Takano empujó a Ukita —Es mi asunto, ayuda a Hashimoto— su mirada era decidida y Ukita no pudo distraerse más, Hashimoto arremetió contra su rival, pero su defensa había sido bastante buena por lo que Ukita apresuró sus movimientos para acabar con su oponente. Kohaku asistió a Yuzuki causando una fuerte herida en el bandido, pero este no parecía importarle quien más lo atacara, su odio estaba dirigido a Yuzuki; Fuji también atacó pero había resultado inútil, la defensa del bandido era superior. Yuzuki trató de dañarlo pero su defensa fue muy superior, el bandido estaba cansado pero no quería irse de ese mundo sin llevarse a su rival con él; gracias a la ayuda de Kohaku el bandido parecía estarse debilitando pero no lo suficiente como para caer. El bandido atacó a Yukuki pero ella detuvo el ataque, no fue muy fuerte, lo empujó para alejarlo pero este ya se apresuraba para dar otro ataque. Fue en ese momento que apreció Takano y se interpuso entre ellos, su ataque fue sorprendente, atacó con una fuerza sobrehumana a un oponente con muy poco que dar, el bandido fue decapitado din esfuerzo, como si no implicara fuerza. Takano se volteó hacia Yuzuki con los brazos extendidos —Atraviésame el corazón, aquí espero — dijo con una sonrisa burlona, la mirada de combate había desaparecido, el cansancio era evidente en sus respiraciones rápidas. Ukita se acercó y lo sujetó antes de que este cayera desmayado, había perdido mucha sangre pero sobreviviría. Contenido oculto: General; Ganancia de EXP Ganar una pelea (todos obtendrán esta EXP en equipo)= 300 EXP Matar un rival nivel 1 = 50 EXP Matar un rival nivel 2 = 100 EXP Matar un rival nivel 3 = 150 EXP Matar un rival nivel 4 = 200 EXP Matar un rival nivel 5 = 250 EXP Ayudar a matar a un rival nivel 1= 30 EXP Ayudar a matar a un rival nivel 2= 60 EXP Ayudar a matar a un rival nivel 3= 90 EXP Ayudar a matar a un rival nivel 4= 120 EXP Ayudar a matar a un rival nivel 5= 150 EXP Si te han ayudado a eliminar a tu rival no pierdes puntos de EXP Contenido oculto: Hasimoto y Bandidos Hashimoto- nivel 5 Líder- nivel 4 Bandido 1- nivel 4 Bandido 2- nivel 2 Bandido 3- nivel 2 Bandido 4- nivel 1 Takano Ukita Fuji Kohaku Yuzuki PV= 28 Bien descansado= +1 defensa Fuerza= 17 Protección= 13 Katana= +10 ataque Ataque especial: Yama no shōtotsu PV= 90 Bien descansado= +1 defensa Fuerza= 15 Protección= 15 Katana= +8 ataque PV= 45 Bien descansado= +1 defensa PV= 55 Bien descansado= +1 defensa Agilidad (+2 defensa) Avaricia (-2 suerte) Katana (+19 ataque) PV= 43 Bien descansado= +1 defensa Intuitivo (+3 suerte) voluntad débil (-1 defensa) Hashimoto Líder Bandido Bandido 1 Bandido 2 Bandido 3 Bandido 4 PV= 67 Fuerza= 15 Protección= 15 Yoroi= +10 defensa PV= muerto por Hashimoto y Ukita PV= muerto por Takano y Ukita PV= muerto por Yuzuki; Kohaki; Fuji y Takano PV= muerto por Kohaku PV= muerto por Ukita y Fuji
Kohaku Ishikawa Su ataque no había sido suficiente para derribar al bandido, pero entonces Takano se interpuso a pesar de las amenazas de Yuzuki y... finalizó el trabajo. Los músculos de Kohaku se tensaron de forma involuntaria al presenciar con tremenda cercanía aquel ataque, el corte limpio y veloz que separó la cabeza del cuerpo. Sangre. Nieve. Cadáveres. Fuego. De repente, todo era silencio. Tragó grueso, regulando sus respiraciones, y agitó su espada con un movimiento seco para quitarle la sangre superficial. Ya luego debería limpiarla. Repasó a sus compañeros con la mirada; Takano parecía ser el más herido, Yuzuki podría encargarse de él. Se acercó al anciano con pasos amortiguados y se inclinó frente a él, a modo de saludo y quizás hasta disculpa. —Señor, ¿se encuentra bien?
