Para otra casilla de Serpientes y Escaleras. Las tres palabras son: tumba, muerte, espectro. Gato(s) se metió de colada. Contenido oculto: Yáahl "spoilers locos". Esta vez la narración sí corresponde directamente al personaje de Cielo Nocturno que hace que sea un self-insert, es decir, Crow. Nuevamente, puede leerse sin contexto, considero yo. Aclaro de nuevo que los hechos pueden verse como externos a la trama y línea de tiempo central, pues realmente no están ubicados en un punto específico. Cantidad de palabras: 376. Adiós Observaba la tumba como quien no sabe realmente qué es. Habían pasado cinco años, casi seis, pero el dolor no retrocedía. Había aprendido a vivir con él, pero a veces hacía tanto ruido que me aturdía, agudo como el sonido de las cigarras en los bosques, ensordecedor. La amé como a pocas personas he amado en mi vida y la extrañaba muchísimo, sobre todo cuando las cosas se tornaban particularmente sombrías. Cargaba uno de los gatos de mi primo, lo había traído conmigo como si se tratara de un perro porque sabía que no habría nadie, coloqué al animal con cuidado sobre la estructura de cemento cubierta con cerámica, se paseó por ella varias veces hasta que decidió sentarse. —Hay tantas cosas que quisiera contarte. —Acaricié la bóveda como si se tratara de algo con vida, porque para mí, a pesar de ser consciente de que no era así, era casi un ente. Limpié los alrededores donde comenzaba a crecer la maleza, mientras continuaba hablando—. Mamá… no podrá volver a venir, lo siento, pero traje conmigo a un pequeño amigo. Es de tu hermano, de seguro te querría mucho, igual que él y yo. Me sentía extraña, era la primera vez en esos años que hablaba al aire con alguien que ya no estaba ahí. Mi madre, mi tía y mi abuela lo hacían con frecuencia, pero a mí me daba escalofríos, no le encontraba sentido. Sin embargo, ahora que la muerte me las había arrebatado a ambas, sentí que no tenía más opción, aunque tenía un nudo en la garganta que amenazaba con transformarse en llanto. Ya no me quedaba casi nada. El miedo a la soledad y a la pérdida era mayor que mi propio miedo a morir, me daba miedo perder a quienes me quedaban, mis tres amigos, mi primo, hermano de la niña que permanecía en esa bóveda del cementerio municipal. Aunque era consciente de que la muerte nos seguía más de cerca que nunca, como un terrible espectro. Prefería morir antes que tener que soportar la muerte de alguno de ellos, porque terminaría por volverme loca. Levanté al gato que me observaba extrañado y empecé a caminar hacia la entrada, con el felino casi abrazado a mí. —Adiós, mi niña.