Addiction

27. Capítulo – Fuegos internos.

Oí el chasquido de la puerta al cerrase dejándonos solos a David y a mí, habitando la sala que ahora permanecía en silencio esperando que yo lo rompiera. Sus ojos me miraban fijamente, estaba esperando que le dijera algo y en esos momentos me quedé completamente en blanco, aunque una pregunta rondaba en mi cabeza desde hacía días.

— ¿Qué ocurre? — me preguntó con su suave voz al ver que yo me quedaba muda.

— Bueno… — intenté ordenar rápidamente mis palabras para decirlas en el orden correcto —- Jane… sabe que… esto… — dios ¿¡Qué me estaba ocurriendo?! Tragué saliva y empecé de nuevo — Quería preguntarte una cosa.

David me miraba con una ceja levantada y una leve sonrisa. Sabía que estaba nerviosa, era difícil no saberlo, pues mis pies y piernas me querían dejar en ridículo temblando como nunca lo habían hecho.

— Dime lo que quieras — sonrió intentando tranquilizarme con su dulce voz y acomodándose de nuevo en el sofá vacío.

Yo hice lo mismo y mirando a la nada pregunté sin pensar.

— ¿No te preocupa matar a tu esposa? — casi vomité al decir “esposa”. ¿Por qué demonios no dije Jane en vez de esposa? Al parecer, la culpa me perseguía al sentirme atraída por un hombre casado. Vaya, que gran palabra: casado.

— Tengo que admitirte algo…

Su rostro se tornó serio, al igual que su cuerpo se tensó en ese mismo instante. Lo que tuviera que decirme, fuera lo que fuese, era algo muy personal y, por lo visto, no muy agradable. Por un pequeño segundo, pude pensar que respondería a mis sentimientos, pero luego pensé: ¡Vaya tontería! Una humana, nada del otro mundo, humilde, débil… No tenía nada que hacer. Incluso pude sentirme avergonzada de mis pensamientos, como si él los hubiera podido leer.

Volvió su mirada hacia mí y prosiguió.

— ¿Recuerdas lo que te conté sobre el amor eterno de los vampiros? — empezó. Mal empezaba si quería hablarme de amor.

— Claro, cuando encontráis vuestra alma gemela o vuestro amor de por vida en el primer beso conectáis y convertís vuestros pensamientos en uno solo — recapitulé.

— Así es. Lo que tengo que confesar no lo sabe nadie, ni siquiera James. Jane y yo guardamos este secreto desde hace muchísimo tiempo, pero creo que ya es hora de que alguien lo sepa, ya no merece la pena seguir fingiendo.

Dicho esto desvió su mirada hacia la ventana. Yo hice lo propio y me di cuenta de que tenía que limpiarla, pues apenas era visible la calle a través de ella. Deje mi obsesión por la limpieza momentánea a un lado y me dispuse a escuchar lo que David estaba a punto de contarme.

— Jane y yo no estamos hechos el uno para el otro — admitió por fin.

— ¡¿Cómo?! — casi grité de sorpresa.

— Después del primer beso, nada agradable por cierto, — no pude evitar dibujar una pequeña sonrisa, que enseguida desapareció, al oír esto — no conectamos. No hubo entre nosotros esa “magia” — dijo esa palabra dibujando unas comillas en el aire — que hay entre enamorados, incluso entre vosotros, los humanos.

— Pero, ¿No puedes leer su pensamiento? — pregunté intentando aclarar el tema.

— No — simplemente contestó esto y volvió a mirar a la ventana.

— ¿Cómo sabes que Jane aparecerá esta noche? — pregunté de nuevo dándome cuenta en ese preciso instante de la cuestión.

— Créeme, son muchos años viviendo con ella. Podría reconocer su olor fresco a kilómetros de distancia. Está cerca y cuando anochezca la veremos.

Entonces un escalofrío recorrió mi cuerpo tenso. Me quedé mirando un punto fijo, pensando en toda mi familia. Durante todos esos días, había estado muy preocupada por mis nuevos amigos, arriesgando tanto por mí, que no caí en la cuenta de que en el hipotético caso de que muriera los que más iban a sufrir mi perdida era mi familia.

— No tienes que tener miedo — aún que parezca increíble, al oír esa frase brotar de sus labios el miedo desapareció de mi cuerpo y mente, dejándome por un momento vivir en una burbuja en la que solo estábamos él y yo, solos, sin nadie alrededor, sin nadie que quisiera matarnos.

