Contenido oculto: ost Costa Dorada es una aldea costera situada en el este de la región. Sus habitantes gozan de agradables temperaturas y un sol radiante que baña sus playas durante todo el año. Son personas enérgicas, creativas, y lideran todo tipo de artes entre sus habitantes. La danza, la música, la cerámica, las acuarelas. Se respira un ambiente de confianza y amabilidad entre su gente, pero lo cierto es que ocultan la historia de la fundadora de su aldea como si nunca hubiera sucedido. Si les preguntas, negarán todo lo que saben, pero son muy conscientes de sus raíces. Quizás, de esa forma, las sonrisas de algunos de ellos se noten francamente forzadas. Artificiales. No todo es perfecto en aquel paráiso costero. Al otro lado del mar, no muy lejos de la costa, se puede divisar una isla apartada de la región. Forma parte de Sinnoh, y sin embargo se encuentra aislada y olvidada del resto por una feroz tormenta de arena que aleja a sus habitantes de posibles visitantes. Solo los aventureros más temerarios se atreven a poner rumbo hacia allí.
—¿Crees que esto será suficiente? —No lo sabremos hasta que no lo intentemos. El rumor de las olas y la paz que traía consigo se sentían ajenas aquella vez. Un grupo de jóvenes se reunían en la playa, en una cala escondida donde ocultaban balsas de madera que habían usado tiempo atrás para sus competiciones de pesca amistosas, aquellas distantes y alegres tardes de verano. Ahora no sentían júbilo al verlas. Sus rostros se encontraban comprimidos por el temor y la ansiedad de ver su aldea invadida y tomada como rehén. No habían tenido tiempo para racionalizarlo. En mitad del caos generalizado los adultos les pidieron ponerse a salvo lo mejor que pudiesen. Y no pudieron pensar en otro sitio mejor que aquella cala. —¿Qué... vamos a hacer ahora? —Una de sus amigas se lamentaba. Las lágrimas se acumulaban en sus cuencas pero estaba haciendo el esfuerzo por ser valiente y no llorar. Su Pichu agachó las orejas—. ¿Esperamos a que nuestros padres lleguen para marcharnos? —Eso no va a pasar. Algunos de ellos ahogaron una exclamación, volviéndose a aquel chico. Haine, aquel joven de su clase que le había acompañado desde pequeño en sus tardes de juegos parecía ser el único centrado en aquel oceano embravecido que eran sus emociones. —¿De qué hablas? —cuestionó otro, incrédulo—. No podemos irnos solos y dejarlos aquí. ¿Es que acaso eres un traidor? —¿Y qué otra opción tenemos? —rebatió—. ¿Dejar que nos encuentren y su sacrificio sea en vano? El silencio se extendió entre el grupo de amigos. Se miraron unos a otros, incapaces de decidir. Entonces la mejor amiga de Yuna tironeó ligeramente de su manga, mirándola con temor. Murmuró. —¿Tú que piensas, Yuna ? ¿Qué... debemos hacer ahora?
Yuna Horo Hasta donde podía recordar mi vida en la aldea costa dorada consistió en trabajar dia a día en la posada donde algunos viajeros iban de paso, parte de mi deber era servirles algo para sustentar su alimentación. Era lo que mantenía luego de fallar en mi aprendizaje como artesana, no podía creer que un simple error ajeno a mi desempeño tirará al abismo todo mi plan. Cómo sea seguí adelante y de vez en cuando recordaba mi viejo sueño luego de gastar parte de mi paga en artículos interesantes. Pero un día la paz de la aldea se quebró cual vasija luego de una terrible caída; unas extrañas personas con vestimenta blanca invadió la aldea haciendo uso de pokémon para atacar, llegaron reclamando su dominio sobre la aldea. Pero antes de siquiera actuar, los más adultos de la villa me pidieron encarecidamente ir con el resto del grupo de jóvenes, lejos muy lejos, debíamos mantenernos a salvo. Ya cerca de la costa ni la relajante brisa marina ni el movimiento de las olas aplacaron la histeria del grupo muchos quería esperar al resto, otros deseaban retirarse. Escuché el acalorado cruce de palabras hasta que percibi el agarre de mi mejor amiga. Pedía mi opinión sobre que debíamos hacer. —Creeme yo misma deseaba enfrentar a esos desgraciados, pero los números y los cautivos no nos ayudan. Además ¿Cómo creen que lo tomen los mayores si alguno resulta herido...o peor? Debemos retirarnos para pensar como retomar el control de la aldea...ellos así me lo pidieron. Si, para mí era la mejor opción, no podía permitir el riesgo de ser localizados y alguno del grupo sea raptado...y sin duda toda la culpa recaería en mi, por querer ser la valiente y esperar rescatar a todos en un instante.
