Addiction

22. Capítulo – Noche fría, temido amanecer.

— Chicas, tenéis que hacerme un favor.

Charlie les explicó la situación detalle a detalle a Ariel y sus compañeras. Todas escuchaban atentamente y yo las miraba deslumbrada por su belleza.

— Parece que os habéis metido en un buen lío, amigos míos. No os preocupéis, haremos lo que podamos por vosotros — nos dijo Ariel.

Después de esto se adentró en el agua y apareció en un círculo que formaban las demás sirenas. Una vez en el centro de todas las miradas, hizo unos ruidos bastante desagradables para mis oídos. Debía ser su propio idioma, si es que se le podía llamar idioma. Más bien parecía la lengua de los delfines. Cuando terminó su pequeño discursos todas las sirenas de alrededor asintieron al unísono y un canto hermoso empezó a sonar. La música no era necesaria, pues sus voces hacían que el canto fuera armónico y dulce.

— Podéis pasar aquí la noche. Hemos hecho un conjuro y ningún vampiro podrá cruzar el área. Descansad en paz. — nos informó al terminar en canto y en seguida se adentró en el agua seguida de sus fieles.

— Bien, podemos dormir tranquilos y mañana ya pensaremos en algo.

Yo estaba cansada, pero tenía demasiadas preocupaciones rondando por mi cabeza como para dormir tranquila. Para empezar, olvidando el tema de que mi muerte estaba muy cerca, mi móvil no tenía cobertura en el bosque, por lo cual mis padres se volverían locos intentando contactar conmigo como lo hacían a diario. Por otra parte, estaba exhausta. David, él era el origen de mis problemas y, a la vez, el origen de mi felicidad en Down Ville. La imagen en la que David se convertía delante de mí, como sus músculos crecían haciendo que la camiseta cediese y se rompiera, los colmillos tan temerosos y a la vez sensuales que asomaban por su fina y jugosa boca, sus ojos rojos como el fuego que pedían sangre… Todo era tan caliente… Pero no podía ser cierto, me negaba a creer que en la situación límite en la que me encontraba mi cabeza solo tuviera fuerzas para pensar en el vampiro sexy. No, yo no era superficial, no era tan fácil. Debía pensar en algún plan para salir de allí, para salir con vida. Podríamos pasar la noche a salvo, pero ¿Qué pasaría al día siguiente? Como si fuera poco mis dientes chocaban del frío. Estaba tiritando, sin ninguna manta para taparme, tumbada en la húmeda hierba y barro y escuchando a unos horribles grillos que me estaban volviendo loca.

Un terrible ruido me asustó. Un gruñido fuerte de algún animal salvaje y el grito de dolor de alguna voz conocida me hizo temblar. No tuve valor para mirar que ocurría. El ruido sonó demasiado cerca y temblando oculté mi cabeza entre mis brazos, esperando que no fuera nada y que mi madre viniera a despertarme de este horrible sueño con un cálido beso en la frente y olor a café recién hecho.

— Amy ¿Estás bien? — me preguntó Charlie acercándose a mí y pasándome su brazo por encima de mis hombros.

— Tengo… tengo un poco de miedo — confesé sintiéndome ridícula.

Unos gruñidos a mi espalda hicieron que me volteara a mirar. Un lobo, un gigantesco lobo me pedía caricias con la cabeza. Me alivió saber que todos los ruidos que consiguieron asustarme por completo no eran más que el dolor de James al transformarse.

— Así no pasarás frío — me aseguró Charlie.

James se tumbó de tal forma que yo pudiera meterme entre sus cuatro largas patas. Su suave vello me dio el calor que necesitaba. La verdad es que me encontraba muy cómoda, incluso mejor que en mi propia cama, pero aunque el problema del frío había sido resuelto aún David estaba en mi cabeza. Llegó un punto en que podía escuchar su voz. Amy, Amy… ¿Me oyes? ¿Estás ahí? Oh, no, ¡me estaba volviendo completamente loca!

— ¡David! ¡Aléjate! — le advirtió Charlie al ver que estaba a punto de cruzar en área marcado por las sirenas. — Las sirenas han lanzado un conjuro y me han dicho que ningún vampiro podría cruzar el área. No sé qué pasará si lo haces, pero ten cuidado, quédate ahí.