Noté que su rostro cada vez estaba más cerca del mío. Pude sentir su aliento bañando mis mejillas. Mi ojos, impactados, permanecían abiertos como platos mirando sin creérselo lo que estaba a punto de ocurrir. Mi boca se entreabrió esperando ese beso. Un beso… solo pedía eso. Lo necesitaba, mi vida estaba en juego, y no quería morir sin probar esos labios.

— Ahora descansa, esta noche será larga — y dicho esto me besó suavemente en la mejilla rozando sus fríos labios con mi piel pálida.

No fui capaz de despedirme, pues mi impacto era tan grande que lo único que pude hacer fue ver como abría la puerta y la cerraba tras de sí dejándome de nuevo sola en esa sala que hacía unos pocos minutos había sido testigo de mis ilusiones y, acto seguido, de mi desilusión.

Cerré los ojos, suspiré y me tumbé en el sofá. Boca arriba miré el reloj de cuco que colgaba de una de las paredes de la habitación. Eran ya las seis en punto de la tarde. Me dirigí al baño a pegarme una ducha de agua fría, había demasiados fuegos en mi interior que apagar antes de la gran batalla.

 

Como me voy de vacaciones y, seguramente, esté sin publicar ningún nuevo capítulo pro lo menos en dos semanas, aquí os dejo un capítulo extra-largo xD Ahora no quiero ninguna queja de la longitud del capítulo ¿eh? jaja Espero que os guste y sobretodo, dejarme vuestros comentarios que me animan a seguir escibiendo ^_^
28.Capítulo – La primera batalla.

El tiempo pasó demasiado rápido sin avisarme y cuando salí de la, al parecer, larga ducha ya eran las siete de la tarde. Miré por la ventana cuando aún era la toalla la única que cubría mi cuerpo desnudo. Estaba empezando a anochecer y tenía que darme prisa. Me puse la misma ropa que había llevado esa mañana y salí disparada de casa. Cuando estaba afuera me giré para mirar por última vez lo que había sido mi hogar por poco pero intenso tiempo. Armándome de valor empecé a caminar con paso ligero hacía la dirección del bosque. No avancé ni cien metros cuando alguien me tocó la espalda, lo que hizo que pegara un grito y salto del susto.

— ¡James! ¡¿Estás loco?! ¡Casi me da un infarto! — grité asustada.

— No es el mejor momento para sustos o bromas ¿eh? — dijo con una sonrisa pícara que suplicaba mi perdón.

— No, no lo es... pero no pasa nada, no vuelvas a hacerlo — en cuento dije esto me di cuenta de que tal vez nunca podría volver a hacerlo si yo no seguía con vida y ese pensamiento se reflejó en mi rostro, pues James en seguida actuó.

— Sabes que todo va a salir bien ¿no? — me preguntó apoyando su mano en mi hombro como señal de protección.

— Claro — dije con una sonrisa falsa, pues estaba casi segura de que no sobreviviría.

— Venga, tenemos que aligerar — me sonrió amablemente empujándome un poco para que fuera más deprisa.

A paso rápido llegamos a la casa de David que se encontraba en los pies del bosque. Cuando llegamos ya estaba bastante oscuro, pero pude distinguir a David en la entrada. Cuando parpadeé y volví a abrir los ojos, David estaba a mi lado.

— No falta nada… Agárrate. — me dijo. Y antes de que yo pudiera reaccionar, no sé cómo, estábamos en lo profundo del bosque cerca del lugar donde se encontraban las sirenas.

Sam, Kate y Charlie estaban ya esperándonos.

— Amy, ya sabes lo que tienes que hacer — me dijo Sam — tranquilízate. Solo tienes que andar cerca de la orilla, hemos hablado con Ariel y está dispuesta a ayudar en lo que pueda. Kate y yo estaremos encima de este árbol — dijo señalando uno de los árboles más altos del bosque — David estará detrás de esa roca — dijo señalando la roca frente al árbol donde él y Kate se encontrarían – Charlie estará con las sirenas — giré la vista hacia el bote y vi que en él se encontraba un equipo de buceo — Y James estará dando vueltas cerca de ti. Como ves, no hay de qué preocuparse — sonrió sin ofrecerme ningún tipo de serenidad — Ahora voy a ver si Jane está cerca. Te avisaré.