Yuzuki Minami Fallo. Fallo. Fallo. De verdad, es que el iba a partir la espalda de verdad esta vez. Por ser un desgraciado cabeza dura, un imprudente, porque en efecto la había desconcentrado. Que el viejo le atravesara el pecho de aquella manera le había tirado un fragmento inmenso de la mente de un momento a otro. "¡Minami-san!". ¿Ah? Y con todo y la amenaza, que hasta ella sabía que había sido en vano, Takano se interpuso luego de que Kohaku se librara de su oponente para asistirla. Acabó con el estorbo como quien corta un trozo de tela con una katana recién afilada. Bajó los brazos, sin soltar su arma, y cuando Takano se volteó hacia ella se quedó estática como una roca. La llovizna y el sudor le había apelmazado el flequillo albino contra la frente y las mejillas, desordenado. Seguía respirando como si hubiese estado por ahogarse. Apestaba a sangre, a hierro, a confusión y a miedo. La sangre de los mercenarios de mentira, la sangre de Takano, su propia sangre. "Atraviésame el corazón, aquí espero". Comprimió los gestos, de repente abrumada por algo que no supo definir como ira completamente, y sintió el impulso de aflojarle un golpe con el lado sin filo de la katana, para que se dejara de tonterías de una vez. Encima, ¿qué pasaba con esa sonrisa? No era momento de andar con bromas de esas, estaba sangrando como un cosaco. Alzó la katana pero al final bajó los brazos y parte de la hoja se enterró en la tierra húmeda. Tuvo que apoyar el peso de su cuerpo en el arma, porque sus piernas cedieron. No podría matarlo ni aunque la amenazaran con cortarle la yugular. Maldito lastre. Ukita había sujetado al cabeza dura a tiempo, antes de que se fuese al suelo. Allí, arrodillada y tratando de asirse al mundo por la katana enterrada en el suelo, sollozó. Un sollozo doloroso, un intento por llevar aire a los pulmones resultado de pretender contener las lágrimas que fluyeron de todas formas. ¿Qué había pensado el día anterior al ver a Fuji? Que no era mucho mayor que ella. El pensamiento acertado era, realmente, que podían parecer muchachas apenas todavía. Niñas. En medio de una guerra. La había sabido desde el principio, ¿entonces por qué demonios estaba llorando? ¿Por qué lloraba ahora, cuando siempre había sabido cómo podría resultar todo, cuando el emblema de los Minami estaba empapado en sangre de por sí? El idiota de Takano pudo haber terminado, fácilmente, como Hana Harima. Cualquiera de ellos, en realidad. Se obligó a tragarse parte de las lágrimas y alzar la vista, deteniéndose a mirar a Ukita, a Fuji y finalmente a Kohaku, antes de forzarse a levantarse. Alzó la voz para que todos los presentes la escucharan, se sorprendió de que no se le quebrara. —Puedo atender las heridas de quienes lo necesiten. —Su mirada, de aquel violeta pálido, se posó en Hashimoto con resentimiento injustificado porque sabía que se habían ganado la venganza que había buscado el hombre—. Incluido el viejo en tanto me asegure no tocar a nadie más.
Cercanías de Iwakura (Takano; Ukita; Fuji; Kohaku; Yuzuki) Hashimoto se sacó el kabuto del rostro, mostrando al anciano con un hilo de sangre en la boca y un rostro lleno de sudor; miró a Kohaku y afirmó —Me encuentro bien, puedo mantenerme en pie —dijo orgulloso sosteniendo su herida en los costados causada por Takano —Veo que el bandido no resultó ser un problema contigo, eres un guerrero nato; pero puedo ver que no estás acostumbrado a los combates, lo digo por la falta de cicatrices en brazos, son las más usuales ¿o estoy equivocado? — inquirió, pues no sabía si portaba cicatrices debajo de aquella máscara. —No creo haberme equivocado hasta ahora contigo, sabía que eras como las aguas profundas — dijo sin titubear. Hashimoto se acercó para que todos escucharan —Había tratado de atraer a este grupo de bandidos de alguna forma desde hace ya varios días; habían estado asaltando carretas con materiales de herrería —dijo dejando caer con desprecio la espada que había tomado de uno de los bandidos —Afectaban el negocio de Masamune y la economía de Iwakura —Miró a Takano, seguía inconsciente —cuando regresé a casa y vi que mis viejos mapas de rutas no estaban y pensé que había sido obra de los bandidos, estaban planeando crecer como organización y expandir sus asaltos en todo Aichi —miró a Kohaku y lo señaló—Te seguí pues tu comportamiento me pareció sospechoso, fue cuando vi que eran un grupo distinto, no por ello poco peligroso; aproveché sus acciones para contratar a los bandidos y así acabar con ambos — sonrió y negó con la cabeza, los miró uno a uno. Ukita, el viejo guardia no había recibido ni un solo ataque. Kohaku recibió un simple corte sin siquiera estar enfocado desde el inicio. Yuzuki, también había escapado con un par de heridas, pero nada de gravedad. Sólo hubiera podido acabar con Fuji antes de que alguno del equipo lo matara. — Puedo decir que me equivoqué con ustedes, no son simples ladrones de paso — la lluvia sonaba seca al contacto con el yoroi de Hashimoto, un acero bien trabajado —Son verdaderos guerreros, no simples asesinos. Pero saber eso no me hubiera detenido, el que fueran grandes guerreros no justificaba a mis ojos el saqueo de mi propiedad; iba a continuar y tomar la vida de los que pudiera a pesar de saber que no ganaría— se incó a un lado de Yuzuki y miró a Takano —Hace años no veía esa mirada— clavaba la vista en Takano, tratando de ver un rostro familiar — Cuando dijo que fue criado por un demonio le creí al instante; sentí miedo y eso me hizo retroceder. He visto muchas peleas en mi vida, he visto caer a muchos guerreros, suena cruel decir que se vuelve una rutina tomar la vida de alguien; pero uno recuerda siempre los ojos de aquel que nos derrota, hoy volví a ver esos ojos — Se levantó —Volvamos a la ciudad, no creo que sea bueno curar las heridas a campo