequeños bancos que habían más allá, cerca de los juegos para los niños más pequeños.
    Tomó asiento y el joven la imitó, colocando sus pertenencias a su lado.

    Laila lo miró, radiante, y le sonrió con genuino afecto mientras le daba la manzana. Por un momento creyó que al chico se le resbalaría de las manos.


    —L-Laila. —Volvió a llamarla—. ¿T-te gu-gustan mucho las ferias?


    La chica balanceó los pies mientras abría la bolsa del algodón de azúcar y extraía un pequeño trozo para llevárselo a la boca.
    Escuchó que su amigo le daba la primera mordida a la manzana.


    —Solía venir con Richard, pero ahora que trabaja y va la universidad pocas veces puede acompañarme tan siquiera a comer algo. —Había algo de nostalgia en su voz—. Empecé a venir con Shawn cuando superó su etapa de "no sé ni cómo te llamas" y luego con Aimi cuando en la escuela me asignaron como su tutora… y ahora contigo. Rico, ¿seguirás viniendo a la feria conmigo, te gustaría? ¿No sientes que estás mayor para esto?


    Cuando volteó a mirarlo, notó un brillo casi infantil en su mirada y no pudo evitar reír.
    El muchacho rió con ella.


    —Me encantaría —contestó, sin tartamudear una sola vez. Los ojos de Laila se abrieron, redondos como platos.


    —¡Rico, cariño, no tartamudeaste! —chilló incapaz de ocultar su alegría.


    ¿Cariño? ¡Franklin, mira nada más a la niña! C'mon, ¡no puedes negarme que tengamos una oportunidad!

    Ya te dije que hicieras silencio. Déjalo.


    —¡N-no lo hice! —La alegría les duró poco, pero aún así volvieron a reír juntos.


    Continuaron comiendo y charlando, alegres con solo la compañía del otro.

    Cuando Rico terminó su manzana, Laila le alcanzó el algodón restante y el chico lo comió con entusiasmo, encantado. Sin embargo, cuando se colocó el último trozo en la boca, clavó la vista en la rueda de Chicago, a lo lejos.

    Estaba anocheciendo ya y pronto encenderían todas las luces.


    —¿Te gustaría subir? —preguntó la muchacha mientras se interponía en su campo de visión. El largo cabello claro cayó en el regazo del muchacho.


    Sin embargo, Rico negó enérgicamente con la cabeza.


    —¿Y-y si una d-de esas co-cosas se cae?


    —¿Caerse? ¿Pero qué dices? —Estuvo por seguir hablando cuando notó que él estaba genuinamente preocupado por esa posibilidad. Suspiró y volvió a sonreír para él—. ¿Acaso subirás solo? Iremos juntos y juntos no nos pasará nada, ¿cierto? Como en los entrenamientos.


    Lo vio dudar un instante, pero pronto asintió con la cabeza.


    >>Vamos, Rico. La vista desde allí es muy bonita.


    Laila se levantó, tomó sus cosas y extendió la mano libre hacia su amigo, quien la aceptó. Reinició la marcha, esta vez hacia el puesto de boletos, donde pidió varios.

    Antes de que la chica pudiera esculcar sus bolsillos de nuevo, Rico había colocado las monedas correspondientes en la mano del empleado. Escuchó un sonido de desaprobación surgir de los labios de Laila.


    —T-tú pa-pagaste la comida, a-a-ahora es mi tu-turno —murmuró, mientras tomaba la delantera y guiaba a la chica hasta la fila de la atracción que habían elegido.


    Cuando llegaron, pudo ver que Laila prácticamente hacía pucheros. Le había quitado el placer de ser ella quien lo invitara a la feria.


    —¡Era mi modo de disculparme por llegar tarde! —reclamó.


    —L-lo siento. —Fue lo único que atinó a decir, antes de que la muchacha fuese quien lo arrastrara para subir a la rueda de Chicago.


    Ajustó el seguro, mostrándole a Rico que no pasaría nada y cuando subieron a las últimas personas, la rueda comenzó a girar, hasta levantarlos por encima del campo de la feria, dejando que vieran las luces de la ciudad.
    Antes de alcanzar el tope, Laila sacó su teléfono celular y tecleó un mensaje rápido.


    —¡Mira las luces! —dijo la joven con entusiasmo, olvidando completamente el reclamo que le había hecho, mientras guardaba el aparato—. ¿A que son bonitas?


    Ricochet clavó la vista en las preciosas luces anaranjadas que cubrían la ciudad y en las de colores que se veían en la feria, absorto en ellas. Laila sonrió al verlo, con las luces reflejándose en sus ojos.


    >>Te he dicho que juntos no nos pasaría nada, ¿cierto?


    —G-gracias —murmuró el joven sin despegar los ojos del paisaje.


    Su acompañante no supo a qué se debía aquello y guardó silencio, confundida.


    >>M-mis he-hermanos no me de-dejaban salir ta-tanto antes d-de ser t-tu amigo. Gracias, por ser mi amiga.


    A Laila se le llenaron los ojos de lágrimas, sobre todo al notar que no había tartamudeado al final, y dejó salir una carcajada que sonó ahogada. No era una burla ni mucho menos, era una risa de genuina alegría.


    —No es nada, Rico. —murmuró, volviendo la mirada también hacia el paisaje.


    La rueda de Chicago continuó girando, permitiéndoles ver el bello paisaje desde lo más alto un par de veces más.

    Cuando bajaron, Laila se adelantó, esta vez sin tomar la mano de Rico y corrió hacia la gente, el muchacho reconoció una cabellera blanca y una castaña, y vio a la chica avalanzarse sobre la primera, para estamparle un beso en los labios. Shawn la rodeó con sus brazos, levantándola ligeramente del suelo para luego bajarla cuidadosamente, tomar su rostro con ambas manos y depositarle un beso en la frente, sobre el flequillo.

    Apenas se separaron, Laila se abalanzó sobre la pequeña castaña, envolviéndola en sus brazos. Pudo ver que la chica puso algo de resistencia pero pronto se rindió al cariño de la mayor. Laila tomó su mano y la arrastró hacia Rico, para tomarlo a él del brazo y regresar sobre sus pasos y guiar la marcha hacia la siguiente atracción.


    —¡Shawn, cariño, ven! —dijo cuando ya le sacaba varios pasos de distancia. Lo hubiese arrastrado con ella, pero le faltaban manos.


    El albino tomó las cosas de Laila, que había dejado en el suelo a medio camino y empezó a seguirlos, con una radiante sonrisa en el rostro.
    Adoraba verla así de contenta y qué no daría porque estuviese así siempre.

    Rico sonrió, dejándose llevar por ella y recordó las preciosas luces que acababa de observar en su compañía y el cabello claro, de ese tono pastel parecido al de los algodones de azúcar, caer sobre su regazo momentos antes.
    Al parecer había podido elegir a los amigos correctos y se alegraba por ello.

    Rico, stop being such a pussy. Por esto no te dejamos salir.

    Déjalo, DJ. Todos lo somos en el fondo...
     
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