Dicho eso me dio la espalda. Mis ojos aún estaban acostumbrándose a la oscuridad del tenebroso bosque y mientras los entrecerraba intentando acostumbrarme a la poca luz, algo me deslumbró. Pude ver que una luz extraña partía del cuerpo de Sam, giraba muy veloz y pronto Sam empezó a hacer lo mismo. La luz se intensificó tanto que no pude evitar cerrar los ojos y cuando por fin los abrí, un águila inmensa estaba a la altura de mi rostro, mirándome fijamente. Me fijé en los ojos del curioso animal y no había duda alguna; era Sam. Agitó sus alas doradas y todos miramos como subía y subía hasta perderse entre las ramas. Cuando bajé la mirada me encontraba sola en el bosque. Solo pude ver el bote de Charlie alejarse por el río entre la niebla que se había formado.

Me paré un momento, con la mente en blanco. Mis piernas no respondían del miedo y los temblores que se apoderaron de todo mi cuerpo. Estaba muy asustada y no podía reaccionar. Entonces pensé en el estúpido y arriesgado plan. “Camina cerca de la orilla” resonaron las palabras de Sam en mi mente. Me di un par de golpes en las piernas, como si eso fuera suficiente para que me obedecieran. Pegué un gran suspiro e intenté caminar. Al fin, mis piernas parecieron responder y me movía lentamente tan cerca de la orilla que el agua bañó mis playeras.

Oí un chasquido de ramas rompiéndose. Mis ojos se abrieron como platos y mis pulsaciones se aceleraron tanto hasta el punto de dolerme el pecho. Recordé justo en ese momento que no había llamado a mis padres para despedirme. Tal vez no sería buena idea llamarles, con los sobreprotectores que eran al notar en mi voz una leve señal de que algo no iba bien aparecerían en Down Ville antes de que pudiera darme cuenta. Me despedí mentalmente, como si estuviera escribiéndoles una carta.

“Querido papá y mamá:

Sé que no he sido una hija modelo, que siempre he sido una pequeña carga para vosotros que llevasteis con alegría e ilusión. Este es el momento de decirnos adiós. No os preocupéis por mí, se que estaréis bien, lo único que deseo es que seáis tan felices como lo he sido yo a vuestro lado. No quiero que me odiéis por esto. Sé que debí haceros caso y haberme quedado junto a vosotros por el resto de mi vida, que así seguro que sería mucho más larga, incluso habría podido jubilarme. Quiero que sepáis que esta aventura ha sido lo mejor que me ha pasado en la vida. Sí, he encontrado mi fin, pero de una forma u otra también ha sido el comienzo de mi vida, mi propia vida. Tenía que intentarlo, tenía que intentar sobrevivir por mí misma. Lo siento. Espero que algún día seáis capaces de perdonarme. No seáis muy duros con vosotros mismos, quiero que quede claro que no tenéis la culpa de nada., yo misma he buscado mi destino. No podríais haber hecho nada para salvarme, así que no os atormentéis por ello.

Os quiero, de verdad, os quiero mucho.

Amy”

Las lágrimas mojaron mi cara y, lo que es peor, me impidieron ver qué era lo que tan rápidamente se acercaba a mí sin dudar. De pronto, el resto de mis sentidos se pusieron alerta aún que la visión no estuviera de mi lado. Oí un fuerte aleteo, cada vez más cerca. El viento producido por ese extraño aleteo me golpeó ferozmente el rostro que, al estar mojado, pareció congelarse. Entonces, fui capaz de abrir los ojos. Volví a ver al águila flotando a mi altura. Sus ojos brillaron y fui capaz de captar la señal. “Ha llegado la hora”.

Sacudí la cabeza intentando que todos mis pensamientos y emociones me abandonaran un instante y volví a caminar mirando como mis playeras cada vez estaban más empapadas. Después llegó un momento de paz. No se oía nada que no fue el agua chocando contra mis pies. Eso no fue suficiente para tranquilizarme, pues, a lo contrario, hizo que mi respiración se acelerara al ritmo de mi corazón.