abierto señorita Minami— dijo hacia Yuzuki — En mi casa tendrán lo necesario y allí podré responder a sus dudas — dijo estoico. Ukita cargó a Takano mientras los demás lo seguía. Casa de Hashimoto (Takano; Ukita; Fuji; Kohaku; Yuzuki) Aquel sitio era una casa simple pero muy hermosa, sumamente ordenada. No había nadie en su interior cuando entraron. Todos entraron sin la etiqueta clásica, ni siquiera Hashimoto, caminó con sus sandalias mojadas soobre su tatami. Hashimoto guió a Yuzuki y Ukita quien cargaba a Takano a una habitación con una cama la cual usualmente sólo se veía en las clínicas —Si necesitas algo no dudes en avisarme, conozco perfectamente a los médicos en la clínica, seguro nos ayudaran si es necesario — dijo saliendo de la habitación; Ukita lo siguió. Hashimoto volvió donde Fuji y Kohaku habían esperado, en el salón principal que estaba adornado de cuadros perfectamente pintados, la mayoría eran escenas de la naturaleza, todas menos una. En ella había un hombre bajo un árbol, resultaba bastante melancólico. —Tomen asiento por favor, haré el té— dijo despreocupadamente mientras colocaba la tetera y se quitaba lo faltante del yoroi. Contenido oculto
Kohaku Ishikawa Puede que por primera vez se hubiera percatado con crudeza de la lluvia calándole los huesos. Entrecerró los ojos mientras el anciano le hablaba, las gotas impactaban contra su máscara y el aire aún le quemaba un poco a través de la garganta. Meneó lentamente la cabeza, sin saber muy bien qué decir. Tenía razón. —Mi piel es la de un niño aún, señor —murmuró por fin, con el volumen suficiente para hacerse oír a pesar de la lluvia y la máscara—. Aunque no pueda decir lo mismo de mis ojos. Vean sus ojos, destellan con la inocencia de un recién nacido. ¡Oh, sus ojos! Amaterasu ha bendecido sin duda a este niño. No recuerdo claramente al último Ishikawa que portó el sol y el fuego en sus ojos. Fuego. El resto de la conversación la escuchó sin inmiscuirse, tan calmado como siempre, y siguió al grupo hasta la casa de Hashimoto. El anciano había logrado seguirlo, ¿eh? Sí que había fallado en su misión de distracción. Dioses, tendría que disculparse luego con sus compañeros. De no ser por él, muy probablemente no se habrían visto envueltos en ese embrollo. El silencio los abrazó en la sala principal y Kohaku comprimió los puños un momento antes de apenas murmurar: —Señorita Fuji, ¿se encuentra bien? Poco después, Hashimoto y Ukita volvieron. El anciano se había propuesto hacer el té y entonces Kohaku intervino con cierto apuro, extendiendo la mano hacia él. —Ah, señor, por favor, permítame preparar el té. Ya le hemos ocasionado demasiados problemas.
Yuzuki Minami Tomar la vida de los que pudiera. Cuando notó que el anciano se incó a su lado estuvo por poner distancia o por interponerse entre él y Ukita, que sostenía a Takano, casi como un perro guardián. Sintió el impulso de cualquiera de las dos cosas, pero al final permaneció estática, escuchando las palabras de Hashimoto. Criado por un demonio. Uno recuerda los ojos de quién lo derrota. Kato Harima. Ese es tu demonio, viejo. Todos los Harima y algunos de los Minami, por rebote, habían sido criados directamente en el sulfuro. En Yomi no kuni. Guardó silencio y se limitó a seguirlo junto a los demás, porque después de todo, ¿qué otra opción tenían realmente? No podía tratar una herida como la de Takano allí a la intemperie, eso nadie iba a negarlo, de hecho ni siquiera sabía si podría hacer algo por algo de ese calibre. Todavía sentía la sangre gotearle del corte del brazo, despacio, comenzando a coagularse. Era cálida en contraste con la lluvia y todo lo demás. Luego de que el viejo los guiara a la habitación con la cama de clínica, se limitó a asentir con la cabeza y permaneció de pie en medio de espacio hasta que tanto Ukita como Hashimoto salieron. Arrojó la katana dentro de la saya a un lado de la habitación. Apestaba a metal, el metal de la sangre. Arrugó los gestos antes de aproximarse a Takano y descubrirle el torso. El golpe del pecho, por el que ciertamente se había sentido culpable, ya no era nada comparado con la herida que tenía ahora. Había seguido de pie, verdaderamente como el hijo de un demonio, eso significaba que la katana no había alcanzado el corazón y, de alguna forma milagrosa, tampoco las vías respiratorias. Se las había arreglado para evitar todo lo vital. Si ese era el caso, no quedaba más que suturar con hilo... hilo. Seda. A ese paso Takano iba a ser el que le consiguiera de nuevo los implementos que gastara en mantenerle unido el pecho, Dioses. Cerrado, limpio y seco. Tenía que quedarse quieto de una vez, además, o mínimo iba a desajustarle un hueso cuando tuviera las fuerzas para soportarlo. Como fuese, esculcó entre las cosas de la habitación, antes de volcarse en su tarea. ¿Para qué le había enderezado el cuello si iba a terminar apuñalado? Limpió toda la sangre lo mejor que pudo y arrojó un trozo de tela tras otro, enrojecido, al suelo. Sus propias manos habían terminado teñidas de rojo y ya no sabía dónde había estado su propia sangre, que se había deslizado por su brazo, y dónde estaba ahora la de Takano. Cerró la herida y se las arregló para vendarlo, de nuevo como había hecho con Kenzaburo, con tela de su propia ropa. Permaneció quieta como una roca unos minutos, allí, mirándolo nada más. Finalmente estiró la mano y le retiró el cabello de la frente, posando la mano allí. Estaba frío, había perdido sangre, bastante. Vaya que los Minami eran una manada de desquiciados ciegos cuando se trataba de ser leales. Con razón habían terminado de aquella manera. Retrocedió sobre sus pasos, mientras deshacía el obi del kimono con movimientos fluidos. Las telas, ahora sueltas, cedieron, con los movimientos más rápidos que le fue posible se deshizo del kimono, del nagajuban, y