Horror Agustina

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Fui retada por Dark RS a escribir sobre un anciano satánico y esto fue lo que mi imaginario pudo elucubrar sobre el tema. Espero haber cumplido con el reto.

Agustina​

—Aquella era mi cuarta noche consecutiva. De verdad no quería tener aquella cara de pocos amigos, pero encima me había tocado con una nueva trabajando y de verdad, que se hace muy difícil llevar un turno tú sola tirando de alguien que acaba de empezar. Pero bueno, ella me había dicho que tenía relativamente experiencia, así que después de ver que sabía mover a los ancianos y cambiarlos sin problema, pues en la última ronda, con los más fáciles fuimos por separado, cada una en una habitación.
»Me quedé con los que menos se movían, porque no confiaba mucho en que ella fuese capaz de moverlos sola, así que cuando entré en aquella habitación, ya pasadas las cinco de la mañana, lo que vi fue lo que menos me habría esperado.
»Juro que lo que vieron mis ojos no fue algo fruto del cansancio, vi perfectamente como Agustina, una mujer que no se movía ni lo más mínimo y que permanecía siempre en posición fetal, estaba completamente estirada en cama y levitando. Sus ojos estaban tan abiertos que parecían que pudiesen salirse de sus cuencas. En cuanto detectó mi presencia, giró la cabeza hacia mí y con una mirada que parecía ser de otro mundo, esbozó una espeluznante sonrisa. Eso hizo que mi cuerpo reaccionase y gritase como una loca.
»Cuando mi compañera y el enfermero en turno llegaron a la habitación, alarmados por mi grito y el siguiente estruendo después de que Agustina dejase de levitar y cayese en la cama, y recuperase su postura normal. Nada de lo que pude balbucear después me hizo ver más cuerda que la escena que acababa de vivir. Tanto el enfermero como mi compañera me miraban con incredulidad, no podían dejar de ver a la señora que estaba en cama completamente destapada pero en su postura y comportamiento normal, sin mediar ni una palabra y pareciendo que estaba ausente, como una persona completamente inocente y como acostumbraba a estar. Y me miraban como si lo que balbuceaba fueran una sarta de locuras.
»Luego de aquel episodio ya sabe lo que ocurrió.

La mujer que tenía enfrente paró la grabadora y escribió un par de cosas en un cuaderno que tenía delante.

—Te incapacitaron y te ingresaron, contra tu voluntad —añadió al ver la mueca que hice—, aquí en St. Jude. Una institución mental.

Asentí, mirando hacia otro lado.

—¿Y no volviste tener otro episodio después de ese?

Rebusqué las palabras adecuadas, era mi primera evaluación después de ingresar en aquel loquero. La poca cordura que juraba que me quedaba me instó a omitir los episodios en los que tenía sueños lúcidos y aparecía Agustina, sentada al lado de mi cama, tarareando una canción de cuna, mientras esbozaba aquella tétrica sonrisa.

—Alguna pesadilla, pero nada como ese episodio —dije siendo medianamente sincera.

Anotó algo de nuevo en su cuaderno.

—Bueno, tendremos dos sesiones como esta por semana. Por lo que indagaremos más en el tema. Tu estancia aquí puede no ser permanente, por lo que debes estar tranquila. Y la incapacidad puede ser temporal.

Aquello me dio cierto alivio, pero en el fondo de mi corazón me preguntaba si podría hacer que Agustina desapareciese totalmente de mis sueños. O por lo contrario, ella me acompañaría el resto de mi vida.