Levanté la vista de mis pies y distinguí perfectamente la silueta de una mujer acechándome. Era Jane, no tenía la menor duda. Armada de valor o, mejor dicho, de idiotez me acerqué a ella. Imágenes de mi feliz infancia me vinieron a la cabeza. Veía una silueta negra, después mi primer cumpleaños junto a toda mi familia, acto seguido la silueta más cerca y el recuerdo de la primera vez en usar el orinal, la silueta creció acercándose y la última imagen que pude recordar… David. Entonces la vi. Mi su cara de odio, sus ojos rojos reclamando mi sangre, su sed de mí… A cámara lenta noté como se tiraba encima de mí y un dolor intenso me recorrió todo mi ser. En cuestión de segundos, todo se volvió una batalla. Un lobo gigante me quitó de encima a la enfurecida Jane. El animal cayó encima del vampiro haciendo que esta cayera boca arriba en el húmedo barro. Levantó los pies quitándose, apenas sin esfuerzo, al duro animal de encima. Aún en el suelo, vi unos ojos amarillos que miraban a la dura Jane. Era una pantera negra. Feroz y rápida saltó encima de mi enemiga mordiendo con todas sus fuerzas el cuello de la mujer. De un simple manotazo logró librarse de Sam.

— Cariño ¿Me echabas de menos? — retumbó la voz de Jane en mi cabeza, haciendo que mi dolor se agudizara. No, no me hablaba a mí. Alguien se encontraba detrás de mí guardando silencio — acércate y dame un beso – volvió a hablar Jane — después disfrutaremos juntos de la presa.

—No — una negación rotunda surgió del silencio que guardaba David.

— ¿Cómo dices? — preguntó con una sonrisa dibujada en su boca dejando ver sus largos colmillos afilados.

— Para, Jane. Déjala marchar. Sabes que yo te he traicionado, ella no tiene nada que ver.

¿Traición? Me maldije por dentro. Si mi muerte iba a llegar de todas formas de arrepentí de no haberle besado en cuanto tuve oportunidad.

— Tú y yo estaremos juntos, por siempre, como acordamos ¡Ella solo es un obstáculo! — se alteró la mujer.

— No tienes que hacerlo… Ella desaparecerá de nuestras vidas, pero no tienes por qué matarla para ello.

— En eso te equivocas… — dijo por último Jane pegando un gran salto para caer sobre mí de nuevo.

Antes de que su cuerpo rozara si quiera el mío, algo lo detuvo. Un fuerte golpe hizo retumbar mis tímpanos ya dañados. David… Él había vuelto a interponerse entre la fina línea que ahora separaba mi vida y mi muerte. La pareja quedó de pies mirándose fijamente.

— Veo que la has elegido a ella… ¡No voy a permitirlo! — gritando esto la mujer lanzó un puñetazo que, con la velocidad de David, solo rompió el aire.

— No quiero hacerte daño… — dijo sereno el vampiro.

—Si estás con ella, estás contra mí.

Mis fuerzas me fallaban y no era capaz de seguir la terrible lucha con todo detalle. Solo veía pequeñas escenas y, para mi bien, ninguna hacía daño a David. Justo antes de que perdiera el conocimiento oí un canto espléndido. Pensé que sería un delirio, pero la luz que surgía del lago me recordó que gozaba de la ayuda de Ariel y sus compañeras. El canto se prolongó durante unos segundos y Jane pegó un grito de dolor que hizo que todos los animales que habitaban ese bosque huyeran despavoridos. Después cerré los ojos. Lo último que pude ver fue a David a mi lado, diciéndome que no me durmiera, que aguantara, que me quer…

 

Después de mis largas vacaciones aquí os dejo el nuevo capítulo de Addiction, muchas gracias a todos los que seguis este fic ;)
29. Capítulo – Un descanso antes de la guerra

Aún al recordarlo puedo sentir el enorme dolor de cabeza que me atormentaba. Me desperté después de varias horas adormilada, sin conocimiento. Cuando entreabrí los ojos y, poco a poco, me acostumbraba a la escasa luz que nos brindaba una pequeña hoguera pude diferenciar el rostro de David entre las sombras. En seguida se percató de que recobraba el conocimiento y se acercó a mí suavemente. Sin dirigirme si quiera una palabra, me levantó la cabeza con delicadeza y me acercó a los labios un coco partido por la mitad que contenía agua fría.

— Gracias… — balbuceé.

— Descansa, aún tienes que recuperar fuerzas.

Al cabo de unos minutos, al fin pude adecuarme a la luz del fuego y ver donde me encontraba. Parecía en interior de una cueva, pero pronto me di cuenta de que estábamos en una especie de tienda de campaña improvisada.

— ¿Dónde estamos? — pregunté confundida —. ¿Ha pasado todo? — volví a preguntar ilusa.

Cada palabra que conseguía pronunciar me dolía más que la anterior. Mi cabeza retumbaba con cada leve sonido, incluso las gotas de agua que caían sobre la lona que nos cubría me estaban volviendo loca.