volvió a colocarse solo el primero. El nagajuban lo tomó y se lo colocó encima al cabeza dura, para que mantuviese algo la temperatura del cuerpo. ¿Podía haberle solo dicho a Hashimoto que necesitaba algo? Sí, pero no quería nada con el viejo en tanto pudiese evitarlo. Levantó su arma del suelo y dejó la habitación entonces, para regresar al salón principal con los demás. Se dejó caer cerca de la mesa, con la vista clavada en sus manos manchadas. Pareció reaccionar de repente, clavando la mirada en Fuji. —Tengo que revisarte a ti también —dijo antes de recorrer el salón con la vista, reparando en las pinturas. ¿Era aficionado a otro arte que no fuese el de la guerra? Inesperado. Se tomó el atrevimiento de preguntar, porque la traían sin cuidado los modales para con quien había estado por matarlos—. ¿Interesado en la pintura, Hashimoto? Contenido oculto El puto TOCHO que me acabo de clavar a las 5 am no tiene ni nombre. Permiso me voy a mimir Edit: hasta monedas me dio el post, me descojono
Casa de Hashimoto (Takano; Ukita; Fuji; Kohaku; Yuzuki) Hashimoto se dirigía a preparar el té; había contenido su herida, genuínamente no le preocupaba demasiado a pesar de la profundidad. Mientras tanto Fuji observó a Kohaku, no había hablado en todo ese tiempo, su mirada alegre se veía apagada, su usual entusiasmo no estaba presente. — Estaré bien —dijo regalándole una de sus sonrisas, pero estaba muy apenada, se había sentido sumamente inútil en ese combate. Después Hashimoto aceptó la oferta de Kohaku — Los problemas siempre vienen a quien los busca; ha sido mi culpa atraerlos — dijo con amabilidad, en verdad creía que nadie allí era la víctima de las circunstancias. Así permanecieron un tiempo en silencio, el agua se calentaba mientras en el ambiente se escuchaba la ligera lluvia resbalando del tejado al suelo, una lluvia serena que seguía cayendo. El agua comenzó a ebullir. —Señor Hashimoto — dijo Ukita con una reverencia — Agradecemos la ayuda que nos está dando en estos momentos; pero quiero que entienda que ha pesar de las acciones que hemos cometido ante usted, no veo equiparable su justicia; hubiera matado a nuestro líder simplemente por unos mapas y un tablero — dijo con tranquilidad, con su voz modulada. Hashimoto rio y negó con la cabeza —Qué difícil es esto de la justicia ¿no creen? — miró primero a Kohaku y luego a Ukita mientras dejaba varios vasos en la mesa, frente a Fuji—Tú hubieras tomado mi vida mucho antes de que yo terminara con tu líder, estoy seguro de ello. ¿Y cuál sería tu justicia? Matar a un hombre que defendió su propiedad para salvar a tu amigo que fue el que le robó — suspiró —Ninguna de nuestras resoluciones es la equivocada, aun así, el resultado de cualquiera de estos caminos hubiera sido equivocado. Complejo, así es la guerra; no pienses tanto, sólo agradece que sólo murieron los que deberían haber muerto— concluyó. Fuji escuchó las palabras de Yuzuki y afirmó —Muchas gracias, y lo siento, no fui de gran ayuda en el combate —dijo sin poder mirarla a los ojos. Hashimoto observó su colección, había un espacio vacío seguramente dónde tenía sus viejos mapas —Por supuesto que la pintura me interesa; en este lugar tienen pinturas únicamente creadas por algunos guerreros, verdaderos artistas de la espada — mencionó mientras señalaba el cuadro de un joven, el único que no era un paisaje —Este por ejemplo, lo obtuve hace ya muchos años cuando fui invitado a la ceremonia de iniciación del muchacho que ven en el cuadro, su nombre es Kato Harima — sonrió —Lo pintó su padre Kaito Harima; quien más adelante sería conocido como Shinku no Akuma, el demonio carmesí. Kaito era mi mejor amigo hasta que perdió la cordura, y fue el mismo Kato, su hijo quien tomaría su vida — miró a los presentes — Sabía perfectamente que mi amigo debía ser eliminado, sólo parecía estar asesinando por el placer de hacerlo, su mirada... en verdad era un demonio, no había duda de ello. Después esa mirada la vería años después es su hijo Kato, en una pelea que se llevaría mi vista—dijo llevando su mano a la herida, su ojo faltante— fue una derrota dolorosa, pues quería vengar a mi amigo y perdí ante esa mirada de locura— Esta vez observó a Yuzuki —Minami, sé que tu clan siempre ha permanecido unido al clan Harima; es por eso que he decidido advertirte pues parece que hay algo en el apellido, algo que los hace perder la razón — miró hacia la habitación dónde descansaba Takano — Es hijo de Kato ¿no es cierto? Tienen la misma mirada que su padre —
Yuzuki Minami Con todo no podía ignorar la verdad en las palabras del viejo sobre la justicia porque, de alguna manera, le recordaban a lo que le había dicho a Takano la noche anterior mientras le ponía el cuello en su lugar. Ambos modos de actuar habían sido la justicia personal de ambos, ellos como grupo y Hashimoto como individuo, y era cierto también, lo hubiesen matado por su líder que, a fin de cuentas, era en ese momento un ladrón. Las emociones mueven la guerra. Las motivaciones políticas no están exentas de ellas. Asintió ante las palabras de Fuji cuando esta respondió y estaba por hablarle cuando el viejo lo hizo, de forma que regresó la atención a él. Pinturas de guerreros, artistas de la espada. Siguió la dirección que señalaba el viejo, el cuadro del hombre. Cuando el nombre que había pensado antes salió de la boca del anciano prácticamente se le detuvo la respiración. El padre de Takano y Jiin. Frunció el ceño cuando Hashimoto posó su único ojo, ese que Kato no había tomado, en ella. —Lo es, sí. No tiene caso negarlo, usted lo vio por sí mismo. Me atrevo a preguntar entonces, Hashimoto, ¿cuál es el objetivo preciso de su advertencia? Si sabe de la unión entre nuestros clanes, debe saber también el resto. Los Minami somos perros de guerra, nos mueve una lealtad ciega y