Mitología Griega Admitirlo (Mitología griega/Drabble)

¡Volví! Esta sección me da mucha inspiración, por eso publicaré muy seguido.

Basado en el mito de Paris y Helena.

Admitirlo​

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Con la misma facilidad con la cual el viento soplaba, Afrodita germinaba en el corazón de los humanos el amor. Ese bello sentimiento, aquel que te llenaba la cabeza de flores. Para eso estaba ella.



Ésta diosa no se podía comparar con las demás. Su belleza resaltaba entre las mujeres del Olimpo, y su capacidad de seducción era incomparable. Cuando movía sus largas y negras pestañas, sus súbditos caían a sus pies. Aquel cabello largo, rubio pardusco y sedoso que poseía, siempre iba recogido en un elegante rodete. Su sencilla túnica blanca resaltaba su magnífico cuerpo y, al mismo tiempo, resaltaba la envidia de Hera.



En sus aposentos guardaba todo tipo de cosas, naturalmente eran regalos de sus pretendientes. Copas de oro, joyas, vestidos bordados en plata y oro, además de varios retratos de ella, posando su esbelto cuerpo.



Pero nada de eso le era suficiente. Mejor dicho, nada de eso era lo que ella quería. Sabía a la perfección lo que su mente y cuerpo deseaba con fervor. Desde aquel día en el monte Ida, cuando se acercó a ese hermoso joven, hijo de los reyes de Troya, nació su deseo de tenerlo para ella. No como había ocurrido con Ares.



Cuando ofreció el amor de Helena a cambio de la manzana, se arrepintió. ¿Acaso no quería que Paris estuviera con ella en el Olimpo? Claro que quería, pero Zeus no lo permitiría. Y como buena diosa que era, disimuló aquel sentimiento por ese joven.



Después de siete años de lo ocurrido, uno pensaría que otros amores llegaron a la vida de Afrodita, incluso su propio esposo, Hefesto, pero no. Y debía admitirlo aunque no quisiera. Afrodita seguía enamorada de Paris.