— Ten cuidado Amy — Me advirtió David al ver mis inútiles intentos por levantarme.

Al final quedé tumbada donde estaba e inspeccioné en unos instantes mí alrededor. Como me imaginaba, lo que colgaba encima de nosotros era una lona sujetada por dos árboles a nuestro lado. Estaba tumbada en una chaqueta grande forrada de algodón que me ayudaba a no perder el calor. Fuera pude ver la hoguera que nos iluminaba la cual estaba cubierta por unas grandes hojas protegiéndose de la lluvia. Por un momento me sentí como ese pequeño fuego. Las hojas le impedían crecer y seguir su camino, pero debía agarrarse a ellas pues si no la lluvia acabaría con su calor. Junto al fuego descansaba Sam abrazado a Kate. Noté cierto lamento en el rostro de la chica, como si algo la hubiera dañado. Por lo poco que recordaba, Kate no había participado en la pelea, así que me despreocupé que estuviera herida. Me animó ver a James y Charlie abrazados debajo de un árbol. Charlie temblaba de frío y James se apretaba a él para hacerle entrar en calor. Una escena conmovedora, entre dos amigos inseparables. O eso pensaba yo…

— ¿Te encuentras mejor? — Me preguntó David ofreciéndome de nuevo más agua en el medio coco.

— Sí… — intenté pronunciar sin hacer crujir mi voz — ¿Qué ha pasado?

— Parece que te diste un buen golpe en la cabeza y te desmayaste allí mismo. — me respondió quitándome el vaso provisional, para dejarlo a mi lado.

— ¿Están todos bien? — pregunté sin poder ocultar mi preocupación.

— Sí, Ariel nos ayudó mucho. — me contestó esta vez recostándose a mi lado.

Pude notarlo cerca, demasiado cerca. Estaba frío como el hielo y un auto reflejo me hizo frotarle los brazos intentando calentárselos. Él me contestó con una sonrisa, enseñándome sus blancos dientes. — Sam y James solo tienes unos golpes sin importancia, algunos moratones y raspaduras, pero nada grave. Sin duda la peor parte te la llevaste tú — me informó tocándome con delicadeza la cabeza con miedo a hacerme algún daño — Charlie estuvo atento y avisó a las sirenas de que las cosas no marchaban bien. Entonces, ellas salieron y lanzaron algún hechizo que hizo que Jane corriera gritando de dolor. Aún no comprendo por qué no me afectó a mí también, pues que yo sepa sigo siendo un vampiro — me contó intentando romper el miedo que aún recorría mi debilitado cuerpo.

— ¿Y Kate? — pregunté fijando mi atención en la triste mueca de la chica.

— Parece que está algo desilusionada… No sé, no apareció en el enfrentamiento y le oí decirle a Sam que era una inútil y que no podía ayudarnos. Sam la intenta calmar diciéndola que no tiene por qué hacerlo, pero se siente fuera de lugar. No sabe que puede hacer un fantasma contra un vampiro como Jane.

— Creo que puedo entenderla… — recapacité, pues Kate se sentía como yo —. ¿Sabes algo de Jane?

— Parece que anda lejos de aquí, no puedo olerla y Sam tampoco ha logrado verla por el bosque. El conjuro de las sirenas ha debido de ser más fuerte de lo que pensábamos o de lo contrario… estará buscando ayuda.

— Dios… y todo esto por mi culpa… — me arrepentí incluso de haber nacido.

— Si no llegas a ser tú, hubiera sido otra. A cualquier mujer a la que me acercara estaría en peligro de muerte, sin duda alguna yo soy el responsable de todo y yo tengo que detenerlo.

— David… Tú me avisaste, me dijiste que no estaba segura y que debía volver a mi hogar y fui yo y nadie más la que se burló de tus advertencias y por esa estúpida ignorancia estáis todo en peligro…

— Dejémoslo en mitad y mitad ¿de acuerdo? — me sonrió de nuevo a mi lado.

— Está bien… — me esforcé en sonreír.

Mis parpados empezaban a ser cada vez más pesados y no pude resistirme a echarme una cabezadita sobre el pecho duro y fuerte de mi vampiro. Intentaba recordar todo lo sucedido, descubrir algún punto débil de Jane que se nos hubiera escapado… pero mi memoria me vacilaba haciéndome recordar única y exclusivamente las ultimas palabras de David “Te quier...”