aprendimos a pelear en función de esta. Esa es, pues, nuestra versión de la justicia. —Levantó las manos manchadas de sangre ajena y sus ojos, afilados como los de un animal, volvieron a posarse en el viejo. Ciertamente los Minami podían tener incluso apariencia de perro—. Crecí junto a los Harima y usted acaba de atravesarle el pecho a uno de ellos, luego de que yo intentara poner en su lugar lesiones viejas la noche anterior y se disculpara por no haber protegido a mi familia, como sí hizo uno de sus hermanos. Él robó, yo he robado, me da igual. Mi justicia exige que le muerda el cuello, Hashimoto, allí por donde fluye la vida, pero no soy ninguna tonta y yo sí acabaría muerta, ¿no es así? No lograría evitar que un corte de su parte tocara los órganos vitales como él hizo. Se levantó entonces, para dirigirse hacia Fuji y empezar a tratar la herida de su hombro. Sus movimientos eran cuidadosos, no pretendía hacerle más daño. Más sangre. —¿Qué pretende, que sea consciente de que tendré que matarlo en algún momento, como debió hacer Kato con Kaito? ¿Que debo esperar que otro de sus hermanos lo liquide si pierde la cabeza? —Ni siquiera estaba alzando la voz, sus palabras corrían sin esfuerzo por la estancia, como el flujo de un río—. Si no hubiese sido por esta mujer y nuestro querido muchacho enmascarado, es probable que hubiera terminado muerta también, no por falta de habilidad sino porque mis sentidos se nublaron en un momento crucial. Yo misma perdí la cabeza, no es equiparable, pero me sirve de ejemplo. Una vez terminó de tratar a Fuji volvió a mirar al viejo. —¿Deberían estas personas también prepararse para matarme si me convierto en un peligro para su seguridad o en un lastre? Es posible, pero yo no puedo matar al terco que está en esa habitación, me di cuenta antes... A pesar de que amenacé con atravesarle el corazón si seguía estorbando. —Revisó el corte de su propio brazo a través de la tela rasgada del kimono—. Es más probable que intente sacarlo del mismísimo Yomi antes que matarlo. Si algún día muero por esa imprudencia me lo habré ganado y será justo también, pero quiero confiar en el hombre junto al que crecí, a pesar de sus errores. Es, insisto, mi justicia y la de mi clan.
Casa de Hashimoto (Takano; Ukita; Fuji; Kohaku; Yuzuki) Hashimoto exhaló suavemente —Y es por eso mismo que detuve mi ataque; por ese sentimiento, sabía que ustedes no eran un grupo que se movía por separado, pondrían su vida en riesgo si eso significaba salvar a uno de los suyos — decía con tranquilidad — Hoy salí de este lugar con la idea de mi muerte en mente; tengo ya muy pocas razones para vivir, he cumplido mis deberes con mi señor; dediqué mi vida a mi esposa; y no pretendo buscar venganza por nada que me fue hecho; mi apellido muere conmigo — dijo para después dejar un largo silencio. Las últimas palabras de Yuzuki eran fuertes, preguntas a las que ella conocía la respuesta, tenían un lazo muy profundo que sólo entre clanes de guerra podía formarse, eso lo conocía muy bien. El hombre sonrió mientras servía el té. —Tomar una decisión en el momento preciso puede salvar muchas vidas — mencionó para luego dar un sorbo al té — Defiende lo que creas correcto; pero es importante que se rompa ese ciclo señorita Minami; no debe haber demonios criando niños — miró hacia Kohaku —No debería haber niños con los ojos de un adulto — suspiró. —El clan Harima es muy importante para Japón, el apellido significa siembra; eran conocidos por ser los responsables de preservar los clanes de las flores, había al menos un Harima en cada clan que representaban—sopló a su té, después dió otro sorbo —los Minami; los Fujiwara; los Asakura y los Minamoto; todos estos clanes son representados por emblemas florales. Genciana para los Minamoto; la flor de cuatro estaciones; Cerezo para los Asakura, la flor de la primavera; Camelia para los Minami, la flor del verano; Flor de equinoccio para los Harima; la flor del otoño y Wisteria para los Fujiwara, la flor del invierno— mencionó mientras recordaba cada detalle. —Se dice que si un Harima sale de Kamakura es porque alguna de las flores está en problemas ¿Acaso el rumor es cierto? ¿El último de los hijos de Hana sigue vivo?— Hashimoto leía perfectamente entre líneas, conocía mucho de historia y por supuesto de la guerra, es por ello que ataba cabos sueltos con extrema facilidad. —Ningún Harima ha salido de Kamakura — mencionó Takano en voz baja mientras caminaba lentamente, envuelto con las ropas que Yuziki le había otorgado; se veía pálido y cansado, ojeras se dibujaban en su rostro — No llevo ese apellido — dijo sentándose a un lado de Yuzuki —Sabes mucho del clan Harima ¿A quién servías? ¿Quién fue tu señor? — — Yo servía a Sakurai Taira — dijo Hashimoto con seriedad, mientras Takano apretaba los puños —Cuando murió a manos de Noishi Minamoto quedé en libertad de mi juramento; yo no sigo órdenes del señor imperial Akishino; mucho menos sigo órdenes del clan Taira. A pesar de no haber cometido ningún delito, los Taira me dieron caza, así como a la mayoría de los clanes—