Me giré ilusa y mis sueños se hicieron realidad. David estaba a unos diez metros de donde yo descansaba acurrucada a James, Tenía puesta la misma camiseta que rompió al transformarse, aún estaba rota dejando ver parte de su torso y sus músculos fuertes.

— David… — al parecer no me estaba volviendo tan loca como yo pensaba — ¿Estás bien?

— Yo sí ¿tú? Dime que estos dos te han cuidado bien. — bromeó.

— Claro — sonreí por primera vez.

— No he podido frenar a Jane. Solo he conseguido que se marchara a México a cazar, debe haber un narcotraficante muy peligroso que está causando muchos problemas al FBI y se esconde muy bien, así que supongo que tardará como mínimo dos días en encontrarle, acabar con él y volver. Lo que no puedo prometeros es que volverá sin ganas de guerra. La he defraudado… No sé que estará pasando por su cabeza en estos instantes, pero de lo que sí que estoy seguro es que te quiere matar Amy. No descansará hasta que mueras. — esto ´último me lo dijo serio mirándome fijamente. Olvidé los diez metro que nos separaban y sus ojos al contactar con los míos hicieron que esa distancia entre nosotros desapareciera — Mañana volveré a buscaros. Descansad, necesitareis todas vuestras fuerzas para salir de esta.

Dicho esto se marchó tan y como había venido, sin hacer un mísero ruido y tan veloz como alma que lleva el diablo. Al menos, verle me hizo relajarme un poco. Acababa de anunciarme que mi muerte estaba sentenciada y que no había nada que yo pudiera hacer para remediarlo, pero ya le había visto y ahora podría dormir tranquila.

La noche fue dura. Por mucho que James intentara darme calor la brisa del bosque me congelada los dedos de los pies, el cuello y las orejas. El frío solo era capaz de atrapar esas partes de mi cuerpo, pero era más que suficiente para que me pasara toda la noche tiritando. Y así fue.

La luz del amanecer nos despertó a los tres. James, tras asegurarse que me había despertado salió corriendo y volvió como humano al de unos pocos minutos.

— Buenos días, preciosa — me saludó Charlie — No te preocupes, David nos dijo anoche que Jane tardaría como mínimo dos días en volver. Disfruta estos dos días en Down Ville ¿Hoy tienes clase no? Creo que ya es hora de que empieces tus estudios porque estoy seguro de que nadie, ni siquiera Jane, harán que nos los termines aquí, con nosotros.

 

23. Capítulo – Nuevas amistades.

Tardé un tiempo en reponer la compostura. Estaba un poco asustada, para qué negarlo, una vampiresa estaba tras de mí con la intención de matarme. Genial. Aún así, gracias a James y a Charlie, mi vida iba volviendo a la normalidad, poco a poco.

Me acompañaron a mi casa y se quedaron conmigo a la hora de comer. No tenía mucha comida, pero nos las apañamos con un paquete de pasta y un poco de tomate. Charlie nos estuvo contando la última vez que hizo el amor. Habían pasado ya cinco meses, el pobre estaba en sequía total James y yo nos reíamos con sus anécdotas, graciosas y a la vez un tanto deprimentes. Sonó el timbre. James se levantó a abrir y ahí estaba él, perfecto como siempre.

— Hola, Amy. ¿Qué tal has pasado la noche?

— David… bueno, no me puedo quejar, sigo viva.

— ¿Cabe uno más en vuestra fiesta?

— ¡Siéntate frío! — se burló James.

Se sentó a mí lado y se unió a la conversación. Le pudimos al tanto de las aventuras de Charlie y no se cortó ni un pelo en contar las suyas. Lo que a mí me faltaba… ahora contaba historias de cama junto a esa mala pécora. Aún que al escucharle después de un rato caí en la cuenta de que todo lo que contaba era malo. Que si Jane era muy tiesa y no se sabía mover, que si se emocionaba demasiado y mordía con mucha fuerza, que si gritaba cosas al estilo; ¡Dámelo todo! ¡Dime guarradas! Al final, acabé riéndome a carcajadas del ridículo en el que le estaba dejando David a su querida esposa.

— Cuando desperté y vi que era un tío…. — estaba contando James.

— ¡Hey! ¡Mirad qué hora es! Tienes clase ¿no, Amy?

— Ya ni me acordaba… — contesté secándome las lágrimas de tanto reír — Ahora mismo voy — dije dejando a los chicos solos con sus aventuras y dirigiéndome al cuarto a cambiarme de ropa.

