Bueno, esto lo hice hoy, viernes, 18 de Febrero del 2011; concluyendo a las 11:11 de la noche. Uff, debo de decir que cuando me fijé quien me había tocado para el intercambio de San Valentín, quise morirme literalmente y me sentí feliz a la vez xD Lastimosamente mi musa se seco en el acto :( Pero hoy se compadeció de mi la muy bicha, y esto me soltó >.< Advertencias: Este cuento es aburrido, cliché, aburrido...¿ya dije aburrido? Espero que no se duerman leyendo U_U Letras: 1.478 Dedicado: Plangman. Con mucho cariño, amor, abrazos y besos chocolatosos x3! Al otro lado. No es que fuera amante de madrugar, no, en realidad, se levantaba media hora tarde de lo esperado; el timbre del celular sonaba irritante y ni eso lograba despertarla, pero últimamente intentaba quitarse las cobijas y abrir la puerta de un jalonazo, y de nuevo, no, no es porque quisiera entrar primero al baño, sino porque quería cogerlo o cogerla infraganti, quien quiera que sea que la levantaba todas las mañanas a las 6:30, impidiendo que se quedara pegada a la cama y de paso, la echaran del trabajo. Pero nada, tan pronto tocaba tres veces, se esfumaba como un fantasma. Al principio le asustó, quien no, pero después olvidó y agradeció en silencio a aquel despertador humano; mas la curiosidad no se iba, y eso la irritaba mucho. Quizás se debería que a muy seguramente conocía a la persona, le habría visto desayunar en la misma mesa de ella, comer los mismos huevos revueltos y hasta esperando ambos el mismo baño; todo eso la hacía sentir estúpida, pues conocía a ese humano, pero no lo encontraba y eso hablaba muy mal de sus dotes como investigadora, sí es que tenía uno. Pero no estaba ni tan mal parada, tenía una pista: vivía en el mismo pequeño, ruidoso, estrujoso y compartido lugar que ella, luego Paola miraba de nuevo a la persona en frente y se daba cuenta de que estaba haciendo una visita a un cliente, no le escuchaba nada, andaba en la luna y que sí, tal vez estaba muy mal parada. Suspiró pesadamente y se echó bloqueador sobre sus brazos y todo pequeño espacio de piel que encontrara. Odiaba su trabajo, el sol le quemaba el cuerpo y cada día se sentía más gorda, debido a que mantenía todo el día viajando en una moto, sobre una plana y calurosa carretera, o tal vez es el sol que de nuevo, le está quemando la cabeza con tonterías que no tienen nada que ver con su vista al frente y las manos al volante, con extraños no tan extraños que la despiertan todos los días de la monótona y aburridísima semana. Suspiró de nuevo, (quien sabe cuantas veces habría suspirado, desperdiciando energías tontamente, que podría utilizar en cualquier otra cosa más importante que estar lamentándose por su vida profesional tan chucha) y entró la moto al garaje. Bajó y se quitó el casco, sintiendo las gotas de sudor recorriendo su quemado cuerpo, aunque eso no era tan molesto como el hambre que sentía en esos momentos, horrible comparado con otros días pues no desayunó en otro intento inútil de hacer una estúpida dieta. Llegó a la pequeña cocina y gimió por lo bajo cuando recordó que tenía que hacerse el almuerzo; rebuscó entre los platos algún pedazo de comida que algún estudiante habría dejado (sí, muy sucio, pero no estaba para modestias) pero nada, muy probablemente el gato se comió los restos. Paola tomó agua desesperada y entró al comedor (¿quien sabe por qué?) y encontró en su lugar, un adorado, delicioso y estimulante almuerzo, recién salido, para ella; quizás estaba siendo muy fantasiosa, pero el plato le gritaba “¡cómeme!” con todos los signos de exclamación que quieran ponerle. Se sentó sin pensar si era de alguien o cuantas moscas lo habrían pisado y comió hasta jartarse y pasar la mano por su barriga como su abuelo y eructar como hace tiempo no lo hacía; luego Paola se sintió mal, y no por las papas fritas, sino por que fue impulsiva y abusiva…luego se fijó que no había ni un alma y la idea de que fue aquel o aquella que la despertaba le habría preparado ese almuerzo le alivió el dolor de panza y culpa. Se paró y sonrió con agradecimiento, luego frunció el ceño porque la idea de estar viviendo con un o una psicópata le llegó como un timbrazo de esos en las mañanas, pero luego negó con la cabeza, recordándose que todos en aquel lugar habían sido mirados e investigados minuciosamente y que, de nuevo, estaba siendo exagerada y aguafiestas. Paola se tumbó sobre su cama y cayó rendida, retirándose a aquel lugar donde podía escapar de la furia del mundo (y de nuevo, estaba siendo ficticia sin remedio) y dormir tranquilamente con una sonrisa boba en el rostro. 1…. 2…. 