Casa de Hashimoto (Takano; Ukita; Fuji; Kohaku; Yuzuki) La noche había llegado entre la conversación del grupo; habían permanecido en silencio tras escuchar del clan Taira y de su vieja alianza con Hashimoto. —Eras un aliado de los Taira— mencionó Ukita intentando romper el incómodo silencio —Uno de tantos; no era el más fuerte de aquellos samurais que servían a Sakurai; la mayoría de ellos murieron a manos de los Minamoto — dijo mirando a Takano —Deberías estar descansando, has perdido mucha sangre— —No puedes decirme que hacer —dijo Takano en forma de queja —No planeo descansar aquí, ya deberíamos estar en camino a nuestro destino — dijo con fuerza; algo que preocupó a los presentes. —No puedes estar hablando en serio— Señaló Ukita —Mira tus condiciones, no podemos irnos así —Íbamos a irnos hoy en la mañana, debemos llegar antes que cualquier otro grupo — Takano se arrepintió de haber dicho aquello ya cuando las palabras habían salido, la pérdida de sangre no lo había pensar con claridad. Hashimoto era un estratega, no necesitaba muchas palabras para llenar los huecos. Pero Hashimoto no dijo nada, se limitó a tomar té. —Creo que yo debo quedarme en Iwakura— mencionó Fuji para la sorpresa del resto. Yuzuki había terminado de curarla —Muchas gracias Minami-san —dijo con amabilidad antes de que Takano reacionara. —¿Estás demente?— —Tú eres el demente si planeas viajar en esas condiciones, hazle caso a Ukita; descansa esta noche y no seas imprudente — dijo Fuji como si estuviera regañando a un niño que quería salir a mojarse en un día de lluvia. Takano se quedó en silencio —Hoy me di cuenta que sólo estoy atrasándolos, constantemente deben defenderme; Ukita pudo haberte ayudado en lugar de acudir conmigo; con Matsu es igual, siento que por mi inutilidad podría arriesgar su vida en un futuro— —Pero Fuji; para eso necesitamos seguir avanzando, allí entrenaremos y nos volveremos más fuertes — mencionó Ukita para evitar que Fuji siguiera lastimándose con sus propias palabras. —No hice nada en el combate; todos los demás lograban al menos frenar a sus atacantes, yo parecía un árbol mientras alguien lo cortaba — Ukita iba a alegar y lo paró en seco —Lo he decidido; seré más útil aquí, aprenderé de Masamune quien me ha aceptado como su discipula; mejoraré mis habilidades e iré a buscarlos cuando sea capaz de pelear a su lado, no sólo de mirarlos mientras me defienden — Ukita miró a Takano para que lo ayudará en esa situación tan compleja; pero Takano no hablaba, parecía que le costaba procesar toda la información en aquel estado. —¿Qué le diremos a Matsuda? — preguntó Ukita. —No deben decirle nada; el me conoce muy bien, sabrá el por qué de mi decisión— culminó Fuji.
Yuzuki Minami Camelia para los Minami. Las flores del kimono amarillo, ahora perdido. La camelia, la flor sin esencia. Los perros de guerra. El maldito cabeza dura de Takano se había levantado, aún con la cantidad de sangre que había perdido y el hecho de que, literalmente, tenía una abertura en el pecho, que bien podían haberle atravesado el corazón ese día. Frunció aún más el ceño, si es que era posible, al escuchar que el viejo había servido a los Taira. Había guardado silencio, perfectamente consciente de que si seguía hablando solo seguiría y seguiría tensando la cuerda de su propio resentimiento. Cuando volvieron a hablar giró el rostro con brusquedad hacia Takano. —¿Se puede saber que tienes en la cabeza? Porque con la cantidad de sangre que perdiste puedo asegurarte que si no la tienes vacía sería una sorpresa —espetó, apretando los puños al punto de enterrarse las uñas en las palmas de las manos—. ¿Dónde demonios pretendes que lleguemos contigo en este estado y sin Fuji? Cuatro personas, dos con menos experiencia, y uno con el pecho abierto en dos. No era que creyera poder convencerlo de cambiar de planes, pero si no lo soltaba iba a ahogarse. Últimamente la estaba sacando bastante de quicio. Pero ni el más hastiado de los perros mordía las manos de quienes consideraba parte de su manada.
Casa de Hashimoto (Takano; Ukita; Fuji; Kohaku; Yuzuki) Takano fue atacado por todos lados, por lo que no pudo renegar, además no tenía la mente para ello; seguramente las palabras que salieran por su boca no serían las más acertadas. Se cruzó de brazos como si aquel movimiento detuviera sus instintos de querer contestar. Hashimoto no pudo evitar sonreír —Son un grupo bastante unido, este tipo de quejas lo demuestran; a su vez cada uno tiene su propia voz y eso es algo que no cualquier samurai tiene. Generalmente actúan bajo las órdenes de un líder sin cuestionar sus acciones; jamás dejen de hacerlo, el honor es importante; pero las palabras pueden frenar guerras. — Partiremos en la mañana — mencionó Ukita mientras observaba a Takano quien simplemente afirmó. Fuji suspiró y después relajó su cuerpo, recargando las manos en el suelo e inclinando un poco la espalda hacia atrás para mirar al techo —Se suponía que Iwakura era la ciudad más tranquila del recorrido; por favor cuídense, cada paso que damos es cada vez más difícil — Ukita afirmó mientras se levantaba y hacía una reverencia hacia Hashimoto — Debemos volver al Shukusha, gracias por las atenciones — dijo a pesar de las circunstancias en las que se habían conocido. Hashimoto también se puso de pie para despedirlos, seguido de los demás. Takano se levantó con ayuda de Ukita mientras miraba a Hashimoto —¿Como se llama la katana? No pienso usarla si no conozco su nombre— Hashimoto sonrió —Inu— Takano también sonrió —Colmillo, debí haberlo sabido — Shukusha (Takano; Ukita; Fuji; Kohaku; Yuzuki) Volvieron al Shukusha; la lluvia había cesado al menos, por lo que aquello se sentía más ameno a pesar de los charcos que iban pisando. Ukita iba hablando con Fuji sobre su decisión, la cual no cambiaría. Ukita lo entendía y trató de no insistir más, en cambio desvió su atención a Kohaku. —Has peleado muy bien — mencionó hacia Kohaku — Puedo ver que superarás mi fuerza en un tiempo muy corto— Takano caminaba junto a Yuzuki, trataba de ir despacio aunque aquello le era difícil, siempre se movía con prisa — Procuraré no volver a distraerte — dijo refiriéndose al combate — Pero jamás vuelvas a pedirme que no interfiera; soy demasiado terco como para no hacerlo, lo volveré a hacer incluso si estoy al borde de la muerte — dijo mirando hacia el piso mojado — Déjame protegerte siempre que pueda; confía en mi como yo confío en ti — dijo tocando su pecho, dónde su herida seguía fresca pero bien tratada —Jamás me perdonaría perderte — dijo con la mirada en alto.
