Nunca olvidaré cuando oí aquellos pasos venir hacia mi. Eras tú, sí, cuando ya creí que te olvidaste de mí apareciste... oh, tu rostro iluminó mis pupilas en aquella noche, pero tu voz las llenó de lágrimas. ¡No! ¡¿Por qué te fuiste?! Me dejaste, y simplemente me diste la noticia, me abrazaste, me besaste en la mejilla y me diste tu adiós, alejándote de mi vista a un paso triste, adormecido y calmado. Entonces reinó el silencio, no había nada más que decir, solamente se escucharon mis llantos... sí, lloraba porque vivía en tu ausencia y ahora te has ido, ¿cómo podré ahora perdonarme a mi misma por dejarte marchar? Ahora, en mis frías y oscuras noches de soledad, miro en la Luna el reflejo de mis cristalinas lágrimas que, mirando el cielo, te suplican que vuelvas. Ya no hay nada más, mi esperanza eras tú, pero ahora que te has ido para siempre... Estoy sangrando, sí, me corté con las espinas de la seca rosa que hace semanas me regalaste. Antes, era tan roja como la sangre que ahora se desliza por mi piel. Te buscaré, no quiero morir por ti, ¡no quiero morir por lo que me has hecho! Pero, ¿por qué te culpo? Tú no querías, se notaba en la forma en la que pronunciabas cada palabra y, tu nublada mirada que se veía muy cansada de no haber dormido durante toda la noche. El agua se siente tan helada... ha perdido su calor desde que te fuiste. Mi cuerpo... se está helando. Está demasiado fría, incluso creo que vi un poco de agua congelada. Pero no, no es más frío el que siento, que el que llora por tu ausencia en esta noche añorada, donde la luz de la Luna me guía hacia ti. Pero ya no importa, creo que tengo demasiado frío, y el corazón cada vez me late más y más lento. Está cansado ya, está cansado de palpitar y palpitar para solamente sufrir más. Ahh, ¿qué puedo hacer más para estar contigo? Lo siento, ya apenas me puedo mover. Mi única compañía es la Luna, que aún me sigue acompañando. Pero ya de nada sirve, está saliendo el Sol, el cual calentará esta helada agua, pero ya nada podrá salvar mi corazón... Adiós.