3…. Paola se levantó de un saltó murmurando unos “¿Qué, dónde, cuándo?” y quitándose la baba que parecía haber formado un lago sobre su cama y se sentó cuando oyó el timbre del celular sacándola de su ensueño. Miró la hora y maldijo entre dientes sabiendo que iba tarde al trabajo. Se cepilló rápidamente los dientes mientras en un vano intento ante el espejo, se arreglaba la cara que heredó. Paola arrancó casi corriendo con su moto, acordándose entre esas que debía echarle gasolina o varada se quedaba y eso era fijo, un sermón de su jefa. Más tranquila, observando el pasar de los números contar las gotas de gasolina, se puso a pensar algo que hasta ahora, bajo la sombra, sólo podía hacer; Uno: Paola juraba y re juraba que se le había olvidado colocarle la alarma al pinche teléfono para que la despertara antes de las 2:00 pm, y dos: tampoco colocó ninguna nota que decía sencillamente que debía echarle gasolina a la moto. Paola comenzaba asustarse; tal vez era algún fantasma o estaba siendo muy paranoica y de nuevo, se armaba un rollo sintiéndose la protagonista de alguna película ficticia-re ficticia-hollywoodense; o, era aquel-aquella persona silenciosa que la cuidaba. No supo cuando dejó de verlo-a como un extraño, quizás desde el momento en que la ayudaba todos los días sin palabras, ni miradas, ni reproches, ni nada, acompañándola, como un fiel amigo-a que no le conocía ni el nombre, ni el rostro, aún cuando muy probablemente durmiera enseguida a su habitación. Paola dejó hace mucho tiempo el intentar adivinar quien era ese-esa que la ayudaba todos los días, pensando que sí lo hacía, podría arruinar aquella valiosa amistad, decepcionándose ante lo que vería, llevándose por sus impulsos y prejuicios, miedos del carajo. Salió de sus pensamientos fijándose que había llegado al trabajo quien-sabe-como, pues andaba en otro planeta, uno frío preferiblemente. Subió pesadamente al segundo piso y abrió el portátil mientras entraba al programa. Sinceramente no entendía ni miércoles lo que leía, era como si hablara en chino…y eso le preocupó bastante. Paola Adriana Arévalo no era de estar distraía en su trabajo (o sí, pero ese cuento era viejo y aparte) menos cuando debía estar haciendo su trabajo, pero era como si su mente se hubiera puesto en blanco, como haciendo paro. Paola se recostó sobre el duro sillón y pensó que debía tomarse unas vacaciones, luego recordó que está era la vida real, que debía trabajar para pagarse un techo y que no tenía ni tiempo ni dinero para irse, ni suerte para conseguir un trabajo mejor, ni agallas para escapar de todo y todos. Trató de no hacer nada, dejó para el otro día el trabajo de hoy y contó los segundos para volver a encerrarse en su diminuta habitación para dormir y dormir, y dormir hasta que los tres golpes en su puerta, a las 6:30 de la mañana la volvieran a despertar. 1… 2… 3… Paola mordió su labio inferior intentando ser dura, sí, así como debía ser para no morir ante la vida fuera de la burbuja adolescente que todo niño vive. Mordió su labio con más fuerza y se botó contra la cama, sintiendo las lágrimas calientes recorrer sus mejillas sin esfuerzo alguno. Ya no podía más, esto había rebasado el límite. Lloró y lloró como nunca lo había echo, descargando todo lo que alguna vez la lastimó y todo lo que hasta ahora había trancado para no derrumbarse. Lloró y cuando sintió que ya no podía más, que ya le dolían los ojos y la nariz, se recostó sobre la pared y miró sin interés el techo blanco y húmedo. Estaba sola, frustrada y ahora desempleada. Paola cerró sus manos en puños y quiso regresar a su casa, con su nerviosa mamá y poco cariñoso papá; luego como si hubiera sido una de esas escenas antes-de-morir, recordó todo, llorando aún más. Uno, dos, tres golpes. Paola se quitó rápidamente los restos de lágrimas, parándose para abrir y disculpándose ya con el posible quejador de sus llantos. Pero después sólo hubo silencio y quizás, sólo tal vez, era aquel-aquella que la cuidaba, que la ayudaba, que le recordaba, que la alentaba, que la levantaba…aquel extraño-extraña sin nombre ni rostro que le servía como roca para no caer, aquel único amigo-amiga que tenía. Paola se recostó sobre la puerta y lloró un poco, luego sonrió entre las lágrimas y ya no se sintió tan vacía ni sola, pues sabía que alguien la estaba acompañando en silencio, al otro lado de su puerta.
Me dio miedo el relato porque es como si me hubieras observado por una rendijita todo este tiempo y yo ni en cuenta hasta ahora. Es perturbador cómo "la realidad es una mera coincidencia de lo ficticio" y cómo lograste captar mi atención a pesar de lo "aburrida" que pueda parecer una vida llena de hábitos que sólo se rompen por gracia de la locura. Me da escalofríos pensar que no soy la única allá afuera, ni del otro lado de donde sea... ¡Mejor fucking regalo EVER! No sólo me gustó sino que me siento impelida a agradecerte por escribirlo y hacerme sentir no-tan-especial en ese sentido macabro que tú y yo parecemos conocer re-bien: Gracias.
Aahah ¿en serio? que miedo. Me alegra que te haya gustado, tuve muchas dudas sobre que escribir y que no, al final decidí desempolvar esta idea y quizás quedaba acorde al intercambio, o no tanto, pero no estaba para dolores de cabeza. Aww gracias a ti por haberlo leído, siempre es un placer tenerte como lectora. Gracias, gracias :D! Beshos Yuzu !