Yuzuki Minami No había tenido caso, como ya sabía, todo seguiría igual. Fuji se quedaría allí como aprendiz de Masamune y ellos partirían en la mañana. Con todo y el resentimiento que no había logrado terminar de sacarse de encima, lo dicho por Hashimoto le había quedado haciendo eco. Las palabras pueden frenar guerras. Al dejar la casa del viejo había caminado al ritmo de Takano, escuchando el comentario de Ukita sobre Kohaku y, ciertamente, el chico lo había hecho bien. Si no hubiese estado allí la cosa había podido terminar diferente, al menos así fue hasta que la voz de Takano atrajo su atención. —Si me distraje fue por mi propia culpa —sentenció y mentira no era. Siempre era ella perdiendo el enfoque por lo que ocurriera a su alrededor, ese era el fallo en su entrenamiento, el hueco en su preparación. Podía responderle que ella era igual de terca, que le diría que no se metiera, pero el resto de sus palabras la obligaron a guardar silencio. Respondió en un murmuro—. Pues no nos hagas perderte tampoco. Estiró la mano y se permitió darle un golpe suave en el hombro. Luego fue ella quien alzó la vista, a la vez que inhalaba el aroma de la tierra mojada. >>¿Escuchaste todo lo que le respondí al condenado viejo? Apareciste prácticamente después, tuviste que enderezarte y pretender no irte de cara al suelo.
Shukusha (Takano; Ukita; Fuji; Kohaku; Yuzuki) Ukita se despidió de todos, dirigíendose a su habitación. Fuji se quedó en el salón principal del Shukusha, quería observar un poco más la lluvia desde el interior. Takano trató de contener la risa de la peor manera posible, obligándolo a llevarse el dorso de su mano frente a su boca mientras se imaginaba la escena —Si, sentía que todo daba vueltas, seguramente me tambaleaba intentando mantener la posición; pero no me iba a humillar frente al viejo —dijo orgulloso. —Escuché prácticamente todo desde el pasillo mientras avanzaba a la habitación. Cree que voy a enloquecer como mi padre — soltó una pequeña risa sardónica —Esta es mi personalidad, no me parezco nada a él; soy bastante capaz de controlarme, lo que hago lo hago porque yo quiero, de que no tenga reparos en mi actuar es muy diferente, la cortesía no está en mi sangre; por algo yo nunca fui el diplomático del grupo — sonrió genuínamente — Lo mandaste a callar con tus palabras, puedo apostar que se sintió amenazado; nadie se mete con nosotros, nisiquiera alguien con el sobrenombre de Inugami, hoy al menos lo hicimos temblar; no le ganamos pero es una pequeña victoria que podemos llevarnos de recuerdo. Bostezó; estaba bastante cansado — No debes preocuparte, te prometo que de mi no se libran tan fácil; quien les va a gritar si no soy yo ¿Takeda? —comenzó a reir, posiblemente la falta de sangre y descanso si lo había descontrolado un poco en sus emociones, a pesar de que su mente intentara frenar esos impulsos. La risa hizo voltear hasta a Fuji quien estaba bastante lejos para oírlos, pero miró a Takano desconcertada, aun así no pudo evitar ocultar su sonrisa. —Tú también debes descansar Yuzu; mañana los despertaré temprano como es costumbre, no volveré a quedarme dormido; si no lo hubiera hecho hoy nos hubiéramos librado del Inugami, y sus lecciones de anciano — dijo tocándose el pecho, esa herida sería una cicatriz que llevaría toda la vida —Y Yuzu...— dijo antes de despedirse —...yo también iría al mismo infierno por ti.
Yuzuki Minami Shukusha No iba a mentir verlo reír la había tomado completamente desprevenida y no supo ni cómo reaccionar de primeras cuentas. Frunció el ceño mientras cruzaba los brazos bajo el pecho, pero finalmente, casi sin darse cuenta relajó los gestos también y se permitió una risa floja al escuchar sus palabras sobre el asunto de Kato, el viejo y sus propias palabras. ¿Mandar al Inugami a callar? Si no había sido más que... una cabeza dura. El pensamiento consiguió arrancarle una risa que por primera vez desde que el viejo se apareció en el Shukusha hizo que se sintiera un poco más como ella misma. Ya no era solo miedo sin dirección ni resentimiento, era la Yuzu capaz de reír, la chiquilla alegre que había demostrado ser incluso en las más terribles circunstancias. —Si te quedas dormido vendré a meterte la mano en la herida para despertarte. Ah, me debes el hilo que gasté en ti, necio. Eso no quitaba, claro, que a veces decía cosas de lo más espeluznantes y bruscas. Al menos se las decía a él, porque se sentía con la capacidad de hacerlo; crecer entre los hijos de Kato y los mismos Minami quizás la habían hecho algo cruel en el fondo. Posó la mirada en él cuando volvió a llamarla. "Yo también iría al mismo infierno por ti". Apartó la vista, evidentemente abochornada al recordar que ella había dicho eso, pero sobre todo porque él se lo estaba diciendo de regreso. Eran palabras de perro de guerra. —La perdida de sangre te nubla la cabeza, Takano, mañana ni vas a recordar lo que dijiste o que te estabas riendo como un chiquillo. —Ya quisiera ella, pero lo dudaba muchísimo, aún así se permitió decirle algo que no le hubiese soltado en otro contexto—. Aunque bueno si tenemos que rajarte el pecho para que sonrías igual podríamos hacerlo, no sé yo. Lo dijo prácticamente mientras se alejaba. Direccionó sus pasos a los baños, le caería bien uno, al menos para quitarse la sangre de encima y poder descansar. Al pasar cerca de Fuji en el salón le dedicó una sonrisa suave.