La ropa que llevaba estaba manchada de barro y olía a perro mojado, vaya, qué ironía. Me puse otros vaqueros y una camiseta de tirantes negra con dos estrellas blancas estampadas y salí sonriente, pero mi cara cambió cuando vi el rostro de mis amigos.

— ¿Qué ocurre? — pregunté un tanto asustada.

— Jane… — dijo James.

— ¿Qué… qué pasa?

— Está cerca, podemos sentirla y no viene muy contenta. — me explicó David.

— ¡Me dijiste que tardaría dos días! — me exalté.

— Aún tienes tiempo… Está viniendo, pero tardará hasta el anochecer.

— ¿Estás seguro?

— Sí, eso creo.

Me contestó tan serio que le creí.

— Venga, vete a clase, nosotros estarnos alerta por si se despierta — intentó tranquilizarme Charlie.

Le hizo caso y me dirigí al instituto. Charlie me acompañó en un trazo, pero después marchó hacia el “Rock&Blood”. Por el camino me encontré con una de mis compañeras.

— ¡Amy!

Me giré sobresaltada. En la situación en la que me encontraba, cualquier cosa me asustaba.

— ¡Soy, Kate! ¿Recuerdas? — vino hacia mí con una gran sonrisa en la cara.

— ¡Claro! ¿Qué tal? — intenté ser amable.

— Bien. Hace mucho que no te veo, creo que desde el primer día ¿no es así?

— Sí, así es — reímos — He estado… un poco liada.

— Te has perdido mucho estas semanas, ya vamos por el sexto tema.

— Vaya… tendré que ponerme las pilas — dije, pero pensaba en que no terminaría el cursos viva.

Las dos juntas fuimos a clase y Sam ya estaba dentro.

— Tarde… — reprochó.

— ¡Lo siento! — rió feliz Kate.

— Venga, sentaros.

Las dos cogimos asiento una al lado de la otra y las horas no pasaron muy despacio gracias a los comentarios ingeniosos de Kate. Al terminar las clases, mientras recogía mis libros, Sam se acercó a mí.

— ¿Puedo acompañarte a casa? — me preguntó amablemente.

— ¿No está mal visto que los profesores salgan con alumnas? — le respondí a lo que rió.

— Creo que vas a necesitar un poco de ayuda con el temario… y con salvar tu vida.

Esto último me dejó anonadada. ¿Salvar mi vida? ¿Qué podría saber mi profesor acerca de mis circunstancias? Salimos juntos de clase cuando todos habían salido y Kate nos estaba esperando en la puerta.

— Yo también me apunto a la extraescolar — nos dijo feliz.

Camino a casa, me moría de ganas por preguntarle a Sam a ver que sabía acerca de Jane y su odio hacia mí, pero con Kate delante no me atrevía. Al final fue él quien sacó el tema.

— Amy, ¿Cómo vas a defenderte de Jane?

— y tú… ¿Cómo sabes todo esto?

— Bueno… tengo un pequeño don para saber estas cosas.

— Jijiji — rió Kate a lo bajo — Un pequeño don dice… jijiji

No entendía absolutamente nada. Le conté a Sam que no tenía ningún plan, que lo único que podía hacer era vivir con normalidad hasta que Jane me encontrara y me devorara cual animal salvaje.

— Tienes que hacer algo al respecto… Enfréntate a ella.

— ¿Tú qué has tomado? ¿Estás loco? ¿Qué puedo hacer yo frente a semejante bestia? — casi le dije enfadada.

— Entonces, tenemos que planear algo — me dijo Kate guiñándome el ojo.

 

24. Capítulo – Te asombraría saber de lo que somos capaces…

Al llegar a mi casa, aún no podía entender nada. La confusión formaba parte de mi vida cotidiana desde que llegué a Down Ville. Al parecer, todos los habitantes me conocían mejor de lo que yo pensaba, sin que yo les hubiera contado nada. Pensé, que en un pueblo tan pequeño, sería normal que todos supieran los secretos de los demás, pero lo que me ardía por dentro era saber que yo no formaba parte de ese núcleo, pues yo no sabía nada de nadie.

Les invité a los dos a entrar. Se acomodaron en el sofá como si estuvieran en su propia casa. Ese sofá si pudiera hablar… Les pregunté si querían algo de comer y los dos negaron amablemente. Eso hizo que me planteará que tipo de criaturas serían, podría ser que la pregunta de si querían algo para comer hubiera sido totalmente estúpida. Me senté al lado de Sam.