Shukusha (Takano; Ukita; Fuji; Kohaku; Yuzuki) Fuji no había escuchado nada de la conversación entre Yuzuki y Takano, aun así podía notar la diferencia en el comportamiento de él, no lo conocía demasiado como lo había hecho con Takeda, Yamagata o Matsuda, ni siquiera podía decir que sabía más de él que lo que conocía de Ukita; al menos este último soltaba de vez en cuando una risa a pesar de su extrema cortesía y buenos modales. Vio pasar a Yuzuki y recibió aquella sonrisa con emoción; después entró Takano, ignorándola por completo, Fuji esperaba sus quejas, pues había cambiado sus planes y aquello era algo que Takano no dejaba ir con facilidad, pero Takano siguió su camino hacia su habitación. Fuji sonrió, sabía perfectamente que estaba sucediendo; pero no dijo nada, esa historia no era la suya, a pesar de ello no debaja de sonreír.
Shukusha (Takano; Ukita; Fuji; Kohaku; Yuzuki) La mañana había llegado sin complicaciones, Takano despertó temprano llamando a la puerta de cada uno para indicarles que era el momento de irse. Fuji los acompañó hasta la salida de Iwakura. —¿Segura que estás tomando la mejor decisión?— Preguntó Ukita. Fuji afirmó mientras miraba a cada uno — En estos momentos seré más un estorbo que una ayuda, si me quedo aquí podré ayudarles en el futuro; esta decisión es correcta, debo quedarme aquí. —Cuando nos reunamos con el resto mandaremos misivas hacia ti para hacerte saber que estamos a salvo —mencionó Ukita pues el era quien tenía los contactos para hacer esto posible —Sólo quiero que estés segura, procura no interactuar demasiado con el anciano —mencionó Takano. Fuji afirmó mientras obligaba a todos a un abrazo grupal, un abrazo que a la mayoría tomó desprevenidos, pues no eran personas de un contacto tan directo. —Ukita, dile a Matsuda que me reuniré con él; que no tenga miedo y no trate de venir a buscarme; su lugar está con ustedes en estos momentos, yo seré quien lo busque de nuevo — se giró a Takano — Eres demasiado inteligente para tu propio bien; procura disfrutar un poco de los momentos de paz; deja de comer con prisa que un día de estos te vas a ahogar — esto hizo que Ukita riera y afirmara mientras Takano se limitó a ignorarla. Se dirigió hacia Kohaku — Si dudas de tus acciones acude a Takeda, siempre tiene algo bueno que decir para cada momento, es bastante sensible, siempre podrá entender tus sentimientos — por último se dirigió a Yuzuki, esta vez se acercó un poco para que nadie más escuchara más que ella — Eres la única que ha hecho reir a Takano en mucho tiempo, estás cambiando algo en él — dijo alejándose de ella. — Los voy a extrañar — dijo Fuji con lágrimas en sus ojos. De esta manera, se encaminaron hacia su siguiente destino; Shizuoka. El rol sigue en Shizuoka
El rol de Natsu viene de Gifu Capítulo IV 連合 - Rengo (Natsu) El camino a Iwakura había sido tedioso, no dejó de llover en todo el camino y para colmo, al llegar a la ciudad tu caballo murió; el trote había sido muy intenso y la lluvia aceleró su muerte. Tú seguías vivo, pero tampoco tan bien parado, la lluvia y la velocidad del caballo te habían provocado un serio resfriado; tu cabeza comenzaba a palpitar mientras tus ojos ardían y tu nariz no dejaba de fluir. Iwakura era un sitio bastante tranquilo y hermoso; se caracterizaba por el gran río que dividía la ciudad, rodeado de árboles de cerezo y algunas casas con árboles de ricino. Un sitio tranquilo y sin demasiadas personas. Contenido oculto Estás enfermo, sólo se cura con medicina en la clínica, no puedes curarte de una enfermedad, sólo de heridas Natsu PV= 60 Mal descansado (-1 en defensa) Enfermo (-4 de defensa) Voluntad (+4 ataque) Timiez (-1 suerte)
Natsu Gotho Era un pueblo sin duda mucho más pequeño que el último que visitó. Estaba empapado de pies a cabeza, resultándole un poco tedioso la presión en el pecho al respirar, sintiéndose hirviendo por la fiebre alta. Frunció el ceño mientras caminaba por el sitio, al menos ya no estaba lloviendo, sin embargo necesitaba visitar un doctor y cambiarse la ropa húmeda. Aún así no fue suficiente para pasar por alto los árboles de ricino, recolectando a su paso con la punta de sus dedos. Al menos ya contaba con una nueva adquisición en su cintura. Con parsimonia sin dar ademán de estar con malestar se dirigió a la clínica, pasando del animal que había muerto a casi final de camino. <<Necesitas abrirte muchacho, no puede darte lo mismo la muerte de una hormiga a la de un humano>> Qué viejo tan inoportuno.