— ¿Me vais a contar cómo sabéis vosotros todo esto? — pregunté al fin armándome de valor y un poco avergonzada.

— Desde el primer momento en que te vi supe que ibas a descubrir todos los secretos de este pequeño pueblo. Lo vi en tus ojos.

— En mis ojos… — repetí confundida.

— Mi tarjeta — me dijo ofreciéndome una de estas.

La coloqué a contraluz como vi que él hizo con la mía.

“Raza: Carpatianos”

— Carpa… — leía con dificultad.

— Carpatianos. Como tal mi deber es proteger a los humanos, en especial a las mujeres y niños, por eso y por ser tú — me sonrió — haré lo que sea por protegerte de Jane.

— Y yo estaré a vuestro lado — se unió Kate ofreciéndome otra tarjeta.

Antes de prestar atención a la última tarjeta recogida tenía que aclarar unas cosas.

— Pero, ¿Qué son los carpatianos? — pregunté completamente anonadada.

— Somos unas criaturas algo especiales. Somos muy inteligentes, y no es por presumir, y gracias a ellos los humanos no tienen tanta información sobre nosotros como de los vampiros o licántropos. Mi virtud son los animales, como habrás imaginado. Tenemos un sexto sentido; poder hablar con los animales, incluso transformarnos en ellos. Esto último solo lo consiguen los más veteranos. Ah, y también somos inmortales.

— Vaya… — fue lo único que pude pronunciar. Me quedé un segundo mirando a la nada y, cuando reaccioné levanté la tarjeta que me tendió Kate, la puse a contraluz y… — ¿Espectro?

— Así es — contestó orgullosa — Soy un fantasma.

— Pe-pero…

— Sí, he muerto — me dijo sin ninguna expresión de melancolía en el rostro — Cuando tenía 19 años así que con esa apariencia me he quedado.

— Por lo que he leído en libros y visto en películas, aun que hoy en día ya no se qué creer, cuando te mueres te conviertes en fantasma por “cuentas pendientes” — les informé de lo poco que yo sabía.

— Bueno, no andas demasiado desencaminada… Mi muerte fue injusta, no era mi hora y hasta que no se haga justicia no podría descansar en paz. El asesino murió al de unos años de matarme y no recibió castigo suficiente en vida, por lo que yo estoy condenada a vagar entre las sombras por siempre.

— Vaya… — volví a decir incrédula — ¿Y cómo te asesinaron?

— Ya tendremos tiempo de hablar de ello — me sonrió con una promesa en el aire — Pero, ahora tú eres la que corre peligro y ya te digo que la muerte no se la recomiendo a nadie.

— Sí, claro… pero ¿Qué puedo hacer yo? Jane es muy fuerte y no nos olvidemos de su inmortalidad.

— Amy, cariño, la inmortalidad es un mito. — me aclaró Sam.

— ¿Cómo? ¡Acabas de decirme que eres inmortal!

— Sí, y lo somos de alguna manera… pero cada especie tiene su punto débil. Los humanos sois muy frágiles, cualquier organismo que os falle os provoca la muerte. En nosotros eso es algo más difícil, pero no por ello imposible. Mi especie, por ejemplo, solo muere al ser decapitada y congelando nuestra cabeza. Así nuestro circuito intelecto dejaría de funcionar y, al ser nuestra arma más peligrosa, moriríamos.

— Sí, yo por ejemplo desaparecería al encontrar la puerta a la paz. Solo hay dos maneras de conseguirlo, que el culpable de mi muerte sea castigado justamente o, bien, demostrando que mi estancia en el mundo de los seres vivos es positivo. Los espectros deberíamos estar asustando a la gente, creando pesadillas y escarmentando a los pobres humanos. Por el contrario, si hacemos buenas acciones, como salvarte la vida, por ejemplo, me volvería a aparecer la puerta. Pero, si una vez que me aparece no decido cruzarla mi estancia aquí será eterna.

— Entiendo… ¿Y cómo se derrota a un vampiro? ¿Plata, ajos, cruces…?

— Casi, la plata es necesaria. Lo primero sería clavar una estaca de plata en el corazón, partir el cuerpo en pedazos y quemarlo en el fuego.

— No conseguiré eso nunca… Además, yo no soy capaz de matar a nadie.
— Nunca digas nunca. Te asombraría saber de lo que somos capaces en situaciones extremas…